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Revista de Folklore número

389



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El cuaderno de folklore de Palencia de la maestra Jovita Coloma, 1930

PORRO FERNANDEZ, Carlos A.

Publicado en el año 2014 en la Revista de Folklore número 389 - sumario >



La labor de don Luis de Hoyos Sáinz, desde la Escuela de Magisterio en Madrid, y especialmente el trabajo en sus seminarios de Etnografía y Artes Populares desarrollados entre los años 1912 a1931, supusieron un caldo de cultivo en el que se formaron diferentes maestros dedicados a las secciones de ciencias, artes, letras y labores con un interés especial hacia la cultura popular, los usos y costumbres y otros elementos como el habla local. La sección de labores de las Escuelas de la Normal prestaron un notorio interés al estudio de los trajes populares, las técnicas textiles, que se plasmaron en las pertinentes redacciones de su costumbre y la forma de ataviarse en diferentes comarcas[1]. Muchas futuras maestras acabaron realizando excelentes trabajos, o cuando menos interesantes, sobre el arte de la indumentaria, pero también sobre otras cuestiones.

Jovita Coloma y Santana nació en Valladolid en 1899, era hija de Pascuala y de Francisco. Su padre, originario de Esguevillas de Esgueva (Valladolid), como toda su familia paterna, se había trasladado por motivos laborales, igual que muchos de los ferroviarios de este país, por media España, recorriendo La Coruña, Ávila, Cartagena y Oviedo, donde había recalado en la edad adolescente de nuestra autora, al tiempo que ella empezaba a estudiar la carrera de Magisterio. Allí vivió, junto a los otros cinco hijos, el matrimonio Coloma. Tras fallecer su padre en 1923, la familia se traslada a Madrid. Jovita, que ya estaba trabajando de maestra en varios pueblos en Asturias, optó por quedarse en el Principado y ayudar con su trabajo a sus otros hermanos, la mayor parte de ellos estudiantes como ella de Magisterio o de Ingeniería de Caminos, carrera en la que se titularon en la capital de España. Hubo de trasladarse en algún momento posterior a Palencia, aunque no nos consta, donde siguió ejerciendo su magisterio y donde recogería los datos que conformaron su trabajo. También ejerció en Villavaquerín de Campos (Valladolid). Hacia 1930 (posiblemente antes), se traslada a Madrid donde pasa la guerra civil y fija su residencia, y donde escribiría la única obra que conocemos de su trabajo de educación y formación.

Allí, por cuestiones políticas, es destituida junto a otra hermana que también ejercía de maestra en 1937, e incluso han de buscar refugio en provincias limítrofes. Aparece en ese momento como maestra con la plaza en propiedad en la escuela graduada de niñas de Cuenca. La depuración es llevada a cabo desde el gobierno republicano en pleno conflicto bélico, con la separación definitiva del servicio y con la pérdida de todos los derechos profesionales[2]. Tras el conflicto, se la restituye de su cargo en 1948 y es nombrada directora de un grupo escolar, en Madrid capital, hasta su temprano fallecimiento en 1955.

Alguna fotografía y escuetos recuerdos nos quedan de nuestra maestra, que murió soltera y sin descendencia. Tan solo algunos sobrinos, los mayores, afincados en Badajoz y Palencia anotaron ciertos recuerdos muy lejanos ya y la fotografía que incluimos de ella en este homenaje, realizada poco tiempo antes de fallecer.

El manuscrito

La obra que nos interesa es un sencillo cuaderno manuscrito de 96 páginas, en formato apaisado encuadernado en símil piel, de 19,30 × 27,60 cm. Sin ilustraciones y solamente con la referencia del título indicado y la fecha de 1930, Escuela de Labores. Está conservado entre los fondos históricos del Museo del Traje de Madrid como procedente de las Memorias de la Escuela Superior de Magisterio de esta ciudad.

Palencia no destaca por los escritos costumbristas del siglo xix ni tan siquiera por las publicaciones de etnografía o folklore en las primeras décadas del xx como acontece en muchas regiones españolas, volcadas en la refolklorización o las recuperaciones de su música popular como ocurría en las cercanas provincias de Segovia, Burgos, León o Salamanca con sus cancioneros y el trabajo del Padre Morán, Marazuela, Olmeda, Ledesma, etc. Habría que esperar a los años cuarenta para que el músico y compositor Guzmán Ricis iniciara sus recopilaciones folklóricas y empezaran a aparecer algunos artículos en revistas científicas como la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares o la local Institución Tello Téllez de Meneses, aunque no son especialmente frecuentes los estudios de etnografía y artes populares en esta última revista editada ininterrumpidamente desde 1949[3].

El trabajo que presentamos es curioso cuando menos y no deja de ser el primer estudio de costumbres de la provincia, siguiendo una ordenación que, si bien está realizada de manera un tanto anárquica, completa lo que pudiéramos llamar un estudio o índice de trabajo, pues contiene referencias a los ciclos de fiestas, de la vida y algunas obras de literatura o música, indumentaria y arquitectura popular en un compendio, aunque escueto, de citas y referencias interesantes para los estudios posteriores que realizamos.

No hay constancia de la enseñanza ni de la vida de maestra en los pueblos de Palencia de Jovita, pero por fuerza hubo de entrevistar a vecinos y personas que conocieron de primera mano los datos y referencias que escribe y analiza, o bien en pueblos de nuestra provincia o en la capital, entrevistando a personas de diferentes localidades. Son continuas las referencias a la zona de la Montaña, de manera muy certera, y otras sobre el vestido o algunas costumbres de la Peña o los valles altos que nos llevan a pensar que tal vez conociera o las observara directamente. Nos sorprende así la cita de la pisa de Triollo, los relatos de las bodas montañesas, las rondas de las mozas, o las posturas de «los mayos y mayas» prohibidas repetidas veces durante el siglo xviii por las visitas de los obispos[4] y de las que apenas hay testimonios de su presencia en este siglo.

Su formación, obviamente, le lleva a trabajar con referencias etnográficas en cierto modo eruditas que nos hacen pensar en revisiones de obras escritas referidas a algunos de los puntos de su tratado (como las descripciones del indumento de las anjanas: sandalias de piel de comadreja y báculo de oro). También observamos algunas referencias más antropológicas en la anotación o explicación de antiguas celebraciones como el denominado «día de la reconciliación», antiguo rito de compromiso en las comunidades en el que figuraban los más ancianos y los más jóvenes del pueblo, que reconocían y veneraban a los ancestros en una ceremonia de imitación ante los antepasados y que servía de reconciliación, tenía valor de juramento y que ella lo describe dentro del apartado de fiestas de Jueves Santo en el portal de la iglesia. Junto a ello, aparecen algunas aseveraciones, si bien muy escasas, en sus descripciones (como cuando indica que las capas son siempre negras) más propias de comportamientos posteriores en los estudios de la etnografía y el folklore.

Nos sorprende ese interés hacia el estudio de las costumbres, y siendo una persona formada y con inquietudes es capaz de mostrarla de manera casi científica —dentro de la austeridad de datos—, sin comentarios jocosos y fáciles, ni vejando de obsoletas o vulgares algunas de las costumbres, especialmente las dedicadas a los remedios de las enfermedades o la costumbre de la subasta de mozas, que en otros ámbitos hubieran provocado el mordaz comentario. Jovita no las pondera, pero sí las recoge con un cierto interés documental, como escribe en su trabajo donde se percibe el interés que ella misma explica para reunir «lo que el pueblo castellano, siente, piensa y hace».

