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«Por bien que hable una mujer, le está mejor callar» (Plauto)
«Calladita te ves más bonita» (refrán popular)
Este trabajo es una revisión y reflexión en torno al habla femenina desde las narrativas populares y cultas, y también desde la mirada de las investigaciones actuales sobre el tema. Se pasa revista y muestran distintos discursos y mensajes del ámbito cotidiano y popular y del espacio culto, los refranes y los chistes, o los dichos de hombres célebres de nuestra supuesta historia universal.
Introducción
Para iniciar, diremos que se suele pensar, creer y decir que las mujeres hablan mucho. Hay un discurso social hegemónico que inunda todos los ámbitos de nuestra cultura y que señala que las mujeres hablan demasiado. Y todo ello desde época inmemorial y hasta la fecha, y en prácticamente todas las culturas del mundo, por lo menos del mundo occidental. Afirmación que conduce principalmente a dos consideraciones. Una, la más extendida, popular y peyorativa: son o somos unas charlatanas, entre otras características que de ello derivan. La segunda, más reducida, académica y asertiva: poseen habilidad y capacidad lingüística (Buxó: 1988; Jayme y Sau: 1996; Fisher: 2000). Ambas tienen sus razonamientos intelectuales y contienen sus experiencias de vida. La primera es la usualmente considerada por el común de los y las mortales. La segunda, en ciertos círculos académicos reducidos. El discurso sobre la primera lo impregna todo y se concentra en estereotipos e introyectos, si lo queremos ver desde lo social y lo psicológico, todo lo anega y se desparrama en un lenguaje entre líquido y poético. Los mensajes sobre la segunda son chispazos de conocimiento y reconocimiento tenues y exiguos, minoritarios y desde la conciencia, la sensibilidad y apertura mental.
Hay que decir, antes que nada, que el estudio del habla entre hombres y mujeres trae como consecuencia dos polaridades: el sexo y las formas de expresión lingüística. Quiero aclarar como defensa, como dice Lakoff (1995) que hacen las mujeres, que vivimos en un mundo dicotómico y polarizado; así es la cultura judeo-cristiana occidental y somos parte de la misma. Sin embargo, la ley universal de la dualidad —que rige para muchas culturas desde muy antiguo— afirma que en la existencia hay contrarios y complementarios, enfrentamientos que buscan siempre el equilibrio. La verdad, nos fascinan las diferencias, nos gusta la comparación y es lo primero que vemos, antes que la semejanza (que por supuesto también existe). Si además buscamos diferencias, eso es lo que encontraremos. Eso sí, no queremos dar argumentos para la discriminación, sino más bien se trata de nombrar las diferencias, para verlas y reflexionar sobre ellas, no en aras de crucificarlas ni tampoco de sobrevalorarlas. Si bien estamos de acuerdo con la pluralidad y la diversidad que hoy se estila mucho en los discursos filosóficos en torno al género, a la hora de aterrizar los estudios empíricos aparece la experiencia corpórea y emocional, cultural y social, psicológica y física, aparecen los hombres y las mujeres, y por mucha multiplicidad que haya, se impone esta realidad.
Otra aclaración, en cuanto a los enfoques se coincide con Tannen (1996: 21) en que hay una «dicotomía falsa, que oscurece en vez de aclarar». En el sentido de mostrar como contradictorio el enfoque de dominio que resalta las relaciones de poder a la hora de analizar el lenguaje y en concreto el habla femenina y masculina, y más específicamente en conversaciones mixtas, y el enfoque de la diferencia que remarca las diferencias dándoles valor a las mismas y positivando el habla femenina. Añadiríamos aquí el enfoque construccionista que, por fuerza, pensamos tiene que recoger aspectos de los dos anteriores, aunque sea el que esté en boga en esta época y que proponga complejidad y fluidez en interacción, además de una concepción de género dinámica y múltiple. Las estrategias lingüísticas son ambiguas y no siempre de dominación, a veces de conexión, tienen múltiples significados, y tanto, por ejemplo, hablar o no hablar puede ser perfectamente una estrategia de dominio y de sumisión (Tannen: 1996).
