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Riofrío es un pueblo minúsculo y desmedrado, situado en la parte baja de la Sierra de la Quesera, a cinco kilómetros de Riaza. En otro tiempo, por lo que puede inferirse de un paseo por .sus calles, mantuvo una arquitectura con ciertos rasgos distintivos, representados sobre todo en los balconajes, que hoy constituyen una excepción frente a la barahúnda caótica de construcciones despersonalizadas. En este sentido cabe señalar la efectividad de ciertas normativas que controlan -como en el caso de Riaza- el mantenimiento y la evolución racional del medio arquitectónico.
Pero el motivo de nuestra visita a Riofrío no fue arquitectónico, sino para constatar la vigencia de una curiosa tecnología rural relacionada con la madera, como es el torno.
El término de Riofrío, salvo en unos pequeños pagos donde se cultiva la patata de simencera que tan buena fama ha alcanzado, se halla salpicado de bosques de roble. y conforme se va ganando altura hacia el puerto de la Quesera que divide las provincias de Segovia .y Guadalajara, el roble va cediendo paso al hayedo, que con su hoja menuda y sus tonalidades suavemente verdosas primero, y luego, en el otoño, intensamente rosáceas, representa una excepción en estas latitudes si tenemos en cuenta que con el de Montejo (Madrid) constituyen los bosques de hayedos más meridionales de Europa.
De cualquier modo, estos bosques nos sitúan en el medio que da cobijo a los vecinos de Riofrío. Así no es extraño que la tornería fuera en otro tiempo una actividad complementaria a la economía del pueblo, en la misma medida que lo pudieran ser en otras comunidades rurales las labores de carda, hilado y tejido.
Por nuestro informante, Emeterio Sanz García, de 70 años, pudimos saber que en Riofrío ha llegado a haber hasta 40 tornos, lo que equivale a admitir, dadas las dimensiones del pueblo, que había uno por cada casa.
DESCRIPCION DEL TORNO
El torno, normalmente, se colocaba en el portal de las casas o en la cuadra para aprovechar el calor .
La construcción del torno la lleva a cabo cada tornero, pues dada su tosquedad no requiere ni herramientas ni conocimientos especiales.
La madera empleada en su construcción por lo común es de roble. Infrecuentemente de haya ya que esta madera está controlada y se castiga severamente a quien tala ramas o árboles de esta especie; La madera de roble, además de ser más abundante -aunque menos apreciada que la de haya- ha estado con más facilidad al alcance de los vecinos por cuanto que el Ayuntamiento hace cortas para distribuir su madera. De todos modos en la época de más florecimiento, desde principios de siglo hasta los años cincuenta, era tanta la actividad y tan escasa la madera, que a veces los torneros se veían obligados a ir a buscar robles a la zona de Campisábalos (Guadalajara) o salir por la noche a hurtadillas para talarlos, eludiendo así el rigor de la justicia.
Lo que talaban para destinar al torno eran rebollos (robles pequeños) procedentes del entresaque.
Pero pasemos ya a la descripción del torno: se trata de una mesa de tosca factura, semejante a un banco de carpintero, es decir, de armazón sólida, aunque de escasa profundidad. Sobre las gruesas patas se apoyan transversalmente dos largueros dispuestos paralelamente. Y entre éstos, en forma vertical, se apoyan las cabezas. Estas cabezas son movibles y quedan sujetas con unas piezas de madera llamadas "garabatos". Entre estas dos cabezas se coloca la pieza a tornear sujetada en las extremidades por dos conos puntiagudos que la permiten girar. Uno de estos conos se regula por una manivela para ajustarlo adecuadamente al centro que viene indicado por el corazón del tronco que se ha de tornear. El otro cono va fijo.
Por encima del torno, sujeta del techo, se encuentra una ballesta de madera dúctil y flexible (álamo blanco} que se flexiona de arriba abajo pendulando, sin romperse. Por la ballesta se pasa una cuerda que la acciona y que viene a juntarse en el centro, por debajo de aquélla, en un carrete. A esta cuerda se la da la vuelta sobre la pieza que se quiere tornear, de modo que la ciñe sin inmovilizarla. El otro cabo de la cuerda va atado a un pedal en forma de escuadra que se apoya en el suelo por un extremo, quedando en el otro ligeramente levantado. Al pisar este pedal la ballesta cede y la cuerda acciona sobre el palo que se tornea, haciéndole girar. Cuando la ballesta vuelve a su posición inicial el pedal se eleva y el palo vuelve a girar nuevamente. De este modo, pisando pedal se produce un movimiento continuo en dos sentidos, es decir, hacia arriba y hacia ajo.
Este movimiento rotatorio es el que aprovecha el tornero, sirviéndose de las herramientas (gubias o formones de diferentes tamaños hechuras) para desbrozar la madera al contacto con el filo, al tiempo que se la da la forma adecuada a cada caso.
Este torno, cuyo diseño es simplísimo (véase apunte) nos pareció, por esa misma simplicidad, una muestra de agudeza humana.
No tenemos noticia de que exista en otros pueblos de aquella zona de la sierra, como asimismo ignoramos si está su uso -pensamos que no será exclusivo de aquí- extendido a otras regiones. Nuestro informante nos dijo, guiado por alguna tradición oral de fuerte arraigo, que en Riofrío se implantó su uso a raíz de la guerra de la Independencia, siendo el primero que lo puso en marcha un francés que se quedó en el pueblo después de aquella guerra, generalizándose desde entonces su uso entre todos los vecinos
Como hemos dicho, la madera comúnmente más empleada es la de roble. Se corta entre el mes de noviembre y el de febrero. Una vez cortados los troncos se llevan a algún lugar, preferiblemente oscuro, al resguardo, en cualquier caso, del aire y del sol, para evitar que se abran. Y antes de trabajarlos se echan a remojo en alguna pila cuatro o cinco días para que se reblandezca la madera.
TIPOS DE PIEZAS
Las piezas que normalmente salen de estos tornos son astiles de picos, azadones, rastrillas y martillos, excluyéndose las de hacha, que son ovaladas. También se han realizado sillas torneadas, especialmente la catalana, tan extendida en nuestro país, con las partes (barras, pies, copetes, balostres y balostrillos) torneadas en madera de haya y el asiento trenzado en fibra de enea. En menor grado se han realizado también balaustradas para balconajes, palos para danzar, chitos, etc.
La comercialización de estos trabajos se hacía a veces por intercambios de especie. Así nos recordaba el señor Emeterio que un vinatero del pueblo que iba a comprar su mercancía a La Mancha, llevaba el carro cargado de elementos de sillas catalanas sin montar, así como astiles de picos y azadones para trocarlos por vino. Imaginamos que también los mercados comarcales serían buen lugar para deshacerse de estas piezas, cuya rentabilidad económica, a juzgar por las impresiones de nuestro informante, no era muy grande:
-Si no se ganaba ni para el petróleo del candil; lo que tiene es que por no estar mirando...
En la actualidad sólo dos tornos están en pie, más como un residuo del pasado al que se aferran sus propietarios que por la demanda de un trabajo continuado que justifique su existencia.
Pero, por supuesto, que pensamos que su existencia está sobradamente justificada. Pues estos dos tornos, como muestra de un quehacer artesano, son ya piezas de un valor incalculable en el campo de la tecnología rural.
Dibujos: Vicente Marcos Pascual.