Si desea contactar con la Revista de Foklore puede hacerlo desde la sección de contacto de la Fundación Joaquín Díaz >
INTRODUCCION: LOS MATERIALES
Barro, fuego y bronce son los tres elementos básicos que, desde hace siglos, la mano del hombre logra conjuntar, uniendo sus esencias individuales, en un producto único: la campana.
Para llegar a ella habrá de realizarse un largo y complicado proceso, al que nos referiremos más tarde, pues ahora parece necesario un breve análisis de cada uno de los materiales que participan en el mismo.
-El barro se obtiene de la arcilla que será el elemento fundamental en la elaboración de los moldes de fundición. Está formada por la sedimentación del detrito más suave procedente de la desintegración de otras rocas y su peso específico oscila entre los 2 y 2,3 gr. por centímetro cúbico. Esta tiene un alto grado de plasticidad y mezclada con agua se transforma en una masa moldeable que al secarse se contrae y se endurece.
-El fuego será en los hornos el elemento de fusión de los metales que conformarán la futura campana. Estos hornos han sufrido con el tiempo una modernización que no implica la desvirtuación del proceso sino únicamente la aceleración de éste.
Hasta hace unos años se emplearon hornos de "reverbero". Estos eran hornos de combustión en base a leña de roble o encina (preferentemente esta última) que necesitaban alrededor de doce horas para tener lista la colada. En ellos la llama se dirigía hacia el techo o bóveda que reverberaba enviando un elevado porcentaje de calor a las sustancias reactivas.
Hoy en día se utilizan los hornos de "inducción" a base de fuel-oil, que poseen dos ventajas fundamentales: la rapidez de fusión y la posibilidad de sistemas de regulación muy exactos, con la obtención de temperaturas controladas dentro de unas oscilaciones mínimas.
-Por último el bronce. Es éste un término genérico con el que se indica un grupo de aleaciones metálicas que contienen cobre y estaño en proporciones variables según el uso al que se destinan. En lo que se refiere a la aleación de las campanas, el denominado específicamente "bronce campana", no ha sufrido modificación alguna (salvo las propias de la picaresca o de la piedad que invitaban a introducir elementos extraños) desde los primeros tiempos, adoptándose el porcentaje fijo del 78 % de cobre y el 22 % de estaño.
Todos los bronces son altamente fusibles y duros. (Su punto de fusión está en torno a los 900º).
Históricamente el bronce fue muy empleado por las civilizaciones clásicas y orientales y ya desde el 2000 a.C. se conocen unas técnicas que pueden ser consideradas como perfectas. En la Edad Media esta técnica lejos de perderse se aplicará de forma creciente a la construcción de objetos sagrados. En el Renacimiento a la perfección técnica de la fundición se unirá la alta calidad artística y será uno de los materiales más empleados en la estatuaria monumental.
A partir del siglo XIX se producirá la industrialización del bronce, sustituyéndose en parte las viejas técnicas con nuevos procedimientos de galvanización, manteniéndose las anteriores únicamente en sectores de producción tradicional como la fundición de campanas.
LA CAMPANA
Puede ser definida como un instrumento sonoro de percusión constituido por un cuerpo cóncavo en forma de copa invertida, que vibra por la acción de un badajo o martillo.
Su fabricación es obra de artesanos altamente especializados y no todo lo que tiene forma de campana puede ser definido como tal.
Sirva como ejemplo la pequeña anécdota que los hermanos Quintana me comentaban al respecto. Durante el gobierno del general Franco y por iniciativa del mismo, los ingenieros de los astilleros de Bazán hicieron suya la empresa de fabricar una gran campana que ni su preparación técnica ni sus innumerables cálculos pudieron hacer lo suficientemente sonora ni resistente. Su padre, Manuel Quintana, sería el último y eficiente recurso en tal empeño. Estos hechos, narrados con orgullo por sus hijos, vienen a demostrar que existen actividades humanas en las que la técnica ha de inclinarse ante la experiencia de un simple artesano.
La campana surge como tal en el proceso denominado "fundición", que por extensión ha pasado a dar nombre al lugar en el cual se fabrica y al que nos referiremos más tarde al hablar de la Fundición Quintana.
Primeramente apuntaremos algunos aspectos históricos, sin dejar de reconocer la parquedad y la parcialidad de los datos, pues se refieren exclusivamente a Europa y además no he podido llegar a las fuentes originales en las que se basan las notas que yo he recogido. Hecha la advertencia, puede establecerse una íntima relación de la campana con la Iglesia, en la que juega un papel importante dentro de todas sus celebraciones. Sin embargo parece ser que ya anteriormente, en la Roma pagana, existían pequeñas campanas que servían para anunciar acontecimientos tan diversos como la apertura de los baños públicos, los eclipses, las fiestas, etc.; y que coexistirían con otros medios acústicos como las trompetas, matracas, tablas o simples láminas de metal que se golpeaban con un martillo.
En principio se fundieron en hierro, pero pronto pasaron a ser de bronce y enriquecidas con elementos decorativos.
La campana con forma más o menos semejante a la actual aparece a partir del siglo VI y no sólo en las iglesias sino también en los edificios civiles y su finalidad era anunciar al pueblo las celebraciones religiosas o municipales.
En los templos cristianos su introducción se debe para unos a San Paulino de Nola, muerto en el 430, creencia ésta que se ve reforzada por el hecho de que en los primeros tiempos se llamaron "nolanas", y así en Campania se denominaba "Nolae" a las campanillas y "Campanae" a las demás campanas. Pero todo esto se asienta más en el campo de las hipótesis que en el de las certidumbres, al igual que la pretensión de otro sector de atribuir su introducción al Papa Sabiniano, personaje a caballo de los siglos V y VI.
Sea como fuere el hecho es que se encuentra en Francia en el siglo VII, en Inglaterra se adoptan en el 960 y en Suiza en el 1002. En la que respecta a Oriente parece ser que no se empieza a usarlas hasta el 871. En España se conserva en la catedral de León una campana del siglo VIII y existe otra del siglo IX en el Museo Arqueológico de Córdoba. Por el tamaño de la primera de éstas, 100 Kgs., grande para aquella época, puede deducirse la existencia de otras anteriores de menor tamaño hoy desaparecidas.
Las dedicatorias impresas empiezan a aparecer a partir del siglo XII y hacen referencia a aspectos como la fecha de fundición, el papado correspondiente, los donantes, las efemérides, etc.
Ya en el siglo XVI existen una serie de disposiciones de los Concilios referentes a la utilización de las campanas. Así en el de Toulouse se prohíbe su uso en las iglesias sin previa bendición del obispo, y en los de Bourges (1584), Aix (1585) y Toulouse (1590) se prohíbe utilizar campanas benditas para otros fines que los religiosos, si bien más tarde el obispo podía consentirlo para fines profanos en caso de necesidad.
En general hasta el siglo XVIII y en bastantes casos hasta casi nuestros días, las campanas fueron obra de artesanos especializados, monjes o laicos, que viajaban de ciudad en ciudad en busca de encargos y se transmitían el arte de fundir de padres a hijos, constante que aún sigue manteniéndose en esta actividad.
Las campanas pueden tener los más diversos tamaños, y como curiosidad puede citarse que en la actualidad la mayor del mundo es la del Kremlin de Moscú, la famosa "Zar Kolikoi", fundida en 1733 y que pasa de los 160.000 kilogramos, tiene un diámetro de 6,38 m. y una altura de 6,1 m. En España destaca la de la catedral de Toledo, refundida en 1753, con un peso de 17.800 Kgs.
Fuera del contexto religioso propiamente dicho, la tradición popular ha dado origen a múltiples creencias y supersticiones en torno a las campanas, aspecto éste que puede constatarse con algunos ejemplos más claramente perceptibles en el ámbito rural.
Así hasta hace poco tiempo, en algunos lugares, la caza simbólica de brujas se desarrollaba al son de las campanas, supervivencia quizás de la antigua creencia pagana de expulsar los espíritus del mal por medio de panderetas y otros objetos musicales. Hoy todavía, en algunas comunidades campesinas, se considera que el sonido de la campana es útil para alejar el nublado, dependiendo su efectividad de la habilidad del campanero. También la diferencia de sonidos da origen a curiosas costumbres como la indicación del sexo de los recién nacidos.
Para terminar con estos ejemplos sólo resta recalcar que desde el campanario, las campanas han servido para algo más que la simple invitación religiosa y en este sentido yo mismo puedo recordar otras funciones como la de invocadora de la solidaridad en los momentos de incendio y de ordenadora del ritmo de la vida rural, indicando las horas de abrevar al ganado y otras actividades propias del campo.
Hoy la campana ha perdido parte de ese encanto tradicional, pero aún su sonido vibrante es capaz de insinuarnos el misterio de lo pasado.
LA FUNDICION QUINTANA
"El golpe del badajo despierta en el bronce todo un haz de sonidos: un verdadero bouquet de notas. Una sola campana es ya toda una armonía. El fundidor debe componer la partitura, es a él a quien corresponde realizar la armonización del timbre de la campana. Toda una ciencia."
Estas palabras citadas de los hijos de G. Paccard, fundición francesa entre las más importantes de Europa, sirven para introducirnos en el proceso de fabricación, recalcando nuevamente la importancia del trabajo y su protagonista: el fundidor.
La historia de la Fundición Quintana se remonta al siglo pasado y desde entonces, como es proverbial, su tradición ha ido pasando, siempre por línea paterna, de padres a hijos. Fundidores de esta familia pueden constatarse con certeza en torno a 1870, sin que esto coarte la posibilidad de extender las fechas a una época anterior. Por aquel entonces el centro de su actividad se situaba en el pueblo santanderino de Arnuero, desde el cual se desplazarían a realizar sus encargos de modo ambulante.
Creo que es este el momento propicio para extendernos un poco sobre estos primitivos artesanos, su trabajo y forma de vida que nos son esclarecidos por la peyorativa crítica que de ellos hacen las primeras fundiciones estables, más parece por el intento de deshacerse de una competencia incómoda que por el hecho de que en verdad los ambulantes tuviesen todos los defectos que se les imputan.
Un claro exponente de esta terminología es el folleto publicitario editado a principios de siglo, en Magdeburgo, por la fábrica palentina de Moisés Díez, de cuya calidad de producción sólo puede hablarse en términos elogiosos, pero que tras cantar las excelencias de su fundición arremete contra los ambulantes en los siguientes términos: "Puede apreciarse la enorme diferencia que existe entre este gran centro industrial y los talleres improvisados por los fundidores ambulantes, errantes como bohemios, completamente insolventes y técnicamente irresponsables, desprovistos de aquellos elementos precisos para asegurar un éxito constante, y evitar un fracaso de caro y difícil remedio; gente sencilla, animada de buena fe para el trabajo honrado, pero que en la mayor parte de los casos, estas buenas condiciones no dan otro resultado que un fracaso en la fundición, debido a sus escasos conocimientos, y como era natural, el que sufría más directamente las consecuencias de la fundición perdida, era el párroco que le confió el encargo, por caridad más que por convencimiento." Los ataques y acusaciones continúan menudeando a lo largo de todo el folleto, pero una lanza en favor de los denostados ambulantes es la calidad de sus viejas campanas que hoy día puede seguirse apreciando en múltiples ocasiones.
Estas gentes se desplazaban de un lugar a otro en busca de demanda y allí donde la encontraban construían el horno y procedían a elaborar la campana. Uno de ellos fue Manuel Quintana, que en uno de estos viajes llegó a la provincia de Palencia, concretamente a Villota del Páramo, donde por causa de la Guerra Civil quedó aislado de su origen santanderino, debido a la división de las zonas.
Tras la guerra, las posibilidades que para su oficio ofrecía este nuevo entorno y la formalización de una nueva situación familiar, le hicieron afincarse definitivamente en la zona con un pequeño traslado de 10 Kms. a Saldaña, donde en 1952 funda un taller en el extrarradio. La buena calidad de las arcillas de su definitiva ubicación pudo tener alguna influencia, pero parece más probable que el traslado fuese motivado por las ventajas de este pueblo como cabecera de una amplia comarca, ton mayores posibilidades de relación y con sus mercados semanales.
Por último, hace unos pocos años, sus herederos trasplantaron la fundición a una moderna nave industrial, donde el proceso de fabricación de las campanas sigue manteniéndose inalterable, pero que a la vez ha diversificado su producción hacia otros sectores afines como los relojes públicos, los carillones y las sonerías eléctricas, en un intento de mantener unos márgenes de beneficios, pues la no modernización ha sido una de las causas de la quiebra de otras industrias de este tipo.
En lo que se refiere a la fundición de campanas, Quintana es actualmente la más importante y prácticamente la última representante de esta artesanía en España.
Su importancia internacional es destacada y sus productos compiten en el mundo con los de afamadas fundiciones europeas, entre las que resaltan las campanas del fundidor inglés Taylor y las del alemán Hevéy (considerado el Stradivarius de la campana), además de las del ya citado fundidor Paccard.
Estas fundiciones extranjeras presentan una excelente calidad musical con un timbre más vibrante ya que suelen añadir en la colada una pequeña proporción de níquel.
PROCESO DE FUNDICION DE LA CAMPANA
a) El taller.
Su distribución es fija y obedece a un plan racional en función de facilitar todo el proceso que va a realizarse, evitando los traslados largos de una a otra de las diferentes zonas del procesado. Este seguirá siempre una misma trayectoria, así en primer lugar se situará la plataforma de moldeo en la que se realizarán los moldes de barro. De ésta se pasa al foso de fundición, situado siempre frente al horno de colada. Próximo al foso se encuentra un espacio libre donde se realizarán la salida, el desbarbado, el embalaje y por último la carga.
En el taller, además de los hermanos Maruja y Manuel que realizan las funciones de dirección, trabajan tres personas más, de cuyo buen hacer depende gran parte del éxito del producto. Su experiencia de años les permite realizar con gran destreza operaciones que, bajo su aparente sencillez, encierran grandes dificultades para el no iniciado.
b) El moldeo.
Es la primera fase de fabricación de la campana, y ya desde este primer momento intervendrá en el proceso un objeto aparentemente sencillo e intrascendente: la terraja. Es un instrumento realizado sobre una lámina de metal o tabla en uno de cuyos bordes se recorta el perfil de la campana, y que al girar sobre un eje situado en el centro geométrico del molde va transmitiéndole dicho perfil.
Mucho se ha hablado de los misterios, próximos a la alquimia, que el fundidor empleaba para dar el sonido y la consistencia a sus campanas; pues bien, el único y gran secreto es esta terraja que a partir del diámetro de la campana y mediante leyes fijas de progresión geométrica, es capaz de infundirla sus atributos esenciales.
Es en definitiva esta terraja el útil más importante dentro de la fabricación de la campana y saber adecuarla en cada caso es el secreto patrimonial de estas familias de fundidores.
Siguiendo con el moldeo, durante éste se procederá a elaborar los moldes de fundición. Estos moldes son fabricados con tierra especial minuciosamente preparada.
En la Fundición Quintana se utiliza una tierra arenoso-arcillosa procedente de Vega de Doña Olimpia, a 12 Kms. de Saldaña. Deberá ser siempre tierra virgen y se emplean dos tipos diferentes: una tierra más clara y refractaria denominada "de contacto" por quedar durante la colada en contacto directo con el metal fundido, y una segunda más oscura o barro "de relleno" para el resto del molde.
Todo este molde se asienta en un pequeño aparejo de base llamado "muela" y consta de tres partes diferenciadas: "macho", "camisa" y "capa".
-El macho: recibe también el nombre de "noyau" (noyo) y es la parte que antes de la colada representa exactamente el interior de la campana. Su núcleo está formado por ladrillos dispuestos circularmente, guiados siempre por la terraja, cercados con alambre para darles mayor consistencia y recubiertos con arcilla, entre la que se disponen mechones de estopa para evitar que se agriete durante su secado o "estufado".
-La camisa o "falsa campana" se aplica directamente sobre el macho previamente afinado e impregnado de ceniza líquida para evitar que se adhiera a ella, y se elabora con barro de relleno que adquiere la forma precisa mediante el empleo de la terraja.
Posteriormente y una vez que está bien seca se tornea con la misma terraja con una mezcla fundida de sebo (de vaca) y resina que da forma a los cordones y evita que todo ello se agarre a la capa.
La camisa representa la futura campana, ocupa provisionalmente su espacio y como tal tendrá sus mismas dimensiones y su mismo espesor.
Sobre esta superficie se colocarán las inscripciones, ornamentos, fecha de fundición y el sello con la marca del fundidor, todo ello realizado provisionalmente en cera y en relieve que dejará su impronta en hueco en la última parte del molde.
-La capa: es la parte exterior del molde que va a recubrir la camisa. Está formada también por tierra que es aplicada en capas sucesivas. La primera capa o "calderada" se realiza con una arcilla muy fina cuidadosamente escogida y se aplica hecha papilla mediante un pincel sobre el sebo y demás ornamentos de cera dando cinco o seis manos y dejando que se seque a temperatura ambiente. Todo esto debe hacerse con gran minuciosidad, pues de ello depende la limpieza superficial de la futura campana.
Después se continuará la fabricación del resto de la capa con una arcilla más espesa, mezclada con estopa o cáñamo que la darán consistencia y una mayor solidez.
Con esta última estructura el molde queda terminado y pasa a la fase de "recocido" o "estufado", nombres que recibe el secado mediante combustión de leña, en el transcurso de la cual desaparece la cera, quedando todo ello, hasta las huellas más imperceptibles, grabado en la capa. (En las campanas antiguas pueden apreciarse incluso las huellas de las manos del moldeador.)
c) El desembestido.
Ahora sí, todos los moldes, fruto del trabajo de muchos días son bajados al foso de fundición mediante un sistema de poleas, comenzando esta nueva fase en la que se procede al relleno y atacado del interior del macho, que durante el proceso de moldeo ha servido de cámara de combustión de la leña empleada en su estufado.
En la parte superior y dentro del molde se coloca la anilla, de la que colgará el badajo, dejando al descubierto la cabeza y que el bronce agarrará al entrar fundido.
Sobre la capa se encajan por último las distintas piezas del molde del asa, que son prefabricadas con resinas sintéticas y sílice lavada y seca. Esta última estructura será durante la colada la boca de entrada del metal fundido dentro del molde.
Una vez hecho todo esto, mediante útiles adecuados y un polipasto se eleva la capa en la que ahora podrán leerse en negativo las inscripciones antes adosadas a la camisa. Esta es arrancada del macho dejando su espacio libre para la colada posterior .
Antes de volver a bajar la capa, el macho será lijado y pintado con un producto a base de zirconio (antiguamente se empleaban cenizas del propio horno de fundición), también se recuece la tierra humedecida de la coronilla y se procede a descender la capa suavemente, hasta que encaje perfectamente con las muescas previamente señaladas.
d) El tapiado.
Una vez listos se procede a enterrar los moldes, justo hasta su cima, con tierra que debe ser convenientemente apisonada mediante herramientas específicas para este fin. Tapiar es un proceso meticuloso, pues de la consistencia del relleno dependerá que los moldes puedan resistir la presión del metal una vez dentro de ellos. Como remate, se construirá con ladrillos y tierra la "mazarota", que es un depósito situado sobre la boca de cada molde y funciona a modo de embudo, facilitando la entrada del metal.
e) La fusión del metal.
Ha llegado el momento del horno y el metal. El bronce campana, de fabricación española, ha de ser encargado expresamente a Vizcaya, de donde llega en lingotes especiales para esta Fundición. Este bronce consta, como ya dijimos, de una aleación invariable de un 22 % de estaño, importado en este caso de Madagascar y el Zaire principalmente, y un 78 % de cobre de explotación nacional. Es frecuente que en ciertos casos se utilice el bronce procedente de viejas campanas rotas que vuelven de este modo a ser fundidas.
El bronce calculado para llenar los moldes es introducido en el horno y se procede a su fusión, durante la cual habrán de realizarse dos importantes operaciones: a) La primera es "preparar la colada". Durante la fundición se producen gases que deben ser eliminados con desgasificantes, para ello se utilizan briquetas de cobre fosforoso que hacen borbotear la colada y expulsan esos gases, que de no ser eliminados provocarían una serie de poros que inutilizarían la campana. b) La otra operación es el "desescoriado", debido a que en la superficie del bronce fundido al contacto con el aire se producen unos óxidos denominados merma de fundición que son eliminados mediante una espumadera apropiada. (Como curiosidad, hay que mencionar que en los antiguos hornos de reverbero de tiro forzado no se producía esta merma.)
f) La colada.
Después de todo lo anterior, una vez listo el bronce en el horno, se procede a colar, es decir, a verterlo en los moldes. Hoy en día el vertido se realiza individualmente, molde a molde, a diferencia de las antiguas fundiciones en las que se disponían comunicando todos los moldes unos canales por los que la colada se deslizaba y se repartía -in rivulos ignitos- como rezaba el ritual; pero, pese a su belleza, este procedimiento contaba con una serie de desafortunados inconvenientes.
La colada a través de la mazarota comienza a penetrar en el molde haciendo que el bronce ocupe en todo su espesor el espacio de la falsa campana.
Es éste el momento cumbre de la fundición -grandioso y casi trágico-, lo definen los hermanos Paccard, el instante en que la masa informe de bronce adquiere por primera vez, y quién sabe si por siglos, la forma de campana.
Pero el trabajo aún no ha terminado, tras la colada la campana recién fundida pasará en el molde unos días de reposo dentro del foso, hasta que el metal se haya enfriado completamente. Pasados estos días se procede a sacar la tierra que formaba el tapiado y se comienza a desembestir todos los moldes, es decir, a romper la capa que cubría la campana dejándola libre al exterior. En este momento será extraída del foso y colocada en la zona donde se iniciará la última fase de su elaboración: el "desbarbado", durante el cual se limpia eliminando las posibles rebabas y pulimentando la pieza por medio de cepillos (de alambre), tela y pasta de pulir .
Tras estos retoques la campana está terminada. Ahora podrán apreciarse claramente las inscripciones que anteriormente se habían adosado a la camisa y que como ya vimos incluían el año de fundición y el sello de la casa Quintana además de las que el cliente haya podido encargar para caso concreto.
- El trazado de las campanas fundidas por Ouintana es preferentemente el denominado "campana esquilón" del tipo "A". Este trazado y a juicio de esta fundición es el más lógico y racional por su forma más esbelta y su sonido grave sin llegar a la estridencia metálica de las campanas demasiado gruesas. Su perfil consta de las siguientes partes: "coronilla", "vuelta de hombros", "vaso", "planta" y "diente". Existen las campanas denominadas "romanas" con trazados "B" y "C" de forma menos esbelta que la campana "esquilón". Es más ancha en "vuelta de hombros" y corta en las siguientes partes. Campana exclusiva de la zona castellano-leonesa.
Entre la producción de esta fundición destacan las campanas de los monasterios de Poblet y Guadalupe, siendo la mayor de todas la del Monasterio de Sobrado, en la provincia de La Coruña, fundida en 1958, con un peso de 3.500 Kgs. y que por sus condiciones el sonido alcanza un radio de 30 Kms.
-En cuanto a la tonalidad, las campanas permiten obtener con precisión cualquier nota musical prevista de antemano, partiendo para cada caso de una estructura determinada en función de leyes invariables.
Es preciso tener en cuenta que una vez fundida, la campana no admite modificaciones en su sonido y si no da la nota deseada no resta otro recurso de afinación que volver a fundirla. (Se han dado casos en que mediante un rebajado a torno de su borde se ha pretendido adecuar la tonalidad no lograda durante la fundición, pero con ello la campana se ve mutilada respecto al trazado original con el que la concibió el fundidor.)
Su musicalidad alcanza cotas insospechadas en el caso de los carillones.
Son éstos una serie de 25 hasta 75 campanas armonizadas, que combinando sus sonidos pueden producir una infinita variedad de melodías. Una serie menor entre 5 y 25 campanas es lo que se denomina un "juego".
Uno de estos carillones es el instalado por Quintana en la Basílica de la Encina de Ponferrada (León).
-El trabajo toca a su fin y sólo queda acoplar los accesorios para su posterior instalación.
El primero es el badajo o lengua, a veces sustituido por un martillo eléctrico. Su función es hacer sonar la campana mediante percusión. Está fabricado en hierro dulce, material que la experiencia ha demostrado como el más adecuado para este fin.
Al ser colgado de la anilla interior ha de tenerse en cuenta que debe golpear la campana en un punto determinado, en la interferencia del vaso con la planta, lugar donde por su espesor ésta es más resistente. En el caso del martillo, éste la golpeará desde fuera, pero también en el equivalente exterior de dicho punto.
Otro accesorio es el yugo o montura de la campana, que tiene, además de la función de sujeción de ésta a su emplazamiento, la de soportar un contrapeso que facilite el volteo u otros movimientos previstos. Actualmente se fabrican en hierro, y sólo en casos en los que estéticamente es aconsejable se acoplan los viejos yugos del tipo de "melena".
Los demás accesorios como cojinetes, rueda de sonería, etc., dependerán del tipo de instalación de cada caso particular .
Tras el embalado la campana partirá a su punto de destino, frecuentemente fuera de nuestras fronteras, hacia los países de Asia, Africa y sobre todo los de América. En todos los casos el principal cliente es la Iglesia, a la que en España se suman los diversos organismos oficiales y algunos particulares. Toda la producción se realiza bajo previo encargo, y los precios son muy aleatorios en función del tamaño y las particularidades de cada campana. Como ejemplo, una campana de 200 Kgs. costaría en España unas 350.000 pesetas, y unas 480.000 pesetas en el extranjero puesta en destino.
Hoy los hermanos Quintana intentan mantener esta demanda con medios como la publicidad o las exposiciones, amén de la oferta de unos productos de calidad, pero ambos saben que el futuro de la Fundición Quintana está en los hijos de Manuel y confían que con ellos no se pierda la tradición de toda una vida y de todo un arte: la fundición de campanas.
BIBLIOGRAFIA
Moisés DIEZ: Fábrica de relojes. Fundición de campanas. Magdeburgo,1909.
Les fits de G. Paccard. Une fonderie de ctoches. Annecy-le-Vieux, 1950.
M. QUINTANA: Fundición de campanas. Palencia, 1974.
Comentarios: Maruja y Manuel QUINTANA.