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1. Las ánimas benditas: ¿culto, devoción, imposición?
La devoción a las ánimas está íntimamente ligada con la existencia del purgatorio, que tomó carta de consideración con la aprobación en la sesión n.º 25 del Concilio de Trento, celebrada los días 3 y 4 de diciembre de 1563, en la que se aprobó que los curas enseñaran y predicaran la existencia del purgatorio, excluyendo en los sermones las cuestiones más sutiles y difíciles, así como las cosas inciertas o falsas[1]. Según la doctrina tridentina, las almas que estuvieran en el purgatorio recibían el principal alivio a través de los sufragios de los fieles, especialmente con la celebración de misas en su recuerdo.
Desde entonces, el culto a las ánimas del purgatorio se extendió como la pólvora por toda la cristiandad. La Iglesia facilitó la creación de cofradías de ánimas, con sede en la parroquia, por lo que van a ser mucho más fácilmente controladas por esta que el resto de hermandades, convirtiéndose, junto a las cofradías del Santísimo Sacramento y Rosario, en el tridente devocional que la iglesia postridentina se encargó de difundir por los cuatro puntos cardinales. Culto a la Virgen, culto al Santísimo y culto a los muertos para hacer frente a la corriente reformadora.
A esta labor de difusión contribuyó de manera muy especial la imprenta con la publicación de obras por parte de tratadistas y moralistas de la época que, usando del legítimo temor humano a las llamas del purgatorio, influyeron en el espíritu de los feligreses, deseosos como estaban de alcanzar la salvación eterna cuanto antes. Una de las obras que más influjo tuvo en la consciencia de los pobres aldeanos fue la de José Boneta y Laplana, Gritos del purgatorio y medios para acallarlos, que vio la luz en 1689. Esta obra, escrita para leerla y oírla a la vez, tenía como uno de los fines principales el aumento de mandas testamentarias de los difuntos para la Iglesia, pues entendía que era lo único que el alma purgante podía pedir a su familia[2].
Casi un siglo más tarde, Joaquín Castellot seguía recordando la necesidad de las misas, limosnas o acciones piadosas por parte de los mortales para salvar las almas en pena, apelando a lo más sentido de cada uno: «Acordaos que vosotros algún día iréis al Purgatorio y si los libráis con la oración, limosna, buenas obras, ellos no serán ingratos, pedirán por vosotros en el Cielo»[3]. Intenta establecer un círculo vicioso en el que los vivos salvan las almas de los que están en el purgatorio con misas y oraciones y, a cambio, estos, una vez salvados de las llamas purificantes, interceden por los mortales desde el cielo. Sin duda alguna, es una buena estrategia para convencernos de la necesidad de aplicar misas por esas ánimas que nos dejaron.
Junto con esta labor propagandística, la Iglesia contó con el arte para difundir de una manera muy gráfica los horrores del infierno y del purgatorio. Los cuadros y retablos de ánimas se multiplicaron por los muros de las iglesias, sabiamente colocados a la entrada para que los vecinos no pudieran mirar para otro lado cuando fueran a la casa de Dios. Todos ellos obedecen a una estructura muy sencilla, divididos en varios estadios horizontales con la representación del infierno-purgatorio-cielo. El infierno es la perdición. Las almas condenadas se representan ingeridas grotescamente por el Leviatán. Para ellas no hay salvación posible, como se recita en el ramo de Abelón: «Si bajaron al infierno, remedio ya no tendrán...». Los ángeles malos, representados generalmente con atributos de cuernos, empujan a los pecadores con sus tridentes a las fauces del monstruo. «Os daréis diente con diente, estaréis sumergidos en la más absoluta desesperación», dice Castellot refiriéndose a las almas que están en el infierno. En un estadio superior aparece el purgatorio: nobles, clérigos y plebeyos, rodeados de llamas, se debaten purgando (de ahí el nombre) sus penas y pecados. Y aquí es donde intervienen los vivos. Con sus misas, rezos y buenas obras, posibilitan la labor salvadora de la Virgen (representada bajo la advocación del Carmen), san Francisco y santo Domingo, las órdenes mendicantes más representadas en estas obras. No obstante, en contra de lo que pensaban los confiados campesinos, el purgatorio era un lugar horrible, limitando con el infierno, y su estancia parece eterna a los que allí terminan. Veamos la tétrica descripción del purgatorio que hace Boneta:
El ayre con pavorosos torbellinos, con furiosos rayos, con malignas pestilencias y contagios. El agua alborotándose en herizadas inundaciones y tormentas. La tierra abriéndose en bocas y embaynando en sus angostos senos a los míseros pacientes hasta que arrojen las entrañas y las recobren para volver a vomitarlas[4].
