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En el principio era el Verbo y el Verbo estaba junto a Dios y el Verbo era Dios.
¡Qué mejor inicio que el texto del Génesis, máxime cuando vamos a hablar de palabras y de su utilización en el antiguo Reino de León!
Se impone entonar un canto a la magia del verbo y pocas veces ha quedado tan bien expresada la unión entre significante y significado como en el poema de Jorge Luis Borges, El golem, que comienza con los siguientes versos:
Si (como el griego afirma en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa,
en las letras de rosa está la rosa
y todo el Nilo en la palabra Nilo.
Las palabras sobre las que vamos a desarrollar este artículo no van solas, sino enlazadas unas con otras como las notas de una melodía. Hablamos de refranes.
Miguel de Cervantes, a través de don Quijote, señala que «los refranes son sentencias breves, sacadas de la experiencia y especulación de nuestros antiguos sabios; y el refrán que no viene a propósito, antes es disparate que sentencia». La definición de Cervantes nos indica tres características claves de los refranes: sentencia breve, extraída de la experiencia y aplicada en el momento correcto.
Un problema básico que se plantea al analizar los refranes es su veracidad, su relación con la realidad. ¿Todos los refranes son verdaderos? o ¿lo son siempre? Según Torrente Ballester, «la experiencia de la vida no es uniforme ni coherente; a veces, sus conclusiones son contradictorias y los resúmenes en que se expresan, los refranes, llevan el mismo color, a veces blanco, a veces negro, de tal manera que para la misma situación o el mismo suceso podemos encontrar el sí o el no, según convenga». El clásico ejemplo de «Al que madruga, Dios le ayuda» contrapuesto a «No por mucho madrugar, amanece más temprano».
Al abordar el tema de los refranes sobre el tiempo, la primera disyuntiva que se plantea es el concepto de la dualidad temporal: tiempo cronológico y tiempo meteorológico, ambos inextricablemente unidos en la urdimbre de una cultura tradicional incardinada en una naturaleza, a veces madre ubérrima, a veces madrastra, dueña de oscuras fuerzas destructivas que condicionaba el devenir de nuestros ancestros en un mundo eminentemente rural en el que la vida se medía por las estaciones con sus respectivas labores agrícolas y santos protectores que iban gravitando unidos a los días, como la Tierra alrededor del Sol, a lo largo de los doce meses del año.
Desde el solsticio de invierno hasta el del verano, el Sol gana altura en el cielo y por tanto los días son más largos. Los equinoccios de primavera y de otoño, por su parte, marcan la igualdad de las noches con los días. Todos estos fenómenos eran observados por nuestros antepasados y lo manifestaban en forma de refranes, referidos, claro está, no al calendario de números, sino al de santos, porque cada santo traía más o menos luz, su festividad ocurría en un día más o menos largo.
Por Santa Lucía crece el día
El día más corto en nuestro hemisferio es el 21 o 22 de diciembre, que es cuando el Sol alcanza la menor altura sobre el horizonte y comienza el invierno. A partir de este momento, los días empiezan a crecer. Sin embargo, en la mentalidad popular, el aumento de luz solar comenzaba el 13 de diciembre, fiesta de Santa Lucía, algo erróneo, por cuanto el Sol no ha llegado aún al solsticio de invierno, y por lo tanto tiene que estar menguando y no creciendo el tiempo en que está la estrella sobre el horizonte. No obstante, este refrán y otros semejantes, relacionados con la santa, solo se comprenden si se tiene en cuenta que se originaron antes de la reforma gregoriana del calendario (a finales del siglo xvi), en cuya época el solsticio de invierno tenía lugar el 12 de diciembre y, por ello, en la fecha siguiente, dedicada a Santa Lucía, el día empezaba a crecer, si bien en cantidad insignificante[1]. Lo que sorprende es que se mantengan con tanta fuerza estos refranes y, como anécdota, les puedo contar que, tras decirnos una persona el dicho típico: «Por Santa Lucía mengua la noche y crece el día», otra que estaba presente le corrigió, diciéndole que eso no era verdad, a lo que el primero le respondió: «Sí, pero el refrán es así», lo cual también puede dar idea de que estos refranes, si bien equivocados, se han ido manteniendo por el respeto que se ha tenido siempre a estas expresiones de la sabiduría popular ancestral. En este sentido, y en relación con los refranes de Santa Lucía, el profesor Enrique Gargallo decía en uno de sus trabajos: «Que hayamos mantenido estos refranes de Santa Lucía a pesar de que no responden a la realidad que actualmente percibimos se debe sin duda a la fuerza de la luz. Al simbolismo lumínico que durante siglos ha inspirado la devoción y el culto a la santa siracusana, desde el Mediterráneo hasta Escandinavia» (Gargallo 2004: 99).
Y ahora vayamos con los refranes, intentando referirlos de una manera ordenada, porque hay muchas variantes en torno a la misma idea. Algunos expresan sin más lo que parece ocurrir:
A partir del 13 de diciembre (Santa Lucía) es cuando la puesta de sol se empieza a retrasar (Valencia de Don Juan). Más que un refrán, es un comentario recogido en esta localidad leonesa.
Despois de Santa Lucía ba(i)xa [mengua] a noite ía crece’l día (Ancares). En Carballedo (Lugo): «Despóis de Santa Lucía baixa a noite e crece o día ao paso da galiña» (Rielo, 1973, XXIX: 144).
El día de Santa Lucía mengua la noche y crece el día (Villar del Monte). El padre de nuestra informante decía que no era verdad: «Que de 21 [de diciembre] a 21 [de junio] van 6 horas, a ver ¿dónde están en ese día?».
Por Santa Lucía (día 13 de diciembre), mengua a noite e crece o día (Bierzo oeste).
Por Santa Lucía achican las noches y crecen los días (El Páramo). «Por Santa Lucía enchica la noche y engrandece el día» (Correas, 1992: 406).
Por Santa Lucía menguan las noches, crecen los días (Prioro).
Por Santa Lucía merman las noches y crecen los días (Banuncias).
Por Santa Lucía, bajan las noches y suben los días (Santibáñez de la Isla).
Pur Santa Tsucía menguan las nueites ya crecen lus días (Palacios del Sil).
En estos, los crecimientos y disminuciones son diferentes:
Por Santa Lucía crecen las noches y merman los días (Valdevimbre).
Por Santa Lucía merman los días (Valdevimbre).
Por Santa Lucía crecen las noches y merman los días (La Seca).
Por Santa Lucía (13 de diciembre) crecen las noches y menguan los días (Toreno).
En otros parece más una fecha de equinoccio que de solsticio:
Por Santa Lucía, igualan las noches con los días (Villahibiera, Las Grañeras). Mi informante de Villahibiera me comentaba lo siguiente: «El 13 de diciembre. Santa Lucía ya anda cerca del 21 de diciembre y por eso se dice lo de igualar las noches con los días. Por los Reyes ya empieza a notarse un poco por la mañana, y que van creciendo, poco a poco».
Santa Lucía iguala la noche con el día (San Esteban de Nogales).
Algunos incluyen consejos, ante la cortedad de las horas de luz:
Lo que habías de facer en Santa Lucía falo outro día (Encinedo) (= Lo que tuvieras que hacer en Santa Lucía, hazlo otro día).
Otros refranes son más informativos e indican este supuesto escaso crecimiento del día, empleando los movimientos de animales pequeños, mayoritariamente la gallina:
Por Santa Lucía crece el día mientras la gallina muda el pía (Montrondo, Murias de Paredes). El informante de Murias de Paredes me hizo esta aclaración: «Pía es el pie, un segundo dura, cuando la gallina muda el pie, ¿cuánto dura eso?». Mudar es cambiar de posición el pie, o sea, sería un paso.
Por Santa Lucía, aumenta el día como la pita el pía [un pie de gallina] (Maragatería). En La Felguera (Asturias): «En Santa Lucía crece el día tanto como salta la gallina».
Pur Santa Chucía, mengua la nueite ya crez el día, a paso de gachina (Babia).
Santa Lucía, crece el día al paso de una gallina (Gordón).
En Asturias tenemos, entre otros, los siguientes: «Santa Llucía mengua la nueche y crez el día, pero al pasu la pita» (= «En Santa Lucía decrece la noche y crece el día, pero al paso de la gallina» —despacio—) y también: «Per Santa Llucía mengua la nueche y crez el día, per navidá nel so ser ta, y de navidá pa riba al pasu la pita» (= «En Santa Lucía decrece la noche y crece el día, en Navidad se mantiene el equilibrio, y después de Navidad al paso de la gallina» [Rivas, 2009: 61-62]). Y estos son del refranero castellano: «A Navidad de Santa Lucía, crece el día un paso de gallina. De Navidad a los Reis, tan mala vez» y «Por Santa Lucía mengua la noche y crece el día un paso de gallina; por Navidad ya lo echa de ver el arriero en el andar y la vejezuela en el hilar; por los Reyes, bobo, ¿no lo vedes?» (Correas, 1992: 47 y 406).
Algunos son más largos e incluyen, además de la festividad de la santa, otras fechas anteriores o posteriores:
Por San Andrés (30 de noviembre) crece el día si no es; por Santa Lucía, un paso de gallina y por Navidad, quienquiera lo verá (Maragatería).
Por Santa Lucía crece el día la pata de la gallina, por los Reyes lo notan los bueyes y por San Vicente lo nota la gente (Trobajo del Cerecedo). «Todavía era más largo, pero no lo recuerdo entero», nos confesaba nuestra informante.
Por Santa Lucía crecen los días el paso de una gallina y por Santo Tomás un pasito más (Boñar). Se refiere a santo Tomás, apóstol, el incrédulo, cuya festividad, antes de la reforma de 1969/70 se celebraba el 21 de diciembre –ahora es el 3 de julio– (Cantera, Cantera y Sevilla, 2002: 150)[2].
También hay refranes que simplemente corrigen el error y otros que señalan que el crecimiento de la luz solar no se producirá hasta después del solsticio de invierno:
Por Santa Lucía, la noche gana al día (Acebes del Páramo).
Por Santa Lucía, mengua la noche y crez el día. Nin creciu nin menguou hasta que el Ñiño ñaciu (Trabazos).
Por Santa Lucía, menguan las noches y crecen los días. Ni creció ni menguó hasta que el Niño nació (León capital). Es decir: hasta que se llegó al 25 de diciembre, la Navidad o «cuando el Niño nace», como se dice más popularmente.
Primero decían: El día de Santa Lucía espurre el día, tanto como la gallina pía; pero luego decían: El día de Santa Lucía ni espurre [crece] el día ni la gallina pía (Castrotierra de la Valduerna).
Del solsticio de invierno al mes de marzo
Otros refranes están también relacionados con el aumento de luz solar y corresponden a fechas posteriores al solsticio de invierno. El mes de enero es el más rico y abundante en sentencias de este tipo, recayendo la señalización de los aumentos de luz en determinadas fechas y santos, principalmente el día 6 (Epifanía del Señor o Día de Reyes), el 17 (San Antonio Abad) y el 22 (San Vicente). Estos refranes son verdaderos, si bien sus indicaciones son un tanto imprecisas, por lo que la mayoría de ellos no tienen otro alcance y significado que el de consignar el hecho indudable del crecimiento del día. Además, con la mayor duración de la luz solar se podía trabajar más y por eso también «lo conocían los bueyes»:
El día de los Reyes, media hora más tenéis (Maragatería).
El día de Reis media hora tenéis, por San Antón media hora pon y por San Blas hora y media más (Senra)[3].
El día de Reyes en Ronroque entra el sol nada más que un poquitín y el día de Navidad en Montrondo, en la chimenea de Francisquín (Senra). «Era una forma de saber las horas, porque no había relojes».
El día de Reyes, la patita de la gallina; y por San Vicente, una hora presente (El Páramo).
En día de Reyes claro es buen año de lino (Valdería).
En enero, entra el sol en cualquier rigueiro, el último y no el primeiro (Trabazos).
O empezar o ano xa crecen os días un zanco de galo (El Bierzo) (= Al empezar el año ya crecen los días un paso de gallo).
Polo Reis, os días conoceréis (Las Médulas).
Por los Reis crecen los días la pata del gallo (Valdesamario). «No sé cuál decía mi madre que era un día que solo crece mientras la gallina mueve la pata, pero no sé qué día era».
Por los Reyes lo conocen hasta los bueyes (Villamuñío, Calzada del Coto).
Por los Reyes lo conocen los bueyes y por San Vicente lo conoce la gente (Los Oteros).
Por los Reyes lo notan los bueyes, por San Vicente lo nota la gente, por San Blas, una horica más (Valencia de Don Juan).
Por los Reyes una pata de gallina más (Riego de la Vega).
