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Revista de Folklore número

357



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Apariciones marianas en Extremadura (I)

RODRIGUEZ PLASENCIA, José Luis

Publicado en el año 2011 en la Revista de Folklore número 357 - sumario >



Desde que a lo largo de los siglos xi y xii la labor propaladora de templarios y cistercienses actuó de forma concluyente en la difusión y consolidación de la devoción pública a María con el culto por las Vírgenes Negras, y como entidad autónoma e independiente de Jesús, el fervor hacia la Señora fue aumentando progresivamente, hasta ocupar un lugar preponderante en la religión cristina y en la cultura de Occidente. En la difusión de su culto, durante los primeros siglos de la cristiandad, influyó también que se le asimilase el de la diosa madre egipcia Isis -diosa negra-, culto que, tras extenderse por toda la cuenca del Mediterráneo -con otras diosas madres como Cibeles-, pasó a Europa a través de Grecia y Roma, como personificación del principio de la maternidad. De ese modo María se mostró entre los pueblos germanos primeo y occidentales y nórdicos después, como paradigma de todas las diosas que, sin perder su estado virginal, eran madres divinas, engendradoras de vida. De la expansión de esa devoción se encargaron -como dije- templarios y cistercienses, a los que se unieron con vitalidad a mediados del siglo xii los Caballeros Hospitalarios de San Antonio o San Antón Abad, pues según una tradición piadosa este eremita egipcio veneraba en su cenobio la imagen de una Isis del período alejandrino como si de una imagen de la Virgen María se tratase.

El culto a las diosas madres -especialmente a las imágenes negras, prototipos de Isis- estaba, pues, muy extendida por Europa cuando el cristianismo comenzó a difundirse por las tierras del Viejo Continente. Por eso, cuando al amanecer del cristianismo y en la Edad Media los monjes católicos hablaban de María, Virgen y Madre, a los pueblos paganos, ya del Norte, de Grecia, de Roma o de Asia Menor, éstos ya conocían el culto de las Matres vinculadas a las estrellas, cuevas, manantiales, árboles, piedras o lugares, a los símbolos con que luego también se la revestiría. Ello explicaría, por ejemplo, que los celtas se cristianizasen de forma pacífica, al igual que la mayor parte de los príncipes paganos.

Igualmente, esto explicaría que muchas de las imágenes negras que habían sido escondidas en un principio por los campesinos y pastores paganos en los lugares más recónditos y salvajes de la naturaleza ante el temor a represalias por parte del naciente y cada vez más poderoso y pujante cristianismo -como sucedería más tarde a éstos ante la invasión musulmana de la Península- fuesen apareciendo ahora sin temor a represalias debido a esa identidad aparente entre la madre cristiana y la gentílica. De ahí que los lugares de su aparición y las leyendas a ellos adscritas -con ligeros matices o variantes- sean generalmente semejantes en el fondo y en la forma. Estas apariciones virginales, cuando se muestran de motu proprio suelen hacerlo para indicar el lugar donde se halla una imagen que la representa; aunque en otras ocasiones, una vez desaparecida la celestial visión, cuando los devotos, alertados por el pastor o niño objeto de la manifestación, retornan al lugar donde aquélla se produjo, sólo encuentran una imagen en piedra o madera de la Señora que tuvo a bien manifestarse.

Las imágenes marianas suelen ser encontradas por niños, por pastores -gente ingenua fáciles de sorprender- o incluso por animales -toros, que en las antiguas religiones mistéricas era un símbolo solar y fuente de virilidad por excelencia o bueyes preferentemente- en campo abierto, en cuevas, en huecos de árboles, en roquedales..., en lugares relacionados con el agua: fuentes, ríos, manantiales, pozos...; en zonas de corrientes telúricas con propiedades curativas… O en lugares donde antaño hubo cultos a Gaia, la Gran Madre o la Abuela Tierra, venerada ya desde el Neolítico en el Próximo Oriente, en Anatolia u otras zonas donde llegó la cultura del Egeo como diosa de la vida y de la muerte, o en lugares donde pudieron asentarse antiguos templos paleocristianos, como sospecha Manuel Vilches (2009:19) que pudo suceder con la ermita del Ara de Fuente del Arco, donde en tiempos remotos pudo haber un lugar de culto y peregrinación. Por su parte, Eloy Martos Núñez (2002:15) señala que el sustrato lusitano-romano de Extremadura ha hecho que muchas leyendas nos confirmen “la presencia de divinidades femeninas en la Lusitania, las cuales van a actuar de sustrato a la implantación de los cultos marianos” en esta Comunidad, como pudo suceder con Ataecina, diosa del renacer primaveral, de la fertilidad, de la naturaleza y la medicina, que los romanos identificaron con Proserpina.

