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Resumen: Se ofrece la descripción de una metodología de estudio basada en análisis lingüísticos que permite profundizar y aproximarse al significado original de ciertas narraciones de tradición oral. En ella resulta fundamental la detección de los diferentes significantes y presuposiciones que orbitan en torno a estos relatos y que explican su evolución diacrónica.
Palabras clave: Metodología, Antropología, Etnografía, Tradición oral, Signo lingüístico.
Swimming through signifies: The search of meanings in the popular culture of oral tradition
Abstract: It is proposed the description of a methodology of study based on linguistic analyses that allows to investigate and to come closer the original meaning of certain stories of oral tradition. In her formulation, there turns out to be fundamentally the detection of the different signifiers ones and assumptions that orbit around these statements and that explain his diachronic evolution.
Keywords: Methodology, Anthropology, Ethnography, Oral tradition, Linguistic sign.
Introducción
Hace un par de años tuve la ocasión de conocer una leyenda procedente de la Ribeira Sacra: Os Ibios de Sober. Del intento de comprender su singularidad nació una investigación publicada recientemente (Freán Campo 2016), pero también una nueva metodología de estudio. Su principal virtud radica en su capacidad para profundizar en el significado de muchas narraciones de tradición oral que se presentan como singulares dentro de las características generales del imaginario popular en el que se insieren, pero que, en realidad, no lo son tanto.
Las líneas que siguen tratan de describir y ahondar en esa metodología, no explicada en su momento con el detalle y la extensión necesaria. Con tal objetivo, expondremos brevemente el análisis efectuado sobre los Ibios de Sober y las conclusiones a las que pudimos llegar. A continuación, daremos paso a la argumentación teórica que justifica su puesta en práctica.
Os Ibios de Sober: una creación simbólica aparentemente singular
El relato de Os Ibios de Sober, fruto de la compilación de las diferentes versiones a las que tuvimos acceso y que ahora traducimos por primera vez al castellano, versa del siguiente modo:
Hace ya muchos años, tras el diluvio universal, navegaron los Ibios con sus barcas por el río Sil hasta llegar a las inmediaciones de lo que hoy se conoce como O Val o Portabrosmos. Aquí, descendieron de las embarcaciones y subieron hasta llegar a Chanteiro, el sitio escogido para fundar su asentamiento, Ibia, nombre con el que aún se conoce el lugar. Poco más se sabe de sus fundadores. Se desconoce su origen, pero se cree que eran los descendientes de Noé. De igual modo, se dice que estaban dotados de una gran fortaleza y estatura, además de una notable valentía y rudeza. Los habitantes de la zona se consideran sus sucesores y también les atribuyen a ellos la introducción del cultivo de la vid y de la producción de vino en su territorio. Los restos de las casas y de las prensas de vino y de aceite usadas por los Ibios, aún son hoy visibles entre la maleza y los muros que componen los bancales de las actuales viñas (Freán Campo 2016, 159).
A pesar de que el nombre de la leyenda parece otorgar un protagonismo a estos personajes únicos del imaginario popular gallego, lo cierto es que la narración no gira a su alrededor, sino de un lugar denominado Ibia. La alusión a los Ibios, por lo tanto, no viene marcada por un intento de describir o caracterizar a unos determinados seres o las acciones desarrolladas por los mismos, sino que está condicionada por la presencia de un espacio que se aspira a comprender. Esta circunstancia se entiende mejor si tenemos en cuenta que los Ibios en ningún momento interaccionan con los habitantes de la zona, algo que ocurre en todas las creaciones de tradición oral en las que se narran los hechos y la naturaleza de unos determinados seres. En cambio, nuestra leyenda comienza aludiendo a un espacio llamado Ibia y termina recuperando la especificidad del mismo refiriéndose a la presencia de unos elementos en el paisaje sobre los que se apoya la existencia de los Ibios y sobre el que se fundamenta el sentido global del relato.
A partir de este componente nuclear pudimos intuir tres elementos más que parecían confluir en la narración: la importancia de las embarcaciones, la presencia del componente bíblico de Noé y del diluvio universal y la caracterización de los propios Ibios.
El análisis del primero de ellos nos condujo a una realidad histórica que estructuró buena parte de la economía, la sociedad y la cultura de la región. Nos referimos a la navegación en barcas fluviales, a la presencia de puertos destinados a la misma y a los derechos de barcaje que condicionaron la vida de sus habitantes y sus comunicaciones hasta bien entrado el siglo xix. Este componente, por lo tanto, no nos sirvió para comprender el significado de la leyenda, pero si para evidenciar como este tipo de creaciones siempre pueden recoger y conservar pequeños fragmentos de un pasado que, a su vez, permiten reconstruir realidades históricas mayores.
Algo parecido sucedió con el segundo elemento: los descendientes de Noé y el diluvio universal. En este caso, nuestra investigación determinó que se trataba del resultado de un proceso mediante el cual se había pretendido cristianizar una tradición pagana anterior. Los motivos expuestos fueron dos: la importante presencia de agentes cristianos que articularon y determinaron social, económica y culturalmente su territorio desde el siglo ix y, en segundo lugar, la perfecta adaptación de un personaje y un pasaje bíblico con la temática original de la leyenda. En efecto, la alusión a un individuo que había sobrevivido a un diluvio universal navegando, que la tradición bíblica situaba como el inventor del cultivo de la vid y de la producción de vino y cuyos descendientes se consideraban como los primeros pobladores del mundo conocido; sintonizaba de manera sublime con una leyenda que pretendía explicar un espacio al que se asociaban los orígenes de un pueblo y de una economía marcada por las navegaciones en barca y la viticultura.
Finalmente, la caracterización de los Ibios nos introdujo en un discurso de alteridad propio del imaginario de los mouros (Freán Campo 2015). A través de este tipo de creaciones se define una realidad con elementos diferentes a los que empleamos para caracterizarnos a nosotros mismos. A veces, mencionando aquellos que nos gustaría tener. En otras ocasiones, mediante todo lo que culturalmente sancionamos o despreciamos, pero con los que, en última instancia, pretendemos marcar una distancia entre lo que estamos describiendo y nuestra propia realidad. Por otra parte, el hecho de que a los Ibios se les atribuya la puesta en marcha de la viticultura en la zona y se los asocie con unos restos materiales presentes en el terreno, afianza su vinculación con los mouros, los autores y responsables de la mayoría de los restos arqueológicos que articulan el espacio imaginario gallego.
De esta manera, la leyenda de los Ibios parecía haber sido creada para explicar la presencia de unos restos arqueológicos que la gente del lugar no consideraba como propios de su cultura y, por lo tanto, tampoco de sus antepasados más inmediatos y reconocibles. Al no ser capaces de encontrarles un significado o un sentido desde el punto de vista morfológico y funcional, la solución fue asociarlos con una raza anterior a la suya, extinta y, en consecuencia, con los primeros habitantes de la zona, aspectos todos que la tradición cultural gallega identifica con la figura de los mouros.
Sobre este significado original, el devenir histórico de la población que daba vida y sentido al relato fue alterándolo con modificaciones que lo actualizaban a las necesidades y al contexto de cada momento. Ello es lo que permitió ir configurando una serie de significantes con los que la leyenda fue evolucionando hasta llegar a los Ibios que conocemos hoy en día: la alusión a las barcas, el componente cristiano de Noé y el diluvio universal y la propia denominación de los Ibios, omitiendo el uso del término mouros.
Con respecto a este último aspecto, su explicación puede derivar de la asociación de los Ibios con un elemento bíblico, algo que, necesariamente, excluiría el apelativo pagano de mouros; o, tal vez y sin excluir la anterior, de la pretensión de vincular su presencia con Ibia, el hidrónimo con el que se conocía el lugar que albergaba los restos arqueológicos que se quería comprender y asimilar a través de su relato.
De este modo, una leyenda aparentemente singular pudo ser identificada con un imaginario mucho más común gracias a la puesta en práctica de un análisis exhaustivo de sus componentes externos o significantes. De los detalles metodológicos de este procedimiento trataremos a continuación.
Significantes, presuposiciones y significados. Hacia una nueva metodología para estudiar la tradición oral
Todo relato de tradición oral participa de un sistema de comunicación en el que, además de un emisor, un receptor y un canal, resulta fundamental la perfecta definición de un código y un contexto. Esta circunstancia se debe a su carácter eminentemente abstracto y que de ellos dependa la comprensión plena de su significado. A su vez, su contenido se constituye de diversos signos que pueden ser analizados desde dos perspectivas básicas: la formulada por Saussure (1916) o la propuesta por Pierce (1961).
El primero argumentaba que el signo se definía por ser la unión indisociable de un significado y un significante. En ella, el significante sería la materialización mental del concepto que se quiere expresar a través de ese signo, es decir, su formulación perceptible. El significado, en cambio, sería la idea o el concepto al que evocaría su significante.
Pierce, por su parte, daba un paso más y proponía una definición del signo en el que, al significante y al significado anteriormente definidos, era necesario añadir un tercer elemento: el referente; es decir, la asociación que nos permitía especificar el significado real que nos transmite el significante. Este sería el que facilitaría la comprensión plena del mensaje y también el que permitiría acceder al conjunto de su información, tanto la emitida como la omitida y que, en el caso de la tradición oral, resulta tan importante o más que la primera.
Pongamos un ejemplo. Siguiendo el modelo dualista de Saussure, al percibir el signo herradura, a nuestra mente llegaría, normalmente, un significante derivado de la unión de sus fonemas o grafías y un significado genérico que nos transmite la idea de un hierro semicircular que se clava en los cascos de los équidos o en las pezuñas de algunos bóvidos. Este modelo nos permitiría, por lo tanto, comprender una determinada realidad al que se asocia dicho signo. No obstante, debemos tener en cuenta que el significante “herradura” puede transmitir tantas variables simbólicas como subjetividades puede establecer un determinado grupo de personas, haciendo infinitas las opciones reales de significados a los que puede estar vinculado. Así, en una tradición oral, escuchar hablar de una herradura puede estar definiendo cualquier objeto con esa forma, un petroglifo o incluso una determinada persona apodada bajo ese significante. De esta forma, resulta fundamental prestar atención al referente que incluye el modelo tríadico de Pierce porque este es, precisamente, el que permite restringir la libertad de asociación entre significante y significado y que la comunicación de la idea original del signo presente en la mente del emisor llegue perfectamente a la del receptor.
Así pues, a la hora de analizar cualquier creación de tradición oral, lo ideal sería aplicar el modelo tríadico de Pierce. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones no resulta posible ¿Por qué? Porque el lenguaje a través del cual se transmiten sus relatos está supeditado a un hecho cultural y, por lo tanto, comprensible únicamente desde los parámetros establecidos por una determinada comunidad en un espacio y en un tiempo también estipulados. Toda narración se encuentra supeditada constantemente a alteraciones, al ser la cultura un elemento vivo en continuo proceso de redefinición y readaptación que incorpora, recibe y presta ideas, asume y ramifica trazos, valores y denominaciones. Ante esta circunstancia, los relatos de tradición oral encierran tras de sí una complejidad hermenéutica difícilmente superable.
Además, como símbolos que son, concentran gran diversidad de analogías y metáforas con las que pretenden contrarrestar el incremento constante de significantes que sufren como consecuencia de la actualización necesaria que deben experimentar para mantener vivo su significado original.
A esta realidad debemos añadir la subjetividad que está presente en cualquier individuo y que provoca que se originen nuevas modificaciones. Cuando un elemento de tradición oral está vivo es prácticamente imposible escuchar la misma narración en dos personas diferentes. En la medida en que su contenido se homogeniza, evidencia una deriva que muestra como su oralidad y vitalidad van sucumbiendo frente a la erudición introducida por la escritura o por el olvido de la mayoría de la comunidad que la albergaba.
En este contexto, el modelo tríadico de Pierce nunca podrá ser puesto en práctica en el análisis de un relato de tradición oral porque nunca podremos acceder al emisor original del mensaje que transmite y, por lo tanto, al referente real al que alude. No estamos ante realidades vinculadas a un único individuo, sino ante manifestaciones culturales fruto de dinámicas simbólicas colectivas. Cualquier miembro de una comunidad puede crear un orden imaginario subjetivo y convivir con él durante un espacio de tiempo relativamente largo. Su existencia vendría determinada únicamente por su creencia individual, al depender de sí mismo para mantenerla viva. En cambio, un relato de tradición oral como, por ejemplo, una leyenda, constituye una realidad intersubjetiva, es decir, compartida y transmitida por un conjunto de personas. En este caso, para que desaparezca su creencia se hace imprescindible la creación de un orden imaginario alternativo capaz de suplir la función y el significado original de la leyenda que aspira a sustituir. La dificultad de hacer que una comunidad abandone un imaginario por otro provoca que sus tradiciones persistan y, en aquellas situaciones en las que se constata la debilidad del orden tradicional, que se modifique y se adapte a las nuevas necesidades y circunstancias, de tal manera que pueda hacer frente a las críticas surgidas por aquellos individuos que plantean un imaginario alternativo. Así, pues, la búsqueda de un referente en este tipo de creaciones se antoja utópica y condenada al fracaso por un motivo muy sencillo: no podemos discernir la originalidad de la mutabilidad al constituir realidades intrínsecas de un mismo proceso en el que se trata de dar respuesta a una misma necesidad simbólica y donde, lo único que cambia realmente, es la mentalidad de sus transmisores.
Ante esta situación, no nos queda otro remedio que ahondar en el modelo incompleto de Saussure para alcanzar el significado original de las creaciones de tradición oral que pretendamos estudiar. En este sentido, consideramos que es posible superar los límites del modelo dualista poniendo en práctica un análisis exhaustivo del conjunto de significantes que giran en torno al significado que aspiramos descubrir.
En todos los relatos de tradición oral nos encontramos con distintos elementos que fluyen en torno a la narración y que, a veces, parecen no tener mucha relación con el hecho principal que se está narrando. De igual modo, si se trata de creaciones de larga duración, también es posible encontrarnos con antiguas narraciones en fuentes documentales o bibliográficas que incorporan variables que en el relato actual no se tienen en cuenta, pasan desapercibidas o, simplemente, se han olvidado. Nuestra propuesta interpretativa consiste en la consideración de cada uno de todos estos significantes, por marginales y secundarios que puedan parecer.
La idea es componer un nuevo relato cuyo objetivo fundamental no es la difusión de un determinado elemento de la tradición oral, sino su propio análisis, haciendo cuadrar en el mismo tantos significantes como sea posible. Como sabemos, un único significante nos conduce irremediablemente a un número de significados tan elevado que no resulta posible determinar a ciencia cierta su sentido e idea original. Sin embargo, estudiando una cantidad mayor de significantes podremos reducir los significados potenciales del relato centrándonos en el concepto común al que remiten cada uno de esos significantes.
La otra ventaja añadida de esta metodología es que nos permite adentrarnos en otra fuente de información muy importante en la tradición oral como es el campo de las presuposiciones. Una presuposición es algo que se omite en el proceso de comunicación porque el hablante considera que no es necesario aludir o que, por cuestiones culturales o ideológicas, oculta deliberadamente. El significado que se esconde detrás de estas presuposiciones es tan importante o más que el derivado del resto de significantes y, a su vez, pueden constituir la vía para alcanzar nuevos significados que nos ayuden a alcanzar el sentido original de la narración.
El desarrollo de esta metodología queda mejor definido a partir de un caso teórico como el contenido en el siguiente esquema:
En él se parte de un relato en el que se distinguen un total de tres significantes y en donde intuimos la presencia de dos presuposiciones. Cada uno de estos elementos nos conduce a una serie de significados relacionados entre sí, pero diferentes los unos de los otros. Así, observamos significados como el «D», el «E», el «F» o el «G» que solo se pueden derivar a partir del significante o presuposición en el que insieren; otros como el «A» o el «C» que son compartidos por más de un significante o presuposición, y un significado «B» que irrumpe en todos los significantes y en una de las presuposiciones que giran en torno al relato.
¿Qué podríamos interpretar a partir de este resultado? En el caso de los significados que se hallan aislados en los diferentes significantes o presuposiciones pueden responder a alteraciones que haya experimentado el relato con el fin de actualizarse y adaptarse a las necesidades de la comunidad que la transmite. A veces pueden tener relación con un cambio del escenario en el que tiene lugar (cambio de la red viaria, alteración física del espacio, etc.); con la deriva económica de su territorio (sobrevaloración de un determinado recurso de subsistencia, alusión a nuevas actividades productivas, relevancia de una determinada práctica que condicionó en algún momento la economía o la cultura de la zona, etc.), o con procesos culturales más sofisticados y profundos (extensión de nuevos conocimientos, aculturación de índole religiosa como la cristianización de tradiciones, etc.).
Toda creación de tradición oral es deudora de la sociedad que la crea y por lo tanto de su devenir histórico. Conocer todas las singularidades económicas, sociales y culturales que experimentó el territorio en el que se asienta esa tradición nos permitirá definir mejor el sentido de cada uno de los significantes que percibimos y, por lo tanto, adentraros en su verdadero significado. Un conocimiento superficial de esta realidad conduce, irremediablemente, a conclusiones deterministas que presentan como lógica y evidente la solución final adoptada por esa narración. Sin embargo, la historia no es racional ni mucho menos lineal y, tal vez, en un hecho secundario e, incluso, irrelevante a nuestro entender, puede esconderse un significante clave que nos ayude a comprender la verdadera trascendencia simbólica del relato que estamos analizando. De este modo, el conocimiento del contexto que da forma y vida a la creación estudiada resulta fundamental para su asimilación y posterior explicación.
Volviendo a nuestro caso teórico, los significados que se encuentran en más de un elemento podrían ser el resultado de una doble realidad: una intensificación de aspectos similares a los expuestos para el caso de los significados aislados, o bien una mayor relación con el significado original que estamos tratando de indagar. Su consideración es importante porque nos aproximará a las incidencias históricas y simbólicas que repercutieron en mayor medida en la configuración del relato que estamos analizando.
No obstante, será ese significado «B» que está presente en cada uno de los significantes el que nos conduzca a su significado original. Es importante no confundir este significado con la noción de mitema o rasgo común propios de la antropología estructuralista. El significado al que nos referimos es único y propio del relato que estamos analizando y, por lo tanto, no tiene que identificarse en función de creaciones o realidades comunes a la imaginación y clarividencia humana.
Habrá ocasiones como el caso teórico propuesto en que este significado no se intuya en alguna las presuposiciones que orbitan en torno al relato (Presuposición 1). Ello no tiene por qué constituir un motivo para desestimar la naturaleza original del mismo. De hecho, lo normal es encontrarnos con relatos en los que no hallemos ninguna presuposición o no deseemos señalarlas por una razón muy sencilla: a no ser que sean explicitadas por los informantes o las fuentes consultadas, dichas presuposiciones serán siempre fruto de la subjetividad del investigador. Además, la presuposición nos adentra en el ámbito de las omisiones, es decir, de lo prohibido, y, por lo tanto, de lo que escapa al control de la comunidad y en donde la subjetividad del emisor puede alcanzar una mayor dimensión y, por lo tanto, mayores dotes de innovación. Por este motivo, a pesar de que las presuposiciones pueden ser fundamentales de cara a la comprensión global del relato, su relevancia para alcanzar el significado original del mismo ha de considerarse menor que la de los significantes.
En definitiva, un análisis exhaustivo de cada uno de los componentes que integran o han integrado un relato a lo largo de un tiempo indefinido nos permitirá alcanzar un mayor número de significados; y, su mayor o menor presencia en cada uno de ellos, aproximarnos a los elementos históricos que más incidieron en su composición y, en última instancia, a su sentido original.
Si nos centramos en casos reales, el ejemplo expuesto de los Ibios permite observar como la compilación de significantes y el estudio exhaustivo de cada uno de ellos sirvió para ir acotando un significado común con el que explicamos la realidad simbólica que se escondía detrás de la leyenda. En ella había significantes que nos transmitían significados relacionados con la relevancia de las barcas fluviales, los derechos de barcaje, la viticultura o el proceso de cristianización de un territorio. Con todo, existía un significado común a todos ellos: la presencia de unos restos arqueológicos cuya presencia y función se desconocían y se trataban de comprender. Ese debía ser, por lo tanto, el significado original de su relato.
Consideraciones finales
El imaginario es la consecuencia más evidente de la naturaleza simbólica que nos define como especie frente a otras. Nuestra especificidad biológica, frente a lo que se cree convencionalmente, no viene determinada por nuestras cualidades y capacidades tecnológicas, sino por nuestras dotes de abstracción. Podemos ir más allá de la información que recibimos de nuestro entorno a través de una imaginación que, al mismo tiempo, es la base de unas creencias con las que resolvemos nuestra condición de ser incompleto e indefenso ante la inmensidad del mundo, el sufrimiento y, especialmente, ante la autoconciencia de la muerte. A través de ella creamos una cosmovisión con la que damos sentido y ordenamos la realidad con la que convivimos. Así pues, debemos considerar que los relatos de tradición oral son construcciones simbólicas que van más allá de una práctica cultural provista de diversas funciones y connotaciones y comprender que, ante todo, constituyen elementos que nos ayudan a descifrar la realidad que rodea a las personas que los transmiten.
Toda creación del imaginario popular parte de un componente de esa realidad y es construida y consolidada a través de una intersubjetividad consensuada a nivel comunitario. En ella, cada uno de sus elementos forma parte de un discurso coherente en donde no existen relaciones casuales, al responder siempre a condicionantes causales. Esta circunstancia, es la que permite la puesta en práctica de metodologías como la que proponemos en este trabajo. Por mucho que evolucione, se actualice y se altere una narración a través de nuevos significantes, siempre persistirá un significado original que es el encargado de conferir sentido a su conjunto. Como decía Aristóteles, “el ser se dice de muchas maneras” (Metafísica, 4, 2), pero sin el ser, las maneras se pierden. Sin ese significado, las narraciones de tradición oral carecerían de referente y, por lo tanto, de función, estando condenadas irremediablemente a su desaparición, ya que aquello que no le es útil a una cultura popular, simplemente, se elimina por su ineficacia.
Uno de los aspectos más destacados de la metodología propuesta es que tiene aplicación práctica en cualquier contexto cultural en el que nos situemos y también que puede ser trasladable a situaciones etnográficas hoy en día desaparecidas: al operar sobre textos construidos a partir de todas las variables de una determinada narración, no importa que estas procedan de fuentes orales, de recopilaciones escritas o que estén presentes en fuentes documentales antiguas. De igual modo, consideramos que también puede resultar de utilidad para reconstruir creaciones simbólicas más complejas que van más allá de la realidad inmediata que se percibe desde la cosmovisión terrenal de un determinado grupo de individuos: los mitos. En efecto, lo sobrenatural esconde igualmente significados que, procediendo de esta manera, pueden ser aproximados e incluso traducidos a un lenguaje histórico.
BIBLIOGRAFÍA
Freán Campo, Aitor. «El imaginario de la alteridad como fuente de conocimiento arqueológico e histórico. El caso del noroeste peninsular». Gallaecia, núm 34 (2015): 249-276.
Freán Campo, Aitor. «Os Ibios de Sober. Confluencias simbólicas nun antigo asentamento da Ribeira Sacra». Gallaecia, núm 35 (2016): 157-173.
Pierce, John Robinson. Símbolos, señales y ruidos: la ciencia de la comunicación. Madrid: Revista de Occidente, 1962.
Saussure, Ferdinand. Curso de Lingüística general. Buenos Aires: Losada, 1945.