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Entre los repertorios de canto colectivo en la tradición montañesa, es harto conocido —incluso donde no fue costumbre antes de las mixturas recientes de folklorización— el tema de las marzas, popular género declarado en Cantabria como Bien de Interés Cultural Inmaterial que, a pesar de todo lo que la tradición tiene hoy en contra, subsiste en varias localidades del norte palentino (y en algunas versiones del Cerrato), junto a las muestras burgalesas y las más olvidadas sorianas, leonesas o segovianas. Es uno de los pocos testimonios orales vivos que, aunque sesgado de fuerza, aparece adoptado o adaptado a algunas agrupaciones más o menos organizadas que quieren conservar en cierta manera ese testimonio ya estético que antes era más natural y popular por más necesario que otra cosa. Peor suerte han corrido otras ancestrales manifestaciones musicales, como las del canto de tonadas, el mayo o del romance[1], ligadas al ciclo vital o laboral, navideño o festivo y a los momentos de entretenimiento. De estos cantos de la comunidad, de coro de mozas principalmente, se han venido recogiendo en los últimos años las canciones referentes al ciclo de la Semana Santa, los cantos narrativos de cada día de esta semana y los propios de la procesión del Encuentro de Pascua donde, ocasionalmente, se entona todavía en algunas localidades el domingo de Pascua de Resurrección. Este día, uno de los más importantes de la liturgia católica, se celebraba una solemne procesión —alegre y diferente a las de los días anteriores— en la que se interpretaba la pascua: un canto específico, creado y remozado en cada pueblo, aunque en nuestra comarca referenciada son muy similares las versiones reunidas. Las mujeres que acompañaban esta procesión acudían con una Virgen Dolorosa —la talla del Rosario cubierta de manto negro—, que salía por un lado de la iglesia mientras los hombres tomaban la dirección opuesta con el Resucitado, propiciando el santo encuentro en un punto determinado. En ese momento se descubría de la toca de luto a la Virgen y se dejaba vista otra de color, que previamente se había ocultado debajo, retirada por las mayordomas o que se colocaba en ese momento. A medida que se recorrían determinados lugares del trayecto, se volteaban las campanas, se entonaban coplas alusivas al rito, a la justicia, al señor cura y se daban las gracias a los presentes. La comitiva acababa recogida nuevamente en la parroquia, con el Cristo resucitado precediendo la marcha y su Madre que le seguía detrás.
Otro de los cantos colectivos que oímos en esta área norte es la Enhorabuena de la boda, con la que los hombres, las mujeres y amigas de la novia o el mocerío en general (según localidades) agasajaban a los novios la víspera del enlace en el que relataban deberes, derechos y obligaciones que irían a contraer con el sacramento. Alguna vez todavía en las tierras de Cervera los jóvenes novios son obsequiados con dicha tonada. Junto a ella se mantienen en un par de localidades y en ámbitos familiares el Romance de los reyes y en sus diferentes versiones locales, dos básicamente: una que refiere la hagiografía apócrifa de los Magos y está más extendida, y otra, curiosamente de tipo doloroso, que reúne pasajes de la pasión de Cristo con versiones romancísticas de La Virgen anuncia al Niño su Pasión y Gloria o El discípulo amado. También ambas formas literarias tienen diferentes maneras de interpretarse, pues, mientras que la primera se entona tras una separación del grupo de cantores (los mozos, en este caso, a diferencia de los anteriores repertorios, dispuestos en dos colectivos que se responden alternativamente al canto cada dieciséis sílabas, lo que viene a ser el verso o dos hemistiquios de romance), en la segunda, el grupo acompañante que recoge también las viandas ofrecidas corea al unísono un estribillo con la letra de «¡Los reyes son!» cada ocho versos, siendo un solista el que acomete todo el texto.
El canto en grupo que nos ocupa ahora es el denominado del Ramo de Navidad o de la Misa de Gallo de Nochebuena. Antaño presente en buena parte de la zona de Fuentes Carrionas, Valle Estrecho y posiblemente en La Pernía, hoy solamente se sigue haciendo y cantando en Velilla del Río Carrión, según la costumbre antigua y local, y recientemente se ha restaurado también en Guardo siguiendo modelos netamente leoneses, pues los textos originales guardenses, que los hubo de haber, hace décadas que se perdieron. En nuestra provincia, aunque aparece vinculado a ámbitos norteños, se han conocido hasta hace algunas décadas en algunas localidades de La Valdavia o la vega saldañesa, como en Pisón de Castrejón, Carbonera, Villosilla de la Vega o Villasila de Valdavia, tanto dentro de usos litúrgicos de la pasión como realizados con motivo de agradecimiento, por gracias recibidas o de carácter petitorio, al margen de los ramos de presentación navideños.
