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Revista de Folklore número

342



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La vejez: entre la burla y la valoración social. Una visión desde el refranero

FERNANDEZ PONCELA, Anna M.

Publicado en el año 2009 en la Revista de Folklore número 342 - sumario >



INTRODUCCIÓN

“Son también, a veces, una creación de nuestro suelo, y otras veces proceden de la herencia hispana… Son los refranes resúmenes de sabiduría vulgar; ya dan consejos morales, ya de higiene o medicina práctica; ya anuncian el tiempo, ya recuerdan sus deberes al agricultor, según las estaciones del año; ya dan reglas de diversos oficios… Los hay tan bellos como los mejores poemas. Los hay que son simples huellas de antiguas supersticiones y hasta conjuros”.

(Reyes Heroles s.f.:27)

PRESENTACIÓN

La llamada tercera edad o los calificados de adultos en plenitud son un sector social en auge, demográficamente hablando. El alargamiento de la esperanza de vida ha hecho que cada vez convivamos con más personas ancianas y durante más tiempo, y que ésas sean también nuestras expectativas.

Este texto realiza una revisión en torno al tema a través del habla popular, concretamente según la mirada del refranero. El objetivo, además de la susodicha visión, persigue aglutinar la polifonía de voces, a veces encontradas, contradictorias o ambiguas que sobre la vejez –con este término se expresa el refranero– han existido, existen y existirán. Esto es, si bien se afirma que en la actualidad se desvalorizan o no se toma en cuenta y respeta a las personas mayores, lo cierto es que su burla, así como y también, el reconocimiento de su experiencia, tienen una larga –o vieja– historia.

A MODO DE INTRODUCCIÓN

El lenguaje es un recurso de la cultura y el habla una práctica cultural. Es un modo de acción, “…un conjunto de estrategias simbólicas que forman parte del tejido social y de la representación individual de mundos posibles o reales… en una visión del lenguaje como un conjunto de prácticas que desempeñan un papel esencial en la mediación de aspectos materiales e ideáticos de la existencia humana y, en consecuencia, en la creación de maneras singulares de estar en el mundo” (Duranti, 2000, pp. 22–23). La forma en que hablamos sobre el mundo afecta la manera de explicarlo y comprenderlo. Y el mundo existe a través del matiz de las palabras. “Es en y por el lenguaje como el hombre se construye como sujeto” (Benveniste, 1984, p. 180).

El discurso es un proceso semiótico, se identifica con el enunciado o con lo que es enunciado –concatenación de frases que se construyen–; es producido por un sujeto a través de la apropiación del lenguaje (Benveniste, 1984). Se trata del lugar de construcción de un sujeto, ya que a través del discurso el sujeto se construye y construye el mundo como objeto (Greimas, 1987). Un proceso expresivo que integra registros semióticos heterogéneos. Básicamente “una forma de uso del lenguaje… un proceso de comunicación (que) es una caracterización que incorpora algunos de estos aspectos funcionales… las personas utilizan el lenguaje para comunicar ideas o creencias (o para explicar emociones) y lo hacen como parte de sucesos sociales más complejos” (Van Dijk, 2001, p. 22).

El refrán (2) es un “Dicho agudo y sentencioso de uso común” (3). “Cualquier sentencia popular repetida tradicionalmente con forma invariable. En particular, las que son en verso o al menos con cierto ritmo, consonancia o asonancia, que las hace fáciles de retener y les da estabilidad de forma, y de sentido figurado” (4). “Afirmación concisa, de uso popular, que, por lo general, expresa las creencias y las ideas recibidas en una comunidad… En resumen, los proverbios tienen su origen en textos de tipo moral o didáctico; se introducen por vía culta en obras de gran difusión; se transmiten por lengua popular y, tras algunas modificaciones quedan acuñados de forma invariable en la lengua, lo que les permite volver al texto escrito y a la lengua culta” (5).