Hay algunos vacíos de documentación, realmente más una falta de localización específica que nos hubiera ayudado a documentar algunas fiestas como la llamada «venta de las mozas» y «feria de las mozas» que sitúa en el partido de Saldaña; la interesante costumbre de vestir las mayas y «los abriles» al modo de como aún lo celebran en León; la soldadesca, el juego de «olla va»[5] o las danzas de paloteo, pero por otro lado es notorio el interés de localizar algunas costumbres en Hijosa de Boedo, Grijota, Marcilla o Mave como justificando y dando realidad a sus escritos. Otras, en cambio, podemos localizarlas nosotros, tras el reconocimiento de la tradición, como la referencia al tema de la Danza de David y Goliat y el tejido de cintas que realizaban antiguamente en Dueñas[6] y la referencia a uno de los más viejos juegos y deportes españoles, los aluches, que también figuraron en media provincia y hoy están completamente olvidados, aunque se intentan recuperar desde Cervera de Pisuerga[7]. Trascribimos aquí su trabajo manuscrito:

FOLKLORE DE LA PROVINCIA DE PALENCIA

Índice de contenidos: Folklore de la provincia de Palencia.

Anjana. Leyendas.

Bautizo. Boda (Venta o subasta de la novia).

Feria de las novias. Botijos o cantaradas. (Las mandas). Regalos. Soldadesca. Obligaciones de los padrinos.

Entierro.

Fiestas (La fiesta del surco. Las marzas). Las fuentes (Noche de San Juan. Jueves Santo). Hogueras.

Danzantes.

Enramada del treinta de abril. Las mayas.

Hilas de invierno o veladeros.

Costumbres pastoriles.

Juegos y diversiones.

Canciones.

Refranes.

Sueños.

Supersticiones.

Fórmulas de curanderismo.

Casa.

Traje.

Al pretender hacer un estudio del folklore de la provincia de Palencia, no me he propuesto otra cosa que recoger, por cuantos medios han estado a mi alcance, el saber de este pueblo castellano, lo que piensa, siente y hace. Mi trabajo pues, consistirá en una exposición de las costumbres, leyendas, romances, refranes, etc., elementos en que se sorprenden los ecos del alma popular y los últimos repliegues del carácter del pueblo.

La vida moderna con sus buenas comunicaciones, la prolificación de las modas, la tendencia de los pueblos a universalizarse hace que vayan desapareciendo lo poco típico que autóctono o heredado se conserva en nuestros pueblos. Tal vez dentro de unos años no exista ya nada popular, como casi ocurre en la provincia que nos ocupa. Razón tiene Chateaubriand cuando un poco exagerado dice: «Dichosos aquellos que no han visto el humo del extranjero, ni han asistido nunca a otros banquetes que los de sus padres».

De todo lo anteriormente expuesto se sorprende la necesidad de recopilar todos los elementos típicos que nos quedan: labor que tiene grandes dificultades, por lo poco interesantes que les parecen estos datos al campesino castellano y lo difícil que es dar con viejos o jóvenes que conserven perfectamente las costumbres de sus antepasados.

Se distinguen en Palencia dos regiones perfectamente diferenciadas: una en el norte donde los montes tienen toda la grandiosidad e importancia de las grandes cordilleras de Europa. Allí se ven las grandes sierras de Brañosera, Peña Labra, Peña de Brez, sierras Albas, Pico Lezna, Fuentes Carrionas, sierras de Cardaño, Peña Espigüete y Campo Redondo y las sierras del Brezo, del Pico y la Pernía y hasta los valles de Boedo, de Valdavia y de la Vega. Hasta los límites de los territorios de Saldaña, Villaeles y Villameriel, el país es montañoso en extremo y en considerable extensión ofrece toda la aspereza, variedad y aspecto imponente que son propios de las comarcas montañosas. Es en ellas la vegetación grandísima, la riqueza en pastos y maderas incalculable, la caza abundante y las formaciones mineralógicas de primer orden. Tierra de Campos es una extensa comarca natural entre el Cea y el Carrión que se extiende en los niveles vindolonienses del neógeno continental castellano (de las arcillas, margas azules y calizas). Región llana, poco ondulada, de clima extremado seco (en gran parte lluvias inferiores a los 400 mm). Es tierra escueta sin un árbol, sin una hierba, solo los que al amparo de las aguas del caudal viven y sin una piedra. No hay bosques, ni pastos, ni ganados, ni casi agua. Se cultivan principalmente los cereales, única manifestación de la naturaleza viva, con especialidad el trigo. La ganadería es casi exclusivamente lanar.

El paisaje hondamente desolado, pastos primaverales fugaces en una primavera corta y turbulenta tras el invierno duro de heladas persistentes. No hay bosques, todo es llanura acampiñada. Los pueblos de esta región presentan una masa compacta de color oscuro por una lado blanca, por otro dominada por la torre alta de la iglesia. Este aspecto terroso de los pueblos palentinos de Campos es debido al adobe, elemento de construcción principalmente en las casas humildes. Este paisaje severo, triste y uniforme es animado por un sol purísimo de amplios horizontes del que no disfrutan los habitantes del norte con paisaje más alegre.

ANJANA

La bruja o hada buena de Palencia es la Anjana. Viste capa blanca, trenzas rubias y sandalias de piel de comadreja. Según dicen, gasta báculo de oro con una estrella en la vuelta que alumbra de noche a los pastores y caminantes perdidos en la niebla. Dicen que vive en palacios subterráneos donde tienen escondidos grandes tesoros... Remedia necesidades principalmente de la gente pobre.

LEYENDA

Un leñador fue un día al monte a cortar leña; dio un hachazo en un árbol y el hacha se le cayó de la mano, le parecía haber oído que el árbol se quejaba. Creyendo que todo era una ilusión, volvió a darle otro hachazo y cuál no sería su sorpresa al oír que el árbol se quejaba de nuevo. Entonces el leñador, sin haberse repuesto del susto todavía, oyó una voz muy suave que le dijo: «Soy una doncella que estoy encantada dentro del árbol y que para desencantarme tienes que ir al remanso de un río cercano, bajo cuyas aguas tiene una anjana su morada, a quien llamarás dando con un palo en el agua».

El buen hombre, movido por la compasión que le inspiró aquella doncella, y más bien por el amor de las riquezas que le había ofrecido si la desencantaba, se fue sin perder tiempo hacia el remanso y lo hizo todo como le indicó la joven. Llegó al remanso y después de llamar con el palo en el agua, salió la anjana que le dijo estas palabras:

«En una cueva entrarás y anda que te andarás,

una flor roja encontrarás y así la desencantarás».

El mozo entró en una cueva que había próxima y andando por ella pasó el día y la noche y la flor no aparecía. Quiso salir de allí y no encontró la salida; recuerda entonces las riquezas ofrecidas por la doncella y el egoísmo y la ambición le animaban a seguir con afán andando por la cueva en busca de la flor. Pasaron días y días y en las tinieblas perdió la noción del tiempo: no sentía ni sed ni hambre, tenía ya las ropas destrozadas y barbas largas. Por fin un día encontró la flor suspirada y, loco de alegría, salió de la cueva e inmediatamente marchó a su pueblo a ver a los suyos.

