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A modo de presentación
El estudioso de la música Vicente Mendoza de Puebla reflexiona en torno al folclore infantil: «El folklore infantil candado forma un acervo de melodías, rimas y coplas que entonan los niños desde Baja California hasta Yucatán. Una gran parte procede de diversas provincias españolas, especialmente de Soria. Estas rimas que son la delicia de nuestros pequeñuelos comprenden tanto los arrullos desprendidos de los villancicos de Navidad, cuanto las coplillas de escolares; el siempre vivo ingenio de los chicuelos con novedades y aciertos imprevistos, despierta sugerencias en la mente de los adultos al recordar: Doña Blanca, San Serafín del Monte, La viudita de Santa Isabel, La muñeca vestida de azul, La pájara pinta, La víbora de la mar y tantos otros» (Mendoza, 1962: 483).
Y es que la música y las canciones son tan antiguas como la humanidad, muchas de ellas han sobrevivido durante siglos, algunas han surcado nuestra infancia y varias, tal vez, se quedaron sumergidas en nuestro cerebro dentro de alguna neurona o en un charco endocrino. Ya que todo acto de conocimiento es a la vez biológico, cerebral, espiritual, lógico, lingüístico, cultural, social e histórico (Morín, 1999).
Sin embargo, hay que reflexionar en torno a si la canción tradicional popular está vigente o no, y si esta narrativa social tiene o no influencia entre la infancia.
En primer lugar, se dice que se están perdiendo las tradiciones; sin embargo, la infancia sigue aprendiendo y reproduciendo el amplio acervo musical existente. Canciones antiguas y tradicionales, conjuntamente a nuevas letras, son utilizadas por niños y niñas todos los días. Si la televisión y los videojuegos ganan espacio, no por ello se deja de emplear el canto, tanto para la instrucción formal como en la recreación informal, ambos, campos de reproducción de conceptos y prácticas (Puerto, 1998). Es más, la música es un medio educativo en el desarrollo psicomotriz en las formas jugadas, juegos, actividades gimnásticas, rítmicas y expresivas, sin olvidar por supuesto el lenguaje y la expresión oral, que se realiza dentro de las actividades escolares (Aquino, 2001, 2002). Canciones grabadas y difundidas por la industria discográfica, la radio, el cine, el teatro y la televisión.
A pesar de la actitud pasiva y narcotizada que provocan en el niño mexicano las historietas y la televisión, se conserva aún una gran riqueza de canciones y rondas infantiles tanto en la capital como, particularmente, en las pequeñas ciudades de provincia y en los pueblos. En el ámbito escolar (jardines de niños y primeros años de primaria), se enseña la docena de rondas más conocidas, al lado de insulsas canciones hechas exprofeso para los pequeños alumnos con contenidos moralizantes, didácticos y patrióticos. Pero fuera de la escuela se practican, en hogares, vecindades y calles, muchos antiguos juegos en que la parte cantada es fundamental... Si bien hay sectores pesimistas al respecto: «Lamentablemente, muchos niños mexicanos ya solo cantan los anuncios presentados en radio y televisión» (Reuter, 1994: 115, 122).
En segundo lugar, las canciones no son algo inocuo, se trata de un medio de reproducción social. Una narrativa que crea, recrea, reproduce, y a veces cambia y trastoca, el discurso hegemónico cultural de una sociedad dada en un momento determinado, así como a lo largo de su historia; donde el sistema normativo de referencia moldea el discurso dominante o institucional con unos valores y una ideología hegemónica. El proceso de difusión de las normas tiene lugar por diversos canales o vías, encargadas de reproducir los mensajes. La canción es una vía de endoculturación social en general, y en particular esto parece claro en la infancia, donde se moldean las mentes infantiles, cuando se configura su cultura sociopolítica y la formación de ideas político-sociales tiene lugar, entre otras cosas (Delval, 1999). A través de las letras infantiles, niños y niñas absorben el mundo que los envuelve (Díaz Roig y Miaja, 1996). Hay estudios sobre la psicología de la música en el campo del aprendizaje infantil, circunscritos a las metodologías y técnicas educativas musicales (Lacárcel, 1995); sin embargo, no los hay sobre el impacto de los mensajes de las canciones en las mentes infantiles.
Pero, centrándonos en el presente artículo: ¿qué mensajes de género contiene la canción infantil?, ¿qué letras de canciones educan y socializan a nuestra infancia?, ¿son similares a la canción para adultos o son diferentes?, ¿a qué modelos hegemónicos socioculturales pertenecen?, ¿reproducen o subvierten el orden social? Muchas son las preguntas que guían este artículo en torno a la canción tradicional y popular infantil en lengua española —de España y México—; sin embargo, nos circunscribiremos al tema del amor y el matrimonio, y nos centraremos en los discursos, mensajes y letras que la canción infantil presenta sobre ambos temas.
Amor idealizado en las letras de la canción infantil
El amor aparece en numerosas ocasiones, seguramente como reminiscencia de antiguas canciones de adultos reconvertidas en algún momento en melodías infantiles, como sucediera con los viejos cuentos populares europeos o las leyendas de las antiguas culturas mesoamericanas, que transitaron de un público adulto a uno infantil.
El amor insertado en el cancionero popular es asunto de la lírica tradicional y a su vez de la infantil. Canciones de romería, de trabajo, pastoriles, con serranas, de San Juan[1] —como la siguiente— han llegado hasta nuestros días como tonadas que cantan niños y niñas, en ambas márgenes del Atlántico —México y España—. El amor, siempre y en todo momento en un tono idealizado. El amor soñado y anhelado.
«Y al pasar por el cuartel,
se enamoró del coronel» (El farolero, canción de corro, España)
«Al pasar el trébole, el trébole, el trébole,
al pasar el trébole en la noche de San Juan.
Al pasar el trébole, el trébole, el trébole,
al pasar el trébole los mis amores van» (Qué quieres que te traiga, canción, España)
Amor, amor, posiblemente el mayor inspirador de letras de canciones, su sugeridor por excelencia. En general, el amor está en muchas melodías relacionado con el canto a la belleza de la mujer, otras con metáforas alegóricas de la naturaleza, flores y frutos principalmente, y de esta forma también llegan a las canciones que tararean niños y niñas. Si bien con una letra e intención más ingenua, en este aspecto, que por ejemplo los sones jarochos o el huapango, llenos de picardía y de expresiones sexuales aunque sea de forma implícita (Fernández Poncela, 2002a). Parece haber cierta preponderancia —como en la canción de adultos, aunque no tanto— de un sujeto narrador masculino, y un objeto narrado y anhelado o deseado, femenino.
«A mí no me mata el toro,
ni tampoco los toreros;
a mí me mata una niña
que tenga los ojos negros» (Han puesto una librería, canción de corro, España)
«Toda la noche estoy
niña pensando en ti;
yo de amores me muero
desde que te vi,
morena, salada,
desde que te vi» (Eres alta y delgada, canción, España)
Un amor, como en los cuentos de hadas tradicionales, donde hay muchachas pobres que sueñan con valientes príncipes azules. Así es usual oír a niñas que quieren ser princesas, vestir y lucir como ellas, las de los cuentos, por supuesto. Así, ellas esperan la llegada de este personaje: el hombre idealizado.
«Desde la mañanita
hasta el anochecer
ni un momento se quita
del balcón la niña Esther;
aún no tiene catorce,
brilla de juventud,
pero la chiquita
quiere un príncipe azul» (Teté, canción, Cri-cri, México)
En las letras de adultos, como el bolero y la ranchera, incluso el romance y el corrido, lo que realmente predomina en las llamadas canciones de amor, en realidad, es el desamor. Aquí, en alguna ocasión, hay relatos en los cuales aparece de forma muy quedita el desamor, en el sentido de desacuerdo entre la pareja, de mentiras y engaños. Todo lo cual nos recuerda a las viejas traiciones de los romances y los corridos, o de las rancheras mexicanas de época posterior, donde este tema es una constante (Fernández Poncela, 2002a).
«En mi corazón
amores
y en el tuyo falsedades» (En el campo, canción, España)
También existe el amor que se rompe con la muerte de uno de los cónyuges, como en la romance moderno y popular del siglo xix en torno al fallecimiento de la joven esposa del rey Alfonso XII que ha quedado grabado en la lírica popular de varios países latinoamericanos y en numerosas y variadas versiones, a pesar de tratarse de un tema originalmente de adultos, como tantos otros.
«Pues Mercedes ya está muerta,
ayer tarde yo la vi» (Alfonso XII, canción, España)
Elección masculina y destino femenino: el matrimonio en los mensajes de la canción infantil
También el matrimonio está presente, como marcando el destino de los pequeños, y entonan no solo amores y desamores, sino ansias de casamiento cuando cuentan con tan solo unos pocos años de edad. Por una parte, es posible pensar que se trate de reminiscencias de coplas y romances que por azar llegaron a ser canciones infantiles; por otra, ya se está endoculturando a la infancia para ese paso o rito de tránsito social que está inscrito en el deber ser de hombres y mujeres para alcanzar su adultez unos y su valoración las otras. Mensaje que aparece en otras narraciones populares, tales como los cuentos y leyendas.
Así, en varias tonadas de corro, para saltar a la comba, cantos de juegos en general y canciones en particular, e incluso en alguna canción de cuna o arrullo, aparece la temática del matrimonio. Si bien, como se sabe, el primer paso es el noviazgo. El sujeto hablante en este caso, a veces es masculino, y en ocasiones, femenino.
«Que la mano me da,
que la mano me dio,
una niña morena
que es la que quiero yo
...que es la que he de querer,
esa niña morena,
que ha de ser mi mujer» (Al olivo, al olivo, canción de corro, España)
«Para escribir una carta
a mi querido Manuel,
para decirle que venga
para casarme con él» (Pluma, tintero y papel, canción, España)
Hay una insistencia en el deseo, y casi necesidad más que anhelo, en el matrimonio, y especialmente es así en boca de mujeres, y cuanto antes mejor. No importa si los personajes son niñas o jóvenes, solteras o viuditas.
«Eres más chica que un huevo
y ya te quieres casar.
Anda, ve y dile a tu madre
que te enseñe a remendar» (Eres más chica que un huevo, canción, España)
«Para decirle que venga
para casarme con él» (Una, dos, tres, canción de corro, España)
«La señora Paca
casarse quiere» (Al pimiento colorado, canción de comba, España)
Se observa incluso cierta reiteración en la necesidad del matrimonio, transmitido de madres a hijas, como ocurre en la canción popular en general.
«Al jardín de la alegría
quiere mi madre que vaya
por ver si me sale un novio,
el más bonito de España» (Al jardín de la alegría, canción de corro, España)
El matrimonio pactado por los padres aparece en estas letras; se trata de una costumbre de otras épocas en la cultura occidental que el cancionero recoge y recuerda, y quizá también advierte de alguna manera. Matrimonios por conveniencia. Hay que decir también que el dinero forma parte de las canciones infantiles de varias maneras, pero sobre todo como objeto de transacción de compra y venta, incluso chantaje hacia los más chicos[2]. Además, y por supuesto, de los fantásticos tesoros y el oro y la plata parte del folclore infantil inscrito en los cuentos y las canciones. Pero en este caso particular, si los futuros maridos son ricos, mejor; y si son militares, mucho mejor todavía. Volvemos al tema de los soldados tan apreciado en las canciones infantiles. El papel de hombre proveedor es importante, y la mujer ha de tenerlo en cuenta; aunque esto sea un mensaje de otros tiempos, todavía existe como tal.
«Estrellitas hay en el cielo,
mi madre a mí me casó
con un chico marinero
que tenía más pesetas
que estrellitas en el cielo» (La espada de este cadete, canción, España)
Alguna vez, se observa oposición hacia el mandato paterno, que mucho tiene que ver con los romances viejos de la España antigua. Y es que el amor «a lo Romeo y Julieta» es un tópico, pero también es cierto que la oposición de los padres lo aviva.
«Contigo me he de casar
aunque me cueste la vida» (Papá si me deja usted, canción de corro, España)
«Si es la voz del conde Olinos
yo le mandaré matar;
que para casar contigo
le falta sangre real.
La infantina con gran pena,
no cesaba de llorar.
Él murió a la media noche
y ella, a los gallos cantar» (Romance del conde Olinos, canción, España)
Otra de las salidas de las mujeres, además del matrimonio, podía ser el convento, como dejan bien claro las leyendas y aparece en alguna tonada (Fernández Poncela, 2000).
«Yo me quería casar
con un mocito barbero
y mis padres me querían
monjita en un monasterio» (Monjita en un monasterio, canción, España)
No hace falta decir que la canción acaba con su ingreso al convento. Por otra parte, el papa de Roma y la iglesia católica juegan un importante papel en este rito social.
«Hacia Roma caminan
dos peregrinos,
a que los case el papa
porque son primos» (Los peregrinos, canción, España)
Y sobre todo el tema de las viudas y las solteras, que siempre se quieren casar tanto en los refranes (Fernández Poncela, 2002b) como en los romances (Fernández Poncela, 2002a), algunos de los cuales son populares tonadas infantiles.
«Yo soy la viudita
del conde Laurel
que quiero casarme
y no encuentro con quién.
Escojo a esta niña
por ser la más bella,
la dulce doncella
de mayo y abril» (Yo soy la viudita, canción de corro, España)
En México también está la canción de corro La viudita de Santa Isabel que se quiere casar y no halla con quién. El caso es que entra en amores con el mozo del cura y «Mi madre lo supo, ¡qué palos me dio!». La violencia y maltrato infantil aparecen de manera explícita, como un mensaje bien claro para cantores y auditorio. Se trata de consejo y justificación a la vez.
«La viudita se quiere casar.
Con el conde, conde Cabra,
conde Cabra se casará» (La viudita del conde de Cabra, canción de corro, España; y La carbonerita, canción, México)
En una de las versiones mexicanas que existe se mezclaron estrofas procedentes de dos canciones.
«Eres alta y buena moza,
no te lo presumas tanto,
que también las buenas mozas ¡ay!
se quedan “pa” vestir santos» (De la uva, canción, España)
Lo que destaca más es la insistencia en «me quiero casar», que niños y niñas tararean entre la inconsciencia y la precocidad, pero que seguramente se introyecta como parte de la construcción de sus mentes infantiles y posiblemente en la configuración de su deber ser adulto como hombre o como mujer, y quizá en la proyección a la hora de establecer o intentar formar relaciones de pareja. Arroz con leche, con innumerables versiones en diferentes épocas y países, es quizá de lo más emblemático sobre el tema.
«Arroz con leche,
me quiero casar
con una señorita
de este lugar.
Que sepa coser,
que sepa bordar,
que sepa abrir la puerta
para ir a jugar.
Con esta, sí.
Con esta, no.
Con esta señorita
me caso yo» (Me quiero casar, canción de corro, España)
Hay otras letras de esta misma canción, algo menos conservadoras que, si bien mantienen en alto el tono moral y pedagógico del asunto, cambian o añaden la obligación de las tareas domésticas por las escolares. Esto es: las niñas —futuras esposas— no solo deben saber coser y bordar, también han de aprender a leer y a escribir.
«Con una señorita de este lugar,
que sepa leer,
que sepa escribir,
que sepa la tabla de dividir» (Me quiero casar, canción de corro, España)
En la versión mexicana de esta muy popular canción, se encuentran interesantes y curiosas variaciones; entre ellas, se especifica la nacionalidad del futuro cónyuge, y se habla del rey —en un país republicano, con breves períodos monárquicos—. Pero, quizá, lo más curioso de esta letra es que el sujeto es la mujer que expresa su deseo de casarse, mientras en la mayoría de las versiones existentes de la canción este anhelo usualmente se pone en voz y boca masculina.
«Arroz con leche,
me quiero casar
con un mexicano
que sepa cantar.
El hijo del rey
me manda un papel,
me manda decir,
me case con él» (Me quiero casar, canción de corro, México)
El matrimonio desde la voz de los niños, o su elección, viene íntimamente ligado al saber cumplir de las niñas con las tareas domésticas asignadas tradicionalmente al género femenino, con lo cual es una doble endoculturación de lo que la mujer debe hacer: el trabajo doméstico y casarse, mientras el hombre es el que elige, o sea, el activo en esta situación, y ha de escrutar el buen desenvolvimiento doméstico de su futura pareja. Muchas veces pareciera que para las mujeres el matrimonio es como un destino, una necesidad apremiante, mientras que para los hombres es una elección cuidadosa y pensada. Ellas lo desean, ellos lo necesitan; para las primeras es como un ideal simbólico, para los segundos, algo así como un cálculo racional y lógico.
«Arroz con leche,
me quiero casar,
con una muchacha
de la sociedad.
Que sepa planchar,
también cocinar,
que sepa lo mismo
jugar y cantar...
Que sepa barrer,
que sepa trapear,
asear la cocina
bordar y escombrar» (Me quiero casar, canción de corro, México)
Hay que dejar claro que todo mundo, o casi todo el mundo, se casa, y si no que se lo pregunten Al piojo y la pulga (canción, España y México) o al Ramo y la mejorana (canción, México) o a La señora luna y al pajarito de plata y coral (canción de arrullo, México). Pero es sin duda el Casamiento de los palomos de Cri-cri una expresión exponencial de este tema, o la del osito que se va a casar con la muñeca rubia de Canción de las brujas, también de este cantautor.
Respecto a esta temática, hay varias melodías que no son propias de los infantes, algunas de forma más clara que otra, reminiscencia (como ya se ha dicho en varias ocasiones) de canciones de adultos que se han retomado en el mundo infantil.
«Me casó mi madre...
con un muchachito
que yo no quería...
A la media noche,
el picarón se iba...
le seguí los pasos,
por ver dónde iba...
Y le vide entrar
en casa de su amiga...
Y le oí decir,
estas palabritas...:
A ti te he de dar
mantón y mantilla...
Pero a mi mujer,
palos y mala vida...
Me volví a mi casa
triste y afligida...
Me puse a coser,
coser no podía...
Me puse a bordar,
bordar no podía...
Y le vi venir...
Venía diciendo,
—Ábreme, María...
que vengo cansado
de ganar la vida...
—Sé de donde vienes:
de casa de tu amiga...
Me tiró una silla,
me dejó tendida...»
(Mariquita la casada, canción, España)
«Mariquita la casada es una de las canciones infantiles más populares y queridas. En realidad, como puede comprobarse en el texto, no se trata de una historia propia para menores de edad: casamiento pactado por los padres, infidelidad conyugal, amantes, violencia doméstica y prendimiento inquisitorial... El tema de la malcasada, tan querido en la cultura popular, vuelve a mostrarse aquí en toda su crudeza» (Calles Vales, 2000: 192). El autor transcribe aquí una versión del siglo xviii y subraya que en la actualidad hay diversas versiones, varias de las cuales tratan de evitar las escenas más violentas.
El maltrato intradoméstico de los hombres hacia las mujeres, así como la poliginia, aparecen con claridad en esta canción que entonan niños y niñas. Pero eso es ya temática para otro texto. Hasta aquí un breve repaso en torno a la imagen que del matrimonio y el amor retratan las canciones infantiles populares, imagen creada con palabras, que se entonan una y otra vez en la casa, la escuela, la calle, en los modernos medios de comunicación. Y si una imagen vale más que mil palabras, mil palabras crean una imagen, y quizá una creencia, una actitud, una idea, un comportamiento, un modelo de ser, una forma de vida…
Anna M.ª Fernández Poncela
Docente e investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco (México)
BIBLIOGRAFÍA
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Reuter, Jas. La música popular de México. Origen e historia de la música que canta y toca el pueblo mexicano. México: Panorama Editorial, 1980.
[1] Entonadas alrededor de la festividad de San Juan.
[2] «Si este niño se durmiera / yo le daría un real» (canción de cuna, España).