Lo que nos importa, a instancias de este trabajo es que los refranes son fórmulas de pensamiento y un acto de comunicación nacidos de las necesidades mnemotécnicas de las culturas orales, parte de un discurso que almacenaba conocimientos. Reflejan una manera de entender el mundo en un momento concreto y en una sociedad determinada. Se trata de una narrativa didacticomoral, que aunque hoy lejos de sus orígenes, todavía hasta cierto punto vigente, sino todo su significado discursivo, sí su práctica, común en ciertos sectores y ambientes.

Los refranes como parte del lenguaje, como discurso: acumula significados, objetiva y tipifica experiencias. Ya que, como el lenguaje y su función instrumental, el refranero popular a través de sus operaciones sirve como medio para ciertos fines, tales como, persuadir, cooperar con otros, inducir comportamientos, etc… Y como tal, es un lenguaje retórico y con clara intención didacticomoral.

Algunas cuestiones antes de iniciar la reflexión: en primer lugar, si bien la mayoría de los refranes son de antigua data, provenientes de la Península Ibérica y con varios siglos de antigüedad, y no son tan empleados como en otras épocas, no es menos cierto que todavía se utilizan en nuestros días y que eso significa que presentan cierta vigencia en la actualidad. Es más, aunque en ocasiones no lo reconozcamos conscientemente, nos vienen a la mente y los pronunciamos, además algunos refranes son de creación reciente (6), aunque otros apenas se escuchan ya.

Aquí, y a efectos de la revisión y análisis de contenido que realizaremos a continuación, se utilizan refraneros básicamente de España y México; si bien la mayoría de los segundos provienen de los primeros, éstos a su vez son producto reelaborado de refranes de diversos pueblos del mundo –fuentes bíblicas, orientales, grecolatinas, etc.–.

La vejez es un tema que interesa y recoge el refranero, entre el menosprecio y el reconocimiento, entre la burla más cruda y la valoración máxima de la experiencia.

LA TERCERA EDAD Y SU VISIÓN EN EL REFRANERO

Los ancianos, viejos, la tercera edad, los adultos mayores, la edad madura, los adultos en plenitud, etc., varios han sido y son los términos con los cuales se han denominado a los ancianos. El refranero lo tiene claro, los llama viejos; en parte por su origen antiguo y en parte también, por pertenecer a la lengua popular, coloquial, y a veces incluso, vulgar.

En primer lugar, el paso del tiempo es irremediable, y todo el mundo llega a edad avanzada, bueno si llega o en el caso que llegue. La vejez es para todos, nadie se puede librar. Lo cual significa un recordatorio a modo de advertencia, que además, enmascara cierta amenaza con regusto a futura venganza, a modo de estar a mano o parejos.

“Pasando el tiempo, llegamos a viejos”.

“Viejo soy y viejo serás: cual me veo, tal te verás”.

“Tales fuimos como vos; tales seréis como nos”.

“A mis años llegarás, o la vida te costará”.


Descripción y menosprecio de la vejez en general

Hay una burla casi siempre, a veces dura y mordaz, otras frívola y jocosa, hacia las gentes de la tercera edad, centrada en sus características físicas y la pérdida de cabello o dientes, los cambios de carácter, y/o problemas con sus capacidades mentales.

“¿Qué es la vejez? Estornudar, toser, gruñir y preguntar qué hora es”.

“A la vejez, se acorta el dormir y se alarga el gruñir”.

“Calvicie, canicie, muelas y dientes son accidentes; impotencia, arrugas y arrastre de pies, eso es la vejez”.

“A los setenta, pocas bocas conservan su herramienta, y es regla general que desde los cincuenta ande mal”.

“Los viejos son como los cuernos: duros, huecos y retorcidos”.

“Es más fácil enderezar un cuerno que enderezar a un viejo”

“Hombre viejo, saco de huesos”

El hecho de tener experiencia de la vida, da sabiduría como se verá más adelante, pero también esto sumado al tiempo del cual disponen las personas mayores, hacen que hablen bastante, lo cual recoge como crítica el refranero. Locuacidad estigmatizada socialmente, como la señalada también para las mujeres (Fernández Poncela, 2002).

