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1. Significación religiosa de las procesiones
La Semana Santa es una fecha crucial del calendario litúrgico español, durante la cual el drama de Cristo vivido en Judea se rememora en múltiples actos de tipo religioso y tradicional.
Desde los comienzos del Evangelio, el binomio muerte-resurrección es el quicio sobre el cual gira la creencia de Jesús. Con toda probabilidad, lo que se ritualizó primitivamente fue la Pascua. El engrandecimiento de la muerte de Jesús significaba ensalzar el triunfo sobre ella. La Iglesia católica ha buscado en todo momento que sus manifestaciones culturales tengan un sentido docente y ayuden con carácter vicario a su augusta misión de magisterio ecuménico. Por ello, las sagradas imágenes que salen en procesión y que imantan nuestra mirada, haciendo brotar la oración, gozan de gran unción sagrada, sirvieron durante siglos a la devoción de élites religiosas cultas y, por supuesto, al pueblo cristiano, y aún hoy desfilan anualmente en su pública procesión penitencial.
Estas procesiones durante la Semana Santa toman un gran impulso en los años finales del siglo xvi, respondiendo a ese acercamiento de lo divino y a ese atractivo popular y social de la religión, típicos de la Contrarreforma. Las escenas de la pasión de Cristo vienen a ser verdaderas representaciones, cuyos pasos equivalen a los actos de un drama. El pueblo vive los sucesos conmemorados con el mismo apasionamiento con que entra en situación en el teatro; y el hecho de que no sean actores, sino imágenes, quienes los representen, da más fuerza a la evocación. Un sentimiento de respeto llevaba a no presentar nunca en la escena teatral a las personas divinas, sino que estas aparecían encubiertas bajo símbolos; solo la madera inocente podía encarnarlas, recibiendo su forma de la inspiración artística conducida por la fe. La escultura religiosa española no se habría producido tal cual es si los artistas no hubieran puesto en ella otra finalidad más trascendente que la de un trabajo artesano o puramente estético.
Trujillo, al igual que los demás pueblos creyentes, se dejan seducir por la impresionante tragedia del calvario, y prende el dramatismo de su conmemoración rememorando los hechos con un realismo insospechado. Las procesiones eran organizadas por cofradías piadosas, formadas por seglares que estaban agrupados por razones profesionales, y sus fines incluían la ayuda mutua en sus necesidades, el fomento entre sus miembros de una vida de activa piedad y el ejercicio de la caridad con los menesterosos.
Estas primigenias cofradías han llegado a nosotros, tras haber pasado muchas vicisitudes y muchos cambios, de una forma u otra agrupadas en la Cofradía del Santo Sepulcro y Nuestra Señora de la Soledad.
Las procesiones que en la actualidad recorren las calles de Trujillo durante los días de la Semana Santa constituyen un gesto de hondo sentido religioso y cristiano. Esta celebración se enmarca dentro del ciclo festivo de primavera. La del Domingo de Ramos es la única que se desarrolla en las calles de Trujillo. La liturgia cristiana ha recogido esta manifestación profundamente religiosa y humana a través de la Biblia, y destaca ante todo su carácter social. Las procesiones de la liturgia son pocas si se tiene en cuenta la tipología de esta manifestación. Además de la de entrada de la misa y la de las ofrendas, a lo largo del año están establecidas la de las calendas (el día 2 de febrero), la del Domingo de Ramos, la de traslado del Santísimo Sacramento al monumento (el Jueves Santo), la procesión tras el cirio pascual en la noche de Pascua, la del Corpus Christi y las procesiones con las reliquias de los mártires y de los santos.
Por tanto, las procesiones con las imágenes de la pasión y muerte de Cristo que recorren nuestras calles no son propiamente litúrgicas, sino que pertenecen a lo que se denomina «religiosidad popular». No son universales, como las primeras, sino que responden al estilo y al carácter religioso de cada pueblo; han nacido de la vivencia de la fe y de la contemplación de unos hechos en los que se produjo la redención de los hombres.
Caminar es una imagen de la vida misma. Ir en procesión contribuye a formar grupos, a crear sociedad. Significa caminar juntos compartiendo un itinerario ya marcado por la Junta de Cofradías y Hermandades Penitenciales de la Semana Santa de Trujillo.
Desde el año 1986, con el mayor recogimiento posible, la Asociación de Padres de Alumnos del Colegio Sagrado Corazón de Jesús representa en vivo los misterios de la pasión, muerte y resurrección de Cristo en la parroquia de San Francisco de Trujillo. Con esta representación se han recuperado la Pasión del Señor y la Divina Tragedia que los alumnos del colegio La Salle Santiago de Trujillo encarnaban en los años sesenta.
2. Profundidad histórica y religiosa de la Semana Santa trujillana
La ciudad de Trujillo es de suma importancia no solo desde el punto de vista histórico-artístico, sino también como punto clave de encrucijada de comunicaciones en la Alta Extremadura (abasteciendo a una extensa comarca agropecuaria), centro de servicios, ciudad turística y cultural.
La celebración de la Semana Santa en Trujillo viene de tiempo inmemorial. Podemos partir de la primera mitad del siglo vii: el recuerdo y la contemplación de los misterios de la pasión en la basílica visigoda de Trujillo tras los muros de la puerta romana de Coria. El cristianismo enalteció por medio de celebraciones litúrgicas las diferentes escenas de la pasión con toda la trama que emana de los hechos acaecidos en tierras de Palestina. Partiendo de que la celebración de la misa es la rememoración del punto culminante del sacrificio, la Iglesia representó tales hechos en las fiestas del triduo sagrado (Jueves, Viernes y Sábado Santo) dentro del recinto sagrado.
La dominación musulmana durante centurias hizo caer sobre Trujillo el velo del abandono. Pero la posición estratégica de nuestra ciudad la convirtió en centro apetecido por los cristianos. Fueron aquellas Semanas Santas anticipo de otras, conmemoradas en un ambiente religioso y guerrero.
La creación de las órdenes militares en el alborear de la Baja Edad Media es un aspecto de suma importancia desde el punto de vista histórico-artístico, aparte de las connotaciones sociológicas, políticas y económicas, como es evidente. La finalidad de estas es concreta y específica: los caballeros de Cristo han de cumplir la defensa de la cristiandad frente a los poderes islámicos, que son sus enemigos[1].
La reconquista definitiva de Trujillo se produce el 25 de enero del año 1232. La defensa de la villa volvió a ser otorgada a las órdenes militares[2]. La hermandad más antigua existente en Trujillo, del tipo de las militares, era la de los caballeros de la Orden Truxillense, en la que aparecen reguladas reuniones anuales para adorar a Dios y rendir culto al patrón, san Andrés, estableciendo prescripciones religiosas, de paz y de caridad. Así, todos acudían a misa en común, para luego acusarse públicamente de sus culpas y recibir el castigo corporal adecuado, en una iglesia sita en el lugar de la actual parroquia de San Andrés, de la que aún se conserva la torre.
Debieron de existir otras cofradías semejantes en esos tiempos oscuros medievales; pero sírvanos esta como exponente y reflejo del espíritu de fraternidad cristiana.
Hemos de mencionar en la Baja Edad Media los vía crucis que, traídos a Occidente por los franciscanos que se instalan en el convento de la Luz en Trujillo, en virtud de la bula pontificia Super Familiam Domus, de Alejandro VI (25 de julio de 1499), era la liturgia importada de Jerusalén[3]. Es secular la consoladora devoción del vía crucis, que contemplaba solo siete estaciones hasta que el franciscano Leonardo de Porto Mauricio las elevó a catorce en la forma que, poco más o menos, meditamos ahora.
Los «oficios», íntimamente ligados a la vida municipal trujillana, renacen el día en que los Concejos arraigan en el suelo español. Por el fuero conocemos que una de las atribuciones primitivas del Concejo era la política de la industria y el comercio[4], lo que prueba que los menestrales y mercaderes formaban los «oficios», ya constituidos, que se agrupaban en las calles colindantes a la plaza y que irán adquiriendo un fuerte protagonismo en la vida social de nuestra ciudad.
