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Uno de los lugares de mayor tipismo y riqueza etnográfica de la provincia de Cáceres es Torrejoncillo, pueblo al norte del río Tajo y ribereño de su afluente el Alagón. Situado en el centro de una rica zona de regadíos, la "Vega del Alagón", se encuentra a 55 kilómetros de la capital y a 12 de la cabeza de partido y antigua sede episcopal, Coria. De su esplendoroso pasado hoy solamente mantiene el recuerdo. Sus habitantes, alrededor de los cuatro mil, son menos que a principios de siglo.
Entre las muchas fiestas religiosas o civico-religiosas que allí se celebran me he fijado en una, la Encamisá, cuyo funcionamiento entra en el campo de lo insólito y la ritualización nos introduce en el terreno de lo mítico. Fiesta dedicada a la Pura o la Pringona, así llamada la Virgen por coincidir su festejo con el inicio del pringui o las matanzas, cuya popularización acarreó el apelativo de pringonih para los torrejoncillanos.
1.-DESCRIPCION DE LA FIESTA.
Es la noche del siete de diciembre y ha terminado el último ejercicio de la novena en honor de la Virgen. Las campanas de la parroquia repican incesantemente. La plaza mayor se llena por la multitud, entre la que sobresalen centenares de escopeteros que, con cartuchos de postas, han dispuesto sus armas para dar salvas a la Pringona. Mientras tanto, un nutrido grupo de jinetes que montan briosos caballos, propios, prestados o arrendados, busca la casa del mayordomo, donde reciben el correspondiente farol que portarán durante el tiempo que dure el acto devocional. Todos los jinetes, los encamisauh, van envueltos con grandes y vistosas sábanas, a manera de capa, que les cubre también la cabeza. El mayordomo se une a ellos y marcha en cabeza del grupo. Este luce una sábana o manto más vistoso, destacando en él bordada la imagen de la Virgen totalmente rodeada de estrellas azules.
La cabalgata llega a la plaza, donde se halla la iglesia parroquial de San Andrés y el ayuntamiento, y es recibida con una explosión ininterrumpida de salvas, estallidos de cohetes, un ensordecedor repique de campanas y los lógicos gritos y vivas a la Pura. Los ruidos y el clamor suben de intensidad cuando el estandarte de la patrona es sacado del templo por el sacerdote y puesto en manos del mayordomo de la cofradía de los paladinih. A duras penas la procesión sale de la plaza. En primer lugar va el estandarte izado por el mayordomo, al que escoltan dos encamisauh. Tras ellos marchan el resto de los jinetes. Y también a duras penas, ya que el ruido lo apaga, puede oírse el sentido canto dedicado a la Pringona y que entonan centenares de bocas:
I.- Fuéh concibía
juihti sin mancha:
¡Avi María,
llena é gracia!
II.- Erih Portera,
erih María,
erih la rosa
d' Alejandría.
III.- Patrona erih
é toa Ehpaña;
rogal por ella,
Virgin Sagrada.
IV.- Baju el tu mantu
moh cubriráh
y a loh soldauh
qu'en guerra ehtán.
V. - En ehta nochi
y en ehti día
digamuh toh:
¡Avi María!
VI.- En ehti día
y en ehta nochi
cantal queremuh
el tu santu nombri.
VII.- Oliva verdi,
paloma blanca,
irih c'anunciah
pah en lah almah.
VIII.- Juenti pereni,
pozu ê agua,
ondi la curpa
no tuvu entrada.
IX.- Tiéndi el tu mantu,
Patrona Amá,
quéhtá formá.
sobri la guerra
X.- En to el tiempu
tú moh ampara,
peru en la muerti
con máh cohtancia (1).
Dos horas dura la procesión. Jachah y joritañah (hogueras) arden a cada trecho. Las gentes se arremolinan al paso del estandarte y, cuando éste las ha superado, corren por las calles a esperar en las siguientes esquinas. Hay gritos, cantos que se repiten, vítores y disparos de escopetas y cohetes. La cabalgata termina en la plaza, nuevamente abarrotada, repitiéndose la apoteosis cuando el mayordomo devuelve el estandarte a la parroquia.
