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Revista de Folklore número

039



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LA BAMBA DEL GASTOR

GARRIDO PALACIOS, Manuel

Publicado en el año 1984 en la Revista de Folklore número 39 - sumario >



Día de San Juan alegre,
cuaja la almendra y la nuez
También cuajan los amores
de los que se quieren bien.

La niña que está en la bamba
se le ha caído un volante,
no lo tiene que coger
que está su novio delante.

La bamba es un columpio para la mujer, colgado de acera a acera, atado a las rejas o a las argollas para animales, o de un balcón por cuyos pies pase un arco. Es el eje de un romanceo colectivo, disimulado, nada comprometedor, pero donde se pueden gastar coplas contra el horizonte a ver si tienen eco. Es una maraña de miradas que se cruzan, de sonrisas semiabiertas, de posturas, de tanteos:

Yo me tiraría, ría,
yo me tiraría al cerro,
y por ti, yo tiraría,
este sombrerito negro.

Esta copla no está bien
ni tampoco lleva tino,
esta copla se merece
que tenga mejor padrino.

La vecindad acude, es testigo. Pase lo que pase "esto es cosa de dos". De síntesis. Las viejas desdentadas empujan la bamba y gritan lo que ofrecen:

Arremóntala bien alta,
Tira bien de los cordeles,
que parece una paloma
la niña que está en la bamba.

Tirarle de los cordeles
que se remonte la niña,
que se levante la falda
que le quiero ver las ligas.

Antes se hacían las bambas en los molinos, en los pajares. O el pueblo se iba a la huerta y amarraba el columpio de un nogal o de una encina. O en la breña, o en la vereda. Y el motivo siempre el mismo:

Una bamba y otra bamba
y otra bamba ya son tres.
Caramba con tanta bamba
y el columpio por hacer.

San Antonio y San Francisco,
San Pedro y San Juan valerme,
aquel que dije primero
robada el alma me tiene.

Unir bien los lacitos,
meter bien las alpargates,
no vaya a haber un tropezón
y a esa niña me la mates.

El columpio es un rosal,
la que se sube una rosa,
la niña que se está meciendo,
vaya una cosa graciosa.

Mi madre cuando mocita
era la flor de la pena,
y yo como soy su hija
llevo la misma carrera.

El tiempo debe repartirse. Si se nota que el protagonismo de la que está en la bamba decae o ha sido satisfecho:

La niña que está en la bamba
yo le quisiera decir,
que se baje, que se baje,
que otra se quiere subir.

María, no eres María,
que eres toda la virtud.
Si en tu cuerpo entro enfermo
dame por Dios la salud.

Y no hay por qué obligar a la rima. El caso es expresarse. Soltar lo que uno o una lleve:

Día de San Juan alegre
día triste para mí
que un amante que tenia
cogió la puerta y se fue.

Que mi amiga está a los lados,
cuidado con los tirones,
esa que canta es mi amiga
que la conozco en la voz.

Ni exclusivo de una edad o de un estado:

A cantar vino el viudo
que no es viudo, a cantarle,
que es un amiguito mío
que lo quiero más que a nadie.

Yo me tiraría, ría,
yo me tiraría al campo,
y por mi se tiraría
el del sombrerito blanco.

Por esta calle me voy
por la otra doy la vuelta,
la mujer que a mi me quiera
que tenga la puerta abierta.

Esto es una reunión de cante en Andalucía, que surge de improviso, que cristaliza por una necesidad de expresión pura, de desahogar pequeños mítines profundos, sentimentales, que el individuo quiere decir públicamente, aunque parezca que está cantando; es un rito donde rompe el cerco de miedo y palpa la desconocido. El canto es desgarrador, no de pena, sino de esperanza. Emparenta la bamba con las nanas, las trilleras, las caleseras y las torrenteras o gañanas. Como una rabiza árabe -según el juicio de Roldán Piqueras-. Estribaciones perdidas de la gran cordillera del cante flamenco. y su raíz al propio tiempo:

Cogí flores de un almendro,
amapolas de un trigal.
Yo comparo tus colores
con la nieve soleá.

Antes se tardaban años en formalizar un noviazgo. Se aprovechaba e día de San Juan para ello, aunque hubiera habido encuentros previos:

Allá arribita, arribita,
hay un arroyo de oro,
donde lavan las mocitas
los pañuelos de los novios.

