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El nombre de Tomás Bretón suele sugerir rápidamente "La Verbena de la Paloma" e, incluso, puestos a recordar, "La Dolores", pero acabado este esfuerzo de identificación, se consume tranquilamente su historia.
Lejos de nosotros está el tratar de venir a implorar aquí justicia para su memoria o intentar redescubrir su talento musical. Federico Sopeña ha dicho que no encuentra en él "esa profundidad, esas cosas interiores que creerían muchos ocultas bajo una apariencia tosca", que "la tosquedad iba también por dentro" y que "si nos asomamos un poco a los libretos que el mismo Bretón escribiera, quedamos un tanto apesadumbrados" (1). No entramos ni salimos en el fundamento de estas valoraciones.
Nuestro interés por Bretón en este momento no va dirigido a la persona y obra del músico, cuanto a la sociedad vallisoletana con la que se relacionó en el cambio de siglo, relación que nos permite advertir algunas de las facetas infraestructurales dominantes en nuestra ciudad, en lo que a la música se refiere.
Los lazos comienzan a tejerse en 1894 y desaparecen con la muerte del músico en 1923. Durante estos casi treinta años, Bretón goza del reconocimiento y del éxito; 1894 es la fecha en la que estrena su zarzuela más famosa, "La Verbena de la Paloma" y, a partir de entonces, ocupa cargos oficiales, como el de Comisario Regio ,del Conservatorio Madrileño (1901-1912), Profesor de Música de Cámara y Director del mismo (1913-1921).
La noticia de su fallecimiento es recogida por El Norte de Castilla, que aprovecha para ofrecer a sus lectores una biografía del músico, minuciosa hasta el momento del estreno de su famosa zarzuela, y de trazos muy someros en la etapa posterior de su vida (2).
El 8 de junio de 1894 el Café Imperial era, por primera vez, el marco en el que se celebraba un banquete en Valladolid en honor del Maestro Bretón, quien, junto a Vega (3), sería obsequiado en el Hotel del Siglo, donde se hospedaban, con una serenata a cargo de las agrupaciones musicales vallisoletanas Orfeón Pinciano y Orquesta del Sr. Aparicio (4).
El hecho volvió a repetirse un año más tarde, en el mismo restaurante, aunque esta vez el acto tomaría nuevos y más altos vuelos. Ahora el triunfo correspondía a "La Dolores", a la cual se auguraba un gran éxito en la ciudad. El aplauso al compositor, ya consagrado, era previo a la escucha de su obra y la prensa vallisoletana se hace eco de una amplia convocatoria para agasajar al músico con un repetido banquete:
"Se celebrará mañana domingo, a las doce de la mañana, en el Restaurant del Café Imperial. Según vemos en nuestro estimado colega La Libertad, pueden hacerse inscripciones en la redacción de dicho colega y en la de El Norte de Castilla, en los almacenes de música de los Sres. Saco del Valle y en el comercio de los Sres. Alvarez, titulado El Buen tono..." (5).
Aunque el subconsciente de la prensa dejó escapar, con motivo de este estreno, que "la fama llegada de Madrid no ha mentido esta vez" (6), lo cierto es que los teatros vallisoletanos funcionaban como ecos fieles de los triunfos teatrales madrileños y las crónicas de los éxitos en la Corte preparaban de antemano las taquillas de provincias. Esta ocasión no fue menos:
"Para el estreno de La Dolores estaban ayer vendidas casi todas las localidades del Teatro Calderón y se habían despachado muchas ya para la segunda noche de audición de la ópera. Esto demuestra la singular expectación de nuestro público por escuchar la famosa obra del ilustre Bretón" (7).
Los críticos locales, avisados de antemano de estar tratando con materia consagrada -pues "maestros tiene la Santa Madre Iglesia..."- reaccionan ante el estreno con tal género de entusiastas gestos miméticos que saludan a esta obra como:
"uno de los sucesos más importantes ocurridos desde el nacimiento del arte lírico en España. Se trata de la llegada por un músico español al desideratum artístico de muchos siglos... Aquellas escenas que anoche vimos y oímos en Calderón pasarán, o mucho me equivoco, a la posteridad junto con el nombre del autor, formando el origen clásico de nuestra ópera, como lo forman de nuestra gramática las inmortales obras de Calderón y Lope" (9).
Aunque mucho se equivocaba el firmante de esta critica, don Angel Guerra, al colocar en un mismo nivel los nombres de Calderón y Tomás Bretón, no hemos de valorar con excesiva simplicidad estos comentarios (9), precedidos de una larga historia de aspiraciones y trabajos por crear lo que venía entendiéndose como "ópera nacional" ( 10).
