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La polémica acerca del origen, función y denominación de la canción tradicional se renueva, cada vez que un literato, un sociólogo o un intérprete se adentran, con sus escritos o declaraciones, en tan intrincada cuestión. El eclecticismo y la lectura desapasionada nos podrán ayudar, si no a encontrar una solución, sí al menos a no caer inadvertidamente en errores de base. Para unos, la canción tradicional es un lujo; algo superfluo que se puede tomar o dejar a conveniencia. Para otros, es el símbolo de una unión ideal y fructífera entre la cultura y la vida, entre el trabajo y el arte. Para otros, es un bien secundario un tanto artificial al que, de vez en cuando y para cumplir el expediente de saber un poco de todo, se le pueden dedicar unos minutos de lectura o escucha. Para algunos, un objeto de estudio y consideración; un medio de conocer al ser humano y sus circunstancias. Para otros, finalmente, es una parte importante de la existencia,. un recuerdo de momentos concretos en los que, de uno u otro modo, se intuyó o llegó a conocerse el valor de la vida; estos últimos no consideran solamente a la cultura tradicional como una parte más o menos importante del ser colectivo, sino como algo directamente ligado a ellos; como un bien imborrable e irrepetible de su propiedad, al que estiman precisamente por no ser común.
Tras estas consideraciones generales, cabría reflexionar acerca de la pretendida "autenticidad" o "purismo" de algunas manifestaciones populares, cuya clarificación obsesiona a ciertos estudiosos. ¿Hasta qué punto las encuestas y los posteriores trabajos de análisis pueden reflejar solventemente y con nitidez lo que es o no es "verdadero", autóctono, puro, cuando podemos estar al mismo tiempo ante un patrimonio común y un bien individual que no necesariamente coinciden?