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Resumen:
Durante el siglo xix, las fiestas de Moros y Cristianos empezaron una nueva fase inspirada en el movimiento romántico existente en España como consecuencia del comienzo del régimen liberal, la vuelta de exiliados políticos, la existencia de una «maurofilia» entre los eruditos del país, tomando un gran interés lo moro y los distintos acontecimientos políticos, históricos y culturales donde la guerra de África fue un episodio que animó a numerosas localidades a añadir a sus fiestas patronales una representación de Moros y Cristianos.
Palabras clave: Romanticismo, Granada, orientalismo, Moros y Cristianos, representación.
Abstract:
Throughout the xix century, Moors and Christian festivals entered a new phase inspired by Spanish Romanticism which originated from the new liberal regime, political exiles return, scholars’ renewed interest in Moorish culture and heritage together with the latest political, historic and cultural events wherein the Spanish-Moroccan War was an occurrence that favoured the inclusion of Moors and Christian representations in countless communities’ patron saint festivals.
Keywords: traveller, Romanticism, Grenada, orientalism, Moors and Christians, representation.
I. Introducción
Durante los reinados de Fernando VI y Carlos III resurgió y se fomentó un orientalismo español moderno opuesto o diferente al existente durante el Medievo y el Renacimiento (Manzanares, 1972). Con Fernando VI se produjeron las primeras excavaciones arqueológicas en la Alhambra, mientras que con Carlos III la corte se llenó de sacerdotes maronitas libaneses con el fin de ser traductores de cuantos documentos existían. Se publica entre 1760 y 1770 Bibliotheca Árabico-Hispana Escurialensis, escrito por Miguel Casiri. José Antonio Conde es considerado como figura clave del orientalismo, estando, debido a su afrancesamiento, en pleno contacto con Silvestre de Sacy, padre del orientalismo moderno europeo.
El presente artículo pretende como objetivo indagar en el nuevo cambio producido en la mentalidad europea y española hacia «el moro» y «lo moro» durante el siglo xix, conocer la evolución de la fiesta valorando los distintos aspectos históricos que influyeron en esta, así como la importancia que tuvieron Granada y su reino durante el Romanticismo.
II. Granada y el viajero romántico
Granada, con el Romanticismo, fue uno de los escenarios más sugestivos para la imaginación romántica: un lugar de tertulias literarias, culturales y artísticas donde se buscaba la recuperación de lo perdido. Basta acercarse a las visiones orientales de Ingres y Delacroix, o de los españoles Fortuny, Rosales o Villaamil, para apreciar la dimensión plástica que los relatos de los viajeros románticos confieren a la ciudad más islamizada de Europa (Viñes, 1995: 68). Y es que, a partir de los años treinta del siglo xix, gobiernos de distintos países se preocuparon tanto que mandaron a Granada literatos, pintores, arquitectos y músicos para estudiar y reproducir, entre quienes destacaron Mikailoff, Sorokin, Owen Jones, el barón Shack, el sabio Hübner o Glinka (Castro, 1871: 321). Por el año 1829 se asienta en el sur peninsular, cautivado por el exotismo y la riqueza de la civilización árabe en España, el viajero y escritor Washington Irving. Tres años antes, durante su estancia en París, se interesó por la obra de Ginés Pérez de Hita Historia de las guerras civiles de Granada[1]. Washington Irving escribió Historia de la conquista de Granada y, tres años más tarde, Cuentos de la Alhambra.
A partir de los últimos años del reino de Fernando VII, y con el inicio de la etapa isabelina, regresaron emigrantes ayudando notablemente a liberalizar el ambiente. Es así como vuelve a Granada el escritor, dramaturgo y político Martínez de la Rosa, quien contribuyó poderosamente a asentar lo oriental en la literatura española. Este granadino, durante su exilio al Peñón de la Gomera, leyó también el libro de Ginés Pérez de Hita, inspirándole para su tragedia Morayma.
A mediados del siglo xix empieza a existir una cierta preocupación por la conservación y el mantenimiento del patrimonio árabe granadino, iniciándose en 1844 la primera fase de reconstrucción de los edificios de la Alhambra. A nivel universitario comienza también a existir una visión favorable de «lo moro», surgiendo una oposición entre «la vieja escuela historiográfica» y «la escuela moderna».
