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Revista de Folklore número

442



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Contexto y explicación en Folklore. Un poco más acerca de la muerte del zorro (Jujuy, 1986)

GENTILE, Margarita E.

Publicado en el año 2018 en la Revista de Folklore número 442 - sumario >



A la investigadora y poeta repentista Olga Fernández Latour, con el aprecio de siempre

Introducción

Los cuentos protagonizados por el zorro fueron recopilados en casi todo el territorio de la actual República Argentina durante el siglo xx[1]. En el noroeste (NOA) hubo poblaciones prehispánicas transterradas desde la costa norte peruana por Topa Inca Yupanqui[2] cuyos antecesores inmediatos en su lugar de origen habían antropomorfizado al zorro, representándolo como guerrero y mensajero, rasgo que no continuó en la gráfica permitiendo pensar que tampoco en el relato oral.

En la alfarería prehispánica del NOA el animal representado con preferencia es el yaguareté, o tigre americano, al que se reconoce por las manchas en la piel a pesar de la síntesis gráfica.

Es decir, el zorro de los cuentos compendiados en el siglo pasado en el NOA deriva de los traídos por la conquista y colonización europeas mediante relatos que datan de antes de la expansión de los griegos más allá del Mediterráneo. Éste es un zorro vivillo y ladrón.

No obstante, en el Perú colonial los zorros mensajeros protagonizaron todavía un relato prehispánico anotado en la sierra central[3], pocos años antes de que quedara fijo su carácter, en el sentido europeo, en la representación del «padre de la dotrina» como la zorra que quitaba a los indios su comida[4].

Todavía en 1921, en Santa Catalina, en la puna de Jujuy, subsistía la creencia de que el zorro era mensajero de Dios, pero que transmitía sus órdenes al revés[5].

Las recopilaciones de cuentos de zorros se llevaron a cabo en el NOA buscando a los buenos narradores pueblo por pueblo. En ellos se lo nombraba don Juan / Juan / Juancho / Juancito, muy pocas veces don Juan el zorro, y así. Y en ninguno, hasta donde pude indagar, volvió a desempeñar el rol de guerrero o mensajero.

Dichos cuentos, esencialmente tragicómicos, tenían al interior de cada una de esas comunidades la finalidad de entretener y constrastar las pautas de convivencia.

Una de las picardías adjudicadas a Juancito consistía en hacerse el muerto para desorientar a sus perseguidores, asi que cuando lo hallaban en ese plan lo apaleaban hasta matarlo. También lograba, a veces, huir a tiempo de las consecuencias de su viveza, o resultaba burlado por animales aparentemente menos vivos que él.

Pero en la vida diaria del ambiente rural los zorros eran, y son, enemigos declarados dada su aficción a robar animales pequeños de corrales y gallineros. Nada le valen en esos momentos los nombres cariñosos con que se lo pueda reconocer en los cuentos.

Muerte y resurrección del zorro en la puna de Jujuy[6]

Muy de mañana, antes de ir al yacimiento arqueológico donde trabajábamos un pequeño equipo del CONICET[7], vino a nuestro campamento una mujer que vivía a unos cinco kilómetros de allí. Traía para vender, entre otras cosas, unos panes recién hechos, e iniciamos la conversación tratando su precio. Entremedio de la charla, matizada con noticias locales y comentarios acerca de la tormenta eléctrica de la noche anterior, me dijo que «dicen que si al zorro no lo quemaban bien luego de muerto, un trueno[8], otro trueno, el zorro se levanta y se va, yo no lo he visto, ¿cómo será?»[9].

Me encantó ese relato; pero, días antes había anotado que nuestro baqueano decía que «... la carne de zorro no la comen ni los perros porque es hedionda. Ni el carancho lo come, igual que el perro, el cual tampoco come», reiteró. Otro día, mientras observábamos un montículo de piedras, que él interpretó como una trampa para zorros abandonada, había agregado que aun había zorros en la región y que su piel era rentable (sic).