Grosso modo, los ramos cantados y de ofrecimiento se conservan asimismo en buena parte de nuestra geografía nacional vinculados a ámbitos norteños. Pero, como testimonios viejos que son, aparecen aún muy extendidos, salpicados y abundantes en la geografía, no limitándose al occidente castellano-leonés o a la Ruta de La Plata, por la que nunca se cansan algunos autores de tanto ir y venir, sino por otras múltiples rutas nacionales, al margen de las cañadas galianas y trashumantes que, si bien marcaron desarrollo en muchas costumbres, no fijaron la exclusividad de las mismas ni sirvieron de mero trasvase o transferencia exclusiva de identidades de un lugar a otro. Por encuadrarlos en un foco costumbrista de ámbito mayor o menor, pero siempre teniendo en cuenta que, además de centrarse en tiempos de adviento o en diferentes festividades a lo largo del año (bodas, fiestas locales, ánimas o ramos votivos o de rogación), se ofrecían de norte a sur en toda la península, aunque pasada la raya (de Madrid hacia abajo, se entiende), la costumbre se diluye. Ahí están los conocidos ramos asturianos, gallegos y cántabros, los de tierras leonesas y los zamoranos que llegaban hasta la Tierra de Campos, los que hubo en la Churrería de Valladolid, los de Soria, Burgos, los de la sierra de Segovia y Madrid, los de Guadalajara, Ávila, Toledo, Cáceres, etc. Hasta en los agridulces pináculos valencianos —los pomells—, que, a hombros sobre parihuelas o hincados en un hastial, pasean los mozos en ferias y romerías ofrecidos a personalidades o devociones marianas, se advierte un algo de la estética arcaica al margen de las modas dieciochescas que imperan en muchas formas valencianas de la tradición.
En nuestro caso, son estos ramos del norte de Palencia ceñidos, según los testimonios orales, al área más occidental de la Montaña, Fuentes Carrionas principalmente. La costumbre perduró en las localidades hasta los años inmediatos después de la guerra, y hasta 1940-1950 que se cantaron por última vez en San Martín de los Herreros, Alba de los Cardaños, Triollo, La Lastra, Vidrieros, Camporredondo y Lores, ya en La Pernía, aunque en algunos casos como este de Lores se ofrecía el ramo de rosquillas el día de las Candelas sin acompañamiento alguno de cántico.
El desarrollo de todos ellos es parejo: unas mozas, mayordomas de la Virgen en sus diferentes advocaciones (del Carmen, de la Purísima o del Rosario, generalmente), son las encargadas de conformar un ramo natural o de estructura simple de madera de mayor o menor tamaño, adornado de flores, velas, rosquillas y otros dulces, que se presentará en la misa de gallo y, o bien quedará ofrecido, gastándose las velas para alumbrar todo el año la imagen, o se subastará y lo recaudado se destinará a los mismos menesteres y al mantenimiento de la mayordomía anual (gasto de flores, reparaciones varias, velas, pago de la fiesta, etc.). No son muy extensos los ramos conocidos, a excepción de varios de ellos y que tampoco igualan en longitud a los cercanos leoneses y cántabros, pues la costumbre, a medida que desaparecería, iba perdiendo estrofas y sones.
El primer ramo que conocimos de viva voz fue el procedente de San Martín de los Herreros, la pequeña localidad del llamado Valle Estrecho (formado juntamente con Rebanal de las Llantas), cantado en una primera visita realizada el 8 de agosto de 1993 a María García, de 72 años, y Prudencia Redondo, de 68 años. Posteriormente, volvimos a recoger el mismo tema, sin variar, el 3 de agosto de 1997. El ramo de San Martín, que estaba endulzado con rosquillas y caramelos, se cantó por última vez hacia el año 1952-1953. Este se armaba con una rama de tejo, la copa generalmente, que, junto a una vela, se ofrecía en la misa de gallo y se colocaba junto al nacimiento. El gasto de subir a por el tejo y la vela se había sufragado con las dádivas recibidas de los vecinos durante el tiempo de Pascua, ya que las mayordomas de la Virgen del Rosario, cargadas con un capazo, habían ido de puerta en puerta recogiendo las limosnas de los vecinos, bien en dinero, bien en especie (así fuera trigo, cebada, centeno o una almueza de nueces). El día de la presentación del ramo, las dos mayordomas del Rosario de ese año se hacían acompañar de dos mozas que reforzaban el canto de la copla, mientras realizaban la oferta, llevando una el ramo y otra una vela que depositaban junto al nacimiento representado en uno de los altares y que quedaba alumbrando toda la Pascua. El ramo se adornaba con cintas de vivos colores, rosquillas, caramelos, mandarinas y flores de papel que embellecían la elegante presencia que ya de por sí tenía el tejo y que animaría sin duda a los feligreses o forasteros para comprar unas papeletas y poder optar así a quedarse con él, ya que el día de Reyes se rifaba. A la voz de «¡Un ramo en rifa!», pregonada por las calles, se vendían las papeletas a dos reales o una peseta y se ponía en ellas el nombre del participante. Todas las participaciones se metían en la boina de un hombre junto a algunas papeletas más en las que se leía la leyenda «Un ramo en rifa». El día del sorteo se iban leyendo los nombres uno a uno hasta que saliera el boleto con esta última papeleta señalada. El nombre que había salido inmediatamente delante de este boleto era el que se llevaba el premio. Lo que se había sacado de la subasta quedaba para la iglesia y su mantenimiento a cargo de estas mayordomas. Las cuatro mujeres cantaban a la puerta de la iglesia:
Estamos en este atrio, esperando al mayordomo
que nos venga a abrir las puertas para ver ese tesoro.
(Seguidamente, abría las puertas el señor cura).
Las puertas ya están abiertas, entremos con cortesía
de rodillas por el suelo a ver la Virgen María.
Apártense los señores, dejen pasar la doncella
con el ramo que traemos a ver la Sagrada Reina.
Levántese la doncella con el ramo que traemos
a presentarle en el trono a la reina de los cielos.