Eso sí, las autoras no pueden extraerse de su sociedad, de su ideología y tendencia psicológico-cultural. Me explico: crean, reproducen las concepciones académicas presentes en su tiempo, así mismo persiguen y encuentran lo que piensan y creen; es más, reproducen estereotipos, o incluso a veces configuran contra estereotipos, en todo caso siguen en el mundo de las ideas generales y racionales y de las experiencias más próximas y fáciles de sentir. Un ejemplo es cómo varias de ellas, siendo especialistas en la materia, continúan en sus libros utilizando el género gramatical masculino como genérico de la humanidad, o se critican unas a otras para resaltar sus posiciones políticas o ideológicas sobre el asunto. Aquí también somos parte de todo esto, caeremos seguramente en ideas preestablecidas, en anhelos, en personalismos, pero, eso sí, consideramos que todos los aportes son válidos, desde los que se contradicen hasta los que se plagian, porque todos constituyen un reflejo de la construcción de su realidad. Para finalizar esta introducción, recordaremos que:
[…] el lenguaje no es neutro, lleva incorporada en su estructura y en nuestro uso la diferencia sexual y la transforma en dato «natural», extra semiótico, en estructura simbólica, dotada de significación y a la vez productora de sentido… Dentro de un sistema de imágenes que ya ha prefijado papeles y posiciones, las mujeres, como sujetos reales, individuales y no sólo figuras del discurso, se encuentran necesariamente en una situación contradictoria y quizás esta situación se agudiza más a medida que van siendo conscientes de esta escisión, considerada como límite en la comparación de la misma palabra (Violi, 1991: 121-2).
Sin embargo, como Patrizia Violi reconoce, existen unas grandes potencialidades creativas, riqueza y energía que tiene la diferencia. Una diferencia, añadimos aquí que existe, que no está reñida con la equidad, ni tampoco con la diversidad y pluralidad, y mucho menos con la construcción social cotidiana de ser hombre, ser mujer, de emplear el lenguaje y hablar. Lo que vamos a ver a continuación es cómo las mujeres han sido, por su habla, criticadas y estereotipadas como charlatanas. Aquí se va a realizar a través de resultados de investigación la desmitificación de su habla a través de matizaciones y contra estereotipos, o simplemente la creación de un nuevo estereotipo: hábiles, capaces y humanas. Lo cual se abordará en el apartado siguiente.
Sobre el tema del habla excesiva de la población femenina traemos algunas citas y miradas desde varias narrativas sociales populares, como el refranero tradicional o los chistes, además de frases famosas de hombres cultos. Así como investigaciones de algunos especialistas que se han acercado y ahondado en el tema del habla de mujeres y hombres o de los estilos conversacionales entre los sexos que desde una perspectiva más mesurada analizan dicho fenómeno. Se trata de un acercamiento general donde se buscan tendencias más que generalidades, y en el cual se apuntan varias ideas y ejemplos no contextualizados, ya que desbordaría la extensión y objetivos de este artículo, pero como insistimos señalan núcleos duros de ideas, fuerza y mensajes de un discurso estereotipado y prejuiciado.
El habla de las mujeres según la narrativa popular y también la culta
En primer lugar, presentamos aquí un extracto que resume el discurso y los mensajes del refranero popular en español hacia el habla femenina, tanto en España como en varios países de América Latina.
El tema de género más sobresaliente en los refraneros populares consultados es la reiteración de que las mujeres hablan demasiado… En la cotidianeidad se observa que son los hombres los que más hablan en el transcurso de las relaciones intergenéricas, poseen una mayor agresividad verbal, así como más proclividad a mandar, dirigir y organizar. Sin embargo, el uso de la lengua por parte de las mujeres se ha estereotipado de tal modo que se les atribuye a ellas esta característica, la cual ha sido asimilada y transmitida históricamente por ambos géneros… Especialmente se critica la plática entre mujeres —intragenérica—, en los pocos espacios que la sociedad les ha dejado para encontrarse y comunicarse en el ámbito de sus tareas domésticas… Además se explicita el modelo ideal de mujer callada, discreta y obediente, contraponiéndolo con la mujer mala, que por excelencia es la charlatana o la que da motivos para que de ella se hable, porque esto último es considerado también negativo… La comunicación oral entre las mujeres es resumida por el refranero como parloteo intrascendente y en todo caso, no recomendable, antes bien condenable y mal visto, llegando a extremos contradictorios en grado sumo (Fernández Poncela, 1994: 72-3).