Y como muestra de preferencia identificativa, para dar mayor fuerza y despertar mayor fervor religioso entre los fieles, la imagen siempre vuelve al lugar de la aparición si se trata de alejarla de donde la manifestación se produjo. Claro que si después de un primer proceso de aceptación por parte de quienes ocupan el lugar de la aparición, ésta no es aceptada como propia, lo más fácil es que sea suplida por otra, como al parecer sucedió en Villarta de los Montes, donde, según Acedo Díaz (2008:2526), los villarteños, sin saber por qué razón, “fueron abandonando la devoción a Santa Brígida a favor de la Virgen que consideraban antigua”, es decir la Virgen de la Antigua, que hoy es venerada en esa localidad badajocense.

Por otra parte no debemos olvidar -matiza Eloy Martos- “que las ‘leyendas marianas’ suelen cumplir una función ‘pragmática’ básica: ‘explicar el origen de un santuario y de una devoción’, por tanto, son en última instancia, leyendas ‘etiológicas’ ligadas a un lugar y a un culto, aunque, lógicamente, en la leyenda aparezca al revés, el santuario se funda como consecuencia del milagro, y no es éste el que se reelabora para explicar un culto, más o menos borroso en la memoria colectiva”.

En referencia a la aparición de las imágenes sagradas -blancas o negras- en los lugares más insospechados de nuestra geografía debe tenerse en cuenta que muchas de ellas -caso de las Vírgenes 41 Negras antes mencionadas- fueron escondidas allí por sus devotos para evitar que las profanasen los musulmanes que habían invado la Península tras la derrota de Don Rodrigo, pues la religión de Mahoma no rendía culto a las vírgenes, aunque sí reconociera y respetara la maternidad virginal de María. De ahí que, una vez libres estas tierras de sarracenos, las imágenes fuesen apareciendo unas veces de forma ocasional y otras de forma provocada por quienes a sabiendas del lugar donde permanecían ocultas, trataban de afianzar la fe de unos y atraerse la de otros. Así, como escribe Manuel Vilches (2009:2) la leyenda de la Virgen del Ara de Fuente del Arco se enmarca en el contexto de los últimos siglos de “la mal llamada Reconquista”, en la cual surgieron numerosas historias del mismo corte -a menudo promovidas por las propias órdenes militares- con el fin de atraer hacia la fe cristiana a la numerosa población morisca, que aún practicaba el Islam en los territorios recién conquistados por Castilla. Y añade: “En este sentido, y siendo susceptibles de ser interpretada desde un punto de vista sociológico -o incluso político-, nuestra leyenda podría entenderse como una MAS QUE POSIBLE INVENCIÓN DE LA ORDEN DE SANTIGO para atraer al cristianismo a los moriscos que aún quedasen por aquellos territorios”.

Volviendo a la forma en que la Iglesia aceptó estas apariciones marianas como verdaderas debe decirse que en los primeros tiempos del cristianismo, en la Edad Media y en los tiempos que preceden a nuestra modernidad, las apariciones fueron por lo general bien aceptadas y admitidas. Antes, bastaba un solo “descendimiento”, una sola presencia, un solo milagro o prodigio sobrenatural ante un pastor, un niño, un labrador, un monje o un rey para que la aparición fuese reconocida de inmediato por los teólogos y se procediera seguidamente a la erección de una ermita o santuario donde había tenido lugar la presencia. No era necesario ni siquiera que hubiese un mensaje divino, una manifestación de espiritualidad. Bastaba con que en algún lugar determinado hubiese una mayor frialdad espiritual o donde estuviese el espíritu cristiano en trance de ser eclipsado por otros géneros de exigencias que chocaran con él, para que allí, la aparición se mostraba de un modo más insistente, hasta ser reconocida y coronada. Tales son los casos de Fátima y Lourdes. En el primer caso, porque las corrientes revolucionarias europeas de la ilustración y la masonería que prendieron en Portugal, que llegó a proclamarse como el país más ateo del mundo, estuvieron a punto de hacer desaparecer la religión católica. En Lourdes fueron las ideas derivadas del enciclopedismo subsiguiente a la Revolución Francesa, con la entronización a la Diosa Razón las que pusieron en el mismo brete a la Iglesia francesa.

Hoy, la frecuencia de las apariciones no es ni más ni menos que la de antes. Pero en los tiempos que corren ese reconocimiento, esa aceptación por parte de la autoridad eclesiástica, es cada vez más difícil e incluso ya va siendo imposible. Tal sucede con la Gospa, nombre con que se conoce a la aparición de Medjugorje, en Bosnia-Herzegovina, de la que ya se cumplen treinta años, y que se ha convertido en el tercer lugar de peregrinación mariana en Europa, a pesar de que el cardenal Ratzinger, el actual Benedito XVI, siendo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, proclamase que “ninguna aparición es indispensable para la fe, la revelación terminó con Jesucristo”; o que el obispo de Mostar -diócesis a la que corresponde al pueblecito de las aparicionesdijese que los “mensajes de los videntes son predecibles y que no tienen su origen en la palabra de la Madre de Dios”. (Julián Méndez, 30 años con la Gospa. Hoy, 24,06.11).

