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Resumen
Este artículo pretende ser una revisión parcial de la toponimia chinata[1] y, en especial, de las numerosas dehesas del término jurídico de Malpartida de Plasencia[2] registradas, algunas de ellas, en documentos de 1791. De un lado, se revisan topónimos para los que se carecía de una propuesta convincente en cuanto a su etimología y semántica; y de otro, se añade información nueva fruto de la investigación y del estudio relativo a su origen y su razón del nombre de lugar. Se pasa revista a los topónimos como expresión de cultura y de biogeografía y se tratan dos caras del topónimo quizás antagónicas: su carácter hereditario y su imposición por razones de posesión.
Palabras clave: toponimia, dehesas, cultura territorial, tradición oral.
Abstract
This article intends to be a partial revision of the chinato toponimy and, particularly, of the numerous dehesas of the Malpartida de Plasencia area, some of them reported in documents dated back to 1791. First, some toponyms that do not have a convincing etymological and semantic explanation are revised. Then, new information is added in the light of research on the origin of their names. Toponyms are studied as cultural and biogeographical expressions and two opposite approaches are considered: on the one hand, their hereditary nature and, on the other, reasons of ownership.
Keywords: toponimy, dehesas, territorial culture, oral tradition.
1. Justificación del estudio
La investigación toponímica se ha convertido en uno de los capítulos más atractivos y apasionantes de la ciencia lingüística. Sus resultados y conclusiones trascienden, a veces, los límites del dominio puramente lingüístico y se convierten en un auxiliar indispensable en el trabajo de investigación en otros campos, por ejemplo la arqueología.
Hoy ya nadie puede poner en duda la validez de la toponimia: los topónimos son realidades lingüísticas, palabras que, de forma velada, apuntan a cosas, objetos y personas. Palabras que nos hablan de un mundo natural, de un mundo histórico y, por qué no, de un mundo fantástico, que nos permiten formular hipótesis sobre aculturación y poblamiento del espacio y sobre otros acontecimientos tales como la actividad humana, la mentalidad y las costumbres de los ocupantes y también sobre su lengua en el momento en que el casar, la torre, el cerro, el río y el suelo fueron señalados con un nombre (Llorente, 1986).
Un topónimo se ancla en un paraje tras larga tramitación pragmática. Y se suele anclar para siempre. Si inicialmente el nombre responde a un asombro de primer poblador o a una constatación práctica, su pervivencia posterior, gracias a la tradición oral, depende de una función de uso: la diferenciación con respecto a otros lugares o predios por razones de tenencia de la tierra, acceso o valor simbólico, mantenga la semántica inicial o haya perdido toda significación original y su nombre solo sea ya un topónimo a secas.
En el presente trabajo vamos a proceder al análisis de una serie de microtopónimos relativos a las dehesas del término de Malpartida de Plasencia. Intentaremos con ello relacionar el medio natural y geográfico y la historia y la cultura con el lenguaje toponímico de la zona. El conjunto de nombres de lugar que aquí estudiamos, las dehesas del término municipal de Malpartida de Plasencia, como parte esencial de su microtoponimia, ha de entenderse como una aproximación a dar sentido y explicación a la vida y al trabajo de los pobladores (y repobladores) que ocuparon el suelo chinato.
2. Localización geográfica e histórica
En palabras de Dionisio Clemente Fernández[3]:
La superficie del término de Malpartida de Plasencia abarca 372,68 km2 que lo sitúan en séptimo lugar de la provincia de Cáceres. […] Está rodeada por las tierras de Plasencia y Gargüera al norte; al este continúa Gargüera, Tejeda de Tiétar y Toril, que limita también por el sur junto con Serradilla y Mirabel; al oeste, la carretera de Plasencia a Cáceres separa las tierras del término de Malpartida de las de Plasencia. […] El punto culminante del término es el Cancho Pinote con 802 m y las sierras principales son las del Camocho, Santa Bárbara, Perdiguera, la Herrera, Casar de Elvira y el Mingazo.
Es probable que, como afirma Maíllo[4]:
Malpartida naciera en estrecha conexión con los caminos ganaderos confluyentes en sus cercanías. La estación del ferrocarril hoy denominada Palazuelo Empalme se llamó antaño «de los Cordeles» por estar situada junto al enlace de las dos cañadas o cordeles por donde transitaban los rebaños de ovejas merinas: el cordel de León y el de Segovia; en el otoño, hacia el sur (invernadero), buscando los templados pastos extremeños, y hacia el norte en las primaveras (agostadero), de regreso a los frescos prados leoneses y castellanos.