Llegó a casa de sus padres, llamó a la puerta y salió a abrirle un hombre que le preguntó lo que quería. Extrañado por la pregunta, le dice que no gaste bromas, que aquella es la casa de sus padres que había estado unos días fuera y que volvía ahora; pero el desconocido seguía sin conocerle, ni a sus padres ni a ninguna de las personas de que le hablaba. Desconcertado el hombre por este recibimiento, se fue a casa de la novia con quien iba a casarse antes de entrar en la cueva y por más que dijo quién era tampoco le conocían y ni él recordaba ninguna de cuantas personas veía.

Asustado el hombre de lo que le ocurría sin conocer a nadie y todo nuevo para él, volvió al día siguiente al remanso a decir a la anjana que ya había encontrado la flor roja que buscaba. Salió la anjana y le dijo estas palabras:

«Bien lo penaste, bien lo penaste

por una doncella a quien olvidaste».

Habían pasado cien años.

Explicación: este leñador iba a casarse con una chica rica pero, por esta, había dejado a otra porque era pobre y la anjana le castigó.

LEYENDA

Vivía en un castillo un señor inmensamente rico que tenía a su servicio varios criados y criadas. Sucedió que uno de los criados se enamoró de una compañera que era guapísima, esta le correspondió; pero a su vez el señor también estaba enamorado locamente de la chica... Por fin se casaron los dos criados.

En aquel tiempo estalla una guerra con los moros y el señor del castillo tiene que prestar su ayuda. Se marcha y lleva consigo el criado recién casado. Pasan cuatro o cinco años y, terminada la guerra, amo y criado emprenden el regreso al castillo. En el camino, ya cerca de la casa, el señor que sigue enamorado de la criada asesina al muchacho y deja su cuerpo escondido en una hondonada, entre las ramas de un bosque. Como si tal cosa sigue el caballero su camino y llega al castillo alegre y optimista. En seguida pregunta por la chica; pero su desilusión fue grande cuando le dicen que ha muerto de pesar por su marido. El hombre, aturdido, no sabe qué hacer al ver que ha cometido un asesinato sin fruto alguno y, acosado por el remordimiento, al llegar la noche, se deja caer recostado en un banco de su habitación. En aquel momento llega la criada y él, creyendo que es una aparición, se asusta; pero la chica se le acerca, le sonríe y le dice que no ha muerto; que le dijeron eso para engañarle. Entonces él la persigue, corren por el jardín y llegan precisamente al sitio donde el señor había asesinado a su marido. Se desencadena una gran tempestad, cae un rayo y se abre una especie de torca por donde se va sepultando el caballero y cuando, esforzándose por salir mira hacia arriba, ve a los dos criados que vuelan hacia el cielo. Esta leyenda se encuentra por Marcilla, Mave, Santillana de Campos, etc.

LEYENDA

Una anjana se apareció un día a una huerfanita y la llevó consigo a su palacio. En un día de nieve, salieron ambas en dirección al alcor donde la anjana, en una cueva, tenía escondidos sus tesoros. Como la anjana era pequeña y por exceso de nieve, llegó un momento en que no podía andar; la chica, en vez de ayudarla marchó sola muy contenta porque tenía el proyecto de hurtarla el tesoro escondido. La pobre anjana no cesaba de llamarla lastimosamente para que la sacara de allí, pero inútilmente, la muchacha no hacía caso y marchaba cada vez más de prisa en busca del alcor. Por fin llegó y empezó a cavar para encontrar debajo de la nieve la boca de la cueva. A fuerza de cavar sin encontrar nada, iba abriendo un hoyo profundo y desesperada sin hallar lo que buscaba cayó en él y allí quedó. Ella misma había abierto su tumba.

Dice la leyenda que en el mismo sitio donde quedó la anjana, nacieron unas flores que eran moradas; pero como nacieron precisamente sobre la nieve, se convirtieron en blancas. Esas flores según la leyenda castellana son las campanillas (de la región norte de Palencia).

BAUTIZO

Como el pueblo palentino es sumamente religioso, en cuanto nace un niño le colocan enseguida los evangelios en el fajero para que las brujas no le hagan mal.

Dispuestos a bautizar al chico, los padres invitan a los padrinos y como estos son comprometidos por aquellos, hacen poco gasto; en general son pocos obsequiosos, únicamente al regresar de la iglesia obligados por la chiquillería que les sigue y no cesa de cantar, tiran confites que llevan envueltos en el pañuelo y en algunas ocasiones dinero. En realidad este acontecimiento lo suelen celebrar poco; bautizan de once a doce de la mañana, dan un pequeño convite que consistía, en algunos pueblos, en queso y avellanas. El nombre que ponen al recién nacido es siempre el del santo del día, que no quitaban por raro que fuese, pues temían que si así lo hacían le ocurriera algo; siempre un solo nombre, nunca compuesto.

Para vestir al niño no le ponían faldones, sino mantillas de piqué y encima una «talma» (esclavina) también de piqué con un fleco; a diario eran de «tartán» (especie de franela). El gorro tenía por delante una almohadilla de la misma tela, debajo de la cual ponían una puntillita blanca y una «guirindola» (volante) por detrás. Los colores preferidos eran los más chillones y el niño había de tener siempre puesto el gorro (generalmente más de uno) reservando el famoso capacete, pues creían que si les quitaban este o cogían frío o se quedarían ciegos.

BODA: VENTA O SUBASTA DE MOZAS

La llamada «venta de las mozas» tiene lugar todos los años en los días de «Antruido», o sea, en los primeros días de la semana de Quincuagésima. En estos días, se reúnen todos los mozos del pueblo en el lugar fijado de antemano y que ordinariamente suele ser la taberna del pueblo. La venta ha de hacerse precisamente por huevos.

Entre los mozos hay alcalde, secretario, alguacil, etc., ya que todos los años se nombran el día de la festividad de los Santos Reyes. Una vez reunidos todos los mozos, el secretario lee el nombre de una de las mozas residentes en la localidad y comienza la subasta o venta por pujas a la llana y una vez adjudicada al mejor postor, nadie sino él puede acompañar a aquella joven durante el tiempo de Cuaresma. Si algún mozo no quiere comprar a ninguna moza, se le impone una fuerte multa en la misma especie que se hace la venta y si se resiste a pagarla, irremisiblemente es expulsado de la cuadrilla o «cofradía». El producto total de las ventas lo consumen ellos mismos durante los días de aquella semana.

FERIA DE NOVIAS

La llamada «feria de las mozas» tiene lugar, en el partido de Saldaña, el 5 de octubre, en que se celebra la fiesta de San Froilán. En este día, engalanadas las mozas más que de ordinario, se dirigen al lugar donde se celebra la feria de ganados y allí se exhiben ante los mozos. Los mozos hablaban siempre a la puerta de la calle, nunca a las rejas.

BOTIJAS O CANTARADAS

Si el novio era forastero, había de pagar las «botijas», que consistía en siete u ocho duros y una cántara de vino, entre la gente humilde, y cien pesetas o más los pudientes. Con este dinero todos los chicos solteros del pueblo, pobres y ricos (al que no asistía no le miraban bien), celebraban grandes meriendas. Si el novio se niega a pagarlo le daban cencerradas, cosa que ha dado lugar en ocasiones a serios disgustos.