“Al viejo nunca le falta qué contar, ni al sol ni al hogar”.

“Antes faltarán peces en el mar que le falten al viejo cosas que contar”.

“Todos eran en la conseja, y más la vieja”.

“Viejo al sol, y vieja al rincón, y mozo en campo, mujeres en horno, y mozas en arrollo, dicen y hablan de todo”.

Algunos refranes presentan una especial crueldad en la visión que sobre las personas de mayor edad dan.

“Los viejos, al rincón”.

“Un viejo sobre un potro, un loco sobre otro”.

“El hombre viejo, en su tierra es extranjero”.

“Hombre anciano, cuando muere no es llorado”.

También se expresa cierta imagen de nostalgia desde su punto de vista: el final del camino en la vida, donde se mira más para atrás que hacia delante. Pero además si esta etapa se vive en condiciones adversas, pobreza o enfermedad, es doblemente pesada y negativa.

“La vejez empieza cuando los recuerdos pesan más que la esperanza”.

“El viejo que no tiene, fortuna no espere”.

“No hay vida más trabajosa que vejez menesterosa”.

“A la vejez, dinero y mujer”.

“Para enfermedad de años no hay medicina”.

“La vida pasada, hace la vejez pesada”.

“Viejos y al par dichosos, pocos”.

Aparece la idea de la muerte, en varias ocasiones como se verá más adelante ligada a otras cuestiones, y es que su proximidad en la vejez se piensa, o incluso se siente. Junto a esto, están también los deseos de seguir con vida, de alargarla, de sobrevivir al destino.

“La vejez es fría, y la muerte más todavía”.

“El viejo quiere más vivir para más ver y oír”.

“De joven se puede llegar a viejo; pero de viejo, sólo soltar el pellejo”.

No obstante, se juega con la idea de la muerte, se bromea, la risa exorciza y es que no hay mucho más que hacer que desafiarla, enfrentarla y sonreír.

“Dijo la muerte al viejo: – ¿Qué haces aquí? Y respondió el viejo: – Esperándote a tí”.

“¡Qué pronto el mundo nos deja!, decía suspirando el viejo”.


El mal carácter

Entre otras cosas, es común sostener que los ancianos tienen mal carácter, no sólo por las quejas de sus males, sino por su enojo con la vida, el mundo y con todos, y la demostración del mismo. Ya hemos señalado anteriormente el “gruñir”, pero a esto se puede añadir otra serie de actitudes y comportamientos desagradables.

“Los viejos son codiciosos y maliciosos”.

“Donde viejos no andan, cuervos no graznan”.

“Donde no hay viejos, no hay perros”.

“Años y desengaños hacen a los hombres huraños”.

“Niños y mujeres no agradecen”.

Son comparados con animales, tachados de codiciosos, maliciosos y huraños, así como, desagradecidos, y es que: “A más años, más pecados”.


La mala salud

El principal problema de los adultos mayores son las cuestiones referentes y relacionadas con la salud, o mejor dicho con su falta o problemática, esto es la salud deteriorada o mala, las enfermedades en general y las relacionadas con el paso y el peso de los años en particular.

“Vejez, mal deseado es”.

“Vejez, ausencia de bien”.

“La vejez no viene sola”.

“Ancianidad, hermana de la enfermedad”.

“El viejo, ya por ser viejo es un enfermo”.

“La vejez es un saco de enfermedades”.

“De tres cosas no te fíes: de la salud de viejo, de alegría de jugador y de cielo estrellado”.

A veces, se aborda el tema con cierta ironía y en tono jocoso, más que burla, se intenta quitarle gravedad al asunto.

“Para enfermedad de años no hay medicina”.

“De los viejos viven los médicos”.

“Al viejo no se ha de preguntar ¿cómo estáis? Sino ¿qué os duele?”.

“No hacen viejo los años, sino los daños”.

Así, viejo y enfermo, aparecen casi y prácticamente como sinónimos.