Malpartida quedó asentada en un cerro (la China), lejos del río más cercano (el Tiétar), y sobre unas tierras poco productivas. Las tareas agrícolas de subsistencia, a medida que la población crecía, se llevaron a cabo, pues, en tierras pobres. En 1614, cuenta Maíllo, un documento consultado por mí arroja la cifra de 565 vecinos, «todos pecheros», es decir, todos obligados a pagar los tributos del Rey y el diezmo a la Iglesia, lo que corrobora la ausencia de escudos aristocráticos coronando la puerta de las casas[5]. Y el Interrogatorio de la Real Audiencia de Malpartida de Plasencia en 1791 constata:
Que este pueblo es aldea de la ciudad de Plasencia, que dista una legua de ella por poniente, por levante con la villa del Torril [sic] que dista zinco leguas, por mediodía con la villa Miravel que dista quatro leguas, y por el norte con el lugar de Garguera que dista tres leguas, y a la villa de Cazeres catorze leguas.
El siglo xviii trajo para Malpartida una rápida recuperación demográfica que influirá en sus actividades económicas y en las condiciones de vida de sus habitantes. La economía sigue basada en la agricultura y la ganadería: en 1791 hay 31 grandes dehesas cuyos propietarios son el Cabildo de la ciudad de Plasencia, el convento de San Vicente, el monasterio de Yuste, el convento de religiosas de Serradilla, el cabildo de curas de Plasencia, etcétera (Clemente, 1985a).
Es en este siglo cuando empiezan a repartirse tierras a los labradores para cercarlas y cultivar aquellos baldíos. Uno de los fenómenos más característicos de la España del siglo xix fue el de las desamortizaciones. Ello supuso la expropiación por parte del Estado de bienes particulares, tanto civiles como eclesiásticos, para su venta posterior. Pero las tierras no llegaron nunca a los campesinos y quedaron en poder de los terratenientes. Con las diferentes desamortizaciones las tierras pasaron de unas manos a otras, pero no llegaron nunca a los labradores y quedaron en poder de los terratenientes.
3. La dehesa extremeña: breve evolución histórica
El territorio adehesado se puede considerar un mosaico, al quedar conformado por distintas teselas con diferentes usos y aprovechamientos: monte, labor y pasto.
Cuevas y Torres (1999)
El término dehesa procede del castellano defensa, que hace referencia al terreno acotado al libre pastoreo de los ganados trashumantes mesteños que recorrían el suroeste español (San Miguel, 1994). Aceptamos, según Manuel Gutiérrez (1992), que la costumbre ya de los romanos de establecer latifundios en territorios marginales sea el verdadero origen de las dehesas.
Posiblemente con la Reconquista y la concesión de grandes extensiones a las Órdenes Militares, los Señoríos y los Concejos de Realengo sea cuando se imponen las grandes propiedades. La creación de las cañadas reales provocó numerosos conflictos entre los trashumantes mesteños y los habitantes de los principales concejos debido al empleo por aquellos de los mejores pastos para su ganado. Surge entonces el término defendere con el que se denomina el permiso concedido por parte del rey para acotar y cerrar las fincas ante los privilegios que disfrutaba el Real Concejo de la Mesta.
Con las desamortizaciones de los siglos xix y xix, aparecen las grandes propiedades personales. Hernández (1995) afirma que: La desamortización permitió la conservación de las dehesas de encinar-pastizal prácticamente intactas hasta hoy, evitando así la desaparición del bosque mediterráneo.
Opinión opuesta mantiene Gutiérrez (1992):
La situación local llegó a ser tan extremada que provocó motines y revueltas, siempre ahogadas en sangre, pero que terminaron por obligar a los gobiernos en los siglos xviii y xix a tomar medidas como la desamortización de los bienes de la iglesia que no cubrieron, en absoluto, los objetivos deseables, pues fueron adquiridos por los más ricos. Sin embargo, perjudicaron al bosque, que se taló para poner más suelos en cultivo. [...] Algunas fueron pagadas total o parcialmente, talando todo o parte del monte y vendiendo el producto como leña, carbón y cisco.
