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No hace muchos días me encontraba paseando, junto con mis dos hijos, por el camino que se dirige a Valseca y Encinillas, cuando a mi hijo el mayor le llamó la atención un zorro que, asustado por nuestra presencia, se escondía entre las viejas ruinas del molino, por lo que decidimos desviarnos y acercarnos hasta dicho edificio. Desilusionado mi hijo por no volver a ver al zorro, decidí contarle lo poco que sabía sobre la historia del molino, mientras mi hijo pequeño ajeno a todo ello jugaba con un palo. Mientras sucedía todo esto pensaba: «Se está bien en el molino». Es un lugar evocador. Está alejado del pueblo, aunque no mucho. Es un sitio tranquilo. Apenas es visitado. Me imaginaba a los vecinos del pueblo con sus carros cargados de granos para posteriormente ser molidos. Las conversaciones que habrían tenido los vecinos a la espera de recibir la preciada harina. Quizás el primer beso robado de algún mozo a alguna moza, etc. Como mi hijo seguía haciéndome preguntas, decidí husmear en mis anotaciones, para saber algo más sobre el molino.
Un molino es un edificio con unos artefactos que sirven para moler, estrujar, enfurtir o laminar. Pero es también el lugar donde vive y trabaja un molinero.
Lo que voy a contar es simplemente un avance de lo que estoy escribiendo en mi libro sobre los avatares del molino de Bernuy de Porreros, entre los que se incluyen pleitos judiciales entre algún que otro molinero y propietarios de los huertos, como consecuencia de los roces y fricciones entre los mismos, con la llegada del verano, ante la escasez de agua. Pleitos entre el molinero y algún que otro vecino por no estar de acuerdo este último con las mediciones que efectuaba el molinero. Conoceremos los nombres de los molineros, así como su procedencia, llamando la atención que hubo varios de la localidad de Tenzuela.
El molino no se construyó junto al cauce del arroyo San Medel sino algo apartado y varios metros por encima del mismo. Esta elevación garantizaba su seguridad frente a las posibles grandes avenidas, pero obligaba a construir un azud muy elevado y una conducción muy larga iniciándose en este caso en el paraje El Juncal.
El edificio del molino es pobre. Se construyó con muros de mampostería luego recrecidos con cal y arena. Aún es posible apreciar los restos de la balsa, el cubo, cárcavo, el caz. Tanto la balsa como el cubo están construidos con sillares de gran tamaño, por lo que merece la pena su contemplación.
La referencia más antigua que se conoce es una escritura pública otorgada a 6 de febrero de 1547, por la que D. Antonio de Villafañe, vecino que fue de la ciudad de Segovia y alcaide de los Alcázares de Segovia, dio a «censo emphiteutico perpetuo, y para siempre a el concejo, y vecinos de Bernui» cuarenta y ocho obradas de tierra, unas huertas, unos huertos, diez aranzadas de viñas, casas, solares, prados… Se hace constar que Antonio de Villafañe entrega veinte millares de maravedíes en dinero para poder labrar y edificar un molino de cubo en el término de Bernuy, «ado dicen el soto de Bernui», con la condición de que el tal molino quedase especialmente hipotecado para la seguridad del censo, y paga de su pensión. Como consecuencia de ello, los vecinos y el concejo se comprometen a pagar 54 fanegas de pan mitad trigo y cebada y dos pares de gallinas cada año. Se establece el supuesto de que en el caso de que por el concejo no pueda pagarse en dos años continuos las 54 fanegas de pan y los dos pares de gallinas, «el útil dominio de los referidos vienes se consolidase con el directo, y perdiese todo el derecho, y acción que tuviese a ellos pudiéndose entrar sin averiguación ni liquidación dela cesación dela paga y quedando a su elección y de sus subcesores o el tomarse de comiso la dicha eredad, o el cobrarse todavía del Concejo el expresado tributo». Como tercera condición se establece que aunque no se puedan labrar las tierras por guerra o peste ha de pagarse el censo.
Aunque no conocemos la fecha de su construcción con exactitud, podemos seguir parte de su historia en lo tocante a los primeros propietarios y fechas que, en síntesis, es como sigue: D. Antonio de Villafañe dio en dote a D.ª Isabel de Villafañe, su hija, para el matrimonio que contrajo con Juan de Peñalosa, las cincuenta y cuatro fanegas de pan por mitad trigo y cebada y dos pares de gallinas, así como el molino. En el año 1533, Peñalosa y su mujer vendieron el censo a la dotación de la limosna y obra pía que en la parroquia de Santa Columba de Segovia fundó y dotó D. Pedro de Miramontes y a Juan de Miramontes como patrono de ella. El día 9 de marzo de 1555 se otorgó escritura entre el concejo de Bernuy y Juan de Miramontes, acordándose que el concejo se obligaba a pagar a Juan de Miramontes como tal patrono de la obra pía diez fanegas de trigo «de censo perpetuo en cada un año cargadas sobre los bienes, y propios de el mismo concejo, y especialmente sobre el molino de cubo consistente a el sitio titulado el soto de Bernui».
Por lo que he podido ver en algún que otro documento, la peste que asoló Segovia también llegó a Bernuy por los años 1600; entró en el pueblo «tan furiosa y tenaz peste, que consta llegó a reducir a solos tres vecinos», por lo que todos los que tenían censos perpetuos hicieron apeos de su respectiva heredad y entraron en posesión de ella. Ante esta situación los vecinos de Bernuy no pudieron hacer frente al pago de la pensión y de conformidad con lo dispuesto en la condición tercera que figura en la escritura pública de fecha 6 de febrero de 1547, que establecía expresamente «que aunque hubiera guerra o peste se habría de pagar el censo», dichos vecinos se vieron privados de la posesión de dichos bienes, así como del aprovechamiento de los mismos.
En el año 1636 los vecinos y el concejo decidieron mantener conversaciones con D.ª Ángela Miramontes, patrona de la obra pía, y con D. Fernando Rosales, su sobrino, abogado y sucesor en el patronato. En dicho año, ante el escribano D. Alonso Martínez Velásquez se formalizó la correspondiente escritura, en la que se concertó que ante la necesidad y estrechez de los tiempos, reconocían de nuevo el censo y lo rebajaban a 42 fanegas de trigo. Así mismo, se hacía constar «y con condición, que la dicha D.ª Ángela les diera cesión para cobrar la cantidad de trigo que Juan Aparicio la estaba debiendo de arrendamiento del molino, y la fruta de las huertas, de que tenía tomada posesión para con uno y otro aderezar el dicho molino».
Quiero agradecer de una manera especial a D. Felicito Redondo Serna el cariño que demuestra día a día hacia su pueblo, Bernuy de Porreros.