Ya te traemos, María, lo que te hemos ofrecido,
la vela y el ramillete y el corazón para el Niño.
Cercano a San Martín, cantaban en La Lastra, en Fuentes Carrionas, otro ramo en las mismas celebraciones. La atención de Etelvina Carracedo, estupenda panderetera, cantora y bailadora del lugar, nos regaló a sus 72 años una extensa versión textual y melódica diferenciada de la anterior (grabada el 28 de agosto de 1994 en su casa de La Lastra, y nuevamente reunida el 22 de agosto de 1997) con otro ramillete de tonadas y textos que conservaba en su cuaderno de moza y que eran propios de estos oficios de adviento y de la Semana Santa.
Vamos a misa de gallo los pastores y zagales,
a ver al recién nacido, que está entre dos animales.
En este portal estamos, en este santo portal,
esperando al señor cura, la licencia nos dará.
Estas puertas son de pino, las cerraduras de plata,
la licencia nos dará para entrar en vuestra casa.
La licencia ya tenemos, doncellas vamos entrando
por esta sagrada iglesia, con este florido ramo.
Con licencia del señor cura que celebra en esta iglesia,
venimos a visitar a la Sagrada Princesa.
Tomemos agua bendita que nos sirva de escalera
para subir a los cielo a ver la Sagrada Reina.
Tomemos agua bendita de esta fuente que hay al lado,
invoquemos al Mesías que ha venido a salvarnos.
Apártense los señores y la demás compañía,
dejen pasar las doncellas con el ramo de María.
Nosotras, pobres doncellas, de rodillas por el suelo,
venimos a traerte el ramo a la Reina de los Cielos.
Ya llegamos al altar donde todo el bien se encierra,
donde está el sol y la luna, donde está la luna llena.
Levántate, mayordoma, con el ramo que traemos,
y preséntale en el trono de la Reina de los Cielos.
Levántate, mayordoma, con el ramo y corazón,
y pónselo en el trono a la Pura Concención.
Ya te traemos, María, lo que te hemos ofrecido:
las velas y el ramillete y el corazón para el Niño.
Las velas no son muy grandes, ni tampoco muy pequeñas,
que está la cera muy cara y son pobres las doncellas.
Cuatro manzanas traemos en este florido ramo,
las dos para el señor cura que dice misa de gallo,
las otras dos pa nosotras que le hemos adornado.
Está el Niño desnudito entre la escarcha y el hielo,
quién pudiera, Niño hermoso, vestirte de terciopelo.
–¿Quién es ese niño hermoso que está vestido de verde?
–Es el Hijo de María, que ha nacido en un pesebre.
–¿Quién es ese Niño hermoso que está vestido de blanco?
–Es el Hijo de María y del Espíritu Santo.
–¿Quién es ese Niño hermoso que está vestido de azul?
–Es el Hijo de María que ha de morir en la cruz.
Nuevamente, eran cuatro las mujeres encargadas de preparar la celebración que se recuerda como olvidada a finales de los años cincuenta. Etelvina lo cantó por última vez cuando tenía 32 años y dejó de hacerse poco tiempo después. En este caso, eran las cuatro mayordomas de la localidad (dos mayordomas de la Virgen del Rosario y las otras dos de la Purísima —las únicas devociones marianas que se procesionaban en sus días, mayo y octubre—) las que preparaban un ramo utilizando para ello el soporte un candelabro —de los que iluminan muchos altares— en forma de medialuna, de bronce, orlado de atauriques metálicos que sujetaban las cinco velas ofrecidas.
A la puerta de la iglesia esperaba todo el pueblo la llegada de las mayordomas. El ramo lo llevaba la de más edad o la que llevase más tiempo en el cargo, mientras otras dos llevaban unas velas para dar luz a la estampa. Ocasionalmente, se nombraba una presidenta que podía llevar el ramo también, cantando las restantes. Tras pedir la licencia al señor cura, se entraba con el ramo ya prendido y, mientras se deshilaban las estrofas, se iban acercando al altar donde previamente se había adornado un portalillo —el pabellón— con unas sábanas y flores donde se colocaba a la Virgen de la Concepción y al Niño Jesús, que se dejaba a un lado. A llegar a la pila de agua bendita, se santiguaban y se arrodillaban posteriormente, y cantaban así las letras propias. Luego se iniciaba la misa y se cantaban los villancicos.
Etelvina, agraciada en la voz, lo cantó desde el mismo año que entró a formar parte de la congregación de las Hijas de María, desde los dieciséis años hasta los veinticuatro o veinticinco. Después de ella, se cantó poco o nada: «Ya poco, porque había poca gente aquí, ya no eran cantadoras ellas, ya no. Y no eso solo, ya como fue la guerra, la gente estaba cobarde, ya se dejó, no había sacerdote, cuando la guerra se fue». Al parecer, el ramo dejó de cantarse durante la guerra civil en la mayor parte de los pueblos. Después de la guerra, vino un sacerdote que retomó la costumbre.
Del mismo modo que en San Martín, estas mayordomas tenían por costumbre pedir el día de la fiesta de cada Virgen, el día 8 de septiembre y el primer domingo de octubre, para el Rosario, aunque también solían hacerlo el día de San Antonio. Las dos mayordomas salían por el pueblo a «pedir el centeno», recogiendo lo que con buena voluntad los vecinos aportaban, volcando lo poco que recogían en un celemín y en un costal de lana que llevaban para este menester. Recuerdan que apenas se sacaba una fanega de centeno (dos cuartas, en torno a cuarenta kilos) entre todo el pueblo. Unos daban un cuartillo, dos, o un celemín cuando más. Se subastaba en la iglesia y lo que daban en pago se quedaba para cera del año y para pagar los gastos de esos días, el ramo, los adornos y las velas. Las velas del ramo se dejaban alumbrando en el altar hasta que se consumían.