Por los Reyes ya lo conocen los bueis (Santa Marina de Somoza). «Ya aumentan un poco los días y se dice eso».
Por los Reyes, lo conocen los bueyes. Muy difundido en la provincia leonesa, recogido por ejemplo en San Miguel de Montañán, Cabreros del Río y varias localidades de la ribera del Órbigo y Maragatería. Un informante me decía: «Con el día más largo había que trabajar más, por eso “lo conocían los bueyes”».
Por los Reyes, lo notan los bueyes (León capital).
Por Reis, media hora más tenéis (Villagatón).
Por Reyes, aumenta el día la pata de una gallina —de hora más de día— (El Páramo).
Ya estamos en Reyes, ya lo notan hasta los bueyes (Acebes del Páramo).
Los refranes de los días 17 (San Antón) y 22 (San Vicente), de este mes de enero, aportan más referencias sobre lo que va ganando la luz solar.
El día de Santo Tomás, un minuto más (Montrondo). «No sé cuándo es, es por enero… Tengo un recuerdo y no sé qué día es».
Por San Vicente lo nota la gente y por los Reyes los bueyes (Quintanilla del Monte). Se constata el aumento progresivo de las horas diurnas.
Por San Vicente una hora presente (El Páramo). Una hora más de día, dice el refrán, lo cual es inexacto, por cuanto ese día el crecimiento de la luz solar está en torno a la media hora. El proverbio, por otra parte, es frecuente en España, y así tenemos «A Saint Vicent de la roda creix el día una hora» (Valencia) y «San Vicente, hora corriente» (Teruel). Posiblemente estos refranes que ahora encontramos inexactos se cumplirían si se refirieran a diez o doce días posteriores a la fecha actual, por lo que se podría sospechar que con ellos ocurre como con los de Santa Lucía, es decir que se cumplirían antes de la reforma gregoriana, que indica la antigüedad de las paremias. De manera similar, en Cataluña expresan este crecimiento referido a las festividades de San Sebastián y Santa Inés (20 y 21 de enero, respectivamente): «Por San Sebastiá, una hora s’allarga ja» y «Santa Agnés, una hora mes» (Puente y Úbeda, 1896: 144-145).
San Antón de xaneiro bon para comer y en tempo longueiro (Bierzo oeste). No hace falta comer con prisas, los días son largos. «Por San Antón (17 de enero), cunde el día una papita de pichón», «Por San Antón, a las cinco hay sol» y «Por San Antón, una hora más de sol» (Panizo, 1999: 55-56).
Tumás, un pasín más (Palacios del Sil).
El siguiente refrán no hace referencia al crecimiento del día, sino a la altura que va alcanzando ya el Sol sobre el horizonte:
Por San Vicente no hay rincón que el sol no entre (Toreno, El Páramo y otras zonas leonesas, bastante difundido). Sentencias similares encontramos en el refranero castellano: en Bergua (1942: 383): «Por San Sebastián ya lo ve el recuero en el andar» (dice que por esta época crece bastante el día y, por lo tanto, la jornada de las recuas es más larga), «Por San Antón, da la vuelta el sol» (Serrada, Valladolid) y «Por San Sebastián, una hora más, y por las Candelas, hora y media» (Villanueva del Conde, Salamanca).
El efecto de la escasez de luz durante el invierno, así como del frío, también se hacía sentir sobre las gallinas, que dejaban de poner huevos desde diciembre hasta mediados o finales de enero. De ahí que un gran número de refranes se refieran a la reanudación de la actividad ponedora el día de San Antón o bien en los primeros días de febrero (el 2 o el 5, La Candelaria o Santa Águeda). Este período coincidía además con la época de muda, esto es: con la renovación de las plumas. No obstante, ahora, como nos decían, ponen todo el año.
Diciembre diciembrina ni guara la paloma ni pone la gallina (Altobar de la Encomienda).
Diciembre/enero, mes de la cembrina; ni guara la paloma, ni pone la gallina (El Páramo).
El día de San Antón la buena gallina pon, pon la del rico y la del pobre non (Senra). «Debía ser porque la del rico estaba mejor alimentada».
El mes de la decembrina/ fembrina, ni vuela la paloma ni pone la gallina (Maragatería). Sin embargo, ahora ponen todo el año.
Polo San Antón, poñe hasta o capón (El Bierzo).
Por San Antón, gallinita pon (León).
Por San Antón, la buena gallina pon (Los Oteros).
Por San Antón, la buena pita pon (Andiñuela, Tabuyo del Monte y otras localidades leonesas).
Por San Antón, la gallina pon (Acebes del Páramo, Trobajo del Cerecedo).
Por San Antón, la pita pon (Priaranza de la Valduerna, Castrocontrigo, Encinedo).
Por San Antón, pone la pita el pon o la buena pita pon (Maragatería). Ponen las pollitas su primer huevo.
Por San Antonio laconero, la gallina pone el huevo (Portela de Aguiar).
San Antón, la buena pita pon y si no, retortijón (Lucillo). «Se le retorcía el cuello a la gallina porque no servía». Y es que según el dicho popular: «La gallina de enero, al rabo trae el dinero», es decir las gallinas que comenzaba a poner a mediados de enero eran las de mejor producción.
Ya vamus pa’l mes de la cimbrina, ni vuela la paloma ni pon la gallina (Alto Boeza) (= Ya vamos camino de diciembre, ni vuela la paloma ni pone la gallina).
No obstante, también se esperaba a que en el mes de febrero hicieran su puesta las gallinas más retrasadas:
En jebrero cada pita pon su güevo (Oseja de Sajambre) (= En febrero, cada gallina pone su huevo).
Por San Antón la gallina pon y por la Candelaria la buena y la mala (Las Grañeras y otras localidades leonesas)[4].
Por San Antón la gallina pon y por las Candelas, la mala y la buena (Calzada del Coto).
Por San Antón, el buen ave pon y por la Candelaria, la buena y la mala (Villacidayo).
Por San Antón, la buena pita pon y por Santa Águeda, la buena y la mala (Santa Marina de Somoza, Rabanal del Camino).
Por San Antón, la gallina pon; e polas Candelas, todas elas (El Bierzo) (= Por San Antón, la gallina pon y por las Candelas, todas ellas).
Viene la Candelaria, pone la gallina, la buena o la mala (Villamuñío).
En general, y de acuerdo con algunos refranes, todo el mes de febrero servía como indicador del crecimiento del día. Estas paremias tienen en común la constatación de que el Sol está estacionado cada vez a una mayor altura durante los primeros días del año y por tanto su luz alcanza a brillar en lugares que eran umbríos hasta poco tiempo antes y cuyos nombres (sobre todo «reguero») resultan adecuados para la rima de la primera parte del refrán. En un par de ellos, como veremos, se emplean dos palabras típicas de León: «escuseiro» y «endero».
En febreiro, baixa o sol ó regueiro (El Bierzo).
En febreiro, fusada y escuseiro (Ribas del Sil). La fusa o huso es una pieza de madera que se utilizaba para torcer y arrollar el hilo que se iba formando al hilar a mano. La cantidad de hilo que quedaba hilado en ella era la fusada. Un escuseiro era media fusada, dando con esto a entender lo cortas que eran ya las noches, porque lo normal era que diera tiempo a hacer dos fusadas (García Jiménez, 2010: 119).
En febrero entra el sol en el reguero, al último y no al primero (Valle del Silencio).
En febrero entra el sol en todo reguero (Gordón).
En febrero entra el sol por cualquier reguero (Andiñuela y otros muchos lugares de León). Nuestra informante de Andiñuela nos lo explicaba de esta manera: «Ya están los días mayores, empiezan a crecer y se decía eso».
En febrero, un ratico al endero (Altobar de la Encomienda). «Cuando ya hay más sol, íbamos con las vacas e íbamos a las viñas, llevábamos el bocadillo y nos sentábamos en el endero, que era un alto, en las sierras… Andabas a las viñas, cavando y esas cosas y venía la hora del bocadillo y nos sentábamos tranquilamente al sol, al endero que le llamábamos…, por esos días se araba ya en las tierras con las vacas y los machos».
Sol de febrero, rara vez dura un día entero (León, bastante generalizado en la provincia).
No obstante, la mayoría de las paremias se refieren a dos días concretos, uno al comienzo (3 de febrero, festividad de San Blas) y otro el 24 (festividad antigua de San Matías, trasladada actualmente al 14 de mayo, de acuerdo con la reforma general del calendario romano de 1969). Algunos dichos sobre San Blas oídos en León son los siguientes:
En San Blas, una patadita más (Acebes del Páramo).
Por San Blas, patadica más (León capital, siendo según nuestra informante, la «patadica», unos tres cuartos de hora, algo que se aproxima bastante al tiempo real, que suele ser de alrededor de una hora lo que ganaba la luz solar).
Algunos refranes recogidos en León se ajustan más a la realidad, señalando el crecimiento del día en una hora:
Por San Blas, una hora más (Valdevimbre, La Seca, El Páramo). De igual forma en Panizo (1999: 56): «Por San Blas (3 de febrero), una hora más», indica que los días tienen una hora más de claridad que los más cortos del año.
Otros pecan de exceso:
Po lo San Brais, hora e media máis (Bierzo oeste).
Por San Blas, hora y media más (Prioro, La Cepeda, Toreno).
San Blas, una hora y más (Maragatería).
El siguiente está relacionado con la manera de contar el tiempo antiguamente por parte de muchos habitantes de nuestra provincia, empleando los «relojes naturales»:
El día de San Brás, la gaya pasarás (La Baña). Se refiere al sol al atardecer, ya que cuando pasa la gaya (‘cima’) del pico Verdugueo, las horas de luz solar diarias aumentan.
Con respecto a San Matías, uno de los refranes más conocidos por tierras leonesas es el que relaciona su festividad antigua (24 de febrero) con el equinoccio primaveral, algo que no era cierto hasta casi un mes después (el 21 o 22 de marzo); pero que podría explicarse, como indicamos antes, por la percepción pregregoriana del comienzo del solsticio de invierno, o quizá también en parte por la fuerza de la rima entre el hagioantropónimo «Matías» y la palabra «día». En cualquier caso, y como señalaba Puente y Úbeda (1896: 150), estos refranes de San Matías se cumplen en lo de igualarse las noches con los días, si en el día se incluyen los crepúsculos, pues entonces desde el crepúsculo de la mañana hasta que anochece, y no de sol a sol, hay un intervalo aproximado de doce horas o un poco más.
El día de San Matías se igualan las noches con los días (Senra).
Polo San Matías, igualan as noites cos días (El Bierzo).
Por San Matías achican/crecen las noches agrandan/achican los días (se igualan) (El Páramo).
Por San Matías cata marzo al quinto día e iguala la noche con el día (Castilfalé).
Por San Matías, igualan las noches con los días (Toreno, Gordón, Prioro).
Por Santo Matías se igualan las noches con los días (Maragatería).
San Matías, iguala las noches con los días (Valencia de Don Juan, Las Grañeras, Villacidayo). Nuestra informante de Villacidayo nos decía, percatándose del error contenido en el refrán: «Pero yo creo que eso es mentira»[5].
En otros refranes, la palabra «Matías» se hace rimar con «umbrías», para indicar la altura que ya va alcanzando el Sol a finales de febrero, iluminando zonas a las que poco antes no llegaba:
Polo San Matías pega o sol polas ombrías, e as tres semanas, polas ombrías e solanas (El Bierzo) (= Por San Matías pega el sol por las umbrías, y a las tres semanas, por las umbrías y solanas).
Por San Matías da el sol en las umbrías (Maragatería).
Estos ejemplos leoneses tienen su paralelo en otros más generales y que presentan más adiciones: «Por San Matías cantan las cotovías y entra el sol por las solombrías», quiere decir que por los lugares bajos y sombríos, como se viene acercando el sol a esta parte del mundo; cotovías son pájaros pequeños que cantando dicen cot, cot, de donde se les dio el nombre. Y «Por San Matías, corren los peces por las herías», entonces los ríos llevan mucha agua; herías son tierras labradas (Correas, 1992: 406). También en Bergua (1942: 383): «Por San Matías cantan las totovías y entra el sol por las umbrías».
Ciertas paremias relacionan la duración de la luz solar con las horas de trabajo y así nos encontramos con los ejemplos siguientes:
En febrero mete al obrero a hacer sebes y no paredes, no porque sean pequeños los días, sino porque están las piedras frías (Valle del Silencio).
En febrero, mete tu obrero (Toreno).
Si teis que buscar obreiro, busca en febreiro (El Bierzo). En febrero los días son más cortos y no se dan las dieces ni la merienda.
Si tienes que buscar oubreiro, búscalo en febrero (Trabazos).
En el mes de marzo ya es notable la presencia del Sol en el cielo, además en este mes se alcanza el equinoccio de primavera (hacia el día 21), en que se igualan las noches con los días:
Cando entra o sol en Aries, crecen os días e múdanse os aires (El Bierzo). Un refrán general similar a este es: «Cuando el sol entra en Aries, crecen los días y múdanse los aires» (Bergua, 1942: 152), por lo que no solo los días son cada vez más largos, sino que además se producen los cambios de tiempo propios de la primavera: variaciones en la temperatura y alternativas de viento y lluvia.
Marzo igualarzo, a tres, que non a cuatro (Las Médulas).
Marzo, igualarzo (León, en varias localidades). Se iguala el día con la noche[6].
Con respecto a la altura que va alcanzando el Sol en este mes, el siguiente refrán es bastante conocido, no solo en tierras leonesas:
Por el veinte de marzo da el sol en la sombría y canta la golondrina (León). El mayor temple de los días permite la llegada de aves migratorias, como las golondrinas.
Con esta variante:
A medio marzo, da el sol en la sombra y canta la alondra (Fresno de la Vega). En Bergua (1942: 105): «A quince de marzo, da el sol en la sombría y canta la golondrina».
En marzo comienza una retahíla de refranes que finalizan en junio y que están relacionados con la duración del día artificial (presencia de la luz natural) y con el trabajo que se ejercita en ellos. Debe tenerse en cuenta que estos días, incluyendo los crepúsculos, pueden proporcionar unas trece horas de luz, a fines de marzo, un tiempo suficiente para que se puedan realizar bastantes labores. Esto trae como consecuencia, tal y como lo indican los refranes, que las horas de sueño disminuyen, aumentando por otra parte el número de comidas y la aparición de las siestas o descansos en el centro del día, así como la continuación de las tareas durante las primeras horas de la noche (las velas):
Azafrán de noche, candil de día: es la mayor tontería (El Páramo). Se guarda el candil y se va poniendo fin al periodo de hilar, como dicen estos refranes: «La que en marzo veló, tarde acordó» y «Quien en marzo trasnochó, tarde recordó» (Martínez Kleiser, 1978: 196).
Domingu de Ramus a sestiare vamus, quieran que nu quieran lus nuesus amus (Alto Boeza). Más que un refrán, el autor del libro donde está tomado el texto lo denomina «versos pastoriles».
El Domingo de Ramos a la siesta vamos, a comer la merienda de nuestros amos (Castropodame). «Antes iban de jornal y no les daban de comer hasta que no llegaba el Domingo de Ramos, o sea comer sí se comía, pero no te daban “las diez” en el campo ni se echaba la siesta, de ese día palante ya te daban las diez y echabas la siesta…, se trabajaba más en el campo».
El Domingo de Ramos, a sestear vamos (Castrocontrigo).
En marzo, duerme el criao falso. En abril, el criao quiere dormir. En mayo el criao y el amo (El Páramo).
En marzo, mazorguita y empezado, en abril mazorguita y a dormir, en mayo aún no ceno y ya me caigo (Adrados de Ordás). Con los días de más luz, a lo largo de esos meses, aumenta el trabajo.
En marzo, tanto durmo como fago (El Bierzo). Se inician los trabajos del campo más intensos, por eso se duerme tanto como se trabaja.
Marzo, un copo y harto; abril, a la cama sin candil; mayo de sueño me cayo; junio, sin remedio ninguno (Andiñuela). Nos lo explica así nuestra informante: «Marzo, un copo de lana hilado por la noche, y harto, porque ya se llega cansado del campo; en abril hay que acostarse de día porque hay mucho trabajo y mucho sueño y luego los otros meses igual».
Polo San José, deces e merenda o pé (El Bierzo). Por San José son ya los días largos y los que contrataban trabajadores tenían como obligación darles una comida a las diez de la mañana y por la tarde la merienda.
Por San José, dieces y merienda al pía (Trabazos). «San José (19 de marzo), esposo de María, hace la noche igual al día» (Panizo, 1999: 59).
Días de mayo, días del diablo
En los meses de abril y mayo ya se hace notorio el aumento de claridad y de actividad en el campo, por lo que algunos de los refranes recogidos en León suponen una continuidad con los anteriores relacionados con el mes de marzo:
Abril, hace la cena y vete a dormir (Maragatería).
Cuando el cuco canta tu madrugada te aguanta (San Esteban de Nogales). «Te espera la madrugada ya, porque el cuco empieza a cantar cuando empieza la primavera y hay que espabilar ya, porque ha entrado la primavera y hay más trabajo».
En abril a cenar y a la cama sin moscas y sin candil (Destriana).
En abril a la cama sin candil, en mayo de sueño me caigo, en junio sin remedio ninguno (Santa Marina de Somoza, Andiñuela). «Porque eran los días grandes y las noches pequeñas, la gente trabajaba mucho en el campo y venían rendidos».
En abril déixame dormir, que en maio de sono me caio (El Bierzo) (= En abril déjame dormir, que en mayo de sueño me caigo).
En abril se cena sin candil (el amo) y en mayo el buey y el amo (Altobar de la Encomienda). «Se acostaban muy pronto para madrugar, hay que espabilar porque en mayo ya hay que empezar a sembrar, a hacer labores…; antes del amanecer ya se levantaban, a las 5 h o a las 6 h… hacíamos 16 horas, nos levantábamos de noche y nos acostábamos de noche… Se salía de este pueblo y de otros en cuadrillas a trabajar». En Bergua (1942: 376): «Por abril duérmese el mozo ruin, y por mayo el mozo y el amo».
En abril ya se cena sin candil (Gordón).
Las mañanas de abril son muy buenas de dormir y llegando las de mayo no tienen fin ni cabo (Villamuñío).
Las mañanitas de abril son muy buenas de dormir (Castilfalé).
Las mañanitas de abril son muy dulces de venir (Villamuñío).
Las noches de abril son muy dulces de dormir, y las de mayo, las más dulces de todo el año (Montaña Central). El reposo resulta muy gratificante, teniendo en cuenta que en estos días se duerme poco por el trabajo[7].
Este refrán se refiere solo a la duración del día en el mes de abril:
En abril, con día no cubil (Ancares). Alude a que los días son grandes. Con este similar en Asturias: «En abril entra el sol en cada carril» (Castañón, 1959: 450).
Hasta la llegada del solsticio de verano, los días van creciendo, pero a nuestras gentes parecía que en el mes mayo ya les faltaba luz, a juzgar por los refranes que veremos a continuación, aunque en realidad están expresando la ironía de la longitud de los días. Algunos son sencillos, pero la mayoría están incluidos en cuentecillos con distinta temática (o historia), aunque siempre girando en torno a la misma idea: la fugacidad de la luz diurna, algo que se indica de manera muy gráfica empleando los comparativos «rayo» y «diablo», que señalan la rapidez con que se cree que se extingue la luz. En el caso del comparativo con el diablo, este es el símbolo del mal, y la idea es que la luz desaparece con la misma rapidez con la que se extiende el mal. Tampoco debemos pasar por alto otro matiz negativo que incluyen estos refranes, como es la disminución o agotamiento de las reservas alimenticias de la matanza y de la cosecha del año, por lo que los días se hacen muy largos, y una manera de contrarrestar esta realidad de la escasez es considerar que son cortos, que pasan pronto (engañarse a uno mismo). Algunos refranes, no obstante, pueden indicar certeramente la mayor duración de los días.
Días de mayo, días del diablo (Castropodame). «Se decía eso del diablo por lo grandes que eran y el trabajo que había». Lo mismo en Alto Boeza, El Páramo, Priaranza de la Valduerna y Altobar de la Encomienda, en este último lugar nuestro informante nos decía con ironía: «¡Porque son pequeños los días, hombre!».
Días de mayo, días del diablo y mes de la condenación, cuando anda el pastor todo el monte y aún no se ha puesto el sol (Santa Marina de Somoza). «Son los días muy grandes y andaba con el ganado para (a)cá y para (a)llá y no se terminaba el día».
Días de mayo, días del diablo y no tiene la vieja lugar de echar una parlada (Castrotierra de la Valduerna).
Días de mayo, días del diablo, aún no amanece y ya oscurece (Senra). «Eso decían que era una mujer muy parlanchina y se ponía en la calle a hablar y cuando se quería acordar se le hacía ya de noche y decía eso».
Días de mayo, días del diablo, no tiene tiempo una vieja de hablar un rato (Destriana).
Días de mayo, días del diablo, que no da siquiera pa contar un cuento (Rabanal del Camino). «Eso era que iban dos señoras a llevar las vacas a la vecera... y fueron dos señoras por la mañana cuando tocaron la campana y resulta que da la tarde y estaban todavía hablando y dijeron eso».
Días de mayo, días del diablo, que no da tiempo a hacer nada (Las Grañeras). «Esto era porque el hombre había salido al mercao y la mujer se puso a hablar con la vecina y no le dio tiempo a preparar la comida, así que cuando llegó el marido a casa y la pilló hablando, la mujer se justificó de esa manera». «Días de mayo, días de mal fado, que no ha bien amanecido cuando es anochecido, que no hay lugar de cocer una olla». Contra los perezosos y para poco, que dan excusas necias y ridículas (Correas, 1992: 154).
Días de mayo, días del diablo, que no ha salido el sol y ya se pon (Palacios del Sil).
Días de mayo, días del diablo; no dan tiempo a una muyer pa jablar un rato (Oseja de Sajambre).
Días de mayo, días del diablo; nun dan pa facer un pote de caldo (Trabazos).
Días de mayo, días del rayo, tan poco amanece como ya oscurece (Villacidayo). «Eso fue una moza que fue al caño por agua y fue el novio allí y llegó a casa tarde y le dijo la madre: «Pero, ¿qué has estado haciendo?» y la hija le contestó: “¡Ay madre, días de mayo, días del rayo, tan pronto amanece como ya oscurece”... y es que había estado todo el día con el novio en el caño... Pero son los días más largos». «Días de mayo, días de desventura, aún no es mañana, y ya es noche escura; o aún no ha amanecido y ya es noche escura». Fingen este cuento; que dos enamorados se toparon al amanecer un día de mayo, la moza con un cántaro de agua en la cabeza, y el mozo con una losa a cuestas, y parlando se les fue el día sin sentir, y quejáronse con las palabras del refrán a que dieron principio (Correas, 1992: 154).
Días de mayu, días del diañu, apenas amanez cuandu escurez (Palacios del Sil).
Días de mayu… Y las mis berzas crecierum embaju l’brazu (Alto Boeza). Cuando se pierde el tiempo hablando con unos y otros, aunque el día sea largo no se hace caldo en la olla.
Eran dos mujeres que se ponían a charlare ahí y era por la mañana y ya cuando las cabras volvían pa casa por la tarde, dijo una: «Días de mayo, días del diablo, ni dan pa hablar ni pa dejare. Ya las cabras bajan por la Fenal y la leche de la mía cabra Mora está sin colar». La Fenal es un monte que está por ahí abajo (Montrondo).
Eran las mujeres que cuando salían los rebaños por la mañana, cada una sacaba el ganao que tenía y se lo entregaba a los pastores y aquellas mujeres se enredaban a hablar y cuando acordaban ya se ponía el sol y decían: «Días de mayo, días del diablo, aún no amanece y ya oscurece», no se cansaban de dar a la lengua (Valdesamario).
Las mañanas de mayo, las mejores de todo el año (Fresno de la Vega).
Mes de maio, mes da maldición; apenas sale o sol ya se pon (Las Médulas).
Mes de mayo, mes de la maldición, que no ha amanecido el día y ya se está poniendo el sol (San Esteban de Nogales).
Mes de mayo, mes del diablo, que da el pastor la vuelta al campo y el día aún no se ha acabado (Andiñuela). «Los días eran grandes y los pastores, los pobres, querían venir para casa y no se acababa el día».
No amanece cuando ya oscurece (Toreno).
Sol de mayo, sol del diablo, aún no amanece y ya oscurece (Murias de Paredes). «Eso es un cuento: “Había dos mujeres charlando, hablando, hablando desde por la mañana temprano, llegó la noche y le dijo una: ‘Uy, ya casi es de noche. Sol de mayo, sol del diablo, no amanece y ya oscurece’”».
El declinar de la luz solar
Los días más largos del año en nuestro hemisferio corresponden al mes de junio, en la época del solsticio de verano (del 20 al 21) y a ello hacen referencia algunos refranes:
Aquí estoy y aquí estaréi y d’aquí no pasaréi (La Cepeda), dice el Sol cuando los días alcanzan mayor duración, algo similar se dice en Ledesma (Salamanca) a propósito del 11 de junio, en un refrán anterior a la reforma gregoriana: «Por San Bernabé dijo el Sol: aquí estaré», ya que antes de la supresión de los diez días, el día de San Bernabé coincidía con el solsticio de verano. En Bergua (1942: 171 y 425): «El día de San Bernabé, dijo el Sol: aquí estaré» (porque por esta época suele comenzar el buen tiempo) y «San Bernabé, dijo el Sol, aquí estaré y de aquí no pasaré».