LAS MANDAS

Formalizadas las relaciones, acudían a casa del notario para hacer las «cartas de capitulaciones» donde se hacían las mandas que consistían según las clases sociales en dinero, tierras, etc. Las mujeres llevaban además un traje de merino, mantón de ocho puntas, etc. Y los hombres de la clase baja no podían casarse hasta que no tenían un burro y una capa. En otros pueblos, como Villarramiel, las mandas no se hacían hasta después de casados.

REGALOS

No había, y todavía subsiste en algunos pueblos del norte, la costumbre de hacer regalos. Los invitados no obsequiaban con nada a los novios, cuando más daban un duro o algo más, según el compromiso, cuando pasaban la bandeja después de la comida.

SOLDADESCA

Cuando el novio es forastero, además de la cantarada que da cuando empieza a hablar con la chica, el día antes de la boda le piden la «soldadesca», que es como la compra de la novia, que decían ellos valía más o menos según lo rumboso que fuese el novio con los mozos. Si la soldadesca era buena, en agradecimiento elegían de entre los mozos los dos mejores tipos que vestidos en forma de danzantes hacían la «raya», que consistía en llevar dos espadas cruzadas, debajo de las cuales iba la novia desde su casa a la iglesia.

BODA

La boda dura de uno a cuatro días de gran fiesta, pero en la región del norte hay pueblos que celebran más la «tornaboda». Si los novios son del pueblo, esta se celebra en cualquier día que designen después de la boda, a veces pasan tres meses de una a otra; pero si la novia es forastera esta fiesta se hace cuando va a casa del novio. Hacen grandes preparativos; salen a recibirla, al término del pueblo, todas las mozas y familiares y después celebran un banquete más animado, abundante y concurrido que el de la propia boda. En algunos pueblos les casaban a la puerta de la iglesia.

No carece de originalidad una boda en la región del norte (montaña). La víspera del casamiento, como ellos dicen, van las jóvenes todas a despedir a su compañera de la cofradía de solteras; los jóvenes con el tambor hacen los intermedios a los cánticos alusivos de las mozas; la llaman «la blanca paloma que en breve volará del palomar, para unirse en indisoluble lazo con su galán». Al día siguiente muy de mañana están todas en casa de la novia, un arco cobija a los futuros esposos y entre múltiples y variados cantares se llegan a la iglesia en donde con voz imperativa dicen:

Salga, señor cura, salga, con la capa de casar

que está la novia en ayunas, no se vaya a desmayar.

Con esto procede el sacerdote a la ceremonia y una vez terminada se suceden los cánticos hasta que termine el almuerzo. Durante la comida siguen los cánticos; a los postres se presentan los «escancianos» (sirvientes de la mesa) y con sus tonadas hacen flaquear los bolsillos de los invitados pues a cada uno le «echan» un cantar para que les den propina. Por la noche la misma operación; pero lo gracioso del caso es que, al llegar al café, se hacen las «mandas» a los nuevos esposos. Toma el que hace de secretario de la boda papel y pluma y en voz alta dice: «Mandas que hacen los padres, parientes e invitados, por parte del novio». El padre dice: «Mando a mi hijo una vaca, una oveja, cama, etc., etc.»; siguen los parientes y unos mandan centeno, otros un cordero, dinero; cada uno lo que tiene voluntad. Terminadas las mandas del novio comienzan de la misma manera las de la novia y así al acabar aquello más bien parece un testamento.

En general, en esta región las mandas consisten principalmente en animales; la mayor riqueza allí estriba en tener muchas cabezas de ganado o grandes «becerías».

OBLIGACIONES DE LOS PADRINOS

En unos pueblos los padrinos tienen la obligación de pagar dulces, puros y café; y los instrumentos de música; acordeón, guitarra, etc., y en otros el padrinazgo que consiste en un gran refresco, que han de dar el segundo día de la boda en casa del padrino y el tercero en casa de la madrina.

En Hijosa, la madrina tenía que hacer dos ramos de pan en los que ponían almendras, y regalaba uno a los mozos y otro a las mozas; estos, agradecidos, acompañaban a los novios a la iglesia desde casa de la novia, donde la cantaban antes de salir cantares como el que sigue:

Despídete dama hermosa de la casa de tus padres,

que esta es la postrera vez que de ella soltera sales.

Durante la comida continuaban los cánticos; los mozos, desde fuera, les improvisaban, combinando el oficio, nombres u otras condiciones de los novios. Así, a uno que era comerciante le decían:

A ese señor Benigno, lo que le quiero decir;

que no pegue a Emiliana, con la vara de medir.

A estos debían contestar los de la boda con otros semejantes.

En el partido de Saldaña el padrino tiene obligación de dar los derechos a los mozos y casados y a las mozas y casadas en casa de la novia. Hacen también cinco roscas para celebrar en una era la fiesta de correr la rosca que será entregada al mozo que más corra. Cuando hay una boda en algunos pueblos de este partido, la celebran todos los vecinos (aunque no estén invitados) en sus propias casas.

En Grijota, la época de casar es la de la abundancia de leche de ovejas, pues tienen la costumbre de regalar a casi todos los vecinos un buen plato de arroz con leche. En Torremormojón hay un castillo al que han de subir todos los novios en el día de su boda; si algunos no lo hacen no quedan, según ellos, bien casados. En Belmonte hay también otra costumbre llamada el «puño». En el día de la boda, se pone la novia durante un rato con un canastillo en la mano que contiene almendras y avellanas envueltas para que todos los invitados del pueblo que quieran puedan ir a coger un puño de ellas.

Cuando los novios son viudos les dan, como es general en toda España, una gran cencerrada que en algunos pueblos palentinos consiste en bromas semejantes a la siguiente: llevar a los novios bajo un palio hecho con la red de un carro de paja mientras otros les daban incienso con un puchero, lleno de agujeros en el que quemaban pimientos.

ENTIERRO

Cuando muere una persona, las campanas de la iglesia lo anuncian con el llamado «toque de muerte», trece campanas si es hombre y doce si es mujer. Tan pronto como fallece una persona en la montaña, su familia coloca, en la parte más visible de la casa, ordinariamente en el dintel de la puerta de la habitación donde se encuentra el cadáver, los restos de la gallina o pollo que ha servido para alimentarle durante la enfermedad, demostrando con esto que si ha muerto no ha sido por falta de alimentos, pues bien a la vista está que le ha sobrado.

A velar el cadáver a la casa, van algunos hombres que cenan con la familia del difunto, lo mismo que los que al día siguiente le llevan al cementerio. La comitiva, en el entierro, la forman los hombres y mujeres: estas con trajes oscuros, mejor negros, y aquellos con capa aunque sea verano. Es muy de notar la costumbre de estas gentes de llevar a enterrar a sus cadáveres descubierta la caja y cuando son varones van cubiertos con boina, que precisamente ha de ser nueva, de donde se ha hecho muy famoso el dicho: ¡¡Ay del día que estrenes boina!!