Poco más arriba de La Lastra se encuentran las pequeñas localidades de Triollo y Vidrieros, donde tal costumbre también se realizó hasta poco tiempo después de la guerra civil. Aunque las referencias están mucho más olvidadas que en La Lastra, las mayordomas llevaban un ramo de flores con dos velas muy adornadas de flores y cintas, similar a otro que al parecer se ofrecía también en las Candelas. La grata memoria de Marina, su marido Fructuoso «Toso» y Federica Plaza, de Triollo, nos regalaron en varias visitas realizadas a partir del 28 de enero de 1994 un sinfín de romances y rondas, tonadas y coplas entre las que se encontraba este ramo que, aunque fragmentario, sirvió de testigo de la costumbre:
Aquí estamos en espera, esperando al mayordomo
que nos venga abrir las puertas para entrar en este trono.
Las puertas ya están abiertas, entremos con cortesía
para subir al altar y ver la Virgen María.
Tomemos agua bendita, que nos sirva de escalera
para subir a los cielos a ver la Sagrada Reina.
[...]
de rodillas por el suelo a ver la Virgen María.
Desde el pueblo contiguo de Vidrieros, al pie de la montaña del Curavacas y cerrando la carretera, Máxima Hidalgo, de 73 años, la recordada voz y panderetera zurda y briosa de Vidrieros, nos cantó en su casa de Cervera de Pisuerga en agosto de 1996 lo que fue un vago recuerdo: un fragmento de un ramo que, por fuerza, no habría de ser muy diferente al de Triollo, al menos por la filial relación que siempre hubo entre ambas localidades. En Vidrieros el ramo se recordaba de acebo, adornado también de rosquillas, cintas y flores de papel rizado de colores que posteriormente se subastaba. Apenas el recuerdo de la última estrofa quedó en la memoria:
Ya te traemos María, lo que te hemos ofrecido:
la cera y el ramillete y el corazón para el Niño.
Siguiendo vertiente abajo por el nacimiento del Carrión, llegamos desde estas anteriores localidades a Alba de los Cardaños. Sería en agosto de 1994 cuando la entrevista realizada a Juana Martínez Pérez, de 73 años, nos presentó otro ramo perfectamente conservado en su «cuaderno de moza». La versión es idéntica a la que años después, en 1997, recogimos a Anunciación Mediavilla, de 70 años, y a su cuñada Felisa Sierra, de 63 años, y que conservaban asimismo en otro cuadernillo manuscrito. El ramo de Alba lo servían las cuatro mayordomas que había: las dos de la Virgen del Rosario y las otras dos de La Inmaculada. Se recuerda que era un ramo redondo de flores de papel rizadas de colores con velas y que se ponía en un candelero con seis u ocho velas, aunque las vecinas cantoras más mayores, en el caso de la señora Juana, indicaron que era un ramo de madera con tres velas. El desarrollo era el siguiente: al tocar las campanas la primera llamada, se acercaban a la puerta de la iglesia que se encontraba cerrada, y, tras el cántico, se abría y pasaban las doncellas. El ramo se colocaba en el nacimiento, a un lado del altar. Del mismo modo que en otras localidades, las mayordomas pedían el día de La Pura (el 8 de septiembre) y el día del Rosario, y solían dar los vecinos una fuente de centeno (más raramente ofrecían dinero) que posteriormente se vendía. Juana recuerda que se escogía a una buena moza para que llevara el ramo mientras las mayordomas cantaban. Posiblemente fueran los años 1946-1947 los últimos en los que realizó la costumbre, pues la señora Juana indicó en el momento de la encuesta que sería «hace unos cuarenta y seis o cuarenta y siete años que dejó de cantarse», y la señora Anunciación lo cantó desde que cumplió dieciséis años hasta los veinte más o menos, esto es de 1943 a 1947.
Aquí, en este patio, estamos esperando al mayordomo
que nos venga a abrir las puertas para ver ese tesoro.
Estas puertas son de pino, las cerraduras de plata,
danos licencia, Señora, para entrar en vuestra casa.
Las puertas ya están abiertas, entremos con cortesía
a ver la Sagrada Reina, a ver la Virgen María.
Al tomar agua bendita que nos sirva de escalera,
para subir a los cielos a ver la Sagrada Reina.
Nosotras, pobres doncellas, de rodillas por el suelo
venimos a vesitar a la Reina de los Cielos.
Apártense los señores y la demás compañía,
dejen pasar la doncella con el ramo de María.
Levántese la doncella a presentar este ramo
que ofrecido le tenemos a la Virgen del Rosario.
Ya te traemos, María, lo que te hemos ofrecido:
las velas y el ramillete y el corazón para el Niño.
Aunque no tenemos noticias de los cánticos de ramos de Los Cardaños o de Otero, sí conservamos la versión de Valcobero y las escuetas noticias de un ramo en Camporredondo de Alba, también realizado en Navidad, como así nos indicó Juana Martínez desde Alba de los Cardaños. Roberto Heras registró en 1990 una versión fragmentaria del ramo de Valcobero, cantado por la señoras Aurora y Micaela, vecinas de Velilla del Río Carrión:
Gracias, Dios, que ya viene este señor sacerdote,
el que la misa nos dice a las doce de la noche.
