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Hacia mediados del siglo XVI, por los años 1546-1547, circularon por Valladolid Medina del Campo y otros lugares de Castilla unas coplas de sátira mordaz y descarada, que llevaban el nombre de Coplas del Provincial Segundo, cuyo autor o genio inspirador fue el vecino y regidor de la villa pinciana don Diego de Acuña.
El escándalo que se promovió por la difusión de estas coplas fue de tal envergadura, que para atajar las posibles querellas y venganzas, así como para restituir, en lo posible, la honra de las personas que en ellas aparecían desvergonzadamente satirizadas, se promovió un proceso acusatorio, de carácter criminal, contra el presunto autor y contra sus amigos y servidores que hubieran colaborado con él en la invención y difusión de tales difamaciones. De resultas del proceso, Diego de Acuña fue condenado a destierro por tiempo de diez años.
Nació en Valladolid el año 1514. Era hijo de don Pedro de Acuña, apodado el Cabezudo por ser hombre sumamente ingenioso y reflexivo, y de doña Leonor de Zúñiga. Hermanos suyos fueron Pedro, capitán en los ejércitos del Marqués del Vasto; Luis, aficionado también a la poesía, cuya vida fue breve, y Hernando, valeroso capitán de las tropas imperiales bajo las banderas del Marqués del Vasto y eficaz diplomático, pero conocido principalmente por su elegante obra poética (1). Sus hermanas Ana y Catalina contrajeron honrosos matrimonios, la primera con Pedro Hernández de Portillo, regidor de Valladolid, y la segunda con Raimundo de Tassis, correo mayor de Su Majestad, mientras que Teresa fue monja comendadora de la orden de Santiago en el Real Monasterio de Santa Cruz, de Valladolid.
Don Diego de Acuña fue gentilhombre de la casa del Emperador, caballero de la orden de Santiago desde 1543 y regidor de la villa desde el 8 de abril de 1547, en que ocupó la vacante de Francisco de los Cobos. Sus prendas personales, su desenvuelta juventud, el favor que gozaba cerca del Emperador y de su hijo el príncipe Felipe y sus modales exquisitos y galantes le valieron el sobrenombre de el gran cortesano.
Desconocemos qué propósito le movió a escribir las coplas que le llevaron a la cárcel y al destierro, poniendo en peligro su prestigio y su envidiable posición social. Tal vez no sospechara que pudieran alcanzar tan rápida difusión, promoviendo un escándalo tan notorio, y quizá mucho menos que pudieran descubrirle como autor de los versos y culpable de las funestas consecuencias que se derivaron.
En el proceso promovido por el fiscal Ibarguen, quedaron encausados varios amigos de Diego de Acuña que, como él, eran personas de destacada calidad, pajes y criados de su casa, que habían sido previamente encarcelados. Pero el que figuraba como autor principal del delito de infamación causado por las coplas, era don Diego de Acuña.
Las dos sentencias condenatorias que se promulgaron, aparecieron fechadas en marzo y abril de 1548. La sentencia definitiva recibió confirmación el 15 de noviembre de 1549, y el pleito se dio por concluido el 20 de febrero de 1550.
La condena del destierro la inició en Italia, sirviendo en los ejércitos del ilustre capitán don Fernando Gonzaga, el cual, atendiendo a los méritos y servicios de don Diego, consiguió para él que el plazo del destierro, fijado en diez años, se redujera a tres; y aunque en la concesión de la reducción de la pena se establecía la condición de no entrar en Valladolid, parece ser que ésta no se llevó a efecto porque en 1533 se encontraba en su ciudad natal pleiteando con Antonio Vázquez.
No mucho tiempo después, en 1556, Felipe II le concedía la sustanciosa cantidad de 150.000 maravedíes por servicios prestados a la Corona. Finalmente, sabemos que murió sin haber contraído matrimonio y acompañado de su fama de gran cortesano, pero desconocemos el lugar y la fecha de su fallecimiento (2).