Allá arribita, arribita,
hay una fuente de plata,
donde lavan las mocitas
los pañuelos de corbata.

La llevó a Arroyomolinos
y allí la sanjuaneó
y al volver por el camino
el rucho se despistó.

También los ejemplos se nutren de desgraciadas historias:

Muchachas de Grazalema
de los guardias no fiarse,
Rodicio mató a su novia
por ir a sanjuanearse.

El día de San Juan alegre,
qué triste fue para mí,
una hija que tenía
me la ha matao un sivil.

El Gastor está al norte de Cádiz, lindando Málaga, a pocos metros del término de Ronda.

Desde el Alto del Angarín se ven veinte pueblos:

"se ve hasta el Guadalquivir
cuando pasa por Carmona".

Abunda la sierra, el tajo, la piedra dura. Me cuentan que aparte unas quinientas fanegas de pino lo demás está repartido en pequeños cercados donde uno tiene un olivo, otro tres higueras y el de más allá una viña. "Había un carpintero que tenía cuatro o cinco hijos y con su oficio no podía criarlos, y tenía una cuartilla de tierra con un olivo, una viña y una higuera. Como él no era labrador y el pan estaba muy caro, cambió la tierra a un señor de una tahona por veintiún kilos de pan, sin más trato, ni más papeles, ni más nada. Cada mañana mandaba a por el pan recién hecho, hasta que al término del tiempo previsto ya no le dieron más. Entonces se quedó sin pan y sin tierra".

Señó Antonio Quitajumo iba de cortijo en cortijo, de casa en casa, diciendo unas palabras, echando unas hierbas para que las cocinas de leña no se ahumaran y se pudiera cocinar en ellas. Roldán es un poco el alma que vaga por este pueblo, con acceso directo a los enclaves rurales más apartados, por su condición de veterinario y hombre bueno. Conserva en un cuarto infinidad de llaves antiguas, cacharros que sirvieron para esto o para lo otro, cencerros y cuanto se va encontrando por esos cortijos perdidos a los que él va a curar a los animales. Me habla de un nogal que hay en las cercanías que tiene cuatro siglos y en cuyo tronco caben diez personas. Me cita a José María el Tempranillo, que tuvo aquí casa y novia, Rosa, y cueva donde se reunía la partida, y, a renglón seguido, la fiesta del Corpus, "en la que van pastores con ovejas y perros amaestrados, y carneros guías que se arrodillan ante el altar". Me enseña un papel arrugado donde viene escrito un pequeño romance para cantar en las murgas. La fecha del pie lo sitúa en 1922 y él tuvo la curiosidad de ir anotándolo al paso de la comparsa:

"Si alguna caña cortáis,
fijarse con atención,
veréis cómo contiene
lo mismo que una nación.

Los canutos principales
que están junto a la raíz
somos los trabajadores
que mantienen al país.

Luego hay otros más finos
sobre éstos colocados,
son los que tienen destino,
los demás son diputados.

Todos mantienen la flor
de la caña con trabajo,
pero todos están sujetos
por los canutos de abajo".

Por la víspera de San Pedro salían por las calles y los campos de El Gastor, unas bandas con cencerros colgados a la espalda, con un jefe al frente que tocaba una cacerola. Eran pastores, campesinos, cabreros, porqueros, que pensaban con ello ahuyentar a los malos espíritus que rondaban las cosechas y los ganados. Hoy hablo con ellos por ver qué les queda de la antigua creencia: "los cencerros son pa las vacas, cuando están en un manchón, que no se metan en el sembrado, y si se meten, uno va y las saca. Un manchón es un tercio que se queda vacío y tiene mucha yerba pa los bichos, y durante el tiempo del verde se les ponen cencerros". Otro lleva dediles para cuando siega, y la manija, que lo resguarda de la hoz. "En los sembraos hay muchos espinos". Los boyeros llevan pequeños badajos de campanillos para cuando en el campo "se le cae a un cencerro una lengüeta, allí mismo se le arregla". "Es una ley esto del día de San Pedro, ni hay que pedir permiso a los amos. Se les quita el cencerro al ganao y a correr caminos desde las seis de la mañana. Los dueños se quedan ese día con el ganao, cuidándolo. Se hace huir el mal y se queda el bien". Alvaro lleva un cencerrito de medio kilo "pa espantá a los demonios" lo mismo que hacen en otros pueblos de la serranía de Ronda "para quitar el mal del campo, del ganao y de las casas". Antonio dice que es "fácil que se vayan con tanto ruido y que mientras está tocando uno los cencerros no piensa en otra cosa". Un detalle es cuando se cruzan dos bandas en una calle estrecha, que se adelantan los gañanes de las caracolas y entablan una pugna por ver quién "arresiste" más tocándola de un solo golpe de aire. El grupo que pierde ha de dejar paso al otro. "Y una cosa que usted no sabe -me dice Alvaro- es que cada rebaño tiene su sonido en el cencerro, de modo que si va por el campo y escucha. ..¡tate!, por ahí anda fulanito con el ganao". "Y no puede ser de otro -añade Antonio-, aunque esto ya se va perdiendo". El herrero de El Gastor recibía el encargo de tantos cencerros "pa mengano" y ya sabía qué sonido le correspondía.

Igual que en las aldeas de Murcia o en los cortijos cercanos a Coín, también en los patios de estos caseríos blancos, clavados en la sierra, hacían pequeños teatros con diálogos improvisados a los que llamaban comedias. Roldán recuerda un trozo de uno, que, como documento, entra a formar parte de este catálogo de viaje que vamos anotando al paso:

"Este año que viene
si Dios no media,
en el cortijo Cabañas
haremos comedias.

Trabajará Guerrero,
también Frasquito,
el hijo del casero
y Pedro el Chito.

El guarda no lo hará
porque está cojo.
Lo pondremos a la puerta
pa darle al ojo...".

Me topo con el sonido y con los tocaores de lo que llaman "gaita gastoreña" : un trozo de madera de unos diez centímetros, nogal o adelfa, cuadrado en su centro, con embocadura para introducir una lengüeta de carrizo -el hijo de la caña- y con un cuerno hueco como caja de resonancia. En el pueblo se habla de que tiene "melismas árabes y de que es parecido a la chirimía". Al fin y al cabo, la primera carretera que hicieron para llegar hasta aquí fue en 1924. El Gastor y Algodonales pertenecían al reino de Zahara y se supone en el seno de esta comunidad que no es instrumento extraño, sino propio, traído del pasado. El cuerno lo afilan con un cristal roto hasta conseguir el timbre que se desee. "Es el toque de un hombre solitario: un palo, carrizo y el cuerno de una res muerta, lo primero que uno se encuentra en el campo". "La adelfa que. se cría en los arroyos es buena. Si se le mete tútano, que tiene el corazón duro, el alambre al rojo con que se taladra sufre al entrar y hasta se parte. El palito se adorna a navaja". "Esto no lo hacemos para nadie, sino para nosotros". José, que las construye, no sabe "desde cuándo están aquí, yo creo que desde siempre, y la toca más de la mitad del personal, jóvenes y viejos". Salvador asegura que es "un toque individual, que, aunque es corto, no hay dos iguales en el pueblo". A mí me recuerda mi niñez, cuando pasaba el afilador por la puerta de la casa y las vecinas salían corriendo con el cuchillo o las tijeras.

La última nota, como en una elípse.. vuelve a la bamba, el motivo principal del paso por El Gastor. Voy hacia Ronda. En una letra ilegible de un papel de farmacia donde he comprado aspirinas, aún colnservo una copla.

Me la figuro dicha en una luz que quiere ser blanca porque en el techo de la tarde, manchas grises dejan de acaparar el espacio, reinando el Sol sobre todos los colores, con el campo vestido de todas sus hojas, con la viña verdeando y corta, recién despertada de un .largo sueño, con la tierra, abierta por dedos de hierro gigantescos, ahíta de agua, mostrando su fruto, con el clareo de los olivos sobre el verde viejo de sus copas. Y con el infinito pareciendo asomar por cada horizonte:

La flor de la adelfa
es la hermosura de los ríos,
y tú te llevas la palma
de toíto el caserío.



LA BAMBA DEL GASTOR

GARRIDO PALACIOS, Manuel

Publicado en el año 1984 en la Revista de Folklore número 39.

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