Admitir, Madre amorosa, en esta casa lucida,
cánticos de unas doncellas que de amor vienen rendidas,
deseosas de encontrarse a su Madre soberana.
Si nos concedéis licencia, doncellas, vamos entrando
por esta sagrada iglesia, con este florido ramo.
Licencia está concedida, nos la concedió la Princesa...
La montaña occidental palentina raya por las localidades de Guardo y Velilla del Río Carrión con la provincia de León, de la que dista escasamente cuatro kilómetros. Velilla es el único lugar palentino que mantiene viva con cierta tradición la interpretación del ramo en Nochebuena. Dos ramos ofrecían en este caso: uno de rosquillas y otro de velas. Allí grabamos en septiembre del 2000 el ramo entonado por la señora Venancia y su marido Pepe, de 74 años de edad:
(Entrada del ramo)
Hoy aquí nos presentamos las jóvenes de Velilla,
a la puerta de la iglesia a recibir a María.
Todas las que aquí venimos con gran poder y alegría
gritemos en altas voces: ¡Vivan José y María!
Sagrada Virgen María, refugio de pecadores,
a visitarte venimos con este ramo de flores.
A la puerta el templo estamos esperando al mayordomo
que nos venga a abrir las puertas para entrar en el tesoro.
Abridnos, Virgen, las puertas hoy noche de Navidad;
las del cielo y también esas para el Niño visitar.
Ya te traemos, María, lo que te hemos ofrecido:
la rosca y el ramillete y el corazón para el Niño.
Estas flores que traemos las venimos a ofrecer
a la sagrada María y a su esposo san José.
Abridnos, Virgen, las puertas hoy noche de Navidad;
las del cielo y también estas para el Niño visitar.
Las puertas ya están abiertas; doncellas, vayan entrando
con ese ramo florido, con ese florido ramo.
Insistimos muchas veces en la variabilidad de estos cantos colectivos, anuales, que muchas veces alteraban estrofas, se improvisaban unas o se sustituían otras si había quien las recreara. De hecho, ofrecemos a continuación el texto velillense, facilitado por Roberto Heras, que se viene cantando de manera continuada en los últimos años:
Hoy aquí nos presentamos los cristianos de Velilla
a las doce de la noche a visitar a María.
Sagrada Virgen María, refugio de pecadores,
a visitarte venimos con este ramo de flores.
Todos los que aquí venimos con gran placer y alegría,
digamos en altas voces: ¡Vivan José y María!
–Lo que conviene ahora es buscar posada con tiempo,
que se acerca por instantes la hora del nacimiento.
–¡Mira qué dos gitanitos!– dice el bruto mesonero.
–¡Aquí no se da posada al que no traiga dinero!
Lloran José y María dando suspiros al cielo,
que ¿dónde hallarán posada para aquel Divino Verbo?
Muy humildes y entre pajas nacer quiere el Redentor;
cúmplase, pues, su palabra, que lo manda el creador.
A la puerta del templo estamos esperando al mayordomo
que nos venga a abrir la puerta para entrar en el tesoro.
Abridnos, Virgen, las puertas hoy noche de Navidad;
las de cielo y también estas para el Niño visitar.
Hoy, noche de Navidad que llamamos Nochebuena,
a anunciar el nacimiento venimos estos cristianos.
Si nos conceden licencia, cristianos, vayan entrando
por esta sagrada iglesia con nuestro florido ramo.
Ya te traemos, María, lo que te hemos ofrecido:
la rosca y el ramillete y el corazón para el niño.
Estas velas que traemos las venimos a ofrecer
a la Virgen del Rosario y al glorioso san José.
Hoy, noche de Navidad por ser la noche mayor,
dio a luz la Virgen María, nació nuestro Redentor.
El sol regaló a la Virgen el manto de luz que lleva,
la luna, por no ser menos, una corona de estrellas.
Buenas noches, señor cura, las santas pascuas le damos,
las tenga usted muy felices y viva usted muchos años.
En compañía de todos los que presentes estamos,
nos diga misa de gallo quiera Dios de hoy en un año.
Un excepcional documento para el conocimiento de la tradición en esta vertiente de la montaña es el libro que en 1940 publicó en Buenos Aires el presbítero Demetrio Ramos, donde recogía en una extensa y documentada obra a la que no le falta detalle las vivencias y recuerdos de su infancia —ahora fundamentales descripciones etnográficas ocurridas a principios del xx, pues el reverendo nació en 1900— en la pequeña localidad montañesa de Velilla del Río Carrión, otrora de Guardo, tierra natal de la familia. Entre muchos documentos y relatos, dedica un capítulo precisamente a la celebración del ramo navideño, con una suculenta descripción y el texto que recordaba haber oído en las primeras décadas del siglo xx. Casualmente, la misma versión aparecería recogida —o por lo menos transcrita— por José de la Fuente Caminals y publicada unos años después de la edición bonaerense, en 1948, en el artículo «Cánticos religiosos. Velilla de Guardo», en R. D. T. P. n.º IV. La tradición debió de perderse en el tiempo de la guerra y aún algunos después —motivo por el que se lamentaba el sacerdote de su pérdida en 1940—, para volver a recuperarse al poco tiempo. Insistimos en que las letras estaban generalmente compuestas para la ocasión, motivo por el cual varía con las otras versiones locales, dependiendo de si las mozas del año habían incluido, arreglado o inventado alguna de las cuartetas festivas. El relato es el siguiente:
El ramo de la Virgen
La iglesia se encuentra adornada como en sus mejores días de gala; los mozos están tocando las campanas «a bolea»; las calles se llenan de gente, todas en la misma dirección y al mismo punto que es la iglesia. El Sr. Cura, vestido con sus mejores hopalandas clericales, está ya en la sacristía rodeado de monaguillos, con sus sotanas encarnadas y sus roquetes blancos, nerviosos e intranquilos como si tuvieran azogue en el cuerpo. El templo ya está de bote en bote y sin embargo aún no ha comenzado la misa y faltan pocos minutos para las doce. ¿Qué es lo que pasa y a quién se espera?... Se espera al Ramo de la Virgen formado por las mozas, lleno de cintas de colores, pañuelos de seda, puntillas y dijes femeninos y sobre todo lleno de rosquillas. Acompañado el ramo por todas las Hijas de María, la más aguerrida de las mozas trae el ramo con garbo y en alto escoltado por todas las mozas del pueblo, con recogimiento monacal y acompañándose de cánticos.
Ya han llegado a la puerta del Templo, pero todavía no entran. Es necesario primero felicitar las pascuas al Sr. Cura, al Sr. Alcalde y a todo el ayuntamiento, que graves y solemnes, con postura consular y mayestática, están ya colocados en los bancos del presbiterio, el primero luciendo el bastón con borlas, emblema de su autoridad y los Concejales, serios y graves con sus capas negras, imponentes y de cuello alto.
Tienen que felicitar también a la Virgen, pidiéndola permiso para depositar a sus plantas aquella ofrenda, demostración palmaria del cariño y del amor que la profesan y todo es con cánticos apropiados, inspiración de aquellas muchachas que con ser pueblereñas pueden dar quince y raya al mejor poeta, como iremos viendo.
El coro de las mozas cantoras con sus frescas lenguas juveniles empieza la tarea. ¡Lástima no poder eternizar aquí en el pentagrama, la tonada con que acompañan sus piadosos cánticos, dulces, cadenciosos, sublimes y sentidos. El silencio del templo es sepulcral y las mozas plantadas en la puerta con el Ramo en medio y entre luces, pero sin entrar todavía, cantan:
Salga, señor cura, salga; abra las puertas del templo
que la Virgen nos espera con mucha alegría y contento.
Te traemos este ramo ¡oh!, Virgen Inmaculada
recíbelo complacida, aunque en sí no valga nada.
El ramo que aquí traemos es prueba de gran cariño
que alegrará a San José y regocijará al Niño.
Recibe, Virgen María, esta ofrenda que traemos
demostración de cariño porque mucho te queremos.
Con permiso, señor cura, entraremos en la iglesia,
con este ramo florido en ese día de fiesta.
Entran las mozas en el templo, llevando el Ramo de la Virgen, hasta llegar al Nacimiento o portal de Belén, mientras siguen cantando:
Venimos a visitarte las mocitas de Velilla,
te traemos como ofrenda un ramo con sus rosquillas.
Recíbelo, Virgen santa, no rechaces nuestra ofrenda
formada de corazones para ti la mejor prenda.
Todas te felicitamos, Virgen pura de Belén,
bendice a todo este pueblo y a sus mocitas también.
Este ramo que traemos lindo y bonito ha quedado,
haz, Señora, que florezca una vez puesto a tu lado.
Este ramo es muy sencillo aunque no tenga valores,
pero en él van incluidos todos nuestros corazones.
Aquí dejamos el ramo recíbelo, Virgen Santa,
y bendice todo ese coro que con entusiasmo canta.
Puede comenzar la misa, la misa de Navidad,
porque el pueblo está esperando lleno de felicidad.
Depositamos el ramo ante ti, Virgen querida
para que nunca te olvides de las moza de Velilla.
El sacerdote sale al Altar con los mejores ornamentos sacerdotales y comienza la Misa del Gallo entre villancicos y ruidos de zambombas pastoriles, por los chicos manejadas y sin cansarse de aquella música sencilla que recuerda a los pastorcitos de Belén tocando sus zampoñas y presentando sus humildes ofrendas al Niño Dios [...]. El árbol de la Virgen allí quedaba en la iglesia y allí permanecía hasta el día dos de febrero, día de la Purificación de Nuestra Señora. Ese día de rifaba el ramo, después de vender las papeletas a todos los vecinos a «perra chica», todo «a perra chica» y al que tocaba podía ponerse de rosquillas hasta hartarse pero también tenía de afilarse la dentadura para poderlas meter el diente. Todo esto ha desaparecido para desgracia de mi pueblo y con ello desapareció el encanto y la poesía» (Brisas de mis montañas leonesas. Pbro. Demetrio Ramos Díez, ed. Buenos Aires, 1940. págs. 158-162).
Fuera de estas áreas occidentales, rastreábamos en vano en las décadas pasadas los ramos de Navidad, tan abundantes del otro lado de los límites geográficos de Cantabria, en las vertientes purriegas y lebaniegas o en el cercano León. Sí recogimos algunos extensos cantos narrativos propios de la misa del gallo y que, como el ramo, se entonaban a la puerta de la iglesia, donde aguardaban las mozas cantoras hasta que el sacerdote autorizaba la entrada en el recinto sagrado utilizando en la espera diferentes pasajes de tipo romancístico referentes a la Sagrada Familia y al acontecimiento celebrado del nacimiento de Cristo. En Lebanza, Eugenia Santos, J. M. Silva y yo mismo recogimos una de estas versiones de la Nochebuena cantada por Modesta Gutiérrez, de 66 años, a la puerta de su casa el 6 de marzo de 1994, con una de esas voces afiladas, antiguas e inigualables y que posiblemente aprendiera de unas compañeras lebaniegas de juventud y enseñara a las mozas de su pueblo:
Buenas noches, señor cura, las buenas noches le damos,
que las tenga muy felices con Jesús en el sagrario.
En el santo templo estamos dispuestos para cantar,
si el Señor nos da licencia ahora vamos a empezar.
Licencia ya la tenemos, que la fuimos a buscar
a casa del señor cura, hoy, noche de Navidad.
Cojamos agua bendita y hagamos la reverencia
al Niño recién nacido y a la soberana Reina
y a la soberana Reina, que Madre del Redentor,
la pedimos nos dé gracia y a los oyentes perdón.
Admitid, Madre amorosa, en vuestra casa lucida,
cánticos de estas doncellas que de amor vienen rendidas;
vienen rendidas buscando al Redentor de la vida.
Deseosos de encontrarle y a su Madre en compañía,
queremos decir que en breve el misterio de este día
que hoy ha nacido en Belén aquel que nos da la vida,
él, clavel más amoroso de aquella pura azucena,
que, sin dejar de ser Virgen, protegió al cielo y la tierra.
Hacia el día diecinueve, según la historia lo expresa,
salieron de Nazaret dejando casa y pobreza.
Se fueron a la ciudad, de la ciudad dio la vuelta,
se vuelve donde su esposa, le dice de esta manera:
–Sabrás, esposa del alma, que posada no se encuentra,
entre amigos y parientes la posada nos la niegan.
Y su esposa le responde: –Descansa y no tengas penas,
por aquí haber un portal por no estar a la inclemencia.
Se pusieron a cenar de aquella vianda y pobreza,
un pocu de pan y pescado que se usaba en la tierra.
Y, después de haber cenado, las gracias a Dios le dieran;
hizo devota oración al divino Padre eterno,
cuando el glorioso Mesías ha salido de su seno;
quedando la Virgen pura, como por la fe creemos,
como el sol en las vidrieras se quedó resplandeciendo.
Aquella humilde Señora, su misma toca partía
para envolver al infante que de oro les merecía,
pues, cómo nació tan pobre siendo el Rey de Universo,
nació entre el buey y la mula que estaban comiendo el pienso.
El buey se lo acobijaba, la mula se lo comía,
estos eran los pañales que el tierno Niño tenía.
Cuando los tres Reyes Magos desde el Oriente salieron,
van guiados de una estrella con permiso de los cielos,
y detrás venía Herodes con sentimientos dañados:
iba persiguiendo al Niño, que quería degollarlo.
La Virgen de que lo supo, y su esposo San José,
a la bestia que llevaba la herraran de al revés.
¡Salga, señor cura, salga y a decir misa de gallo,
con la casulla de seda, que la gente aquí le espera!
Lo cantaban las mozas a la puerta y dentro de la iglesia a medida que iban entrando en el templo. Después, se cantaba:
Los gozos hemos cantado, mas no como merecéis,
de rodillas por el suelo pido que me perdonéis.
De Oriente salen tres Reyes por una estrella guiados,
llegan a Jerusalén por las calles preguntando,
por un hijo que ha nacido Rey de todo lo creado,
y que el Niño Dios adora todo lo tiene en sus manos.
Gloria sea el Padre eterno, Gloria el Hijo soberano
y los siglos de los siglos, gloria al Espíritu Santo.
Por cuantas veces preguntamos en las estribaciones de Cantabria y en las campurrianas por un canto específico de ramo, siempre obtuvimos la negación por respuesta, salvo en Lores, donde nos hablaron del árbol de rosquillas que se sorteaba por la fiesta de las Candelas, aunque sin conservase recuerdo de un texto que acompañara la costumbre. Pero, con sorpresa, en la entrevista realizada el 16 septiembre de 2013 en Cervera a Secundina de la Hera, de 88 años, en lo que sería posiblemente una de las últimas entrevistas a tan entrañable y agradable mujer, nos relató y cantó otro ramo de Lores que, además del de Candelas, acostumbraba a ofrecerse en la misa del gallo en su pueblo natal. Dos ramos se hacían, pues, en Lores: el de las mozas, la víspera de Navidad, y el de las mayordomas para la fiesta de las Candelas, este último subastado, siendo el primero más sencillo que el segundo. El ramo de Candelas se colocaba en un armazón de madera, donde se ensartaban en las varillas seis o siete docenas de rosquillas y se adornaba con unas cuelgas de naranjas. Las papeletas de la rifa se vendían por toda la comarca y el sorteo se realizaba con los nombres de quienes participaban junto a varios papeles donde se habían escrito las palabras «rifa-rifa». Aquel cuyo nombre salía delante de la papeleta así señalada se hacía con el premio.
–Si nos permiten licencia, doncellas, vamos entrando
por esta sagrada iglesia con este florido ramo.
