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Hace unos meses, viajando desde Madrid a Alcázar de San Juan en uno de mis habituales viajes, un motón de piedras dispuestas en un cerro de las inmediaciones de la estación ferroviaria de Quero llamó poderosamente mi atención. Aunque a primera vista parecía un majano[1] cualquiera de los muchos que podemos ver en estas llanuras de La Mancha, las piedras no estaban en este caso amontonadas sin orden ni concierto, sino colocadas de manera ordenada, formando una construcción que en aquel momento no adivinaba identificar. Una vez más, la curiosidad me llevó días después hasta el lugar para poder determinar y establecer un análisis del objeto en cuestión.
Imagen 1: Asiento situado frente a la laguna grande de Quero, en las inmediaciones de la estación de FF.CC.
(Foto: M. A. Maldonado)
Y efectivamente, una vez allí, mis sospechas se confirmaron. Se trataba de un singular y a la vez pintoresco asiento de piedra provisto de un respaldo de grandes dimensiones (imagen 1) realizado con una técnica de construcción tradicional denominada «piedra seca» o «piedra en seco», también conocida en la comarca como «piedra vana», consistente en acoplar entre sí piedras de diferentes formas y tamaños dispuestas sin ningún tipo de material de unión (fango, argamasa, etc.) de manera que, sujetas y equilibradas por su propio peso, se mantienen formando una estructura estable. Si bien, para mayor sorpresa no era el único, en mi itinerario encontré construcciones parecidas dispuestas en los lugares más insospechados; así, piedra sobre piedra y a modo de hitos, fui descubriendo numerosos asientos que, ubicados en mitad de la nada, ponían en valor aquella máxima de que la interrelación del hombre con la naturaleza le lleva a la necesidad de construir un volumen en el espacio[2]. Mi hallazgo requería nuevos rastreos en la zona ya que, según me informaron las gentes del lugar, el artífice de estas originales construcciones tenía nombre propio, Santiago: un septuagenario pastor burgalés llegado hace algo más de un año a estas tierras y que, como señalan sus vecinos, le ha dado por construir asientos de piedra en medio del campo, actividad que realiza de manera espontánea y continua, habiéndose documentado para la elaboración de este trabajo hasta veinte distintos de los más de setenta realizados, pudiéndonos topar con ellos en cerros, oteros o en los márgenes y cruces de cualquier camino del término municipal de Quero. Con esta particular obra asistimos a la incorporación de un nuevo elemento de corte tradicional llegado de la mano de una persona foránea, pues no existen antecedentes de prácticas similares en la zona. Hecho tremendamente significativo ya que esta arquitectura popular constituye una actividad que bien podríamos tildar de residual, prácticamente desaparecida.
Imagen 2: Sillón a la salida de Quero, junto a la carretera de Alcázar (Foto: M. A. Maldonado)
Imagen 3: Sillón situado en la parte alta en el camino de los silos (Foto: M. A. Maldonado)
El único material empleado para realizar estas piezas es la piedra que, como pude comprobar en cada uno de los casos, se encontraba abundantemente en el entorno inmediato. El uso de la piedra seca se conoce desde antiguo, pudiendo encontrar numerosos ejemplos en la comarca manchega como los bombos de Tomelloso o los chozos y cucos de La Mancha de Albacete, además de otras construcciones localizadas en La Mancha baja toledana.
Tradicionalmente, las construcciones en piedra seca han llevado aparejada una necesidad humana, que en este caso particular se concibe, simple y llanamente, en disponer de un lugar de descanso y abrigo para caminantes[3]; hecho que viene a corroborar la premisa que Carlos Flores expone en su tratado sobre arquitectura popular al afirmar que esta surge como respuesta a las necesidades y posibilidades de sus usuarios[4].
A pesar de tratarse de construcciones recientes, el aspecto que muestran da sensación de intemporalidad pudiendo incluso ser consideradas, por gentes no conocedoras de la zona, como elementos vernáculos. Para ahondar algo más en el análisis de estos asientos, hemos de señalar que no se trata de construcciones auxiliares ni complementarias a otras, sino que se presentan como elementos individuales que, dada la diversidad de formas, tamaños y detalles ornamentales que muestran, cada uno de ellos constituye una manifestación exclusiva, a pesar de que la sencillez resulta ser su característica común, tanto es así que en el carácter se antoja cierta dicotomía al albergar una belleza sobria y humilde.
Mucha más curiosidad despiertan algunos de estos asientos cuyos respaldos presentan en su parte superior formas figurativas con personificaciones de rostros humanizados, habiéndoseles dotado de ojos, nariz, boca, dientes e incluso lengua. El hecho de atribuir cualidades humanas a estas construcciones es una práctica clara de plasmación antropomórfica; si bien resulta bastante raro que las construcciones populares dispongan, de manera consciente, símbolos, representaciones o abstracciones. Por ello, creemos que estas formas tan variopintas que contienen determinados sillones resultan ser más bien elementos ornamentales y decorativos incorporados por el responsable de su construcción sin intención alguna de expresar en su morfología, como podría pensarse, valores culturales, ideas o conceptualizaciones.
Imagen 4: Asiento situado en el cerro San Antón de Alcázar de San Juan (Foto: Lina García)
Y en verdad que resulta un fenómeno difícil de explicar y mucho más interpretar de manera lógica. Rostros antropomorfos dotados de gran expresividad, con facciones ejecutadas utilizando tejas para emular las cuencas de los ojos, que se exponen con botellas de vidrio oscuro dispuestas en su interior; y trozos de lebrillo, cuencos o vasijas de barro en forma cóncava para simular la boca en la que, de manera muy curiosa, aparecen pequeñas piedras colocadas a modo de dientes que le dotan de cierto realismo fantasmagórico. Esta particularidad se lleva a su máximo extremo en casos puntuales donde las construcciones aparecen coronadas por una piedra en forma puntiaguda y provistas de cuernos que evocan ciertas representaciones demoníacas.
Imagen 5: Asiento situado en la zona norte del término municipal (Foto: M. A. Maldonado)
A pesar de ello, en general se trata de representaciones caricaturescas que en alguna ocasión pueden rayar en lo grotesco, como el sillón que figura en la imagen n.º 5 que muestra la lengua fuera a modo de burla. Si dejásemos volar la imaginación, estos rostros nos llevarían a establecer paralelismos con culturas muy lejanas, sobre todo precolombinas. Sin embargo, después de conocer a su artífice podemos deducir que no es el caso; las figuraciones no atienden a ningún tipo de símbolo, rito o creencia, resultando ser simplemente fruto de un capricho; si bien, no por ello su estudio, documentación y divulgación dejan de tener interés.
Imagen 6: Lina en un abrigo situado en un otero frente al cementerio (Foto: M. A. Maldonado)
En definitiva, las construcciones se muestran en total armonía con el conjunto paisajístico, justificando así otro de los principios recogidos por Carlos Flores sobre la arquitectura popular, al afirmar que «rara vez se pretende con ella efectuar una modificación radical del medio en el que se realiza, sino más bien una adaptación al mismo de sus necesidades vitales»[5].
Imagen 7: Asiento refugio situado en el norte del término municipal (Foto: M. A. Maldonado)
Los múltiples y variados sillones y asientos de piedras han despertado gran interés en la comarca, viniendo a enriquecer el patrimonio cultural de este pequeño pueblo de La Mancha toledana que aglutina en su término municipal la práctica totalidad de estas construcciones, salvo el que se muestra en la imagen n.º 4, situado junto al camino de subida a los molinos del cerro San Antón en Alcázar de San Juan (Ciudad Real). Patrimonio presente, cercano y, como todo elemento arquitectónico de corte popular, proyectado como bien de uso que en este caso tan específico, además, ha supuesto un enriquecimiento del entorno paisajístico que podría resultar muy atractivo para futuros investigadores y curiosos.
Detalles de la estética antropomórfica que presentan algunos respaldos de los
asientos de piedra documentados en Quero
Bibliografía consultada
Lorenzo Sánchez Flores y Óscar Jerez García: Arquitectura: didáctica magna. Ed. Fundación Joaquín Díaz. Revista de Folklore n.º 289, año 2005.
Carlos Flores: La arquitectura popular. Editorial Aguilar. Madrid, 1973.
[1]Montón de piedras que se hace con las que salen del despedregar o limpiar un terreno de labor. Se utiliza en ocasiones para señalar los límites de un campo o finca.
[2]Lorenzo Sánchez Flores y Óscar Jerez García: Arquitectura: didáctica magna. Ed. Fundación Joaquín Díaz. Revista de Folklore n.º 289, año 2005.
[3]Las imágenes n.º 6 y 7 representan verdaderos abrigos artificiales de piedras.
[4]Carlos Flores: La arquitectura popular. Editorial Aguilar. Madrid, 1973.
[5] Carlos Flores: La arquitectura popular. Editorial Aguilar. Madrid, 1973.