Trujillo vive una efervescencia cofradiera en los años finales del siglo xv, dirigida por los franciscanos fray Pedro de Melgar y fray Juan de Guadalupe y propiciada en Castilla y León por los Reyes Católicos en un deseo de restaurar la maltrecha moralidad pública, imprescindible para crear el ambiente religioso que favoreciese el de cruzada y culminar con éxito el último bastión que quedaba en España, la conquista de Granada. Esos gremios participaban en celebraciones masivas en Trujillo en autos sacramentales. De los textos escritos por los evangelistas se pasaba a obras compuestas exprofeso, representadas en las naves de las iglesias de San Martín y Santa María. Posteriormente, denostados por la censura eclesiástica que llegó a prohibir su representación en el interior de los templos, estos dramas litúrgicos tuvieron que trasladarse al atrio de la iglesia de San Martín[5].
Los atrios llegaron a ser pequeños; así, el sentimiento de caridad que despertaban los impedidos que no podían asistir a estas representaciones que duraban hasta bien entrada la madrugada consiguió que estos actos salieran a la calle. Serán los gremios artesanos existentes en Trujillo, acogidos cada uno a la advocación de una imagen procesional, los que llenen las calles de pasos (del latín passus, sufrimiento), los que se encarguen de organizar procesiones religiosas en estos tiempos medievales. Sus reglas están presididas por la obra de misericordia que supone enterrar a los muertos, ya sean hermanos cofrades, pobres o ajusticiados, atendiendo a su inhumación, exequias y sufragios.
La economía agrícola de los siglos xiv y xv, con frecuentes años de malas cosechas y sucesivas epidemias que diezman la población española, junto a la mortalidad ocasionada por las guerras, inducen a actos penitenciales públicos, pidiendo favores celestiales como remedio de los diversos males. Así, se van configurando las cofradías de penitencia, uno de cuyos rituales es la celebración de un vía crucis que, partiendo de la iglesia de la Vera Cruz, pasaba por la plazuela de los Descalzos, llegaba a la iglesia de Santiago y regresaba de nuevo a la Vera Cruz por la calle Gargüera.
Por tanto, la constitución de hermandades o cofradías en Trujillo, tal y como las entendemos hoy día, surgen en los años finales del siglo xv. Un antecedente de las mismas podría ser la Gilda germánica, asociación que tenía por objeto la defensa y asistencia de sus miembros. El establecimiento y posterior desarrollo de los artesanos debió de determinar el florecimiento de las hermandades, en primer lugar, y más tarde las cofradías, según el derecho canónico.
La fidelidad a la temática religiosa constituía la base esencial de los artistas en los tiempos medievales y, así, cuando un artista se disponía a tallar una imagen, su interés se cifraba en la forma o líneas intrínsecas, dejando como secundaria la manifestación extrínseca. No era el propósito de aquellos artistas alcanzar la belleza sensible por el arte, sino el manifestar la verdad sentida.
Tras la prohibición del pontificado de Aviñón de las prácticas expiatorias y colectivas que llevaban aparejado el derramamiento de sangre, los cofrades comienzan a utilizar un ropaje amplio y a cubrirse la cabeza con un capirote o capuz. Desde los orígenes de las estaciones de penitencia hasta el Concilio de Trento, se van diversificando los tejidos y los colores de las túnicas y se generaliza el capirote alto.
La representación plástica de los momentos de la pasión y muerte de Cristo se multiplicarán de modo impresionante en Trujillo en los años finales del siglo xvi, imágenes que saldrán en procesión con un profundo sentido de religiosidad. Con el arte religioso como factor perceptible de la facultad sensitiva humana puesta al servicio de la fe, se movió a más almas sencillas que con la dialéctica de sus apologistas, y así, el efecto trágico de un Cristo en la cruz llevó a muchos corazones a una mayor compunción que algunas pláticas carentes de fondo.
En la floración del espíritu cofradiero está la devoción más sincera. En los estatutos de estas primitivas cofradías se regulaba la actividad interna: sistema de ingreso, constitución de los cabildos y de las periódicas reuniones a campana tañida, y elección de los cargos (alcaldes y mayordomos). En función de la cuota pagada, se distinguía entre hermanos normales y hermanos oficiales, en quienes se establecía una graduación más. Estos estatutos evolucionarán al ritmo de los tiempos.
Tras el Concilio de Trento (1546-1563), se multiplican en nuestra localidad estas conmemoraciones multitudinarias con la formación de hermandades y cofradías que se encargarán del ornato y culto de una imagen o paso en concreto. Los viejos estatutos de las cofradías se hacen tremendamente exigentes al señalar las condiciones de ingreso en ellas.
A partir de la Contrarreforma, vamos a asistir a una potenciación del interés estético en todo lo que concierne al vivir religioso en las localidades. La pomposidad del culto y la búsqueda de emociones son inseparables de una imaginería procesional dirigida a mover a la devoción. Es la influencia del Concilio de Trento, que adquiere importancia en los años finales del siglo xvi.
El Concilio de Trento y sus decretos exigían a la jerarquía el cuidado de todo tipo de expresión de religiosidad popular, con objeto de conformarla de manera que sirviera de misión evangelizadora de cara al pueblo. Así, las cofradías eran un vehículo para mover a una religiosidad externa. Pero, para no desvirtuar el sentido de la pasión, las salidas procesionales se limitaban en un principio a los días estrictamente conmemorativos, Jueves y Viernes Santo, siendo posterior la incorporación de los restantes en función del número e importancia que han ido tomando los desfiles procesionales.
La Cofradía de la Caridad de Trujillo data del siglo xvi, cuando comenzó a edificar en 1578 un hospital y una iglesia en la plazuela de la Encarnación bajo la advocación de San Lorenzo, siendo favorecidos por el Ayuntamiento (que colaboró en la edificación de la obra con 20 000 maravedís) y por Gonzalo de Sanabria (con otros 20 000)[6]. El 6 de enero de 1586, el Concejo y la citada cofradía concertaban por escritura pública, ante Juan Velardo, recibir esta de los propios de la ciudad trescientos ducados con facultad real para terminar en el plazo de breves días las obras, a las que con otras limosnas menores ya había subvenido el Ayuntamiento[7]. La iglesia estuvo bajo el patrocinio y la advocación de san Lorenzo. El hospital era conocido con el nombre de La Caridad, por la cofradía a quien se debía tal construcción.
El espíritu de fraternidad cristiana que les movía a ejercitar la caridad no solo con ellos, sino con el prójimo, está reflejado en estas palabras de los estatutos: «Extendamos y ejercitemos sus obras, a saber: la limosna con todos los pobres de Cristo, y, principalmente, con nuestros cofrades de la Santa Caridad, que a diario trabajando en el servicio de Cristo y de sus pobres soportan el peso en invierno y en verano».
Gran importancia tuvo en nuestra ciudad a lo largo del siglo xvi la Cofradía de la Vera Cruz, la única que tenía disciplinantes. En la tarde del Viernes Santo concurrían a la iglesia de la Vera Cruz confesados, jurando ante el mayordomo hallarse perdonados y contritos. Llevaban preparadas sus disciplinas y sus cuerpos despojados, cubiertas sus caras y exentos de cualquier signo que pudiera identificarlos. La procesión que organizaba el Viernes Santo la cofradía citada partía de la parroquia de la Vera Cruz, seguía por la plazuela de los Descalzos, bajaba por la cuesta de San Andrés y pasaba por la calle del Paso (antes Olleros), en cuya plazoleta tenía lugar el encuentro de la Virgen del Mayor Dolor (de la Cofradía de Caballeros de San Martín, procedente de la parroquia de San Martín[8]) con el Cristo Crucificado que venía del templo de la Vera Cruz, y continuaban juntos hacia la iglesia de la Encarnación[9]. La calle que corre paralela a este templo era conocida como vía del Mayor Dolor, por un acto de flagelación que realizaban los disciplinantes que acompañaban a estas imágenes en la procesión del Viernes Santo. Todos los penitentes llevaban los pies descalzos y algunos aumentaban la mortificación atados a un grueso madero, recibiendo los nombres de «aspados». Cuando los disciplinantes regresaban a la iglesia de la Vera Cruz, el mayordomo tenía preparadas esponjas y toallas para lavar las heridas[10].
Un acuerdo concejil del 13 de abril de 1581 nos habla de esta procesión: «E luego el señor Corregidor dijo que la cuesta y paso que está desde la puerta de la Vera-Cruz hacia la Encarnación está muy agrio y mal empedrado, y como pasan por allí las procesiones y disciplinas del Jueves y Viernes Santo, que se conviene que se aderece y repare, y así se acordó que el señor Melchor González lo haga traer en pregones y de razon dello a esta ciudad, para que se haga como mejor y más barato sea y con brevedad»[11].
El día 26 de marzo de 1582 era ensanchada la calle de la Vera Cruz por disposición del Ayuntamiento, tomando terreno de un cercado de Pedro Calderón Altamirano.
En los años finales del siglo xvi se establece la costumbre del desclavamiento o descendimiento en Trujillo[12]. Aún se conserva una imagen de este período del Crucificado, con sus brazos articulados. Su función se orienta a que el «pueblo pecador» crucifique al Nazareno cada año y luego, también cada año, acabe llorando y arrepintiéndose de su delito. Pero la teoría se aleja mucho de la práctica, y la pretendida funcionalidad queda en entredicho[13].
En la literatura ascética hispana influyó mucho la traducción a fines del siglo xvi del libro medieval La imitación de Cristo, del venerable padre Tomás de Kempis, cuyo capítulo XII del libro II, que trata del camino real de la Santa Cruz, produjo y sigue produciendo hondo impacto en los cristianos. También fueron consultadas las obras del padre Fr. Luis de Granada como secuela del ambiente religioso conseguido, sirviendo —entre otras obras exegéticas— de fuente a los imagineros.
El siglo xvii va a constituir un hito decisivo de los desfiles procesionales pasionistas. El Barroco, como nueva modalidad cultural, en su afán de realismo y de gran teatralidad, desarrollará en España la escultura procesional, favorecido por una religiosidad que lo inundaba todo y por la propia corona. A mediados del siglo xvii surge la Cofradía de Jesús de Nazaret, que pide la oportuna licencia al Sr. obispo de Plasencia, don Diego de Arce Reinoso, para hacer la procesión, adquirir la imagen de Jesús Nazareno que era venerada en la iglesia de San Lorenzo e incorporarla, como un capítulo más, a sus ordenanzas. Esta imagen de Jesús Nazareno se conserva actualmente en el coro de la iglesia de San Francisco. A esta procesión asistían todos los cofrades con túnicas moradas, ceñidas con cordones de esparto y cruces al hombro. La procesión visitaba las parroquias para hacer estación ante el Santísimo Sacramento, expuesto en ellas.
En la segunda mitad del siglo xvii, los gremios trujillanos acogidos a la Cofradía de la Santa Caridad y Cofradía de Jesús de Nazaret organizan la Semana Santa[14]. El 11 de enero de 1671 se otorgó escritura pública de «Contrato y Concordia entre la Cofradía y Hospital de la Caridad y la Cofradía de Jesús de Nazaret en razón de poner un retablo en el Altar Mayor de la dicha iglesia» ante el escribano Francisco Márquez. En dicho retablo estuvieron colocadas las imágenes que salían en procesión en Semana Santa. En el centro estaba la imagen de Jesús de Nazaret, y debajo de ella el sagrario con el Santísimo Sacramento, para que los enfermos del Hospital de la Caridad pudieran recibirlo. A ambos lados, las imágenes de La Verónica y San Juan Evangelista, y en el ático del retablo, la imagen de San Lorenzo. En un lateral, la Coronación de Espinas, y enfrente, el Señor Atado a la Columna[15]. Ese mismo año, la iglesia de San Lorenzo cambia su nombre por el de iglesia de Jesús[16].
De todas estas imágenes, hoy solamente se conserva la imagen de Jesús de Nazaret, en lamentable estado. El Señor Atado a la Columna y San Lorenzo se encuentran en la iglesia de Ibahernando, pues, cuando cesó el culto en la iglesia de Jesús en el año 1923, las imágenes que allí había fueron repartidas por los templos de Trujillo y su comarca.
En los estatutos de las cofradías se citan algunas condiciones muy exigentes sobre su ingreso en ellas y las obligaciones del alcalde (de la cofradía) para convocar juntas, imponer multas a cofrades desobedientes, encargar obras para reparar la fábrica de la iglesia, el orden de los pasos en las procesiones, etc. Por otra parte, uno de los derechos del Concejo por su patronazgo sobre los conventos era que uno de sus caballeros regidores llevase colgado al cuello la llave del sagrario durante el Jueves Santo hasta los oficios del día siguiente[17].
Estas celebraciones multitudinarias florecen en toda España en los siglos xvii y xviii, a pesar de contar con detractores como los economistas liberales y los enciclopedistas, que abogaban por la extinción de las cofradías sacramentales con el achaque de que eran contrarias a la Ley 4, tít. 14, Lib. 8, de la Nueva Recopilación[18].
La Semana Santa, conmemorativa de la pasión, muerte y resurrección de Cristo tanto en Trujillo como en el resto de España, es como un mensaje recordatorio de la redención en la que, por medio de imágenes más o menos artísticas, se evoca con un profundo sentido espiritual este misterio. Esto es lo esencial en las procesiones, mientras que algunas corrientes del siglo xviii, dirigidas por los llamados «cristiano-progresistas», pretendieron atacar esta manifestación de fe con la pretensión de que, suprimiéndolas, quedaran solamente los actos litúrgicos, cuando en realidad se pueden complementar recíprocamente los actos litúrgicos con las procesiones. Además, eran muy populares entre los ciudadanos de Trujillo las representaciones teatrales que la Cofradía de la Caridad hacía en la Casa de Comedias[19].
En el siglo xviii, los abusos seudorreligiosos (que, incluso, entran en la superstición) crean las primeras crisis. Carlos III publica en 1777 una real cédula en la que prohíbe la presencia de disciplinantes, empalados o aspados y otros espectáculos en las procesiones de Semana Santa. Es, precisamente, por estos años cuando se acrecienta el uso de los hábitos, quizá para preservarse de las manchas de cera o tal vez para evitar el deterioro de la ropa en la estrechez de las callejuelas. Hasta entonces, la única cofradía que marchaba en las procesiones con túnica y capa era la de Jesús Nazareno. Los nuevos hábitos tendrán el color característico del mandil gremial al que representaban, naciendo así el cromatismo en los hábitos de la Semana Santa que después fue desapareciendo en nuestra ciudad a lo largo de los años.
Tras el decreto de Carlos III en 1783, en el que ordena la extinción de hermandades gremiales y todas las erigidas sin autoridad real o eclesiástica, decretando que únicamente podrán subsistir las aprobadas por ambas jurisdicciones y las sacramentales, desaparecen las Cofradías de la Vera Cruz y de Caballeros de San Martín. Estas en realidad eran casi eran inexistentes, pues se limitaban a acompañar en los desfiles procesionales a las Cofradías de la Caridad y de Jesús Nazareno (quienes continuarán organizando la Semana Santa).
Las cofradías trujillanas ven cómo su acervo espiritual se enriquece con la concesión de nuevas indulgencias o la ratificación de otras antiguas, con el consiguiente aumento del fervor de sus miembros y una mayor veneración de sus advocaciones titulares. Todo este auge se va a ver interrumpido con la guerra de la Independencia. Precisamente, en Trujillo se suspenden los desfiles procesionales de 1809 ante la proximidad de las tropas francesas y el consiguiente abandono de la ciudad por parte de sus vecinos[20]. Sin duda, fue el momento más difícil tanto para la población como para algunas de nuestras antiguas cofradías.
En el momento de la invasión francesa en 1809, desapareció la Cofradía de la Caridad con la destrucción del hospital. La iglesia no corrió la misma suerte: quedó abierta al culto y continuó en ella la Cofradía de Nuestro Padre Jesús, que siguió celebrando los cultos de Semana Santa a partir del año 1811, fecha en la que se fundará la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad.
El día 12 de diciembre de 1820, un grupo de representantes de los ciudadanos de Trujillo acudió al jefe político superintendente de la provincia, en súplica de que la Caja de Crédito Público no se incautase de los bienes y rentas del Hospital de la Caridad pues, aunque el edificio que servía para curar a los enfermos a causa de la guerra de 1809 estaba arruinado, el Concejo proyectaba destinar los bienes a la creación de un hospital municipal. En 1856, un vecino de Trujillo adquiere el Hospital de la Caridad por 8 200 reales[21]. Por real orden de 1874, el jefe político accedió a la creación de un hospital municipal, que fue construido en la plazuela de los Descalzos[22].
A las funciones que anualmente celebraba la Cofradía de Nuestro Padre Jesús acudían un gran número de cofrades y devotos. Oradores sagrados ocuparon el púlpito de la iglesia de Jesús predicando en sucesivos miércoles de cuaresma y en riguroso orden los hechos más destacados de la pasión: oración en el huerto, venta, prisión de Jesús, bofetada, azotes, colocación de la corona de espinas y cruz a cuestas. Todos estos actos concluían con el canto del miserere, a excepción del último miércoles que era santo y, al concluir la predicación, a las cinco de la tarde, se iniciaba la procesión de Nuestro Padre Jesús y los demás pasos que componían el desfile de ese día: Oración en el Huerto, Verónica, Señor Atado a la Columna, Señor de las Espinas, San Juan Evangelista y Bendita Magdalena. El Jueves Santo, a las ocho de la noche, tenía lugar el sermón de Pasión[23]. La procesión del Viernes Santo era organizada por la Cofradía de la Soledad, que tenía sus propios estatutos y actuaba ajena a la otra cofradía.
En noviembre de 1846, los hermanos de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno acuerdan llevar un distintivo en los actos públicos a los que asistan. Este consistirá en un escapulario con la imagen de Nuestro Padre Jesús llevando la cruz a cuestas, estampada en tafetán de color morado, y en el reverso una inscripción (N. P. J. N.)[24].
El 28 de marzo de 1847, las Cofradías de Nuestro Padre Jesús y de la Soledad acuerdan organizar las procesiones y las funciones religiosas en común; pero aún habría que esperar un año para la unión de ambas cofradías. Todas estas reuniones tenían lugar en la sacristía de la iglesia de Jesús. Se solicita al Ayuntamiento ayuda económica ante la precaria situación de la población para las funciones religiosas a raíz de la desamortización[25].
La Cofradía de Nuestro Padre Jesús organizaba la procesión del Miércoles Santo, y la de la Soledad, la del Viernes Santo. En junta celebrada el Domingo de Ramos, 28 de marzo de 1847, se decide que los hermanos de la Soledad asistan a la procesión que hace la Cofradía de Nuestro Padre Jesús el Miércoles Santo con sus insignias, estandarte y seis velas; estos también participarán en la procesión que el Viernes Santo hace la de la Soledad, y que los hermanos de ambas cofradías asistan a los actos religiosos que en la Semana Santa se celebran en el templo de San Francisco, siendo uno de ellos el sermón de las Siete Palabras, Descendimiento y Soledad, que tiene lugar el Viernes Santo[26].
Los pasos que salían en la procesión del Miércoles Santo son: Oración en el Huerto, la Verónica, el Señor Atado a la Columna, el Señor de las Espinas, Jesús Nazareno, La Magdalena, San Juan y La Soledad[27]. El recorrido procesional era el siguiente: de la calle Encarnación a la calle Nueva, en dirección a la plazuela de San Miguel, subía por la calles Sofraga y Sillerías hasta la plaza Mayor, donde daba la vuelta alrededor de ella, seguidamente bajaba por las calles Carnicerías y Herreros hasta el templo de San Francisco, donde concluía. Las imágenes eran trasladadas el Jueves Santo a la iglesia de Jesús, después de sermón de Pasión.
En el año 1848, se agrega la Cofradía de la Piedad a la de Jesús, considerando además que la imagen de la Virgen de la Piedad se venera en la iglesia de Jesús, desde la destrucción de su ermita con motivo de la invasión francesa de 1809[28]. Desde entonces, la divisa de la Piedad iniciará el desfile procesional del Miércoles Santo junto con el estandarte de la Cofradía de Jesús. Atendiendo a los beneficios que producían los miembros de la Cofradía de la Piedad a la de Jesús Nazareno, se acordó que en obsequio y culto a la Virgen se haga una fiesta el domingo siguiente al día de la Asunción de Nuestra Señora, que se celebra el 15 de agosto[29].
El día 5 de febrero de 1848 se unen las Cofradías de Jesús y la Soledad[30], que se habían reorganizado aún con mayor fuerza que antes de que fueran extinguidas con motivo de la desamortización.
Es penoso no conocer algunas obras de cierta calidad artística que han desaparecido, pero que formaron parte de la Semana Santa de Trujillo y de las que sabemos gracias a los Libros de Cofradías[31]. Una tradición en la imaginería española del siglo xix ha sido la imitación de modelos preexistentes, tanto escultóricos como pictóricos. Trujillo no podía ser en este caso una excepción. La Cofradía de Nuestro Padre Jesús adquirió algunas imágenes que vendrían a sustituir a otras homónimas que se encontraban en mal estado de conservación, como es el caso de la imagen de San Juan. Sus hermanos cofrades asistían al entierro y funeral de los hermanos de paso que fallecían, con las insignias y estandartes de la cofradía, según constaba en un artículo de su constitución[32].
En 1923 cesó el culto en la iglesia de Jesús. Su retablo fue depositado en la parroquia de San Francisco. Un año después, la Cofradía de Nuestro Padre Jesús fue reorganizada bajo el título de Cofradía de Jesús del Santo Sepulcro y Nuestra Señora de la Soledad, que obtenía el título posesorio de la iglesia de Jesús ante el juez de primera instancia don Rufino Gutiérrez. De esta manera, el espíritu cofradiero de Trujillo conoció una renovación espiritual, intensificando los cultos a sus advocaciones titulares.
Las convulsiones político-sociales que vive España desde el año 1936 al 1939 no influirán mucho sobre esta cofradía, continuando los desfiles procesionales. Tan solo no se celebraron comitivas en la Semana Santa de los días 9 y 10 de abril de 1936. El Frente Popular presidido por Azaña, ganador de las elecciones en el mes de febrero, gobernaba la II República. El ministro de la Gobernación, Amós Salvador, dictó el siguiente decreto el lunes, 30 de marzo: «En mi deseo de asegurar la tranquilidad pública ante las próximas elecciones municipales, prohíbo desde el día de hoy las manifestaciones en la vía pública cualquiera que sea su carácter y sentido». Trujillo se limitó a colocar los pasos que deberían salir en procesión sobre sus andas, y a exponerlos en el interior del templo de San Francisco para la veneración de los fieles.
Tras esta tímida paralización de las procesiones de Semana Santa, volvieron las imágenes a las calles, aumentando su recorrido de acuerdo con el crecimiento de la población. Sin ninguna duda, podemos asegurar que una de las épocas más brillantes de las procesiones de Trujillo fue la que corresponde a la década de los cincuenta, no solo por la brillantez que adquieren entonces los desfiles procesionales, sino por el número de personas que se reúne en los cultos que se celebran en la parroquia de San Francisco.
Los años sesenta, por el contrario, suponen cierto retroceso de las procesiones de Trujillo. La emigración desvinculó de la ciudad a muchas personas tradicionalmente ligadas a la Cofradía del Santo Sepulcro y Nuestra Señora de la Soledad. Algunas imágenes dejaron de salir en procesión; tal es el caso de San Juan o la Bendita Magdalena. Parte de la juventud vive el síndrome del Mayo del 68 parisino. Influye también la creación de nuevos barrios en todo ello, con la consecuente desvinculación de las familias a sus antiguas parroquias.
En los años ochenta se inicia una recuperación de cofradías y desfiles. En el año 1984 se funda la Cofradía de San Juan, y un año después se actualiza la Hermandad del Cristo del Perdón con la renovación de sus estatutos (fundada en el año 1952). En el corto espacio de dos años, irán surgiendo nuevas cofradías en Trujillo que se sumarán con sus hermanos de paso y luz, imágenes, estandartes y bandas de música, a los desfiles procesionales. De esa recuperación fueron protagonistas un buen número de personas jóvenes que se incorporaron a las tareas cofradieras. Al mismo tiempo, se alejaba el miedo vivido en los setenta de tener que dejar en el templo, por falta de hermanos de carga, alguna imagen.
En el año 1992 se crea con renovadas ilusiones la Junta de Cofradías y Hermandades Penitenciales de Trujillo, que tiene encomendada la tarea de la organización de las procesiones de Semana Santa. Se reanudan los famosos pregones en la voz carismática de don Agustín Villanueva, que habían decaído en los años setenta parejos a las procesiones, y la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias edita nuevas guías y carteles. En la actualidad, estas cofradías y hermandades han llevado a cabo la loable labor de restaurar sus imágenes, e influyen decisivamente en la brillantez de los desfiles procesionales.
3. La pasión en las imágenes de la Semana Santa
3.1. Entrada triunfal de Jesús en Jerusalén
Este paso, conocido popularmente como La Borriquita, sale en procesión el Domingo de Ramos. Es una imagen de Olot adquirida por la parroquia de San Martín en 1952.
Es la única procesión litúrgica que se celebra y desarrolla en las calles de Trujillo durante la Semana Santa.
3.2. Oración en el huerto
Esta imagen representa el momento en que el Ángel de Getsemaní muestra a Jesús el cáliz de su pasión. Es una obra un poco alejada del dramatismo con que los evangelistas describen esta escena. Esta se halla inundada de paz, serenidad y calma, quedando marcada por ese ángel de apolínea belleza, en contraste con la figura más pequeña de Cristo, cuya cabeza se alza elevando los ojos hacia el cáliz que ya ha sido aceptado.
Fue adquirida en el año 1917 en un taller valenciano para incorporarla a las que ya salían en procesión. La iniciativa partió de la familia Blázquez Mediavilla, que la donó a la parroquia de San Francisco para tal fin. Este paso ha sido restaurado en 1992 en el Taller de Restauraciones Artísticas de Trujillo.
En 1989 se funda la cofradía de este paso. El hábito está compuesto de capirote y túnica negros con botones y cinturón verdes, capa verde con escudo central en el cinturón.
Sale en procesión el Martes Santo desde las escuelas de la carretera de Cáceres hasta el templo parroquial de San Francisco, e inicia el desfile procesional del Jueves Santo. El elemento fundamental de la procesión es la espontaneidad que rezuma, ya que la imagen es acompañada por casi todos los vecinos del barrio.
3.3. Cristo amarrado a la columna
Es la única figura conservada en Trujillo del paso de la flagelación. Está fechada hacia 1678, y fue realizada por algún discípulo del taller madrileño de Pedro Alonso de los Ríos, imitador tardío de Gregorio Fernández. Esta imagen es semejante al Cristo Atado a la Columna del Convento de las Bernardas del Sacramento. Es obra de buena calidad artística, con líneas serenas, modelado de sobrio realismo y ampuloso paño anudado a la cadera.
El artista ha sabido expresar en esta imagen de Trujillo el gusto popular por lo emotivo como cauce de expresión religiosa. Esto justifica también la tendencia realista que se manifiesta con gran crudeza.
Es evidente la acentuación de los valores puramente formales y la fuerza con que está tratado un tema de tanta hondura dramática. La figura de Jesús muestra un modelado muy acabado, con la habitual morbidez y en elegante postura su curvado cuerpo. Este modelado es de un fuerte naturalismo y de gran belleza, amortiguada por la profusión de heridas. La cuidada y bellísima cabeza resume impecablemente las calidades exquisitas del artista. El rostro presenta los ojos suplicantes, la boca entreabierta y los labios hinchados; es de un patetismo conmovedor.
Es obra anónima de la escuela castellana del siglo xvii. Perteneció a la Cofradía de Nuestro Padre Jesús y se veneró en la iglesia de Jesús. Hoy es propiedad de la iglesia parroquial de Santa María la Mayor y se encuentra en su filial San Francisco.
Es acompañado por penitentes de la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias con capirote y túnica burdeos y capa blanca. Utilizan como insignia la Santa Cruz con el sudario.
3.4. Cristo Cautivo
Vulgarmente conocido como Cristo de Medinaceli, por exponerse en besapiés el primer viernes de marzo a imitación del célebre nazareno madrileño. Esta imagen sustituyó en el siglo xix a una notable obra artística de Jesús Nazareno, del siglo xvii, que aún se conserva en la iglesia de San Francisco, aunque en muy mal estado. Esa imagen del Nazareno era la titular de la iglesia de Jesús, en la que se daban cita la mayor parte de imágenes procesionales de la Semana Santa antes de que cesara el culto en ella.
La imagen del Cristo Cautivo fue originariamente un nazareno cruciferario, siendo variado de postura y colocados sus brazos en otra posición durante una restauración llevada a cabo en los años veinte. Esta devotísima imagen viste túnica bordada por el célebre modisto don Enrique Elías, que a su vez es el presidente de dicha cofradía, quien conserva la imagen de Cristo Cautivo y acrecienta su culto.
La Cofradía del Cristo Cautivo fue fundada en 1987. Un año después, se unió con la Cofradía de San Juan, formando en la actualidad una sola.
Sus penitentes visten túnica morada y capirote de seda amarilla. Utilizan como insignia la Cruz Trinitaria. Sale en procesión el Jueves Santo.
3.5. Jesús Nazareno
En nuestra nomenclatura piadosa, reservamos el título de Jesús Nazareno a las representaciones de Cristo cargado con la cruz, camino del Calvario, aunque en sí mismo el apelativo sea en cierto modo gentilicio por haber vivido Jesús en Nazaret.
De la frase evangélica tomada de san Mateo y san Lucas: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome a cuestas su cruz y sígame», surgieron en la ascética cristiana, desde remotos tiempos, multitud de estauróforos o amantes de la cruz, estaurofilia que fue cultivada de modo singular por los franciscanos que llegaron a Trujillo[33].
No es extraño que los penitentes de las cofradías se llamen también nazarenos; es posible que la razón secundaria —la principal es el recuerdo de Cristo— derive del grupo hebraico de los nazarenos, que se consagraban particularmente al culto de Dios, no bebían licor alguno que pudiera embriagar y no se cortaban la barba ni el cabello[34].
Aguda unción sagrada emana de la figura de Jesús Nazareno, que se conserva en el convento de San Pedro de Trujillo, obra del siglo xix. Fue donado al citado convento por los hermanos Vázquez, del capital que debían[35]. Es una imagen que invita a la profunda y participativa conmiseración y delata los carismas de su anónimo autor, que estaba formado evangélicamente para ejecutar esta obra con acierto. El paso ha sido representado doliente, angustiano, pero todavía posee entereza física para seguir cargando con el madero por la Vía Dolorosa. Posee volúmenes bien contorneados y dramatismo expresivo con afiladas aristas en el rostro y cabellera, tratada como conjunto sin pormenorizar. Viste una hermosa túnica bordada por las franciscanas terciarias de Trujillo que lo custodian.
Esta hermandad fue constituida el 28 de agosto de 1987. Años atrás salía en procesión acompañada por operarios de AJUSA, que vestían un hábito color morado, ceñido con correaje de esparto. En la actualidad, los hermanos de luz y carga visten hábito blanco con cordón y botones rojos con capirote y capa rojos exhibiendo el anagrama de Jesús con la Cruz a cuestas.
Sale en Miércoles Santo en procesión desde el convento de San Pedro, lugar en el que recibe el culto y el cuidado de las religiosas franciscanas de la T. O. R., se une al Cristo del Perdón que desciende de la villa bajomedieval, y continúan juntos la procesión hacia el templo de San Francisco. El Jueves Santo sale en procesión con el resto de las imágenes.
3.6. Cristo del Perdón
Recibe culto en la iglesia parroquial de Santa María la Mayor, en la capilla de los Loaisas. Se le conoció anteriormente como Cristo de la Misericordia, troncándose este nombre por el del Perdón a raíz de unas intercesiones populares en los años de la posguerra civil española.
Es obra de la segunda mitad del siglo xviii, presentando paño de pureza anudado al lado derecho, y rostro doliente, bien tallados los huesos y las venas. Representa a Cristo en su agonía, con la cabeza inclinada sobre el pecho, «mirando a cualquier persona que estuviese orando al pie de él», cuidada barba y cabellos rizados y revueltos, y con la boca y los ojos entreabiertos. Conserva su policromía original, pero algo dañada y con la pátina del tiempo. Se halla dentro de la línea barroquizante del realismo del siglo xviii, aunque este es moderado, dotado de una expresión patética pero sin extremismos, de modelado correcto.
Esta obra no aparece documentada en los libros de fábrica de la parroquia, es muy probable que se trate del mismo Crucificado que estaba en la dehesa de los Quintos de Bobadilla. Esta dehesa fue propiedad de la iglesia de Santa María hasta el 23 de junio de 1800. En dicha fecha se vendió al conde de Torres Arias y marqués de Santa Marta en 930 000 reales. Allí había una ermita en la que era muy venerada una imagen de Cristo crucificado[36].
La fundación de esta hermandad data del año 1952. A partir del año 1985, se actualizó con la renovación de estatutos y la incorporación de nuevos hermanos. Hoy es la más numerosa en cuanto al número de socios. En el año 1991, don Tomás Terrones Tamayo y don Andrés Martínez Grande, artesanos locales, donaron a la hermandad unas artísticas andas en madera de nogal, extraídas de Navezuelas, que ellos habían ejecutado para que el Cristo del Perdón fuera portado en ellas. En las andas aparecen magníficamente talladas algunas escenas relativas a la pasión y muerte de Cristo y la imagen de Nuestra Señora de la Victoria, patrona de Trujillo.
El hábito de los hermanos está compuesto de capa morada y capirote del mismo color con túnica blanca. Utilizan como insignia tres clavos circundados por la corona de espinas. Es impresionante observar a los penitentes que acompañan a la imagen portando una pesada cruz a cuestas.
Se traslada procesionalmente el Miércoles Santo desde el templo parroquial de Santa María la Mayor, lugar en el que recibe la veneración de los trujillanos a lo largo del año, hasta la iglesia de San Francisco. El Viernes Santo inicia el desfile procesional al que se suman el resto de las imágenes. También, en la procesión del Silencio, acompaña a La Soledad para regresar de nuevo al templo de Santa María.
3.7. Nuestra Señora de Las Angustias
Este notable grupo escultórico procede de la iglesia de Jesús y fue trasladado a la parroquia de San Francisco, en cuyo retablo mayor fue colocado cuando cesó el culto en aquella iglesia.
Es obra de fina ejecución y gran nobleza. De la rica y brillante policromía de los paños resalta fuertemente el rostro de María con un dolor contenido, sin extremismos, así como la cabeza serena de Cristo, que la madre sujeta con amoroso cariño. Es un conjunto escultórico de exquisito realismo, según el tipo de Alejandro Carnicero, de mediados del siglo xviii.
Visten sus cofrades túnica y capirotes burdeos y amplia capa blanca. Sale en procesión el Jueves Santo.
3.8. San Juan
Perteneció a la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, que lo adquirió en 1884 para sustituir a otra imagen del siglo xviii que se encontraba en mal estado de conservación. La efigie antigua de San Juan fue entregada a doña Paz Orellana en atención a los beneficios que esta señora estaba otorgando a la Cofradía de Nuestro Padre Jesús[37]. Esta señora era viuda de don Juan Malo de Molina, que durante muchos años había sido alcalde y benefactor de esta cofradía.
La imagen de San Juan formó el Calvario junto con la imagen de La Soledad y La Magdalena y con la del Cristo de Limpias, que actualmente se encuentra en la sacristía de San Francisco, alejado del culto. Fue retirado del desfile procesional de Semana Santa en los años sesenta del siglo xx.
La Cofradía de San Juan fue fundada en el año 1983 por un grupo de amigos que lograron recuperar el popular paso de San Juan para que formara parte de los desfiles procesionales, tras haber estado en el olvido veinte años. A ella se le debe la iniciativa de que los cofrades de carga vistieran hábito para portar las imágenes. Esta cofradía se unió en el año 1988 a la del Cristo Cautivo, dando lugar a la Ilustre Cofradía de Cristo Cautivo y San Juan, tras haber sido nombrado miembro honorario y cofrade mayor el Ilmo. y Exmo. Sr. D. Juan Pablos Abril.
Sale en procesión el Viernes Santo. Sus cofrades de luz visten túnica morada y capirote dorado, mientras que los cofrades de carga llevan capirote al estilo monacal de color morado y apretado cíngulo de ambos colores.
3.9. Cristo yacente
Es una de las imágenes titulares de la ilustre Cofradía del Santo Sepulcro y Nuestra Señora de la Soledad.
Esta talla moderna, de los talleres de Olot, fue donada a la Cofradía por doña María Guillén Cano en el año 1923, quedando depositada bajo el altar de la iglesia de la Consolación, que aquel mismo año era abierta el culto, merced al esfuerzo y generosidad de la bienhechora doña Margarita de Iturralde. Es un Cristo yacente, muerto, tendido sobre una sábana, desnudo —salvo un paño de pureza sujeto a las caderas—, que reclina su cabeza sobre un cojín. El modelado del cuerpo es de una gran belleza plástica, concentrada en la cabeza, de honda expresividad, pero sin concesiones a efectismos dramáticos de facilón realismo. Presenta rasgos bien definidos de una cabeza noble, ojos semicerrados, boca entreabierta, con los cabellos y la barba extendidos en cuidados mechones. Todos estos rasgos se unen para expresar de una forma más adecuada el sereno reposo de la muerte tras el sufrimiento en la cruz.
Esta imagen vino a sustituir a una talla de principios del siglo xvii que se habilitó con brazos articulados para el acto emotivo del descendimiento: era el crucifijo que presidía el sermón de las Siete Palabras. Antes de la procesión del Viernes Santo, era trasladado con todos los respetos a un arca para salir en procesión.
Desfila el Viernes Santo, acompañada por sus cofrades vestidos dignamente de riguroso luto, y acompañada por hermanos de luz que visten hábito y capirote negros y capa blanca, realzado por la cruz de Jerusalén. Es la cofradía de mayor tradición en Trujillo.
3.10. Nuestra Señora de La Soledad
Es imagen de tambor; solamente tiene talladas las manos, la cabeza y los pies. Fue adquirida en el siglo xix por la Cofradía de la Soledad y vino a sustituir en las procesiones a una dolorosa castellana de bastidor, obra del último tercio del siglo xvii, que se conserva en el coro alto del convento de San Pedro. Es propiedad de la Ilustre Cofradía del Santo Sepulcro y Nuestra Señora de la Soledad. Está retirada del culto.
El manto que actualmente lleva la Virgen de la Soledad se consiguió en 1966, por la cantidad de 175 000 ptas., gracias a donativos populares y con la iniciativa de doña Soledad Quiles Blanco, ya que el que tenía se encontraba en deplorable estado de conservación. Este mismo año, la Asociación de Antiguos Cruzados se hace cargo del desfile procesional de la imagen y de su ornato en colaboración con la familia de don Diego Romero Domínguez. En esa misma fecha se adquirió el trono de la Virgen, que costó 78 000 ptas.
Sus cofrades visten los colores de la bandera de los Antiguos Cruzados, el blanco en la capa y en el capirote, y el rojo en el hábito. Utilizan como insignias las mismas que la asociación. Es el paso que cierra los desfiles procesionales en Trujillo.
3.11. Otras imágenes
En este apartado vamos a estudiar el resto de imágenes que en otras épocas formaban parte de las procesiones de la Semana Santa y que en la actualidad se conservan en templos y conventos de la ciudad, custodiados celosamente por religiosas o sacerdotes.
Tal es el caso de la Magdalena, imagen de tambor que solamente tiene talladas la cabeza, manos y pies. Es obra del siglo xix y fue adquirida por la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno[38]. Esta imagen podía venerarse hasta los años sesenta en un retablo que había en el muro de la epístola de la parroquia de San Francisco, y procedía de la iglesia de Jesús. En la actualidad se encuentra en el coro de la citada iglesia de San Francisco.
En el convento de San Pedro se conserva una imagen de Nuestra Señora de la Soledad. Es obra de estimable factura del último tercio del siglo xvii, de bastidor (tiene talladas la cabeza, las manos y los pies). Estuvo en la iglesia de Jesús. Con motivo de la desamortización, se extinguieron las Cofradías de Nuestro Padre Jesús y Nuestra Señora de la Soledad, que fue reorganizada algunos años después[39].
La imagen de Nuestra Señora de la Soledad fue trasladada el 7 de mayo de 1846, provisionalmente, a la iglesia conventual de las MM. Jerónimas. Pero el sacerdote don Francisco Navarro, a instancias del Sr. obispo de Plasencia, don Pedro Casas y Souto, ordenó el 9 de abril de 1879 que fuera trasladada esta imagen al convento de San Pedro de Trujillo el Viernes Santo después del sermón de Soledad, para que fuese cuidada y atendida por las franciscanas de San Pedro, quedando allí definitivamente[40]. El día 15 de mayo de 1886, el alcalde presidente de la Cofradía de la Soledad envió una solicitud al Sr. obispo, don Pedro Casas, para que la imagen de La Soledad fuera trasladada a la iglesia de San Francisco. Pero el Sr. obispo rechazó esta solicitud el 31 de mayo del citado año, considerando que en el convento de San Pedro estaba mejor conservada y era más venerada por las religiosas franciscanas[41].
La imagen de Nuestra Señora del Mayor Dolor, de estimable factura y expresivo realismo, es obra castellana del primer tercio del siglo xviii, llegó al monasterio de San Miguel de Trujillo en el año 1836. Procedía del extinguido convento de La Encarnación, hoy conocido como colegio de La Salle. Con motivo de la desamortización, el 9 de marzo de 1836 los frailes dominicos fueron exclaustrados[42]. Las dominicas del convento de San Miguel reclamaron la venerada imagen de Nuestra Señora del Mayor Dolor. Pero el 31 de mayo de 1836 estas tuvieron que abandonar su monasterio, suprimido por orden ministerial, marchando al convento de la Encarnación de Plasencia, lugar en el que estuvieron durante catorce años. Una de las religiosas era nieta de un vecino de Trujillo, un sastre llamado don Pedro Peña. Este conservó en su casa algunas imágenes del monasterio de San Miguel en el tiempo en que las religiosas estuvieron en Plasencia, entre ellas la Virgen del Mayor Dolor. A su regreso a Trujillo el 4 de noviembre de 1850 (según real orden de Isabel II), don Pedro Peña devolvió las imágenes al monasterio de San Miguel[43]. En 1852 se levantó, por fin, la prohibición de admitir novicias, y las monjas de clausura lograron mantenerse.
4. Recorrido procesional de las imágenes
Trujillo en Semana Santa se detiene en el tiempo, invitando a todos a vivir la emoción interna que se siente durante estos días de recogimiento. Hombres y mujeres están dispuestos a continuar una tradición que viene de siglos. De esta manera, durante estos días todo Trujillo es templo y todas sus calles son altares.
En la actualidad, las procesiones comienzan con la entrada triunfal de Cristo en su Jerusalén de Trujillo. Mientras los niños están impacientes para acompañar a la imagen de La Borriquita, en el interior del templo la lectura de la pasión situará a los creyentes en la ambientación plena de la semana que da comienzo. A la salida del templo de San Martín, los niños agitan las palmas desnudas, caminando radiantes, acompañando a la imagen de Jesús en la borriquita.
El martes, entre olivos, Cristo arrodillado ante el ángel suda sangre. Es la procesión que la Cofradía de la Oración en el Huerto ha organizado con gran recogimiento desde las Escuelas Nacionales hasta el templo de San Francisco, lugar sagrado donde se van a ir dando cita las imágenes de la Semana Santa trujillana.
La noche del Miércoles Santo se va adentrando, el público se concentra en la plaza Mayor esperando ver el encuentro del Cristo del Perdón y del Nazareno. En el corazón de la villa, el redoble de los tambores pone paso marcial, un silencio deambula al resplandor de los faroles: es la procesión de la Hermandad del Santísimo Cristo del Perdón, que desde el majestuoso templo de Santa María se abre paso con su Crucificado por las angostas calles medievales. El tiempo se ha parado, el aire se ha dormido contagiado por el sueño secular de los sillares de la iglesia y el resplandor de los ciriales. La noche canta una saeta de soledad desde el atrio del templo de Santiago.
Mientras tanto, en el convento de San Pedro la Hermandad de Jesús Nazareno parece dormir la majestuosa quietud de un silencio universal sobre el itinerario marcado. En la alta noche, por una calle angosta y rumorosa camino de la plaza, aparece la procesión y hace un alto a la espera del Crucificado. Entre los dos aleros del palacio de San Carlos, las estrellas guiñan su temblor divino, de los balcones cuelgan las almas de la nobleza trujillana, entre hermanos cofrades y mantillas avanzan lentamente los pasos para encontrarse en la plaza. De pronto, entre la multitud ha brotado una voz: es una saeta cantada por el sentimiento elevado de un trujillano. Inmediatamente nos sentimos arrebatados por una emoción que nos aparta de lo vulgar. Entre aplausos, continúa la procesión y Cristo Crucificado y el Nazareno navegan en un mar de corazones en la solemnidad del Miércoles Santo camino del templo de San Francisco.
El Jueves Santo la gente se apiña en las calles de Trujillo para ver la comitiva que, con acompasado ritmo, camina por ellas como si buscara el camino de la redención. Imágenes de calidad artística salen en procesión: La Oración en el Huerto, El Señor Atado a la Columna, Cristo Cautivo y La Soledad.
En el Viernes Santo se viven dos momentos que no nos hacen olvidar la tristeza propia del tiempo. Hasta la tarde, son frecuentes las visitas al «monumento» expuesto en nuestras iglesias. Es un lugar de adoración a la cárcel en la que está prisionero Jesús en espera del martirio de la jornada siguiente. El Viernes Santo significa luto, tristeza y muerte, y este es el ambiente que se observa en las calles. Por la noche, el rito penitencial alcanza el momento más álgido con la procesión del Santo Entierro, que en otros tiempos venía precedida, sobre velo enlutado, del sermón de las Siete Palabras escritas con el mismo laconismo que nos recuerda el Evangelio. Luego, la representación ritual de bajar a Cristo Crucificado de la cruz, que en el interior del templo de San Francisco aparecía clavado como en otro calvario. Acto de exquisita de devoción que en Trujillo se ha perdido, y que congregaba emocionado al pueblo cristiano.
En la procesión del Viernes Santo desfilan las imágenes del Nazareno, El Cristo del Perdón, Las Angustias, Cristo tendido sobre un sudario blanco, su discípulo amado San Juan y La Soledad.
El sonido de un tambor destemplado que suena en la madrugada del Viernes Santo inicia la procesión del silencio, que ha resurgido hace algunos años. Sigilosos penitentes acompañan al Cristo del Perdón y a La Soledad por las calles taciturnas de Trujillo. Es un silencio tan conmovedor que hasta se escucha el gotear de la cera perdida de los velones. El frío de las altas horas se rompe contra la gente que se agrega en las aceras para presenciar la comitiva.
Tras el emotivo encuentro en la plaza, la Virgen regresa a la iglesia de San Francisco mientras que el venerado Cristo del Perdón se pierde en la noche por el Arco de Santiago camino de la parroquia de Santa María.
José Antonio Ramos Rubio
Doctor en Historia del Arte
Académico Correspondiente de la Real Academia de la Historia
[1] AZCÁRATE RISTORI, J. M.ª de: «Las órdenes militares y el arte». Actas del Simposio: El arte y las órdenes militares. Cáceres, 1985, p. 27. Sobre la participación de las órdenes militares en la Reconquista, véase LOMAX, D. W.: La Reconquista. Barcelona, 1984, p. 153.
[2] PALACIOS MARTÍN, B.: «Alfonso VIII y su política en la frontera de Extremadura». A. E. M. 1989, p. 160. Ya en la primera reconquista de Trujillo por parte del ejército cristiano, en 1186, el rey Alfonso VIII la había entregado a la orden de Trujillo, nacida expresamente para la defensa de esta plaza. MONTAÑA CONCHIÑA, J. L.: La Extremadura cristiana. Memoria de licenciatura, Cáceres, 1990, p. 38.
[3] Vid. sobre la existencia del franciscanismo en Trujillo. RAMOS RUBIO, J. A.: Estudio sobre los conventos de la T. O. R. F. en Trujillo. Cáceres, 1991.
[4] Fuero concedido por el rey Alfonso X el 27 de julio de 1256, 1-1-5-1, fol. 123, núm. 33. Archivo Municipal de Trujillo.
[5] Libros de Cuentas de las citadas parroquias. Cit. RAMOS RUBIO, J. A.: Estudio histórico artístico de la iglesia parroquial de Santa María de Trujillo. Cáceres, 1989.
[6] Archivo Municipal de Trujillo, 1-2-70-95, 2 fols.
[7] Archivo Municipal de Trujillo, 1-1-14-154-8, fols. 13 a 15.
[8] Ordenanzas de la Cofradía de San Martín, erigida para caballeros, en la parroquia de este mismo nombre en Trujillo. 8 fols. 1-2-72-10. Archivo Municipal de Trujillo.
[9] TENA FERNÁNDEZ, J.: Trujillo histórico y monumental. Alicante, 1967, p. 522.
[10] Fue Carlos III, en el año 1777, quien prohibió los disciplinantes y todo tipo de mortificación sangrienta en cualquier procesión penitencial.
[11] TENA FERNÁNDEZ, op. cit., p. 523.
[12] La inauguración del concilio tuvo lugar bajo el pontificado de Lucio III, quien hace convocatoria para 1545 y 1546. Es este papa quien, mediante bula, autoriza la celebración del descendimiento en Bercianos de Aliste (Zamora). Archivo parroquial. Es el primer dato escrito sobre esta costumbre. Le siguieron el resto de poblaciones en los años finales del siglo xvi.
[13] Sobre la práctica del desclavamiento, véase a DOMINGUEZ MORENO, J. M.ª: «La crucifixión y el desclavamiento en el norte de Cáceres». Antropología Cultural en Extremadura. Mérida, 1989, p. 143.
[14] Contrato y Concordia entre la Cofradía de la Caridad y la de Nuestro Padre Jesús, 1674. Archivo Municipal de Trujillo.
[15] Contrato y Concordia entre la Cofradía y Hospital de la Santa Caridad y la Cofradía de Jesús de Nazaret, 11 de enero de 1674. Francisco Márquez, escribano. Archivo Municipal de Trujillo, fol. 1.
[16] Archivo Municipal de Trujillo, 1-4-157-9, 13 fols. Traslado a 11 de enero de 1671.
[17] Acta de sesiones del Ayuntamiento, 24 de diciembre de 1707. Archivo Municipal de Trujillo.
[18] Dictámenes enviados al Consejo de Castilla, 23 de abril de 1789. Archivo Histórico Nacional. Sala de Gobierno de Castilla, leg. 827.
[19] Archivo Municipal de Trujillo, legs. 240 y 244, acuerdos del 1 de julio y 5 de agosto de 1709.
[20] Es muy explícito el fol. 1 del Libro de Bautismos, 1809-1833. Archivo parroquial de Santa María. También, hay varios libros en el Archivo Municipal de Trujillo que recogen la situación precaria de la población tras la invasión francesa. Leg. 444. Acuerdos, 1842, fol. 138. Leg. 962. Libro 3. MADOZ, P.: Diccionario geográfico-histórico de España y sus posesiones en Ultramar. Madrid, 1846, t. XV, p. 169.
[21] A. D. H. Leg. 56. Bienes Nacionales. Expediente de ventas núm. 202.
[22] Sobre las vicisitudes que tuvo que pasar el Hospital de la Caridad, véanse varios documentos existentes en el Archivo Municipal de Trujillo. Leg. 469. Libro de Acuerdos de 25 de marzo de 1867, fol. 30 y v.º; leg. 1215, libro 3. Expediente de subasta para la reedificación de parte del edificio del Hospital Municipal de Trujillo.
[23] Desde el año 1847, comenzó a predicarse el Jueves Santo en la iglesia de San Francisco. Con anterioridad, se celebraba en la madrugada del Viernes. Pero, al cometerse muchas irreverencias en la noche del Viernes, se cambió al día anterior. Libro de Acuerdos de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús, 1847, fol. 8. Archivo parroquial de Santa María de Trujillo.
[24] Libro de Acuerdos y Concordias de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús, 1846, fols. 1 y 5 v.º.
[25] Archivo Municipal de Trujillo, leg. 449. Acuerdos del 12 de marzo de 1847, fol. 21.
[26] Libro de Acuerdos y Concordias de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús, 1847, fol. 13.
[27] Libro de Acuerdos y Concordias de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús, 1847, fols. 15 y 16.
[28] Libro de Acuerdos y Concordias de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús, 7 de enero de 1848, fol. 20 v.º. Archivo parroquial de Santa María de Trujillo.
[29] Libro de Acuerdos y Concordias de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús, 14 de febrero de 1876, fol. 99.
[30] Libro de Acuerdos y Concordias de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús, 1846-184, fols. 11 y 22.
[31] Constituciones y reglamento de la Cofradía de Jesús Nazareno, 1882. Archivo parroquial de Santa María de Trujillo. Libro de Acuerdos y Concordias de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús en donde se anotan los hermanos de luz de la citada cofradía, 1846. Archivo parroquial de San Martín de Trujillo.
[32] Libro de Cuentas de las Cofradías de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora de la Piedad, 1889, p. 20. Archivo parroquial de Santa María de Trujillo. Existen varios folios en donde se anotan los hermanos de paso de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús que han fallecido, 1848-1889.
[33] Vid. RAMOS RUBIO, J. A.: Estudio sobre los conventos de la T. O. R. F. en Trujillo, op. cit. «Aproximación histórica sobre el convento de Nuestra Señora de la Luz en Trujillo». Actas de los XXI Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 1992.
[34] No hemos de olvidar que Trujillo fue una ciudad habitada por una populosa comunidad de judíos hasta su expulsión en 1492. LACAVE, J. L.: «Sinagogas y juderías extremeñas». Sefarad, t. XL, fasc. 2. Madrid, 1980.
[35] RAMOS RUBIO, J. A.: Estudio sobre los conventos de la T. O. R. F. de Trujillo. Cáceres, 1991, p. 81.
[36] Cláusula que se encuentra en el Libro Misas de Difuntos, 1707. Archivo parroquial de Santa María de Trujillo.
[37] Libro de Acuerdos y Concordias de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús, 27 de febrero de 1884, fols. 135 y 137 v.º.
[38] Libro de Acuerdos y Concordias de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús, 1846-1884, fols. 11 y 22.
[39] Acuerdos y Concordias de la Cofradía de Jesús de Nazaret. Archivo parroquial de Santa María de Trujillo.
[40] Documentos pertenecientes a Nuestra Señora de la Soledad, que se venera en la iglesia del convento de San Pedro. Archivo convento de San Pedro. RAMOS RUBIO, J. A.: Estudio sobre los conventos de la T. O. R. F. de Trujillo, op. cit., p. 78.
[41] Documentos existentes en el archivo de convento de San Pedro de Trujillo.
[42] Real Decreto, 1836, fols. 120-130. Cit. REVUELTA GONZÁLEZ, M.: La exclaustración (1833-1840). B. A. C. Madrid, 1976, pp. 386-389.
[43] R. MONASTERIO DE SAN MIGUEL: «Breve reseña histórica de la imagen de Nuestra Señora del Mayor Dolor de la iglesia conventual de San Miguel de Trujillo». Folleto Semana Santa, 1992, p. 49.