La crónica del acontecimiento nos permite, por otra parte, adentrarnos en otros aspectos de no menor interés que el de la cualificación de los críticos, tales como el panorama de los intérpretes habituales de nuestra escena lírica, quienes
"salvo contadas excepciones no pueden con la música de "La Dolores". Cantantes apreciables son para otras obras de menor empeño...En tales condiciones la obra se oyó con la orquesta admirablemente llevada por el Maestro Bretón, pero no así en la parte del canto..."
Acerca del propio público asistente, se nos dice que iba a escuchar "La Dolores" de "confianza" y no de "cumplido", pues, según el crítico, no parecía percatarse de que aquello era "cosa seria, no un entretenimiento cualquiera para recrear los sentidos". Una verdadera llamada de atención que nos hace pensar en la presencia de un público menos cultivado que el acostumbrado a ocupar habitualmente el Teatro Calderón, pero más dispuesto a participar en la fiesta de la representación, ignorante de los modales que impone la escucha del género burgués -dirigida al individuo y no a la colectividad- a base de normas regladas de orden y silencio, elementos bien extraños al auténtico ritual festivo.
La idea que parece presidir el vínculo entre la sociedad vallisoletana y Bretón en adelante se muestra ligada al proceso de desarrollo del castellanismo; un castellanismo todavía impreciso en cuanto a planteamientos artísticos, que, a pesar de reivindicar políticamente diferencias de actitudes, compromisos e intereses respecto del gobierno central, no admite desentenderse materialmente de los restantes pueblos de España (11).
Valladolid, elevada si no en teoría, sí en la práctica, a capital de Castilla, no desaprovecha ocasiones para hacer saber al Maestro su reconocimiento y aprecio como hijo de una misma tierra (12). Bretón, por su parte, corresponde halagadoramente y no será parco en la explicación de sus deseos, haciendo saber que:
"Valladolid debería ser por los elementos con que cuenta, centro donde el arte musical adquiriese extraordinarios vuelos...Que el arte musical engrandece a las naciones que lo cultivan...Así tras de la brillante etapa en que los grandes compositores alemanes dieron sus obras al mundo, vino la unidad alemana, y tras de la época brillante también en que florecieron los más famosos compositores italianos quedó construida la unidad de Italia. España tiene su unidad alcanzada, pero aún quedan empresas grandes que acometer y no hay duda que el arte musical ejerce poderosa influencia en cuantas empresas gloriosas emprenden los pueblos. Expresó su fuerte deseo de que en Valladolid la capital de Castilla se llegase a la realización de la idea expuesta por él, a cuyo fin dirigió una exhortación a los artistas y escritores..." (13).
El aglutinante de la empresa castellanista, tan interesante y prestigioso para la ciudad como para el propio compositor, hace que en adelante existan unas estrechas relaciones entre ambos. Podemos seguir manifestaciones concretas de ello desde diversos ángulos:
I.-A través del "Orfeón Pinciano".
II.-La participación del músico en algunos festivales benéficos de la ciudad.
III.-La preocupación bretoniana por el Conservatorio vallisoletano.
IV .-A través del seguimiento que la prensa hace de la trayectoria del compositor.
I.-Es sabido que, aparte de su labor en el campo de la ópera-zarzuela, Tomás Bretón dedica en su vida de compositor un importante espacio a la música para orfeones. Esta es una de las motivaciones por las que el "Pinciano", el orfeón sin duda más representativo de Valladolid en el cambio de siglo (1892-1916) (14), no escatima sus esfuerzos por mantener el contacto más estrecho posible con el compositor .
El primer dato de que tenemos noticia en torno a esta relación, se refiere a la ya citada serenata con que este orfeón agasaja al compositor con motivo del estreno en la ciudad de "La Verbena de la Paloma", el 9 de junio de 1894. Veinte días después, volvieron a encontrarse nuevamente en el Concurso de Orfeones de Segovia, cuyo jurado presidía Bretón y cuyo primer premio sería otorgado "ex aequo" al orfeón vallisoletano (15).
Al año siguiente, tras el brillante estreno en Madrid de "La Dolores", el Orfeón Pinciano "recibe un cariñoso telegrama de Bretón en correspondencia al que habían mandado ellos por el éxito" (16). Con motivo de la repetición del estreno en Valladolid, el orfeón materializaría más su reconocimiento admirativo, obsequiando al Maestro con una "preciosa corona laurel y oro" ( 17).