Una vez terminado el entierro, el sacerdote, con todo el acompañamiento, va a casa del difunto en cuya puerta han colocado una mesa con un Santo Cristo, dos velas, una jarra de vino y un pan. Se comienza encomendando a Dios el alma del difunto y a cada Pater-noster van depositando en la mesa cinco céntimos. Se continúa rogando por las personas difuntas y de la familia del fallecido y las personas amigas de aquellos van depositando en la mesa los consabidos cinco céntimos. Acabada ya tan piadosa y cristiana costumbre, uno de los familiares toma el pan de la mesa y comienza a distribuirlo entre los asistentes comenzando por el Sr. cura, y otro toma la jarra y hace la misma operación en la misma forma brindando todos al beber con las siguientes frases: «Que de salud sirva», «De hoy en un año», «Por lo dicho», «Que en el cielo nos veamos», «Lo mismo digo», «Buen provecho», «A la salud del difunto», etc., etc.; y al final a todo se parece aquello menos a un entierro.

Durante las misas del funeral, en algunos pueblos colocaba sobre el túmulo un «garrote» (cesto) con doce panes cubierto con un paño negro. Terminada la ceremonia, se llevaba a la sacristía. También por algunos pueblos del partido judicial de Cervera de Pisuerga existe la costumbre de ofrecer al ofertorio de las misas solemnes, los domingos y días festivos, pan y huevos para ayudar al sustento del sacerdote.

FIESTAS

LA FIESTA DEL SURCO

Cuando se empiezan a arar las tierras acostumbran los mozos del pueblo a celebrar un torneo que consiste en ver quién de ellos hace un surco más largo y más recto. El que mejor lo haga será el vencedor de la fiesta.

LAS MARZAS

Se llama así una gran merienda que celebran los mozos palentinos en el mes de marzo, preparada con las cosas (miel, chorizos, huevos, etc.) suministrados por los vecinos a quienes se lo van pidiendo las noches anteriores.

LAS FUENTES: NOCHE DE SAN JUAN

Como en todos los pueblos castellanos, las mozas en esta noche adornan con entusiasmo las fuentes del pueblo; pero la característica de las palentinas es la de que todas las chicas beben agua en las manos de la más joven que las acompaña.

JUEVES SANTO

Una fiesta típica palentina es la que se celebra el día de Jueves Santo. El viejo y la vieja de más edad del pueblo van al amanecer al pórtico de la iglesia donde se dan un beso en la frente, y se arrodillan sobre las losas, el uno enfrente del otro y rezan unas oraciones que son contestadas por los niños y niñas del pueblo. El Domingo de Ramos es costumbre exorcizar con una rama de laurel todas las habitaciones de la casa para ahuyentar los maleficios.

HOGUERAS

En el día de la fiesta, todos los vecinos habían de encender a sus puertas una hoguera y el que así no lo hiciese era castigado a pagar una multa.

DANZANTES

Un detalle típico de las fiestas lo constituyen los danzantes que acompañan las procesiones, bailando delante del santo. Se vestían nueve mozos de la siguiente manera: sobre los pantalones se ponían o unos calzoncillos o unos pantalones de señora y encima unas enaguas muy cortas (a veces solo el volante) que pedían prestadas. Iban en camisa, se ataban lazos a los brazos y un pañuelo a la frente, además llevaban un palo y una cinta.

Colocados cuatro a cada lado (el otro tenía como misión abrir camino entre la gente), empezaba la danza al son de la gaita, haciendo preciosos juegos con los palitos y vistosos tejidos con las cintas. Terminada la ceremonia religiosa, acompañaban los danzantes al cura y al mayordomo de la fiesta a casa de este, donde son convidados. Después en la fiesta profana echaban un lazo a las mozas que mejor parecían o a aquellas otras que comprendían ellos darían buena propina. Esto consistía en ponerlas una cinta al cuello a la vez que cantaban: «Guerra, guerra que al gigante Goliat la cabeza le han cortado». Después echaban un «paloteo» en su honor y cantaban cantares semejantes al siguiente:

Estribillo: Este es el palillo niña, del tío Roque…

Si el palillo se rompiera

por alguna coyuntura,

no dejaría de ser

desgraciada criatura.

Al estribillo

La moza agradecida debía darles buena propina. El segundo día de fiesta, en algunos pueblos, los mozos piden por las casas y es costumbre regalarles en cada una un pato de cerdo; una vez reunidos meriendan los citados patos, recogiendo los huesos el mozo de mayor edad, hasta el año siguiente que vuelve a repetirse la escena.

Festejo de abolengo es el de la lucha que consiste en salir un individuo a un redondel en una era y luchar con el que se presente. Al que triunfe se le da un premio que el Ayuntamiento tiene consignado a este fin, habiendo «vivas a la Loma» o «Vega», según de donde sea el vencedor.

ENRAMADA DEL 30 DE ABRIL

El treinta de abril, por la noche, ponen los mozos la enramada a las novias, colocan en el balcón un trozo de árbol, cuanto más grande mejor, y de allí cuelgan rosquillas, dulces y frutas del tiempo. Después las cantaban cantares semejantes al siguiente:

Cantares te cantaré, ponerte el ramo no puedo,

que están los años muy malos y me costará dinero.

A veces contestaban las mozas como sigue:

El ramo me pusiste, Dios te lo pague,

me rompiste más tejas que el ramo vale.

Siguen los mozos:

Estamos a 30 del abril florido,

mañana entra mayo de flores vestido.

A cantar el ramo, estamos a tu puerta,

porque de los jueces tenemos licencia.

Ahora, señora, si nos dais la vuestra

cantaré tu talle de pies a cabeza.

Tu cabeza dama, es tan pequeñita

que de ella se forma una margarita.

Tu frente espaciosa es campo de guerra

donde el rey Cupido puso su bandera.

De esta manera continúan cantando a los brazos, ojos, pelo, etc.

LAS MAYAS

Al amanecer el primero de mayo, se reúnen las mozas de cada barrio, ayudadas por los mozos, para vestir un abril y una maya que colocan a una de las puertas. El abril es un varal vestido con enaguas de las más elegantes que haya en el pueblo y pañuelos buenos y variados. No tiene cara y termina en la parte superior en banderas hechas con los pañuelos más vistosos. La maya es un maniquí o una «maza» de carro con un varal a quien dan forma de mujer. Esta ya tiene cara pintada y orejas, la ponen gran mata de pelo, buenas arillas y magníficos collares: la visten hasta con camisa y toda serie de faldas que la prestan, a veces hasta veinte, todas a cual mejores.

Es costumbre que los mozos, con música de cuerda, recorran y visiten las mayas del pueblo; en cada una hay una mujer encargada de cuidarla que no la estropeen y además de enseñar toda su indumentaria. Los mozos cantan también unas cuantas coplas.

Por la tarde los que han gastado la broma de vestir la maya celebran una buena merienda y animado baile en las eras.

HILAS DE INVIERNO O VELADEROS

En principios del siglo pasado se reunían los mozas por las noches a hilar la lana de las ovejas, acompañadas por los mozos que contaban cuentos, leyendas, etc. El punto de reunión era la cuadra iluminada con candiles de oilo (aceite de linaza). Posteriormente, estas reuniones se celebraban cada noche en una casa; pero no podían acudir los novios de las chicas dueñas de la misma. Esto se explica fácilmente para evitar compromisos. Como eran de noche los chicos se encargaban de acompañar a las chicas a la hila; pero siempre habían de ser dos aunque fuera una moza sola.

Estas hilas, tan generales en toda España, tienen en Palencia una característica; no se les permitía concurrir a chicos ni chicas menores de catorce años: al llegar a esa edad celebraban una fiesta que consistía en lo siguiente: los mozos del pueblo iban a casa del chico que cumplía los años y le cantaban una copla autorizándole a concurrir a las fiestas en calidad de mozos. Los padres de aquel les convidaban a vino, galletas, etc.

COSTUMBRES PASTORILES

Es costumbre en algunos pueblos palentinos reunirse una vez al mes los pastores en una majada. Ponen a asar un cordero y agarrados de la mano danzan alrededor de la lumbre donde aquel se asa; a las veintisiete vueltas justas (a un paso lento típico de estos bailes) ya está el cordero en condiciones de comerse, lo que hacen alegremente.

JUEGOS Y DIVERSIONES

Las diversiones públicas consisten en juegos de bolos (a lo que juegan muchos las mujeres en Cuaresma), barra y morillo. Las danzas en días de fiesta se hacen al compás de la dulzaina, a excepción de algún pueblo del norte donde bailan tocando las palmas y cuando más en una bandeja. Celebran el baile en la plaza o en una cocina cuando hace malo y todas las fiestas o reuniones van acompañadas del porrón o jarro de vino; esta es la característica predominante de la montaña, cumpliéndose el adagio «borrachos donde no hay vino». Un juego típico de Campos es el de «a la olla va». Durante el año recogían los mozos todos los cacharros de barro que ya eran viejos y no servían para nada y en Cuaresma hacían grandes corros tirándoseles unos a otros hasta que se rompían.

CANCIONES

Los cantares como los refranes son fórmulas abreviadas de la ciencia vulgar, de esa ciencia que no se somete a reglas y principios dictados por los sabios después de concienzudos estudios; pero que cuenta con más adeptos que discípulos puedan tener los maestros más celebrados. He aquí algunos cantares de los más corrientes:

Baile:

La moza que está en el baile parece que tiene amores,

que a cada vuelta que da se la mudan los colores.

Cuna:

Duerme, lucero, duerme, que viene la reina mora

preguntando por ahí ¿qué mocito es el que llora?

Ronda:

Dices que me vas a dar solimán para que muera;

la vida te ha de costar que a mí me coma la tierra.

A la fuente voy por agua y al molino por moler,

a la fuente voy por agua y nunca te puedo ver.

Algunos son de mal gusto, como los siguientes:

Si me oye cantar tu madre y qué es eso te pregunta,

la respondes al momento que es un burro que rebuzna.

Estribillo:

Como sé que te gusta el arroz con leche

por debajo la puerta meto un adobe.

Cuando paso por tu puerta cojo pan y voy comiendo

por que no diga tu madre que con verte me mantengo.

Estribillo, etc.

REFRANES

Nada hay que revele mejor el alma de un pueblo como su refranero popular, centón de filosofía anónima en el que se sorprenden los sentimientos, prejuicios y estados de ánimo tradicionales. En esta enciclopedia popular, tienen representación todas las ciencias, en ella se hallan verdades axiomáticas que revelan el claro instinto observador de la masa que encarna, dando a los pueblos o regiones un sello característico que los distingue de los demás. La provincia de Palencia, como toda Castilla, es rica en refranes que, aunque algunas veces contradictorios, expresan con espontaneidad lo que siente y quiere el pueblo mismo.

«Si quieres tener un marido holgazán, compra una mala yegua y un buen colmenar».

«Una buena yegua y un buen estudiante arruinan todo un pueblo».

«Estrella con cerco, labajo seco; estrella en medio, labajo lleno». Con este refrán predicen el tiempo; quieren decir que si la luna tiene un cerco no lloverá y si dentro del cerco hay una estrella, la lluvia será segura.

«De padres tamboriteros hijos danzantes».

«De padre gatos hijos michines».

«El que a los suyos no sale, merece desheredarle». Refrán que dicen a una chica cuando el padre del novio es depravado.

Hablando de una noche oscura dice: «¡Vaya, que para ir a buscar lechones negros en rastrojos quemados!».

«Una teja con otra hace reguero». Refrán que indica que cuando iban a casarse les guiaba el interés; una tierra junto a otra se hacía grande.

Cuando un padre aconsejaba a su hijo que se casara le decía: «Quiérele, que tiene ciento menos una (noventa y nueve obradas)».

«Cuando la peña “Maya” (Amaya) se vea ahumada, Castilla la Vieja será mojada».

«No se llame señor quien en Tierra de Campos no tenga un terrón». Refrán en que se considera a la Tierra de Campos como la mejor comarca del centro de España, por su abundancia de cereales.

«En Palencia, armas y ciencia», decían en la Edad Media.

Refiriéndose a que les parece larga la distancia que existe entre Dueñas y Mogarraz dicen: «Las cuatro leguas de Dueñas a Mogarraz quien las anda una vez no las vuelve a andar más».

«Un grano no llena el granero pero ayuda a su compañero».

«En Campos sueltan los perros y atan los cantos».

«En Campos, hasta el trigo es limosna».

«Eres como el herrero de Mazariegos, que machacando se le olvidó el oficio».

«Por San Andrés, corderillos tres».

«En Villerías pocos días

en Meneses pocas veces,

y en Boada nada.

Y si vas a Boada lleva pan,

que los de Boada no te lo dan».

«Ni fíes, ni porfíes, ni cofradíes, ni arriendes; así vivirás bien entre todas las gentes. Si fías no cobras y si cobras no tal y si tal, enemigo mortal».

«El mucho comer da hambre y el mucho vestir desnuda».

«Apenas nace el hombre a penas nace».

«Muchos galgos a una liebre

la corren con confianza,

el que más corre más pierde

y el que menos la alcanza».

A los de Villarramiel los llaman los «chirigatos» por el siguiente suceso: en la época en que no había tren iban los de Villarramiel a pie a Palencia a pagar la contribución. En una ocasión, los encargados de hacer los pagos se encontraron en el camino con otros que venían de la capital. Al preguntarles estos que a dónde iban y enterarse del objeto de su visita, le dijeron que no se molestaran que precisamente ellos eran los encargados de la recaudación y que podían pagarles. Así lo hicieron los de Villarramiel y a cambio del dinero recibieron el siguiente recibo: los de Villarramiel pagan y pagan bien, por pagar a Pedro pagaron a Juan, dos veces tendrán que pagar. Guardaron el recibo en el arca y cuando los verdaderos recaudadores les exigían nuevamente que pagaran la recaudación, se dice que ellos contestaron: «La chirigata en el arca está, ella cantará».

SUEÑOS

Soñar con ovejas significa nieve.

Soñar con águilas: desastres en la cosecha.

Soñar con agua de fuente: bautizo.

Soñar con liebres: engaños.

Soñar con gatos: heridas.

Soñar con palomas: alegrías.

Soñar con lutos: sorpresas.

Soñar con lágrimas: felicidad.

Soñar con piedras: dinero.

Soñar con corderos negros: muerte del cura.

Soñar con lumbre: pérdida de cosecha de trigo.

Soñar con frenos de caballo: prisiones.

Soñar con cayada de pastor: protecciones.

Soñar con hábito de fraile: muy buena suerte.

Soñar con víboras: riquezas que no se esperan.

Cuando uno sueña que le persiguen y no puede andar es que tiene enemigos terribles en el pueblo.

SUPERSTICIONES

Es de mal agüero salir de casa y encontrar un asno atado a un árbol; aquel día habrá disgustos en casa.

Cuando al ir una chica a la era, al monte, etc., se le enreda el vestido a una planta como el espino, aquel día reñirá con el novio y además no se casará con él. De aquí nace el refrán que dice: «Moza carrascada no será casada».

Una chica tiene novio y quiere saber si ha de casarse con él. Para averiguarlo hará lo siguiente: sin que el novio lo sepa entrará en su casa y le cogerá una bota, zapato o albarca. Al alba en su huerto, si le tiene, o en un campo próximo cualquiera, tira el zapato al alto; si cae hacia arriba se casará con él y si, por el contrario, cae hacia abajo, no; pero si al caer queda enredado en alguna planta, es que tiene rival.

Cuando un niño quiere un regalo, lo obtiene si sale al balcón y mirando a la luna recita este cantar: «Luna, lunera cascabelera, los siete perritos a la cabecera».

Si una persona va por un puente donde hay un río y en aquel momento baja por debajo del puente un pájaro, ese hombre no puede salir de su pueblo porque le ocurrirá alguna desgracia; si va en el tren descarrilará, si en un barco se irá a pique, etc. Si un viejo va por un camino y encuentra un trapo ha de recogerlo y conservarlo como oro molido, porque si no lo hace así, sus hijos malgastarán toda la hacienda.

En las bodas se forma la comitiva camino de la iglesia. Si en el tiempo de llegar a la misma puerta da el reloj las campanadas de una hora, tantas como den serán los años que ese matrimonio ha de vivir junto. Para evitar este augurio suelen esperar en casa a que pasen algunos minutos de la hora. Cuando por encima de la iglesia pasa un cuervo, en aquel momento se reúnen unas ramas secas para hacer una hoguera y por encima del humo se echarán unos jarros de agua; de esta manera se evitará un maleficio que se avecina sobre el pueblo.

FÓRMULAS DE CURANDERISMO

Para curar la envidia en los niños: se coge una cebolla y se entierra en sábado y a media noche —porque si no no tiene virtud— debajo de una berza y allí ha de estar hasta el domingo por la tarde. Después se saca la cebolla para cocerla en agua con unas gotas de aceite y una cinta roja a la que está atada una hoja de laurel mustia. Se tiene al sereno en una ventana durante veinticuatro horas al cabo de las cuales se le dice al niño: «Mira, aquel jarro tiene agua de miel», y el niño tiene que beber siete sorbos.

Para curar las fiebres: se cogen siete pocillos blancos llenos de agua y se mezclan las aguas de todos. Hecho esto, se bebe un sorbo de cada uno y se alivia la fiebre.

Dolor de muelas. Un excelente medio de quitar este dolor es, según ellos, el siguiente. Se echa al fuego una perra con mucho cardenilllo, hasta que se pone candente. Cogida con unas tenazas, se echa en un pocillo que contienen vinagre con unas gotas de aceite y con este líquido se enjuaga la parte dolorida.

Para detener las hemorragias: el paciente se curará con la impresión que le produzca una llave o un pedazo de hierro colocado en la espalda.

Heridas. Se mojará la herida con el siguiente compuesto. Dos ajos en aceite; en este se echa romero, miel, excremento de oveja, una hoja de higuera o de álamo y después manteca; pero esta han de echarla los hombres y rezar cuatro padrenuestros.

La sarna. Se mezcla sangre de cordero, sangre de oveja vieja, margaritas secas y un huevo. Bastará untarse el cuerpo con esto para curar la enfermedad.

Sarampión. Este se cura mascando ajos machacados.

Tosferina. Para la tosferina tienen la siguiente fórmula: miel recocida en agua dos veces hervida, unas gotas de vino blanco, una hoja de laurel y un poco de flor de malva. Dosis: dos cucharadas cada media hora durante siete horas.

La hipocondría. Fórmulas verdaderamente bárbaras hacen o hacían para curar esta enfermedad en los jóvenes. Empleaban distinto procedimiento según fuese el paciente de uno u otro sexo. Para las chicas: se mete a la enferma desnuda en un saco grande lleno de ortigas. Después se las sangra y esa sangre se mezcla con agua que se las hace beber. Para los chicos: procedimiento más bárbaro que el anterior. Llevan al paciente a la cuadra, donde preparan un emplasto grande con abono fresco que colocan sobre un trapo que ha de ser precisamente negro y encima de este una hojas verdes. Este preparado le ponen en la cabeza durante cinco días. Después le ponen al cuello una especie de dogal con una cuerda larga delante y otra atrás. De estas cuerdas han de tirar personas de la familia: madre, hermana o pariente de la primera y padre, abuelo, etc. de la segunda (preferidos los padres). Alternativamente tiran de ambas y la cabeza se mueve durante un cuarto de hora. Mientras tanto, el curandero a un lado del chico dice unas cosas rezadas, difíciles de entender.

CASA

Hay que hacer una distinción entre la casa del norte, hecha generalmente de piedra por su abundancia y la de Campos donde escasea la piedra y abunda la arcilla, principal elemento de construcción después de transformada en adobes.

Las casas del norte de Palencia tiene una característica que las distingue de las demás; todas ellas tienen un corral delante con una sola puerta de entrada donde están las cuadras, pocilgas, etc. y habitaciones. Al corral van casi todas las ventanas. Esta construcción parece que responde un poco al carácter sospechoso de sus habitantes que de esta manera evitan el que puedan escucharles las conversaciones que tengan en sus casas. Tienen estas casas planta baja con el suelo de tierra y un piso con suelo de ladrillo; las ventanas son tan pequeñas que algunas veces no merecen este nombre. Las habitaciones no tiene suelo raso y las vigas que atraviesan generalmente están pintadas de oscuro y a veces de negro. Las paneras están separadas de la casa.

Las casa de Campos no suelen tener balcones sino más bien pequeñas ventanas; constan de planta baja y un piso, la primera con dos portales; uno exterior o zaguán y otro interior donde están las habitaciones y escalera que conduce al piso. Casi todas tienen su patio con los hogares donde cocinan por el verano, paneras, cuadras y corrales que casi siempre tienen una puerta a la calle llamada trasera. Las casas son encaladas y antes colocaban alrededor unas telas llamadas «arrodeos» con el fin de evitar se manchara la gente de blanco; se colgaban de la pared por medio de anillas. En los tejados antes de colocar las tejas ponían maleza y hojas secas de campo. Hay en estas casas de Campos una cocina típica que no parece tal, en la que están construidas las famosas trébedes, reminiscencia de la antigua costumbre de dormir sobre la lumbre. Parecen grandes camas colocadas debajo de la ventana de la calle, cuya longitud es igual a la de la cocina, van de una pared a otra; de un metro a medio metro de ancho y con una altura apropiada para servir de asiento. Están cubiertas por los clásicos cobertores de Palencia y encima hermosas alfombras. Son de ladrillo, macizas menos por el centro donde se «atiza» la paja, combustible que usan. La chimenea es de ladrillo en lo que toca a la casa y corriente en el tejado. Durante el invierno son las cocinas, y principalmente las trébedes, los centros de reunión de la familia y aun de las amistades; celebran sus fiestas en lo que llaman «torta de la trébede»: colocan sillas encima y desde allí dominan perfectamente la calle. Otro medio de calefacción típico de esta región es el de las famosas «glorias»: consiste este sistema en dejar en hueco el piso de la habitación que se desea calentar, que generalmente es el comedor, y que está en comunicación con el portal por donde se «enroja» el fuego de paja. Una vez enrojada, se extiende el calor suave y agradable por toda la habitación y da sensación de las calefacciones modernas.

TRAJE

Podemos afirmar que en la provincia de Palencia, a excepción de Grijota, no hay traje típico; pues estas llanuras centrales, tierras de paso y de historia, no conservan apenas lo nativo y característico: la multiplicidad de comunicaciones ha fundido unos pueblos con otros transformando su vida primitiva, sus costumbres, su traje, sus viviendas y su carácter a diferencia de otros pueblos que arrumbados en serranías y valles, la estabilidad es una segunda existencia; continúan aislados ya por su situación topográfica, ya por la pobreza de su suelo o por ingénito amor al terruño que les hace aferrarse a la tradición cual si temieran contaminarse al claudicar de sus antiguas costumbres.

La mujer palentina viste saya negra holgada, sin franjas, chambra oscura, delantal de color de estameña con bordes de pespunte blanco. En el N. llevan mantilla de paño con ribetes de rojo vivo y unas franjas de terciopelo. En el centro y sur llevan un pañuelo. Esta es la indumentaria de las mujeres casadas que es igual a la de las mozas, con la única diferencia de que estas usan colores más alegres. El peinado era de moño de picaporte (semejante al salmantino).

Los hombres usan pantalón de paño negro, chaqueta del mismo color; en el invierno llevan elástico verde y la capa (modificación de la anguarina) que en Palencia tiene la característica de ser negra contra lo que vulgarmente se cree de que era parda.

En el norte los hombres llevan pantalones de sayal (así llamados por ellos); que no son sino de lana burda pisada en las célebres fábricas de pisar de las que aún existe una en Triollo; la chaqueta del mismo material, pero tan larga que parece un abrigo y sus remates cogidos todos por una cinta de hiladillo, simulando una cenefa de filigrana. El mal estado del suelo que produce horribles barros en el invierno hace necesario el uso de almadreñas o albarcas de madera. En la montaña las llevan hasta en los días más calurosos del verano; también llevan allí escarpines de lana, hechos de punto por las mujeres y también por los hombres cuando van a llevar las «becerías» al campo.

Septiembre, 1930. Jovita Coloma Santana. Sección de labores.



Notas

[1] Carmen Ortiz. Contribución de la Escuela Superior de Magisterio al estudio del traje español (1914-1936). RDTP, XLIII, 1988.

[2] Valencia, 22 de febrero de 1937. Gaceta de la República. (Ramos Zamora, Sara. La depuración del Magisterio de primera enseñanza en Castilla-La Mancha 1936-1945, memoria para optar al grado de doctor, Madrid, 2004. Expediente del BOP del 27/12/40 al 19/2/41. Destinada en la escuela de graduadas niñas de Cuenca. http://biblioteca.ucm.es/tesis/edu/ucm-t28031.pdf).

[3] Son fundamentales por ello los artículos de Fuente Caminals, los primeros artículos sobre folklore en Palencia a partir de los años cuarenta y cincuenta en la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares. Entre estos primeros artículos se encuentran:

Fuente Caminals, José de la. «Costumbres de boda en Babia (León) y Velilla de Guardo». RDTP, tomo XIV, 1958.

Fuente Caminals, José de la. «La enhorabuena: canciones y costumbres de boda». RDTP, 1945, pg. 216.

Fuente Caminals, José de la. «Cánticos religiosos. Velilla de Guardo». RDTP, vol. IV, 1948, pg. 319 y ss.

Teresa León, Rvdo. Tomás: «Historia de Paredes de Nava». Romances. RDTP, vol. II, 1946, pg. 489-492.

Teresa León, Rvdo. Tomás. «Romances de Paredes de Nava (Palencia)». RDTP II, 1946, pg. 489-492.

Teresa León. Rvdo, Tomás: «Auto de los Reyes Magos (en Paredes de Nava)». RDTP, vol. III, 1947, pg. 579-589.

Luz, M. A. y Prieto Carrasco, C. «Palabras más típicas de Palencia». RDTP, vol. I, 1944-45, pg. 605.

Nuevo Zarracina, G. «Guirrios y Zamarrones». RDTP, vol. IV, 1948.

Fernández, J. M. «El auto de los Reyes de Moratinos». RDTP, vol. V, 1949, pg. 551-621.

García Bermejo, Sara. «Contribución al vocabulario de Tierra de Campos (Palencia y Valladolid)». RDTP, vol. II, 1946.

Otras primeras obras serían:

Moro Gallego, Andrés: «Música popular saldañesa». Revista de la Institución Tello Téllez de Meneses de la Diputación Provincial, n.º 9 de 1953, pg. 217-362.

Castrillo Hernández, Gonzalo. «Trabajo folklórico castellano. Psicología del canto popular palentino», separata del n.º 8, de Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses, 1951, pg. 100.

Castrillo Hernández, Gonzalo. Estudios sobre el canto popular castellano. Palencia: Imprenta de la Federación Católico Agraria, 1925.

En esos años especialmente destaca el libro Brisas de mis montañas leonesas. Tradiciones y costumbres de mi pueblo Velilla de Guardo. Ed. Buenos Aires, 1940.

[4]Ayuso, César Augusto (2005). «Actuación popular y censura eclesiástica. Costumbres de mocedad en Palencia en el xviii». Revista de Folklore de la Fundación Joaquín Díaz, tomo 25a (290).

[5] De algunas celebraciones nos han dado referencias en localidades muy dispares de la provincia. En Velilla, refiere Caminals que a la salida de la misa en los días de Navidad los mocillos estrellaban sus pucheros de zambomba contra el suelo. Las llamadas «ferias de mozas» se celebraban en muchas partes de España y de Castilla y León hasta hace algunas décadas, no siendo raro que en Palencia se documentasen hace un siglo.

[6] Efectivamente, es en esta localidad palentina en la que los danzantes del paloteo organizaban una pequeña obra de teatro con la trama del suceso bíblico de «David y Goliat» y la única de la que hay constancia con este argumento entre todas las danzas de la zona palentina. También en la cercana localidad de Cigales (Valladolid), se realizaba una obra similar a la de Dueñas, aunque está prácticamente olvidada desde hace muchas décadas.

[7] Consúltese el artículo «La lucha, el deporte más antiguo de la montaña palentina» de Jorge Ibáñez, en http://www.funjdiaz.net/folklore/07ficha.php?id=2696 y el blog http://aluchemontanes.blogspot.com.es/.


El cuaderno de folklore de Palencia de la maestra Jovita Coloma, 1930

PORRO FERNANDEZ, Carlos A.

Publicado en el año 2014 en la Revista de Folklore número 389.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz