Si desea contactar con la Revista de Foklore puede hacerlo desde la sección de contacto de la Fundación Joaquín Díaz >
Se supone, en la persona que va a realizar un trabajo de campo, un interés y un respeto por lo que va a encontrar en su investigación, pero además se requiere una preparación; conviene conocer al menos parte de los temas que habitualmente saldrán en una conversación. Evitar las preguntas que lleven implícita una respuesta (¿Qué hacían ustedes en tal fiesta? En vez de ¿Hacían ustedes esto en tal fiesta?). Es práctico tratar de buscar a la persona adecuada para cada tipo de conversación, aunque en ocasiones tal discriminación pueda resultar ofensiva para el resto de los integrantes de una reunión, sobre todo si alguno de ellos se considera poseedor de conocimientos no generales; una equivocación del encuestador al elegir interlocutor podría llevar a un mutismo definitivo a quien hubiera podido transmitir confiadamente .
De otra parte, aunque se lleve un cuestionario preparado (mejor en la memoria que escrito) es preferible dejar hablar que interrumpir a cada instante con nuevas preguntas; en cualquier caso, enfocar la conversación según las aficiones del encuestado y teniendo en cuenta sus preferencias. En resumen, se ha de buscar, ante todo, la confianza y la amistad del informante sin falsas superioridades ("no, eso no me lo diga, que ya lo sé") que denotarían incoherencia o desdén por parte del investigador. Se ha de procurar olvidar la costumbre, tan arraigada en el Romanticismo, de considerar al habitante del medio rural como un ser inferior, capaz de servir sólo como mediador (ya veces ineficaz) entre hitos culturales; por el contrario, quien transmite tales conocimientos es un ser humano que ha asimilado y hecho propia tal sabiduría, algo que jamás llegará a realizar el erudito.