Amor y matrimonio

El refranero no desaprovecha oportunidad para advertir, señalar y aconsejar. Uno de esos casos es la formación de parejas donde el hombre es mayor a la mujer, y no sólo eso, sino anciano; a veces, se trata de matrimonios por interés. La crítica humorística, condenaba a estos hombres o a ser cornudos o acabar pronto en el cementerio. Tal vez una forma de intento de disuasión, quizás sentencia inapelable a su condición y acción, o en su caso, crítica dura y burla siempre.

“Viejo con mujer joven casado, difunto o venado”.

“Viejo que hace el amor, candidato al panteón”.

“Viejo que se enamora, cerca tiene su hora”.

De hecho, se subraya su sexualidad y sus ganas de ejercerla, pero en tono a veces de aplauso, y otras, marcado por lo peyorativo.

“El viejo pierde el diente, pero no la simiente”.

“Pajar viejo, arde más presto”.

“Mientras más seca, más arde la leña”.

“Quien de joven no trota, de viejo galopa”.

“Quien de joven no corrió, de viejo se desbocó”.

De hecho hay una burla explícita hacia el enamoramiento o amor de los viejos, desde un discurso tradicional y conservador que discrimina a los ancianos, y considera que el amor es cosa de jóvenes.

“Mal se quiere al viejo que amores tiene”.

“Vejez enamorada, chochera declarada”.

“El viejo, mal soldado y peor enamorado”.

“El corazón engaña a los viejos”.

“Vejez con amor, no hay nada peor”.

Hay también, aquellos que señalan la pérdida de la pasión por parte de los ancianos. Y es que el mismo discurso se contradice, si esto último fuera así, para qué toda la batería de refranes anteriores que describen, toda vez que desaconsejan o intentan disuadir, de los amores o matrimonios de hombres mayores con jóvenes muchachas.

“Viejo amador, invierno con flor”.

“Hombre entrado en días, las pasiones frías”.

“Cenizas no levantan llamas”.

“No hay viejo pecador”.


Las edades y la vuelta a la infancia

La comparación de edades es una fórmula usual, en donde la vejez, tiene un papel protagónico, como uno de los términos de la misma. En ocasiones, con un solapado mensaje sexual.

“El viejo por no poder, y el mozo por no saber, quedase la moza sin lo que puedes entender”.

“Si el viejo pudiera, y el joven supiera, cuántas cosas se hicieran”.

“Los pecados viejos, hechos en mocedad, nacen y rebotan de recio a la vejedad”.

“El viejo verde sólo en la sepultura lo pierde”.

Pero lo más común es comparar viejos con niños, para señalar cómo los primeros regresan a la segunda infancia o niñez, esto es igualando los términos de la contrastación, o al contrario, subrayando las grandes diferencias entre ambos extremos etarios.

“De lo que el niño se duele, el viejo se muere”.

“Viejo que mucho duerme y niño que mucho vela, pronto se les acaba la cuerda”.

“Los viejos, a la vejez, se tornan a la niñez”.

“Niños y viejos, todos son parejos”.

“Al viejo que se anda a retozar, como a un niño le deben azotar”.

“Al viejo el vino otra vez le hace niño”.

“La vejez es segunda niñez”.

“Los viejos son dos veces niños”.

“Tórnanse los viejos a los años primeros”.

En alguna ocasión, se trastocan las edades según los parámetros de las características usualmente adjudicadas a éstas. Una suerte de mundo al revés.

“Joven es quien está sano, aunque tenga ochenta años, y viejo el doliente aunque tenga veinte”.

“Viejo es el que muere, aunque no haya cumplido los veinte, y joven el que vive, aunque haya cumplido los seis quinces”.


Las viejas

Las viejitas aparecen mucho menos, debido en primer lugar a que en ocasiones bajo el vocablo viejo se ubican ambos sexos, y también en parte porque directamente se dirige el refranero más a los hombres mayores que a las mujeres de la misma edad. Cuando se presenta a las mujeres ancianas también la crítica ahonda en tintes burlescos alrededor de sus condiciones físicas y mentales.

“Vieja que baila, mucho polvo levanta”.

“Cuando la vieja se alegra, de su boda se acuerda”.

