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La arquitectura tradicional o vernácula, constituye una de las expresiones culturales más significativa de cada estructura socio-económica; es la expresión de la experiencia histórica de cada colectivo. Por eso, el principal factor que determina las diferentes formas y tipos constructivos es el sociocultural, por encima de cualquier otro factor como podrían ser las condiciones climáticas o las limitaciones materiales y técnicas.
Testimonios materiales de arquitectura tradicional que definen la identidad de un territorio son los bohíos (bujíos) o chozos, los pozos de nieve y pozos de agua, los molinos, las zahúrdas, todas estas construcciones tradicionales son fieles testigos de la cultura y herencia de Trujillo y de los arrabales.
Un inventario para la puesta en valor de un patrimonio creado a lo largo de los
siglos que debería de contar con todos los reconocimientos institucionales y las ayudas públicas para su conservación, al igual que lo reciben las construcciones monumentales (castillos, palacios, etc.), esfuerzo que desde el año 2001 viene reclamando la Asociación por la Arquitectura Rural Tradicional de Extremadura, la necesidad de proteger las construcciones populares mediante su inclusión como bienes culturales inventariados en el Inventario del Patrimonio Histórico y Cultural de Extremadura y su posible declaración como BIC.
I.- El concepto. Estado de la cuestión
El concepto de vernaculismo[1] en relación con la construcción surge en Inglaterra en el siglo xvii, aunque el término arquitectura vernácula ha sido explícitamente usado a partir del año 1818, en el momento en el que los edificios vernáculos en el hemisferio sur fueron vistos como objetos de curiosidad en revistas y libros europeos. Los viajeros narraban historias sobre los lugares exóticos que visitaron en África. Los arquitectos se interesaron en llevar el término vernácula a la teoría de la Alta Arquitectura en el primer cuarto del siglo xx. Adolf Loos, Frank Lloyd Wright[2], y Le Corbusier elogiaron la arquitectura vernácula. Pero, el momento decisivo para la inserción del término en la Teoría de Alto Diseño fue la exposición Architecture Without Architects de 1964 en el Museo de Nueva York de Arte Moderno, esta exposición fue organizada por Bernard Rudofsky, y tenía como objetivo elevar las construcciones vernáculas de todo el mundo a la categoría de Bellas Artes.
En 1976 el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios formó un comité especial para promover la cooperación internacional en el estudio y protección de la arquitectura vernácula.
El creciente interés por este tipo de arquitectura alcanzó un hito en 1997 con la publicación The Encyclopedia of Vernacular Architecture of the World, bajo la dirección del folclorista británico Paul Oliver, convirtiéndose en una importante referencia para el debate sobre la arquitectura vernácula: identidad, pertenencia étnica, patrimonio, turismo, el objetivo, la reinvención de las tradiciones, el poder, el dominio, y la sostenibilidad.
Hoy día, entendemos por Arquitectura Vernácula un tipo de arquitectura que ha sido proyectada por los habitantes de una región o periodo histórico determinado mediante el conocimiento empírico, la experiencia de generaciones anteriores y la experimentación, basadas en el desarrollo de las construcciones tanto rural como urbana, y catalogada por valores enriquecedores que permiten conocer su vasto patrimonio cultural con el desarrollo de nuevas tecnologías y materiales, y la difusión de supuestos patrones de modernidad. Estas constituyen una parte importante de la tradición constructiva en todas las épocas, es decir tiene un marcado carácter popular. Una arquitectura en la que se utiliza primordialmente la madera, asociada a otros materiales de origen vegetal y, también, junto a otros componentes naturales como la tierra y la piedra.
II.- Construcciones vernáculas en el berrocal de Trujillo
En el transcurso de los años el paisaje rural ha experimentado grandes cambios pero aún se conserva un número considerables de construcciones tanto de vivienda como de actividades agrícolas que forman parte de la historia de la arquitectura tradicional, popular o vernácula. La arquitectura vernácula, se caracteriza por no seguir ningún estilo específico, ni estar proyectada por un especialista, sino que se construye directamente por los usuarios y normalmente utiliza los materiales disponibles en la región en la que se construye. Es el resultado de siglos de experimentación y por esta razón, las manifestaciones vernáculas son siempre intemporales y adecuadas al clima, a la topografía, a los materiales de construcción del sitio y a la forma de vida de sus habitantes.
Debemos de estar orgullosos de conservar estas construcciones de nuestro pasado (y presente) rural, como son los chozos, zahúrdas, pozos, que tenemos que cuidar en el paisaje rural en todos sus aspectos.
En la arquitectura tradicional o arquitectura vernácula notamos que sus bondades con la naturaleza van más allá del clima. Se caracteriza por el uso de los materiales del entorno cercano, por la adecuación de las técnicas de ejecución de los materiales y recursos, por la utilización de mano de obra local, la optimización energética del hábitat, la reutilización de elementos así como por la minimización de residuos, además de contemplar diversas estrategias frente a los diferentes tipos de clima.
Los ejemplos de arquitectura vernácula son el fruto de un lento proceso de ajuste que ha durado centenares o miles de años, destinado a la creación de condiciones de confort ambiental, utilizando del mejor modo los recursos locales. En algunos casos se han alcanzado resultados sorprendentes que unen un extremado refinamiento arquitectónico con un sofisticado uso de materiales y principios físicos. Debemos de revalorar estas casas, que en ocasiones podemos despreciar como sencillas, pero que encierran en su sencillez un profundo conocimiento del medio ambiente natural y claves para vivir en armonía con él.
Responde a unas características generales:
1.- LAVADEROS DE ROPA
Uno de las estructuras singulares situadas en el entorno de la ciudad es el lavadero municipal, que data de finales del siglo xix y se caracteriza por su singularidad arquitectónica a base de ladrillo y piedra, mediante el juego de arcos de medio punto de ladrillo sobre pilares y pretiles de cantería. El lavadero municipal de Trujillo se sitúa en las coordenadas: 39º 27’ 25” de latitud Norte y a los 5º 51’ 39” de longitud Oeste. El lavadero, de titularidad pública, era utilizado antiguamente por los vecinos de Trujillo y de las pedanías de Huertas de Ánimas y Belén para lavar la ropa. Tiene una superficie de más de 700 metros cuadrados. Está construido en forma de «L» a base de mampostería, ladrillo y argamasa y ubicado en torno a una charca de unos cuatro metros de profundidad. Como principal referente, cuenta con 94 pilas de granito. En el año 2007 el Consistorio llevó a cabo obras de recuperación del mismo y ha sido finalmente restaurado en el año 2015.
Las lavanderas eran las profesionales especializadas en el lavado de la ropa, siendo uno de los oficios más duros, dentro de los que se prestaban a los hoteles y veraneantes, por personas del exterior, tal era el caso del Hotel El Cubano de Trujillo, lugar en el que tuvieron fama las lavanderas y que en ocasiones se simultaneaban con labores de planchado.
A finales del siglo xix y hasta mediados del xx, adquirió importancia el Lavadero de Trujillo. La limpieza de las ropas se llevaba a cabo en los márgenes de cantería del citado Lavadero.
Las lavanderas, colocadas de bruces sobre las lanchas de piedras, realizaban el trabajo siempre penoso. Un avance importante supuso la construcción de especies de cobertizos o bancos sobre las corrientes de agua, en cuyo interior se colocaron una especie de bancos o cajones, donde las mujeres podían acomodarse, preservándose de la humedad, disponiendo de una piedra, que en su parte inferior entraba en el agua y sobre la que podían jabonar, restregar y golpear la ropa.
En este lavadero de Trujillo se alineaba un número variable de puestos de trabajo individuales, constituidos básicamente por una piedra inclinada, sobre la que las mujeres llevaban a cabo su tarea.
Las tareas básicas del lavado consistían en «enjabonar la ropa con pastillas de Chimbo o Lagarto», poner a remojo, dejar reposar, quitar manchas restregando si las hubiera y aclarar con agua a mano o golpeando sobre la piedra.
La siguiente operación, tras preparar en un barreño una mezcla de agua y lejía, era la inmersión en la misma de la ropa, «dejándola un buen rato», si bien, en el caso de las sábanas de hilo, no podía utilizarse lejía, aunque sí el jabón.
Tras un nuevo aclarado, se volvía a meter la ropa en una mezcla de agua y añil, para acabar retorciéndola hasta quitarle toda el agua posible.
Aunque, para el secado, lo habitual era extenderla al sol sobre la hierba o las zarzas, «para que la ropa se soleara». Tras el estirado y su doblado, se colocaba en una cesta de mimbre o castaño, procediéndose de nuevo a su recuento y entrega.
Ha sido restaurado por la empresa Restaura en el año 2015, financiado por la Junta de Extremadura con un presupuesto de 60.000 euros, procediendo a su consolidación de muros y recuperación de los distintos elementos. En una primera fase, se puso la cubierta a una parte del inmueble, con unas cerchas de madera laminada, paneles aislantes, junto con teja árabe. Limpieza de vegetación, así como la regularización, impermeabilización y remate de las coronaciones de los muros que forman la nave, cerrando además oquedades que hayan podido aparecer en las fábricas a lo largo del tiempo. La intervención también contempló la sustitución de los ladrillos deteriorados de los arcos. Así mismo, se picaron y repusieron los morteros de cal de los muros, en los puntos en los que se encontraban deteriorados. Los trabajos en el lavadero incluyeron la reposición de las canaletas de piezas de granito que sirven para la evacuación del agua de las pilas y las piezas que faltaban en los umbrales de los accesos a la zona de la charca. Con todo ello, se ha conseguido recuperar el aspecto original. Con este proyecto, el lavadero podrá acoger diversas actividades.
El lavadero de Trujillo adquiere aún más importancia por estar ubicado en un complejo yacimiento arqueológico en la zona: un altar rupestre de la Edad del Hierro, también llamados peñas sacras, un lagareto, un molino de viento del siglo xviii y restos de una torre o atalaya musulmana.
Podemos destacar otros lavaderos que existieron en los arrabales de Trujillo, y que aún conservan tanto el pozo de donde obtenían el agua como las pilas para lavar, tales como los lavaderos de la Escoba, el del Arenal, en Huertas de la Magdalena, algo retirado de la población en dirección NO, en las coordenadas: 39º 28` 24`` N y 05º 53` 57`` O. El pozo tiene una sola pieza granítica, formando en el exterior un cuadrado de 80 cm de lado y su interior redondo con 55 cm de diámetro. En sus inmediaciones se conservan tres pilas para lavar.
El lavadero del Manzano, también en Huertas de la Magdalena, al final de la calle del Pozo, ubicado a los 39º 28` 14`` N 05º 53` 41`` O, entre pequeños huertos. Se conservan varias pilas para lavar, de granito, rectangulares. El pozo –rectangular– mide 2 x 6 m.
2.- MOLINOS DE VIENTO
La tipología del ·molino de viento de torre» como los dos existentes en Trujillo tiene su origen en el siglo xiv en Normandía y en Francia[3], y tomando luego como modelos estos molinos, comenzaron a construirse en el área italiana y holandesa[4]. Las representaciones de molinos más antiguas que se conocen revelan la existencia de dos tipos en el NW y centro de Europa de finales de la Edad Media, son modelos nórdicos del tipo «molino de torre» con caperuza movible. Construidos con pared de piedra y cal, dentro del recinto se hallan tolva, muelas, etc., y son de planta circular[5].
Algunos autores[6] afirman que el molino de torre entra en el Norte en el siglo xvi y da lugar a variedades notables y que un flamenco, Lieven Andriesz, fue el primero que construyó un molino de tejado movible en Alkmaar (Holanda) en 1573 y que las torres construidas en piedra se comenzaron a fabricar en Flandes en 1650, por inspiración normanda, aunque los flamencos transformaron la forma cilíndrica en la de un cono truncado, añadiendo a éste por la base una estructura más ancha[7]. Pero, será Klaas Lowrence Blom el introductor de los molinos de viento en Castilla en el año 1549, siendo Normandía y Flandes los núcleos originarios del tipo de molino de viento europeo, desde los cuales se difundiría por todo el continente. De ahí la gran semejanza existente entre los molinos castellanos y los del Languedoc francés y los de Laugarais, tanto en la forma y construcción, como en la terminología de sus partes y elementos, diferenciándose solamente en los materiales de construcción por las diferencias ambientales.
Los molinos de torre son producto más directo de las zonas con escasez de agua que los molinos de poste. Concretamente, el molino de Trujillo conocido como «La Molineta» está detrás del Lavadero Municipal de agua, siendo sus coordenadas: 39º 27´ 23´´ N y 05º 51´ 25´´ O. Se utilizó para moler grano, vigilando los valles traseros que es por donde transcurre la vía de las Villuercas y antigua calzada de Trujillo a Córdoba por toda la Siberia extremeña. Está asentado sobre los cimientos de una estructura abaluartada, presumiblemente musulmana, y próximo a un altar de sacrificios de la Edad del Hierro[8]. Un molino utilizado para el abastecimiento de harina. Se accede a la torre cilíndrica por una puertecilla que da a la planta baja, donde actualmente no hay nada digno de consignarse. Y por una escalera angosta que se ciñe a la estructura circular se sube a un primer piso, donde se encontraría en su día una instalación moderna para limpiar la harina y donde estaría la máquina que constaría de las muelas con su aparejo de «alivio». Encima de la voladera, sobre un bastidor de madera sujeto por cuatro patas, quedan la «canareta» y la «torva», que es de quita y pon. El eje vertical era muy corto, y la linterna era muy fuerte, sujeta a una viga de recias proporciones tal y como se aprecia por la oquedad. También existiría una rueda de engranaje, con cuatro radios y un sistema de travesaños. Por encima de la rueda estaría el tejado del molino, que sería de tablas finas y ligeras, una pieza denominada fraile a la que se sujeta una gran pértiga con que da movimiento a todo el sistema de aspas, eje que soporta éstas y rueda de engranaje, acomodándolo al viento reinante. En el exterior estarían los «hitos» del molino, a los que se va ajustando la pértiga mediante un «borriquete». Las cuatro aspas que presumiblemente tendría el molino han desaparecido. Un buen día de viento llegaría a moler 24 fanegas de trigo (cada fanega de trigo daba veintiocho panes de kilo y medio de pan blanco). Los labradores que querían harina sacaban de sus depósitos una porción de grano que rociaban con agua. Llamaban al molinero que iba de casa en casa, con un burro –que solía llevar una esquila anunciadora–.