La procesión ha terminado, pero los disparos continúan mientras los paladinih o encamisauh dirigen sus caballos hacia la casa del mayordomo, atraídos ahora por la invitación a vino y coquilluh, los típicos dulces de la gastronomía local.
A media noche, por el mismo camino que recorrió la Encamisá transcurre la procesión del Silenciu o de la Pinetencia, a la que sólo asisten personas enlutadas que ofrecen la caminata por los difuntos de la familia.
2.-EL POPULAR ORIGEN HISTORICO
De la Encamisá se ha escrito bastante, pero siempre en plan descriptivo, sin que hasta la fecha nadie haya profundizado en el festejo con cierto rigor científico.
El pueblo y los primeros investigadores de la Encamisá, como Fernández Oxea (2), Marcos de Sande, etc., que basaron sus argumentos en la tradición, le dan a la fiesta un origen relativamente cercano. "Estando sitiadas las fuerzas españolas por las francesas en una cruda noche invernal, el jefe cristiano español acudió rogando a María Santísima para que los sacase libres de tal trance. La Virgen se le apareció dándole las órdenes necesarias. El jefe ordenó a Sus gentes que aquella noche se vistiesen, o mejor, se despojasen de sus vestiduras externas, quedándose sólo con las camisas para que su blancura se confundiese con la nieve, y, en efecto, apenas anocheció, los soldados españoles ejecutaron las órdenes, saliendo en camisa de sus trincheras, llevando ocultas sus armas, salvándose del cerco y pudiendo después ir contra el enemigo. Como tal hecho tuvo lugar el día de la Purísima Concepción y las fuerzas cristianas estaban formadas por gran número de torrejoncillanos, en el pueblo de Torrejoncillo se celebra la siguiente fiesta..." (3).
Algunos afinan más y dan nombres y fechas de la memorable batalla. El suceso tuvo lugar en el año 1525, cuando en Pavía se enfrentaron las tropas de España con las francesas mandadas por el monarca Francisco I, que fue hecho prisionero. En el bando español figuraba el capitán de Torrejoncillos Avalos, que fue precisamente el que recurrió a la protección divina (4).
Pero como dice Antonio Alviz Serrano, los orígenes de la Encamisá son imprecisos (5), lo que hace que todas las expeculaciones sean posibles. Así vemos que alguno, tal vez influenciado por el naciente regionalismo extremeño, no comparte el nacimiento de la Encamisá en tierras extranjeras y prefiere hallar su origen en un hecho de armas ocurrido en la reconquista de Cáceres (6). No es muy descabellada la idea, sobre todo si tenemos en cuenta que los milagros bélicos están más en consonancia con las conquistas medievales que con el expansionismo del Imperio español.
3.- LA INTERPRETACION MITICA.
He aquí dos aspectos a analizar: el supuesto origen histórico de la Encamisá y la conmemoración cada siete de diciembre de la memorable batalla.
No es la primera vez que en nuestra historia se hace a la divinidad responsable de tal o cual victoria. Un ejemplo conocido es el de Santiago Matamoros, que se alió con los cristianos y organizó una masacre entre los agarenos en la famosa batalla de Clavijo que, según la moderna historiografía, ni tan siquiera existió. En Extremadura no faltan batallas con su parte milagrosa. La Virgen de la Victoria, aparecida entre dos torres de la muralla de Trujillo, da tal ánimo a las tropas sitiadoras de Fernando III que en un sólo día lograron arrebatar la ciudad a los moros. Era el 25 de enero de 1232. Como memoria del hecho el escudo de la población lleva grabada la imagen de la Virgen (7). El Apóstol Santiago en su calidad de Matamoros aparece en Extremadura luchando al lado de los cristianos en las conquistas de Cáceres y de Mérida. En Zarza de Montánchez bastaron la cruz por estandarte y la oración del Padrenuestro como única arma para no dejar moro con cabeza por aquellas serranías. Cada 19 de enero, en memoria de estas victorias, se celebra la fiesta del pan y el queso y se reza la siguiente jaculatoria: "Por esta santa y adorable cruz, luz brillante que ilumina a todas las naciones. Fue la que sirvió de estandarte a los mayores de este pueblo para batirse contra los moros y obtener una señalada victoria, que perpetuó para siempre esta función. A la oración del Padrenuestro que dirigían a Dios, el enemigo retrocedía; cuando avanzaban, en señal de prepararse, se decía: El enemigo malo viene por la sierra. ¡A matarle!" (8).