“Vieja de tres treintas, aún se alboroza cuando sus bodas cuenta”.

“Vieja y fea, el demonio que la vea”.

“No hay viejo que no haya sido valiente, ni vieja que no haya tenido sus veinte”.

A veces se compara hombres y mujeres mayores, con las características consideradas propias y alabadas de cada sexo: ellos valientes y ellas hermosas. También se compara viejas con mujeres jóvenes.

Y la pérdida de la lozanía y belleza es quizás para las mujeres mayores lo más preocupante, según advierte y señala el refranero.

“La vieja a estirar su piel, y el diablo, a que la ha de encoger”.

“Ni perlas ni diamantes hacen a una vieja elegante”.

“Vejez y belleza, no andan juntas en una pieza”.

“Vejez y hermosura, nunca se vieron juntas”.

“Ayer lucía mi cara, y hoy está ajada”.

“Cuanto más vieja, más pelleja”.

El demonio entra de nuevo a escena. Es tan o más popular que Dios en el refranero, y la personificación de la maldad.

“Vieja y fea, el demonio que la vea”.

“La vieja, a estirar su piel; y el diablo a arrugar”.

“A pleito andan el diablo y la vieja: la vieja a estirar su piel, y el diablo a encogerla”.

“Las viejas hilan temblando, por temor a la muerte y al diablo”.

Además, y como a los hombres, se les agría el carácter.

“No hay vieja sin queja”.

Hay también refranes, como los vistos para la población masculina, que se burlan indirectamente o a través de insinuaciones de su sexualidad, pero no en la misma cantidad que los dedicados al sexo masculino.

“La vieja de dos cuarentas, sus mocedades cuenta y el alma se calienta”.

“Vieja de tres veintes, no es raro que el diablo la tiente”.

“De vieja galana no fíes nada”.

“Vieja verde y caprichosa ni fue buena madre ni buena esposa”.

“No hay vieja, que al pensar en el trote, no galope”.


La valoración de la experiencia

Algunos refranes, los menos, defienden a los ancianos, y separan las cuestiones de edad con otras características que el refranero alegremente adjudica como resultado de cierto sentido común entre la población y que a la vez se encarga de retroalimentarlo.

“Viejo sí, pero no pendejo”.

“Es viejo, mas no en el consejo”.

“Más vale cuidado de viejo que arrojo de mancebo”.

Lo que se reconoce es la sabiduría que entraña el paso de los años a través de la acumulación de experiencias, por lo que se aconseja que de los viejos sí es recomendable aceptar el consejo. Y es que la experiencia es quizás lo más valorado en la etapa de la vejez, y conlleva conocimiento y sapiencia.

“Del viejo el consejo, del rico, el remedio”.

“Del viejo el dinero y el consejo”.

“Las muchas Navidades dicen las verdades”.

“Hombre viejo no necesita consejo”.

Sólo los desubicados no piden, oyen y siguen los consejos de los ancianos. Se trata de una crítica, pero ahora no a los ancianos, sino a aquellas personas que no hacen caso de éstos y de su experiencia acumulada.

“Cuando no es oído el viejo, es evidente que está entre necios”.

“Burro viejo mal tira, pero bien guía”.

“El joven para obrar y el viejo para aconsejar”.

“Más vale viejo que mozo y medio”.

“Más vale una vieja sola que mil mozas”.

Incluso se considera que para puestos de responsabilidad, poder o autoridad, el ser viejo tiene sus ventajas, y sería la persona apropiada para aplicar su experiencia del mundo y de la vida. Incluso, las personas juiciosas ganan con la edad y optimizan sus condiciones mentales positivas.

“Ciertos cargos piden canas”.

“Mal va la corte donde buey viejo no tose”.

“Con las canas viene el seso”.

“Cuando el hombre es más anciano, tiene el juicio más sano”.

“El mozo de buen juicio, cuando es viejo es adivino”.

Los ancianos que no tienen buen juicio son desestimados, y constituyen objeto de burla; aunque los refranes en este sentido son muchos menos que los anteriores.

