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Revista de Folklore número

428



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La vida es un relato

DIAZ GONZALEZ, Joaquín

Publicado en el año 2017 en la Revista de Folklore número 428 - sumario >



La necesidad de narrar acompaña al individuo desde los albores de la humanidad. Es probable que la obligación de comunicar o comunicarnos haya contribuido en gran manera al perfeccionamiento de una actividad que hoy resulta tan natural y cotidiana como el comer, pero en ese largo camino que el ser humano ha recorrido para alcanzar el punto en el que hoy se encuentra, sin duda los hitos más significativos y enriquecedores tienen que ver con el relato. El relato como práctica social y como cenit de la creación individual. La narración eleva la capacidad participativa, mejora la atención, desarrolla la imaginación, ayuda a fijar todo aquello que interesa a un grupo de personas y llega a convertir ese bagaje en ideario identificativo.

Alguna vez he escrito que el cuento tuvo desde el siglo xviii –como escuela de costumbres que era– una consideración negativa (recordemos el «no me vengas con cuentos» o el ofensivo «eres un cuentista»), pero no hay duda de que posee en su estructura un potencial como ningún otro género en la literatura. La muestra evidente la tenemos en el relato de tipo tradicional, cuya temática, tan numerosa y tan diversamente tratada, abarca todos los aspectos de la vida del individuo, desde sus relaciones con los demás, hasta sus relaciones con los animales o con el entorno natural. Cualquier aspecto de la vida y la solución a los problemas que ésta plantea parecen estar en el contenido y la casuística de los relatos. ¿Qué es lo que hace tan atractivas esas narraciones? Probablemente el carácter y las reacciones de sus protagonistas, más que los personajes mismos. En los relatos se reconocen virtudes, se premia la humildad, se castiga la soberbia, el amor triunfa por encima de las más adversas dificultades, se establece una positiva relación intergeneracional, el ser humano aspira a una victoria sobre lo oscuro, lo numinoso, representado por los bosques y por los animales más genuinos de aquellos lugares misteriosos y casi prohibidos que asustaron al individuo durante cientos de generaciones.

Estamos, por tanto, ante un género de estructura cerrada que se abre en sus contenidos a cualquier posibilidad que quiera darle su autor con tal de que esa posibilidad venga en forma de catecismo: con preguntas y respuestas. Sobre la vida y la muerte, sobre las pasiones, los anhelos, las esperanzas, las creencias. Ahí están todas esas ideas y esas situaciones que preocuparon a nuestros antepasados y nos siguen preocupando a nosotros pese a los asombrosos avances técnicos.

Cualquiera que sea la forma y cualquiera que sea el nombre que esa forma recibe, la humanidad necesita expresarse y lo hace a través de sus propios relatos. Hace años, cuando todavía no se había dado esta reacción tan valiosa y necesaria de interés hacia lo patrimonial, escribía yo que el cuento –mejor dicho, los contenidos del cuento– ante el olvido o la postergación de la sociedad se habían refugiado en los chistes, fórmulas más cortas y más sencillas de recordar pero dotadas de la misma intencionalidad. La narración necesita sobrevivir porque es como la piel para el individuo: algo que le acompaña indefectiblemente y le protege.



La vida es un relato

DIAZ GONZALEZ, Joaquín

Publicado en el año 2017 en la Revista de Folklore número 428.

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