En Calera (Badajoz) el maestre Pelay Pérez Correas llevaba un día entero peleando con los moros y queriéndolos derrotar en aquella jornada, ya que era el día de Nuestra Señora, se dirigió a la Virgen con estas palabras: "Santa María, detén tu día". El sol se detuvo de inmediato y el maestre pudo derrotar al enemigo. En el sitio del milagro mandó construir un monasterio bajo la advocación de Nuestra Señora de Tentudía. A la Virgen del Prado, de Casar de Cáceres, también se la conoce como Virgen de Tendudía, y debe su nombre a una intercesión semejante a la anterior (9). Nuestra Señora de la Luz, venerada en Arroyo de la Luz, en el momento más arduo de la batalla se apareció sobre una encina y "dio la necesaria luz, con dos antorchas en las manos, para que los cristianos pudiesen consumar la derrota y explotar el éxito de la misma sobre los sarracenos. La encina todavía se conserva, situada en el valle, aún llamado de 'los Moros', por el que discurre un arroyo denominado de 'la Matanza' y un pozo con idéntico nombre". El milagro trajo consigo el culto a esta Virgen y la erección de la correspondiente ermita (10).
Si la intervención divina no es única en el caso de Torrejoncillo, tampoco lo es la utilización de un determinado ropaje para engañar a los incautos enemigos. Solamente un ejemplo para no cansar: Los naturales de Béjar, aconsejados por un santón se recubren de yedras y se presentan ante la morisma que intenta la toma de la ciudad. Ni que decir tiene que los sarracenos huyen despavoridos al considerar monstruos a aquellos seres humanos vestidos de vegetales. El escudo de Béjar recoge la hazaña.
Por lo que se refiere al festejo anual cada siete de diciembre, tendremos la ocasión de ver que tampoco este tipo de celebración se inscribe únicamente a este pueblo. Con casi idéntico ritual, aunque con fechas en función de la propia festividad local de cada sitio, nos encontramos otros lugares en los que se llevan a cabo celebraciones como la Encamisá de Torrejoncillo. En todos ellos, como ocurre en el pueblo cacereño, habrá estandartes, caballos, luces, ruidos de escopetas y de cohetes, vítores a la Virgen o al Santo y una gran apoteósis popular.
En Navalvillar de Pela (Badajoz) la Encamisá, conocida con este nombre también, tiene lugar en la noche del 16 de enero para festejar a San Antón Abad. Preside la cabalgata el bandera, joven que transporta una gran enseña blanca. Suenan los cohetes y el grito de rigor: ¡Que viva San Antón! Los jinetes no sujetan faroles, como sucede en Torrejoncillo, pero hay hogueras encendidas en las esquinas de todas las calles. Los peleños también dan una razón histórica reciente a su Encamisá. Dicen que hallándose amenazados por los moros encendieron centenares de hogueras en el pueblo y sacaron todos los animales a las calles intentando aparentar que eran fuertes y muy numerosos. Y lo consiguieron, ya que los enemigos, ante semejante alarde de poder, se atemorizaron y huyeron, y los naturales del pueblo, como es de suponer, cada año celebran la gesta (11).