Este molino se conserva por su construcción pétrea, aunque pronto no será más que un montón informe de escombros; por su posición y otras razones debía ser de los monumentos trujillanos que más hubieran de haberse protegido desde el punto de vista antropológico y turístico. Desde la Molineta mirando Trujillo a la izquierda vemos otra torreta circular que se conoce como El Molino de Viento, ubicado en las coordenadas 39º 26´ 54´´ N 005º 52´ 06´´ W. Ambos molinos comparten el mismo tipo de construcción del siglo xviii y ya sus nombres nos definen el uso que han tenido.
Estos molinos fueron construidos sobre restos de torretas. La situación estratégica de las mismas tuvo un uso militar, atalayas de vigilancia avisando de la llegada de ejércitos procedentes de los caminos de Guadalupe o Córdoba vistos desde la Molineta, y por el Molino de Viento los procedentes del camino de Medellín.
Es cierto que no encontramos referencias a ninguno de los dos molinos de viento trujillanos en las fuentes literarias que versan sobre Trujillo; una mínima mención en el Diccionario de Madoz que sí cita «muchos molinos harineros que solo muelen de invierno, para el verano se hace uso de las charcas de Runel, Matarratas y la Albuera (…) tambien de dominio particular, tiene 2 molinos, que regularmente cesan a fin de julio por falta de agua»[9], aunque no es de una fiabilidad total, existen muchas lagunas, confusiones y omisiones, no precisan los tipos, características, capacidad de producción de los mismos. Fuentes documentales que no nos sirven para esclarecer el año de construcción de ambos molinos; también el Archivo Municipal de Trujillo es parco en datos, los eruditos e historiadores locales nunca han versado sus escritos en los molinos de viento de Trujillo. Por tanto, consideramos que se tratan de construcciones realizadas en el siglo xviii.
3.- MOLINOS DE AGUA
Un molino de agua es una estructura que usa una rueda o turbina hídrica para accionar un proceso mecánico como la molienda de harina o producción maderera, o bien, de formación de metales (estirado, pulido o trefilado).
Los molinos de agua de Trujillo fueron usados para moler el grano, desviando el agua desde un río hacia un pozo, generalmente a lo largo de un canal. La fuerza del agua empuja las aspas de la rueda, la cual hace rotar un eje que acciona a la maquinaria que tenga conectada. Tras hacer girar la rueda hidráulica, el agua sale del molino.
Durante siglos los molinos de agua se convirtieron en una importante fuente de energía. De hecho, en la Antigüedad funcionaban ya en el Este del Mediterráneo y en el cercano Oriente hacia el siglo I a. C. El arquitecto romano Vitrubio, que vivió en este siglo, los describió detalladamente. Después, durante la Alta Edad Media, el molino de agua se convirtió en una importante fuente de energía y comenzó a proliferar allí donde había un curso de agua hasta el punto de que había pocas comunidades de población sin un molino y muchas de ellas tenían más de uno. Precisamente una de las características más destacables de la historia de la técnica medieval es la generalización industrial de la energía hidráulica y desde mediados del siglo xi el molino de agua es empleado en las fábricas de harinas.
Podemos destacar el molino de agua que se encuentra en el arroyo Caballo, al NE de la Dehesilla, a los 39º 30´ 47´´ N 005º 51´ 10´´ O; en la parte final de su recorrido, el canal de alimentación está elevado sobre el terreno, formando un acueducto reforzado por contrafuertes. El canal está formado en la base por grandes piezas rectangulares de granito, formando los laterales mediante piezas de considerable volumen e idéntico material. Aún se conservan empotradas en la pared varias piedras de moler.
El molino de agua existente junto al puente de la Ctra. de Badajoz, en el río Magasca, constituía un edificio que presentaba las características especiales de hacer doble función: explotación agrícola y molino propiamente dicho. Fue un antiguo molino harinero que utilizaba la fuerza motriz del agua proveniente del río para represar y derivar una parte del agua forzándola a pasar a través de un caz o acequia, de varias decenas de metros de longitud, que iba aumentando la altura sobre el nivel del terreno, para llevarla a la instalación, donde se dejaba almacenar en el cubo para, posteriormente, dejarla caer con fuerza en el cárcavo sobre la turbina o rueda hidráulica.
Lo fundamental de su maquinaria es el sistema formado por el rodezno-árbol-muela volandera cuyo giro solidario permite la moltura sobre la muela solera. Pieza clave del engranaje para que el agua tuviese siempre la misma presión es la rejilla o rasera que se baja para que se llene de agua el cubo y a partir de ahí se mueve a medida que entra el agua a gusto del molinero, por tanto la rasera sirve para dar agua o para quitarla y sobre todo para mantener el mismo nivel. Este tipo de molino servía para cualquier clase de cereales: trigo, cebada, etc.
Cuando llega al molino el grano, en costales o en sacos, hay que realizar dos trabajos preliminares: el primero es pesarlo para lo cual se utiliza principalmente la media fanega (una fanega son 11,5 kilos) y el segundo es limpiarlo, para ello se utiliza la limpia, una máquina movida por una polea a través de una correa de cuero, que le transmite el movimiento desde el eje principal.
La molienda propiamente dicha comenzaba echando el grano limpio en la tolva, desde ella cae en las muelas a través de la canalilla, utilizándose la cibera para conseguir que caiga mayor o menor cantidad de grano. Para facilitar la caída del grano, la canalilla se hacía temblar por medio del eje principal que, justo a su altura, se recubría con pedazos de caña, de este modo, al rozar el eje contra ella la movía, pero no de manera continua y uniforme sino a pequeños golpes intermitentes. El grano caía entre las muelas por el agujero central y con el rozamiento se molía convirtiéndose en harina.
Por último, destacamos una presa en el río Magasca, cerca de la carretera a Cáceres, a los 39º 27´ 36´´ N 005º 55´ 29´´ O, que alimentaba al molino de la Fantasma. Desgraciadamente un trozo del lado derecho ha desaparecido, por falta de mantenimiento. Está construida casi íntegramente con pizarras, material sobre el que se asienta el muro. Tiene varios contrafuertes inclinados para soportar el empuje de la corriente. El canal tiene un muro, revestido con tierra.
4.- ZAHÚRDAS
Zahúrda, es una construcción para mantener ganado porcino. Los zahurdones como el denominado «de las Ánimas», son espacios específicos para el ganado porcino, utilizados como parideras o criaderas, y asociadas directamente a ciertos albergues para personas. De hecho, hay una choza anexa a este tipo de refugios para el ganado. Son las denominadas «chozas o casillas del porquero». La etimología de la palabra zahúrda o chafurda la sacamos del vasco actual: etxea casa, urde o urdía cerdo, txaurde casa del cerdo, zahúrda. Zahurdón es aumentativo de zahúrda diferenciando la casa del porquero de la de los puercos.
El berrocal de Trujillo siempre estuvo vivo, piaras de cerdos en los grandes corrales (corralás) en forma de U con pequeñas zahúrdas en falsa cúpula al frente y a los lados, ganadería vacuna y ovejas en los pastizales de los pequeños valles. El agua se recogía en grandes charcas algunas alimentadas también por fuentes la mayor parte del año, un ejemplo es la fuente ferruginosa de los Porqueros a la derecha detrás del Molino de Viento. La Charca de los Porqueros tenía un sistema regulador del agua para unas huertas que hubo en sus buenos tiempos, hoy está vacía y no alimenta ni a las vacas vecinas. Existen abundantes zahúrdas junto al pósito de la ermita de Santa Ana, en los 39º 26´ 43´´ N 005º 52´ 30´´ O, con dos filas paralelas de cochineras, que forman un rectángulo. Tienen las mismas características que el cercano Zahurdón de las Ánimas: de granito, con bóveda de falsa cúpula, cubiertas al exterior por tierra y vegetación.
El Zahurdón de las Ánimas está situado a los 39º 26´ 59´´ N y 005º 51´ 38´´ O, es un ejemplar en falsa cúpula que sirvió como habitación-vivienda del porquero, tiene anejas dos zahúrdas, también en falsa cúpula y más pequeñas a los lados de la entrada del Zahurdón, donde dormían los cerdos. De este modo, el paraje se configura como un paisaje cultural modelado por los usos agrícolas y ganaderos, al cual le confieren personalidad las construcciones arquitectónicas tradicionales relacionadas con la vivienda más elemental, el aprovechamiento de los acuíferos y la propia cerca que delimita la finca.
La tipología del mismo responde a la típica construcción de planta circular en piedra seca con mortero de tierra y techumbre realizada mediante el sistema de falsa cúpula. Anexos a los chozos, se construyeron cercados para ganado porcino cuya extensión dependía del número de animales mantenidos. Además, algunos incluyen cámaras de cría para los lechones. Por su parte, las cercas son circulares u ovaladas y, a veces rectangulares, de piedra seca de distinto tamaño y se destinaban a majadas para ovejas, cabras, o menos frecuentemente, al ganado vacuno. La ganadería (oveja, cabra, cerdo y más escasamente vacuno) y la agricultura de secano (cereal) han sido los aprovechamientos tradicionales. Además, de forma menos notable, se cultivaba el algarrobo, destinado, mediante el aprovechamiento de las vainas, para alimento del ganado porcino. La práctica totalidad de estas actividades se orientaba a la economía de autoconsumo y el uso de chozos y zahúrdas se constata hasta los años setenta del siglo xx.
Existen de todos los tamaños y formas, algunas excepcionalmente importantes por sus dimensiones y factura; sus técnicas constructivas nos recuerdan a ciertos monumentos megalíticos de la Prehistoria, especialmente las realizadas con falsa cúpula de aproximación de hiladas, y las de bóveda de cañón. Igualmente, se hacían otras de tipología mixta, consistentes en un zócalo de piedra rectangular o circular y una cubierta de palos con monte, que cada temporada se quemaba de forma intencionada para evitar enfermedades Resultan curiosas las escasas dimensiones de muchas entradas de estas zahúrdas, nada de extrañar, pues la talla del cerdo ibérico actual, se ha ido incrementando notablemente en las últimas décadas.
Encontramos otro tipo de chozo junto a zahúrdas que también hay en nuestra zona, concretamente en el cordel a Montánchez, en un alto junto a la Albuera, a la izquierda de la carretera a La Cumbre. Las coordenadas son: 39º 26´ 52´´ N 005º 53´ 28´´ O. Se trata de una construcción circular, con chimenea y tejado a una o dos aguas. En las inmediaciones del chozo hay unas zahúrdas que se conservan aparentemente en buen estado.
5.- EL BUHÍO O CHOZO
La arquitectura vernácula es el tipo de arquitectura llevada a cabo por personas no expertas a partir de conocimientos heredados y sus propias habilidades. En la mayoría de los chozos o bujíos existentes en Trujillo se ha usado la técnica de la piedra seca, en la que no se empleaba cemento o mortero; un sistema que requería mucho orden, habilidad y disciplina. La estructura más común se basa en unos muros verticales sobre los que se levanta una falsa cúpula que daba un aspecto cónico a la techumbre. La falsa cúpula se construye situando las piedras de forma escalonada, donde la piedra colocada sobresale ligeramente sobre la anterior. Los muros verticales se construían hasta la altura de los hombros de quien lo levantaba, aproximadamente, y con esa medida y el uso de un hipotético triángulo se decidía la anchura del chozo y se levantaba la falsa cúpula, usando las proporciones que nos indica la trigonometría y la aplicación, sin saberlo, de la teoría de Pitágoras sobre la regla de la raíz cuadrada de tres. Es decir, si consideramos como 1 el tamaño de cada lado de ese triángulo equilátero, la altura del chozo, para ser estable y robusto, debería ser la raíz cuadrada de tres, partido de dos.
En varios lugares del berrocal trujillano, el bohío (o bujío) ha mantenido su uso durante cientos de años, formando parte del paisaje rural, fundamentalmente por su adecuación a las condiciones climáticas y por la facilidad que brinda la obtención de los materiales a emplear del propio entorno inmediato sin grandes inversiones económicas.
Hemos encontrado modelos de bujío en el berrocal trujillano y en el arrabal de Huertas de Ánimas, que responde a paredes laterales semicirculares, una planta circular y el trazado rectangular del tradicional bujío. Aún se mantienen los muros de embarrado con estructura interna o entramado de troncos y ramas que sirve de soporte a una capa exterior de barro que la recubre dándole una apariencia de un muro continuo, que muchas veces se coloca doble para obtener espesores mayores en los muros que interiormente pueden quedar vacíos o rellenos con tierra.
