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Al principio de este trabajo indiqué que el culto a las Vírgenes Negras se extendió por el mundo cristiano durante la Edad Media, a lo largo de los siglos xi y xii, propagada por templarios y cistercienses primero y por los hospitalarios después, hasta ocupar un lugar destacado tanto en la religión como en la cultura del Occidente europeo. Y como escriben Jesús Abades y Sergio Cabaco (Fuentes: Jacques Huynen. El enigma de la Vírgenes Negras. Plaza Janés, Barcelona, 1977. Con información de Celia Acevedo. Internet) este culto no fue más “que la adaptación a los cánones del cristianismo del culto egipcio a la diosa madre Isis como símbolo de la tierra y la fertilidad”, cuyo precedente se encuentran en la devoción a la Mare Tierra, las Venus del Neolítico, tal y como hicieron los griegos con Deméter, los celtas con Belisana o los romanos con Ceres. O como el mismo Huynen escribe (El enigma de las Vírgenes Negras. Colección Otros Horizontes. Internet) en la mayoría de los antiguos relatos sagrados de la humanidad, todo en el universo nacía siempre del encuentro y la síntesis de un principio masculino y un principio femenino. “Este es el motivo -añade -por el que hemos notado, sin comprender siempre su profundo valor, que en todas las religiones en las que se venera a una Diosa-Tierra, siempre aparece indisolublemente asociado con ello un culto solar. Tanto entre los egipcios, como en el caso de los incas, los griegos o los celtas, no hay Diosa-Tierra sin Dios-Sol, su complemento indispensable”.
La primera mención al color moreno de estas vírgenes aparece en los iniciales versículos del Cantar de los Cantares, (versículo 5) de Salomón, donde se dice: “Soy morena, pero hermosa, hijas de Jerusalén”…[1] ¿Y por qué el color negro? De las hipótesis emitidas al respecto, dos son las que tienen mayores visos de verosimilitud. Una que indica que el negro es el color de la tierra que -como recogen Abades y Cabaco- “fecundada por el sol, es fuente de toda vida, equivalente a la maternidad de la Virgen según la religión cristiana, por obra del Espíritu Santo”. La otra que el negro era el color de las piedras a las que reemplazaron en el culto dichos iconos marianos, pues “la adoración a la piedra negra, activa aún en el mundo islámico, era en muchos casos para pedir fertilidad física y espiritual”. O como símbolo de fecundidad y de fertilidad, según Huynen. Otro ejemplo de culto a una piedra negra fue el batilo de Pessimonte, meteorito que se tuvo como centro del culto a Cibeles, la Magna Mater frigia, traído posteriormente a Roma.
También cuenta Huynen que en el templo de Diana en Éfeso -una de las siete maravillas del mundo antiguo- se veneraba una estatua negra de la Gran Diosa, hermana del Apolo solar, y -añade- “resulta sorprendente descubrir que es precisamente en Éfeso, donde la Virgen María vivió tras la muerte de Jesucristo y que hay una tradición que sitúa allí su Ascensión, denominándose en turco el lugar mismo en que ello ocurrió ‘karatchalti’, es decir, exactamente ‘la piedra negra’”. E igualmente añade que el color negro nunca fue dado a otra estatua que no fuera la Virgen, salvo a Santa Ana, la madre de la Virgen, “la madre de la madre”.
Y como en los casos de apariciones de otras Vírgenes no negras ya citados, los lugares donde éstas se manifiestan suelen asociarse a fuentes, ríos, pozos, a rocas… Lugares donde nuestros ancestros presuponían la existencia de fuerzas telúricas capaces de sanar el cuerpo o de propiciar conexiones espirituales con la divinidad; de ahí que esos espacios concretos se tuvieran como sagrados donde practicar no se sabe qué rituales, quién sabe si iniciáticos…[2] Tal vez por ello esa fijación localista y no otra, alejada casi siempre de las grandes rutas de peregrinaciones medievales como la de la Plata o el camino de Santiago, a pesar de que las apariciones de Vírgenes Negras se sitúen casi siempre en torno a estos derroteros de peregrinaje.
Y -salvo pequeñas variaciones- estas Vírgenes también son encontradas por pastores o animales en cuevas, huecos de árboles plantas espinosas… E igualmente se oponen a ser alejadas del lugar donde aparecieron, obligando a que sus devotos les erijan allí un santuario.
Por cierto: los gitanos rinden culto a Sara, su santa negra, porque en lengua romaní ella es Sara ‘la-Kali’; es decir, Sara la Negra[3].
Hecho este preámbulo, paso a tratar de las Vírgenes Negras veneradas en Extremadura.
Y comencemos con nuestra patrona, la morenita de Las Villuercas, la Virgen de Guadalupe, nombre éste que ha tenido numerosas interpretaciones: desde Lupe -del latín lupinus, altramuces- hasta dub -en vez de lup- oso, pasando por Guada -lup, río de los lobos-. Según Manuel Terrón Albarrán (El nombre de Guadalupe (I). Alminar, nº 38. Revista de Cultura de la Institución Pedro de Valencia y periódico HOY, Badajoz, octubre 1982, pp. 12-13) se trataría de un antropónimo referente a una persona cuyo apellido era Lubb. Esa persona sería Ibn Lubb -hijo de Lubb-, el lugarteniente del célebre cabecilla rebelde de Mérida, el muladí Ibn Marwan que peleó contra los omeyas y fundó la ciudad de Badajoz. Otros estudiosos dicen que Guadalupejo proviene de unir la palabra árabe wad -río- con la contracción latina lux speculum, espejo de luz. Y Jacques Lafaye, (Lafaye, Jacques. Quetzalcóatl y Guadalupe: La formación de una conciencia nacional en México. México, FCE, 2002, 1ª. Ed. 1977, p. 293) especialista en el tema de la Virgen de Guadalupe en México añade que “aunque el sufijo ‘lupe’ ha sido interpretado de origen latino, ‘lupum’, lobo, una investigación filológica más detallada (al, artículo árabe) nos da como ‘guad-al-upe’, que sería más bien como río oculto o corriente encajonada”.