Hilando estos datos, la secuencia del tema «muerte del zorro» en Doncellas era: el zorro muerto por la gente, que solía ir acompañada de sus perros. Luego se lo desollaba, se secaba su piel y se la vendía. Tras esto, la carne debía ser bien quemada, sea porque ni perros ni caranchos la comían, sea porque se corría el riesgo de que el zorro resucitara tras la caída de dos rayos consecutivos durante una tormenta.

Este último asunto merecería la máxima atención por parte de los pastores ya que la probabilidad de que sucediera aumentaba en los días que escuché el relato, principios de octubre[10], cuando las tormentas eléctricas eran frecuentes.

Contexto y explicación en Folklore

Las aventuras y desventuras de Juancito, en el área de nuestro país, son muchas y no estaban en el foco de mi atención. No obstante, anoté aquella charla informal sobre un tema imprevisto durante la cual una señora que vivía en la zona le comentó a su vecina temporaria lo que podría suceder si no se tomaban ciertas precauciones.

Luego recordé periódicamente esa conversación en clase resaltando el contexto en que transcurrió la misma. El tema era pertinente en el ámbito de una cátedra universitaria del año 2000 porque, poco antes de mediados del siglo xx se transformó rápidamente el contexto cuando la situación del relato se organizó a partir de la búsqueda de un narrador famoso en su localidad. Que lo buscaran forasteros ya le estaba indicando al narrador del pueblo que quien lo entrevistaría recopilaría sus cuentos para publicarlos, y asi ganar fama y dinero con ellos; por su parte, los intermediarios en las presentaciones entre narrador y entrevistador le generaban suspicacias acerca de los perjuicios o beneficios que podrían seguirse, según su actitud. En estas circunstancias, quien narraba se sentía autorizado, con razón, para adornar su relato con toda clase de detalles a fin de demostrar que su fama estaba justificada, tanto como lo que recibiría a cambio por su cuento[11].

La diferencia con el contexto en el que supe del tema «muerte del zorro», es abismal: en Doncellas se trató de un comentario al pasar entremedio de una charla por el precio del pan mientras ambas, vendedora y compradora, estábamos en plan de continuar con nuestros respectivos quehaceres.

Además, ni esta pastora ni el baqueano recordaron a Juancito en su rol de personaje de cuentos sino que se refirieron a él como un zorro, es decir, el dañino cánido carnívoro que es.

Y, como sucede a menudo hoy día, navegando por la red[12] encontré una nota que me recordó a aquella pastora[13] y los zorros puneños.

Una nota y su personaje

La erudita nota de Armistead & Silverman es acerca de seres mágicos a los que no hay que golpear dos veces para rematarlos. De hacerlo, el segundo golpe los revive y hasta puede mejorar sus cualidades malignas. El eje de los relatos citados por estos autores era la Gallarda Matadora[14], que

... en su modalidad judeo-oriental, nos evoca una mujer horrenda y homicida —especie de «Linda Melosina» a lo tremendo—, monstruosa combinación de ser humano y bestia o culebro[15].

El héroe la corta en dos de un certero golpe de espada, pero ella no muere y le pide que vuelva a golpearla a fin de morir de verdad. El héroe, que ha sido prevenido por un benefactor, no da ese segundo golpe provocando asi la verdadera muerte del monstruo que asolaba la región.

Los cuentos que citaban provenían de Turquía, y fueron llevados por migrantes judíos a América del Norte donde ellos los recopilaron de entre sus descendientes. Asimismo, señalaron que la microsecuencia del segundo golpe también se encontraba en relatos de los siglos xiii a xv entre el mar Egeo y la península Ibérica[16].

El relato de la Gallarda Matadora tiene dos tramos que atrajeron mi atención; uno es el que nombré «microsecuencia del segundo golpe».

El otro tramo se refiere al origen y contextos de las formas de dicho relato, que me llevaron hacia mi propio trabajo acerca de las confluencias en la formación del relato de las penurias de Difunta Correa a partir de relatos prehispánicos, coloniales y de migrantes árabes, sirios y libaneses al noroeste argentino[17].

Armistead & Silverman no hablaban ni de zorros, ni de rayos que caen ni de mujeres muertas de sed en el desierto. Lo que tenemos en este punto es un sugestivo entrevero de microsecuencias de varios relatos con rumbo a la explicación de una creencia registrada en un rodeo de la puna de Jujuy. A partir de lo dicho, veamos hasta dónde se puede avanzar en el conocimiento del origen de este tramo tan particular acerca de la «muerte del zorro».

Origen y contextos del tema

En el relato de la pastora puneña sobre cómo deshacerse definitivamente de los perniciosos zorros, la palma se la llevará quien queme al zorro muerto antes de que caiga el segundo rayo; así evitará que resucite.

El punto común entre la recopilación de Armistead & Silverman en Norteamérica y mi registro en el rodeo Doncellas es el origen de los migrantes: Cercano Oriente.

Hacia ambos destinos, las migraciones se produjeron entre fines del siglo xix y principios del xx como resultado de situaciones políticas acerca de las cuales hay abundante bibliografía, a la que me remito[18].

En la provincia de Jujuy, como en otras del noroeste argentino, más allá de los conocimientos y oficios previos de los migrantes originarios del Cercano Oriente llegados allí, la mayoría de ellos se dedicó al comercio llevando sus mercaderías a vender a crédito de pueblo en pueblo, lugares a los que regresaban períodicamente para cobrar sus deudas, y con cuyos habitantes trababan relaciones de amistad y parentesco. A estos comerciantes trashumantes, sin tomar en cuenta su país de origen, se los conocía como «turcos».

Es sabido que con los migrantes viajan también sus costumbres, relatos y creencias, entre muchas otras originalidades; y que ese conjunto cultural se afinca y resignifica en el lugar donde se establecen. En el caso del noroeste argentino, al ser gente de trabajo, los «turcos» se integraron al medio ambiente social.

Propongo, entonces, que lo que me contó la pastora de Doncellas respecto de quemar bien al zorro muerto para evitar que resucite al caer el segundo rayo, fue la adaptación a las preocupaciones de los pastores de ese lugar, de una microsecuencia derivada del relato acerca del monstruo femenino que pide al héroe que la remate con un segundo golpe. Como vengo de decir, el segundo golpe hubiese resucitado a los protagonistas de ambos relatos que, cada cual a su manera y en su medio, resultaban sumamente perjudiciales a los humanos. Esa adaptación tiene visos de haberse producido entre las fechas citadas arriba y a partir del relato de alguno de aquellos comerciantes trashumantes por la puna de Jujuy.

Cierro con un comentario: durante la temporada en que las tormentas de rayos son frecuentes, buscar zorros muertos en los alrededores de aguadas, viviendas y corrales para luego quemarlos debe ser una acción para nada agradable, además de peligrosa dado que los rayos caen en cualquier sitio.

Si quienes recopilaron costumbres y cuentos en la región lo hicieron fuera de ese momento del año, las preocupaciones de los pastores serían otras y este dato no emergió. La pastora de Doncellas explicó la razón por la que había que realizar un duro trabajo basada, sí, en un cuento entretenido y didáctico de larga data y distancia.



BIBLIOGRAFÍA


Documentos en archivos

Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano, Buenos Aires.

1921 – Carpetas correspondientes a la Encuesta al Magisterio.

Publicaciones

Armistead, S.G. & Silverman, J.H. (1984). La segunda espadada: Folklore mágico en un romance sefardí. Nueva Revista de Filología Hispánica 33 (2): 446-451. México: El Colegio de México.

Ávila, F. de ([1598?] 1966). Dioses y hombres de Huarochirí. Narración quechua recogida por Francisco de Avila. Lima: Museo Nacional de Historia e Instituto de Estudios Peruanos.

Donnan, Ch.B. & Mcclelland, D. (1999). Moche fineline painting. Its evolution and its artists. Los Angeles: UCLA Fowler Museum of Cultural History.

Esopo ([s.VII-VI a.C.] 1933). Fábulas de Esopo. Barcelona: Ramón Sopena.

Gentile, M.E. (2009). Confluencias en la formación del relato y la gráfica de una devoción popular argentina: Difunta Correa (siglos XIX-XXI). Revista Espéculo 41: 1-40. Madrid: Universidad Complutense.

http://www.ucm.es/info/especulo/numero41/difcorre.html

Gentile, M.E. (2013). Nombres de lugares y personas con F en la «provincia de los diaguitas» (gobernación de Tucumán, siglos XVI-XVIII). Revista Bibliographica Americana 9: 86-109. Buenos Aires: Biblioteca Nacional «Mariano Moreno».

https://www.bn.gov.ar/micrositios/revistas/bibliographica/bibliographica-americana-1

Guaman Poma de Ayala, Ph. ([1615] 1980). Nueva coronica y buen gobierno. Caracas: Biblioteca Ayacucho.

http://www.kb.dk/permalink/2006/poma/info/es/frontpage.htm

Vidal de Battini, B.E. (1980). Cuentos y leyendas populares de la Argentina. Buenos Aires: Ediciones Culturales Argentinas.



NOTAS


[1] Encuesta al Magisterio 1921; Vidal de Battini 1980.

[2] Gentile 2013.

[3] Ávila [1598?] 1966: cap.5.

[4] Guaman Poma 1615, folio 694.

[5] Encuesta al Magisterio, Jujuy 3, legajo 50, 2do. envío, f.9r-v.

[6] Altiplano de esa provincia, c. 3500 msnm, limítrofe con Bolivia y Chile. La economía regional se basa en la minería; el pastoreo es un complemento doméstico.

[7] Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, República Argentina.

[8] También llamado centella, según el lugar. En Doncellas, donde estábamos, trueno es el rayo.

[9] «... yo no lo he visto ¿cómo será?», expresión referencial similar al «¿Tú viste a Coquena? - Yo nunca lo vide, / pero sí mi agüelo, - repuso el pastor...», en Coquena, poema de Juan C. Dávalos (1887-1959).

[10] Estas tormentas suceden alrededor del 4 de octubre, por lo que se las conoce como «cordonazo de San Francisco» en otros lugares.

[11] Estas razones me han sido expuestas, varias veces, por los propios interesados durante mi trabajo de campo en arqueología; es decir, se trató de conversaciones incidentales.

[12] Buscando artículos y libros relacionados con Folklore, destinados a la biblioteca de un revitalizado centro de investigaciones de la Universidad Nacional de La Rioja.

[13] Esta señora era oriunda de la puna de Jujuy. Si bien algunos miembros de su familia habían viajado tan lejos como Buenos Aires, ella no había pasado de la ciudad capital de la provincia. Como toda la vecindad, leía y escribía aceptablemente, además de expresarse con corrección.

[14] La Serrana de la Vera, en otros lugares.

[15] Armistead & Silverman 1984: 447.

[16] Op.cit. 1984: 448.

[17] Gentile 2009.

[18] La precisión respecto de las nacionalidades de los migrantes desde Cercano Oriente requeriría referirse a la ocupación de Turquía en territorios de Siria y Líbano, tanto como a las presencias francesa e inglesa en la región, entre otros asuntos que exceden el tema de esta nota.



Contexto y explicación en Folklore. Un poco más acerca de la muerte del zorro (Jujuy, 1986)

GENTILE, Margarita E.

Publicado en el año 2018 en la Revista de Folklore número 442.

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