Algunos ejemplos de lo anteriormente expuesto son:
Ni al perro que mear, ni a la mujer que hablar, nunca les ha de faltar
Donde hay barbas, callen faldas
A lavar al río fui, mal dije de otras y peor dijeron de mí
Truchas y mujeres, por la boca se pierden
La mujer y el horno, por la boca se calientan
Mujer y perra, la que calla es buena
Antes se queda el ruiseñor sin canción que la mujer sin conversación
Se puede añadir que, conjuntamente con esta crítica al habla excesiva de las mujeres, vienen otras relacionadas y derivadas, en cierto modo, de dicha concepción, esto es y entre otras cuestiones, la descalificación del comportamiento socio-lingüístico femenino: las mujeres son, además de charlatanas, indiscretas, mentirosas, incoherentes, desordenadas, mudables y contradictorias. Todo esto solo con relación a su habla, pues obviamente el juicio del refranero hacia las mujeres versa sobre todo tipo de comportamiento (Fernández Poncela: 2002a).
La mujer y la mentira nacieron el mismo día
Mujer que no mienta ¿quién la encuentra?
En cojera de perro y lágrimas de mujer no hay que creer
Entre el sí y el no de una mujer, no cabe la punta de un alfiler
Mujeres y fortuna, mudables como la luna
Mujer, viento y verdura, pronto se mudan
Febrero y las mujeres, por día diez pareceres
Como se muda la luna, el necio y la mujer se mudan
De la mujer, el tiempo y el mar, poco hay que fiar
La mujer y el niño, solo callan lo que no han sabido
Mujer, niño y loco no guardan secreto de otro
Nunca hombre sabio y discreto revela a la mujer un secreto
Llegados a este punto, parece importante recordar y resaltar el papel del lenguaje y la violencia que transporta (ya que no es neutro, como se señaló), incorpora y transforma la diferencia sexual en estructura simbólica, dotada de significado y productora de sentido. Por un lado, quien habla deja su presencia subjetiva; de otro, la lengua inscribe y simboliza en su misma estructura la diferencia sexual de forma jerarquizada y orientada. La simbolización de esta diferencia en el lenguaje configura de antemano la estructura de los roles sexuales que son asimilados posteriormente por los que hablan y reproducidos en el uso lingüístico (Violi: 1991), las objetivaciones de la vida cotidiana se inscriben en el lenguaje —acumulación de experiencias y significados— y se presentan con facticidad externa y con efecto coercitivo sobre las personas individuales y la sociedad en su conjunto (Berger y Luckmann: 1986).
Siguiendo con la cultura popular, no podemos dejar de observar cómo, y además de los refranes, hay otras narrativas culturales que invitan al silencio a las mujeres o simplemente las callan, como en los romances y corridos que por expresar deseos u opinión y no obedecer son muertas a manos de padres, enamorados o maridos (Fernández Poncela: 2002b). O en los cuentos, por expresarse acaban condenadas al ostracismo social, la locura y hasta la muerte, como la leyenda zacatecana «Mía o de nadie» o la queretana «La arrepentida frente al altar» (Fernández Poncela: 2000). Pero, también, los chistes populares algo más contemporáneos dicen mucho de la conducta femenina. Eso sí, reconocemos y subrayamos que en esta expresión lingüística se ha detectado lo que no es tan usual en otras: tanto mujeres como hombres son criticados, objeto de burla, discriminados y violentados. Si bien, y en honor a la verdad, el tema sobre el hablar mucho y en exceso únicamente es apuntado hacia la población femenina.
Una mujer plantea una demanda de divorcio arguyendo que su marido no le ha dirigido la palabra en dos años. El juez le pregunta al marido: «¿Por qué no le ha hablado a su mujer en dos años?» A lo que responde: «No quería interrumpirla». (Anotaremos que este chiste circuló en varios manuales de instituciones españolas que abordaban el uso no sexista de la lengua desde hace años).
Me dijeron que usted es un hombre que domina muchas lenguas. Efectivamente, domino todas menos una. ¿Cuál? La de mi esposa.
¿Por qué Dios hizo antes a Adán que a Eva? Para darle una oportunidad de hablar.
¿Por qué Dios creó al hombre antes que a la mujer? Porque quería que nadie le estuviera diciendo cómo hacer las cosas.
El hombre descubrió la palabra e inventó la conversación…
La mujer descubrió la conversación e inventó el chisme...
El marido: —Doctor, por favor, venga deprisa a visitar a mi esposa, algo le pasa.
—¿Cuál es el síntoma? —Pues, desde la mañana, cuando habla hace algunas pausas.
¿Quién inventó el parlante? Dios en el paraíso con la costilla de Adán.
¿En qué mes dicen menos estupideces las mujeres? En febrero, porque tiene 28 días.
¿Cuántas veces se ríe una mujer con un chiste? Tres. Una cuando se lo cuentan. Otra cuando se lo explican. Y la última cuando lo entiende.
No hay opiniones estúpidas, solo estúpidas que opinan.
¿Cómo se sabe que una mujer dirá algo inteligente? Porque inicia la frase diciendo «Oí decir a un hombre…».
¿Por qué las mujeres son trilingües? Porque hablan español, inglés y boludeces.
Ahora daremos un salto a la cultura llamada culta, esto es, a las opiniones sobre el mismo tema, el habla femenina y algunas de sus consecuencias —indiscreción, mentira, incoherencia, mudabilidad, contradicción—, pero desde la mirada —o mejor dicho pluma— de hombres considerados destacados en artes o ciencias, política o religión en la historia de nuestra humanidad (Echave: 1995; Michaux: 1995; Márquez: 1999; Dosamantes: 2000). Si bien cambiamos el tipo de narrativa, no por ello varía su concepción, contenido e intención discursiva, como mostraremos a continuación. Una curiosidad, por así decirlo, es que hay expresiones consideradas refranes que estos autores dijeron o escribieron, y no se sabe a ciencia cierta si el refrán existía y lo tomaron del hablar popular o si el habla popular lo tomó de sus escritos. En todo caso, qué duda cabe al comparar estas proposiciones, se observa una gran semejanza y paralelismo considerable, esto es, la visión de la cultura popular y la de algunos representantes de la considerada culta son iguales en este punto. Las sociedades y su población, en general los hombres que han sido distinguidos de manera particular en la historia por sus habilidades en el campo de la religión o la ciencia, en las artes o las letras, están en completa sincronía semántica.
Dios creó al hombre antes que a la mujer para que tuviera tiempo de decir algo (Jean Rigaux, esa frase luego se convirtió en chiste).
Entre el sí y el no de una mujer no me atrevería yo a poner una punta de alfiler (Cervantes, esta oración es un conocido refrán).
Hay mil maneras para hacer hablar a las mujeres, pero ni una sola para hacerlas callar (Guillaume Bouchet).
La mujer pertenece a una raza ligera, impúdica, orgullosa, disoluta, vengativa, testadura, ociosa, parlanchina y mal hablada (T. Agrippa d´Aubigne).
La gracia de la mujer es engañosa, y su bondad no es más que astucia (Salomón).
Aceite y agua —la mujer y el secreto— son cosas enemigas (E. Bulwer Lytton).
Si quieres que tu mujer escuche lo que dices, díselo a otra mujer (Jules Renard).
Las mujeres son el alma de todas las intrigas (Napoleón Bonaparte).
Confía tu barca a los vientos, pero no fíes tu corazón a las hermosas, porque las olas son menos pérfidas que las promesas de una mujer (Cicerón).
La mujer es siempre voluble y mudable (Virgilio).
Siempre voluble como una hoja movida por el viento (Boccacio).
Las mujeres son como las veletas, solo se quedan quietas cuando se oxidan (Voltarie).
La cabeza de una mujer es como una veleta en lo alto de una casa, que gira al primer viento (Molière).