La imagen es una talla románica sedente, tallada en madera de cedro, que según una antigua leyenda fue encontrada por un pastor de Cáceres, de nombre Gil Cordero, junto al río Guadalupejo, de quien tomaron nombre tanto la Virgen como la puebla que surgió en su entorno. La leyenda continúa diciendo que esta imagen negra, predilecta de San Lucas -escritor y artista- había estado en Roma junto al cuerpo del santo, hasta que el papa Gregorio Magno se la regaló a San Leandro de Sevilla. Y aquí estuvo hasta que en el año 714, ante el peligro que significaba la invasión musulmana, unos clérigos la sacaron de la ciudad a escondidas y la llevaron como pudieron lejos de Andalucía. Llegados a Las Villuercas, les pareció éste un lugar apropiado para ocultar la imagen, así que cavaron un hoyo y en él la enterraron con documentos que contaban su historia, una campanilla y el pedestal de piedra sobre el que la imagen presidiera la iglesia de Sevilla de donde San Leandro era arzobispo.
Relacionada con la misma fecha de la aparición de la Virgen de Guadalupe, tienen en Berzocana una tradición que relata el descubrimiento de los restos mortales de San Fulgencio y de Santa Florentina, hermanos de San Isidoro. Dicen que un agricultor enganchó con la reja de su arado el arca que los contenía. Los frailes del monasterio pretendieron apropiarse a la fuerza de los restos, ya que todo parecía indicar que habían sido trasladados a Las Villuercas por los mismos eclesiásticos que llevaron hasta allí la imagen de la Virgen. Mas cuando regresaban a la abadía con el arca, el día se oscureció milagrosamente y cuando al fin se despejaron las tinieblas, la urna apareció en la iglesia de Berzocana.
La Virgen de Argeme es la patrona de Coria e igualmente es una imagen negra. Cuenta la leyenda mariana que a finales del siglo xii -concretamente en 1124- o principios del siglo xiii, -año 1200- un morisco labraba las tierras de un cristiano situadas en el altozano donde hoy se levanta la ermita, frente al Alagón, cuando la yunta de bueyes que tiraba del arado se detuvo de repente. Intrigado, el hombre se inclinó para indagar el motivo de tan brusco estancamiento; así pudo comprobar que la reja había quedado enganchada en una losa -¿Acaso una losa funeraria de origen romano?-. Previendo que era un obstáculo fácil de superar animó a los animales a proseguir la tarea, estimulando a su predilecto, de nombre Geme -dato que ha hecho suponer a algunos estudiosos que no era una yunta sino un solo buey el que estaba uncido al timón-, diciéndole: “¡Ara, Geme; ara, Geme!”[4]. Sin embargo, los empellones de los animales resultaron infructuosos, de ahí que al campesino no le quedó otro remedio que proceder a retirar manualmente el obstáculo. Y, ¡oh sorpresa!: En el vacío que había dejado al descubierto la piedra apareció una pequeña talla que el buen hombre confundió con una muñeca. Feliz por lo que consideraba un bonito regalo para su hija, la guardó en el zurrón. Y al terminar su tarea se encaminó a lomos de su borrico hacia la ciudad, que se perfilaba en el horizonte, imaginando la alegría que se llevaría su pequeña con aquel regalo. Mas cuando llegó a casa, la muñeca había desaparecido, para aparecer al día siguiente en el mismo lugar donde la halló por primera vez. Y así un día y otro hasta que, temiendo ser objeto de una acción diabólica o de un encantamiento, hizo partícipe a su amo del suceso que, tras comprobar la veracidad de cuanto su criado refería, decidió comunicarlo a las autoridades eclesiásticas de la ciudad, que mandaron erigir una pequeña ermita donde colocar la imagen de la Virgen bajo la advocación de Ara Geme, título que la simplificación fonética convirtió en el actual de Argeme.
Nuestra Señora de Piedraescrita, patrona de Campanario, una imagen negra con marcadas características bizantinas datada por José Ramón Mélida en el siglo xiii y destruida en 1936, fue hallada junto a un ara funeraria romana con la inscripción[5]: L. VALERIO/ L. F. CAL SIL/VANO. VIC/ CT VALERI ANO VICT, que según la transcripción más aceptada desde la antigüedad. La piedra ha llegado hasta nuestros días incompleta y deteriorada. Atendiendo a criterios clásicos, una posible traducción sería: “A Lucio Valerio Silvano, hijo de Lucio, de Galeria, y a Víctor Valeriano, hijo de Víctor”.
Diversos estudios, transcriben CAL en vez de GAL, en cuyo caso la traducción podría ser: “A Lucio Valerio, hijo de Lucio, a Calisto Silvano vencedor y Valeriano vencedores”.
Otras versiones, señalan: “Lucio Valerio: Hijo de Lucio Calígula Silvano Victor. Valeriano Victor.” Y “A Lucio Valerio Lucio, Lucio Fabio Calixto, Sivano Victello Valerino, vencedores”.
Es igualmente negra Nuestra Señora de Monfragüe, talla bizantina que según la tradición fue traída de Jerusalén por los cruzados de la Orden de Monsfrag entre los siglos xii y xiii, supuestamente esculpida -como la de Guadalupe- por San Lucas. Es patrona de Malpartida de Plasencia, Riolobos, Serradilla y Torrejón el Rubio.
También era negra -de clara estirpe oriental- la patrona de Torrequemada, Nuestra Señora del Salor, destruida por los franceses de Napoleón en 1817. Según una vieja tradición local, la Virgen se apareció a un pastor allá por el siglo xiii, comunicándole el lugar junto al río Salor donde estaba oculta una imagen suya. Producido el hallazgo, su culto se extendió rápidamente por la comarca e incluso por Cáceres -de la que fue patrona durante muchos años-, a pesar de la distancia existente entre esta ciudad y el lugar de la aparición. La ermita de trata de una fundación templaria, cuyos caballeros, para evitar la excomunión lanzada contra ellos por Clemente V, se constituyeron el año 1315 en la Orden o Cofradía Nobiliaria de los Caballeros de Nuestra Señora del Salor, de la que formó parte lo más florido de la nobleza cacereña. Esta Orden, junto con la de la Banda, que fundó Alfonso XI de Castilla en 1332, acabó por disolverse, pasando la custodia de la ermita del Salor al pueblo de Torrequemada.
Relacionada con un medio acuático está Nuestra Señora de Finibus Terrae, de Almendral, pues en el pozo que hoy existe dentro de la ermita, fue hallada la imagen. El pozo estaba en un huerto perteneciente al convento de las Madres Agustinas. Su ermita es de origen templario, estilo mudéjar, del siglo xiii. La imagen es negra, aunque no de rasgos negroides, sedente, y presenta la peculiaridad que lleva al Niño en el pecho.
En este caso, la aparición no tiene lugar junto a un río o fuente, sino en un lugar más profundo, más cerca de las fuerzas telúricas que a través de un medio acuático emanaba desde el interior de la tierra.
Nuestra Señora de Perales es la patrona de Arroyo de San Serván. Esta imagen negra pudo ser venerada ya en tiempos de los Santos Padres Emeritenses, coincidiendo con el mayor esplendor de la Sede Metropolitana Emeritense. La pequeña talla es de principios del siglo xiii y se considera uno de los ejemplares más valiosos de la imaginería religiosa de la Archidiócesis de Badajoz. Procede en antiguo monasterio de Cubillana, ubicado a orillas del río Guadiana, que fue parroquia de uno de los centros poblacionales que se integraron en la parroquia de Arroyo. Sobre el enclave, rico en restos visigodos, corre la leyenda de que fue refugio de Don Rodrigo, tras su derrota en la batalla de Guadalete. Las primeras romerías se debieron al ofrecimiento que Arroyo hizo a la Virgen por una epidemia de cólera que asolaba la villa por el año 1872.
La patrona de Barcarrota es Nuestra Señora de Soterraño, deformación fonética de subterráneo. Bajo la iglesia parroquial, de estilo gótico, que en su origen fue una pequeña capilla, se conserva la cripta con una fuente que le da nombre. Según la tradición local, la Virgen -del siglo xiii- se apareció allí a un pastor mientras remendada o cosía una de sus albarcas, que se le había roto. De este hecho deriva el nombre de esta localidad, pues aunque comenzó a llamarse Villanueva de Albarcarrota, con el devenir de los años terminó por perder la primera sílaba del determinante y el particular de Villanueva para quedar en el nombre que actualmente tiene.
A las afueras de Belvís de Monroy existió una ermita dedicada a Nuestra Señora del Berrocal -nombre alusivo, pues, a rocas-, cuyo origen se remonta a tiempos pretéritos, cuando, según relata la leyenda, se desencadenó sobre la comarca una tormenta de pedrisco tan grande que asoló los campos y las cosechas de las localidades próximas. Y como tal desastre natural respetó las tierras de Belvís, los vecinos decidieron levantar una emita en el lugar en que había sido encontrada por unos pastores la imagen de una virgen negra, a la que atribuyeron el milagro. Sin embargo, estudios posteriores descubrieron que no es negra, sino pintada. Se trata de una imagen pequeña en piedra caliza o mármol y policromada. La Virgen está de pie, sosteniendo al Niño en el brazo izquierdo, como una Virgen bizantina. El Niño acaricia el mentón de María y presenta el libro de la Sabiduría en la mano izquierda. Mas, como escribe Francisco Javier Timón García (Belvís de Monroy. Señorío y Villa, p. 60)[6] “existe la duda de que sea ésta la imagen original. Y tras reciente estudio realizado por expertos, se llegó a la conclusión de que esta imagen era antigua, aunque la original no estuvo policromada”.
En relación con agua-pozo-roca se enmarca la aparición la Virgen de los Remedios, de Fregenal de la Sierra. Cuenta la leyenda que recoge José Mª Domínguez Moreno (La Virgen de los Remedios de Fregenal de la Sierra (Badajoz): Un arquetipo de leyenda mariana. Revista de Folklore, nº 149, pp. 147-150. Valladolid, 1993), “hecha pseudohistoria por algunos eruditos”, que en los primeros siglos de nuestra era una virgen había sido objeto de culto en unos parajes próximos al arroyo de la Parrilla, en lo que hoy es término de Fregenal y que con motivo de la invasión árabe ocultaron la imagen para evitar su profanación. El territorio fue reconquistado, pero ya entonces, con el transcurrir de los años, tanto el escondite como la imagen habían sido olvidados, hasta que un pastor que apacentaba su ganado junto al Cerro del Rodeo la encontró cuando intentaba mover una piedra para utilizarla como asiento. La piedra se hundió, apareciendo ante sus ojos un pozo repleto de agua y, flotando sobre ella, una pequeña talla de madera. La guardó en el zurrón creyéndola una muñeca y cuando ya en la choza quiso dársela a su hija, la supuesta muñeca había desaparecido. Al día siguiente volvió al mismo lugar y de nuevo encontró la imagen sobrenadando las aguas del pozo. E igualmente la imagen desapareció en el trayecto hasta su choza. Y así en dos ocasiones más. Sobrecogido por tan extraño suceso, el pastor narró al clero y a los regidores de la villa lo acontecido, autoridades que decidieron comprobar por sí mismas la veracidad de los hechos. Acompañaron al pastor y, en efecto, pudieron confirmar que era cierto cuando decía y que la tal muñeca no era otra que la Virgen, de ahí que decidieran construirle una ermita. Comenzaron las obras en un sitio que consideraban apropiado, mas los muros levantados durante el día se desmoronaban por la noche sin causa justificada. Buscaron otra ubicación, pero sucedió lo mismo. Y así hasta que comprendieron que la Virgen quería su santuario junto al pozo en el que se había manifestado. De esta manera volvió a ser venerada en el mismo sitio que ya lo fue con anterioridad a la venida de los musulmanes
A medida que avanza la Reconquista -añade Domínguez Moreno- aumenta el culto mariano en la Península. “A Fregenal llegará de la mano de los templarios, instalados en la villa en 1283. En esta época debió levantarse la primitiva ermita y esculpirse la primitiva imagen de la Virgen que, dicho sea de paso, sería hecha al gusto de los caballeros del Temple. Lógicamente debió tratarse de una virgen románica, tal vez una de esas vírgenes negras con las que Nuestra Señora de los Remedios guarda interesantes paralelismos”.
Y de nuevo afloran aquí las fuerzas telúricas de la tierra; fuerzas ocultas que emanan más rápidamente a través del pozo, que se adentra en las entrañas mismas de la Madre Tierra. Porque, para Domínguez Moreno, el hecho de que la ermita fuese erigida en ese lugar concreto del Cerro del Rodeo, a un tiro de piedra del arroyo de la Parrilla, debió de tener un importante significado.
Solo que la antigua talla fue sustituida por la que actualmente se venera. ¿Por qué? Tal vez -como señala Domínguez Moreno- no es asunto que importe demasiado, aunque citando a W. A. Chirstian, con quien coincide, podría afirmarse que a partir del siglo xii las imágenes de María se incorporaron como imágenes de culto en los lugares del campo que tenían una significación simbólica para la comunidad agrícola y pastoril -fuentes, cerros, grutas, bosques…-, de modo que el culto de las imágenes supuso una manera de extender la religión a los lugares de la campiña que eran considerados a través de las creencias precristianas como puntos críticos de contacto con las fuerzas de la naturaleza más allá del control del individuo o de la comunidad rural. “Es decir -puntualiza Domínguez Moreno-, que Ntra. Sra. de los Remedios se instala en un sitio que desde la antigüedad era ya objeto de algunas especie de culto, acaparando María todo lo que antes eran atributos de la deidad representativa de las fuerzas de la Naturaleza, de la Dea Mater”. Todo lo cual -insiste- nos lleva a suponer que la Virgen de los Remedios suplantó a una diosa celta de la Naturaleza, “lo que nada tiene de extraño si comprendemos la enorme importancia de aquel pueblo en lo que hoy son tierras de Fregenal de la Sierra, donde eruditos y arqueólogos ubican la antigua Nortóbriga”. (p. 148).
Nuestra Señora del Buen Varón es una imagen sedente, negra, fechada en el siglo xiii, que antaño estuvo recogida en una antigua capilla y hoy se venera en la iglesia parroquial de Hoyos, de donde es patrona. La imagen tiene en la espalda dos argollas para ser transportada en con una lanza, ya que se trata de una imagen de campaña. Fue encontrada en una cueva próxima al arroyo de Bombarón -de ahí el nombre de la imagen- por algún campesino, ya que debió de ser escondida en ese lugar por las tropas que la portaban cuando previeron que iban a ser derrotados por los árabes, evitando así que fuese profanada.
Según mi informante Félix Montero, Secretario del Ayuntamiento, la iglesia es uno de los casos más sorprendentes de la arquitectura religiosa medieval extremeña. La hipótesis más probable es que en un principio se construyese un pequeño templo de características tardorrománicas, que en los siglos xv y xvi se fue reformando y ampliando hasta concluir en el santuario tardogótico que hoy se erige en el centro de esta localidad sierragatina. Montero añade que ell nombre de esta iglesia no se sabe a ciencia cierta si es del Buen Barón -como título nobiliario- o del Buen Varón, como adjetivo indicativo de Jesús de Nazaret.
Rubiaco es una alquería hurdana dependiente de Nuñomoral, a la que igual que a otras de la comarca, suele bajar la imagen de Nuestra Señora de la Peña de Francia una vez al año para ser venerada por los habitantes de estos pagos con más fervor que a nuestra patrona de Guadalupe. El motivo de esta devoción en apariencia sorprendente -según me informa Eva Martín desde Azabal -es que, a pesar de que este santuario se ubica en la provincia de Salamanca, de la Comunidad Autónoma de Castilla y León, se halla más próximo a ellos que el de Las Villuercas.
La imagen de Peña de Francia fue encontrada por Simón Vela. Se trata de una efigie de color negro -de ahí que sea conocida también como La Moreneta-, característica que algunos estudiosos atribuyen a que el lugar fue un ámbito o santuario sagrado antes de la aparición del cristianismo, donde, como he indicado en otros lugares de este trabajo, no resulta extraño encontrar imágenes de ese color. Otra explicación -complementaria con la anterior - podría ser la influencia templaria, ya que en el Valle de Lera, cercano al hoy santuario dominico, dentro igualmente del ámbito de la Sierra de Francia, hubo un asentamiento templario, introductores y propaladores del culto a las vírgenes negras. Por lo antedicho, no sorprende que, como me comunicó Eva Martín, todas las imágenes negras de Las Hurdes sean réplicas de La Moreneta de Peña de Francia.
Félix Barroso (Nuñomoral. Un breviario del siglo xiii. Iglesias y ermitas de Las Hurdes, (I) .Alminar, nº 43, p. 5. Revista de Cultura de la Institución Pedro de Valencia y el Periódico HOY, marzo de 1983) cuenta que según le informó Gregorio Martín Domínguez, antiguo sacristán de la parroquia de Nuñomoral, al parecer la primera iglesia se levantó en el llamado ‘Barrio de Abajo’, muy cerca de donde apareció una lápida funeraria romana, aunque con onomástica celta. “Cabría la posibilidad, al igual que se hizo en innumerables lugares -matiza Barroso Gutiérrez-, de que sobre algún santuario pagano se edificara un templo cristiano, al objeto de borrar o purificar cualquier huella de las anteriores creencias”.
La Virgen de la Burguilla, patrona de Villar del Pedroso -del siglo xviii- es una imagen de vestir, copia de Nuestra Señora de Guadalupe. Actualmente es negra porque fue pintada de ese color. La original tenía una tonalidad rosada. No existe ninguna leyenda sobre su posible aparición a persona mayor o niño.
Según escribe Eloy Martos Núñez (Las leyendas de Vírgenes de las Nieves, p. 1. Biblioteca Universal Virtual) la Dama Blanca es un patrón que además de tener conexiones con historias de hadas, brujas, ánimas o fantasmas, ha sido venerada y se le ha rendido culto bajo forma de santas o incluso de la Virgen María, “de forma que en el folklore, la historia de la Dama Blanca se halla diseminada en multitud de cuentos, leyendas y mitos, desde ‘Blancanieves’ a ‘la Virgen de las Nieves’.
A esta Dama Blanca, que según Robert Graves -La Diosa Blanca. Gramática histórica del mito poético, p. 29. Alianza Editorial. Barcelona, 1994)- aparece en los relatos de fantasmas “con frecuencia con el nombre de la Dama Blanca y en las antiguas religiones desde las Islas Británicas hasta el Cáucaso, como la Diosa Blanca”, se la relaciona también con divinidades prerromanas, como Ategina, Ataecina o Ataegina -del celta ate gena, renacer-, diosa del renacer (primavera), la fertilidad, la naturaleza, la medicina y la Luna. Su animal sagrado era la cabra y su árbol el ciprés y se la invocaba tanto para rogar por la salud de un enfermo como para provocar desgracias en el enemigo. Igualmente fue venerada como divinidad infernal o de ultratumba tanto por los antiguos iberos como por los lusitanos y vetones, sincretizándose con la romana Proserpina o con genios de la Naturaleza.
Además de Ataecina, hay constancia de otras divinidades femeninas en la antigua Lusitania, como Bandagona -de potestad desconocida, diosa de los celtas lusitanos-, Navia -diosa de los ríos y el agua-, o Trebaruna, divinidad originariamente protectora del hogar que evolucionó hasta adquirir un carácter guerrero; divinidades que como dice Martos Núñez -p. 19- van a actuar de sustrato a la implantación de los cultos marianos. Y añade que a través del folklore ha habido una amplia conexión de este patrón con lo que podríamos llamar literatura esotérica, pues según R. Alarcón -que Núñez cita-, la personificación de las Vírgenes Blancas “se entroncaría con divinidades y lugares de culto celta y precéltico (en esos adoratorios dedicados a las xanas y lusinas, sería donde encontraríamos el culto a mártires, santas o vírgenes ‘blancas’)”.
Así, fueron divinidades blancas anteriores, Belili, diosa sumeria, predecesora de Ishtar, diosa de los árboles, de la Luna, del Amor, del Infierno, del sauce y de los pozos y manantiales; Io, diosa de la cebada, que tuvo un importante santuario en Argos, capital religiosa del Peloponeso; Atenea, la divina Virgen blanca entre los griegos que, ayuda y vigoriza con el néctar y la ambrosía de los dioses al héroe Aquiles; Diana, la divinidad itálica de indumentaria blanca y cabellos de oro blanco, asimilada a la reina de las hadas, espíritus generosos y benefactores, dueñas del manantial o del árbol santo, donde a orillas de la fuente natural y bajo el frondoso avellano, fresno, haya, nogal o… peinan sus cabellos con marfil, alegres y festivas; Maeve, la Reina de las Hadas del Aire según los celtas; Freya, la diosa madre de todas las tribus frisias del Norte, que era “tan blanca como la nieve al amanecer”;… Es decir, que la tradición de las Vírgenes Blancas viene de antiguo, encontrando eco su culto también en Extremadura.
Atalaya -del árabe at-talai, los centinelas- tiene como hito constructivo más relevante la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Camino, que embute su cabecera en un antiguo torreón cuadrangular originario del siglo xv. En su interior conserva una capilla dedicada a la Virgen de las Nieves, procedente de una ermita existente en las cercanías, desaparecida en el siglo xviii y un coro de estilo árabe que se conserva de la antigua iglesia desaparecida en 1963 a causa de un incendio provocado por la caída de un rayo, que destruyó casi la totalidad de la construcción. Según el párroco local, antes de este suceso el templo estaba cerrado por su mal estado y sólo Ignacio, el monaguillo, que aún vive, podía acceder a la torre para tocar las campanas. El día 5 de noviembre de 1963, mientras Ignacio cumplía con su cometido, llamando a los fieles para la misa matutina, sintió que el suelo cedía bajo sus pies; bajó a toda prisa de la torre y sólo tuvo tiempo de protegerse en la capilla de la Virgen antes que el edificio se viniera abajo, saliendo completamente ileso del incendio, ya que la única parte que se mantuvo en pie fue la capilla que le sirvió de refugio. El nuevo templo fue bendecido por el Obispo el 29 de octubre de 1967.
En cuanto a la existencia de alguna leyenda relacionada con la aparición de esta Virgen el párroco me informa que no conoce ninguna y que tampoco tiene noticia de cómo pudo llegar a esta localidad su culto. Este último extremo no presenta tanta dificultad si tenemos en cuenta que Atalaya perteneció originariamente a los Templarios -que sincretizaron en las Vírgenes Blancas otras deidades blancas celtas o incluso anteriores- antes de integrarse como aldea en la jurisdicción de Burguillos del Cerro, dentro del Obispado de Badajoz.
Olivenza, cuyo origen se remonta a mediados del siglo xiii, integrado en la labor repobladora de la Orden del Temple, que se instaló en el territorio tras la conquista de Badajoz por Alfonso IX de León en 1230, hasta que por el Tratado de Alcañices de 1297 la ciudad pasó a ser portuguesa, tiene también su Virgen de las Nieves, a pesar de ser una localidad que se sitúa en los llanos de su nombre.
Según la leyenda que recoge Martos Núñez -pp. 9-10- el protagonista de la historia es un muchacho de siete años llamado Joaquín. Una tarde del mes de febrero salió con sus padres a coger espárragos por la carretera de Alconchel. Ilusionado con la labor, el chico se fue alejando de sus progenitores, hasta perderse. Y la noche se avecinaba, acompañada de una niebla que cada vez se hacía más intensa. Desanimado y lloroso fue a sentarse en una pequeña roca, al lado de un cerro. De repente, Joaquín se percató de que el tiempo estaba cambiando. El viento cesaba y una luz cada vez más intenta apareció en el punto más alto del cerro. Luego la luz fue descendiendo hasta detenerse a pocos pasos de él. Y entre el resplandor de aquella luz cegadora, apareció una señora vestida de blanco, con un manto azul. “Soy tu madre del cielo” -le dijo la figura-, que añadió: “Ven”. Cuando llegó al lado de la Señora, ésta le cubrió con su manto azul y le abrazó cariñosamente. Y, de repente, empezaron a caer copos de nieve, espesos y abundantes. Luego cerró los ojos y se durmió. Y así lo encontraron, dormido con la cabeza apoyada entre los brazos, cuando al día siguiente sus padres salieron a buscarlo. “Vi una señora que me tapó con su manto y me dormí -explicó Joaquín -. No tuve frío, de verdad, no tuve frío”…
Pasarón de la Vera se ubica en la falda de la Sierra de Tormantos, en la parte más occidental de la Sierra de Gredos, a 596 metros de altura y fue poblada por los vetones antes de llegar los romanos. Esta localidad verata tiene como patrona a la Virgen Blanca, sinónimo de nívea… Según cuentan, se apareció a una dama madrileña a la que curó de una grave enfermedad. Unos dicen que en sueños y otros que en un olivar de su propiedad, alejado del pueblo. Movida a piedad por tal visión, decidió levantar a sus expensas una ermita, aunque no en el lugar de la aparición, porque allí no había agua, sino más cerca del pueblo. Mas, lo que se edificaba durante el día la Virgen lo transportaba al olivar de la aparición durante la noche. Y para salvar el problema de la falta de agua, la Señora hizo manar una fuente, que se secó una vez terminada la obra. Este suceso está recogido en canciones:
En la Corte de Madrid,
a la mujer de don Juan
se le apareció la Virgen
en su cerca y olivar.
Hay una fuente que mana
Debajo del camarín
que duró mientras la obra
y luego se segó al fin.
La ermita que aquí se hizo
la hacían en aquel cerro
y la Virgen le mudaba
lo que hacían los obreros.
Reina -la Regina romana -es un municipio badajocense de la Campiña Sur, situada en una hondonada en la confluencia de tres colinas, que tiene como patrona a Nuestra Señora de las Nieves. Cuenta una antigua leyenda (tomada de Biblioteca de Tradiciones Populares Españolas, tomo VI, 1884, de Antonio Machado, padre de los hermanos Machado. Leyendas. Internet), en la alcazaba vivía un rey moro. Y en la parte baja, es decir, en la aldea, una reina cristiana, que pidió permiso a aquél para hacerle una visita con sus doncellas. La cristina vistió a sus soldados de mujeres, como si fueran sus damas y todos subieron a la fortaleza, donde el rey les ofreció un gran convite. Luego las llevó a recorrer el baluarte. Cuando llegaron a un sitio de la muralla desde donde se divisaba el jardín de la reina, ésta dejó caer su pañuelo, y el rey, al intentar cogerlo, adelantó el cuerpo, momento que aprovechó ella para empujarlo pendiente abajo. Muerto el rey, la reina se apoderó del castillo y en agradecimiento por la ayuda recibida de la Virgen de las Nieves, a la que se había encomendado, le edificó allí mismo una ermita que hoy perdura.
Según Antonio Machado[7] (Biblioteca de Tradiciones Populares Españolas, tomo VI, 1884) esta leyenda la escuchó su madre en una huerta de Llerena, ciudad donde estuvo pasando unos meses con una hermana suya. El compilador de la historia (Leyendas. Internet), dice que no ha visto mención de ella en otro lugar ni la ha oído contar en aquella zona. Sin embargo, según Antonio Gálvez la leyenda ha persistido y es conocida actualmente. El motivo del culto a esta advocación mariana tal vez tuvo origen en los Templarios que, al parecer, ayudaron al monarca castellano Alfonso IX en la primera reconquista de la plaza, año de 1185; plaza que se perdió poco después hasta que Fernando III la reconquistó definitivamente en 1246, donándola a la Orden de Santiago.
Juan Antonio López Cordero -Las fiestas de la virgen de las Nieves en Pegalajar, Revista de Estudios sobre Sierra Mágina p. 4. Internet- cuenta que la Virgen de las Nieves de Reina “se apareció un día del mes de mayo de 1925 con motivo de una gran sequía; según cuentan bajó por la loma del monte y parece que oyó las súplicas de los reinenses, porque llegaron todos mojados a la iglesia”. Supongo que con ese “bajó” se refiere a una procesión, pues según don Antonio Gálvez, en efecto, en la fecha señalada se trajo la imagen al pueblo para implorar la lluvia. Y con “se apareció” a que lo hizo en forma de lluvia.
La Zarza, antes Zarza de Alange, asentada en la falda de la Sierra del Calvario, también tiene como patrona a la Virgen de las Nieves. Según cuentan en las proximidades del antiguo camino de Alange, había una capilla dedicada a los Santos Mártires, donde se veneraba a San Sebastián. Pues bien, un caluroso y ardiente día del mes de agosto una mujer intentaba sacar agua de un pozo próximo a la capilla, pero su cubo no se hundía porque chocaba contra algo que flotaba en ella. Como el pozo era poco profundo la mujer pudo distinguir que el objeto en cuestión era una imagen. Y comenzó a dar voces. A sus gritos acudió la vecindad y un muchacho se ofreció a bajar para sacarla. Acudió el cura, acudieron las autoridades y acudió el Cabildo. No cabía la menor duda: se trababa de una escultura religiosa que los cristianos debieron ocultar entre las piedras de aquel hoyo para protegerla de profanaciones o robos cuando la invasión musulmana, pero que el paso del tiempo y el trajinar en las aguas habían sacado a flote. Y comenzaron las especulaciones sobre el lugar donde debía ubicarse la imagen. Unos decían que en la iglesia parroquial y otros que en la ermita de los Mártires[8], por su proximidad al lugar de la aparición. Se optó por esta última, donde sería venerada bajo la advocación de Nuestra Señora de las Nieves. Y mientras la imagen era conducida en procesión a su nuevo destino, comenzó a nevar; a nevar en pleno agosto, algo insólito en una tierra tan calurosa como la extremeña…
También se venera a la Virgen con este nombre en lugares donde las nevadas suelen ser más frecuentes y perdurables. Así, la localidad verata de Losar celebra la fiesta de los cabreros el primer domingo de agosto, dedicada a Nuestra Señora de las Nieves, dentro del paraje denominado El Berezo. Es un lugar escarpado a catorce o quince kilómetros del lugar, en plena Sierra de Gredos, donde además de la misa, el ofertorio de distintos productos -que posteriormente son compartidos por los asistentes - y de una degustación de tasajos y quesos de cabra, destaca como nota pintoresca la jura de bandera de los que suben por primera vez al paraje donde un lienzo de azulejos que representa a la Virgen, sirve de retablo a una piedra esculpida que se utiliza como altar. Tal costumbre consiste en besar la piel de un animal, preferentemente de cabra. La fiesta se anima con los relatos del Cabrero Mayor Pedro Vigueta sobre los vecinos de Losar. Según me informa el actual párroco, la fiesta fue promovida por un sacerdote del lugar para llevar los oficios religiosos a los cabreros que vivían en la sierra, no constando ninguna leyenda de apariciones en relación con tal festejo.
Por su parte, me escribe Ricardo Sánchez, de la Biblioteca de Losar, la celebración de la Fiesta data del año 1969. La idea fue del párroco de Talaveruela de la Vera, D. Francisco Timón Timón, quien en colaboración con el cabrero Eugenio Torés Correas, pensaron en celebrar la Virgen de las Nieves en la Sierra de Losar, en el paraje de Majitalonso. Para ello realizaron un santuario con una copia de la Virgen de la Berrocosa, realizada en azulejos pintados.
Con el progresivo abandono de la actividad ganadera en la zona, la celebración empezó a decaer, por lo que en el año 2007, para facilitar el acceso de las personas y para que la fiesta no se perdiese, se trasladó al paraje de El Berezo, más próximo y accesible. Ahora ya no la organizan los cabreros, porque no hay, sino una cofradía que ha surgido este año. La Fiesta consistía y consiste en la celebración de una misa, ofertorio, competiciones y merienda de convivencia.
Por su parte, Guijo de Santa Bárbara -situado en las estribaciones de Sierra de Gredos, en la vertiente sur del Sistema Central- celebra su romería de la Virgen de las Nieves el 5 de agosto a una ermita-refugio que los guijeños construyeron para los montañeros en el paraje de Collado Alto, a una altitud de 1600 metros, por iniciativa del sacerdote don Ascensio Gorostidi.
Como conclusión final cabe preguntarse cómo se extendió el culto a la Virgen de las Nieves por Extremadura. Bien es cierto que tanto en Guijo como en Losar, nieva durante el invierno y que sus sierras se cubren durante largo tiempo de ese manto blanco… Pero ¿y en La Zarza o en Olivenza donde las nevadas son un acontecimiento extraordinario? Dos son las posibles explicaciones que se me ocurren. La primera, la influencia de los Templarios, que como dije que fusionaron en algunos de los territorios por ellos ocupados las Vírgenes Blancas con otras deidades albas celtas o incluso anteriores. La segunda, una leyenda romana que se ubica en la segunda mitad del siglo iv, bajo el pontificado del Papa Liberio[9]. Cuentan que vivía en la Ciudad Eterna un matrimonio muy devoto, perteneciente a la alta nobleza. Como eran ya ancianos y no tenían hijos concibieron de muto acuerdo dejar a la iluminación de la Virgen el destino que debían dar a su hacienda. La historia continúa diciendo que la Madre de Jesús se apareció en sueños y por separado a Juan Patricio -que así se llamaba en noble- y a su esposa para indicarles que su voluntad era que en su honor se construyese un templo en el lugar del monte Esquilino que apareciese cubierto de nieve. Esto ocurría la noche del 4 al 5 de agosto, en los días más calurosos del verano romano, por lo que decidieron contar al papa su visión que, curiosamente había tenido la misma revelación. Por ello, el Sumo Pontífice decidió organizar una procesión hacia el lugar indicado, maravillándose todos al ver el trozo del monte que la nieve cubría. Y se edificó un templo como la Virgen quería. Cierto es que Liberio mandó edificar una basílica llamada inicialmente Basílica Liberiana, que paso a denominarse de Santa María la Mayor un siglo después; es decir, una de las cuatro basílicas papales de Roma. Sin embargo, según Marcos Martínez de Vadillo -Nuestra Señora de las Nieves. Homilías. Internet- esta leyenda parece que no tiene ninguna garantía de veracidad, pues el cardenal Copalti asegurada a su colega De Rossi, que cuando los canónigos de esta basílica terminaban en coro las lecciones de la fiesta de Nuestra Señora de las Nieves y se disponían a entrar en la sacristía para dejar sus trajes corales, había uno bastante gracioso que solía decir que en toda la leyenda únicamente encontraba verdaderas estas palabras: “en Roma, a 5 de agosto, cuando los calores son más intensos”…
¿Será por eso que tanto en La Zarza, como en Losar y Guijo de Santa Bárbara la festividad de la Virgen de las Nieves se celebra el 5 de agosto, y que las leyendas de estas apariciones no pasen de ser meras invenciones eclesiásticas copiadas o entresacadas de la fabulación romana? Lo que sí parece cierto es que su culto y devoción se extendió con rapidez -como señala Martos Núñez, p. 45- “por los pueblos vecinos y no muy tarde por toda Extremadura y el vecino Reino de Portugal”.
[1] Otros autores escriben negra, en vez de morena.
[2] Por ejemplo, la catedral francesa de Chartres, dedicada a la Asunción de María, fue edificada en el lugar donde antes hubo un dolmen celta.
[3] Recuérdese que los gitanos proceden de la India, de donde hace más de mil años salieron sus ancestros. Y es en la India donde se veneraba a Kali -a la negra-, esposa de Siva. Así pues, a pesar del tiempo transcurrido, los gitanos siguen venerando a la diosa negra Kali en la figura de Sara.
[4] Otra versión dice que cuando la reja rozó la imagen el labrador oyó la palabra.
[5] Estos datos y la fotografía de la lápida me fueron enviados por D. Lorenzo Gallardo Rodríguez, tesorero de la Hermandad de Nuestra Sra. de Piedraescrita. (Campanario).
[6] Información que me ha sido facilitada por el Ayuntamiento de Belvís.
[7] Padre de los hermanos Machado.
[8] Por Real Cédula dictada en 1626 por Felipe IV, se dispuso cambiar el antiguo nombre de Ermita de los Mártires por el de Nuestra Señora de las Nieves.
[9] En la historia eclesiástica es el primer papa cuyo nombre no aparece en el santoral. Su pontificado transcurrió entre la persecución del emperador Constancio II, que pretendía imponer el arrianismo en Occidente, entre el corto mandato de Juliano, que restauró el paganismo como religión oficial del Impero y Valentiniano, monarca católico que devolvió nuevamente la tranquilidad a la Iglesia.