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Revista de Folklore número

036



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El traje de los alrededores de Salamanca como lo vieron los grabadores de los Siglos XVIII y XIX

CEA GUTIERREZ, Antonio

Publicado en el año 1983 en la Revista de Folklore número 36 - sumario >




A Victoria

Dentro de la pluralidad de soluciones que la manera de vestir en las comarcas de Salamanca ofrecía, entre la segunda mitad del siglo XVIII y gran parte del XIX, llamó poderosamente la atención a los artistas y viajeros de la época, el traje que se usaba en los alrededores de la ciudad y que denominaron charro, traje de aldeano, de las cercanías, o simplemente de hombre y mujer de Salamanca. Cano y Olmedilla -a quien siguen fielmente parte de ellos- presenta la variante de mujer como, "aldeana charra del partido de Salamanca", y el de hombre como "aldeano de los caseríos de Salamanca". Esto nos hace pensar que esta moda se habría generalizado en una extensión mucho mayor a la expresada con las voces "cercanías" y "alrededores". Efectivamente, el traje de hombre viene a coincidir, en no pocos elementos, con el que usaban en las dehesas charras; el femenino, en cambio, se conoce en la actualidad como variante propia de la mujer armuñesa.

Extraña la ausencia de grabados de otras comarcas salamanquinas, cuyas formas de vestir, ya fosilizadas por entonces, habría sido interesante conocer, y que no son menos dignas de admiración, como las variantes de Candelario o las de la Serranía de Francia, cuyo santuario de La Peña todavía mantenía en el XVIII una cierta pujanza de peregrinos. Tan sólo W. Bradford, pintor y viajero inglés que vino a Salamanca en 1808, nos dejó una acuarela que tituló "Campesino del corregimiento de Salamanca", traje que hoy identificamos como el de hombre de Robleda en la comarca del Rebollar

Los grabados que vamos a estudiar son los siguientes: los dos que en 1777 sacó a la luz en Madrid don Juan de la Cruz Cano y Olmedilla (1). Los de Laroque, "Homme de Salamanque" y "Femme de Salamanque", París, 1796 (2). Para la Colección general de los trajes que en la actualidad se usan en España Principiada en 1801... M. Albuerne grabó, sobre dibujo de A. Rodríguez, una pareja de aldeanos de las cercanías de Salamanca con el subtítulo "¿Vienes al Bayle Perico?" el de ella, y "En viniendo de la feria cuenta con ello" el de él (3). En la misma Colección general de los trajes..., y con el número 8 figuran dos grabados anónimos, "Aldeano de las cercanías de Salamanca" y "Charra de las cercanías de Salamanca" (4); este último se acerca mucho al traje que denominamos hoy de charra. Incluimos también el grabado de Rouargue, "Burgos, Salamanque, Santander", con que ilustró en 1852 la obra Voyage pittoresque en Espagne et en Portugal (5). Por último el grabado de Gustavo Doré, "Charro des environs de Salamanque", para la obra del barón Ch. de Davillier Voyage en Espagne (6)

TRAJE DE HOMBRE

El hombre aparece, salvo en Doré, con el pelo largo atado y viste las siguientes prendas: sombrero, capa, jubón o coleto -chaqueta y chaleco en Doré-, calzón que se ciñe con cinto o mediavaca, camisón, medias atacadas con cenojiles, zapatos y polainas.

En el grabado de Cano y Olmedilla se describe un aldeano con pelo atado cayendo sobre el hombro izquierdo, sombrero voleado de casco redondo y con guarnición de trenzas y borlas. La capa larga es de las denominadas, por la forma picada de su esclavina, de "capillo" o "golilla" (7). El jubón o coleto (8) es de manga rajada con sudón, lleva en los cuartos delanteros botonadura lisa -unos doce botones-. Por debajo de la mediavaca aparecen las faldillas del coleto con dos bolsillos y dos o tres botones en ellos. El calzón llega hasta la rodilla y por entre las faldillas asoman los dos botones de la pretina. Cano, y con él Albuerne y Laroque, siguen en el camisón el esquema que se describe en los documentos y la iconografía popular salmantina del siglo XVII: collar de un solo botón, cabezón guarnecido de caireles, mangas y puños labrados con el mismo motivo; los cuartos delanteros con ribetes de puntas angostas y abrochados por dos o tres botones.

El cinto o mediavaca que ciñe el cuerpo del aldeano salamanquino es siempre de piel (lobo marino, moscovia, baqueta), ancho o angosto y se utiliza en zonas ganaderas como protección contra las astas del toro. En otras comarcas salmantinas el cinto propiamente dicho era de lana y en él guardaban el pañizuelo de narices, los dineros, las castañuelas en día de fiesta, y las armas; por eso en las zonas en que se usaba la mediavaca -que era siempre lisa- era necesario añadir bolsillos en el coleto y calzón.

El tipo más generalizado en las aldeas de Salamanca en el siglo XVIII, como consta en los documentos, es el zapato llano, casi siempre de moscovia, tal y como aparece en Cano y Olmedilla; el tacón bajo y la pala achatada. La guarnición de colonias o majuelas que caen sobre el talón se consideraba ya arcaizante a finales del XVIII y dio paso a las hebillas.

