Si desea contactar con la Revista de Foklore puede hacerlo desde la sección de contacto de la Fundación Joaquín Díaz >
Conversando con dulzaineros de antaño acerca de las fiestas de su tiempo -y lejos de actitudes nostálgicas-, se echan de menos muchas cosas al contemplar el panorama actual. Y no nos referimos a la gran cantidad de temas que, por lógica, ha ido desapareciendo del repertorio habitual del ejecutante al ser sustituidos por otros más modernos que, con el tiempo y la propia acción de los intérpretes se han de ir haciendo tradicionales, sino a los ritmos que en Castilla y en León eran variadísimos y, probablemente, nuestro mejor tesoro musical. Ritmos aksak, sincopados o formas polirrítmicas que caracterizaban el folklore de esta zona por su dificultad y belleza. No sería exagerado decir que, en este aspecto, el empobrecimiento ha sido casi total; la actualidad nos ofrece una muestra bien exigua de temas de ese tipo frente a multitud de melodías en ritmo binario o ternario y en compases de 6/8 ó 3/4. ¿A qué se debe este fenómeno? Por una parte, se podría responder que al notable menosprecio en que cayó la profesión de músico tradicional o ambulante frente a otras formaciones o grupos que hacían música más sofisticada con instrumentos técnicamente más perfectos. El dulzainero solía compaginar su profesión con otra que le permitiese vivir con más o menos dignidad en la época invernal (con escasas fiestas a las que poder asistir) y, llegado el momento de elegir, prefirió emigrar o dedicarse a otros instrumentos más lucrativos. Sin embargo, el vacío que tal abandono produjo (salvo escasas y preciosas excepciones) no explica suficientemente la desaparición de los ritmos, por lo que dedicaremos nuestro próximo editorial a este tema.