Un episodio histórico que influyó notablemente en la visión del «moro» fue la guerra de África de 1859-1860, la cual, a su vez, fomentó la creación de numerosas fiestas de Moros y Cristianos. Tres libros hay que destacar de esta campaña y guerra:
— Historia de la guerra de África, escrito por Rafael del Castillo en 1859.
— Diario de un testigo de la guerra de África, de Pedro Antonio Alarcón, en 1859.
— La campaña de Marruecos. Memorias de un médico militar, de Nicasio Landa, en 1860.
La guerra de África supondrá un estímulo, a su vez, para los estudios de árabe[2].
Con la victoria en Castillejo y la ocupación de Tetuán no solo se empezó a festejar el hecho en sí. Se organizaron grandes desfiles y surgieron incluso barrios, como es el ejemplo del barrio de Tetuán en el norte de Madrid. Pero, además, surgen numerosas obras teatrales, entre las que destacamos: La toma de Tetuán, original de Antonio Enrique de Zafra, y Un soldado voluntario, la toma de Tetuán, de Juan Landa. Hubo representaciones en Madrid, Barcelona, La Habana y Valencia, entre otras ciudades. En Granada, por ejemplo, los ambientes literarios se ven igualmente impelidos a celebrar la victoria en la guerra de África con la organización de actos populares. Se crean asociaciones como la Sociedad Histórica y Filológica de Amigos del Oriente, por Fernández y González en 1860, o la Sociedad Unión Hispano-Mauritánica, donde surgieron la revista La Estrella de Occidente y un boletín. Se otorgan premios a estudios como a Fernández y González sobre los mudéjares en 1866 y son traducidos textos como Historia de Al Ándalus de Ibn Idari por Fernández González, entre otros. En 1873 se crean los congresos de orientalistas. En esta fecha, la escuela hispana de estudios árabes estaba asentada en dos focos principales: Madrid y Granada.
Por entonces, Andalucía y, especialmente, Andalucía oriental, o lo que podríamos definir como el antiguo reino de Granada, vivía un trasfondo de convulsión social y, fundamentalmente, económico. Las perturbaciones que acompañaron al Sexenio Revolucionario, en particular durante su fase federal, impulsaron a una emigración que no solo huía del hambre, sino también de una inseguridad ocasionada por una triple contienda: carlista, cubana y cantonal (Vilar, 1975).
Parecía que se inauguraba una nueva época de paz, concordia, apertura y aceptación de las diferencias religiosas y culturales a nivel global, pero, tras 1893, el mundo se desgarró sufriendo terribles conflictos durante un siglo: el colonialismo, las guerras mundiales, el choque entre países comunistas y capitalistas (VV. AA., 2005: 347). A final de siglo, en España existía ya una gran crisis moral y de Estado (crisis del 98) que repercutió positivamente en los movimientos nacionalistas surgidos en los años noventa. Al otro lado del Atlántico, la influencia hispanoárabe es observada por aquellos viajeros europeos que visitaban todos los Andes, especialmente en Lima (Perú), lo cual nos verifica la importancia que tuvieron los moriscos que se marcharon en busca de una nueva vida emprendiendo una aventura que dejaron plasmada en costumbres, artesonados o arquitectura, siendo esta comparada con la hallada en el sur peninsular o países como Turquía (Martínez Pozo, 2015: 181).
III. Las fiestas de Moros y Cristianos y la repercusión del movimiento romántico
Dos acontecimientos de gran importancia, la Revolución francesa[3] y la guerra de África, hacen recordar un episodio que marcó un antes y un después en la sociedad española: la (re)conquista y una fiesta de gran repercusión social durante varios siglos: las fiestas de Moros y Cristianos. Desde el clero y, por lo tanto, desde la Iglesia:
... durante el siglo xviii las prácticas religiosas populares fueron desaprobadas por los obispos y por la Inquisición. La Iglesia del siglo xix comprendió que las creencias primitivas tenían profundas raíces de las que se podía sacar partido (Sánchez, 2008: 343).
La mayoría de las representaciones se conservaban en copias manuscritas estragadísimas, pues es sabida la suerte que corrían en nuestro Siglo de Oro las comedias: solo se imprimían las que habían sido representadas con algún éxito en las grandes capitales o las de autores de fama y, al correr manuscritas, unas se perdieron. Otras, las que se conservaron, llegaron a estragarse tanto en el transcurso del tiempo en las distintas copias que fue preciso rehacerlas cuando con el Romanticismo se dio un gran auge a lo popular, adoptándose fragmentos de comedias o relaciones en verso, de tal modo que en la mayoría de los casos sería dificilísimo reconstruir el primitivo original (Muñoz, 1996). Pero la fiesta perduraba en poblaciones rurales y en algunas ciudades como la granadina[4].
En cuanto a documentación o testimonios de la primera mitad del siglo xix, nos encontramos con que el diario de Granada El Publicista, en 1813, en el «Año II del admirable restablecimiento de nuestra libertad política», informa sobre la celebración el día 2 de enero, en Granada capital, de la obra teatral El triunfo del Ave María, y el 3 de El Tuzaní de las Alpujarras» (Brisset, 1988: 133-134). Por otro lado, en 1825, en Paterna, un vecino de Laujar, voluntario realista, eleva una denuncia al capitán general de Granada con motivo de unos incidentes acaecidos en la población, donde se realizaba una comedia (Brisset, 1988). En 1828, el escritor y viajero W. Irving, en una carta enviada al editor de The Knickerbocker, describe las fiestas más importantes de la ciudad, así como las de localidades que celebraban fiestas de Moros y Cristianos (González, 2014: 128-129). El granadino Martínez de la Rosa, tras su regreso a su ciudad natal, también tuvo un gran impacto, al igual que Irving, en la visión de las fiestas de Moros y Cristianos de Granada, que venían a vivificar en una serie de dramaturgia popular el enfrentamiento islámico-cristiano (González, 2014: 148) y, especialmente, de la representación del Triunfo del Ave María.
A principios del siglo xix, dentro de la comarca de Baza, Benamaurel y Zújar mantenían la costumbre de la subida al cerro Jabalcón como habían hecho desde hacía siglos. Ya por entonces, sus representaciones primitivas habían caído en desuso (Martínez, 2008) demostrándose, a través de un testimonio publicado en 1851 por el viajero Francisco de Paula Mellado en su libro Recuerdos de un viaje por España, la trascendencia que tenía esta festividad en Zújar, siendo además nombrada a nivel nacional[5].
En la comarca de Huéscar se hace referencia, en 1822, a la localidad de Orce cuando el jefe político de Granada se dirigió al Gobierno constitucional donde, al hablar de esta población, sí nos especifica la fiesta, pero no nombra ninguna representación (Martínez, 2016).
A principios de la segunda mitad del siglo xix, debido a los acontecimientos anteriormente descritos en todo el reino de Granada, empieza un nuevo proceso de búsqueda y de recuperación de esta festividad gracias a intelectuales locales. En Granada capital, la representación del Triunfo del Ave María había decaído por el año 1842, encargándole al granadino José María Díaz hacer un nuevo texto bajo el nombre de La conquista de Granada, el cual no triunfó, volviendo a la primitiva nuevamente (González, 2003: 48). A finales de siglo, el dramaturgo y periodista Francisco de Paula Valladar quiso dignificar y recuperar la obra, pues para él ya se había quedado en un esqueleto sin sentido ni fundamento más allá de lo tradicional, donde se representaba por representar, siendo un mero acto que aburría y que no era entendido. Su apuesta estuvo encaminada a la mejora de la escenografía, decoración y puesta en escena. Tales fueron los cambios que se produjeron en la obra que, por el año 1900, tuvo una dimensión inesperada, teniendo que hacer varias funciones debido a la gran afluencia de público y expectación no solo de granadinos, sino de visitantes que venían expresamente a verla, como es el caso del cordobés Rodolfo Gil (González, 2014)[6].