Es, al fin y al cabo, un lugar miserable, por lo que las almas suplicarán su alivio y la necesidad de mandas que intercedan a su favor, sobre todo misas, para salir cuanto antes de allí.
Los escritos, los sermones, las representaciones del infierno y del purgatorio producen un impacto inmediato sobre el feligrés. Su ansia de salvación le lleva a dejar en sus testamentos un número determinado de misas (que dependerá de su situación económica) aplicadas por su alma a la mayor prontitud posible. De los testamentarios o albaceas va a depender el grado de cumplimiento de esas mandas. Y no solamente misas: las almas se beneficiarán de bienes materiales legados por los testadores. Joaquín Vaquero (Palazuelo de Sayago) dejó a su mujer, mientras esta viviera, los bienes que había dentro de la casa, la labranza sembrada y una cortina junto al domicilio familiar, «y después que ella muriese, mando que se rente para misas por las ánimas del purgatorio»[5]. En otros casos los pleitos surgieron al hacer herederas a las ánimas de bienes muebles. Estas mandas, en muchas ocasiones, originaron conflictos entre los herederos, por un lado, y los colectores de ánimas y los curas párrocos por otro. Defendían los primeros su ilegalidad y, tanto los colectores como los curas, el cumplimiento inmediato de lo que hubiera mandado el difunto. Como el que tuvo lugar en 1718 entre los herederos de Domingo Alonso y el cura y el mayordomo de la cofradía de Ánimas de Bermillo de Sayago porque no dejaban a sus herederos disfrutar de un prado, un herreñal y una cortina que el difunto tenía en el pueblo, alegando que antes de hacer testamento había expresado públicamente su intención de que fueran a parar a dicha cofradía[6]. Sin duda alguna, la Iglesia participaba, de una u otra manera, en el pastel de la herencia, no solo a través de lo recibido por las misas, sino también de distintos bienes que pasaban a engrosar el patrimonio de las devociones de ánimas.
De esta manera, las cofradías de ánimas llegaron a convertirse en los siglos xvii y xviii en una de las hermandades con mayor capacidad económica en el mundo rural, gestionada bien en contratos de arriendo de las tierras que recibían como legado de los devotos o a través de la consignación de censos redimibles a favor de los vecinos. Como los otorgados por la cofradía de Ánimas de Villadepera, en 1695, uno a favor de Roque Pascual (121 reales) y el otro a Antonio Jorge (100 reales), para lo cual se vieron en la obligación de hipotecar casas, tierras y cortinas[7].
2. El Ramo de Abelón
Abelón es un pequeño pueblo de la comarca de Sayago (Zamora) perteneciente al ayuntamiento de Moral. La devoción a las ánimas en este pueblo se constata, en forma de cofradía, desde mediados del siglo xvii, perviviendo en siglos posteriores. Como consecuencia de la influencia de esta devoción-obligación en los feligreses, se instauró la costumbre en los templos parroquiales de representar la tarde-noche de difuntos el ramo de ánimas, representación plenamente popular realizada a semejanza de las que se hacían de otros ramos a lo largo del año (festividades de santos, ofertorios, etc.).