Fuera de Extremadura no faltan celebraciones semejantes a la torrejoncillana. En Frómista (Palencia) la procesión tiene lugar en la noche del segundo domingo de Pascua en honor de San Telmo y en recuerdo, dicen, de una caída que el Santo tuvo de un caballo. En Mayorga (Valladolid) la procesión cívica de Santo Toribio se celebra la noche del 27 de septiembre, sin que falten en ella el vítor o estandarte, las antorchas y los ruidos. En San Esteban del Valle (Avila) el día 7 de julio hay cabalgata nocturna para festejar a San Pedro Bautista, siendo muy patentes los parecidos con la Encamisá de Torrejoncillo. El estandarte con la imagen del Santo es portado a caballo por el alcalde de la cofradía, al que acompañan dos mayordomos, también a caballo, que sujetan un par de faroles. Siguen a éstos casi un centenar de jinetes que, al igual que las personas que presencian la marcha, no cesan en sus vivas al Santo. La cabalgata termina donde empezó, es decir, a la puerta de la ermita de San Pedro. Resto de este tipo de rituales aparecen igualmente en Villarejo del Valle (Avila) y en Villalpando (Zamora), aquí en la noche del siete de diciembre (12)
Afortunadamente Torrejoncillo es un pueblo con una historia milenaria y en esa historia hay que buscar muchas veces las auténticas raíces del folklore. Aquí se hallaron, dentro de una vasija de barro, un grupo de figuras de bronce que han sido catalogadas como de los siglos II ó I antes de Cristo, dentro de la Edad del Hierro. Estos objetos, todos de muy escaso tamaño y que actualmente se encuentran en el Museo Provincial de Cáceres, son exvotos o figurillas dedicadas a una divinidad. Se trata de cuatro cabritas, una cabeza de cabra de mayores proporciones y, lo que es más importante para este estudio, un jinete montado sobre un caballo (13). ¿Corresponde este jinete a la primera representación de un encamisau torrejoncillano? El interrogante pudiera aclararse si tenemos en cuenta que los exvotos mencionados eran ofrendas a la diosa Ataecina, diosa de la noche e infernal, según las distintas interpretaciones ,de Steuding, Balmori, Blázquez, Tovar y otros (14). Surgen nuevas preguntas. ¿Tiene algo que ver el jinete con el rito nocturno que lógicamente se le haría a una diosa de la noche? ¿Sería la Encamisá, tal y como hoy la conocemos, una reliquia del culto vettón a la diosa Ataecina? No nos extrañemos que algún día la arqueología o el estudio de las religiones comparadas nos permita conocer todo el ritual en torno a esta divinidad indígena y que ese ritual guarde un total paralelismo con la celebración que cada siete de diciembre tiene lugar en Torrejoncillo.
Cuando los romanos llegan a la Península se encuentran un culto a la diosa Ataecina, que presenta el mismo carácter que su diosa Proserpina. Rápidamente se producirá el fenómeno de la interpretatio o de identificación de ambas divinidades, llegando a aparecer los nombres indígenas y romano en la misma inscripción: Ataecina turibrigensis Proserpina. A Ataecina-Proserpina, como diosa de la noche, se dirige un devoto emeritense rogando el castigo para un ladrón que le ha robado aprovechando la oscuridad: "Diosa Ataecina turibrigense Proserpina, te ruego, pido y demando por tu gran majestad, que seas vengadora en cuantos robos me han sido hechos; un fulano a mí me ha escamoteado en menos tiempo que se tardó en hacerlos, las cosas que abajo escribo: seis túnicas, dos capotes de lienzo..." (15).
Dice la mitología que Proserpina fue raptada por Plutón, escapando con ella a todo correr de sus negros caballos. Su madre, la también diosa Ceres, salió a la busca de su hija por todas partes, encendiendo cuando llegaba la noche dos antorchas para poder continuar su camino en medio de la oscuridad. Por consiguiente, en el mito de Proserpina hay elementos comunes a la Encamisá de Torrejoncillo: la noche, el caballo con jinete y las antorchas. También en Ataecina se encontraban dos de esos elementos: noche y caballo, que en el pueblo cacereño se demuestra arqueológicamente. El fuego, tercer elemento que interesa, lo deducimos del nombre de la diosa. La raíz ât- de Ataecina en indoeuropeo significa fuego. No hay que olvidar que el culto a esta divinidad se constata en Lusitania, una de las zonas indoeuropeizadas de la Península. Por otro lado, el radical ât- daría la palabra latina ater, con significado de negro, siendo el color negro precisamente el símbolo de la noche.
El cristianismo, tras su intento de extirpar las viejas creencias sin poderlo conseguir, se ve en la necesidad de adaptar ritos y cultos paganos. La diosa Ataecina-Proserpina, al igual que otras deidades femeninas, será asimilada a la Virgen María y todo su ritual pasará a estar en función de la diosa de los cristianos. Con el tiempo habrá cambios o ligeras modificaciones que no llegarán a alterar su significado más primitivo.