Tomemos agua bendita que nos sirva de escalera
para subir a los cielos a ver la sagrada mesa.
Ya llegamos al altar con grande alegría y gozo
por haber llegado a tiempo a visitar el Niño hermoso.
Todas aquellas doncellas que están en las cercanías
determinan en venir a ver la Virgen María.
Todos aquellos galanes que están en las cercanías
determinan el bajar a ver la Virgen María.
La mula se las comía las pajas donde está envuelto,
el buey se la cobijaba, se sustenta con su aliento.
Estando la Virgen pura como por la fe creemos,
como el sol en las vidrieras se quedó resplandeciendo.
«Esto estábamos en la puerta e íbamos entrando con un ramo de rosquillas, el día de los esos, de Navidad. El ramo era un ramo de rosquillas en un palo así con palitos así y las rosquillas. Esto lo hacíamos las mozas, como hacíamos el ramo de rosquillas el día de las Candelas también, que era igual así con unas naranjas. Esi era otra cosa, porque esi que iban, eran las mayordomas, a atender a la Virgen y se iba por todos los pueblos, por todos los pueblos ya empezábamos por San Justo, lo primero íbamos a Lebanza, a Tremaya. Iban de risa las papeletas, se ponían los novios entonces y se hacían así y se metían y se sacaban y antes de sacar «rifa-rifa» les tocaba el ramo. Se ponían los nombres, al mejor algunos ponían el que eran la novia y el novio y otros ponían lo que les daba la gana poner. Cuando fui yo tocó en Casavegas y con otra hermana tocó en El Campo, y una vez no hubo rifa, lo rifaban y empezaba a leer uno que no veía bien y empezaba: –¡Esti no la come!, ¡esti no la come! ¡esti no la come! y no salió «rifa-rifa». Y metían dos rifas. Y entonces se lo dieron al último que salió y claro aquello no fue válido, a los mozos de Lores, los últimos salieron los mozos de Lores. Metían dos rifas y el que salía antes de la rifa a esi le tocaba».
Este ramo se sorteaba el día 2 de febrero; con el dinero recaudado, un año las mozas de Lores bajaron a Cervera a comprar una arañas para alumbrar la iglesia y que estrenaron el día de Pascua, siendo moza Secundina, nacida a la sazón en 1925.
Aunque hoy internet nos ofrece un mundo de información al alcance de nuestra mano —obviamente, sabiendo qué es lo que buscamos—, indico, sin embargo, algunos libros de consulta sobre el tema:
Alonso Ponga, J. L. Religiosidad navideña en Castilla y León, Junta de Castilla y León, Valladolid, 1986. (Ramos de Navidad, 39-83).
Pedrosa, J. M. Cancionero de las montañas de Liébana (Cantabria), Fundación Centro de Documentación Etnográfica sobre Cantabria, 1999, págs. 131-143.
------ Cánticos navideños del ramo y aguinaldos en Liébana, Arciprestazgo de Liébana, diócesis de Santander, 1997.
Bustamante, E. y Álvarez, P. Cancionero popular de Liébana, tomos I (1992) y II (1996), Torrelavega, ed. de los autores.
Menéndez de la Torre, H. y Quintana Loché, E. Las ofrendas de ramos en Asturias, Museo del Pueblo de Asturias, Gijón, 2005.
Abundantes son también los artículos de esta Revista de Folklore acerca de los ramos y su costumbre: Domínguez Moreno, J. «Ramo del Cristo de los Remedios de Ahigal (Cáceres)», RF n.º 91, págs. 35 y 36, 1988; Fuente Fernández, J. «Ramo de Nochebuena de Siero de la Reina (León)», RF n.º 61, págs. 29-36, 1986; Rodríguez, F. «Ofrenda del Ramo en Noceda del Bierzo», RF n.º 7, págs. 31-33, 1981; Villar, S. «Un ramo de rogación de Castroverde de Campos (Zamora)», RF n.º 90, págs. 197-200, 1988; Alonso Ponga, J. L. «Los ramos de Alcuetas: manifestaciones religiosas en la comarca de los Oteros (León)», RF n.º 11, págs. 27-40, 1981; Santos Nicolás, A. «El son d’arriba y los cantos de los ramos en el valle Naviego de Cangas de Narcea», RF n.º 354, 2011, y Díez, J. L. «Los ramos de Pobladura de la Sierra», RF n.º 391, 2014.
Otras revistas recogen los artículos de Bonifacio Gil, «Las coplas del ramo de Berzocana (Cáceres)», RDTP VII, págs. 152-157, 1951; José Ramón y Fdez. Oxea, «Ramos procesionales y Mayordomos», RDTP XVII, págs. 93-125, 1961; J. Valverde Álvarez, «Ramos procesionales de los valles de Tielas y de Cama y de otros lugares de Galicia», RDTP XX, págs. 104-112, 1964; F. Andrés Velasco, «Fiestas del solsticio en Salduero», Revista de Soria, n.º 18, págs. 42-48, 1997, y Ángel Almazán de Gracia, «Tradiciones sorianas de hace medio siglo», Revista de Soria, n.º 15, págs. 33 y 34, 1996.
[1] Aunque reunamos en extensas obras un corpus ya inimaginable en la actualidad, véase: Porro, C. Romances tradicionales, coplas de cordel y otros cantos narrativos en la montaña palentina, Ed. Archivo de la Tradición Oral de Palencia, 2015.