El texto de Abelón, que reproducimos a continuación, se encuentra depositado en el Archivo Histórico Diocesano de Zamora, sección Archivos Parroquiales, parroquia de Abelón[8]. Es un manuscrito de 1884, en regular estado de conservación, que presenta roturas en las hojas del comienzo y el final; no obstante, es perfectamente legible el 99 % del texto. Se corresponde con un típico ramo de ánimas que se representaba en la noche del 1 de noviembre dentro de la iglesia parroquial. Es un ramo para ser recitado, en este caso por siete mujeres. Se elegían mujeres por la mayor sensibilidad que mostraba el alma femenina para estos menesteres y el mayor poder de intermediación que tenían con la Virgen María. Desconocemos la forma material del soporte (el ramo propiamente dicho), aunque suponemos que sería triangular, como corresponde a los ramos que siguen cantándose en otros lugares de la provincia (Pobladura de Aliste).
Veamos un poco el desarrollo de dicha representación. Al atardecer, se juntaban los vecinos (hombres, mujeres y niños) y, acompañando a la porteadora del ramo, se dirigían hacia el templo de San Martín: «Coge, compañera, el ramo y llévalo para el templo». El recorrido se amenizaba con el redoblar de las campanas de la iglesia que, a su manera, se encargaban de despertar los corazones de los vecinos «pidiendo justicia del olvido en que tenemos a las ánimas benditas». Toda la noche estarían los mozos «encordando» las campanas por los difuntos. Era una de las estampas más tétricas que acompañaban el paisaje devocional del mundo rural hasta no hace muchos años. Llegada la comitiva a las puertas del templo, se pedía la correspondiente licencia para poder entrar. En este caso se le pedía directamente a Dios: no al cura, como se hace en otros ramos, sino al Sumo Hacedor. Desde dentro, las ánimas saludaban a los vecinos reconociendo a los familiares que iban entrando: «Venid, amigos del alma, parientes y compañeros». Lo primero que atrae las miradas es el tétrico cuadro de ánimas: «Ese cuadro que allí veis, con tantas caricaturas, os representan las clases, de desgracia y desventuras».
Las seis relaciones del ramo están introducidas por unos versos que no hacen más que dar paso a la encargada de hacer dicha relación: «Principie ahora la primera y siga su relación». Los túmulos funerarios levantados en medio de la iglesia con las imágenes de calaveras inundan los ojos de los mortales, recordándoles su triste final: «Lo que es esta calavera, hemos de ser los mortales», a la vez que hacen presentes a las ánimas de los difuntos («Si en el purgatorio entraron, olvidadas estarán») que esperan las oraciones y misas de los vivos para poder descansar en el cielo.
También está muy presente en el ramo la contraposición entre riquezas materiales, como algo plenamente temporal, permanente, y la salvación como algo eterno, trascendental, que encontramos en la relación primera:
Cristianos, dejad la avaricia
de aquestos bienes terrenos,
pues en polvo se convierte
todo lo que poseemos.
Ejemplarizado, de una manera hasta cierto punto erudita, con la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro, sacada del evangelio de Lucas (capítulo 16, versículos 19-31) que versa sobre la trascendencia de la vida humana: vivir en este mundo pero con los ojos puestos en el cielo. Si al final seremos simples calaveras, «¿para qué tanta fatiga en aglomerar caudales?». Dejémonos de riquezas y centrémonos en la salvación de las almas, nos viene a decir el ramo.
Pero ¿de quién es la culpa del olvido en que están las almas? Pues de todos los mortales, esposos, padres, hijos… pero con una culpabilidad muy clara de aquellas personas en las que confiamos a la hora de otorgar testamento. Los albaceas o testamentarios tienen bajo su conciencia el cumplir las mandas que el difunto dejó encargadas; entre ellas, las misas por su alma. Ellos serán los responsables del olvido de las ánimas en el purgatorio.
Testamentarios, ¿qué hacéis?,
¿cómo estáis tan descuidados
sin pensar que vuestra incuria
puede hacer terribles daños?