En los años de la posguerra, lo delicado de la situación vino a ponerse de manifiesto de forma muy intensa. Eran tiempos de hambre y miseria para una gran parte de la población campesina. La necesidad de obtener alimento forzó a incrementar drásticamente las zonas de cultivo; fueron muy pocas las dehesas y pastizales que quedaron sin cultivar (Gutiérrez, 1992).
4. Toponimia menor de Malpartida: las dehesas. Clasificación y comentarios
• Antropónimos: los referidos a los nombres propios de persona y, por extensión, incluimos aquí también las profesiones y ocupaciones que, al fin y al cabo, fueron realizadas por personas.
Bazagona y Bazagonilla: topónimo árabe que procede de Mahomad Bazagon (hay también Mahoma Pasagon, Pazagon), de origen musulmán. Hay que remontarse a la repoblación del siglo xiii (Areces, 1996). Y así, más tarde, del nombre se pasó al utensilio para designar la barca sobre el río Tiétar, en el camino desde Almaraz a Plasencia que comunica los partidos judiciales de Plasencia y Navalmoral de la Mata, en cuyo punto hay una venta para descanso de los viajeros.
En cuanto al sufijo -illo, es el sufijo diminutivo con mayor rendimiento en la toponimia extremeña de la Edad Media. El segundo sufijo más utilizado es -uelo, después -ejo y después -ito, que predomina sobre -illo en el suroeste de Cáceres y mitad occidental de Badajoz. Es posible que sea de origen leonés. Curiosamente, el sufijo -ito tiene en la toponimia una capacidad muy limitada para crear nuevos topónimos ya que presenta matices afectivos incompatibles, por tanto, con la creación toponímica (González Salgado, 2007). Desde la época medieval hasta hoy los diminutivos con mayor rendimiento fueron -ito, -illo, -uelo, -ejo y -ete en este orden; -ino quedó restringido al discurso oral. Para Diego Catalán, el leonés de fines del siglo xi, xii y xiii, en el momento de su implantación en el sur de Salamanca y en la Extremadura leonesa, rechazaba ya -inu como sufijación diminutivo, ya que fueron los matices afectivos los que actuaron como freno de su creación toponímica.
Casar de Elvira y Casas de Marco: ambos topónimos proceden de la época de la Reconquista y se formaron sobre el nombre propio de los pobladores, del fundador o de una persona principal de la localidad. Estos antropónimos suelen aparecer como segundo elemento de topónimos compuestos. Para González Salgado (2007), un grupo importante de topónimos se constituye por la clase de doblamiento, y así tenemos villas, pueblas y casas y casares como Casas de don Pedro, Casas del Monte, Casar de Cáceres, Casar de Elvira, Casas de Marco, etcétera; al igual que torres, como Torremenga. Menor porcentaje se observa en topónimos que hacen referencia al origen de sus repobladores: Mirandilla y Mironcillo; a los campos y vías de comunicación, Campillo de Llerena, Campo Lugar, Calzadilla; a metáforas que indican bondades de habitabilidad, Plasencia; y a malas divisiones del terreno, Malpartida de Plasencia.
Cuadrilleros: hemos incluido este topónimo junto con Militares y Soldados en la clasificación de antropónimos por ser personas que pertenecieron a milicias eclesiásticas, aunque no tengamos un nombre propio al uso, sino más bien profesiones, como ya dijimos arriba. Los cuadrilleros eran jefes de una compañía militar y otorgaban terrenos llamados heredat de quadriela a soldados como recompensa por la conquista de un territorio.
Gavilanes: para Corominas, ‘gavilán’ es de origen gótico, igual que ‘Barragán’, nombre propio de hombre del tipo Agila, Attila, Kintila... cuyo genitivo era en -lans y por tanto solían declinarse en latín (Agila, Agilanis); de hecho Gavilanes es nombre de lugar castellano y de vía en Galicia, que presuponen un nombre de persona gótico: Gabila. Estamos, pues, ante un nombre de persona germánico. Gavilanes fue empleado primero como apodo de una persona o de un animal y convertido luego en apelativo con significado alusivo al de la raíz germánica con que se formó: el empleo del gavilán como ave de caza.