Sea como fuere, lo cierto es que se calcula que actualmente sólo en España hay alrededor de veintidós mil advocaciones marianas distintas con sus correspondientes santuarios, capillas, ermitas, basílicas, catedrales… y más de cincuenta mil imágenes. Y de entre todas las que fueron objeto de apariciones, en Extremadura un total de ochenta y cinco localidades se vieron favorecidas por tales manifestaciones celestiales, diez de ellas de Vírgenes Negras y siete de Blancas o de las Nieves.

Por cierto: según una leyenda que ha trascendido desde antiguo, el verdadero rostro de la Virgen fue pintado y esculpido por San Lucas(1) antes de la asunción de María en cuerpo y alma a los Cielos. Y que no fue una, sino varias, las veces que el evangelista pintó o esculpió a la Madre de Jesús, una de las cuales sería la Virgen de Guadalupe, la morenita de Las Villuercas.

Una vez concluida esta introducción, momento es para que entremos en la relación crítica de las apariciones que a lo largo de los siglos han tenido lugar en la Comunidad extremeña. Y para ello nada mejor que comenzar con las manifestaciones celestiales a niños.

En un paisaje fragoso próximo al santuario de Chandavila, de La Codosera, tuvieron lugar las apariciones más recientes de las acaecidas en Extremadura, pues ocurrieron en el año de 1945; es decir, hace sesenta y seis años. Los protagonistas fueron una señora mayor Afra Brígido, ya difunta, y dos niñas: Agustina -que también ha muerto- y, Marcelina, que vive y es monja de la Congregación de Sor Ángela de la Cruz, la vidente a la que se le apareció la Virgen de los Dolores. Estas apariciones, que se consideraron milagrosas, despertaron mucha atención e interés en la época y no sólo en la zona, a pesar de que fueron consideradas como supuestas. De ahí que las autoridades eclesiásticas del momento no les prestasen la relevancia que tuvieron otras acaecidas siglos antes en Extremadura por la poca atención que hoy presta la Iglesia a este tipo de fenómenos, como está sucediendo, por ejemplo, con las apariciones de Medjugorje.

Cuenta una leyenda de Esparragosa de Lares -facilitada desde el Ayuntamiento de esta localidad badajocense- que tres hermanos -no a tres pastorcillos, como algunos dicen- subieron al monte a recoger escobones -escobeñas- para venderlos y ayudar con ello a la economía familiar. Empeoró el tiempo, se hizo de noche y los tres zagales se perdieron. Hallaron una cueva y se refugiaron en ella, donde se les apareció la Virgen, quien les dijo que volvieran al pueblo, que Ella los guiaría y que su madre, enferma, había sanado. Los niños obedecieron y, en efecto, cuando llegaron a casa la encontraron curada. Los niños contaron qué les había sucedido y algunos decidieron subir al monte, hallando, en efecto, la imagen en la cueva. Resolvieron bajarla al pueblo y depositarla en la parroquia, pero al día siguiente la imagen había desaparecido. Volvieron a la gruta y allí estaba. Por ello interpretaron que la Virgen quería que se le erigiera allí un santuario; y así se hizo.

Según los visitadores de la Orden de Alcántara, que inspeccionaron la ermita en 1634, en ella había dos imágenes: una de la Virgen de la Cueva y otra con la advocación de El Risco, ésta en paradero desconocido, según me comentan en Esparragosa.

La ermita de la Virgen de la Cueva -patrona de Esparragosa- está situada en la parte más elevada del pueblo y no se conoce la fecha de su construcción, aunque se supone que fue alrededor del siglo XIII, cuando la Orden de Alcántara reconquistó Esparragosa y Puebla de Alcocer. Debajo de la ermita está la Casa del Santero, edificada igualmente por los alcantarinos para controlar el edificio religioso.
La cueva de la aparición está hoy tapiada.

Galizuela es una localidad badajocense donde se venera la imagen de Nuestra Señora de Lares, mal conocida como de la Cueva o del Risco según información que me transmiten desde su Ayuntamiento. Sin embargo, puede que tales denominaciones no estén desencaminadas. Ya señalé que cuando los visitadores de la Orden de Alcántara inspeccionaron la ermita de la Virgen de la Cueva de Esparragosa había dos imágenes: una la mencionada de la Cueva y otra conocida como del Risco. ¿Por qué no pensar, a la vista de la coincidencia de nombres, que la actual Nuestra Señora de Lares no sea sino la Virgen del Risco, desaparecida de la ermita de Esparragosa? Y más aún: ¿Por qué llamarla de Lares? ¿No era, acaso, ahí, en la Sierra de Lares, donde aún está la ermita de la cual desapareció la mencionada del Risco?:

La ermita de Nuestra Señora de Lares se encuentra -al igual que la de la Cueva-, en lo alto de la sierra y a ella acuden los vecinos en romería el 25 de marzo. La capilla se ubica en tan escabroso lugar porque según la leyenda allí fue donde la Virgen se manifestó a tres niñas.

Los pastores aparecen en las manifestaciones marianas con harta frecuencia. Las manifestaciones celestiales se producen, en efecto, en el campo, en cuevas, ríos, arroyos, grutas, bosques, en lugares donde pudo haber culto a deidades anteriores... En una naturaleza, por lo general agreste, casi virgen, al fin y al cabo. Y si los pastores o campesinos -niños o adultos- son los videntes predilectos de esas manifestaciones o los medios de que se vale la casualidad para hallar las imágenes en los lugares más recónditos y extraños, es porque son ellos quienes más recorren, quienes más exploran los campos, las sierras, los ríos… Y los más ingenuos también a la hora de creer en visiones o consejas. Así, en Aldeacentenera, la Virgen de los Santos fue encontrada por un vaquerillo entre unos espinos que habían florecido milagrosamente; en Casas de Millán, la Virgen de Teba se apareció a una pastora; en Logrosán se festeja a la Virgen del Consuelo -con protagonismo de pastores- por ser uno de ellos el vidente a quien antaño se le apareció la Virgen en el lugar donde hoy está la ermita.

A pocos kilómetros del también pueblo cacereño de Eljas, y en plena sierra, fue construida en 1907 la ermita de la Divina Pastora. La imagen mariana está rodeada de ovejas y corderos y el conjunto figurativo rememora la aparición de la Virgen a un pastor que apacentaba su rebaño por aquellos andurriales serranos. Cuenta la leyenda que el rabadán quedó sorprendido cuando vio que algunos corderos del hato saltaban en círculo. Como la tarde caía y era ya hora de regresar al pueblo, llamó a los animales con sus silbos, a la vez que azuzaba a los perros para que rodeando a los indómitos animales los atrajese hacia donde él se encontraba. Pero los animales siguieron con sus saltos, ajenos a los silbidos y a los ladridos de los canes. Intrigado, el pastor se aproximó al lugar y quedó sorprendido al ver que los borregos traveseaban alrededor de una imagen, que luego resultó ser de la Virgen María.

La imagen que actualmente se venera en la ermita, bajo la advocación de la Divina Pastora, es una antigua talla barroca que se conservaba en la parroquia, y que era considerada por los eljanos como la que encontró el pastor allá en la sierra.

Otro pueblo cacereño de Sierra de Gata, Torre de Don Miguel, fue igualmente objeto de una aparición mariana similar: la Virgen de la Bienvenida, que se apareció a unos pastores en el lugar donde se levanta hoy la ermita, en las proximidades de la carretera comarcal que conduce a Cadalso. Como el sitio de la manifestación quedaba lejos de la localidad, los vecinos decidieron erigir una capilla conmemorativa en un paraje más próximo al pueblo, pero los muros que hoy se levantaban, aparecían derruidos al siguiente día. Tal anomalía, muy común en otras apariciones virginales, fue interpretada como que la Virgen no deseaba ser venerada en otro lugar que no fuese el de su aparición. La construcción primitiva de la ermita data del primer tercio del siglo xv.

En torno al culto a Nuestra Señora de Bienvenida hay unos ritos que no dejan de ser sospechosos de dendrolatría. Me refiero al hecho de que el primer domingo después de la Pascua de Resurrección, en esta localidad cacereña se danza alrededor de un fuego encendido con los capazos de los lagares de aceite el conocido como Baile del Capazo, celebración que -sorprendentemente- señala el fin de la recogida de la aceituna en el término; y que al día siguiente se celebre la romería de El Ramo, una procesión que encabeza la mayordoma con un ramo en forma de cruz, y durante la cual se van recitando o cantando las peticiones que ese año se hacen a la Virgen y rememorando los ya concedidos.

La localidad badajocense de Los Santo de Maimona guarda también la leyenda de otra aparición mariana, que ya en su primera manifestación a dos pastorcillos les manifestó el deseo de ser venerada allí mismo bajo la advocación de la Estrella. Uno de los niños, llamado Andrés, contó que mientras una tarde apacentaban el ganado en el lugar donde hoy se enclava la ermita, se vieron sorprendidos por un resplandor sobrenatural en forma de estrella, fulgor que surgía de un centenario álamo negro -conocido como el álamo gordo- que allí había. Y en el centro del resplandor, los niños creyeron ver una imagen sonriente que ellos no dudaron en identificar con la Virgen.

Otra versión señala que a la imagen se la encontró en una oquedad al pie del árbol, donde había sido ocultada por los cristianos para evitar que los musulmanes la profanasen.

Villarta, en la comarca badajocense de los Montes, también tiene su leyenda sobre la aparición de la Virgen de la Antigua. Cuentan que allá por el siglo xiv unos pastores de esta localidad confraternizaban con otros de la vecina Puebla de Don Rodrigo. Unos y otros se sorprendieron con la repentina aparición de una paloma blanca en una serreta cercana, más allá del puente romano. Uno de los pastores, decidió ir a buscarla, no tardando en encontrarla en el tronco de una encina(2), yerta de frío. La metió en su zurrón para llevársela a sus hijos, pero cuál sería su sorpresa al llegar a casa y ver que el animal había desaparecido. El suceso se repitió tres veces más y ya en la cuarta, lo que el pastor encontró en la encina fue una imagen de la Virgen, aunque otra versión relata que cuando fue a coger por cuarta vez a la paloma, se oyó una voz proveniente del cielo que decía: “Yo soy la Madre de Dios y quiero que en este lugar se me levante una ermita”. Y así se hizo, dejando en el altar el tronco de la encina en recuerdo de la milagrosa aparición.

Según Theófilo Acedo Díaz (2008:25-32), la paloma comunicó al pastor la construcción de la ermita “en un juego maravilloso”. Y añade que lo más probable es que alguien, labrador o pastor, encontrara esta imagen que sus adoradores habían escondido o enterrado por hastío o por temor a profanación. Ellos -como cité más atrás- veneraban otras imágenes, quizá la de Santa Brígida, pero sin duda los villarteños -sin que se sepa la razón- fueron abandonando la devoción de Santa Brígida a favor de otra Virgen que consideraban más antigua. “Empero -continúa Acedo Días- aún puede agregarse un dato curioso referido al título de ‘Antigua’ que honra a la advocación. De esta manera, […], cuando esta talla fue encontrada se la denominó con el calificativo de antigua huyendo de tildarla de “vieja”… Antigua resulta un término rotundo y distinguido”.

Igualmente, el Sr. Acedo señala que la aparición mariana provocó la rivalidad entre dos pueblos que se disputaron la territorialidad del lugar de la aparición: Puebla de Don Rodrigo, en la provincia de Ciudad Real, antes del reino de Toledo, y Villarta, hoy de Badajoz. “Estaba en dilucidar a cuál de estas poblaciones pertenecía la imagen, ya que, se dice que la persona que la encontró era natural de la Puebla”. Y por lo que se ve, la imagen se quedó en Villarta.

Un caso semejante al de Villarta tuvo lugar en Cerezo, municipio cacereño de la comarca de Hervás. Aquí es una pareja de palomas blancas la que atrae la atención de unos pastores. Observan éstos cómo cada mañana las aves se acercan sin cuidado al rebaño, pastan con ellos y, al anochecer, emprenden el vuelo, siempre en la misma dirección. Interesados ante una actuación tan reiterativa, los gañanes deciden seguirla para buscar su nido. Así descubren las ruinas de una antiguo edificio oculto entre la espesura. Más intrigados cada vez, se internan entre los escombros sin encontrar las palomas. Lo que hallan en su lugar es una pequeña imagen de la Virgen María con el Niño en brazos. Gozosos con el hallazgo, acuden al pueblo con el icono mariano, promoviendo un gran regocijo entre los cereceños, que aúnan sus esfuerzos para levantar las ruinas de lo que en su tiempo fue una ermita, donde veneraron la imagen bajo la advocación de Nuestra Señora del Teso. Según me informan desde el Ayuntamiento, la primitiva imagen se reverencia en la iglesia parroquial, a la vez que una copia de la misma se salvaguarda en un nuevo santuario erigido en un lugar más alejado del primitivo.

Eloy Martos Núñez (2002:15) escribe que la construcción de la ermita dedicada a la Virgen de la Soledad del Fuego, de Baterno, en La Siberia extremeña, se relaciona con la aparición de una paloma, sólo que ella es la que desbarata la obra que se está construyendo, en un sitio inadecuado, para indicar el verdadero lugar donde debe erigírsele la ermita: un suave y pequeño cabezo, a las afueras del poblado.

Además, y en relación con esta imagen, por la que en Baterno sienten gran devoción debido a los numerosos milagros que se le atribuyen, circulan dos leyendas que en mi opinión no dejan de ser meras invenciones piadosas, de incierta credibilidad. Según aparece en una página web de la localidad, la actual ermita se construyó en el siglo xviii y estaba dedicada en un principio a la Virgen de la Soledad. Añaden que historiar la devoción por la Virgen del Fuego supone trasladarse a la Italia del siglo xvii, en la provincia de La Leche, del entonces reino de Nápoles. Cuentan que en 1670 “se experimentó en aquella provincia y limítrofes un castigo del cielo, cayendo muchos rayos y centellas que en diversas ocasiones mataron personas, por cuya causa estaban en gran aflicción los moradores de aquellos pueblos siempre que veían el cielo turbado”. Para remediarlo, el Señor reveló a una persona piadosa el desagravio obligado para “librarse de sus iras”: bastaba con que ayunasen un día al año “por toda la vida”. Y fue Fray José de San Juan, religioso descalzo franciscano, quien al querer extender esta devoción por España eligió -¡sorprendente casualidad!- la ermita que en Baterno se construía para la Virgen de la Soledad. El posterior añadido de Virgen del Fuego está relacionado con un suceso ocurrido en Madrid el 20 de agosto de 1672. Ese día se produjo un incendio en cierta panadería de la Plaza Mayor, donde uno de los trabajadores quedó atrapado junto a una imagen de la Virgen de la Soledad, bajo cuya protección logró salvar la vida. En recuerdo de este suceso, el pueblo de Baterno dedicó el apelativo que hoy tiene. Aunque en el Ayuntamiento local no han sabido explicarme el porqué de este añadido, ni si el panadero que salvó su vida acogiéndose al cuadro de la Virgen tenía alguna relación con este pueblo badajocense. Aunque como se verá más adelante, este suceso guarda paralelismo con otro acaecido en la también badajocense localidad de Atalaya.

En la localidad badajocense de Alconchel cuentan que la Virgen de la Luz se apareció en la Sierra de Moncharte -Los Jarales- a un pastor que lavaba su plato en un arroyo. Cuando más enfrascado estaba en su tarea, oyó una voz que le decía: “¡Friega, Muñoz, friega!”, a la par que descubría una luz que salía de una cueva -dicen que prehistórica- que cerca había. Se acercó al lugar y allí encontró una muñeca que no dudó en guardar en su zurrón. Pero cuando llegó a casa, la muñeca había desaparecido. El suceso se repitió varias veces hasta que las autoridades eclesiásticas comprendieron que se trababa de la Virgen. Desde entonces el arroyo se conoce como de Friegamuñoz y en su proximidad se edificó un eremitorio o convento bajo la advocación de Nuestra Señora de la Luz, fundado en 1500 por Fray Juan de Guadalupe, donde según un Memorial de la Provincia de S. Gabriel, de la Orden de los frailes menores de observancia, escrito por fray Juan Bautista Moles, “se recogieron los primeros padres cuando hallaron derrotadas (destruidas) sus casas de Trujillo, Villanueva de la Serena y Salvaleón”. Y añade: “Hay memoria que aquí se halló una imagen de Nuestra Señora que ahora está en el altar mayor”. Dice “que hay memoria”, pero no asegura el hecho mismo de la aparición.

Igualmente se cree que la leyenda de esta aparición fue transmitida por los propios frailes para atraer peregrinos y, con ello, beneficiarios, a tan humilde lugar, pues como recoge el citado Memorial, para pedir limosnas tenían muchos pueblos, en especial Alconchel, ya que los señores de esta localidad le daban copiosos donativos y fueron defensores de los frailes. Así como los marqueses de Villanueva del Fresno y Cheles. A la par en los primeros años de la fundación de Moncharte se obraron muchos milagros por obra y gracia de la Virgen de la Luz, de la que también fue muy devota y benefactora Doña Mayor Manuel, esposa de don Diego de Mendoza, alcaide de Morón, de Portugal y tía de la marquesa de Villanueva desde que la Virgen liberó a su hijo de morir desangrado por una sanguijuela que se le agarró a la garganta mientras bebía abruzado en un arroyo. Acudieron ambos a la ermita y mientras oían misa, la sanguijuela se soltó, librando al joven de una segura muerte.

Relacionada igualmente con un medio acuático, arroyo-fuente-pozo-agua de vida está la aparición de Nuestra Señora de Belén, de Cabeza del Buey. El santuario en sus orígenes fue un convento templario, erigido en el siglo xiii, cuando estos territorios fueron reconquistados por Fernando III el Santo. En esta localidad badajocense de La Serena extremeña corre la leyenda de la que son protagonistas unos zagales que iban de careo con sus ovejas hacia un tranquilo lugar donde la frondosidad de las encinas y el frescor de unas fuentes suponían un inmejorable lugar donde sestear. Mientras las ovejas bebían, uno de los muchachos se inclinó hacia una de las fuentes con igual intención y se sorprendió al ver reflejada en el agua la imagen de una bella señora que le sonreía desde la copa de la encina que cubría toda la fuente. La visión se repitió en varias ocasiones, siendo observada también por sus compañeros en algunas ocasiones. La continuidad de estas visiones hizo sospechar a los zagales que la aparecida era la Virgen María, y así lo manifestaron en el pueblo, añadiendo que seguramente la Virgen pretendía que se le erigiese un santuario en el lugar; lugar que no tardó en convertirse en centro de peregrinación al difundirse la noticia de las apariciones y acudir devotos con rogativas y promesas y al producirse algunos acontecimientos poco comunes o milagrosos, los de Cabeza terminaron por edificar el santuario, ante los reiterados requerimientos de los videntes. Y como prueba irrefutable del milagro los capubovenses siguen mostrando las bellotas de esa encina, en cuya corteza se vislumbra una figura triangular que identifican con su Virgen de Belén.

En las manifestaciones de la Virgen de Belén, aparecen elementos nuevos -obviando el medio acuático donde tienen lugar- que merecen ser resaltados. El primero es el mismo nombre de María, como de Belén. Ahora bien, Belén -Belenos, Belenus o Belinus significaba brillante, resplandeciente y designaba a un dios de la Luz, el Sol y el Fuego, todas energías renovadoras- era el equivalente céltico del Apolo griego, es decir, una divinidad solar. Y como se dio el caso de que ciertas Vírgenes Negras fueron halladas en lugares anteriormente consagrados por los celtas a Belén -aunque la patrona de Cabeza es blanca-, no impide sospechar que donde hoy se alza la ermita hubiese un culto pagano anterior.

También parece guardar relación, aunque no en la forma sí en el fondo, el modo en que la Virgen de Belén se apareció al pastorcito de Cabeza. Me refiero a la historia que narra el Romance de la Infantina Encantada, que puede encuadrarse en las apariciones de imágenes blancas no cristianas. ¿Nos suena? Cuenta el romance que un caballero que iba a cazar se vio sorprendido por la noche, por lo que decidió echarse a dormir al amparo de un alto y frondoso roble que en el lugar había. De pronto, el tronco del roble se convirtió de oro y las ramas de fina plata. Sorprendido por aquel fulgor que encendía la campiña de vivos colores, levantó lo ojos hacia la copa del árbol, donde “vio cosa maravillosa”: una infantina que se peinaba con púas de oro. Era la hija de la reina de Hungría que la hadaron siete hadas por siete años. Y que a la mañana siguiente de aquella noche se cumpliría el plazo y quedaría libre del hechizo, por lo que rogó al caballeo que esperase el momento para llevarla con sus padres. Mas el dubitativo joven acudió a consultar con su madre y cuando al día siguiente volvió, ni halló roble ni halló niña, pues otros, duques, condes y señores acompañaban a la linda infanta en su camino de vuelta a Hungría, mientras el indeciso joven caía presa de la desesperación. Maleficio, tal vez, de la Dama Blanca por no haberle prestado auxilio.

Como Vírgenes de Belén también se veneran imágenes en el arrabal de Trujillo de igual nombre; en Cañamero -donde como patrona-, guardan una talla bajomedieval de la Virgen con el Niño. Igualmente en la Puebla de Sancho Pérez, en Puerto Hurraco; en San Martín de Trevejo -como Virgen Negra-… En Miajadas; la iglesia de Nuestra Señora de Belén, construcción barroca datada en el siglo xviii y concebida originariamente como ermita, se halla bajo igual advocación. Hasta el siglo xix la pequeña Iglesia de Belén era una antigua casa para el asilo de los más necesitados.

Además de a Nuestra Señora del Valle, en Zafra veneran a la Virgen de Belén, celebrando todos los años el Domingo de Quasimodo -el domingo siguiente a la Pascuauna de las fiestas más importantes de la localidad: la romería a esta Virgen; romería que se retrotrae algunos cientos de años atrás, concretamente en septiembre de 1624, cuando los vecinos de la localidad elevaron rogativas a Santa María para que no volvieran las lluvias torrenciales que asolaron la villa y destrozaron sus cosechas. El peregrinaje comienza el día anterior, haciendo el camino para trasladar la imagen.

Curiosamente, entre el importante número de puntos hoy reconocidos como lugares donde se erigieron castros o poblados prerromanos, es de obligada referencia la ermita de Belén, de Zafra(3), en cuyas proximidades se hallan restos de uno correspondiente a la Edad del Bronce, pues esta localidad badajocense se encuentra en una situación privilegiada al estar enclavada en el itinerario que unía Hispalis -Sevilla-, en la Bética con Augusta Emerita -Mérida-, en la Lusitania. Detalles que llevan a sospechar que la actual ermita fue sacralizada para ocultar algún lugar sagrado del período romano dedicado a Apolo, o a Bel o Belenos, su equivalente en la mitología celta.

En Hornachos, Nuestra Señora de los Remedios se apareció en forma de muñeca a un pastor en un pequeño regajo o arroyo. Cuando el pastor se la llevaba a su hija, desaparecía, aparecía y volvía a desaparecer... Hasta que comprendieron que era la Virgen, que quería que se le erigiese una ermita en el lugar de su manifestación. Por eso la puerta principal de la ermita mira hacia el regajo donde tuvo lugar la visión. Esta leyenda, como la de Alconchel y otras, seguramente fue transmitida por los santiaguistas entre estos pueblos para catequizar a los moriscos que habitaban la zona tras la Reconquista. Aunque hay estudiosos que atribuyen la transmisión de esta antigua leyenda a los franciscanos.

Entre los mayores de Ibahernando circula una leyenda relacionada igualmente con el agua. La imagen de la Virgen de la Jara la encontró un pastor, de ahí que se decidiera levantarle una ermita en el mismo lugar de la aparición. Pero al picar en el terreno para hacer los cimientos comenzó a salir tanta agua que decidieron continuar las obras en otro sitio, mas las obras que de día se hacían, aparecían por el suelo al día siguiente. Estudiada la situación, decidieron desecar primero el manantial y continuar allí con la edificación de la ermita.

En la Puebla del Prior volvemos a encontrarnos con una leyenda harto conocida sobre apariciones marianas. Un pastor guardaba su rebaño en la finca donde hoy se erige la ermita. Una mañana encontró una muñeca sobre una roca. La guardó en su bolsillo para llevársela a su hija, pero al llegar a su casa la muñeca no estaba y pensó que la había perdido. Al día siguiente, cuando pasó por el mismo lugar la muñeca estaba de nuevo sobre la roca, la cogió y la guardó en la manga de su camisa. La muñeca volvió a desaparecer y el pastor volvió a encontrarla al día siguiente sobre la misma roca. Entonces se dio cuenta de el suceso era extraño y lo contó en el pueblo. Sus vecinos comprendieron que la muñeca no era otra que la Virgen. Al conocerse el hecho en los pueblos próximos, sus habitantes querían llevársela, pero la imagen siempre miraba hacia la Puebla, indicando de este modo que era allí donde quería quedarse. Y le construyeron una ermita en el lugar donde había aparecido.

Según me informa José Espinosa Trasmonte (s/f: 4-6) sobre el origen del templo de Villafranca de los Barros existen dos versiones. Una atribuye la construcción primitiva directamente a los Caballeros de Santiago, por ser estos los que por aquellas fechas gobernaban este territorio. La otra, ocurrida por igual fecha, se atribuye a unas apariciones especiales de la Virgen a un vecino, que incluso le indica el lugar donde debía construírsele la ermita.

Volviendo a la primera versión Espinosa Trasmontes cree, como el erudito Padre Miguel Mota, S.J., que, reconquistado el territorio, los santiaguistas demostraban su agradecimiento a la Virgen construyendo capillas en algunos de los pueblos reconquistados y liberados de la dominación musulmana.

“Podemos asegurar -dice el Padre Mota- que la fecha de su construcción se remonta, por lo menos, a principios del siglo xiv”.

Respecto al segundo caso, existe una leyenda bastante extendida. “Se afirma con bastante convencimiento -escribe Trasmontes- que cuando regresaba del campo al atardecer un vecino del pueblo, al llegar al ‘cabezo’ -donde hoy está instalado el Templo- advirtió entre sus matorrales algo que causó su extrañeza. Dejando al animal que cabalgaba, se acercó al lugar para saciar su curiosidad. Entre dichos matorrales, encontró una figura policromada femenina, que sostenía entre sus brazos un niño.

“No salía de su asombro este buen señor ante semejante hallazgo, que por su parecido a una muñeca, pensó en llevársela a su casa y regalársela como juguete a su hija”. Y así fue. La cogió, la envolvió en una manta y continuó su camino. Y nada más llegar a su casa, fue a darle el regalo a su hija… Pero la muñeca había desaparecido.

El suceso volvió a repetirse al día siguiente y en días posteriores. Incluso se añade que el pobre hombre lloró desconsolado por lo que le venía ocurriendo. “Y fue en ese momento cuando la misma Virgen María se le apareció y le pidió que no perdiera su fe, que esto había sido para que creyera más y que debían levantarle una Capilla para que todos pudieran adorarla”.

Al enterarse las autoridades de lo que venía aconteciendo, y habida cuenta de que se trataba de una imagen religiosa, pensaron en un designio del Cielo y se propuso construir un Templo en el lugar mismo donde aparecía constantemente.

En fin: la leyenda sobre Nuestra Señora de la Coronada de Villafranca calca más o menos el modelo que los santiaguistas introdujeron en otras localidades bajo su dependencia. El motivo ya se sabe.

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BIBLIOGRAFÍA

Acedo Díaz, T. (2008) La Virgen de la Antigua en Villarta de los Montes,. Visión Libros, Madrid.

Martos Núñez, E. (2002). Las leyendas de Vírgenes de las Nieves. Biblioteca Universal Virtual

Vilches Morales, M. (2009). Leyendas Fuentelarqueñas. Edición propia. Sevilla.

Méndez, J. (2011). 30 años con la Gospa. Diario HOY, 24 de junio. Badajoz

Espinosa Trasmonte, J. (s/f) Santuario de Ntra. Sra. de la Coronada. Historia del tempo desde su creación (siglo XIV). Villafranca de los Barros.

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1 Lucas o Luca, entre los celtas, hacía referencia a lo que era específicamente sagrado para ellos.

2 Del significado e importancia de la encina en las apariciones marianas trataré en su momento.

3 Zafra fue conocida en época romana como Segeda, según algunos autores, o incluso como Restituta Iulia Imperial.



Apariciones marianas en Extremadura (I)

RODRIGUEZ PLASENCIA, José Luis

Publicado en el año 2011 en la Revista de Folklore número 357.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz