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De entre todos los nombres que el diablo ha recibido en España, tal vez sea el de Roberto el más doméstico —utilizamos la palabra en el sentido de cotidiano— porque si buscamos su procedencia habría que rastrear los orígenes en una novela francesa publicada a fines del siglo xv bajo el título de La vie du terrible Robert le Diable. De ella se hace una traducción que aparece en nuestro país a comienzos del siglo siguiente con el título de La espantosa y maravillosa vida de Roberto el Diablo cuyo argumento, basado en la vida y leyenda del Duque de Normandía, pasa después al teatro en el siglo xvii con el título de El loco en la penitencia y tirano más impropio. En la obra de teatro, por cierto, ya aparece un personaje al que algunos estudiosos relacionan con el birria o diablillo que solía acompañar las danzas del Corpus en muchos pueblos y ciudades de España y que solía ir provisto de una vejiga hinchada y colocada en el extremo de un palo con el que asustaba y daba porrazos a todos los asistentes que se dejaban. El nombre que recibe ese «gracioso» en las tablas es el de Vexiga, no muy lejano del otorgado al arma que solía usar en los actos y procesiones de la fiesta más importante del año.
En cualquier caso, el nombre de Roberto, como decimos, tiene un tono doméstico, o sea humano, que le diferencia del carácter mefistofélico de otros grandes personajes que han representado al diablo en el ámbito de las letras y en el teatro. Tal vez, y a pesar de su crueldad, el hecho del arrepentimiento final, que se conserva en la ópera del siglo xix musicada por Meyerbeer y con libreto de Eugène Scribe y Casimir Delavigne, haya sido un elemento primordial para mantener históricamente a Roberto como un diablo de andar por casa, capaz de lo mejor y de lo peor y marcado, como muchos otros seres humanos, por un destino tan injusto como inexplicable.
La popularidad de la ópera romántica, sus numerosas representaciones, su influencia en otros músicos del siglo xix que crearon obras a partir de ella y la utilización del nombre de Roberto como si fuese un personaje de la vida social al que la prensa de la época y sus lectores conocían y atribuían hechos tan dispares como ajenos a su personalidad fatal, terminaron dando una celebridad al protagonista de la antigua novela de la que verdaderamente pueden presumir pocos mortales y que tal vez tuvo su reflejo en algunos festejos que se han tradicionalizado.