Los testamentarios tenían un año para cumplir con las mandas y legados recogidas en el testamento; labor complicada y que requería de tiempo que muchas veces no disponían, por lo que en algunos testamentos se les prorrogó ese periodo, consciente el testador de la difícil situación en la que los ponía. En otros casos, de manera casi inmediata se procedía a cumplir lo mandado. Pocos días después de morir Francisco Eleno, vecino de Villar del Buey, su albacea, Santiago Santos, vendió una cortina cercada en Peña el Castillo, que había dejado «para hacer bien por su ánima»[9]. Pero no parece que fuera lo habitual, abandonando los albaceas las obligaciones contraídas con el alma del difunto, no solo en cuanto a mandar decir las misas por su alma, sino también en saldar las deudas que había dejado contraídas: «Hay quien no paga las deudas que en nuestros días hicimos».
Continuamente, como si de un mantra se tratara, se manda rezar un rosario, de forma individual, visitar el santo calvario o mandar decir una misa por el ánima del difunto. Hasta bien entrado el siglo xx, en el mundo rural se tenía por cierto que las ánimas de los difuntos se aparecían, adoptando diversas formas, a los familiares que hubieran incumplido alguna ofrenda, generalmente de misas. En el pueblo de Muelas del Pan, al otro lado del río Esla, se contaba que una señora no podía conciliar el sueño por la pesadez que sentía en el estómago. Barruntando a qué se podía deber, fue a consultar con el cura, quien le dijo que, cuando sintiera esa molestia, dijera en voz alta: «¡Si eres alma del otro mundo, dime lo que quieres!». Cuando, ya en su casa, volvió a tener esa sensación, sin titubeo le hizo la consabida pregunta, a la que inmediatamente le contestó: «¡Soy tu madre y estoy en el purgatorio porque has ofrecido una misa y no me la has dicho!». Al día siguiente cumplió con su promesa, acompañada de todo el pueblo. Durante toda la misa sentía la pesadez en el estómago, pero, en cuanto el cura terminó la misa, oyó a su madre que le dijo: «¡Hija mía, no te molesto más...!», y, desde entonces, no volvió a sentir el «peso» del ánima de su madre[10].
Finaliza el ramo con cuatro responsos en los que se reza un padrenuestro y se pide a Dios por las almas del purgatorio y, a los vecinos, devoción a las ánimas benditas:
Aquí termina, cristianas,
nuestra piadosa función.
A las ánimas benditas
tenedle gran devoción.
Esta tradición de representar el ramo de ánimas se perdió en el pueblo de Abelón hace por lo menos cien años, según información recogida del señor José Miguel. Sus antepasados solo recordaban acudir a la iglesia esa noche e ir apagando las velas hasta dejar la iglesia a oscuras. En la provincia de Zamora solamente tenemos constancia de que siga celebrándose en Pobladura de Aliste, al atardecer del 1 de noviembre, y constituye una de las manifestaciones más sobresalientes en la actualidad de la cultura tradicional en la comarca alistana[11].
3. A modo de conclusiones
Resulta difícil pensar en el culto a las ánimas como una devoción popular, al igual que las que se tenían a los santos terapéuticos (san Sebastián o san Roque, por ejemplo). Más bien, fue una devoción impuesta por la jerarquía eclesiástica, auxiliada de todos los medios de los que podía disponer en ese momento: imprenta, sermones, representaciones artísticas, cofradías, etc., de los que sabiamente se sirvió para luchar contra las ideas reformadoras y mantener en su rebaño al mayor número posible de fieles. Fruto de todo ello, el ramo de ánimas que se conserva en Abelón no deja de ser un ejemplo de la permeabilidad de toda esta doctrina en el pueblo en un acto de devoción-disciplinamiento característico de la Iglesia postridentina.
Ramo de ánimas de Abelón, 1884
Ramo de ánimas
En el nombre de Dios padre
y del hijo soberano,
nuestro espíritu ilumina
para cantar este ramo.
Ya estamos siete devotas,
juntas y bien prevenidas,
para cantar este ramo
a las ánimas benditas.
Coge, compañera, el ramo
y llévalo para el templo,
que a las ánimas benditas
les alivien de algún tormento.
Vamos, compañeras, vamos
a la casa del Señor,
a echar agua al purgatorio,
que nos la piden por Dios.
Hombres, mujeres y niños
caminan para la iglesia,
que las ánimas benditas
le pagarán la asistencia.
Redoblen bien las campanas,
que temor dará al oírlas
[...] por las almas
[...] en llamas metidas.
[Ya se] oyen las campanas,
qué toque tan sonoro
que entristecen corazones
en favor del purgatorio.
El metal de estas campanas
está pidiendo justicia
del olvido en que tenemos
a las ánimas benditas.
Pues, ya que habemos llegado
a las puertas de este templo,
a Dios pedimos licencia
para poder entrar dentro.
A tu casa hemos llegado,
Señor, con gran reverencia;
animad vos nuestro espíritu
según nuestra gran clemencia.
Comienza, pues, compañera,
con tu humilde relación,
que todo aqueste contorno
te prestará su atención.
Relación primera del ramo
Pues ya que habemos venido
a las puertas de este templo,
a Dios pedimos licencia
para poder entrar dentro.
A ofrecer aqueste ramo
que humildemente traemos,
para que a las ánimas benditas
le sirva de algún consuelo.
Ellas con tiernas ansias
siempre nos están pidiendo.
¡Venid, amigas del alma,
parientes y compañeros!
Rogad porque Dios nos saque
de estos terribles tormentos,
no deis lugar que se acaben
a consumir en el fuego
los que esta triste vida
tanta compañía os hicieron.
Finalmente, vuestros padres,
demás parientes y abuelos,
todos os están llamando
con unos tristes lamentos.
Y vosotros, divertidos,
en este mundo terreno
[...] aún queréis acordaros
[...] que heredasteis de ellos,
[...] pues hijos del alma
[...] pues queridos nietos.
Entremos en esta iglesia
con humilde rendimiento,
y postradas de rodillas
pidiendo a Dios de los cielos.
Que por su pasión y muerte
y por sus merecimientos
las saque de sus prisiones
y las lleve al deseando eterno.
Versos cantados
Tomemos agua bendita
que el Señor nos ha enviado,
para que por este medio
se perdonen los pecados.
Al ver el cuadro presente,
supliquemos con fervor:
saque Dios omnipotente
las almas de su prisión.
Ese cuadro que allí veis
con tanta caricatura
os representan las clases
de desgracia y desventura.
Ya estamos cerca, cristianas,
de la imagen de la muerte;
esta [tiniba?] bien nos dice
que tendremos igual suerte.
Ya se acabaron los versos,
la súplica se va a echar
y la del ramo comience,
la licencia tiene ya.
Relación segunda del ramo
Al entrar en este templo
mi lengua quedó turbada
al oír las tristes voces
que están dándonos las almas.
La esposa llama al esposo
diciendo con tiernas ansias:
¡Esposo del alma mía,
dueño de mis entrañas!
Mira que tu compañera
está sumergida en llamas,
la misma que muchos años
estuvo en tu propia casa.
Haciéndote compañía
días, noches y semanas
hasta que el Señor a juicio
ha llamado la mi alma.
El esposo con ternura,
afligido y confeso clama:
¡Esposa del alma mía,
cómo estás tan olvidada
de aquel que tanto querías
y del que tanto estimabas!
Pues, aunque me ves metida
en este pozo de llamas,
no procuras aliviarme
ni ruegas a Dios por mi alma.
Mira que soy el mismo
que en este valle de lágrimas
buscaba los alimentos
con grande fatiga y ansia.
Ahora, esposa querida,
tu esposo amado te llama;
no procuras aliviarle,
ni ruegas a Dios por su alma.
Ahora, padres queridos
e hijos de sus entrañas,
hermanas del alma mía,
compadres y compañeras,
que ya el aliento me falta.
Pedidle con humildad
a la reina soberana
interceda con su hijo,
que nos saque de estas llamas.
Y yo, por mi parte, ruego
a la Virgen soberana
que se acuerde de mi padre
y le recoja su alma.
Él era tan excesivo
en visitar vuestra casa,
que en éxtasis transformado
muchas veces se quedaba.
Tres huérfanas nos dejó,
a mi madre y dos hermanas,
desconsoladas y tristes
en este valle de lágrimas.
Bien sabéis vos, Virgen pura,
los decretos del que manda,
y nosotras respetamos
disposiciones tan santas.
Versos
Principie ahora la primera
y siga su relación
acompaña como pueda
a esta devota función.
Relación primera
Luego que entré en este templo
púseme atenta a mirar,
y al ver esta calavera
púseme al punto al llorar.
Estos huesos que aquí veo,
aunque por adorno están,
palidezco contemplando
de qué mortales serán.
Si bajaron al infierno,
remedio ya no tendrán;
si en el purgatorio entraron,
olvidadas estarán.
Ellas se ven abrasadas
en aquel fuego voraz,
y tú no te das por sentido
ni en ti hallan caridad.
Ten compasión de estas pobres,
bien las puedes aliviar
con misas o con rosarios
o lo que gustes rezar.
Bulas tienes de difuntas;
más dijera, pero ya
el corazón se me parte
al oírlas lamentar.
A nuestros progenitores
y parientes que allí están,
a nuestras puertas pidiendo
una limosna sin más.
¡Ven, hijo, con tiernas ansias,
oyendo estoy lamentar!
Yo no pido, padres míos,
la parte de mi caudal.
Solo pido algunas misas
u otras obras de piedad
para que a gozar de Dios
vaya por la eternidad.
¡Oh, Virgen de los Dolores!
Nuestras almas amparad,
llevándolas de la mano
de vuestro hijo a gozar.
Bien sabéis, reina querida,
el corazón cómo está,
de una muy amada tía
padeciendo sin cesar.
Cuatro años postrada en cama
sin poderse levantar,
porque hasta los alimentos
su hermanita se los da.
Socorrerla, Virgen santa,
y si decretado está
que padezca en este mundo,
llevadla luego a gozar.
Cristianos, dejad la avaricia
de aquestos bienes terrenos,
pues en polvo se convierte
todo lo que poseemos.
Lo que es esta calavera
hemos de ser los mortales,
¿para qué tanta fatiga
en aglomerar caudales?
Pidamos a Dios contritos
la salvación de las almas
y en el cielo las veamos,
pues es la hermosa morada. Amén.
Verso
Ahora sigue la segunda
con leal y tierno celo
haciendo ver a los padres
de los hijos el consuelo.
Relación segunda
Testamentarios, ¿qué hacéis,
cómo estáis tan descuidados
sin pensar que vuestra incuria
puede hacer terribles daños?
Pues con dar lugar y tiempo
dejáis pasar años y años
sin cumplir los testamentos.
Mirad que es muy grande el cargo
que han dejado en vuestras manos
esas almas que así os llaman
con dulcísimo cariño.
Desde estas sepulturas
veréis a padres y hermanos
que en calabozos de fuego
los veréis aprisionados
y no escucháis sus lamentos.
Mirad que os dicen llorando
que nos abrasamos vivas;
favorecernos, cristianos,
no hay quien sufragios nos diga.
Esposa, reza un rosario,
un responso que nos digan,
visita el santo calvario,
manda decir una misa.
Debieras de persuadirte,
que no hay tesón más alto
para conseguir de Dios
el fruto que deseamos.
Padre amado de mi alma,
Jesús, mi Dios ofendido,
por vuestra pasión y muerte
perdonadle sus delitos.
Por mi parte, gran Señor,
prometo darles alivio,
con mis cortas oraciones,
ayunos y sacrificios.
O con lo que sea capaz,
dadme gracia, Jesús mío,
para que a gozar de Dios
vayan siglos infinitos. Amén.
Verso
La tercera no se olvide
de decir algo piadoso;
no te detengas, amada,
porque el tiempo es muy precioso.
Relación tercera
Solo en contemplar las penas
los tormentos y martirios
que las ánimas padecen
desmaya el aliento mío.
Y, para que no desmaye,
le pido al cielo divino,
y a María, madre de gracia,
que es consuelo de afligidos.
Que es aurora soberana,
de corazón le suplico
me dé auxilios eficaces
y gracia con que prosigo.
Atención, fieles devotos,
que ya voy a referirlo,
que las almas están dando
los más lastimosos gritos.
¿Quién nos sacará de aquí,
de la cárcel y el suplicio?
Os rogamos muy de veras,
contritos os lo pedimos.
Misericordia, cristianos,
corazones compasivos,
tened piedad de estas pobres
que están llamando a Dios mismo.
A nuestros testamentarios
y a los herederos mismos
hay quien no cumple las mandas,
ni tampoco los sufragios.
Hay quien no paga las deudas
que en nuestros días hicimos,
así nuestros corazones
en pedazos divididos.
Exclaman a Dios diciendo:
¡Ay, bien mío, padre eterno!
¿Quién nos sacará de aquí
para en la iglesia serviros? Amén.
Verso
La cuarta siga animada
en tan buena compañía,
diga con todo fervor
de las almas sus fatigas.
Relación cuarta
Hombres que vivís sin rienda,
moradores de este siglo:
si os acompaña la fe,
si acaso no estáis dormidos.
Considerad en el alma,
¡cristianos y hermanos míos,
lo que padecen las almas
por sus pasados delitos!
Padecen la pena de daño,
y por pena de sentido
otros padecen también
la ingratitud y el olvido.
Que tenemos de las almas,
que es uno de los martirios,
que les está traspasando
la protección y sentido.
¿Dónde estás, querido padre?
Me dejaste siendo niña
sin yo poder dar razón
si besaste mis mejillas.
Acervo es siempre el perdón,
los padres en esta vida
mucho más hacerlo es
perder la cara divina.
De aquel Dios sacramentado
que en su acertada justicia
ha de dar el galardón
cual le tengan merecido.
Yo, padre, por mí prometo,
si alcanza la gracia mía,
con mis cortas oraciones
pedirle toda la vida.
A la Virgen soberana,
madre piadosa, y resigna
que interceda por vuestra alma,
la lleve en su compañía.
Cuántos padres hay clamando,
pidiendo al cielo propicio
lo olvidados que se ven
en la pena de sentido.
Hijos del mi corazón,
que me abraso en fuego vivo,
¿[no enviáis] a vuestros padres
una misa que afligidos?
En un mar de confusión
piden con tristes gemidos
que les alivien las penas
hasta que, ya cristalinas,
vayan a gozar de Dios
por los siglos de los siglos. Amén.
Verso
Sigue, compañera, sigue
con tu quinta relación,
que aquel Dios omnipotente
te ayudará con fervor.
Relación quinta
Cubierta en oscura nube,
eclipsada en este velo,
llena de pena y angustia,
de dolor y sentimiento,
en pensar cómo lo pasan
las almas en aquel fuego
llamando a todos los santos
y a los ángeles del cielo.
[Que ¿interese?] a Jesús
y a Cristo redentor nuestro,
les pido padre amoroso
de rodillas por el suelo.
Y postrada a vuestros pies
en humilde rendimiento,
saquéis gustosa las almas
de aquel calabozo horrendo.
Pues vos también padecisteis
calumnia, pena y tormento
para el remedio del mundo
y dar luz al universo.
Y vos, sacerdote ilustre,
justicia y demás del pueblo,
compadeceos de las almas,
aplicadle algún remedio.
Dadle limosnas piadosas,
que allí las encumbraremos
y nos servirán de alivio
delante del juez supremo,
que el premio que nos da el juez
es el reino de los cielos. Amén.
Verso
Ahora sigue la sexta
su desempeño animoso,
y quedará este concurso
satisfecho y muy gustoso.
Relación sexta
Al oír los tristes ecos
que hoy han dado las campanas,
hemos venido a este templo
para alivio de las almas
que están en el purgatorio
ardiendo en voraces llamas.
Hijos de mi corazón,
aquí está vuestra madre amada,
la que os ha traído en su vientre
más de treinta y seis semanas.
Aquella que de sus pechos
el alimento os daba,
la que con tanto cariño
tantas veces os besaba
y estrechaba entre sus brazos
diciéndoos: ¡Hijos del alma!
