Si desea contactar con la Revista de Foklore puede hacerlo desde la sección de contacto de la Fundación Joaquín Díaz >
Al conmemorarse, el 10 de abril, 150 años de la batalla del Pozo de Vargas, librada en la provincia de La Rioja, República Argentina, historiando el origen de la Zamba de Vargas y a don Felipe Varela, se recuerda ese evento que inmortaliza su nombre.
Tan solo el clamor se escucha
de la ruda montonera
donde el caudillo es bandera
en la fratricida lucha.
Lágrimas y sangre mucha
corrió por los cerros y llanos
y allá cuentas los paisanos
que al son la zamba triunfaron
santiagueños que pelearon, allá...
allá en el suelo riojano.
En primer término, nos referiremos a situar la provincia de La Rioja, en la República Argentina, que se encuentra ubicada al oeste, al pie de la cordillera de los Andes. Esta provincia ofrece los testimonios de una población indígena que habitó sus asoleadas tierras en la época prehispánica. Las principales etnias fueron los capayanes, que se ubicaron en la región del Famatina, y los sanagastas y yacampis, en la región de la sierra de Velasco. Los diaguitas ocuparon también algunas zonas de La Rioja, en el centro y el norte, mientras los olongastas lo hicieron en el sur. El carácter belicoso de las tribus mantuvo alejados a los españoles de estas tierras, quienes recién el 20 de mayo de 1591 logra Juan Ramírez de Velasco fundar la población con el nombre de Todos los Santos de la Nueva Rioja, actual capital de la provincia, iniciándose entonces su colonización.
La Rioja presenta un relieve marcadamente montañoso, representado por la cordillera de los Andes y la precordillera en el oeste, las Sierras Pampeanas en el centro y sur, separados estos sistemas por depresiones o valles, y en el este una zona llana conocida como los Llanos de La Rioja. La cordillera de los Andes, producto del plegamiento terciario, se presenta como un macizo compacto, que la separa de Chile, con pasos de gran altura, como el de la Peña Negra, de 4 300 metros.
La Rioja participa del clima árido de montaña en la zona cordillerana, y en el resto del territorio árido de planicies y sierras, siendo la característica común a ambos la falta de precipitaciones, producto de la situación de continentalidad que tiene la provincia. El viento característico es el zonda, cálido y seco, que levanta verdaderas cortinas de polvo, produciendo un estado depresivo en la gente.
Cada rincón de La Rioja encierra una belleza agreste de gran atractivo, junto con un riquísimo acervo religioso, histórico e indígena, que hace de esta provincia una de las más interesantes para ser visitadas.
He recorrido gran parte de la provincia, sus numerosas cuestas, como la de Huaco y la de Miranda, esta última de un colorido rojizo y rocas erosionadas por el viento; son un exponente de la obra de la naturaleza, a las que se suman las incomparables quebradas como la de los Sauces.
La ciudad presenta incontables lugares de interés cultural, como el convento de Santo Domingo, construido con piedras en 1623 por la etnia diaguitas bajo la dirección de los sacerdotes dominicos; posee un valiosísimo portal y dintel tallados en algarrobo, y es considerado el más antiguo del país. El convento de San Francisco, en el que se conserva el naranjo plantado por san Francisco Solano en 1592, está seco, pero protegido por una estructura de vidrio; en el convento puede visitarse la celda que habitó el santo y admirar la imagen del Niño Alcalde, venerada desde 1593. El Museo Arqueológico Inca Huasi, fundado en 1926 por el franciscano Bernardino Gómez, considerado por la UNESCO como uno de los más importantes de América Latina, el cual posee piezas de gran valor arqueológico.
La ciudad es sede de la Fiesta Nacional de la Chaya, que se lleva a cabo en el mes de febrero; de la ceremonia del Tinkunaco o Encuentro del Niño Jesús Alcalde con el santo patrono san Nicolás de Bari, para el 31 de diciembre. Otros lugares importantes de interés turístico son: Chilecito, Nonogasta, Sañagasta, Aimogasta, visitar el Señor de la Peña y el Parque Nacional Talampaya.
En las cercanías de la ciudad se encuentra el campo de batalla de Vargas, conocido como Pozo de Vargas, escenario de la lucha que tuvieron el 10 de abril de 1867 las tropas de Felipe Varela y Antonio Taboada.
Haciendo historia
Un 10 de abril de 1906 se publica en el diario El Siglo de la provincia de Santiago del Estero, Argentina, un artículo firmado por un señor con el seudónimo del capitán Ambrosio Salvatierra, conmemorando la batalla del Pozo de Vargas, que se había librado entre las tropas de Felipe Varela y las fuerzas leales que comandaba el general Antonio Taboada.
Felipe Varela, huaicameño, campesino, arreador de mulas, más tarde coronel del ejército nacional, sigue vigente, un caudillo al que sus hombres seguían ciegamente. Compositores y poetas escribieron varias obras donde quedó plasmado su nombre.
Antonio Taboada, santiagueño, durante la presidencia de Mitre, la familia Taboada (de ideas liberales) lo apoyaron políticamente y le ayudaron a restablecer el orden en el norte y noroeste. Candidato a la presidencia de la nación en 1868, perdió frente a Domingo F. Sarmiento. Fue el general Taboada quien derrotó a Felipe Varela y a sus montoneros en Pozo de Vargas.
Felipe Varela inició el fuego en esa cruenta batalla y atacó al centro leal, que comandaba Taboada. En el encuentro se produjo un hecho que los tradicionalistas han recordado con fervor y que todos conocen hoy en nuestra República Argentina: la ejecución de una zamba y el efecto moral que produjo en el ánimo de las tropas leales.
Hay varias versiones acerca de este episodio histórico; la más lógica es la que dio el capitán Salvatierra, testigo presencial.
Todo ocurrió en un reducido sector del frente nacional, unos cien metros a cada lado de la banda que trajo la tercera compañía. Veamos lo que dice el capitán de Taboada:
Los rebeldes tenían superioridad numérica, esa diferencia fue advertida por los soldados leales, que produjo en las filas del ejército un efecto desastroso: un silencio terrible invadió toda la línea, pues se creían perdidos.
Cuando un cañonazo de Varela anunció el comienzo de la batalla, el ala derecha nacional arrolló la izquierda de Varela, pero los rebeldes quebrantaron su izquierda. Luego de una dura batalla, con el centro y un flanco derecho, los revolucionarios abandonaron el campo.
Así el comandante Brizuela ordenó a su banda que tocara, fuerte y la banda tocó una zamba popular de su repertorio.
Cuentan los santiagueños
Que al verse ya derrotados
Su jefe mandó tocar
La zamba para animarlos.
Y cuando vibrar oyeron
La música de sus pagos
Volvieron cara, venciendo
Al ejército invasor.
Bravo, santiagueños,
—dijo Taboada—,
Vencer o la muerte
Vuelvan las caras.
Por la tierra querida
Demos la vida para triunfar.
Y ahí nomás a la banda
La vieja zamba mandó a tocar.
El efecto fue extraordinario: las tropas, electrizadas con los acentos de este baile nacional, prorrumpieron en gritos, en vivas al general.
Todo es cierto y bellísimo. Así cuenta la tradición, es probable que los gritos y vivas se hayan extendido un tanto por la línea y es indudable que una modesta zamba exaltó la moral de un buen número de combatientes y contribuyó a la conquista de la victoria.
Y en el entrevero
Se oyó esta zamba
Llevando en sus notas
bríos al alma.
Y el triunfo consiguieron
los santiagueños y este cantar.
Esta versión musical la recopiló don Andrés Chazarreta y la estrenó en 1906 en Buenos Aires en el teatro Politeama con su conjunto de Arte Nativo.
Es muy lógico que la notable anécdota haya sido difundida en Santiago del Estero y que Andrés Chazarreta la haya sentido de modo especial.
Andrés Chazarreta, santiagueño (1876-1960), realizó una importantísima y fundamental tarea de investigación y preservación del folklore nacional; rescató del olvido numerosas canciones y danzas folklóricas. Así, en 1906 llevó al pentagrama la tradicional Zamba de Vargas.
Cuando estuve en su casa natal en Santiago del Estero, su hermana Andrea (actualmente fallecida), me decía: «Él declaraba reiteradamente que se la oyó a la abuelita Agustina».
Esta es una de las piezas narrativas que, en confusas etapas, describen las campañas y las marchas del ejército de Felipe Varela y sus aliados, dentro de los límites de moldes poéticos muy popularizadas en aquella época:
Al llegar al Pozo e’ Vargas
el enemigo encontramos
antes de formar las líneas
un cañonazo tiramos.
Esta cuarteta se refiere a los sucesos que culminaron el 10 de abril de 1867 con la batalla del Pozo de Vargas, donde el general Antonio Taboada, al mando del ejército nacional, derrotó a las tropas de Felipe Varela en los alrededores del pozo que servía para proveer de agua a ese barrio de la capital riojana.
Ya salimos todos juntos,
juntos como hermanos,
al pobrecito e’ Varela
lo dejan en un pantano.
Esta cuarteta se refiere a una marcha por los distritos de Jachal hacia el norte. Después de la derrota, las fuerzas de Varela tomaron por los campos de La Rioja y se dirigieron por Patquía a Jachal, donde el caudillo organizó sus tropas.
La batalla de Vargas constituye el episodio donde Varela se titulaba jefe de una cruzada libertadora, agitaba el noroeste argentino en activa campaña contra el gobierno de Buenos Aires y sus agentes del interior del país.
En 1867, junto con otros jefes a sus órdenes, como el chileno Estanislao Medina, Santos Guayama, Sebastián Elizondo y Severo Chumbita, consiguió apoderarse de La Rioja al vencer en Guandacol a Linares. De estos se recoge la siguiente cuarteta:
Dice el general Medina:
Vamos a jugar el juego
porque llevo tres toritos,
Lizondo, Guayama y Cuello.
Las dos cuartetas siguientes me las dictó la doctora Olga Fernández Latour de Botas:
Rompan trincheras, sí,
Dijo Elizondo,
Aura pues laguneros
De dos en fondo.
Que ya no hay riesgo, sí,
Dijo Chumbita,
Que a mí no se me escapa
Niña bonita (Legajo 76, Colección Jujuy)
Ante la peligrosidad de este caudillo, el entonces presidente Mitre dispuso a Taboada al mando del ejército del Norte, compuesto por tropas santiagueñas, tucumanas y algunas catamarqueñas y riojanas, para expulsar a los insurrectos. Ese 10 de abril, Taboada le da lucha a Varela en un combate reñido y cruento, y el triunfo favoreció, como decíamos, a las tropas leales.
Desde el punto de vista de su interés folklórico, esta batalla nos ha legado varios cantares y tradiciones; la más famosa es, como mencionaba, primero la Zamba de Vargas, Cueca de los Montoneros o la Felipe Varela.
Por su parte Juan Alfonso Carrizo, el gran investigador catamarqueño que recorrió valles y quebradas recuperando la tradición oral de nuestros pueblos con relación a la batalla del Jagüel de Vargas, recuperó de la memoria popular los versos que muchos ancianos, gauchos y payadores aún retenían como recuerdos de sus años mozos, allá por 1921.
Lo primero que nos preguntamos es si existía realmente una pieza musical registrada con ese nombre en 1867. Todo indica que no, aunque como ocurre con todas las cosas populares sí existía la melodía, la que quedó en la memoria, de la cual se apropiaron santiagueños y riojanos para hacer sus versiones. Por eso en la actualidad conviven dos versiones básicas: la santiagueña y la riojana.
La primera la letra es más bien descriptiva de la contienda y ha sido hecha para acomodarla a la melodía que había recopilado Andrés Chazarreta. Luego, este le pidió a Domingo V. Lombardi que compusiera una letra que se acomodara a la melodía tradicional. Así lo hizo Lombardi y salió la versión santiagueña que grabaron el dúo Benítez-Pacheco, Los Chalchaleros y Los Cantores del Alba, entre otros.
Es la que comienza así:
Forman los riojanos
en Pozo’e Vargas…
los manda Varela
firme en Batalla.
Contra los santiagueños
con gran denuedo
van a pelear.
En la otra versión, la riojana:
A la carga, a la carga,
Dijo Varela,
salgan los laguneros
rompan trincheras, ¡sí!
Vamos al verde
porque las esperanzas
nunca se pierden.
Es la música la que se acomodó a la letra retenida en la memoria de nuestros paisanos.
Nuestra amiga, la doctora Olga Fernández Latour de Botas, escribió en 1966 para la Colección Folklore un artículo sobre la batalla del Pozo de Vargas. El pasado año, en una disertación sobre los bailes tradicionales, hablamos sobre esta Zamba de Vargas, que interpreté instrumentalmente, donde la mencionada folklorista decía: «Algunas versiones con alusión a los hechos y personajes de nuestra historia fueron tomadas de la Colección de Folklore de 1921, como la siguiente copla».
A la carga, a la carga,
Dijo Varela,
Que se va el cura Campos
La polvareda. (Legajo n.º 321 de Catamarca)
Sin embargo, estas no son las únicas versiones de la obra en cuestión. Los Hermanos Abalos (que lo integraban Machingo, Machaco, Roberto, Adolfo y Víctor) grabaron en 1973 otra versión de su autoría, que sería la segunda versión santiagueña. En ella, los Abalos nos informan que a esta zamba la llamaban La triunfadora. Es la que comienza con:
Esta zamba se llama
Zamba de Vargas.
Sí, ay, ay, ay,
Zamba de Vargas,
Zamba que los santiagueños
La cantan con toda el alma.
A esta zamba le dicen
La triunfadora.
Se dice que los riojanos, un poco ofendidos por la versión santiagueña, luego crearon la suya. El recopilador de su música fue Luis Peralta Luna, a la que se le agregó una combinación muy ingeniosa de las letras de los versos recogidos por Juan A. Carrizo en su investigación de campo.
Esta versión es la bien conocida que empieza con «A la carga, a la carga». El afamado conjunto folklórico Los Cantores Quilla Huasi (cuando lo integraban Lastra, Vega Pereda, Portales y Núñez) grabó la versión en un disco doble de 45 rpm. Esta primera fue más tradicional y guerrera, y toma los versos recuperados por Juan A. Carrizo. Otra segunda versión (con Lastra, Valle, Palmer y Navarro), con versos de Bartolomé Peralta Luna en el comienzo de la primera y de la segunda parte de la zamba, es más pacifista e ingenua. Sus versos repetidos preguntándose acerca de la batalla (por qué será), no dejan de sugerir una duda sobre esa lucha en que se definió el modelo de nación. Esta segunda versión toma como primera línea de las dos estrofas de la primera la versión de Vicente Forte:
Batallón Cazadores,
Batallón Cazadores, dijo Paunero,
por derecha e izquierda,
por derecha e izquierda,
rompan el fuego.
Batallón Granaderos,
Batallón Granaderos, dijo Navarro,
por derecha e izquierda,
por derecha e izquierda,
formen el cuadro.
La obra instrumental de la Zamba de Vargas grabada
La versión más antigua es la realizada por Andrés Chazarreta en solo de guitarra. La misma fue interpretada por primera vez en 1906. Entre 1930 y 1935, Chazarreta grabó la canción para RCA en solo de guitarra. En 1962, RCA Víctor incluyó una versión del tema interpretado por Andrés Chazarreta y su orquesta nativa, en el álbum Folklore: Artistas consagrados/Nuevos valores.
En 1951, Eduardo Falú grabó la canción en un disco simple para el sello TK, en solo instrumental de guitarra, siguiendo la recopilación de Chazarreta. Falú la grabó varias veces más y publicó su versión musical.
Una tercera versión instrumental en guitarra fue realizada por Atahualpa Yupanqui en 1964 siguiendo la versión de Chazarreta, en su disco Selva, pampa y cerro.
Ese mismo año, Carlos di Fulvio realiza otra interpretación en guitarra y la incluye en el álbum Concierto Supersticioso para guitarra, percusión y voces. La volvió a grabar dos veces más: para el álbum Guitarrero, grabado en 1981 y lanzado en México en 1984, y para el disco titulado Campo afuera, en 1997, editado en Holanda.
En 1969, Ariel Ramírez y Jaime Torres grabaron una bella versión instrumental realizada en dúo de piano y charango.
Por mi parte, grabé la obra en 1992, en guitarra, versión Eduardo Falú.
Las versiones cantadas
En la década de 1940, el dúo integrado por el riojano Antonio Benítez y el catamarqueño Eduardo Pacheco, con Luis Peralta Luna al piano, grabó una de las primeras versiones cantadas. Sigue la versión clásica Andrés Chazarreta-Domingo Lombardi, pero le agrega el recitado escrito por Bartolomé Peralta Luna.
En 1956 y 1959, Los Cantores de Quilla Huasi y Los Chalchaleros lanzaron las dos versiones clásicas del tema: aquellos en su versión riojana y estos en su versión santiagueña.
La interpretación de Los Cantores de Quilla Huasi se trata de la versión riojana, con letra organizada por Bartolomé Peralta Luna tomada de las recopilaciones de Carrizo y Forte y música recopilada por el propio B. Peralta Luna, considerablemente diferente de la recopilación de Chazarreta. Después la volvieron a grabar en otros discos.
En 1965, Los Cantores del Alba incluyen en el disco Cantemos folklore una nueva versión del tema, siguiendo las pautas clásicas de la recopilación de Chazarreta-Lombardi. La característica más destacada de esta interpretación es que es un trabajo de voces más complejo y variado, incluyendo tercera y cuarta voces, y alternando el dúo de registro alto de Santiago Escobar y Gilberto Vaca, que domina la canción, con dúos en registro de barítono.
En 1966, Ariel Ramírez (piano), Los Fronterizos y Eduardo Falú (guitarra), grabaron la zamba en el álbum Coronación del Folklore (volumen 2), combinando las recopilaciones musicales de Chazarreta y Peralta Luna en una formidable interpretación.
También en 1968, el cantante Roberto Rimoldi Fraga incluyó la canción en el álbum Con sabor a patria, interpretándola según la versión riojana que habían lanzado Los Quilla Huasi en 1956.
En 1971, el Dúo Salteño (Néstor Echenique y Patricio Jiménez) y Gustavo «Cuchi» Leguizamón (pianista) aportan una versión notable incluida en el disco El canto de Salta, acompañados solamente por el piano de Leguizmón y la guitarra, pero sin bombo. La interpretación sigue la versión clásica aportada por Chazarreta-Lombardi, pero abagualada por el estilo vocal que caracterizaba al dúo y el carácter de las composiciones de Leguizamón.
En 1973, Los Hermanos Ábalos, en su álbum Los 33 años de Los Hermanos Ábalos, lanzaron una nueva versión de la obra, con idéntica melodía y ritmo que la recopilación de Chazarreta, pero diferente letra, aunque siempre dentro del grupo santiagueño. La versión está ejecutada sobre una base instrumental de piano y guitarra, y eventualmente acompañada de palmas. La primera parte es cantada a dos voces y la segunda es puramente instrumental, titulada «La Triunfadora».
Así la tradición, cuenta que ese triunfo se debió en gran medida a la ejecución, por parte de una banda del ejército, de una zamba, música que enardeció los corazones de los soldados con su acento querido y los incitó a luchar y a vencer.
Por la tierra querida
demos la vida
para triunfar
para eterna memoria
Zamba de Vargas siempre será.
Esta es una breve evocación del trascendente combate y su repercusión a través de la famosa Zamba de Vargas en el folklore argentino.
Raúl Chuliver
Guitarrista, profesor de Música y Danzas Folklóricas Argentinas, Premio Santa Clara de Asís 2015
Buenos Aires, República Argentina
Artículo de Rodolfo Schweizer especial para el diario El Ancasti (2016).
Apuntes para la historia del movimiento tradicionalista argentino, de Carlos Vega (1982).
Selección Folklórica Codex, 1965, revista nº 1, página 31.