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Tanto las fiestas relacionadas con el 1 de mayo (mayas) como las del solsticio de verano
estuvieron ampliamente difundidas y es de aceptación general que son el resultado de cristianizar fiestas paganas anteriores. Por ello no es extraño encontrar manifestaciones de las mismas a todo lo largo y ancho de la geografía, bien en el momento presente, o, lamentablemente en tiempos pasados. Este es el caso de las dos fiestas objeto de este trabajo que se celebraban en Burgos y que, por desgracia, se han perdido. De la llamada del Arco de San Juan puedo hablar de modo directo, pues en mi infancia participé en ella. De la maya, sólo puedo hablar por referencias, pues supe de su existencia al recabar datos sobre la de San Juan, aunque he podido entrevistar a personas que en su infancia participaron en tal fiesta; yo ya no llegué a conocerla.
Y vayamos con la descripción de las fiestas. De la fiesta de la maya he obtenido dos versiones directas y otras indirectas, todas coincidentes, por lo que se deduce existía bastante uniformidad en las mismas. El día 1 de mayo, por barrios vestían a una niña de blanco, un velo y una guirnalda de flores en la cabeza y salían a pedir por las calles y plazas "una perrita para la maya". El dinero que sacaban lo repartían y por la tarde se reunían a merendar. Normalmente el dinero lo guardaban para la fiesta de San Pedro. El recorrido se circunscribía al barrio excepto las niñas acogidas al Asilo de San Juan que recorrían todo Burgos. Era una fiesta infantil y de niñas, y su desarrollo como puede apreciarse es similar al de otros lugares. (Puede observarse cierta similitud con las "maias" de Galicia. Ver artículo de D. Clodio González Pérez en el nº 29 de esta misma Revista.)
En cuanto a la del Arco de San Juan, que también era una fiesta infantil, esta vez sin distinción de sexos, que se celebraba el día 24 de junio, presenta la particularidad de que guarda mayor relación con la fiesta de la maya que con las propias del solsticio de verano.
la fiesta consistía en esencia en lo siguiente: los niños y niñas agrupados según sus particulares y voluntarios afectos, formaban cuadrillas que la víspera de San Juan cortaban dos ramos de árbol y recogían flores, con las cuales formaban un arco, apoyado en las paredes de las casas, en el cual colocaban una silla o banqueta, sacada de las casas de algunos, cubierta con algún trozo de tela llamativa, formando una especie de altar en el cual se colocaban estampas religiosas, que, curiosamente, no tenían por qué ser figura de San Juan, y casi nunca lo eran, porque San Juan no era un santo común en las estampas de la época, y un plato del que más adelante explicaremos su función. Todo el conjunto se encontraba decorado con flores y dependía de la mayor o menor gracia e inventiva de cada grupo el que su arco quedara más o menos brillante.
Los componentes del grupo, una vez instalado el arco en el lugar elegido, desde lo más temprano posible, se dedicaban a recorrer las casas de la vecindad, excepto uno que quedaba de guardián del arco, con un platillo de los de café, llamando a todas las puertas y pidiendo: "Una perrita para el arco de San Juan". Esta misma operación la realizaban con todo transeúnte que pasaba por la calle. El dinero que recibían lo iban depositando periódicamente en el plato colocado en el arco, y lo normal era que al que se le pedía echara una moneda de cinco a diez céntimos. Pero como cada grupo actuaba independientemente, cada casa recibía la visita de un número considerable de ellos, por los que el ama podía pasarse toda la mañana (era una fiesta típica de la mañana, aunque ocasionalmente se continuase por la tarde) abriendo y cerrando las puertas, a sucesivos pedigüeños, con lo que no era raro que su paciencia se colmara. Lo mismo le ocurría al desdichado transeúnte que era sistemática y sucesivamente asaltado por algún miembro de cuantos arcos iba encontrando en su camino. Por ello no era extraño que negara su óbolo con la frase: "San Juan no come", a lo que contestaban los niños: "pero gasta velas" o también "pero gasta pantalones". Sin embargo hay que decir, en honor a la verdad, que la mayoría de las personas a las que se pedía no tenía inconveniente en entregar su óbolo.
Como ya dijimos antes generalmente estas operaciones se realizaban por la mañana. En la tarde únicamente montaban el arco y salían a pedir los que no habían podido hacerlo por la mañana, frecuentemente por tener que asistir a la escuela. Al menos en mi barrio, se obsequiaba a los niños con una chocolatada, preparada por las madres.
No he podido obtener datos de los orígenes de estas fiestas, ni desde cuándo eran celebradas en Burgos. Respecto de la maya cabe suponer se remonta a tiempos antiguos, como todas las de esa fecha. Respecto a la del Arco de San Juan, el problema es más complicado, ya que como dije antes guarda más relación con la fiesta del 1 de mayo que con la del 24 de junio. Es posible que naciera como un apéndice de la celebración que en la noche hacían los mayores ,ya que en Burgos, como en muchos otros lugares, se encendían hogueras por encima de las cuales se saltaba y se salía a buscar el "trébole", que no es otra cosa que un trébol de cuatro hojas, cuyo hallazgo, en general, y especialmente en la noche de San Juan era sinónimo de buena suerte. Esta costumbre de buscar el trébole ha quedado reflejada en la conocida canción burgalesa de Los "gigantillos".
También cabe que fuera una fiesta hecha a semejanza de la de la maya por todos los niños, con el fin de sacar dinero para las cercanas ferias de la ciudad (se celebraban el 29 de junio), y cabe que influyeran ambas cosas a la vez.
Actualmente no tengo noticia de que se celebre ninguna de ellas, la de la maya no llegué a conocerla, por lo que pienso se perdió hacia la época de la guerra civil (yo nací en 1942). La del Arco de San Juan si que la conocí y participé en ella, y por los datos que he podido obtener dejó de celebrarse hacia el año 1960.
Informantes: Trinidad de la Fuente, 70 años, de Burgos. María González, 69 años, de Burgos, desde los 8 años asilada en San Juan, y actualmente en la Residencia de la Diputación.
Dibujos: Nazario Viforcos Martínez.
Fotografía: Ricardo Blanco Ruiz.