La mujer cambia con frecuencia; es un loco quien confía en ella. La mujer no es, a veces, sino una pluma a merced del viento (Victor Hugo).
Pronto está explicado el carácter de las mujeres: queréis algo, ellas no lo quieren; no lo queréis, ellas lo quieren (Terencio).
Todas las mujeres son... mujeres. Y cuando digo mujeres, hablo de un sexo tan frágil, tan variable, tan mudable, tan inconstante e imperfecto, que me parece que la natura... perdió momentáneamente el buen sentido, de que se sirvió al crear todas las cosas, cuando hizo a la mujer (Rabelais).
Refranes, canciones, cuentos, chistes y las que hemos dado en llamar «frases célebres de hombres célebres» —parafrasendo un título de libro citado en la bibliografía— concuerdan en que las mujeres en general son muy habladoras, platicadoras o charlatanas —como más comúnmente se utiliza con cierta ironía en el término—, además de las características de comportamiento que de esto se derivan y que tienen que ver con el exceso de plática, mentirosas, indiscretas, incoherentes, mudables y contradictorias, entre otras muchas cosas.
En la actualidad, las miradas especializadas desde los estudios sociolingüísticos parecen estar cambiando…
Ahora mostramos la opinión sobre el tema que poseen algunas estudiosas especialistas en el habla femenina o en sus formas de expresión e intercambio conversacional entre ambos géneros. Empezamos con la filóloga Pilar García Mouton que ha investigado detenidamente el habla de las mujeres, ha descrito y criticado estereotipos, así como aclarado conductas y algunas características de la expresión verbal femenina. Apunta la creencia estereotipada y la contextualiza, matiza, cuando no directamente contradice. Esta misma autora señala que entre los tópicos del habla de las mujeres se encuentra, además del que habla mucho, charla —en sentido peyorativo—, no sabe guardar secretos, manipula a través del lenguaje con mentiras, indirectas, se hace la tonta, alaba a los hombres y ataca desde el secreto.
Una de las creencias que las culturas de medio mundo han transmitido sin cuestionar, porque se acepta como verdad indiscutible, es la de que las mujeres hablan mucho. Y mucho siempre quiere decir demasiado… Para intentar ser realistas, habría que poner mucho cuidado en distinguir entre el ámbito público y el ámbito privado. Y también saber si, en un grupo mixto, hablan más las mujeres o los hombres. De los estudios serios sobre el tema, se deducen dos cosas: primero que normalmente hablan más y mejor los interlocutores del mismo sexo; después que, en general, en los actos públicos los hombres hablan más, llevan la voz cantante, acostumbran a abrir y cerrar ellos la conversación, mientras que las mujeres suelen quedarse en un segundo plano… En conclusión, los hombres hablan más en público y en sitios donde el uso de la palabra puede dar protagonismo y estatus… Ellas hablan más en casa, entre amigos, en el ámbito de lo informal (García Mouton, 2003: 157-9-60).
Una escritora, Irene Lozano, especialista en lingüística hispana, también nos señala y reitera la importancia y extensión del estereotipo del habla femenina, entre otros, en la literatura y en la cultura popular en el tiempo y hasta la actualidad. La autora revisa la literatura ibérica y varias obras destacadas en su historia desde su inicio hasta nuestros días, mostrando cómo la mujer callada es un ideal, y el estereotipo de la mujer charlatana es juzgado y condenado.
A través de los siglos, la cultura, en sus diversas formas, se ha encargado de crear una imagen del habla de la mujer que en muchos aspectos pervive en nuestros días. En obras literarias, refranes, chistes y canciones se han forjado estereotipos sobre el habla femenina que, como tales, reflejan la realidad previamente tamizada e interpretada por las ideas y prejuicios de cada autor… Cuando un estereotipo es muy fuerte, como el de la mujer charlatana, se antepone incluso al diálogo, a la observación de la realidad, y nos hace ver sólo aquello que corrobora esa representación, impidiéndonos percibir lo que la contradice… El ideal de feminidad transmitido por los textos y refranes de nuestra tradición no es hablar sino callar. El silencio en la mujer es elogiable siempre y, consecuentemente, su conversación es censurable la mayor parte de las veces, sobre todo si se lleva a cabo en grupos exclusivamente femeninos. La mujer callada es bella y sumisa; la mujer charlatana es vaga, chismosa, ventanera, indiscreta, mentirosa e ignorante (Lozano, 2005: 19-21).
Jeniffer Coates, una investigadora sociolingüista con una amplia investigación sobre el tema, apunta la creencia social generalizada y reproducida por la socialización, y que a la hora de su estudio se desmorona por ser falsa. Nótese el uso del género masculino gramatical en una autora sociolingüista que es experta y tiene varios libros sobre el lenguaje, la lengua y el habla según los géneros.
En Gran Bretaña todos crecemos pensando que las mujeres hablan más que los hombres, que las mujeres «chismorrean», que los hombres usan más palabras soeces que las mujeres, que las mujeres son más corteses, etc. Con frecuencia las investigaciones en este campo ponen en tela de juicio los estereotipos culturales, pues gran parte del folclor asociado a las diferencias entre hombres y mujeres resulta falso (Coates, 2009: 144).
Dos acercamientos: el análisis de expresiones del habla popular y diversas reflexiones académicas sobre el tema. Ambos coinciden en la existencia de la extendida creencia de que las mujeres hablan mucho. El primer discurso —en el habla popular o culta— se encarga de reproducir el estereotipo sobre el asunto, el segundo también lo hace —indirectamente y a su pesar al recordárnoslo—, pero desde una mirada crítica y cuestionadora, desestimando el estereotipo o matizando y contextualizando su realidad. Sobre este segundo punto nos detendremos de manera más amplia con posterioridad.
Aquí se desea añadir otro punto de reflexión, una tercera mirada, diferente, que si bien parte del reconocimiento del habla femenina y su relativa exuberancia por así calificarla, lejos de criticarla lo que hace es enfocarse en lo asertivo que esta posee. Esto es importante porque en muchas ocasiones, en aras de desmontar un discurso, de negarlo y argumentar en contra, se nos oculta a la vista la parte que del mismo sí existe o responde a cierta realidad o conciencia de la misma. También porque, a veces, para desacreditar un prejuicio se crea, consciente o inconscientemente, otro. Y ese otro, u otros, pueden ir en diversas direcciones, desde negar, sin comprobar o comprobando subjetivamente, que las mujeres no hablan, o no hablan tanto como los hombres, o el decir «bueno sí, pero es entre ellas»; hasta el considerar que sí hablan, lo hacen bien, es una habilidad y capacidad que tienen y se ha tendido a desvalorizar, así que lo que hay que hacer es ver esa realidad y valorarla en lo que de positivo pudiera tener (Buxó: 1988; Jayme y Sau: 1996; Fisher: 2000). Esta última perspectiva es muy interesante y sin negar que bien pudiera tratarse de un nuevo estereotipo, como las otras, lo cierto es que explica de manera directa la crítica y burla hacia el habla femenina, producto quizás del temor social general o de algunos hombres en particular hacia dicha característica, su fuerza e incidencia en la vida. Porque, si no, para qué tanto esfuerzo, reiteración y grado de dureza en desacreditarla. Pero esto nos llevaría por otros derroteros más allá de los objetivos de este texto, por lo que vamos a dejarlo. Nos detendremos solo a presentar la nueva posibilidad anunciada.
[…] sostengo que la mujer llegará a dominar muchos sectores en el campo de las comunicaciones y de la educación. Con su perspectiva contextual, su flexibilidad mental, su imaginación y sus magníficas facultades lingüísticas enriquecerá también las ondas sonoras, los medios de comunicación impresos y las aulas, con mayor diversidad y amplitud temática, análisis más complejos de cuestiones e ideas y planteamientos más detallados y sensibles sobre minorías, extranjeros, mujeres y relaciones humanas… Prueba tras prueba y cultura tras cultura, las mujeres destacan en su forma de construir oraciones, elegir palabras y pronunciar los pequeños sonidos de la lengua hablada. Las mujeres, por término medio, expresan mejor lo que quieren decir (Fisher, 2000: 89-92).
Ya sabíamos que la mujer aprende y usa la lengua con más rapidez, fluidez y facilidad que el hombre, posee ciertas habilidades lingüísticas por sus características bio-cognitivas (Buxó: 1988). Como, y también, que las mujeres siempre han desarrollado estrategias, de supervivencia y de adaptación, implícitas o explícitas, directas o indirectas, desde su condición de actora social, todas compatibles en el camino hacia su reconocimiento social (Juliano: 1998). Con este enfoque diferente —entre optimista, realista, socio-biologicista, lógico, quizás estereotipado también, pero muy estimulante— a los anteriores, vamos a concluir este punto en torno a algunas consideraciones sobre el habla femenina, desde los enfoques tradicionales y las perspectivas profesionales.
Desde la mirada de expertas, hay que dejar claro desde un inicio que son varios los acercamientos con perspectivas diversas. Está el enfoque del déficit, en el sentido de que el lenguaje de las mujeres posee carencias desde una visión más tradicional por así llamarla, se trata de un lenguaje calificado de débil y poco firme (Lakoff: 1995). Luego, el enfoque del dominio que señala que el lenguaje de las mujeres refleja el dominio al cual son sometidas como género: hay una dominación masculina y una subordinación femenina y esto también se observa en el lenguaje (Zimmerman y West: 1975). Otro enfoque es el de la diferencia: al formar parte de subculturas diferentes, las mujeres y los hombres, ambos, tienen formas distintas de expresarse (Gilligan: 1982; Tannen: 1996). Finalmente, el constructivista o también denominado dinámico, que pregona que la identidad de género es construcción social; el género no es, se ejerce, lo mismo que el lenguaje y el habla (Crawfort cit. Coates: 2009). No obstante, en estas páginas priorizamos la ecuanimidad, en el sentido de reconocer la facilidad con que resbalamos hacia polos opuestos y la dificultad de asimilar ambigüedades y convivir con diversas miradas hacia un mismo tema en el mismo tiempo espacio, incluso en una misma persona o estudio. Por lo que, más allá de las diferentes perspectivas, la intención es aprehender la parte de los estudios empíricos que aportan una nueva mirada donde se subraya la habilidad lingüística femenina frente a la desvalorización de la misma. Es algo que siempre ha estado ahí y se ha sabido, pero la lectura, qué duda cabe, es bien distinta: lo que antes y según diferentes relatos populares era enjuiciado y condenado, ahora y desde los estudios especializados es revalorizado y ensalzado.
Conclusiones
Las narrativas tradicionales o cultas son calificadas, o descalificadas —las primeras— como folklóricas, fruto de cierto discurso social hegemónico y con mensajes estereotipados concretos acerca del habla femenina. Sin embargo, en nuestras sociedades y en la actualidad todavía se creen, piensan y dicen cosas a veces similares a las tradicionales, en parte por inercia, en parte también refuncionalizadas y vigentes, en cierta medida porque se consideran que se adecuan a las realidades sociales del presente. Algo similar acontece en las «frases célebres de hombres célebres» sobre el habla de las mujeres, no solo provocan sonrisa cómplice sino que en ocasiones se comulga con ellas, aunque no es «políticamente correcto» reconocerlo.
Por otra parte, las investigaciones y estudios también presentan sus sesgos, ya que en ocasiones no solo quien busca encuentra, sino que, y también, encuentra lo que busca y quiere encontrar. Podemos observar que las especialistas son parte de su país y época, además de fieles a ciertas perspectivas y enfoques teóricos a la hora del análisis —del déficit, del dominio, de la diferencia y constructivista—. También se puede dar pie a ciertas interpretaciones, no por ello incorrectas, pero sí a tener en cuenta la subjetividad vertida a la hora de revisar los estudios en la bibliografía sobre el tema o nuestra apreciación experiencial del susodicho.
Aquí nos gustaría y desearíamos presentar una visión más ecuánime y esperanzadora o esperanzada, la de quien critica y relativiza lo negativo del estereotipo sin llegar a desmentirlo, pero llegándolo a positivar: sí, las mujeres tienen habilidades y capacidades lingüísticas por sus características biológicas, cognitivas, sociales, así como sus estrategias culturales (Buxó: 1988; Fisher: 2000).
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