Es así como la Encamisá resiste a la acción del tiempo y desde una época prerromana llega a nuestros días, aunque adaptándose a la situación que crea la llegada del cristianismo. Estimo, por consiguiente, que la Encamisá tiene un origen más interesante históricamente, de mayor valor devocional y miles de años más antiguo que los que hasta ahora se le han pensado. Hacerla arrancar de un hecho milagroso en la batalla de Pavía entra en el terreno irónico de obligar a la Pringona a tomar partido en una guerra en la que solamente se dirimen intereses particulares.
4.-FUNCION y SIGNIFICADOS DE LA FIESTA.
Igual que se ha perdido la noción del origen, los torrejoncillanos, empezando por los que participan en el ritual de la Encamisá, han olvidado o, mejor dicho, desconocen el verdadero significado que el acto tuvo en sus principios. A todos los que se le pregunta por la significación del festejo responden que tiene por objeto manifestar la devoción a la Purísima. No obstante, hay muchas formas devocionales que no se aproximan a lo insólito de ésta. ¿Qué función tienen en este acto la cabalgata, los faroles que portan los jinetes, las joritañah que se encienden en las calles, la procesión que sale y vuelve a la plaza que está en el centro del pueblo, los ruidos de los tiros y los cohetes...?
Si la Encamisá, como ya he repetido, tuvo su origen remoto, lógicamente todos los elementos que la constituyen tuvieron un claro significado en aquellos momentos. A estos significados son a los que me voy a referir, con el inconveniente que supone analizar aspectos de un ayer lejano con la mentalidad del hombre de hoy.
Hay que partir de la base de que la Encamisá es una fiesta próxima al solsticio de invierno, fecha plagada de ritos y cultos a las fuerzas de la naturaleza desde la remota antigüedad. Todas estas prácticas, o buena parte de ellas, pasarán cristianizadas a unirse a la Navidad o a otras festividades religiosas próximas. En Torrejoncillo, que estas prácticas estarían adscritas a Ataecina; fueron asimiladas por la Purísima.
Repetidamente hemos tenido la oportunidad de ver que hacia la fecha en que se celebra la Encamisá empieza a oscurecer un poco más tarde. El refranero relaciona este hecho meteorológico con Santa Lucía, cuya fiesta se celebra el 13 de diciembre: Por Santa Lucía se achican las noches y se agrandan los días. Por Santa Lucía se igualan las noches con los días... Para el hombre primitivo ése era el momento del nacimiento del Sol y se consideraba obligado a ayudar a ese Sol naciente que luego le resultaría beneficioso. Para que esto fuese posible, encendía fuegos en la tierra, de manera que el sol no tuviera dificultad de reencenderse en ellos. Era un proceso de magia simpática (16).Este es el primitivo sentido de las joritañah y de las jachah que portan los encamisauh.
¿Este renacer anual del sol respondía al propio renacimiento de Ataecina, diosa de los infiernos y, por ello, diosa de la vegetación que nace periódicamente? No habría que hacer grandes ejercicios mentales para comprender esto si aceptáramos la etimología de Ataecina que propusieron D'Arbois 'y Leite de Vasconçellos, quienes la hacen derivar de Ategena, la re-nacida (17).
El otro sentido es el que podemos definir como purificador. Estos fuegos, además de servir para ayuda solar, estaban destinados a purificar, es decir, a destruir y quemar a todas las fuerzas dañinas, ya en forma concreta, como brujas demonios, ladrones, monstruos, etc., ya en la forma de los más variados males, como pestes, enfermedades o epidemias. El nacimiento del sol equivalía al nacimiento del nuevo año y, lógicamente, el nuevo año debía comenzar limpio y purificado. La antorcha primitiva, hoy farol, cumplía en mayor medida que la gran hoguera la misión de difundir a lo largo y a lo ancho la influencia benéfica de la luz del sol, ya que su llama no es otra cosa que una débil imitación de la luz solar.
No es difícil encontrar en el mundo indoeuropeo procesiones nocturnas con teas encendidas, a las que se le atribuye una acción benéfica todavía. En la Península tales procesiones perviven en áreas que tienen el mismo sustrato primitivo que Torrejoncillo, como son el País Vasco, Asturias y Galicia. Su finalidad es la de alejar el mal de los contornos locales y esto queda reflejado en conjuros recogidos por Múgica, Bouza-Brey, Lisón Tolosana y otros investigadores. Barandiarán traduce uno de esos conjuros que él oyó en Larraberúa en una de estas caminatas nocturnas con teas encendidas y que puede servir de ejemplo:
"En nuestra heredad ladrones no.
Si los hay que sean quemados .
Las fieras, los sapos, las culebras,
sean quemados, quemados.
y las malas pestes
sean quemadas, quemadas" (18).
¿No recuerda este conjuro al ya señalado del devoto que, víctima de un robo, se dirigía a la diosa Ataecina para que castigase al ladrón?
Es costumbre que la cabalgata de la Encamisá salga y vuelva a la plaza de la iglesia tras haber dado un vuelta teórica al pueblo. Este recorrido entra dentro de un grupo de ritos tradicionales, cuyo fin también es purificador o de expulsión del pueblo de todos los seres y fuerzas malignas. En San Pedro Manrique (Soria) una cabalgata da la vuelta al pueblo en el solsticio, lo que explican los naturales como un simulacro de todos los enemigos (19).
Las vueltas que los jinetes dan en Torrejoncillo al núcleo urbano tienen igualmente un significado simbólico, cual es el confirmar que cuantos participan en la carrera están adscritos o pertenecen al territorio que rodean. Hay que tener presente que los jinetes giran en torno a un pueblo lleno de joritañah y que precisamente el dar la vuelta alrededor de la lumbre de la casa era un rito indispensable para entrar a formar parte de una determinada familia. La novia debía dar la vuelta al lar si se iba a vivir a casa de sus suegros; los criados nuevos hacían lo mismo para que se sintieran a gusto en la casa y no otra cosa le aguardaba a los gatos recién adquiridos para que se acostumbrasen al nuevo habitáculo y no huyeran. ¿Se podría considerar la cabalgata como algo que primitivamente estuvo reservado a los que desde fuera venían a vivir a Torrejoncillo, como un rito de paso obligatorio para entrar a formar parte de la comunidad torrejoncillana?
La posterior procesión, la del Silenciu o de Pinetencia, a la que sólo van personas enlutadas, tendría su función de ser igualmente en honor de Ataecina como diosa de los infiernos, de la muerte, que en nada contradice las opiniones anteriores.
Por último, nos quedan los ruidos (tiros, cohetes, tañidos, gritos...) que se escuchan en la Encamisá torrejoncillana. Para el primitivo de Torrejoncillo, como para todos los primitivos, el mundo está plagado de espíritus causantes de múltiples desdichas a los humanos. ¿Cómo librarse de esos espíritus y de sus desgracias? En Extremadura los espíritus de las tormentas eran alejados mediante tiros y tañidos de campanas (20). Los sonajeros de los niños sirvieron para ahuyentar a los espíritus que rondaban sus cunas. Las cencerradas a los viudos tuvieron por objeto el que el espíritu del cónyuge fallecido no perturbara la paz del nuevo matrimonio (21).
De todos es conocido que la mentalidad de los pueblos primitivos actuales está más cerca que la nuestra de la forma de pensar y de actuar que tuvieron los que vivieron en estas tierras hace varios miles de años. Por eso hay que recurrir muchas veces a estas gentes para que nos ayuden a explicarnos hechos que nosotros llevamos a cabo sin saber el porqué ni su significado. Los nativos de Nueva Bretaña, cuando son víctimas de males continuos, se reúnen por la noche con teas encendidas y, corriendo por los campos gritando, golpeando el suelo y armados, proceden a expulsar a los demonios. La costumbre guarda paralelismos con la Encamisá. En las Islas Célebes los hombres se disfrazan, se tiznan y se arman con campaniles, picas o fusiles y, a una señal del sacerdote, corren, chillan y golpean para ahuyentar también a los demonios. Las mujeres encienden luego el fuego sagrado. Con antorchas, gritos y golpes de maza alejan a los demonios en Costa de Oro y otro tanto ocurría entre los indios hurones. En el Tirol y en Labruguiere (Francia), por citar algunos ejemplos europeos, las campanas, las carreras, las antorchas y los gritos semisalvajes hacen huir a los espíritus errabundos y endemoniados (22).
Estimo que los ruidos de la Encamisá tuvieron la función purificadora de alejar periódicamente, cuando el sol iba a renacer y el año comenzaba, a los malos espíritus y así dejar libre el pueblo de los incontables peligros que tales espíritus provocarían en personas y en haciendas.
5.-CONCLUSION.
Por todo cuanto he reflejado en el trabajo se puede afirmar que la Encamisá es una celebración milenaria, prerromana, de origen indoeuropeo. Datos tenemos para relacionarla con la diosa Ataecina y para pensar que primitivamente fue una fiesta en su honor. Ataecina es diosa de la noche, entre otros supuestos atributos, y es en la noche cuando mayormente se desencadenan las fuerzas malévolas. Por consiguiente, todos los actos que se hacían esa noche, que de una u otra manera han quedado reflejados en la Encamisá, tenían el doble sentido de veneración a la diosa prerromana y de expulsión, mediante su intervención divina, de todos los males.
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(1) GIL GARCIA, B.: Cancionero popular de Extremadura, I. Badajoz, 1961, pp. 127-128.
(2) FERNANDEZ OXEA, José Ramón: "La Encamisada de Torrejoncillo", en Misión, año VII (1943), pp. 7 y ss.
(3) MARCOS DE SANDE, M.: "Del folklore extremeño", en R.D.T.P., V (1949), p. 154.
(4) MUÑOZ DE SAN PEDRO, M.: Extremadura (la tierra en que nacían los dioses). Cáceres, 1981, p. 156.
(5) ALVIZ SERRANO, A.: "La Encamisá", en Diario "Hoy" (8-12-1981).
(6) Esta hipótesis fue lanzada en Diario "Hoy" (10-12-1981), firmada por un tal "Fernando".
(7) MASA RUBIO, J. C.: Trujillo. León, 1980, p. 9.
(8) CHAMORRO, Victor: Historia de Extremadura, I. Madrid, 1981, p. 113.
(9) MUÑOZ DE SAN PEDRO, M.: op. cit., pp. 111 y ss. ATIENZA, J.: Guía de la España mágica. Madrid, 1982, p. 268.
(10) RUBIO ROJAS, A.: Rutas cacereñas: la de las chimeneas. Madrid, 1980, p. 61.
(11) RODRIGUEZ LARA, J. J.: "¡Que viva San Antón!", en Diario "Hoy" (24-1-82).
(12) BLANCO, C.: Las fiestas de aquí. Valladolid, 1983. Describe algunas de las fiestas castellanas mencionadas.
(13) BELTRAN LLORIS, M.: Museo de Cáceres. Madrid, 1982, p. 83.
(14) BLAZQUEZ, J. M.: Diccionario de las Religiones Prerromanas de Hispania. Madrid, 1975, pp. 39 y ss.
(15) SALINAS DE FRIAS, M.: La organzación tribal de los vettones. Salamanca, 1982, pp. 74-75.
(16) FRAZER, J. G.: La rama dorada. México, 1979, pp. 722 y ss.
(17) BLAZQUEZ, J. M.: op. cit., pp. cit.
(18) BARANDIARAN, J. M. de: "Diccionario ilustrado de mitología vasca", en Obras completas de J. M. de Barandiarán, tomo I. Bilbao, 1972, p. 56.
(19) CARO BAROJA, J.: "La fiesta de San Juan en San Pedro Manrique", en Ritos y mitos equivocos. Madrid, 1974, p. 122.
(20) Una campana que, según la tradición, apareció junto a la imagen de la Virgen de Guadalupe tenía fama de ahuyentar las tormentas.
(21) DOMINGUEZ MORENO, J. M.: "El correr los campanillos en Ahigal", en Revista Almiar, 42 (1983), pp. 28-30.
(22) FRAZER, J. G.: op. cit., pp. 617 y ss.