Laroque mantiene en su "Homme de Salamanque", aunque de modo desdibujado, el pelo atado. Esto desagradaba en extremo a la Iglesia, que lo prohibía por considerarlo indecoroso para asistir a los actos de culto; según se desprende de los numerosos avisos que obispos y visitadores no se cansaban de dar y quedaron registrados, a lo largo del siglo XVIII, en los libros de fábrica parroquiales. Laroque repite las mismas prendas que Cano y tiende a la esquematización de sus elementos, lo que, a veces, redunda en claridad. En este grabado se hace más evidente la golilla de la capa. El camisón aparece más escaso de lienzo en la pechera y se simplifican las puntas de los cuartos delanteros, cabezón y puños. Quedan más resaltados el sudón en las mangas del coleto y la vuelta de las bocamangas. También queda más nítida la mediavaca, desdibujado el sombrero, y el calzón llega a tapar la rodilla.

Seguramente estas variaciones respecto al esquema de Cano y Olmedilla se deban más a la interpretación del propio Laroque -de quien dudamos que hubiera llegado a ver el traje que grabó- que a la evolución de la prenda. Más explícito es, en cambio, en la descripción de las medias divididas en dos grandes tercios que remata con motivo de encomienda. El lazo de lechuguilla de puntas desflecadas se mantenía todavía en 1796 en los zapatos de los aldeanos; el tacón bajo, la suela fina, la pala más apuntada que en Cano, el verillo y la boca redondos y muy ajustados al pie.

Albuerne repite con fidelidad el grabado de Cano y Olmedilla salvo diferencias mínimas como la de la atadura del pelo, que en éste cae más alta, o la de la obradura del cabezón (de ojito partío sin caireles) en el camisón; parece mayor el espacio entre botón y botón.

Las mangas del coleto llevan la costura muy marcada. Las majuelas de los zapatos son en Albuerne más claras, las medias lisas.

Hay un cambio claro en algunos elementos del grabado anónimo de 1801, "Aldeano de las cercanías de Salamanca", respecto a los anteriores. El coleto, aunque se mantiene invariable en lo esencial, tiene una abertura más atrevida en el cuello y sus orillas van recorridas por un ribete; mantiene la docena de botones y sus "aujales", y añade uno a los bolsillos.

Es en el camisón donde se advierten mayores novedades: las hojas o cuartos delanteros llevan frunces amplios, no quedan espacios abiertos entre botón y botón y se refuerza la pechera con unas tiras labradas de la misma anchura que el cuello que ya no va sobremontado, sino cerrado con dos botones. La guarnición de cuello, porteras y puños despéganse ya de los motivos tradicionales para dejar paso a una labor erudita que, andando el siglo, se llamará de transparente. En el calzón se advierten las siguientes diferencias: tres botones en la bragueta, en vez de dos, y bolsillos en disposición horizontal por debajo de las faldillas del coleto. Las medias van atadas con cenojiles y en los zapatos, más anchos de pala, ahora se ha sustituido ya el lazo por la hebilla. Se mantiene aún el pelo atado y no hay novedad en el sombrero ni en la capa, que sigue siendo de golilla y larga, con una medida que oscila entre cinco y siete varas. La mediavaca es más ancha.

Por los años en que Gustavo Doré inmortalizó este "Charro de los alrededores de Salamanca", el traje de hombre en estas comarcas había ya sufrido una y definitiva alteración importante. Adquiere en esta figura una línea más pesada y unos volúmenes ampulosos que antes no tenía.

El sombrero o gorrilla es de los llamados de "embudo", el ala corta y vuelta, con guarnición de cordón y borlas o perillas; es el mismo sombrero que aparece en numerosos grabados de la época, sobre todo en comarcas andaluzas. El pelo es ya corto y las patillas bajas.

El camisón es llano, de pechera fruncida y collar estrangulado que se ataca con un solo botón. Es ésta la forma de camisón que ha prevalecido inalterada en la mayoría de las comarcas salmantinas, manteniendo unos patrones que habían tomado cuerpo en 1470 -en la Sierra de Francia el camisón no evolucionó hasta el XVIII-. Desaparece el coleto y se suple por el chaleco de hojas cuadradas, floreado y escote generoso y por la chaqueta de rizo con solapa y bolsillos; no está claro si va ceñido con faja o mediavaca. El calzón es de los llamados de maldil. Las medias y zapatos van cubiertos por las polainas; la capa es de esclavina lisa y baja.

TRAJE DE MUJER

Podemos agrupar los grabados en que se representa el traje de la mujer de Salamanca en tres apartados que corresponden a otras tantas variantes: a) Cano -Laroque -Albuerne; b) Rouargue; c) Anónimo de 1801, "Charra de las cercanías de Salamanca", que aparece con el número 8 en la Colección general de los trajes... Las prendas que en ellos se describen son las siguientes: sombrero, manta de cabeza y hombros, camisa, cuerpo o justillo de faldilla, excepto en Rouargue que pensamos lleva sayuelo y no jubón, ceñidor y pañuelo de hombros -este último en el grabado de 1801-, bernio, mandil o mandila, según los casos, dos o tres manteos formando cortapisa y calzado.

Tocado.- Salvo en el grabado anónimo de 1801 la mujer va tocada con mantita -pieza a medio camino entre el sobretodo de cabeza y el tocado propiamente dicho- que se abrocha a la sobarba, cae sobre el pecho y resguarda los hombros; esta prenda no debió sobrevivir en la comarca de Salamanca después de la segunda mitad del XIX; sí, en cambio, en puntos de la Sierra de Francia como Mogarraz, donde se mantuvo hasta los primeros años del presente siglo. En Cano y Olmedilla la mantita va guarnecida en las esquinas con ramos y ribetes de galón o listoncillo y obraduras. En Laroque se agranda el listón. Albuerne prescinde de los ramos pero señala más la guarnición que bordea la pieza y que, en este caso, nos parece de sobrepuesto. En Rouargue esta prenda es más amplia y lleva guarnición de cadena.

Cano, Laroque y Albuerne describieron la aldeana de Salamanca con sombrero, no del tipo llamado de rastrojera o cestero, sino de los de calidad entrefina; el ala ni grande ni chica, casco chato y adornado, en Cano y Olmedilla, con alguna garzota o roseta y borlones que cuelgan hasta los hombros; en Albuerne y Laroque unas colonias atadas en lazo. En el grabado anónimo de 1801 la charra va destocada, pelo con raya al medio, rizo a los lados, no sabemos si rodete o moño y unas colonias, angostas colgando.

El grupo primero (Cano-Laroque-Albuerne) describe una aldeana -posiblemente en época estival- en camisa, justillo o cuerpo sin mangas, avarillado y con sus cuartos delanteros atacados por un cordoncillo; se ajusta con un ceñidor que separa el cuerpo propiamente dicho y las faldetas, es muy escotado y deja al aire el cabezón y las porteras de la camisa.

La camisa va guarnecida a la morisca: puntas, caireles, gayas de lisonjas, ojito de perdiz y cadenas. Las mangas abullonadas van también con labores de lana negra; en Cano y Olmedilla aparecen los motivos tradicionales: ramos y animales alternando (claveles, azucenas, leones, pájaras, ciervos) y una grequita en forma acastañuelada. Mas desdibujada en Laroque y en Albuerne, la camisa se presenta sólo con labor en los puños.

La "mujer de Salamanca" de Rouargue, que conversa con un burgalés y una pasiega, viste sayuelo, el cuerpo del mismo atado con cordoncillo y los bordes del cabezón y las faldetas recorridos con galón y repulgo; las mangas son estrechas con folladura en el antebrazo y seis botoncillos que lo recorren, los puños llevan como guarnición, en cinco o seis órdenes, galoncitos de plata; el sayuelo se ajusta con un sobreceñidor. La camisa es aquí llana con el cabezón redondo y pliegues que nacen del collar

En el grabado anónimo de 1801 la camisa es de cabezón redondo y fruncido, y los cuartos delanteros separados llevan dos botoncitos a la altura del collar. Las mangas son floreadas y sus motivos se confunden con los del paño de hombros o crucero. El justillo, de escote redondo y más alto que en los anteriores, se abrocha con cordoncillo.

Sayas o manteos.- Cano y Laroque presentan a la mujer salmantina en ademán de recoger el manteo cimero, que es abierto por detrás o de "vuelta", y queda más corto dejando asomar los manteos medianeros y hondoneros que van así formando cortapisas -detalle que se aprecia con mayor claridad en el grabado de Albuerne-. Los manteos van guarnecidos en sus extremos con ribetes y listones de colores contrastados y encaje de plata sobre algunos de ellos, a la manera como se han conservado en la Sierra. En el grabado anónimo la charra gasta manteo de zagalejo rematado con castañuela roma, tachón-tirana o franjón y dos ribetes angostos encima.

Mandil, bernio o picote.- En Cano y Olmedilla es avarillado, con ribetes angostos y guarnición en las esquinas; no lleva en el centro o campo el motivo tradicional que se conoce como ramo. Laroque repite el mismo esquema. En Albuerne resulta más arcaico y encaja mejor el bernio, antepasado del mandil, cuya línea está claramente emparentada con algunos ejemplares antiguos que se han conservado en Mogarraz. Normalmente ribeteado por dos listones de terciopelo y otros dos asalmonados, como aparece en las prendas-testigo más antiguas. El campo del bernio va todo él enllenado por el jarrón y las azucenas o árbol de la vida. En el grabado de Laroque la simplicidad del mandil de la pasiega contrasta con la profusión del de Salamanca: ramos con claveles grandes enmarcados por cinco ribetes, tres de ellos son listoncillos en forma de cadena y otro recorrido por pequeñas rosas cuadrifolias a manera de golpes.

La mandileta o picote del grabado de 1801 describe con claridad los tres órdenes en que tradicionalmente se divide esta pieza: "acabaera" o parte superior, parte central o campo -en este caso con bordados de tipo erudito- y, separada por dos ribetes y franjón, la parte inferior conocida como faralar o vuelos. La acabaera y el faralar solían ser de la misma fábrica, casi siempre avarillada, o rameada.

Calzado.- Poco explícitos son estos grabados en la descripción del calzado. Cano, Laroque y Albuerne nos muestran un zapato parece que de tipo abotinado, de tacón no alto, con la suela y solapa de puntas caídas. La "Charra de las cercanías de Salamanca", de 1801, calza un tipo de zapatilla con oreja y hebilla, variante femenina del de hebilla de hombre.

Las joyas.- En los cinco grabados coincide el hilo de hueso de aceituna como elemento preferido de la mujer salmantina adornando el cuello y cayendo sobre la camisa, en número que oscila entre tres y siete hilos; ninguno de ellos lleva extremos (cruces, veneras, medallas) (9).

Cano y Albuerne nos regalan con el precioso detalle de la brazalera sobre el corazón, de la que cuelgan tres o cuatro relicarios de vidriera medianos y chiquitos. Laroque coincide con los dos anteriores en colocar sobre las porteras de la camisa, a manera de broche, una joya ochavada.

En el grabado de 1801 cuelgan de las orejas de la charra unos zarcillos -parecen ser lisos- quizá de los llamados de espejo.

***

Hemos analizado el traje que, durante la segunda mitad del XVIII y gran parte del XIX, se vestía en un área -creemos que extensa- de Salamanca y cuyos límites resultan, según las voces de los grabadores ("alrededores", "cercanías", "partido", "distrito", o "Salamanca" sin más), contradictorios. Probablemente esta manera de vestir sería la de la mayoría de las comarcas salmantinas, salvo aquellas que, gozando de un aislamiento claro, tenían además asumidas ya con fuerza modas anteriores con las que, definitivamente, iban a quedar identificadas; sería el caso de Candelario, Sierra de Francia, El Rebollar y algunos puntos de los Arribes del Duero. Madoz vio ya el traje de Salamanca con un grado de uniformidad casi total, dando como predominante la variante charra que, para él, encierra unos rasgos de mayor sabor y antigüedad, idea, esta última, que en absoluto compartimos (10).

En el grabado anónimo de mujer, 1801, y en el de Doré, tenemos ya el paso último y definitivo del traje popularizado y que actualmente conocemos como de charra y charro respectivamente, salvo en algún detalle; el paso siguiente sería ya el de la uniformización con la moda llamada "europea", que se generaliza a partir de la guerra de la Independencia.

Los grabadores recogieron estas variantes de una moda que ya por entonces, y en manos de estamentos plebeyos, se tenía por pasada y llamaba la atención como algo exótico; bien claro queda en la explicación que el propio Cano y Olmedilla da en su obra cuando afirma: "En el primer volumen de esta colección, que se da de dos en dos estampas, saldrán los trajes más usuales de la Pleve del Reyno, y en el segundo los raros de la Nobleza con toda la Monarquía", Esta dicotomía social del vestido se refleja con insistencia desde el siglo XVI en diversos documentos en los que el comitente, al hacer el encargo de una prenda al sastre, aclara que desea se haga "al estilo del país" o "como se usa en este lugar", si el gusto del cliente está anclado en patrones tradicionales; por el contrario, querrá se haga "a uso de ciudadanos", si pretende formas de novedad.

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(1) D. Juan de la Cruz CANO y OLMEDELLA: Colección de trajes de España tanto antiguos como modernos que comprehende todos los de sus Dominios, Dividida en dos Volúmenes con ocho quadernos de doze estampas cada uno. Dispuesta y grabada por D. Juan de la Cruz Cano y Holmedilla. Se hallará en Madrid, Casa de M. Copín. 1777. Bibl. Nac. BA-ER. 3393, nº 5 y 6.

(2) LAROQUE: Enciclopedie des voyages pittoresque...(parís, 1796). Bibl. Nac. BA-ER. 2279, nº 89-90.

(3) A. RODRIGUEZ (dib.) y A. ALBUERNE (grab.): Colección General de los trajes que en la actualidad se usan en España, Principiada en el año 1801, en Madrid. Se hallará en la Librería de Castillo, frente a las gradas de San Felipe y de la Viuda de Cerro, red de San Luis. (Madrid, 1801). Bibl. Nac. BA-ER. 3552,nº 49-50.

(4) Anónimo: Colección General de los trajes... (Madrid, 1801). Bibl. Nac. BA-ER. 3552, nº 8.

(5) M. M. Frére ROUARGUE: Voyage pittoresque en Espagne et en Portugal. (parís, 1852). Bibl. Nac. BA-ER. 2270, nº 12.

(6) Gustave DORE, en L'Espagne, del barón Ch. de DAVILLIER. (París, 1874). Bibl. Nac. BA-ER. 6822, nº 48. Las ilustraciones fueron publicándose en la Revista Tour du Monde, de 1862 a 1873.

(7) La capa de golilla se ha conservado hasta fecha muy reciente en La Alberca, donde fue tenida como de la mayor elegancia y reservada para las grandes solemnidades.

(8) El coleto en la provincia de Salamanca solamente se ha conservado en variantes de Peñaparda y Robleda.

(9) En la colección Bayón Vera de Salamanca hemos podido cotejar los grabados de Albuerne, en este caso iluminados, advirtiendo las particularidades respecto a la colección de la Biblioteca Nacional: la charra lleva al cuello manojitos de corales en vez de hilos de oro -fenómeno que se repite en todos los tipos femeninos-, lo que puede explicarse por el carácter de mayor colorido que da el coral sobre el oro; ambas soluciones (hilos y manojitos) son verosímiles, aunque el uso de coral denotaría una mayor tendencia a formas antiguas. Las puntas de sobrepuesto en la mantita son encarnadas y el galón de los manteos azul turquí y rojo asalmonado con terciopelo negro entre ambos. Las colonias del sombrero son también de color azul turquí. En la guarnición del bernio se dan los siguientes colores: yema de huevo, encarnado y azul. Las majuelas de los zapatos son encarnadas y el justillo color de yema de huevo. En el hombre las medias son de color azul turquí.

(10) MADOZ: Diccionario geográfico-estadístico histórico de España y provincias de Ultramar (Madrid, 1849). "...Sus trajes varían en el partido de Sequeros, o, por mejor decir, en la Sierra de Francia y ribera del Duero, del de los otros partidos de la provincia, que es, con muy leves diferencias, el conocido con el nombre de charro, el cual conserva más rasgos y sabor de antigüedad.

GLOSARIO DE VOCES

Acabaera. Parte superior de la mandila que suele ir fruncida y en la que van dispuestos, por medio de un repulgo, los raberos o ataderos; es voz usada en la Sierra de Francia.

Avarillado-a. Se dice avarillada o viada la tela, generalmente de seda, que está tejida a listas de dos o más colores.

Bernio. Variante de delantal que se usó en Salamanca a partir de la segunda mitad del siglo XVI y del que se conservan dos modalidades: la enteriza -más arcaica, con ejemplares en Mogarraz- y la de nominada de mediabarriga -variante albercana-, que consiste en añadir en su parte alta una solapa o dobladura como de dos cuartas quedando sobremontada en dos órdenes. Lleva como guarnición el ramo y animales en el centro, generalmente de sobrepuestos, y las esquinas matadas y con ramos pequeños y golpes. En la parte baja de la mediabarriga y del campo la encomienda, con labor semierudita. Va recorrido por fajuelas y ribetes de seda de varios colores y algunos encajes de plata ahumada o falsa a la española. Ultimo documento en 1816.

Boca. Parte interna y más superficial del calzado, aquella por donde se da entrada al pie; va recorrida por el verillo.

Borla o emborla. Especie de botón, generalmente de seda u oro, del que penden unos flecos de lo mismo y que sirve como remate y adorno de ciertas prendas de mujer y alhajas domésticas.

Brazaleras. Cadenillas de plata de diferente longitud que prenden las mujeres a la camisa, jubón o sayuelo junto a las axilas, entre el cuerpo y las mangas a uno o a ambos lados y contienen diversas joyas (relicarios, cruces, medallas, esquilitas, bernegal, cuchara y escarbador y gran variedad de amuletos) con una finalidad utilitaria, de protección y suntuaria.

Cabezón. Parte de la camisa o camisón de forma redonda en el hombre y casi siempre cuadrada en la mujer por donde se mete la cabeza, con uno o varios botones; es voz sinónima de collar .

Caireles. Labor al aire con que se bordean los extremos de las guarniciones realizadas con el mismo material que el resto de la obradura.

Camisa. Prenda femenina, generalmente de lienzo, que toca directamente el cuerpo y va desde el cuello a las rodillas. Consta, en lo esencial, de los siguientes elementos: cuerpo con cabezón y botonadura, mangas con sus puños, espaldar, faldas o árbol, cuya parte más baja se denomina ruedo. Ha sufrido alteraciones diversas según las épocas.

Camisón. Camisa de hombre con los mismos elementos en lo esencial que la de mujer; las partes visibles de lienzo y el resto de estopa. Es más alto el cuello y más largo de falda el camisón.

Campo (lª). Parte central del bernio, mandila o picote en que va dispuesta, con diversos motivos y técnicas, la decoración bordada.

(2ª) Cualquier parte lisa de una prenda que pueda recibir labores.

Castañuela o picao. Voces con que en las comarcas salmantinas se denomina el borde recortado de algunos manteos de zagalejo y bayetas de niño con silueta acastañuelada que puede adoptar las siguientes variantes: castañuela de cola de pez, de azucena, roma, machihembrada, de granada, trebolada, de corazón.

Cenojiles o cenonjiles. Cintas de seda o lana, generalmente angostas, con que atan las medias hombres y mujeres. Podían ser de fábrica y se vendían en las tiendas por mazos, o labradas a mano y con leyendas como la que sigue: "En el lecho del amor / sólo puedes descansar". Era una de las prendas que, en días señalados, se acostumbraba regalar entre enamorados.

Cinto. Lista de cuero de una cuarta de ancho que sirve como ceñidor masculino y suele atarse con cordones y hebillas. Hubo en el siglo XIX algunos ejemplares de seda bordados, y existió en el XVIII una variante más angosta o rejo del que se colgaba el bolso de los dineros o garniel.

Coleto. Prenda masculina de busto, en tiempos, de hechura de piel. Aunque de origen militar ya era usada en Salamanca en el siglo XVI como sobretodo entre gentes de la arriería por ser prenda de abrigo; podía o no llevar mangas y pronto la botonadura dio paso a los cordones como abrochadero.

Colonias. Cintas de seda, de tres o cuatro dedos, que sirven como guarnición en sombreros, bernios, mantillinas y otros, utilizándose también para colgar relicarios y patenas, pero de manera especial, y entre la mujer que no ha tomado estado, como adorno del pelo.

Collar. Parte alta del cuerpo de la camisa masculina que rodea el cuello y se abrocha, según las comarcas, con uno o dos botones de plata u oro. Puede ir guarnecido o ser llano.

Cortapisas. Aunque en la actualidad la cortapisa es una guarnición que se echa a la parte baja de los manteos con cinta de seda o lana de diversos colores para mayor vistosidad, tuvo su origen en la superposición y escalonamiento de sayas y manteos -hasta nueve-; el inmediato inferior debía asomar uno o dos dedos por debajo, lo que requería tiempo y destreza. Ello originó en La Alberca el siguiente dicho referido a alguien que se tarda: "Parece que está poniendo las cortapisas del tío Pedro Pérez" (rico comerciante albercano que vivió en el siglo XVIII y que debió regalar espléndidamente a su mujer, cuyas cortapisas se hicieron, por su belleza y cantidad, proverbiales). Las cortapisas eran indicativo de posición social privilegiada.

Crucero. Pañuelo de los hombros que se cruza al pecho y ata por detrás. Suele ser de lienzo o sedas blancas de bordado erudito y guarnición de mostacilla huevecillo y lentejuela plana, según las comarcas. En Los Arribes suele ir bordeado por unas perillas blancas de hilo. El crucero sirve de base y contraste a la corbata o rebocillo.

Cuartos. Se dice de cada una de las partes u hojas de que se componen la mayoría de las prendas de busto -sin contar mangas, cuello ni faldillas-: dos delanteros separados de arriba abajo por cordón o botonadura, y dos traseros o espaldares unidos por una costura central.

Cuerpo. Prenda indistinta de busto que va del cuello a la cintura prescindiendo de las mangas, las cuales, hasta el pasado siglo, se consideraron independientes.

Encomienda. Guarnición bordada de silueta heráldica que posiblemente tuvo como motivo inicial un tipo de cruz poco a poco oscurecida por otros elementos (ramos, pájaras, roleos...). Se mantiene en los bernios de vistas albercanos en su parte central inferior y constituye, asimismo, uno de los motivos preferidos en el tercio o parte superior de las medias.

Esquina. Se dice de cada uno de los ángulos de las prendas femeninas que tienen forma rectangular -mantos, mantillas- y cuyo campo suele llevar como adorno un ramo.

Extremos. Término empleado para diferenciar en un hilo o collar los elementos de una mayor singularidad (casi siempre con carácter religioso, cruces, veneras, relicarios) de las meras unidades de relleno (cuentas, granos, avellanas).

Faldillas. Partes que cuelgan de los cuartos del jubón, coleto, sayuelo y otras prendas de la cintura para abajo.

Folladuras. Cortes longitudinales que se dan en algunas prendas (mangas, calzas, calzones) para con seguir con ello un mayor abombamiento y dar visibilidad a la prenda de abajo.

Garzotas. Elemento decorativo compuesto por plumas y penachos que sirve de adorno en sombreros finos y entrefinos alternando con rosetas, cintas y borlas; se menciona de manera especial este tipo de guarnición en inventarios del siglo XVIII.

Golpes. Piececillos que se forman de redondear una cinta o tela de seda -casi siempre de colores turquí, yema de huevo y asalmonado- y que bordadas al sobrepuesto con alguna lentejuela de clavo encima van adornando las esquinas de manteos, mandillas, bernios y tocas de vistas. Quedan abundantes ejemplos de este bordado en lugares de la Sierra de Francia y La Armuña.

Granos de hueso de aceituna. Uno de los elementos de relleno en los hilos; se diferencia de los otros granos por su forma ovalada, que efectivamente recuerda ese fruto, siempre labrado con estrías o acanaladuras pero nunca calado. Es la variante más estimada de cuantas componen el hilo y puede ser de plata blanca y ahumado. En el siglo XVIII se conocían también como olivas y olivetas, a diferencia de los granos de forma redonda o avellanas.

Guarnición. Término que en indumentaria y orfebrería, si no va acompañado de otro particular, hace referencia a algún adorno de modo inespecífico.

Hilo. Se llama hilo, dentro de la familia de los collares, a un número indeterminado de sartas piezas y extremos enhilados al cuello por una hebra de cerro o estopa y atados los cabos con una cintilla de seda que cae a la espalda. Si bien es cierto que a partir del siglo XVIII han predominado las sartas ahumadas y de oro en forma de granos, avellanas y olivas, se venían empleando, con mucha profusión, otros materiales (coral rojo y blanco, azabache, piedras, granates) como elementos de relleno. Un hilo ni corto ni largo consta de unos treinta granos, cruz en el centro y dos veneras a los lados. El hilo más largo no baja del pecho.

Joya. Pieza de oro o plata guarnecida con diversas piedras y aljófares que está desprovista de cualquier otra finalidad -religiosa o protectora- que no sea la del mero ornato; suele colocarse sobre el pecho. Ya durante los siglos XV y XVI aparecen empeñadas diversas joyas y joyeles valiosísimos entre la alta nobleza salmantina; no falta tampoco en el XVIII esta pieza en inventarios de la burguesía. Suele constar de un motivo central, rodeado por un cerco o cordoncillo, de un lazo o mariposa como remate y varias goteras colgando.

Llano-a. Se dice de una prenda, joya o alhaja que es llana cuando sólo va adornada por la mayor o menor perfección de su hechura y calidad de su materia, prescindiendo de toda guarnición.

Majuelas. Lazos con que se ata y adorna un tipo de zapato, principalmente masculino, por cuyos aujales se mete, a manera de abrochadero, la trenza o majuela.

Mandil del calzón. Parte superior de los cuartos delanteros que es abatible o batidica y se sujeta a la pretina por un botón central y al cordón de atar o atacaero que nace de la esquina derecha, recorre y ciñe por detrás el contrarzapón y se mete por un aujal en la esquina opuesta del mandil; el cual lleva junto a los bolsillos varios aujales que se abrochan con los botones del contrarzapón.

Mandila o mandileta. Delantal que usan los días de gala en la mayoría de las comarcas salmantinas y consta de tres partes: Superior o acabaera, que es estrecha y fruncida. Central o campo, que se reserva para la guarnición, en ocasiones de un total horror al vacío (árbol de la vida, en el medio, pájaras a los lados en posición pasante, recelosa, picando de los frutos, o posadas, ramos pequeños y flores en las esquinas; la labor suele ser de tipo erudito y los materiales, sedas, mostacillas, abalorios y lentejuelas. La parte inferior recibe los nombres de faralar o vuelos y es de la misma fábrica que la acabaera.

Manta de la cabeza. Sobretodo de la familia de las mantas o mantos que ofrece, según su forma, fábrica, guarnición y medidas, múltiples variantes: la que cubre sólo la cabeza, o mantillina, la de cabeza y hombros, la que llega hasta la cintura, y la que va de los pies a la cabeza o cobija.

Manteos. Prenda femenina que en el siglo XVI se presenta como complemento de la saya. En el XVII arraiga en todas las capas sociales y llega a nosotros como la prenda de mujer más importante de cintura para abajo. Existen tres tipos de manteos: el de encima, cimero o cimajero, abierto por detrás o de vuelta; lleva como guarnición un franja o tachón de tercio pelo picado, floreado o liso y en la esquina de la vuelta un ramo. El resto de los manteos del medio o medianeros y bajeros, hondoneros o de encima del hondonero, según su posición, son cerrados; antiguamente iban escalonados formando cortapisa, son de lana.

Mantita. Sobretodo femenino de forma rectangular que cubre los hombros, se ajusta al pecho con broches de plata y llega hasta la cintura; cada lado va recorrido por un listón de seda y el superior, en el centro, lleva una perilla o emborla de seda. La guarnición es de ramos en centro y esquinas. A diario se emplean materiales bastos y en días de gala telas adamascadas. Actualmente está en desuso en Salamanca y ha quedado reducido al área serrana: Candelario, donde se conoce como serenero; Cepeda, senero; Mogarraz, mantilla; y La Alberca, mantita. Quedan también ejemplares muy interesantes de mantitas armuñesas.

Mediavaca. Cinto o ceñidor de cuero liso de más de una cuarta de alto que emplean los hombres en las dehesas de Salamanca como protección contra las astas de las reses bravas.

Orejas. Se dice en los zapatos y zapatillas de hebilla a unas tiras sobremontadas y opuestas como de tres dedos que se disponen sobre el talón; la inferior para asentar la hebilla y la superior para abrochada.

Pala. Parte del corte del zapato que abarca casi todo el empeine y los dedos; va, a veces, reforzada con la puntera. Es una pieza enteriza.

Pendientes de espejo. Variante de pendiente redondo con arillo machihembrado para meter por la oreja y un orden, armazón o medialuna lisos sin ningún remate o fecho.

Perilla. Adorno en forma de pera con botón y flecos de seda de uno o varios colores que se pone como remate, o para disimular las costuras en prendas de mujer (tocas, mantitas) y "alhajas" domésticas (paños de pulir).

Picao. Ver castañuela.

Picote. 1ª Variedad de delantal de uso diario, estrecho y basto, listado y con las esquinas matadas.

2ª Es también sinónimo de mandileta o mandila en algunas comarcas de Salamanca; fabricado en lienzo, lana o seda y con los mismos elementos de la mandila (acabaera, campo y vuelos, forros, esquinas y guarnición).

Porteras. En los tercios delanteros de camisones y camisas la parte superior de la pechera que suele ir labrada con lana negra y diversos motivos geométricos y fitomorfos.

Pretina o petrina. Parte superior del calzón que, a modo de ceñidor y sosteniendo las dos partes de aquél (delantera y trasera) termina por delante en dos apéndices, uno con aujales y otro con botones. -tres- machihembrándose.

Puntas. Diversos tipos de encajes que cuelgan como adorno de los cabos de una prenda vestidera o alhaja doméstica.

Ramo. Se considera como la pieza más fundamental, dentro de los motivos ornamentales salmantinos, no sólo en el campo de la indumentaria y ajuar, y representa el árbol de la vida, desarrollado, o en esquema; se repite y mantiene a través de las diversas técnicas del bordado.

Relicario de vidrieras. Dícese de la joya de carácter religioso (agnusdei, lámina con advocación, reliquia) de forma circular, ovalada u ochavada, de una o dos caras cuyo contenido se protege con unos cristales o vidrieras unidas por un cordoncillo o cerco de metal; suelen formar parte de hilos, vueltas del cuello o brazaleras.

Repulgo. Torcedura que se hace en una prenda o tela pespunteándola y añadiendo, a veces, un borde angosto para achicarla si queda holgada (sobre todo en las mangas) y preservarla de las rozaduras.

Rizo. Dícese de una calidad de terciopelo de peinado alto, ensortijado y áspero que se utilizó por su consistencia en la confección de calzones y chaquetas, de manera especial en el siglo XIX.

Sayuelo. Sayo corto de mujer muy extendido en los siglos XVI y XVII que consta de un cuerpo con dos hojas abotonadas, de amplio escote, y manga llamada perdida y abierta dejando bien visibles las zonas ornamentales de la camisa. Lleva guarnición en sus bordes de galoncillos de plata. Posteriormente esta prenda fue desplazada por el jubón o jubona; se conserva algún ejemplar en Valero y La Alberca.

Sobrepuesto. Técnica de bordado que consiste en recortar una tela, casi siempre de seda, que se coloca sobre el campo de otra fijándola a pespunte y reforzando a veces su silueta con felpilla. Esta técnica se denomina también de aplicación o bordado español.

Sudón. Respiradero que se practica en la manga de ciertas prendas (jubón, coleto) abriendo la costura unos cuatro dedos por donde dobla el brazo y se regula por unos cordoncillos atacados a unos aujales que lleva a los lados; algunas camisas de mujer tienen sudón en el espaldar .

Tachón. Cinta de terciopelo, floreado, picado o liso, ancha como una cuarta, que se sobrepone a poca distancia del borde de manteos y zagalejos como adorno.

Tercios. Cada una de las tres partes en que se dividen ciertas prendas de busto: dos delanteras acordonadas o con botones y una trasera.

Transparente o trasparente. Labor calada de tipo semierudito que se obraba en la pechera, cuello y puños de camisones pertenecientes a la clase alta en el siglo XIX.

Trenza. Cintilla de plata o seda que bordea la base del casco en el sombrero y que, rematada por dos borlas o perillas, cae por el ala a la espalda.

Venera. 1ª Medalla chiquita esmaltada, casi siempre del siglo XIX, de una sola cara y cerco de filigrana que suele colocarse como extremo en los hilos del cuello.

2ª En algunas comarcas de Salamanca se denomina venera al relicario de vidrieras.

Verillo. Cintilla de piel o terciopelo que bordea la boca del calzado.

Vuelos. Parte inferior de la mandila que va unida y fruncida al campo o enmedio y queda ahuecada o al aire con lo que se logra una cierta gracia en la prenda; es de seda de la misma fábrica que la acabaera o parte superior de la mandila.

Vuelta. Lados posteriores y abiertos del manteo cuya torcedura izquierda que sobremonta va guarnecida en su borde y esquina.

Zagalejo. Variante del manteo cimero de vuelta, de colores atrevidos que visten las doncellas las tardes de fiesta para ir al baile o asistir al toro; en su parte inferior va bordeado siempre por una castañuela o picao.

Zapatilla. Variante de zapato femenino de medio tacón, pala y talón de oreja para asentar y abrochar la hebilla; suele ir pespunteada con motivos de caracoles y azucenas.



El traje de los alrededores de Salamanca como lo vieron los grabadores de los Siglos XVIII y XIX

CEA GUTIERREZ, Antonio

Publicado en el año 1983 en la Revista de Folklore número 36.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz