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1. Introducción
El mundo de las creencias populares ha llamado la atención de los estudiosos en folclorística, etnografía, antropología y, últimamente, en etnolingüística, incluyendo la etnosemántica y la paremiología, y se ha aplicado, de manera monográfica o comparativa, a muchos países y regiones, a veces hasta con distintas tradiciones lingüísticas (cfr. Sardelli & Sevilla 2015: 18-55). No obstante, se echa de menos un estudio de esta índole donde se incluyan datos provenientes del Istmo Centroamericano; mucho menos se encuentran trabajos donde se compare esta parte del Nuevo Mundo con otras regiones o estados.
En este sentido, el presente trabajo pretende llenar, en la medida de las posibilidades, una brecha al tratar del modo como imaginan, clasifican, organizan y expresan los hablantes en dos partes específicas del mundo románico el campo léxico de las creencias populares y las supersticiones (cfr. García de Diego 1953). Se trata, por un lado, del Istmo Centroamericano, o América Central (Romania Nova), cuyos materiales fueron tratados en otra ocasión (Quesada Pacheco 2011) y de España por otro (Romania Antiqua). Con ello, se intenta recopilar y sistematizar datos que constituyan dicho campo léxico en estas regiones, enumerando y clasificando elementos culturales –y, de haberlas, sus formas de expresión- sobre los cuales se montan dichas creencias o supersticiones. Además, se intenta detectar elementos de la tradición popular comunes a todo el mundo románico: cuáles de ellos forman –o parecen formar- un patrimonio común, y cuáles se podrían catalogar como propios de un país, área o región. Con este trabajo se espera contribuir con el conocimiento de la relación lengua – cultura en el mundo románico, a una y otra banda del Océano Atlántico.
2. Postulados teóricos y metodológicos
La disciplina dentro de la cual se enmarca el siguiente estudio es la etnolingüística, cuyo fin es examinar las relaciones entre la lengua por un lado, y la sociedad con su cultura por otro. De acuerdo con Riley, esta ciencia se puede define en los siguientes términos: «El estudio de la experiencia de vida de un grupo, tal como está organizado y expresado a través de los instrumentos lingüísticos de este grupo, y como una ciencia cuyo objetivo es examinar las relaciones entre un lenguaje, por una parte, y la sociedad y la cultura por otra» (Riley 2007: 8)[1].
Dentro de la etnolingüística, el lenguaje no es solo un sistema de signos, sino también un conjunto de normas e ideologías acerca del lenguaje y de su uso, así como de los patrones que generan su creatividad (cfr. Risager 2006: 34).
En general, los conceptos etnolingüística y antropología lingüística se han utilizado como sinónimos (cfr. Duranti 1997: 3; Riley 2007: 8), según lo explica Foley: «La lingüística antropológica ve el lenguaje a través del prisma conceptual antropológico de conjunto, la cultura, y, como tal, busca descubrir el significado detrás del uso, el abuso y el desuso del lenguaje, sus diversas formas, registros y estilos.» (Foley 2002: 3)[2]. Siguiendo a Foley (op. cit., 5 y ss.), la antropología lingüística busca los significados en prácticas lingüísticas dentro de una práctica cultural más amplia, entendiendo como cultura «una red históricamente contingente de signos, un eslabón de significados con sus formas expresadas externamente»[3]. (Foley 2002: 15)[4].
De acuerdo con G. Senft (2003), los motores teóricos de la etnolingüística se podrían enmarcan en las siguientes preguntas directrices:
En la presente investigación se intenta buscar y analizar procesos etnolingüísticos susceptibles de ser comparados entre centroamericanos y españoles, sin dejar de lado los rasgos culturales que cada nación pueda manejar por aparte en el campo de las creencias[5].
Para la recolección de datos se partió del cuestionario relativo a creencias populares, el cual se aplicó en la confección de los atlas centroamericanos (Quesada Pacheco 1992). Este fue un cuestionario aplicado por igual a todos los países estudiados, a saber: Belice (Rivera 2011b), Guatemala (Chavarría & Quesada Pacheco, manuscrito), El Salvador (Rivera 2011a), Honduras (Ventura 2013), Nicaragua (Chavarría & Rosales 2010), Costa Rica (Quesada Pacheco 2010) y Panamá (Tinoco 2010), de modo que resultó relativamente fácil comparar los datos y sacar conclusiones.
Las dificultades surgieron a la hora de comparar los datos centroamericanos con los de España. Pronto se reveló que no había correspondencias entre los atlas españoles y los centroamericanos consultados.
En primer lugar, muchos –la mayor parte fuera de América Central- no tienen un apartado para Creencias populares. Es el caso del Atlas lingüístico-etnográfico de Andalucía (ALEA) y del Atlas lingüístico-etnográfico de las Islas Canarias (ALEICan), y del Altas lingüístico-etnográfico de Aragón, Navarra y Rioja (ALEANAR), entre otros.
En segundo lugar, donde había similitudes, las preguntas en los atlas españoles eran pocas y no coinciden con los cuestionarios aplicados al Istmo Centroamericano. Por ejemplo, el ALEA (tomo V) registra cuatro mapas dentro del apartado Creencias populares y supersticiones, cuales son:
Aparecidos: he soñado con muertos… (mapa 1371)
Fantasma (mapa 1372)
Las brujas (mapa 1373) y
El coco (mapa 1374).
Lo mismo sucede con el ALEANR (mapas 1156 y 1157).
Pero ninguna de esas preguntas se hizo en América Central.
En tercer lugar, la pregunta respecto de bruja fue distinta para los atlas españoles: allí preguntaron por el «nombre de las mujeres que vuelan montadas en una escoba, según dicen» (ALEANR, mapa 1156 para bruja y 1157 para Coco), mientras que en América Central se empleó como sinónimo de ‘hechicera’, por cuya causa los datos recogidos a una y otra banda del Atlántico fueron sustancialmente distintos.
Por último, en los trabajos relativos a creencias en España se partía por lo general de objetos organizados etnosemáticamente: partes del cuerpo, astros celestes, plantas, animales, días de la semana, meses del año, y otros, de modo que resultó muy laborioso hallar correspondencias o paralelos en los datos provenientes del Istmo Centroamericano[6].
Para resolver esta dificultad metodológica, se partió del cuestionario para el Istmo Centroamericano, el cual consta de 26 preguntas (ver Anexo)[7]. Conforme se leía la bibliografía consultada para España (mayormente libros sobre folclorística o etnología), se iban rellenando las casillas vacías que corresponderían a las preguntas de los atlas centroamericanos.
De esta manera, se pudo levantar una base de datos que sirvió de punto de partida para el presente estudio, como se verá en las páginas que siguen.
3. Persona que cura con medios tradicionales, sin ser médico
Se recogieron varias palabras que denotan a la persona que se encarga de curar sin tener título de doctor y se subagruparon según lugar de procedencia y según sexo; es decir, si se dirigían a una mujer, o a un hombre (Fig. 1).
Fig. 1. Quien cura con medios tradicionales, sin ser médico
América Central |
España |
Mujer |
Hombre |
Mujer |
Hombre |
aguro bruja chamana chifladera curandera doctora espiritista hechicera lechuza llorona maga mala que anda en escoba que juega carta sontinista tepesa tulevieja ~ tulivieja vagabunda vampira voladora zajorina |
adivino aguro brujo carismático centrista chamán ~ chimán cucumán curandero hechicero hombre malo ilusionista mago malechor naturalista que cura con pócimas santero sontinista suquia zajorí ~ zajorín zángano |
bruja brujo maga mago meiga menciñeira1 secretista sorgiña |
algebrista brujo curandero desconjurador mago menciñeiro2 sabio saludador vidente |
1 En Galicia. |
2 En Galicia. |
Como se puede apreciar en la fig. 1, América Central es donde se registra mayor cantidad de sinónimos, respecto de España. Las razones pueden ser varias, entre las cuales es probable que sea por los modos como se obtuvieron los datos. Para América Central se revisaron los nombres dados a las dos primeras preguntas del cuestionario para los atlas centroamericanos (¿Cómo le dice a la bruja? ¿Cómo le dice al brujo?); pero en vista de que estas preguntas no estaban contempladas en los atlas europeos revisados, se tuvo que acudir a varios estudios, los cuales no se concentraban únicamente en estas dos preguntas, sino en varios aspectos etnolingüísticos (cfr. Taboada 1959; Sardelli & Sevilla 2015). La otra razón podría caber en la suposición de que la costumbre de consultar a personas que curan sin tener título de médico esté más difundida en el Istmo Centroamericano que en el sur de Europa.
En cuanto a las denominaciones para el hombre y para la mujer, se observa una leve tendencia a marcar con palabras de connotación positiva a los hombres que a las mujeres. Por ejemplo, para los hombres se recogen los siguientes sinónimos: algebrista, carismático, centrista, curandero, desconjurador, naturalista, mago, sabio, sacerdote, saludador, santero y suquia; para las mujeres se registran palabras como chifladera, hechicera, lechuza, llorona, mala, tepesa, vagabunda y otras. Además, son a las mujeres a las que asocian los informantes con los seres que vuelan en una escoba y hacen mal: voladora, que anda en escoba.
Otro dato digno de mencionar es que la mayor parte de las palabras recogidas en la investigación son de origen latino; resalta, en este caso, los derivados de MAGUS: maga, mago, meiga. Muy pocas provienen de otras fuentes lingüísticas; a saber: zahorí (árabe), bruja (bruxa) (voz panibérica), sorgina (vasco), suquia (miskito, lengua indígena centroamericana).
De otros orígenes o de origen no determinado (todas provenientes de América Central): chamán ~ chimán ~ chamana (tungús), cucumán, sontinista, tepesa, tulevieja ~ tulivieja.
4. Elementos portadores de adversidad
Los elementos que traen mala suerte, recogidos en la investigación, se pueden dividir en varios grupos: animales, objetos, partes del cuerpo, fenómenos atmosféricos, la sal y acciones (Fig. 2).
Fig. 2. Elementos portadores de infortunio
América Central |
España |
Animales |
Almejas, conchas, caracoles lechuzas, palomas blancas Perros peleando con gatos (negros). |
Picadura de araña. Lagartijas, serpientes,, salamandras, sapos, topos, mariposas negras, mochuelos, perdices. Oír cantar un grillo en casa. |
Objetos |
La escoba Objetos que no están enteros o que están rotos. |
Espejo roto. Objetos punzantes (alfileres, agujas, tijeras) |
Partes del cuerpo |
La vista (mal de ojo) |
La vista (mal de ojo) Los bizcos y los cojos no son bien aceptados1. No arrancar las primeras canas. Tropezar con un tuerto. 1 «Dios nos libre de un cojo, de un rojo y de uno que le falta un ojo». (cfr. Baer et al. 2006; Risco 1961). |
La sal |
Sea enterrada o echada en alguna parte de la casa. Derivados: salarse, salado, salazón) |
Si en la mesa se derrama sal o se cae el salero de forma involuntaria. |
Fenómenos atmosféricos |
Eclipses, sean de sol o de luna. |
Lluvias de estrellas fugaces, bólidos y aerolitos, auroras boreales, o cielo enrojecido, eclipses (llamados clis). |
Acciones |
Ver el novio a la novia en traje de boda. Pasar debajo de una escalera. Barrer, particularmente si se barre de adentro hacia afuera de la casa. Barrer los pies de una persona soltera. Pisar el rabo de un gato. |
Ver el novio a la novia en traje de boda. Pasar debajo de una escalera. Barrer los pies de otra persona. Romper un espejo o mirarse en un espejo roto. Llevar grillos a la casa. Derramar la sal. Regalar cuchillos u objetos punzantes (navajas, tijeras, etc.) Poner el gorro en la cama o los zapatos sobre la mesa. Entrar en casa con un paraguas abierto, o tenerlo abierto dentro de la casa. Salir de casa con el pie izquierdo. Dejar caer alfileres. Dejar las tijeras abiertas. Hallar un alfiler. Comer 13 personas juntas, lo mismo un martes o viernes 13 para viajar o emprender algo. Hacer bailar una silla sobre una pata. Soñar con sangre. Hacer girar una bandeja. Tener en casa un cuadro torcido. |
Entre los animales centroamericanos portadores de mala suerte figuran almejas, conchas, caracoles, lechuzas, palomas blancas[8] y los perros peleando con gatos negros. Para España se registran lagartijas, serpientes, salamandras, sapos, topos, mariposas negras, mochuelos, perdices; además, las picaduras de araña y el oír cantar un grillo dentro de la casa.
Respecto de los objetos, están la escoba, los instrumentos punzantes (agujas, alfileres, etc.) además de los objetos rotos, particularmente espejos.
Mención particular merece el elemento etnolingüístico sal, ya que produce dos tipos de infortunio dependiendo del modo como se emplee. Por ejemplo, en España se considera mala pata derramar la sal o si cae el salero, ambas acciones pertenecientes a actos que suceden de manera involuntaria,[9] mientras que para América Central se debe enterrar -o sea, un acto de manera voluntaria- la sal para que surja un infortunio; en otras palabras, el hecho de que caiga la sal no implica nada para un centroamericano. Por otra parte, los efectos de la sal enterrada han producido una familia de palabras entre los centroamericanos, totalmente desconocida en España: salar ‘provocar infortunio’, salarse ‘caer bajo los efectos de un infortunio’, salado ‘desafortunado’, salazón ‘infortunio’, ¡qué sal! interjección que denota infortunio, etc. Lo anterior lleva a la reflexión de acuerdo con la cual se puede preguntar si la sal centroamericana en realidad no tiene que ver con la sal europea; al respecto, G. de Granda afirma que la primera nada tiene que ver con el cloruro de sodio, sino más bien tiene su origen en la lengua y cultura africana, de donde muy probablemente venga el vocablo centroamericano:
Creo poder afirmar que el contenido semántico «causar mal por empleo de hechicería », conectado, en amplias zonas de la América española, a la forma salar, procede no de una hipotética derivación del sustantivo hispánico sal, sino de una génesis relacionada con el verbo de origen bantú (kikongo) sala, a través de un complejo desarrollo temporal en el que se han sucedido evoluciones de significado, homonimias afrohispánicas y calcos semánticos, relacionado todo ello con realidades antropológicas e históricas fundamentales en la etnohistoria de los grupos de origen africano en la América española. (De Granda, 1978: 267-268).
Respecto de los fenómenos atmosféricos, están los eclipses -sean solares como lunares- las estrellas fugaces, el cielo enrojecido y la aurora boreal, fenómeno por lo demás nunca vivido y prácticamente desconocido en América Central y España.
En lo pertinente a acciones que producen infortunio, estas se registran por lo general en las tres regiones estudiadas, como por ejemplo ver el novio a la novia en traje de boda, barrer los pies de otra persona, pasar debajo de una escalera, pisar el rabo de un gato o matarlo, y otras. Solo en España se registran acciones particulares, que no figuran en los datos para América Central, a saber: sentarse 13 personas juntas a la mesa, soñar con sangre, poner ciertos objetos a modo de cruz y sentarse o dejar dinero sobre una mesa.
5. Elementos portadores de fortuna
Los elementos que traen buena suerte se pueden subdividir en los siguientes grupos: animales, objetos, plantas, prendas de vestir, partes del cuerpo, fenómenos atmosféricos y acciones. (Fig. 3).
Fig. 3. Elementos portadores de fortuna
América Central |
España |
Animales |
Perro blanco. Mapachín. |
Mariquitas. Golondrinas, perdices, culebras, escarabajos. Cuando un grillo canta en el hogar o chimenea. Bueyes, ovejas y otros animales domésticos (gatos) negros. Caldo de pollo o gallina negros (a veces con todo y plumas). |
Objetos metálicos o similar |
Monedas, herraduras, alhajas. |
Herraduras, latón, cobre o acero. Monedas de plata; piedras de diorita o basalto. Pulseras de colores, dijes de azabache o coral. |
Objetos religiosos |
Imágenes o figuras de santos, una cruz o un crucifijo, el agua bendita, el rosario, escapularios, medallas. |
La Cruz de Caravaca, la Estrella de David, medallas, escapularios. |
Amuletos o talismanes |
Budas, cuernos, elefantes, cisnes. Pata y rabo de conejo. Cola de coyote. Cuero de culebra. |
Búhos, elefantes. Patas de conejo. Rabo de un gato negro. Colmillo de cerdo o de perro negros. Colmillos de jabalí. Cosas en forma de medialuna, cuernecitos (cornetillos), caracoles de mar. |
Plantas |
Trébol, bambú, lotería, sábila, con olores fuertes (ruda, cebolla, ajo, geranio). |
Nueve hojas de laurel protegen de ciertas enfermedades. Bolsita de hierbas bendecidas. Dientes o cabezas de ajo. |
Prendas de vestir |
Ponerse una prenda de color amarillo para Año Nuevo. |
Estrenar ropa en Domingo de Ramos. Ponerse la ropa al revés. |
Partes del cuerpo |
|
Encontrarse con un jorobado. Un lunar en la cintura. |
Alimentos |
El azúcar. |
Sal, cenizas en la comida. |
Fenómenos atmosféricos |
Estrellas fugaces, además de las imágenes del sol y de la luna. |
Una media luna blanca en menguante. |
Acciones |
Oraciones, conjuros. Clavar herraduras en las puertas. |
Oraciones, conjuros. Hallar una aguja (como encontrar una aguja en un pajar) o dinero. Clavar tras la puerta de casa una herradura hallada por caso; unos carbones vegetales o un cuerno de carnero. |
Respecto de los animales, hay más elementos diferenciadores que comunes entre las regiones estudiadas. Por una parte, los centroamericanos enumeran perros blancos y mapachines como portadores de fortuna, los cuales no se registran en los datos europeos; por su parte, en España se señalan las mariquitas como portadoras de fortuna y cualquier tipo de ganado (vacuno, caballar, ovino) de color negro, además del caldo de gallina de plumaje negro como portadores de fortuna (cfr. Risco 1947: 170-179 y 380-386).
Los objetos mencionados por los informantes se pueden subdividir en tres categorías: metálicos, religiosos y talismanes, y prácticamente todos son elementos comunes en la tradición de las dos Romanias (cfr. Fernández Oxea 1965). Lo anterior, al menos para la región centroamericana, se podría explicar por la introducción de dichos elementos en esta cultura a partir de la conquista europea, que no existían en la tradición indígena americana: monedas, herraduras, latones, objetos religiosos de tradición católica como cruces, imágenes de santos, medallas, escapularios y otros. Interesante es recalcar que también hay elementos comunes en las tres regiones estudiadas, que en un principio no existían y fueron introducidos por la modernidad o por el influjo de otras culturas, tales como los objetos de plástico, las imágenes o estatuillas de Buda y de elefantes. Por otra parte, ha habido una intromisión de elementos nativos de América Central, de modo que en esta región se hallan mapaches como animales portadores de fortuna, así como colas de coyotes y cueros de serpientes como amuletos o talismanes.
En lo pertinente a plantas, se señalan elementos comunes tales como matas de olores fuertes (ajo, ruda, laurel) tanto para América Central como para España. Se debe recalcar que todas las plantas mencionadas por los informantes centroamericanos provienen de España.
En cuanto a prendas de vestir, si bien se recogen pocos datos, hay diferencia entre ellos. Así, para recibir el Año Nuevo, los centroamericanos se ponen una prenda de color amarillo, mientras que en España se estrena ropa en Domingo de Ramos; en este país, además, ponerse la ropa al revés es signo de buena suerte.
En lo tocante a partes del cuerpo, no se registra nada entre los centroamericanos que indique fortuna, pero sí en España, tales como encontrarse con una persona que tenga algún defecto físico, o en España con un lunar en la cintura, de donde viene el dicho «Lunar en la cintura, señal de buena ventura.»
Respecto de los alimentos, se observa una diferencia fundamental, la cual tiene que ver con la sal, ya que para España son elementos portadores de fortuna (por ejemplo, llevarla en los bolsillos o echarla en la comida)[10], mientras que para los centroamericanos es signo de mala suerte; aquí, al contrario, mencionaron el azúcar como portador de buena suerte, cosa no registrada en los países europeos de la investigación.
En cuanto a fenómenos atmosféricos o astros celestes, se registraron a ambas orillas del Atlántico, tales como estrellas fugaces, medialunas o imágenes del sol o de la luna (cfr. Romeu 1951: 230; Roque 1998: 60-65).
Por último, y respecto de acciones, en las tres regiones estudiadas se registran elementos comunes y diferenciadores. En cuanto a elementos comunes, se mencionan oraciones o conjuros que atraerán la buena suerte, además de clavar herraduras en las puertas de las casas. En lo pertinente a diferencias, en España se registran hallazgos de ciertos objetos (agujas, botones, herraduras, llaves, y otros), además del acto de derramar vino o cava durante un brindis[11].
6. Animales portadores de buenas y de malas noticias
Los animales que se asocian a buenas noticias se pueden clasificar en tres grupos: cuadrúpedos, aves, insectos y batracios.
Dentro de las aves están, para América Central, el chilero (Tyrannus melancholicus), el zanate (Quiscalus) y el pecho amarillo (Myodynastes hemichrysus), además del pájaro carpintero; para Europa están las golondrinas y, para todas las regiones estudiadas, las aves gallináceas. Las aves se pueden distinguir por el modo de volar o de cantar, o si es un ave gallinácea, por el modo de correr.
Respecto de los cuadrúpedos, todos son animales domésticos tales como el perro y el gato, y se distinguen por sus acciones: si un gato se lava la cara, si un perro se pone patas arriba, o si el burro rebuzna cerca de la casa.
En cuanto a los insectos, sobresalen los ortópteros (saltamontes, conocidos en América Central como esperanzas), los lepidópteros (palometas o mariposas), los hemípteros (cigarras o chicharras), los coleópteros (mariquitas) y los himenópteros (abejas y hormigas). Entre los batracios se menciona el sapo en América Central.
Otros animales portadores de fortuna son, en España, las arañas, de donde vienen los proverbios: «Araña que por su hilo hacia ti cae, bienes te trae». «Araña que por su hilo se descuelga, anuncia buenas nuevas».
En lo pertinente a animales portadores de malas noticias, se mencionan, para América Central, aves locales como los zopilotes, zopes o zonchos (Coragyps atratus) y las chorchas (Icterus pustulatus), además de animales comunes a todos los países como lechuzas, búhos, murciélagos, y para España las águilas, los cuervos, los azores y los gavilanes. Otros animales son los mismos que portan fortuna, solo que ahora se distinguen son por sus diferentes acciones o modos de comportarse. Por ejemplo, si un grillo macho canta, si los animales son de color negro, o blanco en el caso de las mariposas o las palomas comunes (conocidas en América Central como palomas de Castilla), si los ladridos del perro son lastimeros y prolongados durante la noche, si el canto de un gallo antes de la medianoche, si las gallinas se alborotan, o si ciertos insectos entran en la casa.
En resumen, y respecto de los animales que portan buenas o malas noticias, América Central comparte prácticamente todo el espectro de creencias con España; algunos, en ausencia de correspondientes con los países europeos estudiados, se han adaptado a la realidad centroamericana. Así, en esta parte del continente americano no hay cuervos, pero sí zopilotes o zopes, los cuales son tan negros como los cuervos.
7. Hechos que anuncian visitas, y acciones para que la visita se vaya
Entre los hechos registrados, que anuncian visitas, se pueden distinguir aquellos perpetrados por animales (principalmente mamíferos, aves e invertebrados), aquellos que provienen de alguna parte del cuerpo, movimientos de objetos y sucesos atmosféricos.
En cuanto a los mamíferos, los centroamericanos dijeron que cuando el perro se mantiene acostado, patas arriba, o cuando se revuelca en el suelo, o cuando el gato se lame la mano o se asea la cara o se pasa el rabo por la cara. Respecto de las aves, anuncian visitas si cantan (como el pájaro carpintero, el güis, el colibrí, el chilero o una paloma), y más si entran y cantan dentro de la casa; o bien, cuando el gallo no canta. Además, cuando la gallina se baña en tierra o cuando cacarea de madrugada (lo cual se conoce como cantar o hablar una gallina). Y respecto de los invertebrados, en el Istmo Centroamericano se dice que hay visitas cuando entra una mariposa, una luciérnaga o una mosca verde en la casa; cuando una mosca se posa en la nariz de alguien, o bien, cuando una cigarra verde canta de noche.
Todas estas acciones perpetradas por animales se registraron en la bibliografía correspondiente a España, mas con otras connotaciones, como la de anuncio del cambio de tiempo o de estación.
En lo relativo a las acciones provenientes de alguna parte del cuerpo, en América Central hay visitas si pica la mano derecha. Para España no se registraron creencias al respecto.
En lo pertinente a objetos, lo común a las tres regiones estudiadas es el movimiento involuntario de algo que tenga que ver con la casa y sus enseres: si se cae o se pierde un objeto de cocina, si el tejado se mueve, si chilla el fuego de manera insólita (cfr. Violant y Simorra 1952). A propósito del fuego, en América Central se han creado expresiones como llorar el fuego, estar alegre el fuego, parpadear el fuego, correr el fuego, relampaguear el fuego, sonar el fuego, tronar el fuego, silbar el fuego, cantar el fuego, las cuales significan ‘tener visitas inesperadas muy pronto’.
Relativo a sucesos atmosféricos, solo se registran en América Central, y de modo que cuando hace mucho viento, o hace buen tiempo, se interpreta como anuncio de visitas.
Pero una vez que la visita está en casa, y no hay disposición de atenderla, las costumbres recogidas tiene comunes denominadores en América Central y España. Así, para los primeros, se debe hacer lo siguiente (cfr. Taboada 1949):
8. El arco iris como fuente de creencias
El arco iris ha sido objeto de admiración y, por ende, patrocinador de creencias (García Mouton 1984: 169-170). Según los datos recogidos, estas se pueden dividir en los siguientes grupos, según las causas que las crearon: religiosas, sexuales, meteorológicas y geológicas.
En cuanto a causas religiosas, los centroamericanos explican que el arco iris es un recuerdo del pacto de Dios con el hombre, en el sentido de que no enviaría otro diluvio. Además, si el arco iris no vuelve a salir, es señal de que Dios vendrá.
Respecto de las creencias sexuales, tanto en América Central como en España se dice que si una persona se pone al pie del arco iris, cambia de sexo; el arco iris, además, trae rasgos femeninos. También, si se orina al pie de él, o si se pone debajo de él, o se le hace alguna acción irrespetuosa, se cambia de sexo.
En lo pertinente a creencias meteorológicas, el arco iris puede predecir el tiempo, tanto para centroamericanos como para españoles, aunque con ciertas contradicciones respecto del tiempo anunciado: para algunos centroamericanos es señal de que ya no lloverá y empezará el buen tiempo; pero para otros es lo contrario, o sea, seguirá lloviendo. Igual para los españoles: si los extremos del arco iris descansan sobre un río, torrente o lugar húmedo, volverá a llover; además, si el arco iris sale por la mañana, lloverá.
Las creencias geológicas tienen que ver con el anuncio de terremotos para los centroamericanos; para los españoles, es que la tierra se secará.
Sobre su origen, algunos centroamericanos creen que el arco iris nace en los ríos; otros, en los troncos de los árboles. Y de acuerdo con los datos registrados para España, se le ha asociado con una vieja (de ahí el nombre del arco de la vieja), quizá debido a alguna deidad femenina antigua (cfr. García Mouton 1984: 185).
Al arco iris se le debe guardar respeto; en todas las regiones estudiadas se registran premoniciones devastadoras si, por ejemplo, se lo señala con el dedo o con la mano: estos miembros se pueden torcer, o bien, podrían venir desgracias.
Pero no todo es desgracia en el imaginario colectivo de las regiones estudiadas; en estas, la presencia del arco iris puede indicar que hay un tesoro escondido en el lugar de su nacimiento, y para los centroamericanos, también es señal de fama, por lo que hay que pedir un deseo al verlo.
9. Figuras legendarias: nombres, morfología, funciones
A grandes rasgos, se pueden dividir las figuras legendarias recogidas en los datos en dos grupos: aquellas creadas por el catolicismo, y aquellas originadas en otras fuentes, casi todas profanas o ajenas al cristianismo.
En cuanto a las figuras católicas, todas son comunes a las regiones estudiadas, en cuyos países se profesa el catolicismo como el culto más practicado. Entre ellas se pueden mencionar: Jesucristo, los ángeles (en particular el Ángel de la Guarda), los santos protectores (según parroquia o devoción), la cruz, la Santísima Trinidad, la Virgen María y los escapularios o medallas. Todas estas figuras, sin excepción, tienen valores positivos: a ellas se les invoca, se les pide, se les reza.
En todas las regiones estudiadas se registra la tradición de la procesión de los muertos, la cual, a grandes rasgos, consiste en un desfile de almas en pena envueltas en sábanas, con luces en la mano, las cuales van precedidas de un perro, y van arrastrando cadenas, sonando una campanilla, rezando y pregonando: «Andar de día, que la noche es mía». Los nombres con que se registra esta procesión son, para América Central, el Carretón de la Muerte o la Carreta Nahua; para España, la Santa Compaña (cfr. Pérez de Castro 1978). En cada lugar se pueden hallar variaciones, pero la más interesante es lo registrado en América Central, donde los elementos componentes de esta tradición parecen haberse bifurcado; de manera que, por una parte, sale solo el carro de la muerte, tirado por bueyes, o sin ellos, conocido como la Carretilla, o la Carreta sin bueyes, y por otra, se originó la leyenda de un perro con ojos brillantes y que arrastra cadenas, al cual se le llama el Cadejo o Cadejos. Por otra parte, en todo el Istmo Centroamericano (y más allá de sus fronteras) es muy difundida la leyenda de la Llorona, una mujer que vaga por las vegas de los ríos, llorando a su hijo que murió ahogado. Esta leyenda podría haberse desarrollado a partir de las Xanas españolas, mujeres que viven cerca de los ríos y secuestran niños.
En lo relativo a figuras no católicas, se muestra un espectro amplísimo y variado de seres, por lo general con variaciones nacionales o locales, los cuales muy probablemente provienen de tradiciones anteriores a la imposición del cristianismo. Estos seres pueden ser antropomórficos o medio antropomorfos, y seres con forma de animal (ver figura 4)
Figura 4. Seres legendarios no cristianos
América Central |
España | |
Seres antropomórficos | ||
La Mocuana (figura femenina). La Llorona (figura femenina) El Sombrerón (enano) La Tulivieja (figura femenina) El Padre sin Cabeza (figura de un sacerdote acéfalo) |
Mouras (mujeres bellísimas y encantadas, viven junto a los ríos) Hadas | |
Seres con forma de animal |
El Cadejos o Cadejo (también Cojito en Costa Rica: perro que jala cadenas) El Caballo sin cabeza (Guatemala) La Gallina con Pollos Anansi (costa atlántica; ser en forma de araña)1 1 Esta figura no se registró en los datos de los atlas centroamericanos, pero está documentada para la costa atlántica del Istmo. De acuerdo con Q. Duncan (2015), este personaje proviene de la tradición africana, pero al llegar al contiente americano el personaje no solo evolucionó, sino que se adaptó su nombre al idioma local: «Anansi es conocido en el Gran Caribe como Hermano Araña, Breda Nansi, Anancy, Ananse, Anance, Ananci, Anansy, Aunt Nancy», «Ti Malice» o simplemente «Nansi» y su presencia es fuerte sobre todo en las tradiciones del Caribe insular y del Caribe Continental centroamericano, pero también en el pacífico colombiano. (Duncan 2015: 70). |
El Dip (perro malvado y peludo) La Monuca (gato montés garduña) La Pesanta (perro enorme) La fiera malvada (monstruo con orejas de caballo, boca de vaca, cuernos de cabra y alas). |
Seres combinados (algo de humano, algo de otra figura) | ||
Segua ~ Ciguanaba (mujer con cara de caballo) La Mona (mujer con figura de simio) |
La Guaxa (anciana vampiro) Bosgosu ~ Mosgosu (humano cabra) Cuélebre~Culebre~Serpe (serpiente alada) Herensuge (dragón) |
Además de los seres de la figura 4, se registran los llamados demonios, o figuras transformadas como tales muy probablemente por el cristianismo. Entre ellas se señalan Pisia o Pisuicas, y Candanga, y muchos de ellos se mueven en la actualidad únicamente en el plano lingüístico a través de expresiones como llevarse a alguien Pisia ~ el Pisuicas ~ Candanga (Costa Rica). No se han registrado este tipo de demonios en la bibliografía consultada para España.
Respecto de las funciones de estos seres, aunque varían mucho entre sí, se diferencian fundamentalmente de los seres católicos en que, al contrario de estas figuras, nunca se les invoca ni se les pide favores; al contrario, por lo general se les rehúye. Son, en consecuencia, figuras que se pueden subdividir básicamente en tres categorías, según sus actividades. La primera es asustar a los viandantes a deshoras de la noche, como sucede con La Mona (América Central), figura que se trepa a los árboles y a los techos de las viviendas para tirar frutas y piedras a las personas que pasan; o bien los nuberos o ñuberus (España), los cuales se divierten en provocar tormentas y tempestades, lanzando centellas a los animales y arruinando las cosechas de los hombres con el granizo). Lo mismo sucede con los follets o trasgos (España), quienes hacen travesuras, lavan platos, tocan las nalgas a las mozas, peinan las caballerías y dan sustos a las amas de casa poco cuidadosas. En la costa atlántica centroamericana a Anansi, el cual, incapaz de equiparase en fuerza con otros animales (el tigre o el lagarto), se vale de la astucia para enfrentarlos.
La segunda categoría encierra figuras malignas o nefastas, tales como el Sisimite (América Central), ogro de la montaña que roba mujeres y causa estragos), o La Mocuana (América Central), quien ataca a hombres, particularmente de aspecto extranjero. Para España tenemos el Ojáncanu, el Dip (bebe sangre humana), la Pesanta (provoca angustia y pesadilla), la Guaxa (bebe sangre humana) y la Fiera Malvada (asusta y causa estragos).
La tercera categoría comprende seres seductores, tales como el Sombrerón (seductor de mujeres) y La Segua o Siguanaba (seductora de varones) en América Central; en España están las Xanas, secuestradoras de niños.
Pero no todos son seres son malvados o nefastos; algunos protegen a los viandantes; otros castigan a los malportados y premian a los bienportados. Entre los primeros tenemos, para América Central, el Cadejos Blanco, quien protege a las personas, y el Dueño de Monte, protector de la naturaleza. En España están las Anjanas (protegen el bosque y a los extraviados; castigan a los malévolos), y los follets o trasgos, que protegen el hogar.
En síntesis, hay dos aspectos dignos de mencionar. En primer lugar, los seres legendarios de corte cristiano o católico son un común denominador en todas las regiones estudiadas; a ellos se les pide favores y protección, se les invoca y se les venera. En segundo lugar, los seres legendarios no católicos no son comunes a las regiones estudiadas, y si bien pueden mostrar rasgos similares, tales como su fisonomía (seres antropomorfos, seres medio animales o medio humanos, etc.) o sus funciones (seres protectores, seres nefastos, seres chocarreros, etc.), estos varían de región a región, tanto en sus nombres como en sus contenidos, condicionados por factores históricos y culturales propios de cada región.
Como consecuencia lingüística de esta superposición de figuras, se da en todas las regiones estudiadas una serie de expresiones que asimismo se pueden dividir en dos grupos: aquellas de corte religioso, y las de corte no religioso.
Dentro de las primeras se menciona el nombre de Dios, de Jesús, de la Virgen, de los Santos y de otras figuras como los ángeles, y con diversas funciones:
a) Exclamaciones de susto, sorpresa o alegría: ¡La Santísima!, ¡La Sangre de Cristo!, Vade retro (Satanás), exclamación empleada para protegerse de algo negativo, la cual derivó por etimología popular, en Costa Rica, a ¡Arriero vaye!, hoy en desuso.
b) Peticiones: Si Dios quiere, Dios mediante, Si Dios lo permite. Dios me libre o Dios nos libre se emplea para protegerse de algo negativo. Dos expresiones dignas de mencionar en este contexto son las hispánicas ojalá (panhispánica) y machalá (centroamericana), ambas de origen árabe, pero que perdieron su contenido religioso y hoy se emplean como meras exclamaciones.
c) Exhortaciones: ¡Dios libre!, ¡Jesús! ~ Jesús lo/la ayude (cuando se estornuda), ¡Vaya usted con Dios!
Las de corte no religioso o profano tienen que se emplean con el fin de evitar algún peligro o desgracia: cruzar los dedos, tocar madera son locuciones empleadas para alejar probables daños, así como las expresiones fijas ¡lagarto, lagarto! (España). Por el contrario, se dan expresiones con valor imprecatorio, tales como ¡malhaya! (América Central). Y algunas expresan desgracia o infortunio, como llevarse a alguien el diablo ~ el Pisuicas ~ Pisia ~ Candanga, además de la expresión centroamericana ¡qué sal!
10. ¿De dónde vienen los niños?
Las tradiciones o creencias recopiladas en torno a esta pregunta se pueden dividir en tres planos, según la dirección de donde vengan: desde un plano superior, desde un plano inferior y desde un plano a nivel del hablante.
Las creencias relativas a un plano superior se subdividen en dos grupos: creencias religiosas y creencias profanas. Dentro del primer subgrupo, y muy en particular registradas en el sur de la América Central (Nicaragua, Costa Rica y Panamá), se dice que los niños fueron traídos y regalados a su madre por el Niño Dios o por San Nicolás (Santa Clos), o bien, porque Jesús puso una semilla en el vientre de su madre. También, porque son un regalo del cielo. Las profanas aluden a creencias de tipo internacional, como decir que los trajo una cigüeña,[12] o vienen en avión, y valen para todas las zonas estudiadas.
Las tradiciones que tienen que ver con la procedencia de los niños desde un plano inferior solo se recogieron en el Istmo Centroamericano; de acuerdo con las cuales, a los niños los encontraron debajo de una boñiga, de una piedra o de un canasto. O bien, provienen del monte, de una semilla, de una planta o de un río. En Belice, se cree que vienen en un canasto traído por el mar.
Respecto de las tradiciones que se asocian al mismo plano de los interlocutores, los centroamericanos piensan que los niños provienen de una ventosidad o del ombligo de la madre; o bien, los vendían en el hospital y se podían comprar. En Costa Rica también se registra la tradición de que los regalan; de hecho, en este país centroamericano se dice, por ejemplo, regalarle [a una mujer] con el sentido de ‘dar a luz’. «A María ya le regalaron. -¿Y qué le regalaron? -Le regalaron gemelitos .»
11. Creencias acerca de los zurdos
Como es bien sabido, en la cultura románica se ha dado la oposición ‘fortuna’ - ‘infortunio’ a través del concepto de ‘derecho’ e ‘izquierdo’, respectivamente.[13] Lo anterior se ha llevado al plano del uso de las manos en el ser humano, de modo que a los zurdos, se les ha asociado durante siglos con lo maligno; así, en España se dice que la mano zurda es la del diablo. Por ende, a los zurdos se les asocia con rasgos desfavorables, tales como ser taimados, falsos y deshonestos. Y en el Istmo Centroamericano, los adjetivos en esta dirección abundan: tienen mala suerte, vida corta, son menos inteligentes, malos, rabiosos, canallas, les cuesta mucho escribir, son traicioneros, defectuosos de nacimiento perezosos y hacen todo al revés.
No obstante, no todo es negativo; también se les asocia con rasgos favorables o positivos, particularmente en América Central: son listos, vivos e inteligentes, fuertes corporalmente y buenos para pelear; tienen buena puntería con la pistola, son más ágiles, tienen habilidades comerciales y llegan a ser buenos profesionales. Se enferman raramente, no se les pegan las brujerías, tienen cualidades artísticas, son hábiles en el deporte (fútbol o béisbol) y curan dolores de cuello. Además, las mujeres zurdas son particularmente bellas.
Fuera de que se considera la mano izquierda la del diablo, para España no se registraron, en la bibliografía consultada, creencias ni negativas ni positivas respecto de los zurdos.
12. Modos de adivinar el sexo de un niño
Las creencias recogidas para adivinar el sexo del que va a nacer se pueden agrupar en tres categorías: a) según la forma del vientre de la encinta; c) por pruebas, y c) por sucesos fortuitos (cfr. Belarmino 1988):
Las creencias que tienen que ver según la forma del vientre de la madre y se registran en toda la zona estudiada: Será varón si el vientre es puntiagudo, enhiesto, alto, largo u ovalado; será niña si el vientre es abultado, chato o aplastado, o está hacia abajo.
En cuanto a las pruebas, son estas modos de querer saber el sexo del que nacerá poniendo a la encinta a elegir entre un asiento u otro; en uno de ellos hay un cuchillo (América Central) o un tenedor (España), y en el otro hay una cuchara o tijeras. Si la mujer inopinadamente se sienta sobre la silla que esconde el cuchillo o el tenedor, será varón; por el contrario, será niña si se sienta sobre la silla donde está escondida la cuchara o las tijeras.
Hay otras pruebas como la de la aguja, registrada en América Central y en España: si el giro es circular, es hembra; si el giro es recto, será varón. Y en España también se registra la prueba de la palma de la mano: se manda inopinadamente a la encinta muestre una mano o las dos: si las enseña con las palmas hacia arriba, es hembra; si lo contrario, varón. Por su parte, en América Central se hace la prueba de la leche: se introduce una gota de leche en un vaso de agua; si la gota se va al fondo, es varón.
En lo relativo a sucesos fortuitos, se registran más que todo en América Central, como los siguientes:
13. Para concluir
El examen del conjunto de creencias populares recogidas en América Central y España llevan a las siguientes conclusiones.
En primer lugar, y tal como se había observado en ocasiones anteriores (Quesada Pacheco 2011), los indicios etnolingüísticos recogidos en la presente investigación no son siempre unívocos ni monosémicos. Tal como explica Löbner: «Así, los conceptos semánticos pueden ser vagos en el sentido de que los límites de las categorías resultantes pueden fijarse de modo flexible, pero en cada contexto determinado deberán fijarse de alguna manera y entonces producirá una categorización simplemente afirmativa o negativa.» (Löbner, 2002: 195)[14].
A manera de ilustración, es lo que sucede con los datos recopilados referentes a indicios que anuncian visitas en América Central, casi todos los cuales se registran en España como indicio de cambio de tiempo atmosférico.
Además, se dan entre ellos contradicciones y ambivalencias. Por ejemplo, sobre el color negro de los animales afirman Violant y Simorra:
Lo más chocante y sorprendente de estas supersticiones, a primera vista, es lo de que mientras para unos los animales negros son como amuletos de fortuna, para otros lo son de desgracia, trayendo, incluso, el infortunio a quien los sueña o posee. Y esto ocurre entre pueblos o valles pirenaicos, sobre todo, no muy alejados los unos de los otros. (Violant y Simorra 1953: 273).
En segundo lugar, se hallan elementos o indicios comunes a una y otra banda del Atlántico; por ejemplo:
1. Las aves, los insectos y los animales domésticos (gatos, perros, gallinas, ganado) juegan un papel importante en la creación de muchos indicios culturales:
- Pueden anunciar cambio de tiempo atmosférico o estación.
- Los hay portadores de buenas noticias, y portadores de malas noticias.
- Anuncian visitas.
2. Creencias sobre el arco iris.
3. Creencias que tienen que ver con metales y otros objetos manufacturados (espejos, herraduras, dijes, alhajas, etc.).
4. Creencias sobre elementos foráneos a ambas Romanias (elefantes, budas, costumbres anglosajonas recientes, etc.).
En tercer lugar, los colores portadores de creencias en el material consultado son los primarios o básicos, los cuales corresponden a la escala IV de la categorización cromática según la Investigación Cromática Mundial o WCS, de Kai et al. (1991), a saber: el blanco, el rojo, el amarillo, el verde y el negro. Sin embargo, los valores culturales asociados a dichos colores no son ni generales ni monosémicos en el área estudiada. Por ejemplo:
En cuarto lugar, hay también elementos propios de cada región estudiada. Por ejemplo, para América Central se pueden citar los siguientes elementos:
Para España se registran figuras legendarias propias del país o de alguna región, tales como la Fiera Malvada, el Cuélebre, los follets o trasgos (cfr. Amades 1952).
Pero no solo América Central importa creencias de Europa; en Asturias, por ejemplo, se registran dichos y refranes provenientes de un cultivo netamente centroamericano, como ha sido el maíz (según Castañón 1959: 451) y que curiosamente no se han registrado en el Istmo Centroamericano:
Entre’l maizón y el maicín, tien que caber la cabra y el cartín (conviene plantarlo separado; así producirá más).
El maíz que non panoyó pa San Bartolomé, córtalo y échalo al güe (ya no crecerá más).
El maíz ralo carga el carru (es conveniente sembrarlo separado).
Maíz tumbau, grano asegurau.
San Lorenzo, agua, que’l maíz acanala (‘se seca’).
Y en épocas recientes, la leyenda del Chupacabras, de origen americano, hizo furor en España.
Un dato digno de mencionar es que se manifiestan indicios relativos a la teoría de la relatividad lingüística, y donde se nota el influjo de la lengua sobre la cultura: tanto en América Central como en España, los objetos de género femenino invocan indicios sobre nacimiento de niñas (tijeras, cucharas), mientras que los de género masculino invocan nacimiento de niños (cuchillos, tenedores).
En fin, los datos recogidos en la presente investigación muestran que mundo de las creencias a ambas costas del Atlántico no ha sido estático: cambia según épocas, regiones y subregiones, grupos sociales, contactos lingüísticos y extralingüísticos. Qué elementos son universales y cuáles son específicos de cada región, quedaría por ver para futuras investigaciones.
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ANEXO
Creencias populares. Cuestionario
(Quesada Pacheco, 1992: 59-60)
NOTAS
[1] La cita original reza así: «the study of a group’s experience of life as it is organized and expressed through the group’s language tools and as a science whose aim is to examine the relationships between a language on the one hand and society and culture on the other».
[2] La cita original reza así: «Anthropological linguistics views language through the prism of the core anthropological concept, culture, and, as such, seeks to uncover the meaning behind the use, misuse or non-use of language, its different forms, registers and styles».
[3] La cita original reza así: «an historically contingent network of signs, a linking of meanings with their outwardly expressed forms».
[4] Para una amplia discusión acerca del término «cultura», véase Risager (2006).
[5] Tampoco se quiere minimizar las grandes diferencias culturales que se pueden hallar, por ejemplo, en España, razón por la cual se ha debido estrechar el presente estudio a unos cuantos trabajos en el tema, y a algunas regiones (por ejemplo, el norte de España). Sin embargo, dadas las limitaciones de la presente investigación, quedaría para futuros trabajos ver elementos detallados para cada región o zona.
[6] A lo mejor, en el presente estudio la ausencia de datos para España no se deba a diferencias meramente etnográficas, sino más bien a esta incongruencia metodológica.
[7] Por motivos de espacio, algunas de estas preguntas no serán tratadas en la presente investigación.
[8] Las palomas blancas entran en esta lista porque, según los informantes, llevan una cruz en las patitas, como especie de castigo divino.
[9] La explicación comúnmente aceptada es que la sal ha sido un elemento costoso en el presupuesto familiar y por consiguiente no se debe desperdiciar.
[10] Según la tradición española, la cocinera que echa sal excesivamente en la comida, es que se quiere casar. Si pone la comida sosa, es lo contrario.
[11] Además, en España es acto de fortuna llevar los hombres las faldas de la camisa afuera, para librarse de las malas intenciones de las brujas.
[12] Tomando en cuenta que en América Central hay cigüeñas.
[13] De hecho, el adjetivo español izquierdo vino a suplantar, por tabú, el adjetivo siniestro, el cual llegó a connotar asuntos relativos al infortunio.
[14] El texto origina reza así: «Thus, semantic concepts may be vague in the sense that the boundaries of the resulting categories can be fixed in a flexible way, but in each given context they must be fixed somehow and will then yield a simple yes-or-no categorization.»