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INTRODUCCIÓN
En la memoria de las gentes del pueblo de Casomera – Aller (Asturias) ha pervivido, hasta casi finales del siglo pasado, una de las manifestaciones folklóricas musicales más genuinas del sentir popular asturiano como es la de la costumbre de danzar. Se conocen danzas de hombres y danzas de mujeres, los romances que las acompañaban y las melodías que se entonaban.
JOVELLANOS, LA REFERENCIA MÁS ANTIGUA
Para situar el contexto de la danza recurriremos a la célebre carta octava de Jovellanos a D. Antonio Ponz (1) sobre las romerías de Asturias donde se realiza una descripción pormenorizada de la misma:
«Aunque las danzas de los hombres se parecen en la forma a las de las mujeres, hay entre unas y otras ciertas diferencias bien dignas de notarse. Seméjanse en unirse todos los danzantes en rueda, asidos de las manos, y girar en rededor con un movimiento lento y compasado, al son del canto, sin perder ni interrumpir jamás el sitio ni la forma. Son una especie de coreas a la manera de las danzas de los antiguos pueblos, que prueban tener su origen en los tiempos más remotos y anteriores a la invención de la gimnástica. Para cada sexo tiene su poesía, su canto y sus movimientos peculiares, de que es preciso dar alguna razón.
Los hombres danzan al son de un romance de ocho sílabas, cantado por alguno de los mozos que más se señalan en la comarca por su clara voz y por su buena memoria; y a cada copla o cuarteto del romance responde todo el coro con una especie de estrambote, que consta de dos solos versos o media copla. Los romances suelen ser de guapos y valentones, pero los estrambotes contienen siempre alguna deprecación a la Virgen, a Santiago, San Pedro u otro santo famoso, cuyo nombre sea asonante con la media rima general del romance.
Esto me ha hecho presumir que tales danzas vienen desde el tiempo de la gentilidad, y que en ellas se cantarían entonces las alabanzas de los héroes, interrumpidas y alternadas con himnos a los dioses.
Lo cierto es que su origen es muy remoto; que el depravado gusto de las jácaras es muy moderno, y que la mezcla de ellas con las súplicas a los santos es tan monstruosa, que no pudieron nacer en un mismo tiempo, ni derivarse de una misma causa».
Distingue Jovellanos las danzas de hombres y mujeres (2), atribuyendo diferentes intenciones sobre ambas:
«Pero las danzas de las asturianas ofrecen un objeto, si no más raro y menos fiero que las que acabamos de describir. Su poesía se reduce a un solo cuarteto o copla de ocho sílabas, alternando con un largo estrambote, o sea estribillo, en el mismo género de versos, que se repite a ciertas y determinadas pausas. Del primer verso de este estrambote que empieza: Hay un galán de esta villa... vino el nombre con que se distinguen estas danzas.
El objeto de esta poesía es ordinariamente del amor, o cosa que diga relación a él. Tal vez se mezclan algunas sátiras o invectivas, pero casi siempre alusivas a la misma pasión, pues ya se zahiere la inconstancia de algún galán, ya la presunción de alguna doncella, ya el lujo de unos, ya la nimia confianza de otros, y cosas semejantes».
En cuanto a la forma de interpretar y de ejecutar, continúa su descripción:
«Los estribillos con que se alternan estas coplas, son una especie de retahíla que nunca he podido entender; pero siempre tienen sus alusiones a los amores y galanteos, o a los placeres y ocupaciones de la vida rústica. Los tonos son siempre tiernos y patéticos, y compuestos sobre la tercera menor.
Llevan la voz de ordinario tres o cuatro mozas de las de más gallarda voz y figura, colocadas a la frente del corro, y las otras van repitiendo ya la mitad de la copla, ya el estribillo, a cuyo compás giran todas sin interrupción sobre un mismo círculo, pero con lentos, uniformes y bien acordados pasos. Entretanto, resuena en torno una dulce armonía que, penetrando por aquellos opacos y silenciosos bosques, no puede oírse sin emoción ni entusiasmo. No constan estas danzas, como nuestros modernos bailes, de fuertes y afectadas contorsiones, propias para expresar unas pasiones violentas y artificiosas, sino de movimientos lentos y ordenados, que indican las tranquilas afecciones de un corazón inocente y sensible».
Respecto al uso de llevar palos por parte de los hombres para asistir a la danza era habitual:
«Como quiera que sea, estas danzas varoniles suelen rematar muchas veces en palos, única arma de que usa nuestro pueblo; y como nunca la sueltan, vería usted a todos los danzantes con su garrote al hombro, que sostienen con los dos dedos de la mano izquierda libres los otros para enlazarse en rueda y seguir danzando en ella con gran mesura y seriedad».