Tú eras la luz de mis ojos,
la prenda más estimada,
el objeto que más quiero
de cuanto en el mundo haya.
Aunque me ves aquí
ardiendo en voraces llamas,
en este voraz incendio
consumida y abrasada.
No te mueve a compasión,
hijo mío de mi alma,
los estragos que en mi cuerpo
hace esta inflamada llama.
¿Quién duda que en el infierno
habrá padres que imitaran
aquel célebre Epulón
que el evangelio declara?
¿Despreciando al triste Lázaro
que a su puerta se sentara
sin que hubiera una limosna
y a los perros se la echaba?
Dios, tened compasión,
nunca volváis las espaldas
a los pobres que a la puerta
llegan todas las mañanas.
¿Quién duda que llega el día
en que la sentencia dada
por el dedo del Eterno
os arroje a las llamas?
Entonces no sirve clamar
ni aun a los hijos del alma,
porque dada la sentencia
Dios no puede revocarla.
¿Qué os sirve desde el infierno
llamar días ni semanas,
con gritos ni con lamentos,
diciendo con tiernas ansias?
Acuérdate, hijo querido,
que nunca te he sido ingrata;
pide a Dios omnipotente
con oraciones y lágrimas.
Con sacrificios y ayunos
que me saquen de estas llamas
y me lleve a descansar
por siempre a su gloria santa. Amén.
Ya concluimos la súplica,
gracias a Dios de piedad;
cuando el sacerdote quisiere,
pueda el oficio empezar.
Se dice la vigilia y se canta lo que sigue:
Ya baja el sacro ministro
todo vestido de luto
a celebrar por las almas,
todos tenemos difuntos.
Se canta el primer responso. Concluido, se dice:
Prosigamos, compañeras,
nuestra piadosa función
en obsequio de las almas
que exclaman: ¡Ay, qué dolor!
Aquí es sitio donde están
prendas nuestras muy amadas,
rezad, cristianos piadosos,
un padrenuestro a sus almas.
Después del segundo responso:
En aqueste cementerio
están huesos sumergidos,
de aquellos que en otro tiempo
fueron parientes y amigos.
Concluido el tercer responso:
En esta tercer parada
pidamos a Dios contritas
se les alivien las penas
a las ánimas benditas.
Al cuarto responso:
Adoremos esta cruz
más hermosa que las flores,
como llaman donde Cristo
murió por los pecadores.
Aquí termina, cristianas,
nuestra piadosa función;
a las ánimas benditas
tenedle gran devoción.
Fin del ramo
[1] López de Ayala, I., El Sacrosanto y ecuménico Concilio de Trento, Madrid, 1785.
[2] González Polvillo, A., «¡Gritad, malditos, gritad! El libro Gritos desde el purgatorio de José Boneta (1689) como ejemplo de coerción simbólica de la consciencia y método de disciplinamiento social», en Núñez Roldán, F., Ocio y vida cotidiana en el mundo hispánico en la Edad Moderna, Sevilla, 2007, pp. 40-41.
[3] Castellot, J. Colección de pláticas para el uso de los curas de las aldeas. Madrid. 1786. Tomo I,. pág. 250.
[4] González Polvillo, A., op. cit., p. 56.
[5] Archivo Histórico Provincial de Zamora (A. H. P. Za.). Secc. Protocolos Notariales (P. N.). Legajo 1893. Año 1694. Fols. 453-456.
[6] Archivo Histórico Diocesano de Zamora (A. H. D. Za). Sección Mitra. Legajo 1321. Caja II.
[7] Ibíd. P. N. Legajo 1894. Año 1695. Fols. 46 y 97-100.
[8] A. H. D. Za. A.P. Parroquia de Abelón. Libro n.º 29.
[9] A. H. P. Za. Secc. P. N. Legajo 1893. Año 1693. Fol. 365.
[10] Leyenda contada por mi madre, Dominga Fernández, que la había oído contar siendo niña.
[11] Más información en www.acairesdealiste.blogspot.com.es.