Raymond Foulché-Delbosc halló en el manuscrito 354 del fondo español de la Biblioteca Nacional de Paris las Coplas del Provincial. El total lo componían 306 de las cuales 93 pertenecían al Provincial primero, seudónimo bajo el cual podía encubrirse el nombre de Fernando del Pulgar, Alonso de Palencia, Rodrigo Cota o Antón de Montoro, escritas durante el reinado de Enrique IV, entre los años 1465 y 1474. Mezcladas con ellas y siguiendo la misma línea de sátira infamatoria, hay 213 coplas nuevas, con un total de más de ochocientos versos, cuyo autor se da por sentado que fue don Diego de Acuña, que las escribió en tiempos del Emperador. El conjunto de estas coplas halladas en el manuscrito 354 del fondo español de la Biblioteca Nacional de París, junto con el comentario que de ellas existía en el manuscrito H. 40 de la Biblioteca Nacional, debido a un autor del siglo XVI, que desea desmentirlas, y otro comentario de don Vicente Joaquín Noguera, escrito en 1797, demostrando las fechas arriba indicadas para las Coplas del Provincial primero, a lo que añade el señor Foulché-Delbosc su propio punto de vista sobre la materia, fueron publicadas en 1899 (3).
Respecto de las Coplas del .Provincial primero, publicadas por primera vez en Segovia, nos dice el anónimo comentador del siglo XVI que se refieren a las grandes familias de todo el reino de Castilla, pero principalmente a las de Toledo, Valladolid y Burgos, donde asistía ordinariamente la Corte.
" Estuvieron en un tiempo tan acreditadas estas coplas de el Provincial, que no sólo hicieron embarazo a grandes familias en los consejos de la inquisición y de las órdenes, sino que muchas casas se recataron de mezclarse con aquellas que se hallavan ofendidas de tan libianos fundamentos" (4). El comentarista las repudia totalmente, considerándolas "torpes indecencias", y calificando a su autor de "el Adán de los maldicientes, porque todos pecan en él" (5).
Si el comentador tiene serias dudas que Fernando del Pulgar "se embarazase en tan liviana y peligrosa ocupación", al referirse al autor de las Coplas del Provincial segundo, dice severamente: "Prosiguióla después en el reinado de el emperador Carlos 5., con el nombre de Provincial 2º, D. Diego de Acuña, cavallero mozo y vano, pero hablando con tanta desmesura y licencia de las mujeres nobles de aquella edad, que hizo más injuria a las costumbres que el primero a la sangre y a todo, y unas y otras están tan pobladas de torpes indecencias que yo tuviera por mayor bajeza escrivillas que mereçellas" (6).
Ciertamente, tales Coplas del Provincial segundo secundan la técnica satírica de las del Provincial primero; pero si las de éste no carecían de artificio y cierta gracia, aunque a Menéndez Pelayo también le merecieron una condena total (7), las de Diego de Acuña tienen más invectiva infamatoria y menor calidad literaria, porque los temas satíricos se repiten con monotonía y sin habilidad artística. Por otra parte, el haberlas divulgado juntas y mezcladas, era una sátira doblemente perversa, porque resucitaba nombres de personajes muertos, que no podían defenderse, cuyas imputaciones desdoraban la honra de sus descendientes. Por lo cual, el comentador, en el colmo de su indignación, considera esta crueldad sólo digna de "una pluma atrevida y loca".
A pesar de la popularidad que alcanzaron las coplas del "caballero mozo y vano" que fue don Diego, y precisamente por su gran difusión, suscitaron, como no podía dejar de ocurrir, gran indignación entre damas y caballeros, a juzgar por el proceso y condena que sufrieron el autor y sus más allegados colaboradores. Naturalmente, la época del Emperador era muy diferente a la que habían conocido las coplas del Provincial primero en el siglo XV, y esta clase de sátira político-social, que ofendía gravemente el honor de los personajes mencionados, mereció la repulsa general y la querella conforme a derecho.