LAS DANZAS DE LAS MUJERES
D. Ramón Menéndez Pidal (3) escribía: “ El año 1910 comprobé en un concejo asturiano más incomunicado que esos otros (Mieres, Llanes), el de Aller, un mayor uso de la misma danza prima, que se bailaba muchos domingos cantando romances dieciochescos: las mujeres cantaban Rosaura la del Guante y los hombres Doña Juan de Acebedo; cantaban alternativamente, y ellas en tonada más rápida y viva, ellos en aire más lento. Esta diferencia de aire musical entre el canto de uno y del otro sexo la oí afirmar respecto a diversos puntos de la provincia”.
El romance de Rosaura la del Guante aparece con el no 1283 y 1284 (1a y 2a parte) en el romancero de A. Durán (4) en la sección de Romances vulgares novelescos procedente de los llamados pliegos sueltos o de cordel (5) del s. XIX.
Así comienzan sus primeros versos:
A olvidar vanas memorias
á divertir pensamientos,
á dar principio á mis ansias,
(esta es la verdad, y lo cierto.)
Sali pues una mañana,
quando de Abril, de flores lleno,
consuela con sus fragancias
los valles, montes, y cerros:
Alegre me divertia
en la maleza, y saliendo
dandole vista á unos montes,
donde pasa un arroyuelo,
que en derretidos cristales,
sirve á una selva de espejo,
y mirando á sus corrientes,
en una sombra me siento;
y al cabo de breve rato,
que estava sentado, veo;
que baxava por el agua
un guante, á quien yo de presto
lo saqué de la corriente:
y sacudiendole , veo
que estaba todo brodado
de hebras de oro fino, y terso,
y unas letras, que decia;
Soy hija de Venus.
Confuso quedé al mirarlo,
y discurriendo que el dueño
mas arriba quedaria
y que era muger es cierto,
sigo la fresca corriente,
donde á pocos pasos veo,
que entretenida una Dama,
estaba con un Pañuelo,
mojando en la corriente...
Es posible que dicho romance se cantara intercalando la conocida invocación de:
¡Válgame Nuestra Señora,
válgame Nuestra Señora,
válgame El Señor San Pedro!
Más tarde Torner (6), en el otoño de 1914, recoge otra danza para las mujeres, la no 54 de su cancionero:
“Danza, transcrita en Casomera, ayuntamiento de Aller. (V. la nota 2). Toman parte en esta danza solamente mujeres, y todas las coplas que entonan después de hecha la invocación religiosa que aparece al pie de la melodía, encierran un pensamiento zahiriendo a los hombres. Aunque la frase melódica consta de tres miembros, de los cuales el 2o es repetición del 1o, se le ajustan cuartetas octosilábicas con la siguiente distribución:
1 Yo entregué mi corazón,
2 yo entregué mi corazón,
3 a quien no lo merecía,
¡Válgame Nuestra Señora,
válgame Nuestra Señora,
válgame el Señor San Pedro!
1 A quien no lo merecía:
2 malhaya quien tiene amores
3 y quien de los hombres fía”.
Respecto a la nota 2, Torner precisa la forma de ejecutarla:
“Para efectuar la danza se forma un círculo, bien cogiéndose los danzadores por las manos o trabándose solamente por el dedo meñique. Una vez cerrado el círculo y comenzado el canto, se echan los brazos hacia adelante en la segunda parte del compás, volviéndolos a su posición natural al comenzar el compás siguiente, al mismo tiempo que el pie derecho avanza un paso, conservando el izquierdo en la posición que tenía, pero levemente levantado del suelo. En esta forma, se vuelven a levantar los brazos y el pie izquierdo se afianza en el suelo a la vez que con el derecho se da un paso hacia atrás, y así sucesivamente. Al mismo tiempo que estos movimientos, se efectúa otro de traslación hacia la derecha, haciendo girar el círculo lentamente”.
Posteriormente Lorenzo Rodríguez Castellano (7), en 1951escribía:
“Nuestros informantes de Casomera aseguran que en su niñez se hacían dos danzas separadamente, pero que luego fueron mezclándose hombres y mujeres en la misma. La danza de las mujeres se ejecutaba con un ritmo más rápido que la de los hombres y el romance que se cantaba era el que comienza –A olvidar van mis memorias, a divertir el pensamiento...– esto es, el de Rosaura la del guante”.
LAS DANZAS DE LOS HOMBRES
En el ya citado otoño de 1914, Torner recoge una danza para los hombres, la no 176 de su cancionero:
“Danza, dictada por Domingo Antonio Ordóñez, de cuarenta y cuatro años, de Casomera, ayuntamiento de Aller. Intervienen hombres exclusivamente. (V. la nota 2) Una vez cantados los tres versos primeros, se continúa con cuartetas, que pueden tener relación entre cada dos, o ser sueltas, cuyos versos se distribuyen con los tres miembros de la melodía del siguiente modo:
1 Hombres que andáis por el mundo,
2 hombres que andáis por el mundo,
3 por cumplir vuestros deseos,
¡Válgame señor San Pedro!
Viva la flor de los mozos,
que a las mozas quita el sueño.
1 por cumplir vuestros deseos,
2 por ver tierras y saber
3 lo que hay de un reino a otro reino:
¡Válgame señor San Pedro!
Viva la flor de los mozos,
que a las mozas quita el sueño.
1 ninguno niegue su patria,
2 ninguno niegue su patria
3 sin tener impedimento,
¡Válgame señor San Pedro!
Viva la flor de los mozos,
que a las mozas quita el sueño.
1 sin tener impedimento,
2 que es mucha la desventura
3 la de un pobre forastero”.
La misma versión recogía Lorenzo Rodríguez Castellano en 1951 pero en esta época ya no era una danza sólo de hombres sino que era ya mixta:
“La danza de Casomera, hoy en desuso, –que se diferencia un poco de las otras localidades, tanto por la manera de asirse los danzantes (8), como por el compás que siguen– utiliza con preferencia , en sus últimos tiempos al menos, un romance relativamente moderno y de carácter vulgar: el de Doña Juana de Acevedo.
Como el lector apreciará enseguida, no se trata de un romance tradicional, sino de uno vulgar dieciochesco, o sea uno de aquellos romances de «guapos y valentones» a que aludía Jovellanos y de cuya existencia dudaba Menéndez Pelayo (9). Su asunto totalmente novelesco, hace referencia a un suceso acaecido en Sevilla. Naturalmente, al emplearse para la danza prima, hubo de dotársele de un estribillo que se repite invariablemente cada dos versos del romance. De modo que en los últimos tiempos, la danza de Casomera se desarrollaba así: Una vez que los danzantes se hallaban unidos alternativamente hombres y mujeres formando el corro, algunos de los mozos cantaban dos versos del romance, al término de los cuales las mujeres entonaban, a modo de coro, el estribillo:
¡ Válgame el señor San Pedro!
¡Viva la flor del casado
que es la que me quita el sueño! (10)
Es razonable pensar que la danza de Casomera se serviría, en épocas más remotas, de otros romances, pero estos fueron sustituidos más tarde por este de Doña Juana de Acevedo y acaso por otros de esta clase, que aunque menos bellos, debían herir más vivamente la imaginación de los oyentes con su dramatismo y truculencia.
He aquí el romance: (11)
Hombres que andáis por el mundo,
por cumplir vuestros deseos,
por ver tierras y saber,
lo que hay de un reino a otro reino.
Ninguno niega a su patria
sin tener impedimento,
porque es mucha desventura
la de un pobre forastero.
Y si no queréis creer
de mi tomaréis ejemplo:
Yo nací en Andalucía
la que corona los reinos
y en Arcos de la Frontera
pasé mis años primeros.
Salí dejando mi patria,
llevado del pensamiento
de ver a la gran Sevilla
que es madre de forastero,
y se me ofreció una parte
por holgar el pensamiento,
dejando imaginaciones
y por alegrar mi pecho;
salime a mirar las aguas
del Guadalquivir soberbio
deleitándome en sus olas
como corrían sin freno,
hechas montañas de espuma
de aquel baldragón soberbio.
Vi venir una carroza
con seis nobles caballeros,
los mejores de Sevilla,
que en sus católicos pechos
llevaban las encomiendas
de Guzmanes y Carreros.
Cada cual lleva a su esposa
al deleite y al paseo
y para mayor grandeza
y mayor merecimiento,
la hija del asistente,
doña Juana de Acevedo,
que en su gala y gentileza
era una garza a lo menos,
en una carroza dorada
cubierta de terciopelo.
............................
(siguen 177 versos más)
LOS GRUPOS DE COROS Y DANZAS DE MOREDA Y FOLKLORE ALLERÁN
El Grupo de Coros y Danzas de Moreda nació en 1969 formando parte de los grupos locales de la Sección Femenina del Movimiento en Asturias. En abril de 1972 participó junto con otros catorce grupos en el XIX Concurso Provincial organizado por la Delegación provincial en el teatro Campoamor de Oviedo. La pieza que presentaron fue “El baile del Palo del Avellano” con la que obtuvieron dentro de la modalidad de “Danzas Antiguas” el pase para el Concurso Nacional en Madrid.
Fue por mediación de Vidal Manuel González Estrada, conocido por Vima, persona con raíces en Casomera y una gran cultura musical, quien le trasmitió a la directora del grupo en aquellos años Luisa Trapiello Fernández la existencia de unas estrofas y una danza que hacía años se ejecutaba en dicho pueblo. La persona que informó de su ejecución y de la melodía fue Susana González Castañón de 83 años (12).
Escribe Vima (13) sobre el escenario y ejecución de esta danza: “Este baile o danza, del Palu del Avellanu, tenía lugar en la localidad de Casomera con ocasión de las romerías del Cristo y de San Roque, o por motivo de cualquier otra solemnidad. Su escenario era siempre El Bolero, que es la plaza que aún existe en el centro del pueblo. Para la interpretación, los hombres se reunían en corro en torno del cantor que se situaba en el centro, el cual, con el inicio de los versos del romance, ponía en movimiento a los danzantes. El estribillo que los danzantes repetían después de cada una de las estrofas, era: Válgame Nuestra Señora, válgame el Señor San Pedro. Tengo un palu de avellano, mientras que dure, no hay miedo. La danza solía durar muchas horas, hasta la amanecida, que era cuando daban comienzo los barullos de las quimeras en la que el palo de avellano hacía de arma de ataque y también de defensa. Por eso los mozos nunca lo abandonaban en las romerías.”
Por otro lado Modesto Glez. Cobas (14), en el mismo año, recoge la letra y la melodía de esta danza, “después de seis intentos fallidos”, facilitando el material a personas interesadas de Moreda y que poco después el grupo de Coros y Danzas montó esa danza con el nombre de Palu del Avellano.
El grupo Folklore Allerán surge en 1984, tras la transformación que sufrió el desaparecido grupo Coros y Danzas de Moreda, habiéndose incorporado la gran mayoría de sus miembros a este nuevo colectivo. Actualmente está compuesto por veinte miembros, diez adultos y diez menores con edades inferiores a los doce años. De esta manera, incluyendo e incentivando a las nuevas generaciones, tratan de asegurar el relevo generacional en las actividades del grupo.
En relación con la danza, todavía en época reciente (1989), obtuvieron el testimonio de Teresa García que recordaba: “colocaban a San Pedro en el hórreo de la caleya en La Cuesta y una vez agrupada la gente, se agarraban de la mano, en corro, y empezaban a cantar:
¡Válgame Nuestra Señora,
Válgame el señor San Pedro!
Traigo un palu de avellano,
y mientras que dure, no hay miedo.
A continuación, todos agarrados de la mano se iban hasta El Bolero, se agarraban del meñique y empezaban a danzar. Ya no se usaba el palu”.
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NOTAS
(1) Cartas del viaje de Asturias o Cartas a Ponz Jovellanos. (1782–1792).
(2) El origen de la separación de sexos debe relacionarse con diversas prohibiciones que impedían que las danzas fuesen mixtas. Así en las ordenanzas para la administración de justicia del Principado del año 1782, se dice: “En las romerías especialmente han de asistir precisamente los jueces, quienes de ninguna manera permitirán que dancen hombres y mujeres juntos, que tengan palos aquellos ni vitoreen”.
(3) MENÉNDEZ PIDAL, Ramón: Romancero Hispánico, T II, Espasa–Calpe, Madrid, 1953, p. 377.
(4) DURÁN, Agustín: Romancero General, Tomo II, Madrid, 1861, pp. 285–289.
(5) “La literatura popularizada, fue difundida principalmente a través de los pliegos que vendían los ciegos cantores y que sirvieron, en buena medida, de transmisores o mediadores entre el editor y el público a quien iban destinados. El pliego de cordel, denominado así porque se expendían atados a un cordel o caña, estaba constituido por un cuadernillo de pocas hojas destinado a propagar textos «literarios» históricos, religiosos o de otra índole, para la gran masa lectora principalmente popular” (LORENZO VÉLEZ, Antonio: “Una aproximación a la literatura de cordel”, Revista de Folklore, no 17, 1982.
(6) MARTÍNEZ TORNER, Eduardo: Cancionero musical de la lírica popular asturiana, Oviedo, 1920.
(7) A propósito de unos romances de danza prima, Boletín del I.D.E.A., no XIV, 1952.
(8) Muchas veces los danzantes no se cogen juntando los dedos meñiques sino agarrando los extremos de un palo. Quizá esta última manera obedezca a las prescripciones de orden eclesiástico a que alude Jovellanos.
(9) Antología de poetas líricos castellanos, (ed. Del C.S.I.C.), 1945, T. IX, p 154.
(10) Otra variante es: ¡Viva la flor del casado y la libertad del soltero!
(11) Ha sido una feliz coyuntura el haber podido encontrar en el pueblo a una anciana y amable mujer Manuela González (de Ricardo), natural de Casomera capaz de recitarnos este largo romance.
(12) Comunicación personal de Gloria Blanco Argüelles, Moreda, 2009.
(13) GLEZ. ESTRADA, Vidal Manuel: La Voz de Aller.
(14) GLEZ. COBAS, Modesto:Investigación Musicológica y Folklor Musical en Asturias, Consejería de Educación y Cultura, Principado de Asturias, 1982.