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Tarde plácida de primavera. El sol meloso cae horizontal sobre los tejados de Muñoveros (Segovia). En la calle, sin tránsito rodado apenas, un grupo de seis niñas juegan a la puerta de una casa. Las niñas tienen ocho años. El guirigay de sus voces suena a música dichosa, como si surgiera de un tiempo pretérito. Las niñas, que disfrutan las vacaciones de Semana Santa en el pueblo de sus padres, viven en Madrid. Bastarían los dedos de las dos manos para contar a todos los niños que, desde Muñoveros, acuden cada día a la escuela comarcal de Cantalejo, cabecera de la comarca.
La calle se tiñe de añoranza con el sonsonete jubiloso de sus voces. Se trata de la eterna canción infantil. Las niñas, enfrentadas de dos en dos, al tiempo que cantan, mueven los brazos, chocan las palmas con las manos abiertas, a veces los puños; ocasionalmente, chocan también los codos. Siguen un código que no es fácil de describir por tanto enmarañamiento. A veces, incluso, dramatizan con gesticulaciones para remarcar el contenido de sus canciones. Y todo lo hacen sin dejar de saltar y de cantar. Asombra contemplarlas por la perfección de sus movimientos. Como si se movieran frente a un espejo. Hace medio siglo la escena habría sido habitual. Los niños entonces ocupaban las calles con sus juegos felices siguiendo una larga estela infantil cuyo rastro se puede seguir en Días geniales o lúdicos, el libro de Rodrigo Caro que, en pleno siglo xvii, remite a los juegos infantiles durante el Imperio romano. Ahora apenas se oye cantar a los niños; cada vez es más difícil verles saltar a la comba o jugar al corro. Ni en la calle ni en los patios de los colegios. Pero estas seis niñas han venido a romper el discurso de los teóricos inclinado habitualmente hacia la fatalidad. Y lo han venido a romper en dos direcciones: primero porque juegan y porque cantan de manera espontánea. Pero también lo rompen porque viven en Madrid, en distintos barrios de Madrid, pese a que sus voces armonizan como si procedieran de un coro. Habitualmente, los informantes a los que acudimos los folkloristas suelen ser personas mayores de origen rural dotados de una buena memoria. No es el caso; aquí estamos ante un grupo de niñas que juegan y que se sorprenden de que dos personas adultas se fijen en ellas y las reclamen las letras absurdas que están cantando. En definitiva, no todo está perdido en el mundo de la tradición y, aunque en nuestros días el río discurra con menos agua, ahí sigue, vivo y cristalino, reflejando la eterna canción de los días geniales y lúdicos.
Queden estas quince letrillas absurdas como testimonio de una escena de juegos recogida el Sábado de Gloria de 2015.
1.
Doctor Jano,
cirujano,
hoy tenemos que operar
en la sala 24
a una chica de su edad.
Ella tiene 21 años
y se llama Soledad.
Doctor Jano,
cirujano,
no se vaya a enamorar.
Yo nunca me enamoro
porque tengo una mujer,
una niña medio tonta
que no sabe ni comer
y un niño medio tonto
que no sabe ni beber.
Doctor Jano,
cirujano,
no se vaya a enamorar.
2.
Mariposa,
mari, mari, po, po,
mari, mari, sa, sa,
maripo, marisa, mariposa.
3.
Chocolate,
choco, choco, la, la,
choco, choco, te, te,
chocola, chocote,
chocolate.
4.
En la calle veinticinco,
en la calle, lle,
veinticinco, co,
ha habido, do,
un delito, to,
una vieja
mató un grillo
con la punta del cepillo.
Pobre vieja,
pobre grillo,
pobre punta del cepillo.
5.
Mariqui, ta, ta,
mariqui, te, te,
mariqui, ti, ti,
mariqui, to, to,
mariqui, tu, tu.
6.
Las vocales
con la a, a,
daba, daba, da.
Yo tengo una muñeca hecha de cristal.
Con la e, e,
debe, debe, de.
Yo tengo una muñeca hecha de papel.
Con la i, i,
dibi, dibi, di.
Yo tengo una muñeca hecha de marfil.
Con la o, o,
dobo, dobo, do.
Yo tengo una muñeca hecha de cartón.
Con la u, u,
dubu, dubu, du.
Yo tengo una muñeca hecha como tú.
7.
Piedra (puño),
tijera (mano abierta)
o papel (los dedos índice y corazón abiertos).
La tijera gana al papel; el papel gana a la piedra; la piedra gana a la tijera.
8.
Don Federico
mató a su mujer,
la hizo picadillo,
la puso a remover.
La gente que pasaba
olía a chas,
era su mujer
bailando el chachachá.
9.
Don Federico
perdió su cartera
para casarse
con una costurera.
La costurera
perdió su dedal
para casarse
con un general.
El general
perdió su espada
para casarse
con una bella dama.
La bella dama
perdió su abanico
para casarse
con don Federico.
Don Federico
perdió su ojo
para casarse
con un piojo.
El piojo
perdió su pata
para casarse
con una garrapata.
La garrapata
perdió su cola
para casarse
con una pepsicola.
La pepsicola
perdió su burbuja
para casarse
con una mala bruja.
La mala bruja
perdió su gatito
para casarse
con don Federico.
Don Federico
le dijo que no
y la mala bruja
se desmayó.
Al día siguiente
le dijo que sí,
y la mala bruja le dijo:
«Por aquí se va a Madrid».
10.
Yo conocí a un profesor
que en matemáticas me puso un dos,
en inglés me puso un tres,
y en historia me suspendió.
Al llegar a casa, me dijo mi papá:
«Qué malas notas de este mes».
Me castigó, me pegó,
me tiró por el balcón;
mi salvación fue el colchón
de la doctora Chimpón.
11.
El Calipo, po,
es el helado del verano.
Calipo, po,
ya verás qué sensación.
12.
La naranja se pasea
por el medio comedor.
No me mates con cuchillo,
mátame con tenedor.
Ooohhh, rosa, color de mariposa,
ooohhh, rosa, color de sarampión.
13.
Indio mapache,
indio, indio, indio,
pache, pache, pache,
escribe, escribe, escribe,
solo con la hache.
Indio,
mapache,
a ver si nos sale.
14.
Coco, leoco,
mama,
cole ocó,
coco olecó,
mama,
coco, oleocó,
aba, mama, aba,
aba, mama, coleocó.
15.
Había una señora
muy de paseo,
andando por la calle
con su sombrero.
Al ruido de la guardia civil,
apareció la policía para preguntar a la señora:
—¿Quién ha roto ese farol?
Y ella le dijo:
—Que yo no he sido,
que ha sido mi sombrero
por distraído.
—Si ha sido su sombrero,
una multa pagará,
para que aprenda su sombrero
a caminar por la ciudad.
Y dijo el sombrero:
—Que yo no he sido,
que ha sido mi plumita
por distraída.
—Si ha sido su plumita,
una multa pagará,
para que aprenda su plumita
a caminar por la ciudad.
Y dijo la plumita:
—Que yo no he sido,
que ha sido mi pelito
por distraído.
—Si ha sido su pelito,
una multa pagará,
para que aprenda su pelito
a caminar por la ciudad.
Y dijo el pelito:
—Que yo no he sido,
que ha sido mi piojito
por distraído.
—Si ha sido su piojito,
una multa pagará,
para que aprenda su piojito
a caminar por la ciudad.
Y dijo el piojito:
—Que yo no he sido,
que ha sido la señora
por distraída.
—Si ha sido la señora,
una multa pagará,
para que aprenda la señora,
para que aprenda el sombrero,
para que aprenda la plumita,
para que aprenda el pelito,
para que aprenda el piojito
a caminar por la ciudad.
¿Qué decir de las letras? Da miedo pensar que algunas puedan ser tachadas de políticamente incorrectas. A veces ocurre. Por supuesto, las niñas las cantan empujadas por el espíritu libérrimo que las habita. Por lo demás, nuestra tradición oral, tanto los repertorios infantiles como el romancero o los cuentos, están salpicados de escenas truculentas que temáticamente emparentan con alguna de estas letras.
Cantaron y jugaron:
Ángela Gutiérrez de Terán
Emma Borreguero Ruiz
Candela Cerrada Tabares
Raquel Pascual Sebastián
Julia Martín Bedoya
Sara Santa Elena Martín
BIBLIOGRAFÍA
Caro, Rodrigo. Días geniales o lúdicos. Espasa Calpe. Con estudio preliminar y notas de Jean Pierre Etienvre. Madrid, 1978, dos tomos.