En junio el día 21 es largo como ninguno (León).
En San Xoan, as dez con día dan (El Bierzo).
San Juan acorta los días y el Niño los allarga (Trabazos). Ya que la festividad de San Juan Bautista, que se celebra el 24 de junio, es posterior al solsticio de verano, mientras que la Navidad lo es al solsticio de invierno.
En agosto y septiembre se observaba, sin duda con cierta tristeza, el declinar del Sol:
A las siete en agosto, sombra en rostro (Gordón). Las tardes de agosto son fugaces y también su crepúsculo. Puente y Úbeda (1896: 153-154) señala que este refrán, que también se dice en Castilla, no se puede aceptar con la generalidad que se enuncia, porque en la mayor parte de la región no sucede así hasta llegar a mediados de mes. Por eso es más exacto este otro refrán castellano: «Por la Virgen de agosto (15 de agosto), a las siete ya está fosco» (es decir: está oscuro) (Panizo, 1999: 51).
San Bartolomé, comienza la vela (Gordón). San Bartolomé es el 24 de agosto, y ya parece notarse la disminución de las horas de luz natural, por lo que se hacía necesario alumbrarse con velas o candiles para realizar el trabajo. De manera similar se recoge en este refrán benaventano: «San Bartolomé amechacandiles, si mal para los sastres, peor para los aprendices».
El día de San Bartolo, atapona barriles y amecha candiles (Lucillo). «Se acababa el trabajo en las eras y se cerraban los barriles de barro donde los segadores metían el vino que bebían en las eras. Además había que encender los candiles porque no se veía y había que quedarse en los seranos haciendo calcetines que luego se vendían en la romería de los Remedios (Luyego). Se empleaban los veleros, unos palos (tuérganos secos) que, cada uno, duraba igual toda la noche».
San Bartolo amecha [enciende] candiles y tapa barriles (Castrotierra de la Valduerna). «Se acabó de segar y ya no se bebe vino. En cuanto a la primera parte, quiere decir que “ya viene el tiempo de velar”, que se decía antes, los días eran pequeños, había que encender los candiles. Se acaba la siega y se acaba de beber y el candil porque vas a velar, porque se hace de noche». «La buena hilandera, desde San Bartolomé la vela, y la muy buena, desde la Madalena, desde San Salvador». «Quien por San Bartolomé no vela, no echa buena tela». «Quien por la Madalena vela, echa buena tela». «San Bartolomé a mecha candiles, mal para los oficiales, peor para los aprendices». «San Cebrián a mecha candiles, mal para los oficiales, peor para los aprendices. Otros dicen San Bartolomé, porque en tal tiempo comienzan a velar en sus oficios» (Correas, 1992: 89, 425 y 443).
Y si alguien se había librado de emplear la luz artificial para su trabajo, durante el mes de agosto, en septiembre ya no le queda más remedio que acudir a este tipo de iluminación, como se decía en algunos pueblos leoneses:
Polo San Xil (día 1 de septiembre), xa hay que encender o candil (Bierzo oeste).
Por San Gil (1 de septiembre), prepara el candil (Trabazos).
Sobre el día en que se empieza a velar, así como el que se deja de trabajar por la noche, hay alguna variedad de unas localidades a otras, incluso en una misma población, según los oficios que desempeñen las personas. En algunos lugares de Castilla se decía también: «A San Gil apareja tu candil», «A San Gil prepara el candil, para velar; y a Pascua vuélvelo a apagar», «A San Gil adoba tu candil», «Por San Agustín, hilan las mocitas al candil». En otros lugares de España, dependiendo de su localización, puede adelantarse o retrasarse el inicio de la vela, así en Cataluña lo adelantan (el Sol se pone antes): «La bona filanera per Sant Bartomeu pren la vela; y la molt bona, per Santa Magdalena», «La que per Sant Bartomeu no vela, may fa bona tela». En Andalucía retrasan el inicio al 26 de septiembre: «San Cebrián amecha-candiles; mal para los oficiales, peor para los aprendices». En Madrid se decía: «Las velas san Francisco las trae y san José las lleva» (es decir, el 4 de octubre empiezan y el 19 de marzo concluyen). En La Mancha adelantan el fin, pues las dan por terminadas el primero de marzo: «San Francisco trae la vela y el Ángel se la lleva» (Puente y Úbeda, 1896: 156-157).
Por su proximidad al equinoccio de otoño, prácticamente eran iguales el día y la noche por Santo Tomás de Villanueva (18 de septiembre) y así se oían varios refranes referentes a este santo:
Día de Santo Tomé, dijo el sol: aquí estaré, p’adelante caminaré que p’atrás no volveré (Maragatería).
Por Santo Tomé, el sol delante iré que atrás no volveré (Valle del Silencio).
Santo Tomé, dijo el Sol, aquí llegué y de aquí no pasaré (Castrotierra de la Valduerna). «¿Por qué dice el Sol ese cuento? Yo lo he comprobado. Desde aquí hay una peña que se ve y llega el Sol hasta allí ese día y después vuelve para atrás otra vez… En el lomo de la sierra va una peña subiendo así y ese corte igual tiene 20-30 metros, y cuando son los días pequeños, que va el Sol poniéndose cada día más, cuando llega el Sol a quererse poner en lo alto de esa peña, ya no sigue más; ya finalizan los días cortos, ya no merman más los días… debe ser ese día de septiembre»).
Tumás, un pasín más (Palacios del Sil).
Otros refranes sobre este asunto, tomados de refraneros generales castellanos son los siguientes: «Cuando florece el melocotón, el día y la noche de un tenor son» (parece ser por septiembre, cuando cría el vello encima) y «El buen hilar, de San Miguel a Navidad; de marzo ayudo no rabea bien el huso» (San Miguel es el 29 de septiembre) (Correas, 1992: 136 y 174); «Por San Mateo, tanto veo como no veo» (San Mateo es el 21 de septiembre y por esas fechas los días son más cortos) (Panizo, 1999: 57). Este finalmente es de la localidad zamorana de Toro: «Por Santo Tomás, pequeñito eres, grande serás» (González Reboredo 1973, XXIX: 170).
Finalmente, las observaciones de la luz solar en el mes de noviembre llevó a nuestras gentes a expresar refranes como los siguientes:
Pasados os Santos, os días hirmaos (El Bierzo). El Sol sale a la misma hora; «hirmaos» es hermanos.
Dos Santos a matar son as noites de fiar (Ancares). Debe referirse al cómputo de tiempo desde la festividad de Todos los Santos hasta la de San Martín o más allá del mes de noviembre o incluso diciembre, que era cuando se hacía la matanza o samartino en muchos pueblos leoneses. Si las noches eran de fiar quizá fuera porque no crecieran mucho o porque el frío era igual de constante en ellas.
De nuevo nos encontramos con expresiones que nos hacen recordar al calendario antes de la corrección gregoriana, y que también se cumpliría en este otro refrán:
Por San Andrés, todo el día noche es (León capital). En Bergua (1942: 382): «Por San Andrés todo el tiempo noche es».
Sol de invierno, sale tarde y se pone presto (León).
INFORMANTES
Rafael Vega (†), María Aníbal Vega y María Jesús Carrizo (Acebes del Páramo); Restituto García (†) (Adrados de Ordás); Teresa del Río Fernández e Irene Carracedo del Río (Altobar de la Encomienda); Irene Calvo y Ascensión Calvo (Andiñuela); José Ramiro González y María Rosario Pellitero (Banuncias); Aurora Victoria García Gutiérrez (Boñar); Benito Fernández (Castropodame); Casilda Román (†), Alejandro Guerra y Manuel Román (Castrotierra de la Valduerna); Pilar Valderrey, María Fuente e Isabel Berciano (Destriana); Diego Bartolomé, Pedro Reguera, Justo Mencía y Gregorio Mencía (Las Grañeras); Carmen M. M. (León capital); Cesáreo Criado y Benedicta Panizo (Lucillo); Benigno García (Montrondo); Luis Gutiérrez (Murias de Paredes); Fernando García, Evilio Ramos y Trinidad Abajo (Priaranza de la Valduerna); Francisca González (Quintanilla de Losada y Villar del Monte); Maximiliano Arce (Rabanal del Camino); José Luis Fuertes (Riego de la Vega); Paulino Carracedo Fernández (San Esteban de Nogales); Juliana San Martín (Santa Marina de Somoza); Pilar Sabugo (Senra); Tomasa Fernández, Victorina Astorgano y Clemencia Fernández (†) (Tabuyo del Monte); Rosa Fernández (Trobajo del Cerecedo); Eutiquio Redondo y Elena Rodríguez (Valencia de Don Juan); Agustín Rabanal y Luis Arias (Valdesamario); Amor Barrientos (Villacidayo); Porfirio González (Villagatón); Argimiro Maraña (Villahibiera).
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NOTAS
[1] El Papa Gregorio XIII expide en 1582 la bula «Inter gravissimas...» para llevar a cabo la reforma del calendario, que básicamente consistió en quitar los días que había de más para restituir el primer día de primavera el día 21, en lugar del 11 de marzo en que se observaba entonces el fenómeno astronómico, y por otro lado se determinó que al 4 de octubre de 1582 siguiese la fecha del 15 de octubre, eliminando de este modo los diez días sobrantes. Por otro lado se quitarían tres días cada cuatrocientos años (Muñoz Box, 2011: 59-60).
[2] Aunque realmente el día, en su conjunto, disminuye por Santa Lucía, esta fecha tiene la particularidad de que, si se consideran las dos porciones del mismo (mañana y tarde), como apunta Puente y Úbeda, la tarde aumenta, porque se adelanta el momento en que empieza a contarse o las doce: «Esto pasa ahora precisamente por Santa Lucía, del 12 al 14, que la tarde gana más por la variación de la ecuación de tiempo, que pierde por la disminución de la declinación del Sol. De forma que podría, sin inconveniente, formularse, ya que actualmente se cumple, el siguiente refrán, en sustitución del antiguo: “Por Santa Lucía, crece la tarde y mengua el día”» (Puente y Úbeda, 1896: 139-140).
[3] Es frecuente oír la palabra «reis» en lugar de «reyes» en varias comarcas de la provincia leonesa, así por ejemplo en Arce (2010: 40) se muestra esta canción de las comedias de los pastores que se representaban en Rabanal del Camino (Maragatería) en el día de Reyes: «Hoy es Día de los Reis. ¡Buenos Reis! Es un día muy nombrado; todos, damas y doncellas, al Rey piden el aguinaldo».
[4] Un refrán asturiano citado en Rivas (2009: 75) es «Per San Antón la pita pon, pela Candelera la nueva y la vieya, y per San Bras más y más» (= En San Antonio Abad la gallina pone huevos, en la Candelaria lo hace lo mismo la gallina joven que la vieja, y en San Blas los ponen todas). Del refranero castellano tenemos estos: «Por San Antón, la gallina pon, y por Santa Águeda, la buena y la mala», con esta otra variante: «Por San Antón la gallina pon, por la Candelaria la buena y la mala» (Bergua, 1942:382). Este de Salamanca tiene su gracia: «Por San Antón, la gallina pon, si no son los huevos, las patas en el suelo» (Villanueva del Conde).
[5] Refranes generales sobre este asunto son: «Por San Matías igualan las noches con los días» (es a 24 de febrero, y solía ser diez días más adelante, antes que se retrajeran atrás los diez días del calendario de Gregorio XIII, y venía a ser cerca del equinoccio vernal, que ahora es a 21 de marzo, y algunos días antes y después son casi iguales días y noches) (Correas, 1992: 406) y «San Matías (24 de febrero), cata marzo al quinto día y si es bisiesto, cátalo al sexto» (Panizo, 1999: 59).
[6] El 19 de marzo (festividad de San José) está próximo al equinoccio de primavera, por lo que algunos refranes generales emplean esta festividad para indicar que tienen igual duración el día y la noche en el hemisferio norte: «El esposo de María hace la noche igual al día» (Martínez Kleiser, 1978: 196).
[7] «Serano de abril, vete al mandado, que verás venir; serano de agosto, ni por agua al pozo» (serano quiere decir ‘la tarde’; por abril van creciendo los días; por agosto, menguando); «Serano de mayo, vete a tu mandado, que tiempo tienes harto» y «Tardes de abril, ve donde has de ir, que a tu casa vendrás a dormir; las de agosto, ni por agua al pozo» (porque las unas crecen, las otras menguan) (Correas, 1992: 448 y 474).