Militares y Soldados (Partido de): para Torres Jiménez (2002), en los siglos centrales de la Edad Media hubo una especial conflictividad entre la Orden de Calatrava y el Arzobispado de Toledo, que atendían a dos realidades: una, el poder señorial de la milicia con prerrogativas de exención eclesiástica; y la otra, la organización eclesiástica de la archidiócesis toledana. Tanto la Orden de Calatrava como el Arzobispado de Toledo se disputaron derechos de terrenos unos a otros. Y así, unas veces llegaban a acuerdos y otras no. Los militares o soldados de la Orden de Calatrava en la meseta sur de Castilla solían ser antiguos moriscos, ahora fieles cristianos, que se comprometían a pagar el terzuelo[6] al arzobispo allí donde también lo pagasen los cristianos viejos.
Mingona y Mingazo: ya se dice Mingano en el Interrogatorio de la Real Audiencia de 1791, con sufijo -anus, -ana, -anum, y significado de posesión (Ongil y Rodríguez, 1983). En consecuencia, Mingona, Mingano y Mingazo serían distintas pronunciaciones de un mismo término con el paso del tiempo, todas referidas al poseedor o al dueño Mingo, aféresis de Domingo.
Mironcillo: tenemos otro caso de dueño repoblador o persona principal de la dehesa de Mirón, al que se ha añadido un diminutivo muy frecuente (-illo) como ya dijimos anteriormente. Para Barrios Mirón (1985), es un nombre que procede de los primeros asentamientos gallegos y asturleoneses en Extremadura.
Perugelmo(s): derivado de Pedrugelmo(s) y este de Pero (o Pedro) Güélmez (¿o Güémez?), como apunta Clemente (1985b: 179).
• Ecónimos: los que comprenden los nombres de cualquier poblado de tipo urbano (astiónimos) o de tipo rural (comónimos).
Arguijuela, Erguijuela: derivado de Alguijuela, topónimo mozárabe, del lat. eclesiola. Según Corominas, en la Edad Media eclesia cambió por metátesis a igreja port., y después a iglesia. Arguijuela es lo mismo que (H) Erguijuela o Igrejuela con sufijo diminutivo -uela. Se corrobora en Extremadura con hallazgos de basílicas visigodas en los lugares donde aún permanece el topónimo. La evolución desde eglesiola (en un documento de 970)[7] > egrejola (cambio de la líquida -l- por -r- y paso de -si- a -j-) > erguejola > erguejuela (diptongación románica) > arquejuela > arguijuela, por asociación de guijo seguramente. Cuando un nombre no tiene sentido para los que lo utilizan, le buscan un paralelo con algo que conocen y se modifica. Como guijo es nombre común, se modifica arguejuela por erguijuela[8]. Los topónimos arguijuela, alguijuela, aguijuela, guijuelo/a y herguijuela se localizaban en el oeste del territorio español, en la zona occidental de la actual comunidad de Castilla y León y en la comunidad de Extremadura. Extensiones tales que coinciden con las tierras del histórico Reino de León en la Edad Media en la segunda mitad del siglo xiii y todo el xiv.
Los diminutivos -illo, -ito, -ejo, -ete, -ino, -ico y -uelo son muy comunes en toponimia para hacer referencia al estado ruinoso que presentaba aquello que querían nombrar y a la carencia de utilidad para la comunidad que creó el nombre, debido quizás a un fenómeno lingüístico muy elocuente anclado en la psicología de los hablantes, que asocian el concepto de deterioro al de disminución, y no tanto al de cercanía, cariño o aprecio[9].
Castillejos, Castrejón: del lat. castellum y castra. Voces que aluden a restos ruinosos de asentamientos rurales romanos (que datan según Fernández -1984- de la Edad del Bronce), visibles en el momento de la repoblación posterior a la Reconquista, al igual que Romanas, Tesorillo y Riquilla, que nos hablan de hallazgos que pudieran responder a cierta sensibilidad e imaginación popular.
Palazuelo: del lat. palatium (‘palacio’), si bien en toponimia suele referirse a algún castillo antiguo o casa que puedan justificar el pretencioso nombre de palacio. El diminutivo -uelo, como ya dijimos antes, alude al estado ruinoso en que los repobladores encontraron el sitio.
Tejuelas: del lat. tegulae (‘tejar, tejuela’, al igual que ‘tejada’); para Corominas el término se documenta en época árabe. Talyâta sería continuación mozárabe de un latín tegulata, lugar cubierto de tejas. Ello apunta a indicios inequívocos de yacimientos arqueológicos y a la creencia popular de que estos fueron tejares en otra época. Para Gordón y Ruhstaller (1992), «en el momento del bautizo del lugar en época romana, Tejada era un poblado abandonado y ruinoso. A juzgar por la persistencia del nombre latino hasta después de la Reconquista, el núcleo repoblado por los romanos permaneció habitado sin solución de continuidad hasta finales de la Edad Media».
• Fitónimos: los referidos a la flora.
Carboneras: elemento característico del paisaje adehesado. La poda de quercíneas y los aclareos periódicos del monte bajo permiten explotar el carbón vegetal.
Carrascal: con raíz prerromana karr- (encina pequeña o mata de ella).
Gamonales: el lugar puede referir a la existencia de las varas o gamones (Asphodelus spp.) y el uso que se les daba como mecha para alumbrar, y también a sus hojas que servían para cebar cerdos. Sabemos que los nombres de lugar pueden avisar de utilidades ya extintas (verbigracia, escobal, juncal). Otras veces, la imposición del nombre puede no ser utilitaria cuando el referente aludido es lejano y, por tanto, ajeno al fragor diario de supervivencia campesina o ganadera. A veces, por mediación de la cultura oral o del folclore, un chascarrillo puede convertirse en denominación del paraje: Matahijos, Matasanos, etc.
Garbanzas: según Corominas, sería una alteración ya consumada en el ambiente bilingüe romano-germánico de donde procedía el vocablo [un garbanzo medieval, y una garvança en las Cantigas de Santa María (IX, 14)] pues wratja > warantia > fr. garance y cast. granza, como la de los latinos palatia en antiguo alemán phalanza, y focacea en fochanza. Lo justifica mediante un cambio fonético de una voz gótica a otra castellano-portuguesa.
• Hagiotopónimos: los referidos a nombres de santos y voces derivadas de la religión.
Guijo de los Frailes: para Clemente (1985a), el Guijo de los Frailes fue antes Guijo de las Monjas pues: En el siglo xv fue entregado al convento de Santo Domingo en Plasencia porque se digan misas por Don Álvaro de Zúñiga y familia. El origen de guijo, según este autor, es el conjunto de guijas, «piedras peladas y chicas que se encuentran en las orillas y cauces de los ríos y arroyos». Ello se debe a que en la dehesa había guijas o guijarros, y de ahí el nombre. Hemos de decir que para Gordón (1994) es una elevación del terreno. Es posible, en nuestra opinión, que ambos autores tengan razón y que sea la fusión de ambos términos: guijo, como ‘elevación’, y guijo, como ‘piedra o guijarro’, pues es verdad que la dehesa alberga parajes abundantes en pedreras y peñascales calizos. Nosotros dejamos ahí la cuestión para un futuro debate.
Haza de la Concepción: para Martínez (1994), haza es porción de tierra labrantía. Haza procede de fascia con significado de ‘faja’ derivado del latín fascis. Aparece como faza en el año 800 y en escrituras de los siglos x a xii con las variantes gráficas de fa(s)ca, fassa. Creemos que la Concepción se refiere, evidentemente, a la Inmaculada Concepción.
Mártires: si nos atenemos a la historia, el topónimo mártires, igual que santos, proceden de la época romana. Está demostrado que hubo iglesias construidas en tiempo de los romanos que recordaban a los santos y mártires que fueron perseguidos y sacrificados en tiempos de Diocleciano. Con Teodosio, emperador español, en el siglo iv los hispanocristianos pudieron dar culto a sus mártires que acababan de ser sacrificados; bajo su advocación se construyeron iglesias en su honor, y luego ese culto fue retomado por los mozárabes durante la Reconquista. Sabemos que los musulmanes no alteraron mucho la toponimia, aunque sí la arabizaron. En el sur peninsular tenemos Santisteban, que será citado en árabe como Sant Astabin. Más tarde, la tradición oral de los clérigos que rescataron las reliquias pudo mantener los nombres y perpetuarlos de generación en generación. No debemos olvidar que la Iglesia, como institución, ha sido siempre depositaria firme de las tradiciones.
San Esteban, San Marcos, San Salvador, Santiespíritu: la fundación de monasterios es factor determinante a la hora de construir iglesias con el nombre de los santos cuyo sepulcro y reliquias custodiaban los propios monjes. En 1457, el papa Calixto III instituyó la festividad católica del Santísimo Salvador en acción de gracias por la victoria de los ejércitos cristianos sobre fuerzas de Mehmed en 1456, durante el sitio de Belgrado. De esta manera, muchas poblaciones y lugares fueron designadas con el nombre de San Salvador bajo la advocación del divino Salvador del mundo. San Esteban (cuyo significado es ‘coronado’), es el santo «protomártir» que tuvo el honor de ser el primer mártir en derramar su sangre por proclamar su fe en Cristo. Los tres primeros merecieron su iglesia en la localidad de Plasencia y el cuarto dio su nombre al Hospital del Santo Espíritu de Plasencia.
Terzuelo: en el último tercio del siglo xii, tanto en las iglesias del Tajo como en Calatrava la Vieja, los frailes pretendieron la percepción del diezmo y la ordenación de clérigos, y un poco más tarde en Calatrava también el cobro del diezmo y la marginación del arcediano[10]. El segundo intento, en la primera mitad del siglo xiii, se reduce al pleito del diezmo en la cuenca del Tajo y en Calatrava a la reserva del tercio de fábrica y de una iglesia donde se impide la jurisdicción arzobispal y arcedianal, aunque se satisface el terzuelo. Puede decirse, en conjunto, que durante la Baja Edad Media en los dominios calatravos aparece el arcediano percibiendo una parte del terzuelo de los diezmos correspondiente al arzobispo. Creemos que Ternezuelo puede ser una modificación del topónimo Terzuelo por causa de lo ya explicado antes: si los lugareños desconocen el significado original y les resulta ya ajeno, buscan un término paralelo cercano y comprensible con que nombrarlo.
Torrecilla del Obispo: Torre y Torrecilla son derivados de torre, igual que torreón; no se justifican ni por la morfología de la zona en cuestión ni por la presencia de restos que aludan a edificaciones de tipo defensivo: en este sentido torre y sus compuestos, según Ongil y Rodríguez (1983) harían referencia a «villa rústica».
• Hidrónimos: los nombres propios que designan masas de agua.
Retuerto, Retortillo: derivado de rituerto (< lat. rivum, ‘río’, y tortum, ‘torcido’), con la reducción de río a re- o ri-. Documentado ya en 1057.
Urdemalas, Urdimalas: posiblemente con el significado de ‘malas aguas’. Derivado de ura, ‘agua’ en íbero-vasco. Son topónimos por donde pasa un río o agua (ura > Urgel, Urbión, Urdes, etc.) y nos hablan de poblamientos cerca del agua o de un río, según opinión recogida en www.celtiberia.net. Otra opinión distinta, extraída de www.celtiberia.net también, hace mención al nombre Hurdes o Jurdes, del dialecto astur-leonés que hablaban los primeros repobladores medievales y procedente del lat. ulicem, ‘brezo’, que evoluciona en astur-leonés a urz (e); lo encontramos en La Urz (comarca de Las Omañas, al norte de la provincia de León), Quintanilla de Urz (no lejos de Benavente, Zamora). De urz/urze se pasó a urde debido a uno de los rasgos más característicos del dialecto extremeño: la pervivencia del fonema medieval conocido como ‘z sonora extremeña’ representado como /d/ (jadel, meda por hacer, mesa), según estudios de Ariza (1995-1996).
• Odónimos: los que hacen referencia a los nombres de vías de acceso a poblaciones.
Campillo Grande, Campillones, Campillito: el topónimo aparece documentado ya en el Libro de la Montería, ca. 1344, (fol. 281v): «… Val de Cala arriba fasta que junten con la bozeria del Camjno del canpillo». Campillo es diminutivo de campo, topónimo muy corriente que da nombre a lugares y vías de comunicación (Campillo de Llerena, Campo Lugar, Caminomorisco, Calzadilla, etc.), según González (2007).
Saltalcampillo/ Santalcampillo: saltus es ‘bosque mayor, soto’. La evolución del grupo -alt a -ant parece hasta natural ya que ambos sonidos tienen en común un punto de articulación alveolar. Esta evolución es la que puede ocasionar cierta concomitancia fonética como si se tratase del homónimo proveniente del latín sanctum. Saltus, cuya forma patrimonial evolucionó a soto, ya era general en el siglo xii y convivía paralelamente con la forma culta salto, de saltar, que luego pasó a ‘quebrada’ o ‘desfiladero’ (por el escalón que forma el terreno); como estos pasos estrechos suelen estar cubiertos de bosques o pastos (a diferencia de los terrenos abiertos que atraviesan), pasó a significar ‘pastizal’ y, sobre todo, en castellano, ‘bosque’.
• Orónimos: los que dan nombre al relieve.
Baldío de la Pulga: las dehesas particulares no se labraron hasta 1766 en Extremadura. Se alude, pues, a tierra no labrada, ni tampoco adehesada. La pulga de agua es un crustáceo diminuto (Daphnia pulex) que se encuentra en ríos poco caudalosos o arroyos y que sirve de alimento a los peces.
Bordeneros: es posible que sea fusión de los términos ‘bordes’ y ‘negros’, haciendo mención a un paraje cubierto por denso matorral de carrasca y que, al avistarlo en la distancia, pueda parecerse a cierta forma recortada en el paisaje.
Cabezas Pardas: el nombre apunta a elevaciones del color de la pizarra y el granito.
Cerrucejo: de ‘cerro’ (< lat. cirrus, ‘rizo, copete, crin’, en el sentido de ‘la crin del caballo’ por hallarse esta en el cerro del animal) y ‘cejo’ (< lat. cilium, ‘ceja’ con el significado de ‘cumbre del monte o sierra’ o ‘niebla que se levanta en los ríos después de salir el sol’).
Era de las Matas: del latín tardío matta, ‘extensión de monte que cubre el suelo’ (de origen semítico). O, también, voz prerromana derivada de taucia, ‘mata’, ‘cepa de un árbol’. Para González (2006), la voz era alude a un terreno (o lugar alto para salvar desniveles y a veces rodeado de muros de poca altura y de 0,50 cm de grosor) donde se trillaban y aventaban los cereales. Agrupadas, formaban un ejido.
Navabuena: nava es término prerromano cuyo significado es ‘llanura entre montañas’ y también ‘campo llano y elevado’; Corominas y Pascual dan otro significado: ‘zona encharcada, lugar pantanoso’.
Valdecuencos, Valdeherreros, Valdelinares, Valdefuentes, Valdelacasa: val (< ár. wadi, ‘valle y río’) es término que hace mención a depresiones o a un pequeño arroyo o reguero, propios de la meseta; el segundo término del topónimo Valdecuencos tiene que ver bien con el relieve (cuenco < lat. conchum, ‘cuenco del río’, ‘recodo del río’); Valdeherreros, con pervivencia metalífera romana (herrero < lat. ferrarius < ferrum, como Herreruela, del mismo origen); Valdelinares, con referencia a tierra sembrada de lino y Valdefuentes y Valdelacasa referidos a algún hallazgo en el paraje, en este caso una fuente o manantial y una casa).
Vegón: de vega < prerr. baika, ‘terreno regable e inundado a veces’.
• Zoónimos: los referidos a nombres de animales o que tiene relación con ellos.
Calamoco(s): del lat. calamaucum; fam. ‘beato santurrón’, y según el DRAE ‘carámbano que cuelga de los canales cuando se hiela el agua de la lluvia’; Corominas se inclina por ‘gorra en forma de montera o mitra’ y para el sociólogo Amando de Miguel significa ‘las terneras bellas’ (del gr. kalós, ‘bello’, y mosjos, ‘ternero’). Hay un Calamocos en León. Es posible que el término proceda de los asentamientos de pobladores leoneses durante la Reconquista. Al inclinarnos por la pista que da De Miguel, hemos considerado el topónimo como un zoónimo.
Guarrapiezas: difícil topónimo en cuanto a su etimología. No creemos que sea sencillamente el compuesto del animal ‘guarro’ y sus pedazos o trozos. Corominas cree que guarra pueda derivar de buharro, ‘ave de rapiña parecida al búho’; hay un guarro ‘gavilán’ en el interior ecuatoriano (Lemos, Revista Rocafuerte, V, p. 33) y también un guarrear, ‘aullar’ la zorra, en Alcuéscar, Cáceres, documentado en (Menéndez Pidal, 1920: Estudios literarios, p. 98-99).
Solanera de Gugueral: solana es ‘lugar expuesto al sol’ y, por extensión, ‘secarral’. Más problemas nos puede dar gugueral y su etimología. Parece ser que el nombre procede de cuquera (arag. ‘gusanera’) > (por sonorización y asimilación de las consonantes oclusivas velares: c- y q-, que pasaron a g- y g-, respectivamente) > guguera, que era una zanja que se abría y se llenaba con paja y basura para facilitar la producción de gusanos y larvas que sirvieran de alimento a las gallinas. En consecuencia, el topónimo haría referencia a la artesanía textil productora de seda, cuya industria estaba muy difundida en la Edad Media. En una traducción de las Cantigas de Santa María, fechada en 1284, se menciona cómo «en la cibdat de Seg. [sic], cabeça de Estramadura, morando una dueña que labrava sirgo (< lat. sericum, ‘tela hecha o labrada de seda’) en su casa con unos gusanos que criava, que se le morieron los gusanos». Madoz (1845-1850) registra, ca. 1845, la industria local de cría de gusanos de seda.
5. Conclusiones
Partíamos de numerosos topónimos relativos a las dehesas de Malpartida. Lógicamente, hemos rechazado algunos de ellos por no decir obviedades. La mayoría de los topónimos estudiados han perdido su semántica y su tiempo también, y perviven gracias a la tradición oral; otros, lo hacen gracias a los documentos, como ya señalara en el siglo xix el escritor alemán Wilhelm Raabe: «Un topónimo, una vez que ingresa en los documentos no se esfuma con facilidad de ellos, pues el derecho de propiedad ha sido convertido en papel y, a fin de cuentas, el papel es la materia terrenal que sobrevive a todas las restantes».
Por otro lado, hemos llegado a resolver algunas dudas que latían en el sentir de los lugareños ayudándonos, además de la Filología, de la Historia y de la Arqueología. No obstante, el campo de la toponimia sigue perteneciendo al terreno de la especulación. Podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que el estudio del origen y significación de los nombres de lugar, esas «nubes flotantes verbales» en palabras de Riesco Chueca (2010), es solo a veces un cúmulo de hipótesis a falta del documento que lo ilumine y justifique. Y eso es lo que hemos intentado en el presente artículo.
Quedamos a la espera de que futuros estudiosos del tema tomen el relevo y puedan corregir y ampliar el interesante campo de la toponimia chinata[11].
BIBLIOGRAFÍA
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NOTAS
[1] Gentilicio de Malpartida de Plasencia. Para una mayor explicación del término, véase FERNÁNDEZ GARCÍA, L. (1985): «Algunos datos sobre Malpartida de Plasencia», en VV. AA. Raíces Chinatas, Colectivo Cultural Chinato, Salamanca, p. 22.
[2]El nombre de Malpartida está relacionado con una ruta ganadera de mala (difícil) salida y que al fundarse el núcleo, hacia 1300, tomó el nombre de ese hecho, sostiene CLEMENTE FERNÁNDEZ, D. (1985): «Toponimia de Malpartida», ob. cit., p. 177-178.
[3] CLEMENTE FERNÁNDEZ, D. (ed.) (1985): Malpartida de Plasencia. Notas para un estudio. Cáceres, p. 15.
[4] MAÍLLO, A. (1985): «Prólogo» en VV. AA. Raíces Chinatas, Salamanca, Colectivo Cultural Chinato, p. 9-10.
[5] Ob. cit. Ibídem, p. 11.
[6] Hablando de recaudación, era el tercio arzobispal.
[7]MONASTERIO CHVIVS VOCHABVLVM EST ALAONE ET FUNDATAS BASELICHAS IN NOME SANCTE MARIE VEL SANCTI PETRI SEU CUM EGLESIOLAS VEL CETERAS CELLAS.
[8] Vid. TOPONI (2004), Topónimo arguijuela, www.celtiberia.net/archivodeconocimientos/toponimia.
[9]Ibídem.
[10] Era el juez que ejercía jurisdicción delegada de la episcopal en determinado territorio.
[11] Este artículo se ha beneficiado de las aportaciones y sugerencias de Florencio Sánchez Canelo y Florentino Rodríguez Oliva.