No obstante, aun admitiendo la exageración difamatoria, que pudo nacer más de un deseo de represalia que de una cruel ocurrencia de juego cortesano, son un exponente de las interioridades sociales de la nobleza en la época imperial y de su aristocrática picaresca, en la que Diego de Acuña parece que estuvo muy versado desde su juventud.
Desde un punto de vista literario, merecen ser recordadas por ser la pervivencia de un género medieval de sátira político-social que, sin esa grosera y descarada forma, pero sin menor grado de invectiva en muchos casos, ha recorrido la historia de nuestra literatura hasta los tiempos modernos. Por otra parte, al aparecer en ellas personas de importantes linajes castellanos, se junta a la anécdota el interés histórico, que se ve enriquecido por los comentarios adjuntos con que publicó las coplas el señor Foulché-Delbosc. Aunque haya que admitir, como así es, en efecto, que el valor literario no es sobresaliente, son, sin embargo, un tipo de poesía popular-cortesana que fue muy cultivada en el siglo XV y que, como se ve, aún tiene sus epígonos en el XVI. Su autor, don Diego, ha perpetuado con tales coplas su nombre, pero para ser, en punto a calidad y delicadeza poéticas, el reverso de su hermano Hernando.
Desconócese que Díego de Acuña fuera autor de otros escritos literarios. Puede presumirse, incluso, que no fuera el autor único de todas las coplas. Razonablemente cabe pensar que éstas fueran producto del ingenio de Diego de Acuña y de sus amigos Rodrigo Nuño, Alonso de la Sierra, Antonio Martínez de Araiz, Pedro Ruiz de la Mota, Hernando Enríquez de la Carrera, Alonso de Verdesoto y Francisco de Rebolledo, que también fueron encausados.
El Provincial segundo no presenta originalidad formal alguna respecto a su sucesor. Ya hemos indicado que el tema de las Coplas es del mismo corte satírico, y aun más atrevido y mordaz, que las primitivas que formaron la Sátira del Provincial, con el agravante de perturbar el descanso de los muertos en la memoria de sus descendientes vivos, lo cual supone un grado mayor de impiedad. Formalmente, se acomoda al tono y métrica de las primitivas coplas: escritas en cuartetas y redondillas octosilábicas, conservando el mismo carácter vulgar, que las hacían idóneas para ser recitadas por los maldicientes cortesanos y por los ciegos tabernarios. Su valor poético es, en general, tanto en las primeras como en las segundas, mucho menor que el de las más famosas Coplas de Mingo Revulgo, todavía muy populares en el siglo XVI.
En el manuscrito 354 de la Biblioteca Nacional de París, publicado por Foulché-Delbosc, las coplas de ambos provinciales aparecen formando un cuerpo continuo, refundidas en un texto poético, del que el editor ha separado unas y otras en una tabla sumarial adjunta al final de su comentario. Acuña -y tal vez con él sus amigos colaboradores- realizó una selección de la Sátira del Provincial y escogió las 93 coplas, de las 149 del Provincial primero, que le parecieron más convenientes a su propósito, en algunos casos, completadas con coplas de nueva invención, propias del Provincial segundo, es decir, de Diego de Acuña; y, en otras ocasiones, las coplas propias de Acuña se dirigen a personajes contemporáneos, a quienes dedica sus invectivas. Parece que se da por supuesto que los destinatarios de las coplas conocían las que pertenecieron al Provincial primero y que eran capaces de distinguir con facilidad las que pertenecían a la inventiva del imitador Provincial segundo. El cuerpo poético del manuscrito 354, correspondería al que confeccionó Diego de Acuña y al que se propagó en su tiempo. Presenta algunos estragos y ligeros errores, pero su conjunto recoge satisfactoriamente esta extraña ingeniosidad poética del maldiciente Acuña.
Es sabido que el Provincial primero imaginó la Corte como un relajado monasterio, en el que damas y caballeros, bajo el fingimiento de ser profesos, pasan a una especie de capítulo de faltas, en el que quedan en evidencia sus flaquezas. Siguiendo esta fantasía de mal gusto, en la que la vida monástica aparece ridiculizada y ultrajada tanto o más que la de la nobleza, ambos provinciales denuncian, como lacras, el poder del dinero para alcanzar altos cargos y títulos nobiliarios, las infidelidades conyugales, el deshonor de los maridos, el servilismo cortesano, los amores ocultos, los defectos temperamentales, etc. El propio Diego de Acuña se incluye en una de las coplas, describiendo burlescamente su aspecto físico y sus escasos medios de fortuna.
Por vía de ejemplo, reproducimos algunas coplas de Diego de Acuña.
AL DE CHINCHON
A frai conde de Chinchón,
gran hodre lleno de viento:
el (8) provincial y combento
mofan de tu presunción
Y diçe su reverencia,
quando está más sin passión,
que le pareçes riñón
so cargo de su conciencia.
AL CONDE DE MIRANDA
A ti, frai conde mal echo,
que esto de mona bermeja
la condessa se nos queja
que eres hombre sin provecho.
Y vista su petición,
el provincial da sentencia
que te salve tu ynocencia,
pues tiene justa petición (9).
A DON DIEGO DE ACUÑA (10)
A ti, frai Diego de Acuña,
queres médico (11) bachiller ,
que puedes mui bien haçer
el testamento en la uña.
Eres chico y mal dispuesto,
tienes paso de atambor:
fuérate mucho mejor
que tuvieras otro jesto.
A DOÑA YSAVEL CAMARGO
En las cortes se a pedido
que doña Ysavel Camargo
aga luego su descargo
de cuernos de su marido.
Y que Elvira de Baçán
no haga secretas bodas
con este prior de Rodas,
que se perderá San Juan.
A RAFAEL DE ARQUIDE
A ti, frai Franco Ferrer,
con todos tus quatro hermanos,
hijos de aquel mercader
que al Redentor dio a beber
vinagre y iel con sus manos.
Y a tu hermana doña Juana,
puta muger, aunque fea;
dime tú porqué se arrea
en hoder noche y mañana,
y esto sólo la recrea (12) .
AL MARQUES DE LAS NAVAS
A ti, frai Navas el cuero,
responde por mi servicio
a cómo vale el oficio
en que no eres el primero.
A frai querer y privar
con un poco de ser bano,
y a frai no me aprovechar
la privança de mi hermano.
A PEDRO HERNANDEZ PORTILLO
Ta, ta, ¿quién está ai?
Dos judios de Portillo.
¿Qué queréis?, ¿a quién buscáis?
A Pedro Hernández Portillo.
No podéis estar con él
porque está arromadiçado,
que de rreçién baptiçado,
aún el agua corre dél.
A UNA DAMA PRINCIPAL
Deçid(me), padre guardián,
quién es aquella madona
que trae a nuestro provincial
empeñada la persona.
Yo os juro, padre honrrado,
por los versos de David
que la vi en Valladolid
sin chapines ni trançado.
ESTAS QUATRO COPLAS HIÇIERON
AL JUEZ QUE FUE A HACER LA PESQUISSA
DESTA SATIRA, y LA PRIMERA SE LA
PUSSIERON EN UN ALFILER PENDIENTE DE
LA CAPILLA DE LA CAPA EL DIA QUE LLEGO
Pues, pesquissidor, sabrás
que allaron en tu cassa
solos dos frailes, no más,
y estos por horden y tassa.
Y esto puedes bien creer
mas no lo tengas en nada,
que desto es bien afamada (13)
la señora tu muger .
Pues proseguís la pesquisa,
fraile tuerto, sin manopla,
tras esta vendrá otra copla,
con que se mueran de risa.
Déjate, déjate deso,
jesto de gata maimona,
que pareçes un pendejo,
la cara como de mona (14).
___________
(1) Poesías de Hernando de Acuña. Introducción, edición y notas por Lorenzo RUBIO GONZALEZ. Valladolid, Institución Culrura1 Simancas, 1981.
(2) Narciso ALONSO CORTES: "Las coplas del Provincial segundo", en Miscelánea Vallisoletana, II, Valladolid, 1955, pp. 175-187. En el Diccionario Bibliográfico de Pliegos Sueltos Poéticos (Siglo XVI), por Antonio RODRIGUEZ MOÑINO, Madrid, Edit. Castalia, 1970, núms. 658, 668, 704, 729 y 730 figura un Diego de Acuña, autor del romance Alterado el pensamiento / de exercicio enamorado, pero no parece que sea nuestro Diego de Acuña, autor de las coplas del Provincial segundo, sino un homónimo cronológicamente anterior, puesto que los primeros pliegos en que se editó dicho romance son de 1515-1517. Otro Diego de Acuña encontramos como participante en el Juego de cañas nocturno en Madrid en 1572, recogido por Juan de Torres en su Relación del nacimiento y cristianismo del serenísimo Príncipe don Fernando (Medina del Campo, 1572), donde se dice: "Domingo treinta del mes, / grandes torneos se hacían / y luego justa real / en las cuales mantenían / don Rodrigo de Mendoza, / caballero de valía, / también don Diego de Acuña, / que en la cámara servían / a su real Majestad, / los cuales muy bien lo hacían". Si este Diego de Acuña es el mismo que el autor de las Coplas del Provincial segundo, sabríamos que aún vivía en 1572, que ocupaba un cargo importante en la Cámara real y que su cortesanía le llevaba a competir en justas y torneos en edad ya avanzada. Sin que haya fundamento para poder afirmarlo rotundamente, coinciden nombre y apellido, modales de gentil cortesano, favoritismo cerca de Felipe II y cargos que le eran muy apropiados. Por tanto, bien puede tratarse del mismo personaje y ser ambos el Acuña vallisoletano.
(3) R. FOULCHE -DELBOSC : "Notes sur Las Coplas del Provincial", en Revue Hispanique, 6 (1899), pp. 417-446.
(4) Ibidem, p. 418.
(5) Ibidem,p:419.
(6) Ibidem, p., 418-419.
(7) M. MENENDEZ y PELAYO: Antología de poetas líricos castellanos, IV, Madrid, 1896, pp. IV-XII.
(8) En FOULCHE-DELBOSC, al; pero creo que corresponde el. Advierto que la acentuación y puntuación corresponden a una interpretación modernizada del texto y que ordinariamente no aparece en el original.
(9) Tiene una sílaba métrica más, caso de irregularidad que no es frecuente en el original, así como el tenerla de menos.
(10) Tal vez quisiera poner a salvo su persona incluyéndose como uno más de los satirizados" y de esta manera encubrir su autoría.
(11) Narciso Alonso Cortés presenta la variante "que eres medio bachiller", lo cual parece corregir un evidente error semántico y métrico.
(12) Aunque el predominio es de redondillas y cuarteras, en algún caso, como el presente, utiliza la quintilla con carácter independiente.
(13) En el texto de Foulché-Delbosc se lee "afamado", pero la rima exige claramente "afamada", por lo cual corrijo lo que parece evidente error del original o de la imprenta.
(14) Como se ve por el título y por el contenido de las coplas, ni siquiera en el trance de la indagación judicial se contienen, y convierten en objeto de burla al juez, mofándose de su honor y despreciando su autoridad sin miramientos. La "h" de horden no es un mero accidente ortográfico, sino que parece encerrar un evidente sentido implícito de malevolencia hacia el juez, así como tassa, o "dinero" que se da a cambio de un servicio recibido y previamente "tasado".