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(Torre de Juan Abad. Campo de Montiel)
En lo que yo he andao, todo tiene nombre y lo que no he andao, también”. Esta frase pertenece a Gerardo Velázquez, hombre-memoria fallecido en 2010, y nos recuerda que hubo un tiempo, no muy lejano, que hombres y mujeres sabían leer lo escrito por la geografía en nuestros paisajes. Cualquier accidente natural por sí mismo y en el cual existiera alguna excepcionalidad vegetal, todo suceso y acontecimiento que soliviantaba, por diminuto que este fuera, la rutina de la existencia humana, hecho considerado sobrenatural, tesoros ocultos en cuevas…, todo ello revelado por la naturaleza o escondido en el paisaje por la imaginación sería bautizado por el hombre. El nombre dado a esa singularidad sería transmitido y enseñado a los iniciados de generación en generación, luchando por conservar su primigenio nombre: cerros, barrancos, arroyos, cuevas, llanos, pizorros…, y si bien es cierto que cierta cantidad de topónimos han podido recogerse a tiempo, grabados en soporte magnético, desde el año 1982, otros han desaparecido completamente por el casi total abandono de faenas agrícolas y pastoriles.
En la actualidad el analfabetismo cultural de la geografía local y popular de nuestros pueblos alcanza niveles catastróficos, manteniéndose aquellos topónimos más cercanos a las poblaciones locales, siendo en la sierra la totalidad de ellos desconocidos, tanto su emplazamiento como el posible origen del topónimo, salvo contadas excepciones y fincas. Estas y sus temporadas de cacería han alargado la vida de numeroso topónimos.
Se entiende que nos estamos refiriendo exclusivamente a las poblaciones del Campo de Montiel, pues nos consta la existencia, los trabajos y los esfuerzos de un nutrido grupo de estudiosos, lingüistas, filólogos… empleados para descifrar la procedencia de muchos de nuestros traviesos topónimos. Y resulta superfluo resaltar algunos de los ya clásicos estudios sobre toponimia manchega, pues son conocidos por todos nosotros y se apartan del tratamiento que nosotros pretendemos dar al valor del topónimo en esta colaboración. En nuestro caso, es la recogida del topónimo, su descripción oral y todas las características conocidas por el informante.
Entre los cerca de ochocientos topónimos recogidos, quinientos largos corresponden en este caso a nuestro informante para esta colaboración. La lógica limitación de espacio hace que sean solo algunos topónimos los descritos aquí. La extensa zona estudiada y sus múltiples antropónimos, zoónimos, hidrónimos… se ha dividido en tres partes heterogéneas, donde la situación geográfica de los topónimos pueden pertenecer a diferentes municipios: Castellar de Santiago, Torre de Juan Abad, Villamanrique, Cózar…
La primera zona corresponde al sur de Torre de Juan Abad, llegando más allá de los límites de la “Loma de los Carriles”, cerca, muy cerca de la provincia de Jaén. La siguiente zona, desde la misma población, comprende toda la amplia franja que cubre el este y el sureste, “La Higueruela” “Las Agüillas”…, adentrándonos en Jaén. Y en último lugar está el espacio geográfico que corresponde al noreste de Torre de Juan Abad, en dirección a Torrenueva y Castellar de Santiago, si bien es cierto que también hay información de la parte norte, pero en nuestro caso y dada su escasa relevancia la obviamos.
El hombre-memoria, Gerardo Velázquez, durante muchos años fue pastor, mayormente serrano. Fue entrevistado en siete ocasiones y en diferentes años, y a pesar de su avanzada edad (en la primera entrevista ya rebasaba los setenta) poseía una memoria prodigiosa y mantenía en el recuerdo la situación espacial de los topónimos prodigiosamente. Hay que resaltar que ya en la primera entrevista el hombre-memoria hacía años que residía en Madrid.
Dando de mano, damos ahora a conocer una diminuta muestra de lo recogido y anotado, donde el mito popular, histórico, legendario, religioso, local, particular… permanece en el topónimo, amén de la información práctica que contiene.
Asimismo he de advertir que al ser etnotextos, para facilitar su lectura se han modificado mínimamente algunas reiteraciones, pausas…, manteniéndose la originalidad de las expresiones.
Guijarro, Morrón de: Esto está a este lao de la “Higueruela”, como si dijéramos un poco en la línea del cerro de la “Onrubia”, pero más hacia al sur. El llamase esto, “El Morrón de Guijarro”, según la gente dice o hemos oído decir, es que cuando vino la…, como antiguamente, efectivamente, to esto era realengo, hubo una orden gubernativa de que podían apropiarse para pagar tributos al Estao, que antes no se pagaban y, claro, este señor, que era de aquí, de la Torre, se ve que fue como… si dijéramos un perito agrícola o... no sé, y entonces le dijieron a este señor si no quería apropiarse de na, y él no quería ya entonces. Y a fuerza de insistile, pues dijo que se quedaba con aquello, el morrón, y de ahí parte el nombre de “Morrón de Guijarro”.
Lagartos, El convento de los: El “Convento de los Lagartos” está a la parte del “Cerro de los Conejos”, a la parte del norte. Está pasado la “Higueruela”, eso es de la finca de “La Higueruela”. Esta termina el “Cerro de Piedra Francas”, o sea, pasada “La Higueruela” hay un llano que le llaman “El llano de Zapatero”, luego viene el “Cerro de Piedras Francas”, a continuación viene otro collao que le llamamos el “Collao las Carboneras” y luego viene un llano ahí…, y donde termina el llano está el “Convento de los Lagartos”, “Convento de los Lagartos”. Ahí hay una especie de…, como si dijéramos una esta de piedras, unos riscos, y en las lanchas, pues claro, ahí hay lagartos a montones, ahí…, luego más adelante hay otro llano que le llaman el “Llano de la Señorita”, a la derecha está la “Loma de las Melguizas”.
Mesto, Cerro del: “El Mesto” está entre “Los Peñoncillos” y el cerro de la “Onrubia”, no sé si le dirán el “Collao del Mesto” porque había una mata de chaparro mesto. El chaparro mesto es una especie de carrasca igual, na más que cambia el color de la hoja…, o sea que ahí hay una mata de cahaparro qu’es mesto, que son diferentes, son chaparros, echan sus bellotas igual, pero cambia el color de la hoja. Uno es chaparrro común d’este que conocemos to el mundo porque abunda mucho en España, pero este mesto abunda muy poco, porque yo no conozco na más qu’este, esta mata, y en el “Cerro del Jarón”, en la parte de la solana hay una terraza también con un mesto y yo no conozco nada más ahí en ese sitio.
Montero, Collado de: Montero está entre el “Cerro de Escribano”, que ya lo hemos dicho antes y la “Sierra del Maestre”, que por ahí precisamente pasa también un cordón de ganados, que ese cordón de ganados es el mismo que pasa por el castillo…, por Santacrucico de los Cáñamos y Terriches y todo eso. Pues el cordón que pasa por ahí, que le llaman también “Camino Romano”... Este camino yo empiezo a cogerlo por la parte esta de Villanueva, que por ahí es donde pasa y se mete por la “Higueruela”, o sea, “Montizón”, y va a un sitio cerca del la “Sierra del Cambrón”, que le llaman “la Tabernilla”, y ahí se junta este cordón con este otro dicho antes que viene por la parte del “Pozo de la Serna”. Bueno, el “Camino Romano” le llaman ahí por la parte esa de Santacrucico de los Cáñamos…, además está señalizao, está como empedrao…, está empedrao el camino como la base esta que le ponen a la vía…
Muchacho, Vereda del: Ahí es que un muchacho de pastores, o sea, estaban en la sierra esta que le he dicho antes de “Las Agüillas” y to eso, y se ve que lo mandaron con caza, con unos conejos a vendelos a un cortijo que hay ahí orilla de “La Higueruela”, que le dicen “Los Alcores”, que está entre lo que es la “Casa de Pavón” y “La Higueruela”, y claro, pues… en el trayecto ese se ve que los lobos se lo comieron y a otro día pues se lo encontraron, solo los pies metidos en las albarqueras…, que lo lobos no habían podido comese.
Peces, Barranco de los: El “Barranco de los Peces” está..., el “Cerro de los Peces”, a la parte del poniente está el “Barranco de los Peces” y a la parte del saliente del “Cerro de los Peces” está el “Barranco de las Minas”, o sea, que el “Cerro de los Peces” está con dirección norte-mediodía y los dos barrancos que escurren a ambos lados del cerro con dirección al río sus aguas vierten al río Guadalén. En la parte de abajo es ande descubrieron una mina, que la mina esta entaponada, hicieron allí…, estuvieron un año trabajando; luego dejaron de trabajar y la entaponaron con piedras…, en fin, no sé si algún día la pondrán en explotación. En la parte de abajo del “Barranco de los Peces” hay una tabla del agua del río Guadalén que le llaman el “Charco el Portugués”. Más abajo continúa también y hay varias…, está la famosa “Huelga Villena”, es una huelga que corre por la parte del río muy espaciosa, muy famosa aquí en esta parte; luego hay otros nombres más abajo que van a dar a la “Piedra l’Águila”.
Tieso, Vereda del: Su nombre es porque se murió uno…, creo que era guarda en el cortijo de “Los Barranquillos”. Se puso muy enfermo…, y el hombre era de Infantes. Al haber un fuerte temporal, no lo pudieron llevar al hombre al pueblo. Al poco murió…, ya cuando lo pudieron llevar al pueblo el hombre ya estaba to tieso. La vereda esa está por tierra de “La Mata”. Pasó en 1888.
Torrenueva, Camino de: Que salía de aquí, no por donde va la carretera de Torrenueva. Entonces se metía ahí, por unos vallejos, por arriba del santuario de la Virgen de la Vega, el camino este, el que pasa ahí que s’abre por la puerta esta de ande está al otro lado del polideportivo. Está el puentecillo que sigue la carretera y otro camino que se aparta a la derecha, ese es el Camino de Torrenueva. Claro, pues tenía que metese ahí por un vallejo a coger la vega. Entonces subía la vega arriba, se pasaba por un sitio que le llaman “Las Puentes de la Vega de Santa María” y ya cogía la dirección y, claro, ese camino se ponía muy malo, y luego, para evitar esos sitios tan malos, pues se iban cuando empezaban a acarrear la mies, que venían los carros cargados con ese volumen que traían de mies. Entonces, en vez de irse por ahí, o sea, irse por ahí, porque irse s’iban de vacío. Venir descargao, pues entonces cogían por “La Borreguilla” un apartao, y entonces venía a dar al “Camino de Valdepeñas”, a un sitio que le dicen “La Laguna”, que es donde está el nacimiento de…, o sea, el agua esta que viene al pueblo.
Colmenas, Cerro de las: Está a la derecha de “La Lóbrega” y del “Cerrillo del Poleo”. Como antes había colmenas en tos los sitios, pues le pusieron el nombre. Es que aquí todos los cortijos de la parte de la sierra, en todos, había colmenares, pero colmenares grandes. Lo que pasa es que pasado el tiempo han ido desapareciendo. Los colmenares estaban en los cortijos y, claro, los guardas era el que cuidaba d’ellos, y luego, cuando llegaba la cata que se decía, era cuando entonces iba más gente…, la cata era probar, quitar la miel a las colmenas.
L’ Águila, Piedra: (Piedra del Águila) La famosa “Piedra l’Águila” está por “Roncoso”, en una pezonera que esta cortá totalmente vertical…, y está..., y el río [Guadalén] pasa por debajo… Allí se cayó un hombre y se mató cogiendo yesca, pasó de un risco a otro…, total, se cogió a una rama, s’esgajó la rama y entonces cayó al vacío.
Gómez, Baño: Está el “Baño Gómez”, que lo hizo un pastor de Infantes que estaba sirviendo aquí en la casa esta…, de ese hombre hay muchos recuerdos. Hizo un baño allí y le puso allí, en una lastra, “Baño de José María Gómez” en el 1888. En la fuente que había hizo allí un pozo. Iba mucha gente a bañarse allí, ¡claro! Llevaban un tenajón, un depósito, lo llenaban de agua y se bañaban allí. Las aguas eran como “Perete” o aun mejor. El baño ese está pasao “La Higueruela”, bastante más dentro, está en término de Villamanrique. El “Baño Gómez” es un simple pozarrón en la tierra, allí sin empedrar ni na, na más que hecho en la tierra, pero un agua que tiene una nata de hierro, y eso, un agua que se ve que es mineral…
MALOS PASOS, La Vereda de los: Cerca del la “Fuente de Julián”, a la par hay otra vereda que le llamamos de “Los Malos Pasos”… Es porque hay un estrecho allí, no es muy largo, porque en total tendrá cincuenta metros; pero es peligroso porque hay unos cantos ahí de punta, unas tocas…, y le llaman “La Vereda de los Malos Pasos”.
Carrizo, Barranco el: Del Carrizo, este está a la parte del “Jaralón”, pero a la parte del poniente. Este es adonde está la “Cueva de la Morceguila” esa. Cueva que anidan mucho los murciélagos, ya lleva el nombre de “Cueva de la Morceguila”. Y este es un barranco que sus aguas escurren al arroyo de “La Manta”. Este arroyo se junta con otro que viene de “Sabiote”, que es el “Arroyo de Sabiote”, pero ya coge el nombre de “Arroyo de la Manta”. Este arroyo lleva sus aguas al río Guadalén.
NOTA: El topónimo “Las Pozas del Tío Asoma” o “Los Pozos del Tío Asoma” tiene una antigüedad de 120 años aproximadamente. Nacido de una anécdota o una situación irrelevante, por lo “frecuente” y cotidiana… controlable con los recursos existentes, la transmisión oral a lo largo de cuatro generaciones lo ha convertido en un suceso dramático, lleno de trascendencia y relevancia.
“Las Pozas del Tío Asoma” puede ser uno de los ejemplos más recientes que se tengan sobre la evolución y posterior significación de los topónimos en nuestra comarca. Se debería hacer un estudio y un recuento sobre todos los narradores conocidos y sus versiones.
Este último topónimo se rige con las mismas reglas gramaticales que los anteriores, siendo el informante Tomás Jiménez González.
Asoma, Las Pozas del Tío:
“Mi bisabuelo, de nombre Diego, era labrador acomodado, como se decía entonces, de dos yuntas y media, y borricas, pero al igual que todos, tenía sus faltas, porque en aquellos días del siglo pasado (1) la agricultura era misérrima, muy apretá, aunque la tierra se trabajaba bien; era empresa de riñones y resuellos más que de ciencias. Entre las propiedades tenía mi bisabuelo, unas tierras, allá por el “Pozo Esteban”, por el lado de la “Colmenera”, también conocida por “Las Tres Casas” entre Castellar y la Torre, más a mano de Castellar que de la Torre.
Pues verás, un día cogieron las talegas, aviaron el hato, los apechusques y las mulas p’a ir de quintería, es decir para quince días, que por cierto, contaba mi bisabuelo que los quince días siempre eran chorreaos. Las quinterías, era por aquello que no daba tiempo a echar el jornal, como Dios y el amo querían, los roales estaban larguísmos, porque ir y regresar en un día, era parto perdío, a más, no remataban labores que eran muy finas… ¡ea!… si es que se perdía el jornal pasanteando por el camino, por eso no les quedaba otra que irse de quinterías.
Con los primeros galleos en los oscuros de la noche, se echó el hato para los gañanes y mi abuelo que iba con ellos: tocino, harina, aceite, patatas, cubanas, pienso para las mulas… en fin todo lo que se debía y podía llevar. En temporadas de escasez de pastos los acompañaban dos carros de paja para las mulas, pero por regla general, al trillar en el cortijo, casi siempre había paja.
Como sigo y prosigo, digo que se fueron de quintería, pero a los dos días de llegar, a eso de la media mañana, pegó el sol un candilazo…y se enreda a llover y llover y venga llover, con esa tenacidad, ese tesón y esa borriquería que se gastaban los temporales de antaño, parecían no acabar nunca. Entonces los temporales se pasaban, no quincenas, sino meses y meses lloviendo de una manera torrencial, continua y persistente, pero que en no cayendo mucha agua, eran muy buenos para los campos… pero aquella primavera, cuentan, fue desatiná con las lluvias.
Aquél enconao temporal fue de los cansinos, de los que atacaban la paciencia del santo Job y los jornales. La resulta de tantísma agua fue, que los gañanes, jornaleros y zagalerío estaban mano sobre mano. Porque si salían las mulas s’atascaban, no podían maniobrar, resollaban, pero no le perdían la cara a los juramentos del gañan,… pero los pobres animales echaban las higadillas en aquellos charcales… ná, trabajo, por decir algo, perdío. Y a ellos, las zarpas, s’atiraban a las abarcas y haber quien tenía uñas de dar tres pasos seguidos en aquel lodazal. Por kilos se agarraba el barro a los pies. Y en viendo que el jornal no avanzaba ni prosperaba… se decidió meter a las mulas en las cuadras y tenerlas a medio pienso. ¡Qué se le iba a hacer! Ya escampará, se decían. Sí, sí… ya escampará… y siguió lloviendo y lloviendo un día y otro día… y el hato estaba dando de mano: tocino, patatas, aceite… pá unas cuantas comidas mal contás quedaban… así que mi bisabuelo decidió regresar a la Torre con una mula pá reponer el hato.
Entonces se viene aquí, pues había menguado el diluvio, y en el cielo asomaba alguna lumbrera vista y no vista. En el pueblo avió y cargó el nuevo el hato, patatas, tocino, aceite… y el pienso para los animales que se lo habían comido todo sin haber sudado lo que era menester. Pero en el momento que se pone en marcha, ná más salir por las portás de la casa, se pone a llover con tal fuerza que daba miedo ver el agua que caía, con unos nublaos negros, negros… que a mi abuelo no le quedó otra, que esperar, impaciente, a que pasara el incordio de nube. Espero, espero, espero, y los días pasaban metidos en agua.
Y en el cortijo, las cosas se torcían, en particular para las mulas que andaban muy precisás, apenas quedaba paja y nadica de pienso y el hambre las hacía cocear de continua protesta. Los gañanes redujeron sus tres comidas a una, ¡a ver que se le iba a hacer! y estaban que echaban las muelas y recomios por que el amo tardeaba. Era tiempo de aguadillos y gachas.
Los mozos una y otra vez se llegaban a las portás del cortijo por ver si mi bisabuelo enseñaba el magín.
Pero que iba a llegar… el pueblo seguía metido en lluvias. Pasaron los días y en las claras de un mediodía dejó de llover, circunstancia que le sirvió a mi bisabuelo para salir y como tenía el hato y la mula preparaos, así que encaro a escape para el cortijo y que fuera lo que Dios tuviera a bien disponer.
La gañania, sin alimentos, estaba rumiando si volver al pueblo, pues, el asunto se estaba poniendo de mal vuelco. Seguían apareciendo por las portás del cortijo a mirar y remirar el horizonte. Se hacían mil razones y argumentos de la tardanza de mi bisabuelo: “Seguro que el amo no ha podido trasponer el royo de la “Cañá del Juncar” porque va muy subío y no puede pasar”, el otro decía: “Eso ha sido el royo del “Paso La Mata” que se ha salido y no hay uñas de cruzarlo”, el zagal: “ A lo mejor al amo se lo han comío los lobos, que andan ganuzos últimamente y sino mirad lo que paso con la lobá…” Pasaban las horas con estas ocurrencias… y seguía la lluvia que empezaba a mansear.
“Qué no viene ¡joder!... que no viene, y que no viene el jodio”...se llegaban hasta la vera de la “Cañá del Juncar” y anda a hacer conjeturas y a comerse el magín.
Una tarde los mozos ya muy revenios por la tardanza de mi bisabuelo, y la falta de hato, se llegaron a las portás del cortijo una vez más, por ver si venía de una santa o maldita vez: “P’aece que viene por allí una mula, a ver, a ver,…¡chachos! venid a ver, que yo con mi vista no atino bien, pero yo p’ami que viene por allí una mula, qu’es el amo…” efectivamente, conforme se iba acercando, pues, ya descubrieron que era él, que venía con la mula toa cargá de hato y empezaron a brincar más alegres que una bragas de a peseta. El terreno tenía, tiene, así como repechos que subían y bajaban por las lomas, y mi bisabuelo a la par del terreno se ocultaba y aparecía por las hondonadas “Y’asoma, y’asoma…, el jodio y’asoma…hombre ya está aquí, ya está aquí gracias a Dios, me caguen diez…a este hombre hay que ponerle el “tío asoma”….”
Desde aquel día a este paraje y a mi bisabuelo se les llamaron “Los pozos del tío Asoma” o “Las Pozas de Asoma” y el “tío Asoma. Allí también en aquel antiguo se formaban unos ojos de agua… que ya no se forman por las falta de lluvias de hace años. A aquellos charcos también le pusieron “Los Ojos del tío Asoma”.
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NOTAS
1 Sucedió antes de 1873.