Cuando en 1905, y desde Madrid, se trate de impulsar el proyecto de una "confederación de coros castellanos" (18), Bretón aparece como el compositor más laureado durante la efímera vida de este intento federativo. Detrás de todo ello estaba Carnicer, presidente del Orfeón Pinciano en esos años y máximo responsable, a su vez, de la Confederación. Así, en la asamblea que celebran los federados en Madrid, a finales del mes de septiembre, acuerdan, entre otras, las siguientes resoluciones: realizar un "concurso de obras y reparto de premios a los orfeonistas que reúnan ciertas condiciones" y ofrecer un "banquete en honor de Tomás Bretón" (19). En el banquete, lo más fácil de realizar, Bretón se comprometería a escribir alguna obra musical para el citado concurso, sobre una letra que compondría don Emilio Ferrari, amigo de Carnicer e hijo de Valladolid (20). Anteriormente, en junio, la Federación de coros castellanos había nombrado presidente suyo al compositor (21) y, como tal, aparece en el folleto que, con motivo de dar a conocer la actividad desarrollada, editan en la Ciudad del Pisuerga.
Si para el Orfeón Pinciano y para Valladolid la presencia de Bretón significaba protección y apoyo en los acontecimientos musicales relacionados con el orfeonismo, Valladolid, a su vez, a través de la dirección de esta institución musical, prestará todo su apoyo para el progreso profesional del músico:
"Se reunió anoche la junta directiva...del Orfeón Pinciano...se acordó dirigir un mensaje al ministro de Instrucción Pública (22), interesándole la designación para el cargo de Comisario Regio del Conservatorio de Tomás Bretón" (23).
Bretón alcanzó su ansiado cargo de dirección del Real Conservatorio madrileño (24). En el discurso de su toma de posesión explicitaría su reconocimiento:
"Mas no satisfechos del todo mis amigos de Madrid, de Zaragoza, de Granada, de Barcelona, de Pamplona, de Bilbao, de Valladolid, de Santander, de Coruña y de...media España, reiteraron sus esfuerzos y peticiones a los poderes públicos para que fuese repuesto en el cargo, que por espacio de algunos años desempeñé otra vez..." (25).
Ciertamente, en la cita de "castañuela y pandereta" que el compositor hace de sí mismo, no parece destacarse mucho Valladolid, entre esa larga lista de ciudades, que, al parecer, sumaban al menos "media España". Sin embargo, no nos resulta difícil deducir que a quienes podía interesar más la presencia de Bretón en este prestigioso cargo, fueran las capitales de la región castellana, que podían sentirse, a un tiempo, más favorecidas y orgullosas del triunfo de uno de sus hijos. Por otra parte, la intercesión de don Santiago Alba, decisiva y relacionada con intereses de política regeneracionista -de la que Bretón se hace eco en su discurso de toma de posesión-, ha de contemplarse también en este asunto, todo lo cual coloca a Valladolid en un puesto relevante en la cercanía al compositor.
No obstante, y como suele ser característico de las relaciones en las que lo político y lo artístico se entrecruzan con primacía de lo primero, puede resultar sorprendente comprobar que, en la amplia vida orfeonística vallisoletana de estos años -paralela a la de Bretón- sólo una vez fuera interpretada una obra del Maestro: "La Estudiantina", en 1902 a cargo del Orfeón Castilla (26). El interés por la obra del compositor no parece que fuera tan firme como por la de su persona.
II.-EI planteamiento de los festivales benéficos de comienzos de siglo no difiere mucho de los actuales, en el afán por acaparar figuras populares protagonistas. Las diferencias sustantivas están, sobre todo, en la escala del tiempo, cambiante en exigencias sociales, particularmente asistenciales, con que se ha dotado la población. Al comienzo de siglo, en nuestro país, todavía era dado observar cómo todo género de problemas, desde las inundaciones a la enfermedad o desde la guerra hasta las plagas, eran objeto de celebraciones de esta índole, tendentes a sensibilizar, pero sobre todo, a recabar fondos para parchear las dificultades más perentorias.
Valladolid no es ajena a este género de manifestaciones y Bretón se convierte en uno de los protagonistas invitados para dar realce y notoriedad en algunos de estos momentos privilegiados. En uno de ellos, el motivo polarizador es la tuberculosis, enfermedad de moda cuya atención debía ser -en palabras del Sr. Royo Villanova- "para Valladolid cuestión de honor", pues así lo reclamaba nuestra historia y lo exigía nuestro escudo, ya que "hoy se mide...la cultura y la civilización de los pueblos por la importancia que sus gobiernos respectivos dan a las cuestiones de higiene" (27). Se trataba de inaugurar en Valladolid el primer dispensario que atendiese a este género de enfermedad. La circunstancia motiva la celebración de un acto social en el Teatro Calderón, profuso en números de diverso alcance musical, cuya característica más destacada es que medio Valladolid "aristocrático" participa actuando, mientras la otra mitad lo hace espectando. Una de las piezas fundamentales del ritual de este acto benéfico sería también la presencia de Tomás Bretón, quien acapara en la prensa una atención similar y paralela al festival propiamente tal. Bretón es esperado en la estación por diversas representaciones de los organizadores del acto benéfico, del Orfeón Pinciano y de la prensa local, a los sones de la Banda de Isabel II (28); Bretón es homenajeado con un banquete -esta vez en el restaurante "Colón"-, en el que otra de las figuras llamadas al acto, el violinista José del Hierro (29), representaría un papel secundario respecto del afamado maestro; Bretón se encarga de ensayar el 15 de junio al Orfeón Pinciano, que canta el "Himno de la Guerra de la Independencia", y a un coro de señoritas de la buena sociedad que interpretan "Primavera", después de la cual se presta a escuchar algunas de las voces prometedoras de la ciudad: "la Srta. Hernández Manso... siendo extensamente aplaudida y felicitada por el maestro salmantino (y también) fue objeto de calurosa felicitación por parte del ilustre autor de "La Verbena de la Paloma" el notable tenor vallisoletano Daniel García"; Bretón, en fin, recoge en medio de una gran concurrencia y popularidad lo mejor de los aplausos de la celebración del festejo aquella misma tarde. El "Padre" Bretón nuevamente tenía la oportunidad de pasar revista a los progresos de su "hija" Valladolid y la acompañaba, disculpándola en sus deficiencias.
Otro de estos momentos, en que el laureado maestro acude a Valladolid, se verifica en 1921, por motivos similares a los de la ocasión reseñada. Con la repetición de un espectáculo de parecidas características, la ciudad vuelve a reproducir entonces a Bretón, de nuevo, similares muestras de agasajo y deferencia (30).
III.-Desde 1887, Valladolid poseía la gracia regia para impartir clases de música en la "Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción" (31), aunque una cosa sean los derechos y otra bien distinta su puesta en ejercicio, no siempre efectiva, ni eficaz, por aquello de que "de posse ad esse non valet ilatio...". Sea de ello lo que fuere, en 1905 surge un grupo de artistas y aficionados, ansiosos de suplir las carencias patentes en esta faceta artística y, a la vista de la existencia de unas demandas crecientes entre la población vallisoletana, propagan la idea y el deseo de que la ciudad cuente con un Conservatorio de Música. A las diversas muestras de interés que van apareciendo progresivamente en la prensa y en el propio seno de la Academia de Bellas Artes vallisoletana, viene a añadirse la prestigiosa voz de Tomás Bretón en 1908:
"Queda para los entendidos en lo que naturalmente afecta a nuestra noble, heroica y sufrida región el tratar de cereales, ganadería, comercio y transportes...yo no puedo, ni debo, ocuparme más que de arte y en particular de música... Cuando nuestra vieja Castilla se penetre de la enorme importancia educativa que en los pueblos ejerce la práctica del arte de la música, la rendirá más culto que el que le concede hoy. Obra fecunda de progreso sería la fundación de un Conservatorio en la hermosa capital vallisoletana y que la región emulase con el divino arte del sonido las glorias que la poesía, la arquitectura, la escultura y la pintura sembraron prodigiosamente en ella..." (32).
Prestigio aparte, la voz de Bretón fue una más. Aunada con los diversos afanes de músicos, artistas y periodistas, no lograría, sin embargo, que aquellos "entendidos... en cereales, ganadería, comercio y transportes" pusieran manos en este asunto de modo más efectivo hasta 1911, año en que empezaría el peregrinaje difícil de una institución vallisoletana siempre más marginada que atendida y dotada con seriedad.
IV.-La prensa y, particularmente El Norte de Castilla, juega un importante papel dentro de la canalización y formación de la opinión pública de la ciudad en los años a que nos estamos refiriendo: sin que pueda decirse que expresa la voz de los que gobiernan, no pocas veces les sirve de orientación y guía en las actuaciones más dispares, al ser coincidentes los intereses de ambos. De ser esto cierto, también lo debe ser, pues, el que la figura de Bretón era considerada de importante interés político-artístico para la ciudad, dado el afán solícito con que son recogidas en este medio cuantas noticias tienen que ver con el maestro.
Para confirmación de cuanto decimos, es suficiente con las noticias de citas del periódico que hemos consignado en este mismo artículo. El campo de referencias a Bretón es, sin embargo, más amplio y dicho órgano toma en consideración otros motivos noticiables de menor entidad, que no hubieran alcanzado esa categoría de no ser por una consideración especial del personaje protagonista, cual si de un hijo de Valladolid se tratase. Ejemplo de lo que decimos, puede representarlo la noticia que transcribimos a continuación, cuya significación es mayor al aparecer en un medio, no especialmente interesado por los avatares musicales madrileños:
"El insigne don Tomás Bretón ha presentado la dimisión de Comisario Regio del Conservatorio de Música y Declamación, cargo que venía desempeñando desde hace bastante tiempo. Las razones de la renuncia obedecen a las Órdenes emanadas del Ministerio de Instrucción Pública mandando que se gire una visita de inspección a aquel centro. El ilustre maestro, severo defensor de los fueros del Conservatorio, ha juzgado poco pertinentes las órdenes del Sr. Mellado, entendiendo que las visitas de inspección deben hacerse en otras dependencias del Estado, pero nunca en un establecimiento que, como el Conservatorio, consagra todos sus esfuerzos al esplendor del arte y nada tiene que ver con ninguna cuestión de tipo político-administrativa. La enérgica resolución del Comisario Regio Sr. Bretón ha sido objeto de generales comentarios, todos ellos favorables para el laureado maestro" (33).
Digamos de paso que Bretón no dimitiría en este año de 1905. El gesto sería, más bien, una postura de fuerza frente a la pretendida incursión de la política dentro del "templo del arte musical madrileño", entendido por el Sr. Bretón como independiente y al margen de estos avatares. Tal vez convenga añadir que la inspección de hecho no llegó a realizarse, lo que puede dar una idea del peso político de la decisión del músico, teóricamente marginado de los aconteceres de la vida de los poderes públicos (34).
Otro ejemplo del interés del periódico por la figura de Bretón lo encontramos en 1908, en que se dedica un amplio espacio a trazar una semblanza sugerente de su personalidad. En un artículo de circunstancias, Ramón Barco, salmantino como Bretón, pero residente en Valladolid, describe algunos aspectos de la etapa juvenil de Salamanca vivida en común, para ensalzar a continuación su labor musical (35). A pesar de algunas contradicciones e inexactitudes valorativas de que hace gala el autor, resulta interesante para conocer la opinión de algunos sectores de público de nuestra ciudad sobre el músico.
La última noticia ofrecida por El Norte de Castilla acerca de Bretón se refiere a la muerte del músico: "Una pérdida nacional. Fallecimiento del maestro Tomás Bretón..." (36). Es una noticia transmitida telegráficamente desde Madrid, a la que siguen unos amplios datos biográficos, que ya hemos dejado consignados más arriba.
La intensa dedicación del periódico a la persona de Bretón durante estos años, no evitaría que en adelante los vallisoletanos sólo recordaran al maestro por el lugar común de "La Verbena de la Paloma" y poco más. En la perspectiva de las preocupaciones artísticas -ancilares de tantas otras- diversos maestros y banquetes serían recambiados alternativamente para servir a la ciudad como intermediarios de las relaciones... musicales.
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Hemos dicho al comienzo que el "leit-motiv" qué parece presidir el emparentamiento entre Bretón y Valladolid es Castilla. Adviértase, no obstante, que el cielo de "esa Castilla" se contempla más hermoso a medida que muchos de sus hijos se marchaban a la Corte y, olvidados de los problemas de su tierra, lograban destacar en el firmamento caciquil de la capital del Reino.
No debe extrañarnos, pues, que "esa Castilla" no sintiera el centro en sí misma -a pesar de sus intereses y orgullo frente a otros pueblos de España- ni que, en vez de luchar seria y responsablemente por lo suyo, tratara de buscar -en verdadera actitud de minoría de edad- la protección y el apoyo de favor de los "padres" de turno, Alba, Muro...Bretón y tantos otros.
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(1) SOPEÑA, F. : Historia de la Música Española Contemporánea, Madrid, Rialp, 1976, págs. 27 y 28.
(2) Dada la escasez de datos biográficos de las publicaciones musicológicas en torno a Bretón, creemos de interés la transcripción de la semblanza que, con motivo de la muerte del maestro, publicaba El Norte de Castilla, nº 33.025, 4-XII-1923, pág. 1, cols. 5-6:
"Una pérdida nacional: Fallecimiento de Dn. Tomás Bretón: ...Don Tomás Bretón y Hernández nació en Salamanca el 29 de diciembre de 1850. Siguió sus estudios en la Escuela de Nobles y Bellas Artes de San Eloy,establecida en su ciudad natal y en septiembre de 1865 se matriculó en la clase de violín del Conservatorio de Música de Madrid, donde obtuvo en el concurso de 1867 el 2º premio de dicho instrumento. Pasado algún tiempo, continuó los estudios de composición en el citado Conservatorio y en 1872 ganó el primer premio en la asignatura. Por esta época, Bretón ocupó varias plazas de violín en la Sociedad de Conciertos, en una compañía de zarzuela y en el Circo de Price, del que llegó a ser director de orquesta por espacio de diez años y para la que compuso multitud de piezas. En 1877 estrenó en el Teatro de Apolo una ópera seria titulada Guzmán el Bueno y, en colaboración con Acebes, la zarzuela Tic-Tac. En abril de 1878 fue nombrado presidente y director de la "Sociedad Artístico-Musical". Por esta fecha escribió la zarzuela El Campanero de Begoña y el Himno a grande orquesta y coros, premiado en público certamen, para celebrar el primer enlace de Dn. Alfonso XII, monarca que le concedió la dignidad de Caballero de la Orden de Carlos III. Contrajo matrimonio con Doña Dolores Mareu Morón el año 1880 y compuso el mismo año la zarzuela Los amores de un príncipe, estrenada con lisonjero éxito en el Teatro de Apolo el 18 de marzo de 1881. Obtuvo luego la plaza de Socio de Mérito de la Academia de San Fernando y pasó posteriormente a Roma para ampliar sus estudios musicales, escribiendo allí el oratorio Apocalipsis, que mereció el premio de la expresada Academia. De regreso visitó Viena y París, donde comenzó su obra más importante, la ópera Los Amantes de Teruel, que presentó a la Academia en 1886. Fue luego director de la Sociedad de Conciertos de Madrid, para la que compuso varias obras, entre ellas una Melodía sobre las Rimas de Bécquer. Por entonces se representó la ópera Los Amantes de Teruel en los principales teatros de España. En Barcelona se estrenó en el Liceo la noche del 12 de mayo de 1899. Con gran aplauso dirigió Bretón en Londres en el otoño de 1890 varios conciertos. Luego dirigió en Praga el 23 de marzo de 1891 la segunda representación de Los Amantes de Teruel, logrando uno de los mayores triunfos. Esta ya célebre ópera fue estrenada en el Teatro Real de Madrid y, dos años después, en abril de 1891, con motivo de su presentación en el Príncipe Alfonso, Bretón fue agasajado con un banquete, que constituyó un sentido homenaje al ilustre compositor. Posteriormente, aquella ópera fue estrenada en Viena. En 1892, con motivo de la representación en el Liceo de Barcelona, Bretón fue objeto de otro homenaje y entonces regaló el original de la obra al Círculo del Liceo de aquella capital. De regreso a Madrid, estrenó el 22 de octubre en el Teatro Real su ópera Garin, que fue muy aplaudida, como lo fue luego en Riga. El 31 de marzo de 1895 tuvo en Madrid un fracaso al estrenar la zarzuela El Domingo de Ramos, pero se resarció luego cumplidamente con la música del sainete de Ricardo de la Vega La Verbena de la Paloma, la obra que ha hecho más popular su nombre y que continúa de repertorio en todas las compañías de zarzuela. (El texto es equívoco en este punto, al sugerir que esta obra sea posterior a marzo de 1895, cuando en realidad se estrenó el 17 de febrero de 1894 en el Teatro Apolo de Madrid.) Para esta obra había comenzado la música el Maestro Chapí, pero unas diferencias surgidas entre éste y el libretista hicieron que Bretón, al musicar el delicioso sainete, consiguiera el más ruidoso y popular de sus triunfos. El 16 de marzo de 1895 estrenó en el Teatro de la Zarzuela de Madrid otra ópera, La Dolores, basada en el drama del mismo titulo de Feliú y Codina, dirigió personalmente la orquesta y por el feliz éxito logrado, el 3 de abril fue agasajado con un banquete. Barcelona, Zaragoza, Salamanca y Valladolid confirmaron, entre otras capitales, el feliz éxito de La Dolores. Fue nombrado Bretón Académico de la Real de San Fernando, ingresando el 14 de mayo de 1896 y leyó un notable discurso que contenía un atinado estudio critico del españolísimo Barbieri y de la Opera Nacional. Estrenos posteriores suyos son: en la Zarzuela, el 31 de diciembre, Botín de Guerra, con letra de Eusebio Guerra; en la Comedia, el 31 de octubre de 1897, El Guardia de Corps, letra de Vela y Servet; y en Apolo, el 29 de enero de 1898, El reloj de Cuco, de Labra y Ayuso. Posteriormente, en Salamanca, Valladolid y otras poblaciones, ha sido objeto de diferentes homenajes con motivo de la representación de sus obras y hace algunos años, con motivo de su jubilación en el cargo de director del museo, se le concedió una jubilación decorosa, en atención a sus grandes merecimientos y a su incansable labor por el engrandecimiento del arte nacional. Su aportación artística ha sido de gran relieve en el arte musical, pudiendo considerársele como iniciador de una nueva era. Aspiró a la creación de un arte nacional, laborando por la afirmación de la Opera Española, sobre cuyo tema escribió numerosos artículos periodísticos y folletos. Descanse en paz el ilustre músico castellano."
(3) El Norte de Castilla, nº 11.296, 8-VI-1894.
(4) El Norte de Castilla, nº 11.297, 9-VI-1894.
(5) El Norte de Castilla, nº 11.775, 5-X-1895.
(6) El Norte de Castilla, nº 11.771, 1-X-1895, pág. 2, cols. 4-5.
(7) El Norte de Castilla, nº 11.770, 30-IX-1895, pág. 2, col. 2.
(8) El Norte de Castilla, nº 11.771, 1-X-1895, pág. 2, cols. 4-5.
(9) Para no incurrir en error, conviene distinguir la valoración que nosotros podemos hacer hoy desde una perspectiva histórica -de acuerdo con los habituales parámetros de valor y calidad de una obra, su mayor o menor capacidad de relectura, así como desde su capacidad de influencia y proyección en el futuro- del papel socio-musical que haya podido desempeñar esa obra en su momento. Una valoración de la música en este último sentido, no puede atender sólo a parámetros técnicos, sino que ha de contemplar su dimensión respecto a diversos acontecimientos, incidentales frecuentemente, pero, en muchos casos, más definitorios de la historia de una sociedad que los estrictamente técnicos.
(10) Recordemos a este respecto las largas disputas mantenidas en el último cuarto de siglo, en las revistas madrileñas especializadas, sobre todo, de diversos musicólogos y más particularmente por los Sres. Barbieri y Peña Goñi.
(11) En 1914, Francisco de Cossío, en el discurso que leyera en la apertura del curso 1914-15 en el Ateneo Vallisoletano con el título Del sentimiento castellanista (Valladolid, 1915, pág. 9), aún se hacía eco de esta actitud: " Al decir, pues, que Castilla debe aspirar a seguir siendo el eje de la nacionalidad española, no quiero decir que deba continuar esa desdichada política centralista, mal llamada por los enemigos de Castilla, castellana... sino que Castilla, respetando una cierta autonomía en las demás regiones y teniendo ella misma la autonomía regional que la corresponda, no debe conformarse con esto solamente, sino que debe aspirar a que rebasando el espíritu de la meseta, se desparrame por la península e imprima su fisonomía a la fisonomía nacional española".
(12) El Norte de Castilla, nº 11.775, 5-X-1895.
(13) El Norte de Castilla, nº 11.777, 7-X-1895, pág. 1, cols. 1-3. Allí precisamente se dan cita entre otros destacados nombres de reconocido interés por esas "grandes empresas que aún quedan por acometer", Santiago Alba., Darío Velao, Taladriz, Macías Picavea y Ferrari... quienes, como en el caso alemán o italiano, citados imprecisamente por el compositor, acompañaban -que no adelantaban- procesos políticos, no tanto "gloriosos", cuanto consecuentes en los planteamientos artísticos con determinados condicionantes económicos.
(14) Próximamente leeremos una tesina en el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid, con el título de Aproximación al desarrollo orfeonístico de España a través de la ciudad de Valladolid, 1890-1923, en la que se estudian a fondo la vida y función social de las instituciones orfeónicas de la ciudad, entre las que es parte muy representativa el citado Orfeón Pinciano.
(15) Este primer premio sería compartido con el Orfeón Orensano, recibiendo cada uno de ellos sendos premios de 2.000 pesetas. Ver El Norte de Castilla, nº 11.318, 30-VI-1894.
(16) El Norte de Castilla, nº 11.581, 22-III-1895.
(17) El Norte de Castilla, nº 11.777, 7-X-1895, pág. 1, col. 4.
(18) El proyecto había surgido desde Zamora, a raíz de la visita que hicieran a Valladolid los Coros Clavé en 1901, pero el interés zamorano no fue bien acogido por los responsables de los diversos coros existentes en Valladolid, a la sazón enzarzados en disputas irrelevantes. La celebración propuesta desde Madrid del Centenario de Cervantes, serviría para unir a un buen número de instituciones orfeonísticas castellanas, si bien durante breve tiempo.
(19) El Norte de Castilla, nº 15.850, l-X-1905, pág. 1, col. 2.
(20) El Norte de Castilla, nº 15.857, 12-X-1905, pág. 2, col. 4.-La idea propuesta por Bretón en el citado banquete, es motivo de resolución en una Asamblea celebrada en Madrid en enero de 1906. Ver El Norte de Castilla, nº 15.968, 24-1-1906, pág. 2, col. 2.
(21) El Norte de Castilla, nº 15.772, 28-VI-1905, pág. 2, col. 2.
(22) Cargo que ostentaba don Santiago Alba, vallisoletano de adopción y con muchos seguidores políticos en nuestra ciudad.
(23) El Norte de Castilla, nº 21.380, 19-1-1913, pág. 2, col. 5.
(24) A partir de 1912, el título de "Comisario Regio", adecuado a la dependencia que el establecimiento musical mantenía, incluso presupuestariamente, respecto de la Cámara Real, se transformará en el de "Director del Conservatorio".
(25) Citado por SOPEÑA, F.: Historia critica del Conservatorio de Madrid, Madrid, Ministerio de Cultura, 1967, pág. 120.
(26) Ver en nuestra tesina el capítulo correspondiente al Orfeón Castilla. Podemos añadir, en este mismo orden de cosas, que durante este período de tiempo, en el que los teatros vallisoletanos, muy frecuentados por el género zarzuelero y similares, organizaban habitualmente programas de "sesión continua", "La Verbena de la Paloma" sólo fue representada -aparte del estreno- en los años 1895, 1904 y 1912, mientras que "La Dolores" lo fue en los años 1899, 1900, 1901 y 1902.
(27) Palabras pronunciadas en la visita que realizara el Dr. Royo Villanova, también invitado, como orador, en un anterior acto benéfico, celebrado en el Teatro Calderón.
(28) El Norte de Castilla, nº 8.815, 14-VI-1894.
(29) Es curioso que figuras universalmente reconocidas, como Falla, Turina o Salazar, estuvieran relegadas en esta época a un segundo plano y no alcanzaran la facultad de la docencia en la "santa casa" del Conservatorio madrileño. No era éste el caso del eminente violinista don José del Hierro, quien, si bien era muy apreciado en los ambientes cultos no podía competir en fama con Bretón a niveles populares.
(30) El Norte de Castilla, nº 34.197, 9-III-1921, pág. 2.
cols. 5-6.-Las ilustraciones núms. 3 y 4 de este artículo reproducen el programa y el motivo de esta función benéfica de 1921.
(31) Este tema ha sido esbozado por LABAJO VALDES, J.: "Un músico olvidado: Julián García Blanco", en Ritmo, Madrid, nº 513, julio-agosto, 1981.
(32) El Norte de Castilla, nº 18.982, 7-XII-1908, pág. 1, col. 6.
(33) El Norte de Castilla, nº 15.569, 14-X-1905, pág. 2, col. 4.
(34) Sólo desde esta perspectiva podría explicarse su cargo de dirección en el Conservatorio, donde no imparte ninguna asignatura hasta 1913, en que es nombrado profesor de música de cámara y ello más por necesidad del propio cargo de director, que por estricta razón profesional.
(35) "¡Tomás Bretón! Los lectores no pueden imaginarse lo que significa ese nombre para el que traza y firma estas líneas. El de un ilustre músico, dirán. El de un egregio compositor, honra de España y orgullo de esta tierra de Castilla. Todo eso es verdad, pero todo eso es, al fin, lo que para todos sin excepción significa. Para mí encierra a la vez un mundo de añoranzas y de recuerdos... Tomás Bretón nació en Salamanca, donde yo tuve también la dicha de nacer. Para Bretón y para mí es aquélla la ciudad amada... Nuestros maestros, nuestros primeros iniciadores en esa religión de los sonidos...fueron también los mismos, Ciríaco Prieto, Angel Piñuela, Pedro Sánchez Ledesma... Para los extranjeros es Bretón el primero de los músicos españoles contemporáneos, el creador y suscitador más afortunado y más hábil de nuestra ópera nacional. Con razón y verdad se le ha llamado más que músico, musicólogo...
De una gran injusticia...muy vulgarizada...es víctima el insigne maestro castellano. Se le cree por muchos falto de ese don divino que se llama inspiración. Nada, a mi juicio, más inexacto...el porvenir le hará completa justicia...
Un sentir mío he de expresar para concluir, el que Bretón no haga más exclusiva labor musical basada en nuestros cantos, basada en nuestros ritmos, monótonos pero graves y solemnes de Castilla, tan en armonía con la severidad de su paisaje y de sus costumbres y a ella, a nuestra Castilla consagrada. Algo de esos cantos y de esos ritmos hay esparcido en sus obras, pero algo que no es exclusivo, como digo, sino algo meramente incidental..." En El Norte de Castilla, nº 18.982, 7-XII-1908, pág. 1, col. 6 y pág. 2, col. 1.
(36) El Norte de Castilla, nº 33.025, 4-XII-1923, pág. 1, cols. 5-6.