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La Cebetis Tabula es un documento en el que Cebes, discípulo de Sócrates y originario de Tebas, desarrolla su teoría de la educación, consistente en formar el criterio más que en almacenar conocimientos. De todos los escritos alegóricos en los que el hombre aparecía como un peregrino en la tierra en busca de un ideal arduo de conseguir, la Tabula fue uno de los que tuvo mayor difusión desde los primeros siglos hasta bien entrado el siglo XVIII. Su aplicación de la filosofía al orden moral y su sencillez formal la hicieron perpetuarse en ambientes ligados a la docencia, y su contenido era familiar a cualquier persona que hubiese cursado estudios medios, ya que, junto con las oraciones de Isócrates —uno de los primeros que trataron de incluir en sus escritos la educación por medio de conceptos éticos—, era un texto leído y traducido en las clases de griego.
Sin embargo, muchos maestros (particularmente, aquellos que no solo pretendían comunicar conocimientos sino normas de comportamiento de donde se podía derivar una consecuencia enfatizable) trataron de transmitir sus conocimientos por medio de la palabra, y el ejemplo de Jesucristo para los cristianos es paradigmático. Marcel Jousse, el jesuita visionario defensor de la tradición oral en la enseñanza, que fue capaz de aprender arameo para tratar de descubrir hasta qué punto el éxito de las parábolas de Jesús estuvo en su forma de transmitirlas, escribió que los antiguos rabinos dedicaban su vida entera a memorizar el mayor número posible de relatos tradicionales para después «re-presentarlos» en sus reflexiones. Esos relatos comprendían todos los géneros académicos: cosmogonía, historia, derecho, moral, medicina, historia natural… En resumen, todo lo que podía llamarse «ciencia», otorgando a ese término una cierta relatividad en su significado, determinada por la época y por lo que trataba de transmitirse.
En realidad, todos los relatos suelen contener un arquetipo ético disfrazado detrás de los ropajes del protagonista y su antagonista, o, en otras palabras, tras el bueno y el malo. Los cuentos populares nacen como resultado de una tensión entre dos principios cuyas fuerzas influyen sobre el ser humano y modifican su comportamiento. El cuento tradicional es siempre proposición, expresión, y, en ese sentido, llama la atención la propia palabra ‘cuento’, del verbo ‘contar’ (del latín computare), que significa, en su primera acepción, numerar o computar las cosas considerándolas como unidades homogéneas. Es curioso que el término ‘computadora’ y sus derivados, tan usado e imprescindible en nuestros días, haya venido a ser el sustituto de las narraciones en muchos casos para distraer los momentos de ocio infantil. En el fondo hay que reconocer que, al menos etimológicamente, existe una cierta similitud y que, más en la superficie, nadie puede negar que contar un cuento sea «expresar una magnitud con ciertas unidades o medidas».