Existe un bujío en la Dehesilla, concretamente en las coordenadas: 39º 29´ 31´´ N 005º 51´ 39´´ O. Este bujío se caracteriza por su falsa cúpula, aunque es mucho más grande de lo habitual en zonas más cercanas a la ciudad. Se ha usado la técnica de la piedra seca, en la que no se empleaba cemento o mortero; un sistema que requería mucho orden, habilidad y disciplina. La estructura más común se basa en unos muros verticales sobre los que se levanta una falsa cúpula que daba un aspecto cónico a la techumbre. La falsa cúpula se construye situando las piedras y los ladrillos de forma escalonada, donde la piedra colocada sobresale ligeramente sobre la anterior. Esta estratificación se hacía siguiendo un ángulo de 60 grados, sobre un imaginario triángulo equilátero. Tiene el techo parcialmente hundido.
A la izquierda de la entrada hay una plataforma elevada sobre el nivel del suelo con forma de media luna, para asientos y la cama, que consistía en un lecho de escobas con mantas y pieles curtidas encima o jergones de hojas secas de mazorcas de panizo. Esta parte, que ocupa casi la mitad de la habitación, normalmente se encuentra a un nivel más alto que el resto de la planta, debido a que el piso está levantado mediante un empedrado o enlosado de granito. Dos pequeñas alacenas enfrentadas al NE y SO; y una pequeña ventana al NE que permite la entrada de luz al interior. Generalmente, los bujíos solían tener rústicas poyatas de madera colgadas en la pared, así como estacas hincadas también en la pared que, a modo de perchas, servían para colgar embutidos, ropa y otros enseres.
Los diferentes usos que han tenido estas singulares construcciones rurales siempre han estado directamente relacionados con los sistemas socioeconómicos imperantes, siendo esas posibilidades de reutilización que han tenido cada vez que se producía una alteración en los sistemas de explotación del territorio, lo que ha hecho posible su permanencia hasta nuestros días. Por ello sus usos han sido muy variados: vivienda permanente o temporal de pastores, agricultores, guardas; también como albergue al lado de caminos y cañadas.
También en la Dehesilla, y cercano a la ermita de Huertas de Ánimas, hay otro bujío de características similares al anterior, situado en las coordenadas son: 39º 28` 49`` N 005º 51´ 39´´ O. Presenta una pequeña ventana hacia el NE y empedrado a su alrededor. Los muros verticales se solían hacer hasta la altura de los hombros de quien lo levantaba, aproximadamente, y con esa medida y el uso del hipotético triángulo se decidía la anchura del chozo y se levantaba la falsa cúpula, usando las proporciones que nos indica la trigonometría y la aplicación, sin saberlo, de la teoría de Pitágoras sobre la regla de la raíz cuadrada de tres, según se indicó antes.
Cercano al límite N de la Dehesilla encontramos otro bujío o chozo, a los 39º 30´ 08´´ N 005º 52´ 15´´ O. Presenta entrada al SE, ventanilla al O y chimenea al NO. Un pináculo en lo alto del techo, que tiene forma de casco o media esfera. Junto a él, cerca de la ventana, ruinas de una construcción cilíndrica, posiblemente otro chozo.
El último de los «chozos de horma», como se conocían popularmente, de semejantes características a los anteriores, le encontramos ya próximo a la entrada de la ciudad por la antigua Ctra. de Madrid, a los 39º 27´ 45´´ N y a los 005º 52´ 13´´ O. La puerta mira al SE y, frente a ella, la chimenea. Pináculo piramidal de ladrillo, que remata un techo cónico, a diferencia de los otros chozos vistos, de media naranja. Concretamente, este chozo carece de cimentación, el suelo está preparado con un enlosado y una marcación circular que recibe la primera hilada de piedras. La horma o plantilla alcanza dos metros de altura, distancia que se considera suficiente para poder nivelar el anillo de piedra. El aparejo está constituido por un zócalo de piedras hincadas verticalmente en el suelo, sobre el que se monta el aparejo de mampostería corriente.
Próximo a la Albuera, en el cordel a Montánchez, en un cerro, a la izquierda de la carretera a La Cumbre a los 39º 26´ 52´´ N 005º 53´ 28´´ O, encontramos otro chozo. Es la tipología de chozos más moderna que encontramos en Trujillo y su esquema constructivo es el siguiente: planta oval o circular y paredes de piedra, adobe o ladrillo. La cubierta se realizaba con un armazón de palos sobre la viga cumbrera que se cubría con tablas, cañizo, escoberas o «ripias» (pequeños palos generalmente de madroñas) y en muchos casos, además, se colocaba encima una gruesa capa de barro para una mayor impermeabilización de la cubierta. Finalmente la construcción era techada con teja curva árabe y la vertiente de la cubierta está a dos aguas. Presenta chimenea de reducidas proporciones.
El chozo «Torruco» se encuentra en lo alto de una loma en la finca del mismo nombre, en la Autovía a Cáceres, desde donde se divisa una amplia panorámica. La puerta adintelada está al E. Tiene una habitación de cuatro metros de diámetro interior y otros tantos de altura, sus muros son de bloques de piedra perfectamente encarados y en algunos casos revocados con mortero de cal. con una ventanilla al N y chimenea, destruida, al O. La ventana para la entrada de luz y aireación de la habitación y cerramiento en «falsa cúpula» sin estar rematada, como en los casos anteriores, con chimenea o con una laja granítica agujereada en el centro para la salida de humos.
En el interior, a ambos lados de la puerta, dos semicírculos con hornacina debajo de ellos, para camas y asientos. Otra hornacina a la derecha de la entrada. El techo es de falsa cúpula que da un aspecto cónico a la techumbre.
6.- POZOS DE NIEVE
Un tipo de construcción peculiar encontramos en Trujillo en las entradas de los caminos, son los pozos de nieve o del hielo, que a partir del siglo xvi existieron en Trujillo según constatamos por los Acuerdos municipales. Consistían las mismas en construcciones destinadas a almacenar nieve durante el invierno, para su utilización en el verano con los fines medicinales o gastronómicos, o también como lujo y regalo de los personajes pudientes. Generalmente, la nieve se importaba desde los lugares donde la nieve era abundante, o forzando la formación de hielo a nivel local.
La producción de hielo en Trujillo era laboriosa. Las cantidades más copiosas de nieve y hielo se importaban desde el exterior, procedente de los neveros del Norte de Cáceres o Salamanca (Béjar, principal suministrador)[10], mediante el sistema de transporte de caballerías y por medio de arrieros, los «neveros»; ya que el carámbano producido de manera natural en las charcas de Trujillo era muy escaso. Poseer nieve para poder venderla en verano, o disponer de la posibilidad de adquirirla para fines medicinales o del refrigerio, fue un negocio sumamente rentable.
En Trujillo, lugar donde escasísimamente nevaba, se traía la nieve por medio de los «neveros», que transportaban, en cántaros de barro protegidos por escobas, cargas de nieve desde las sierras del norte de Extremadura o de Salamanca, viajando por la noche para evitar en lo posible la licuación de tan delicado cargamento. Práctica muy frecuente en el siglo xviii, hasta el punto de constituir una importante fuente de ingresos para la Hacienda Real, junto a su declarado valor económico, constituyendo en los lugares de su procedencia fuente natural de riqueza, y elemento codiciado y valioso precisamente en razón de su escasez por circunstancias geográficas, y por la consecuente dificultad para hacerse con él, a efectos medicinales o de regalo.
Las Ordenanzas Municipales de Trujillo entre los siglos xvi al xviii, los acuerdos concejiles y las Provisiones Reales sobre «bastimentos»[11], son interesantes fuentes de orientación para darnos cuenta de la preocupación que el Concejo de Trujillo tenía en épocas en las que no existían heladoras ni cámaras frigoríficas, para que a sus vecinos no les faltase la nieve en los meses de verano, tan caluroso en Trujillo. Trujillo tuvo varios pozos de nieve, concretamente, uno situado en el camino a Plasencia en las coordenadas 39º 28` 08`` de latitud norte y a los 5º 52` 38`` de longitud oeste; otro en el camino a Cáceres a los 39º 27` 23`` N 005º 53` 17`` O, con moldura en la parte superior del brocal, en buen estado de conservación, de características estructurales semejantes. Como principales tuvo dos pertenecientes al Concejo, llamados de la Nieve, uno de Garciaz, que era donde se recogía en los días invernales, y otro en Trujillo, adonde en serones de esparto era traída la nieve a lomos de mulas en verano[12]. Sus restos se encuentran en el paraje de «Las Caballerías». Suponía una de las mayores fuentes de ingresos del Concejo de Garciaz. La nieve y el hielo eran introducidos en su interior apelmazándolos. Se colocaba mediante capas, alternando una capa de nieve o hielo con otra de helecho o paja. El hielo creado era cortado en bloques y se vendía por toda la comarca para la conservación de alimentos, hospitales y para las clases más pudientes. Gracias a documentación antigua se conoce el dato de que este era uno de los escasos pozos de nieve existentes que abastecía de hielo a toda la zona de la comarca trujillana.
Durante siglos el hielo fue un gran negocio, fue muy importante en zonas donde la nieve o el hielo no estaban disponibles la mayor parte del año. Desde Béjar, Hervás o Piornal, se trasladaba la nieve en burros hasta zonas donde se acumulaba en estos pozos de nieve. Uno de los documentos más antiguos conocidos sobre la llegada de nieve de Béjar a Extremadura, es la solicitud hecha por el concejo de Béjar en 1650, «para arbitrar sobre la nieve», que ese mismo año se sacase para Castilla y Extremadura. En la petición, dirigida al Duque de Béjar que era el señor del territorio, se dice: Suplicamos sea servido darnos licencia y permisión para poder arbitrar en alguna cosa que sea de utilidad. Que lo que la villa propone a V.E es sobre las cargas de nieve que se sacaren de la sierra este año, que juzgamos será de consideración, respecto de estar sin nieve los pozos de Extremadura[13]. La petición no fue atendida en esta ocasión, pero nueve años más tarde, en 1659, existe constancia, de que ya se cobraban dos reales, que poco después serán cuatro, por cada carga sacada de Béjar para Extremadura.
En Trujillo abastecían a las familias pudientes para que refrescasen sus bebidas y alimentos. Esto sucedió hasta principios del siglo xx. Sobre todo, cuando en la capital cacereña Joaquín Castel Gabás (el fundador de la perfumería y droguería Castel), abrió en Cáceres una fábrica de hielo en Aguas Vivas. En ese momento el pozo dejó de tener sentido y cayó en desuso y abandono.
La mayoría de la nieve que llegaba a Trujillo procedía de zonas como Piornal. Esta nieve se acarreaba en burros y se almacenaba en el pozo cilíndrico, se aplastaba bien con el doble fin de ahorrar espacio y transformar la nieve en hielo, y se distribuía en capas de medio metro de espesor separadas por capas de paja y ramas de distintos arbustos.
El actual Pozo de la Nieve, existente en un lateral de la carretera N-V a Badajoz, en el paraje conocido como Campo de San Juan, fue construido en el siglo xix, según reza en un Acuerdo municipal: 5 de enero 1852, Di cuenta de un memorial de Bartolomé López de esta vecindad solicitando se le conceda un poco de terreno en los prados de San Juan, en el canchal que linda con cerca de los herederos Doña Josefa López, para la construcción de un pozo de nieve, y se acuerda dar comisión para que reconozcan el terreno e informen al Ayuntamiento a los Señores Regidores Don Juan Manuel Fernández y Don Valentín Collazos.
El día 16 de enero del mismo año 1852, se niega la autorización, porque dicho canchal está enclavado en el cordel de merinas pudiendo el interesado solicitar en otro sitio. El día 18 de enero del citado año, el interesado presenta nueva petición. El Acuerdo reza de este modo: Se dio cuenta de un memorial de Bartolomé López, fecha 18 del corriente en que solicita que, dejando libre la colada cordel de Merinas con la anchura correspondiente, se le conceda para construir un pozo de nieve hoyero, al sitio del Prado de San Juan, contiguo a la cerca de don Antonio López y de la Portada Partida, Enterado el Ayuntamiento acerca dar comisión a los señores Regidores Don Juan Manuel Fernández y Don Valentín Collazos para que examinando y reconociendo determinadamente el terreno que se solicita, informen cuanto se les ofrezca y parezca. El 8 de marzo se autoriza la concesión con la condición de que «si este establecimiento llegase a abandonarse, quedaría dicho terreno a beneficio común»[14].
El día 28 de febrero de 1858, surge un incidente sobre el ejido de este Pozo de la Nieve, que literalmente es como sigue: Se dio cuenta del informe que estampa la comisión nombrada, a la instancia de Don Juan Malo de Molina y Don Antonio López de esta vecindad, la cual manifiesta, que aunque ningún ejido se concedió cuando se construyó el Pozo de la Nieve, opina que no se causa perjuicio al común de vecinos en conceder para ejido el terreno que hay a la derecha del camino que dirige a la cumbre, pero sin coger el arroyo, que son treinta varas de ancho y noventa de largo, para que hagan unas charcas pequeñas para recoger el yelo, a condición de que dichos interesados recojan el yelo todos los años, tengan útil el referido pozo y cumplan con lo que ofreció Bartolomé López, porque de no verificarse así, debe quedar el terreno de aprovechamiento común; y la corporación acuerda de conformidad con lo que expone la comisión, reseñando bastante las lindes de concesión junto al pozo herrumboso[15].
Es un pozo de nieve localizado en las coordenadas 39º 26’ 59’’ de latitud Norte y a los 5º 52’ 49’’ de longitud Oeste. Está construido íntegramente con piezas de sillería, es circular, rodeado por un bancal que se interrumpe por dos rampas empedradas en la zona este; también está empedrado el espacio entre la bancada y el brocal. En el frente de una de las 18 piezas que forman el brocal está la fecha: 1872, posiblemente se trate de alguna reparación hecha en el pozo, quizá se le colocaron las grapas de sujeción de hierro y su limpieza, tal y como era frecuente que quedara constatado con fechas inscritas en la piedra en algunas construcciones trujillanas (tal es el caso de la Alberca de la Villa en el siglo xix), dado que la documentación existente en el Archivo Municipal, ya citada, certifica que el pozo estaba ya construido en 1858. Actualmente, se encuentra en muy buen estado de conservación.
Consideramos que de la misma época datan los pozos ubicados en las carreteras de Plasencia y Cáceres, que responden a las mismas características constructivas. Concretamente, el de la Ctra. de Plasencia aún conserva una inscripción borrosa en la que puede leerse la fecha: 1896. Hemos de tener en cuenta que este pozo ya existía con anterioridad, pues A. Ponz en su Viage a España lo menciona en 1778: Dentro y fuera de la ciudad se ven quantidad de pozos bien labrados de cantería, y sacan el agua á brazo: son muy anchos de boca, y uno que encontré antes de arribar á la ciudad (llegó por Plasencia), cuya abertura es de diez varas, dicen que le saltó D. Diego García de Paredes, Sanson de Extremadura, y Hércules de esta tierra, donde nació, quien habiendo apénas alcanzado con las puntas de los pies al borde, resurtió al mismo lado, desde donde empezó el brinco. La Verdad dios la sabe[16].
7.- LOS POZOS DE AGUA
Trujillo siempre ha estado bien abastecido de agua potable, por los numerosos manantiales de agua dulce que conserva en el subsuelo. Muchos pozos y aljibes aún están activos tanto en la Villa como en la Ciudad. Aunque no podemos considerarlos como Arquitectura Popular, es obvio citar los aljibes almohades del castillo o el califal del Alcázar de Altamirano; la Alberca árabe o el aljibe existente en el palacio de Juan Pizarro Orellana, bajo la torre castrense de herencia árabe, con bóveda semicircular y puerta, de típica factura musulmana (de origen almohade).
Pero, en este estudio, nos interesan los pozos. Ya lo explicó Madoz en su Diccionario a mediados del siglo xix: Se surte Trujillo de aguas potables en las muchas fuentes que hay dentro y fuera de la población, pero de todas se necesita sacar el agua a mano; en años secos suelen escasear y hay que acudir a las mas lejanas para los usos necesarios, siendo todas buenas y saludables[17]. Son innumerables los acuíferos o formaciones geológicas que contienen agua subterránea en Trujillo. Desde un punto de vista práctico, un acuífero ha de ser capaz de almacenar y transmitir agua en cantidad susceptible de ser explotada económicamente. Un acuífero se comporta como si fuera un embalse, en donde hay que considerar: un caudal de entrada, un caudal de salida y una capacidad de almacenamiento y regulación. EI caudal de entrada está constituido, generalmente, por el agua infiltrada procedente de precipitaciones, aguas superficiales, riegos, aguas residuales, etc. En régimen general de funcionamiento del acuífero, la salida se produce por el afloramiento superficial en fuentes y manantiales o mediante descarga subterránea hacia los cauces de los ríos. En un batolito granítico son permeables entre la cuarcita y el granito, por donde se filtra y estanca el agua en ‘banquetas’ formándose pozos abundantes. Hemos de tener en cuenta que este tipo de fondos existe en la mayoría de los palacios y casas solariegas e históricas de la localidad.
En multitud de casas existen pozos; concretamente, en la Plaza Mayor y su entorno son varios los pozos inventariados, algunos con brocales de magnífica labra de cantería, como en los bajos de la casa de la familia Pérez Zubizarreta, zona de la judería.
En el Corral del Rey; en las calles Sillería y Tiendas hay varios, dos de ellos presentan el escudo municipal, de principios del siglo xvi (antigua tienda de zapatos Trenado) y en el patio de la tienda de Victoriano Conde, presenta en el frontal un busto masculino, justo en el patio de la sinagoga. En la Villa, concretamente en casas fuertes y en el propio castillo.
Numerosos pozos localizamos en el berrocal, destacamos algunos de ellos por conservar un artístico brocal, como por ejemplo el pozo del Manzano, entre pequeños huertos. En sus cercanías hay unas cuantas pilas para lavar, de granito, en las coordenadas: 39º 28` 14`` N 005º 53` 41`` O.
También destacamos el pozo del Llano de las Eras que está en la cañada real, cercano a Huertas de Ánimas, en las coordenadas 39º 28’ 29’’ de latitud Norte y a los 5º 52’ 11’’ de longitud Oeste. Tiene un brocal rectangular, formado por cuatro piezas de granito, cosidas por cuatro grapas de hierro. El brocal se asienta en una estructura de ladrillo. El interior del pozo está construido con mampuestos de pizarra, material que se encuentra a unos kilómetros de distancia.
Respondiendo a las coordenadas 39º 26’ 56’’ de latitud Norte y a los 5º 52’ 37’’ de longitud Oeste, encontramos otro artístico pozo, en el Campo de San Juan, en el camino en dirección a la ermita de Santa Ana. Está cubierto desde hace muchos años, amplio. Con dos peldaños circulares alrededor. Las piezas del brocal han desaparecido, estaba construido con cantería bien escuadrada.
Frente al estanque de la Magdalena, a la derecha de la carretera a dicho arrabal, en las coordenadas 39º 27’ 51’’ de latitud Norte y a los 5º 53’ 35’’ de longitud Oeste, existe un pozo en la Fuente Alba que presenta un brocal original. Sus piezas de granito se asientan sobre bloques del mismo material, estando cosidas con grapas de hierro en el lateral exterior y en la parte superior. El interior también es de bloques de granito bien ensamblados, amplio y con arcos que sostienen la estructura. Se encuentra en estado lamentable, debido a alguna rotura y a que varias piezas del brocal amenazan con caer por la presión de una higuera que nace en una de las paredes del interior y que ocupa la totalidad del mismo. Sería necesario y urgente la eliminación de la higuera y zarzales, consolidación de la estructura y limpieza a fondo del interior. Algo retirado de la población de Huertas de la Magdalena en dirección NO, se encuentra el Pozo del Arenal, localizado a los 39º 28’ 24’’ de latitud Norte y a los 5º 53’ 57’’ de lontigud Oeste. Brocal de una sola pieza granítica, formando en el exterior un cuadrado de 80 cm de lado y su interior redondo con 55 cm de diámetro.
En sus inmediaciones, tres pilas de granito para lavar, restos de este otro lavadero que existió en Huertas de la Magdalena.
En este arrabal existió otro lavadero de ropa, el más grande por la cantidad de pilas que han llegado hasta nosotros, junto al pozo de la Escoba. Está a las afueras, a la izquierda del camino que lleva a Huertas de Ánimas. El pozo en la actualidad está tapiado y el brocal no es el primitivo, se puso hacia el 2004, localizado entre los 39º 28´ 31´´ de latitud Norte y los 5º 53´ 41´´ de longitud Oeste.
En un rincón a la izquierda de la salida de Huertas de Ánimas por el Regajo, hay un pozo cuyo brocal forma un semicírculo, cortado por dos piezas de cantería que forman el frente. Se encuentra en buen estado de conservación, localizado a los 39º 28’ 35’’ de latitud Norte y a los 5º 52’ 35’’ de longitud Oeste. En Huertas existió otro lavadero de ropa, junto al Pozo de la Escoba. Está a las afueras, a la izquierda del camino que lleva a Huertas de Ánimas. El pozo en la actualidad está tapiado y el brocal no es el primitivo, se puso en el año 2004, localizado entre los 39º 28’ 31’’ de latitud Norte y a los 5º 53’ 41’’ de longitud Oeste.
También, en Huertas de Ánimas destacamos otro pozo, con brocal de piezas de granito, en la zona de descanso de la Cañada Real (por lo que también existe un abrevadero) en las coordenadas: 39º 29` 01`` N 005º 52` 21´´ O.
Por último, destacamos dos construcciones vernáculas, un tejar próximo a la Dehesilla y una plaza de tientas. El tejar se encuentra en una finca privada, a la derecha de la Cañada Real antes de entrar en la Dehesilla a los 39º 29´ 34´´ N 005º 52´ 00´´ O. La fabricación de ladrillos y tejas se llevaba a cabo en este tejar que era atendido por un reducido número de trabajadores. Las formas de elaboración eran de carácter manual, la cocción se realizaba en hornos de doble cámara, conocidos como «hormigueros» y el repertorio de productos era muy reducido, mayoritariamente teja curva y ladrillo macizo. Era un oficio de fácil aprendizaje que no requería una cualificación específica y a él se dedicaban numerosos jornaleros que aprovechaban la intermitencia laboral en el campo o en la construcción.
El tejar contaba con una poza donde, mezclada el agua y la tierra, se amasaba el barro hasta conseguir las condiciones óptimas para su moldeo. Bien amasado (con las manos o los pies) el barro quedaba listo para la confección del ladrillo o la teja que se efectuaba en torno a una rudimentaria mesa. Es importante destacar que la cocción tradicional del ladrillo se realizaba al aire libre, formando unos hornos abiertos de planta cuadrada o rectangular enterrados en el suelo y generalmente cerrados por cuatro pequeños muros verticales.
Una construcción singular es la plaza de tientas, está situada a los 39º 26´ 09´´ N 005º 52´ 56´´ O. Es una curiosa construcción, una plaza de pequeñas dimensiones construida para realizar la tienta de las reses. Construida en granito, se encuentra en la finca de Aguas Viejas. Tiene todos los elementos propios: corral para las reses, burladeros, puerta de entrada, y la plaza propiamente dicha.
[1] El término vernáculo se deriva de la latín vernaculus, que significa «doméstico, nativo, indígena», desde «verna», que significa «esclavo nativo» o «esclavo nacido en casa». El término vernáculo, en su planteamiento más general se refiere a lo propio de una determinada cultura, su utilización más frecuente está relacionado con la denominación de la lengua nativa de los individuos; sin embargo, en la actualidad el término vernáculo extiende su significado a todo aquello que converja en la base de la identidad, cotidianidad y rasgos fundamentales enraizados en la historia de cada cultura.
[2] F. Lloyd Wright describe la arquitectura vernácula como «edificio folclórico creciendo en respuesta a las necesidades reales, ajustado al entorno por personas que conocían mejor que nadie lo que encaja y con un sentimiento patrio» que sugiere que es una forma primitiva de diseño. Muchos arquitectos modernos han estudiado edificios vernáculos y dicen haberse inspirado en ellos, incluyendo los aspectos de la arquitectura vernácula en sus diseños.
[3] Viollet le Duc, E: Diccionnaire raisonné de l`architecture française du XIe au XVIe siècle. VI, edición Bance-Morel de 1854 a 1868, París, 1875, p. 405.
[4] Payson Usher, A: Historia de las invenciones mecánicas, Fondo de Cultura Económica, Universidad de Michigan, traducido por Teodoro Ortiz, 1941, p. 130; Mieli, A: Panorama general de la historia de la ciencia, varios tomos, 2: La época medieval, mundo islámico y occidente cristiano, Espasa-Calpe Argentina, Buenos Aires, 1962, p. 145.
[5] Caro Baroja, J: Tecnología popular española, Madrid, 1983, p. 151.
[6] Leroquais, V: Les libres d´heures manuscrits de la Bibliothèque Nationale; Feldaus: Die Technik der Antike und des Mittelalters, París, 1927, p. 98.
[7] Los pintores de la época plasmaron en sus lienzos varios ejemplos de molinos de torre. Gillet, L: La peinture XVII et XVIII siècles. París, 1913, p. 193; Michel, A: Historia del Arte. París, 1921, p. 388.
[8] Vid nuestro trabajo Ramos Rubio, J. A: «El altar rupestre de La Molineta (Trujillo) y su entorno arqueológico». Boletín de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. Tomo XXI, Trujillo, 2013, pp. 307-321.
[9] Madoz, P: Diccionario Geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Publicaciones del Departamento de Seminarios de la Jefatura Provincial del Movimiento, Madrid, 1955. 4 vols.
[10] Provisión Real expedida por Felipe V, el 5 de octubre de 1733.
[11] Por ejemplo, el 4 de abril de 1689, un Acuerdo municipal dice literalmente: La ciudad dijo respecto de ser los calores excesivos sin hallarse con el pozo de nieve lleno, se acordó se traiga la que fuere necesaria para el abasto de la ciudad y se venda a ocho maravedíes la libra, los seis por razón del precio y los dos de sisa, y se ponga, y se ponga en poder de Antonio Rodríguez Paiba para su venta por ahora y en el que hay personas que se obliguen del abasto, con declaración que a los seglares dara la libra a ocho maravedíes y a los eclesiasticos a seis.
[12] En un Acuerdo del 10 de febrero de 1858, se dice: Por el Señor Don Pedro José de Vargas se hizo presente la cuenta tomada por Álvaro Sánchez Saavedra, escribano de la villa de Garciaz, del costo que ha tenido el encierro de nieve en el pozo de esta ciudad, el mes de enero de este año, importante cuatro mli doscientos reales la que se aprovó y mandó pagar. El 15 de mayo de este mismo año, acordó el Ayuntamiento vender al abastecedor de nieve de Cáceres 800 arrobas de nieve y además se le había de dar una arroba de vuelo en cada carga.
[13] Archivo Histórico Nacional. Secc. Nobleza, C.248,D.194.
[14] Tena Fernández, J: Trujillo histórico y monumental. Gráficas Alicante, 1967, p. 568.
[15] Tena Fernández, op. cit., p. 568.
[16] Ibarra impresor, Madrid, 1772-1794, 18 volúmenes (nos interesa la carta VII). Viajar por Extremadura, tomo I, Salamanca, 1983, pp, 166-167.
[17] Madoz, Diccionario Geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar, op. cit., 1955.