“El viejo que no adivina no vale una sardina”.

“El viejo que no adivina, desatina”.

“Compadece al hombre viejo que necesita consejo”.

La sabiduría del anciano es comparada con la del diablo, y aún puede ganarle a éste, o en todo caso, el diablo es sabio por viejo, como dice directamente el refrán, más que por malo o por diablo.

“– ¿Por qué sabe el diablo tanto? – Porque es viejo experimentado”.

“Por eso dicen que el diablo sabe tanto, porque es viejo”.

“Más sabe el diablo por viejo que por diablo”.

La utilidad del viejo es su experiencia, sabiduría y consejo, y por ello se valora, por ejemplo, su estancia en la familia y el hogar.

“Dichoso el hogar a cuyas brasas se calienta el viejo”.

“Dichosa la casa que a viejo sabe”.

“Casa que a viejo no sabe, poco vale”.

Aunque, como en muchos temas y muchos refranes, la contradicción o la ambigüedad están claras y presentes, aunque a veces de forma minoritaria. Y es que la cultura popular y su expresión oral son ambivalentes por excelencia.

“Quien tiene un viejo, lo quiere quemar, y quien no lo tiene, lo quiere comprar”.

Además están aquellos refranes que solicitan amor y respeto, que no son muchos, pero haberlos, hailos.

“Al viejo, amor y respeto”.

“Quien con el viejo burló, primero rió y luego lloró”.

“Quien a viejo quiere llegar, a los viejos ha de honrar”.

“A canas honradas, no ha de haber puertas cerradas”.

“Debajo de la barba cana, honra se guarda”.

Como se ve, refranes hay para todos los gustos, de todos los sabores, olores y colores.


A MODO DE CONCLUSIÓN

“Cuando las personas comprenden el discurso, los mensajes hablados o impresos no se copian meramente en sus mentes. Más bien, la mente humana construye en forma activa diversos tipos de representaciones cognitivas (esto es, códigos, rasgos, significados, conjuntos estructurados de elementos) que interpretan el input lingüístico. Estas representaciones cognitivas pueden incluir palabras, sintaxis, semántica oracional, actos de habla, patrones de diálogo, estructuras retóricas, pragmática, mundos reales e imaginarios…” (Graesser y Goldman, 2001, p. 417). Y es que “Las representaciones semánticas en la mente humana son bastante elaboradas porque están ancladas en un rico cuerpo de experiencias y conocimiento general del mundo (que varía de una persona a otra)” (Graesser y Goldman, 2001, p. 418).

Y también “Se producen negociaciones flexibles en función de las demandas de cada contexto concreto y las restricciones más generales impuestas por la sociedad y la cultura. El discurso puede obedecer el poder de un grupo, pero también puede desafiarlo. Es posible cambiar o romper creativamente las normas y las reglas sociales y estas violaciones pueden dar origen a nuevas organizaciones sociales” (Van Dijk, 2001, p. 46).

En resumen y grosso modo ¿cuál es el discurso didacticomoral hegemónico en el refranero, sobre los viejos? y ¿cuáles los mensajes de carácter práctico en torno a la tercera edad?

La vejez es objeto de burla y de veneración a la vez, pero los refranes que contienen la primera cuestión son más abundantes que los segundos. Los cambios físicos, la merma de la salud, la exasperación del carácter, son algunas de las cuestiones que se señalan sobre los ancianos y su desvalorización. Así como los matrimonios de hombres mayores con mujeres jóvenes constituyen objeto de estigmatización. La experiencia sobre la vida y sus consejos, por el otro lado, son lo más positivo y valorado que conlleva la ancianidad, conocimiento y sapiencia. Hay una constante comparación con otros grupos de edad, pero lo que predomina es la asimilación, o en su caso contrastación con los niños, para diferenciarlos, pero y sobre todo para igualarlos, señalándose así la segunda niñez de los adultos mayores.

Hay quien desprecia a los refranes como supervivencias de otros tiempos, conservadores y superados. Habrá quien los considere fiel reflejo de su realidad y verdades con mayúsculas. Pero ni el desconocimiento y la ignorancia, ni la creencia al pie de la letra, pueden borrar el hecho de su existencia adaptada en nuestros días, a pesar de su contraposición a la soberbia de los considerados nuevos saberes y diversas narrativas –véase la ciencia o los modernos medios de comunicación–, y a pesar también que sus mensajes, que a veces, poco tienen que ver con lo erigido como políticamente correcto –aunque esto diste mucho de las creencias profundas y de las prácticas reales en la vida cotidiana–.

Los ancianos son alabados y denostados, el sumunde la sabiduría, toda vez que objeto de burlas por algunas de sus características. El refranero nos da su versión de las cosas, desde la óptica, más o meno tradicional, pero también con ambigüedades y ciertos destellos de crítica o resistencia, aunque parcial y en menor cantidad. Porque aunque sea una narrativa social inscrita en el modelo hegemónico cultural, de eso no hay duda, como rasgo de la cultura popular está su ambivalencia y resistencia (Lombardi Satriani, 1978), y como todo en la vida, no hay dogma que no tenga su herejía, máxime si se trata de una expresión que todavía no ha sido absorbida, institucionalizada –como por ejemplo las canciones en la industria discográfica – y por tanto homogenización, por la modernidad que nos rodea (Giddens, 1997). Es por ello que la ancianidad conserva todavía una polifonía de voces que la describen, valoran y minusvaloran.

El lenguaje es acción (Malinowski citado por Ducrot y Todorov, 1984), produce, reproduce y cambia, crea, recrea y transforma lo creado, el acto de habla es un acto social en el proceso de comunicación (Van Dijk, 1987). “La lengua re–produce la realidad… La realidad es reproducida de nuevo por medio del lenguaje” (Benveniste, 1984). El lenguaje no es reflejo de la realidad, es una construcción de la misma (Berger y Luckmann, 1986). “Los actores sociales comparten con otros miembros de su grupo, comunidad o cultura normas, valores, reglas de comunicación y representaciones sociales tales como el conocimiento y las opiniones. En otras palabras, además de la cognición individual, el discurso implica especialmente una cognición sociocultural… el análisis cognitivo del discurso hace hincapié en el hecho de que estos procesos mentales son construidos. Las representaciones mentales que provienen de la lectura de un texto no son meras copias del mismo o de su significado, sino el resultado de procesos estratégicos de construcción del sentido que pueden utilizar elementos del texto, elementos de lo que los usuarios del lenguaje saben acerca del contexto y elementos de las creencias que esos usuarios ya tenían antes de iniciar la comunicación” (Van Dijk, 2001, p. 43).

El lenguaje describe y nombra, crea y recrea imaginarios y representaciones sociales (Ibáñez, 1988). Los refranes explican, describen, también aconsejan o incluso prescriben en su caminar didacticomoral por la vida, y su aconsejar de carácter práctico en el mundo.

Ahora resta comparar nuestra experiencia personal, y nuestro imaginario y representaciones en torno a la vejez, con el discurso o narrativa social que nos envuelve e interpreta, toda vez que produce y reproduce el pensamiento social sobre el tema. Y también, no se ha de descuidar las concepciones y comportamientos de las gentes que nos rodean, para ver la vigencia o no de este discurso retórico, moralizador y concreto.

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NOTAS

(1) Docente e investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana, México D.F.

(2) Para más información sobre el tema y una reflexión general puede consultarse FERNÁNDEZ PONCELA, Anna M. (2002).

(3) Diccionario de la lengua española. Real Academia Española, Madrid, 1992.

(4) Diccionario del uso del español, María Moliner, Madrid, Gredos, 2001.

(5) Encarta, Microsoft Corporation, CD, 2000.

(6) Como: “ Quien fuera Onasis para tener mi Jacqueline”.



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La vejez: entre la burla y la valoración social. Una visión desde el refranero

FERNANDEZ PONCELA, Anna M.

Publicado en el año 2009 en la Revista de Folklore número 342.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz