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Herencia es un pueblo enclavado geográficamente dentro del Campo de San Juan, en el centro de la emblemática y novelesca comarca de La Mancha, y es precisamente el carnaval la festividad más significativa e importante de su calendario lúdico-festivo. Carnaval que, en esta población, resulta tremendamente participativo, tomando como principal protagonista la mascarita callejera. Además de esto, las carnestolendas herencianas disponen de numerosos aspectos originales que le confieren cierta distinción del resto, hecho que le han supuesto el reconocimiento de Fiesta de Interés Turístico Regional, con aspiraciones a elevar el rango a Nacional.
En su espacio temporal, el carnaval herenciano presenta la particularidad de adelantar su comienzo al domingo anterior del establecido oficialmente, que no es otro que el domingo de quincuagésima (Domenica ante carnes tollendas), esto es, domingo anterior a la retirada de la carne, en clara alusión al periodo de cuaresma, y que en la comarca de la Manchuela albacetense lo acreditan popularmente con esta copla: Ganada la batalla y prisionero ya Don Carnal, es tiempo de Cuadragésima y de tortas de sardinas «salás». Así pues, el primer desfile de carnaval se realiza en Herencia el conocido popularmente como domingo de las «deseosas» o de «sexagésima», de cuya celebración se tienen referencias desde 1901. Se da la circunstancia de que, de igual modo, en poblaciones distantes muy pocos kilómetros, la celebración de las fiestas de carnaval no se corresponden con las fechas oficialmente designadas. Alcázar de San Juan celebra el «antruejo» último del año, comenzando el 25 de diciembre para darle fin el 28; en cambio, en el pueblo toledano de El Toboso las carnestolendas resultan ser las primeras, coincidiendo con la festividad de San Antón.
Otro de los aspectos a destacar es que, junto al carácter profano propio del carnaval, en Herencia se configura además un elemento religioso vinculado a «las ánimas del purgatorio», que le confiere una mezcla en la cual lo grotesco se funde con lo solemne, poniendo en valor esa verdadera esencia que le dio su singular razón de ser. La coincidencia de las fiestas de carnaval con la salida de las cofradías de ánimas es un fenómeno que podemos encontrar en numerosos lugares de la geografía nacional. Hasta tal punto están relacionadas estas cofradías con las diversiones carnavalescas que en Herencia, originalmente, tomaba el nombre de «Función de Animeros en Carnestolendas», como figura en el inventario de cofradías y funciones correspondiente al año 1770 donde aparece por vez primera una reseña sobre la celebración del carnaval en esta ciudad manchega. Del mismo modo, en la palentina Alba de Cerrato se denominaba carnaval a «la fiesta de la cofradía de las ánimas»[1], en Valdeverdeja (Toledo) aún se mantiene la denominación de «carnaval de ánimas» y en Villar de Pedroso (Cáceres) se conocía simplemente como «fiesta de ánimas». En otros lugares donde igualmente nunca dejaron de celebrarse las fiestas propias del carnaval, se enmascararon bajo la denominación de «fiestas de invierno». Tanto es así, que es creencia común en la ciudad el hecho de que gracias a esa mezcla religiosa y profana en Herencia fue posible burlar las prohibiciones de las carnestolendas en los últimos cien años. Para la investigadora Ramona Ciudad, que ha estudiado la fiesta de ánimas de Almedina, las cofradías fueron el marco legal utilizado por las personas de una colectividad para impulsar fiestas de escaso carácter religioso[2].
La coincidencia intencionada de estas dos festividades tan heterogéneas puede explicarse a través del común y tradicional uso de prácticas sincréticas de corte sociológico y, sobre todo, religioso. La predisposición a lograr que dos o más tradiciones culturales diferentes sean capaces de crear un ámbito de cohabitación en armonía es una de las máximas de este sincretismo religioso. Una de las prácticas sincréticas comunes para mantener un ritual es, simplemente, el de trasladar su fecha de celebración para desligarlo de su sentido original y atribuirle a continuación un sentido más o menos deformado pero acorde con la hagiografía de la nueva fecha; en los casos extremos, esto puede llegar a producirse en sentido inverso, como es el caso herenciano y el de otras tradiciones: esto es, se modifica la hagiografía correspondiente a la celebración escogida para acoger el sentido presente en el ritual trasladado[3].
Las cofradías de ánimas y su protagonismo en la celebración de los carnavales fue a partir del siglo xviii un denominador común en la historia etnográfica y antropológica de la gran comarca manchega. Una de las cofradías de ánimas documentada más antigua que se conocen en España es precisamente la de Pedroñeras (Cuenca), fundada en el siglo xiv, que en los días anteriores al carnaval formaba una comitiva compuesta por el diablo grande, seis diablejos y los alabarderos, que recorrían los caseríos cercanos para recolectar con qué costear el culto a las ánimas[4]. Siguiendo en la provincia de Cuenca, más concretamente en Carboneras de Guadazaón, está acreditado que en tiempo de carnaval salía una cofradía de ánimas para recolectar dinero, con un diablo que remedaba al cura y golpeaba a las mujeres[5]. Así pues, y como hemos visto anteriormente, a pesar de tener certificadas en España cofradías de ánimas desde el s. xiv, es dos siglos después cuando la proliferación de estas se hace patente en la sociedad española. Diferentes historiadores coinciden en señalar el Concilio de Trento (1545-1563) como el verdadero artífice e impulsor de la aparición de numerosas cofradías de este tipo, sobre todo en el medio rural peninsular[6]. Según el Censo de Gremios, Cofradías y Hermandades redactado por el Conde de Aranda en la segunda mitad del siglo xviii, las cofradías de ánimas existentes en la provincia de Ciudad Real entre 1770-1771 eran 34, incluyéndose la herenciana, fundada el 16 de febrero de 1766.
Hace décadas que no existe en Herencia tal cofradía, tan solo se mantiene un vestigio de la misma que ha servido de garante testimonial de dicha tradición como es el estandarte de ánimas que presidía el ofertorio y las misas de difuntos, elemento recuperado recientemente para la fiesta. Por otro lado, y como bien apuntaba el maestro Caro Baroja, los carnavales rurales españoles están cargados de simbolismos y llenos de personajes singulares; entre los elementos identificativos propios del carnaval herenciano encontramos uno de esos personajes con un curioso y muy particular nombre de «perlé». Actor singular y exclusivo, ya que su caracterización tremendamente cómica con indumentaria de fantoche no mantiene réplicas conocidas. Para poder hacer una interpretación más o menos formal del personaje, debemos comenzar por acercarnos a la raíz semántica del nombre, intentando desentrañar su porqué. La definición que da el Diccionario de la Lengua Española sobre la palabra «perlé» es la de fibra de algodón brillante, más o menos gruesa, que se utiliza para bordar, hacer ganchillo y tejer ropas propias de bebés. Y con ese significado se concibe en herencia el personaje, vestido con un pijama de bebé a rayas azules y blancas de dos piezas (pantalón y blusón) y cubierto con una dormidera del mismo color. Con significado muy diferente encontramos la palabra «perlesía» (de parálisis), que atiende a una privación o disminución de movilidad en alguna de las partes del cuerpo. Debilidad muscular producida por la mucha edad o por otras causas y acompañada de temblor. Cervantes se hace eco de esta enfermedad en tono burlesco recreándola en el capítulo XLVII de la segunda parte del Quijote a través de la ridiculizada familia de los perlerines. Y nos peguntamos si no tendría algo que ver esta última acepción con la actitud persecutoria con que identifican y entienden los más jóvenes a los que nunca consigue alcanzar en sus carreras. La cuestión queda ahí lanzada.
Lo cierto es que la figura del «perlé» se encuentra íntimamente ligada al carnaval herenciano. Se trata de una mascarada local que presenta semejanzas con otras propias del ciclo invernal, si bien no atiende al modelo tradicional de máscara fustigadora, ya que no porta ningún tipo de careta o máscara que le oculte el rostro, ni mucho menos presenta apariencia demoníaca como otras botargas; muy al contrario, su aspecto resulta cómico y ridículo, siendo objeto de risión y bromas por parte de la chiquillería a la que, como se ha señalado, se encarga de perseguir y espantar utilizando para ello un látigo de cuya punta pende una alpargata de cáñamo. Su misión es clara: preservar el orden en los desfiles y actos en los cuales participa. Y es que, no cabe duda, estas prácticas se ajustan en líneas generales a viejos modelos de figurantes como morraches, botargas y zagarrones que, según recoge Covarrubias en su Tesoro de la Lengua Castellana, «en tiempo de carnaval sale con mal talle y mala figura. Haciendo ademanes algunas veces de espantarse de los que topa, y otra de espantarlos»[7].
En un primer momento se podría establecer cierto paralelismo, si bien de manera superficial, con los lupercos romanos de la época republicana, ya que nuestro «perlé» presenta coincidencias tanto en la temporalidad como en su faceta o condición de azotador, a pesar de que los lupercos tenían otros fines más bien relacionados con la fertilidad[8]. Caro Baroja profundiza en su análisis admitiendo que: «este tipo de máscara fustigadora es, o puede ser o puede convertirse en efecto, en un funcionario municipal de carácter transitorio»[9]. Y es precisamente ese rol de funcionariado el que más se corresponde con la figura del «perlé», que si bien a primera vista podría parecernos una máscara más del desfile, la posición que ocupa en el mismo, encabezándolo como máxima representación de la autoridad y el orden, marcando el itinerario a seguir, y su disposición, hacen ver al curioso que se trata de un personaje principal. La actitud que muestra es tranquila, sin amedrentar a los transeúntes y curiosos; esta tranquilidad se ve truncada en el momento que él cree oportuno, emprendiendo una carrera a toda prisa y esgrimiendo su látigo en persecución de toda la chiquillería que a distancia conveniente no cesa de increparle con provocaciones y gritos como el tradicional: «Perlé, por a´onde… por la botica de Conde» o el de «Perlé pincha huevos». Al contrario que otras botargas, no realiza cuestación entre los vecinos, pero sí interviene de forma activa en el ofertorio del Martes de Carnaval tratando de poner orden a los numerosos oferentes entre los cuales destacan las «jinetas», personajes igualmente particulares de este carnaval que en representación de los diferentes gremios participan, junto a los gigantes y cabezudos, activamente en el mismo.
El hecho de no encontrar en la tradición de toda la comarca personajes similares al «perlé», nos lleva a la conclusión de que se trata de un personaje importado, seguramente por el que fuera boticario y entusiasta impulsor del carnaval herenciano, Ángel Fernández-Conde, figura notable en la vida social y política herenciana. Del tiempo en que fue delegado consistorial y posteriormente alcalde de la ciudad, en la década de los años cuarenta del pasado siglo, datan (como así mantienen distintos investigadores locales) las primeras referencias documentadas sobre él contenidas en un libro de ferias y fiestas de 1948, en el cual ya es considerado como personaje típico[10]. Anteriores a estos no se conocen testimonios ni referencias sobre la presencia de esta botarga en Herencia. Tanto es así, que en los últimos cincuenta años la relación de figurantes se reduce a tan solo dos personas distintas, teniendo en cuenta que la nominación tiene carácter indefinido, mientras el sujeto pueda desarrollar el cometido propio del personaje.
Esa mezcla de solemnidad y burla que tradicionalmente se ha venido mostrando en el carnaval herenciano se ve reflejada en su emblemática botarga, considerada actualmente como la representación del alter ego de Don Carnal, y que en otro tiempo mantuvo gran afinidad con la cofradía de ánimas, portando, colgado del cuello a modo de escapulario, una calavera.
Aprovechando esta magnífica ilustración de Jacob de Gheyn titulada Música de Antruejo, nos despedimos con una popular coplilla dieciochesca recogida en la comarca manchega que con clara referencia a la villa objeto de estudio venía a decir:
Asnis, burris, majaderis,
borrico de poca ciencia.
Que camino tomaremos
«pa» la villa de Herencia.
BIBLIOGRAFÍA
Arco, Eduardo del; González Casarrubios, Consolación; Padilla, Carmen; Pía Timón, María: España: Fiesta y rito. Fiestas de invierno. Tomo I. Ed. Merino. Madrid, 1994.
Brisset Martín, Demetrio E.: «Fiestas y cofradías de Inocentes y Ánimas, en Granada. Análisis de las fiestas de Granada». Gaceta de Antropología, 1988, 6.
Caro Baroja, Julio: «El carnaval (análisis histórico–cultural)». Ed. Taurus. Madrid, 1965.
Covarrubias Horozco, Sebastián de: Tesoro de la lengua castellana o española. Con privilegio. Luis Sánchez Impresor del Rey N. S. Madrid, 1611.
Del Pozo, Teresa; y Asensio, Francisco:. «Las cofradías de Ánimas en la Provincia de Ciudad. Real. El caso de la “borrica” de Torrenueva» (Iª parte). Universidad Abierta, Revista de Estudios Superiores a Distancia, n.º 7. 1987.
González Casarrubios, Consolación: Fiestas populares en Castilla–La Mancha. Ed. Servicio de Publicaciones de la Junta de Comunidades de Castilla–La Mancha. Ciudad Real, 1985.
Luz María, A.; Prieto, C.: «Palabras más típicas de Palencia» en Revista de Tradiciones Populares, n.º 1 (3 y 4), 1945.
Prado, Juan Francisco; Fernández-Caballero, Claro Manuel; Fernández, María Dolores. Prólogo de Antonio Martín Viveros: El carnaval de Herencia, sentimiento y tradición. Ed. Excmo. Ayuntamiento de Herencia, Centro de Estudios Herencianos. Ciudad Real, febrero 2010.
[1] María A. Luz y C. Priero: «Palabras más típicas de Palencia», RDTP, n.º 1 (3 y 4), 1945: 670.
[2] Teresa del Pozo y Francisco Asensio: Las cofradías de Ánimas en la Provincia de Ciudad Real. El caso de la «borrica» de Torrenueva (I parte), p. 9.
[3]Del Arco, Eduardo; González Casarrubios, Consolación; Padilla, Carmen; Pía Timón, María: España: Fiesta y Rito. Fiestas de invierno. Tomo I, pp. 299-300.
[4] Brisset Martín, Demetrio E.: «Fiestas y cofradías de Inocentes y Ánimas, en Granada. Análisis de las fiestas de Granada» en Gaceta de Antropología, 1988.
[5] Caro Baroja, Julio: El carnaval, p. 331.
[6] Martín Viveros, Antonio; Prado, Juan Francisco; Fernández-Caballero, Claro Manuel; Fernández, María Dolores: El Carnaval de Herencia, sentimiento y tradición. Estudio histórico acerca del Carnaval herenciano, pp. 16-17.
[7] Sebastián de Covarrubias, Horozco: Tesoro de la lengua castellana o española, p. 262.
[8]Plutarco: Rómulo, XXI. Citado por Julio Caro Baroja, El carnaval, pp. 341-342.
[9]Caro Baroja, Julio: El carnaval, capítulo X («Máscaras fustigadoras»), p. 355.
[10] Martín Viveros, Antonio; Prado, Juan Francisco; Fernández-Caballero, Claro Manuel; Fernández, María Dolores: Opus cit., p. 48.