Introduciéndonos en las localidades del antiguo reino de Granada, se independizan en la segunda mitad del siglo xix en la comarca de Baza, Benamaurel y Zújar, realizando cada uno sus fiestas dentro de su jurisdicción, pero manteniendo como nexo de unión la devoción a Nuestra Señora de la Cabeza y el auto sacramental Cautiverio y rescate de Nuestra Señora de la Cabeza, considerado como las fiestas de Moros y Cristianos de mayor contenido literario de cuantas se celebran en España (Muñoz, 1972). Por otra parte, son citadas por el periódico granadino El Defensor de Granada el día 12 de febrero de 1884 (n.º 121) las fiestas de Moros y Cristianos en honor a san Sebastián de la localidad de Cúllar Baza (Martínez, 2008: 137)[7].
En el caso de Cogollos de Guadix, podemos vincular ya más concretamente el origen de la fiesta o la adopción de la fiesta de Moros y Cristianos con la epidemia de cólera que sobrevino en el verano de 1885, construyéndose una ermita adaptando el texto que se escenificaba tanto en Zújar como en Benamaurel, en la que formaban parte de la comitiva el maestro, el cura y el médico del pueblo. Al año siguiente, es decir, en 1886, ya se recoge en el diario El Defensor de Granada (Fernández, 2012: 185-186).
En la Alpujarra granadina es de destacar el escrito realizado por Pedro Antonio de Alarcón en su viaje por la Alpujarra en marzo de 1872, donde cita las funciones de Moros y Cristianos de Mecina Tedel, Jorairátar y Válor (Alarcón, 1980: 176-241). En el caso de Válor, documentadas desde 1694, se dice que fueron reformadas por un maestro de escuela local en 1907, siendo original (según el manuscrito conservado) de Martin Sgheroff y Avi, aunque actualmente es representado el existente en la Biblioteca Nacional, atribuido a la escritora granadina Enriqueta Lozano.
En cuanto a la costa tropical, según J. Aguilera Triguero, el autor de la representación de Molvízar fue posiblemente un maestro nacional que vino de la Puebla de Don Fadrique, llamado Félix Pascual, y que su primera representación sería sobre 1890 (VV. AA., 2012: 231-246). También se tiene constancia en Vélez de Benaudalla de la creación de las guerrillas en las pedrizas del castillo a finales del siglo xix o principios del siglo xx (López, 2012: 225).
En el valle del Almanzora y la sierra de los Filabres (provincia de Almería), las relaciones de Moros y Cristianos se han representado de manera ininterrumpida, salvo excepciones puntuales (Castellón, 2012: 121). También son festejadas en otras poblaciones de Almería, como Carboneras, donde fueron arraigándose durante el siglo xix, y el 20 de junio de 1890 aparece el primer testimonio escrito en el diario La Crónica Meridional que se publicaba en Almería capital, cuyo texto primitivo pudo haber sido llevado a Carboneras perteneciente a Orce (Granada) traído por un vecino de Villajoiosa de Alicante (Martínez, 2016: 35-36). Es de mencionar el caso de Benínar (Almería), donde los textos son encargados a Enriqueta Lozano de Vílchez, poetisa y dramaturga prolífica, para que, partiendo de los viejos y ya casi olvidados textos, reescribiera unas nuevas relaciones de Moros y Cristianos posteriormente a la guerra de África (Ruiz, Maldonado y Bailón, 2011: 63).
No tenemos datos que avalen el origen de las fiestas de Moros y Cristianos en los pueblos de Jaén, si bien puede verificarse que ya se realizaban a finales del siglo xix de acuerdo con los estudios realizados. El texto de la embajada de Campillo de Arenas, según Fernández Hervás, fue copiado de un manuscrito en prosa en el año 1887 (González, 2012: 287-310). Si atendemos al traje civil de gala de principios del siglo xix, el cual es utilizado en las fiesta de Moros y Cristianos de Carchelejo y de Campillo de Arenas, al igual que en las de Jaca, en el Alto Aragón o en las de Biar, siendo adornados sus sombreros con flores[8], podríamos verificar que sus representaciones tomaron auge posteriormente a la Revolución francesa en la época isabelina (Martínez, 2015: 194-195).
En Benamahoma (Cádiz), lugar fronterizo entre el reino nazarí y la corona de Castilla por donde numerosos viajeros románticos pasaron (entre los que destaco a Richard Ford, Rochford Scott o lady Louise Tenison), también celebran las fiestas de Moros y Cristianos. Aunque se desconocen sus orígenes, sí que para estas tuvo importancia la guerra de África, e incluso pudieron nacer a partir de ella, pues las primeras referencias escritas corresponden «a una serie de autorizaciones administrativas en el que se recogen el trámite por el que la Autoridad Gubernativa (gobernador civil) otorgaba, denegaba o ponía reparos a la autorización de actividades relacionadas con diversiones públicas o espectáculos. Esta documentación se conserva en el Archivo Provincial de Cádiz» (Serrano, 2012).
IV. Conclusiones
A lo largo del siglo xix se recuperan muchas de las representaciones de Moros y Cristianos en localidades del antiguo reino de Granada que, tras la prohibición durante el reinado de Carlos III, habían quedado en el olvido o en el recuerdo de sus habitantes. Solo pocas habían seguido festejándose a lo largo del siglo xix y algunas habían sido creadas o recuperadas posteriormente a la Revolución francesa (episodio que también marcó un sentimiento patriótico nacionalista en un momento de auténtico desmoronamiento y crisis) o la guerra de África. A ello hay que añadir la visión del moro y del pasado musulmán a lo largo del siglo xix, donde el arabismo y la «maurofilia» trajeron consigo el amor a lo popular y a las tradiciones caballerescas cristianas que estaban recogidas plenamente en estas fiestas, por lo que era necesaria una revisión de los textos. A finales del siglo xix son, en su mayoría, nombradas en prensa o bien reflejadas por escritores, y comienzan a aparecer nombres de maestros (no eclesiásticos) que influirán notablemente en el surgimiento de representaciones de Moros y Cristianos de diferentes poblaciones (Martínez, 2013: 91).
Como hemos visto, en la ciudad granadina la representación El triunfo del Ave María seguía teniendo aceptación entre el público aunque pasó un período de declive a mediados del siglo xix, recuperándose gracias al periodista, novelista y escritor Francisco de Paula Valladar. Las fiestas patronales de Moros y Cristianos en los pueblos rurales del reino de Granada tenían una gran importancia acompañando al santo patrón o patrona con sus soldadescas, las cuales se dividían en dos bandos, moro y cristiano, vistiéndose el primero «a la turca» y realizando, en su honor, una representación y unas guerrillas donde la pólvora tenía una gran importancia, siendo descargada con trabucos que eran portados. Las soldadescas se posicionaban en hileras, junto a los oficiales o insignias y abanderados, conservando el privilegio de desfilar delante de su patrón o patrona acompañados por un escuadrón de tambores que marcaría su movimiento y su paso. De esta manera se unía en perfecta armonía la parte civil de la fiesta (con las soldadescas o actuales desfiles) con la parte religiosa o procesional (Martínez, 2015).
En la zona valenciana surgen las comparsas que darían un nuevo aire a la fiesta, tomando gran auge y comenzando a editarse programas en la década de 1880, cuando empiezan a ampliarse el número de comparsas, de días festivos, y la música se convierte en parte de la fiesta. Pero esto ya sería parte de un nuevo artículo.
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NOTAS
[1] Podemos considerar esta obra como uno de los libros que más han repercutido en las imaginaciones prerrománticas de los europeos desde el siglo xvii idealizándose la figura del moro granadino. «El libro de Pérez de Hita deleitó a los neoclásicos españoles y el romanticismo descubrió en él nuevos valores poéticos», en CARRASCO URGOITI, M.: El moro de Granada en la literatura del siglo xv al xix. Universidad de Granada. Granada, 1996, p. 68.
[2]«Al calor del espíritu patriótico el Gobierno envió a Marruecos (R. O. de 30 de octubre de 1859) a Emilio Lafuente Alcántara con la misión de localizar cuantos documentos relativos a la historia patria y a sus largos siglos de convivencia con los musulmanes pudieran hallar allí», en LÓPEZ GARCÍA, B.: «Arabismo y orientalismo en España: radiografía y diagnóstico de un gremio escaso y apartadizo», en MORALES ELZCANO, V.: «Africanismo y orientalismo en España», en Revista Awraq, pp. 35-69.
[3] En los archivos municipales de la villa de Petrel (Alicante), se ha hallado un texto reglamentario en fecha del 12 de mayo de 1822 que empieza de este modo: «Capítulos informados por los Señores del Ayuntamiento Constitucional de esta villa de Petrel para hazer guardar el buen orden en la festividad que debe celebrarse en día 14 del corriente de Soldadesca de Moros y Cristianos en conmemoración del 2 de mayo de 1808 en que empezaron a resplandecer las libertades españolas». Algunos días antes, el 11 de abril, la villa había pedido permiso para celebrar esa soldadesca. La petición precisaba que en ella se representaría el primer día «el yugo y opresión en España en manos de los franceses, en el segundo la Campaña y completa restauración de la misma». Cit. en NAVARRO VILLAPLANA, H.: «La antigüedad de la fiesta de Moros y Cristianos en Petrer y su incidencia social», en Actas del II Congreso Nacional de las Fiestas de Moros y Cristianos. Imprenta Gráficas Cambra. Onteniente, 1986, p. 238.
[4] A modo de ejemplo, existen testimonios de simulacros en Llerena (Badajoz) en 1807 con motivo de la exaltación de Godoy a la dignidad de grande almirante de España e Indias y protector del comercio marítimo, así como en Manresa (Barcelona), por la publicación y el juramento de la constitución política de la monarquía española. Cit. en ALENDA Y MIRA, J.: Relaciones de solemnidades y fiestas públicas de España. Tomo II. Rivadeneyra. Madrid, 1903, p. 176.
[5] «En el ensayo Histórico sobre la antigüedad, honores y privilegios de la ciudad de Baza y pueblos de su abadía de Juan Bautista Cossola, publicado en Guadix en la imprenta de Pedro Flores, año de 1855, al referirse a las ermitas y mencionar la de Santa María de la Cabeza en Jabalcón dice: … es famosa por las renombradas fiestas que se hacen a la imagen en el domingo último del mes de abril en que se ejecutan vistosos simulacros guerreros entre Moros y Cristianos que dan por resultado el Cautiverio y Rescate de Aquella», en ARREDONDO ARREDONDO, F.: Fiestas de Zújar en honor a Nuestra Señora de la Cabeza. La representación de Moros y Cristianos. Excmo. Ayuntamiento de Zújar. Baza, 2007. Cit. en MARTÍNEZ POZO, M. Á.: Descubre el origen. Fiestas de Moros y Cristianos de la comarca de Baza. Imprenta Cervantes. Baza, 2008, p. 112. Recientemente ha sido hallado en el fondo de un baúl en una casa de Zújar, con fecha de 24 de abril de 1799, el manuscrito más antiguo sobre el auto sacramental Cautiverio y rescate de Nuestra Señora la Virgen de la Cabeza, drama místico al que hace mención de su representación Francisco Paula de Mellado en su libro.
[6] Dado que Granada es una ciudad esencialmente pequeño-burguesa, y dadas asimismo las circunstancias antifesteras posteriores a la guerra civil, que llevaron tanto a la prohibición del carnaval como a la ideologización y ceremonialización de la fiesta de la Toma, acabó por perderse El Triunfo del Ave María como representación popular. Sus últimos momentos de gloria tuvieron lugar en la época republicana (González, 2003: 49).
[7] El manuscrito de la representación de «Moros y Cristianos en honor a Ntra. Sra. Santa María de la Cabeza de Cúllar-Baza» data del año 1898, siendo una adaptación del primitivo de la población vecina de Benamaurel. Véase MARTÍNEZ POZO, M. Á.: Descubre el origen…, pp. 131-137.
[8] En el Seminario Pintoresco Español de 1839 se documenta sobre Biar lo siguiente: «La de cristianos usa del trage de día, llevando por toda distinción un ramo de flores en el sombrero; el alférez y sargento visten casaca y sombrero de tres picos, distinguiéndose por vistosas bandas de seda, y el capitán adorna con un magnífico trage á la antigua española». Las flores podrían imitar las plumas del gorro militar de los capitanes generales de principios del siglo xix. En Guipúzcoa, los alardes de Irún, Fuentebarrabía y Antzuola, su general también utiliza este mismo traje, pero con bicorno, al igual que las poblaciones de Sax, Caudete y Yecla.