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“El conocimiento es sin duda un fenómeno multidimensional en el sentido de que, de manera inseparable, a la vez es físico, biológico, cerebral, mental, psicológico, cultural, social”.
(Morin, 1999, p. 20).
A MANERA DE INTRODUCCIÓN
Vamos a pasearnos en estas páginas sobre los rasgos básicos del imaginario refranístico en torno a la niñez –como se expresa en sus palabras– o sobre la infancia –como hoy habitualmente nombramos y clasificamos el grupo etario de nuestros pequeños y pequeñas–.
“El imaginario es un conjunto de prácticas, creencias, concepciones, anhelos colectivos y valores sociales que dan coherencia a un grupo social determinado en un tiempo y un espacio concreto. Una suerte de registro subjetivo coherente, pero también dinámico y cambiante, individual y colectivo, como autoconcepción grupal. A modo de una institución de la sociedad; institución de significaciones imaginarias sociales que dan sentido (Castoriadis, 1979).
Imaginario compuesto por representaciones sociales, entendidas éstas como producciones mentales colectivas que van más allá de las personas, como individuos, y conforman el bagaje cultural de una sociedad (Ibáñez, 1988). Pese a lo cual hay dificultades, ya que “si bien es fácil captar la realidad de las representaciones sociales, no es nada fácil captar el concepto” (Moscovici citado por Ibáñez, 1988, p. 32). Y por representaciones sociales entendemos no sólo un grupo de significados sino un conjunto estructurado de significados, toda vez que son posicionamientos afectivos relacionados con acciones y conductas sociales.
¿Cuál es el imaginario refranístico alrededor de la infancia? ¿Cuáles son sus representaciones más comunes en torno a este grupo social? Pasemos a realizar una revisión sobre el tema.
INDISCRECIÓN, DESCONFIANZA VERSUS SINCERIDAD
Una imagen recurrente de la infancia en el refranero popular es la de los niños como platicadores e indiscretos, además se previene en el sentido de desconfiar de ellos, por esta causa. En principio lo que hacen, sin saber la mayoría de las veces, es imitar a los adultos, y decir lo que ellos dicen y de ellos han oído, pero en ocasiones ante las personas menos indicadas o en espacios y lugares inoportunos.
“No dice el mozuelo sino lo que oyó tras el fuego”.
“Lo que el niño oyó en el hogar, dícelo en el portal”.
“Dicen los niños en el portal lo que oyen a sus padres en el hogar”.
“Dicen los niños al solejar lo que oyen a sus padres en el hogar”.
Por todo lo cual, se recomienda, en extremo, precaución por parte de los padres, familiares o adultos que estén en su entorno. La advertencia y consejo son claros.
“Lo que no quieras que se sepa, que niños no lo oigan ni lo vean”.
“Al niño y a la rueca, sólo di lo que quieras que se sepa”.
Hay alguna que otra excepción que tiene que ver con la edad del protagonista en cuestión, así como con su crianza y educación, por no mencionar su carácter o personalidad.
“Niño bien criado, no habla si no es preguntado”.
Por otra parte, el refranero invita a la desconfianza, no sólo ante la actitud que en un momento dado pueden llegar a tomar los niños, en el sentido que oigan lo que no deben y lo reproduzcan; sino también el hecho que nunca se sabe cómo van a actuar con su natural espontaneidad, su comportamiento a veces caprichoso, a resultas del cual te pueden dejar mal frente a terceras personas, a veces de forma comprometida.
“Cuídate bien de lo que haces, no te fíes de rapaces”.
“A canto de pájaro y gracia de niño, no convides a tus amigos”.
“Con cántico de pájaros y fiesta de niños no convides a ningún amigo”.
“Con gracia de niño y canto de ave, no convides a nadie”.
Esta actitud espontánea y caprichosa es fuente de sinceridad, comparada con las de los locos y los borrachos, que no están cuerdos ni en sus cinco sentidos. Con lo cual se describe la cualidad infantil de la sinceridad, para tenerla en cuenta si hay ocasión de aplicarla en la vida cotidiana.
“El niño y el orat dicen la veritat”.
“Niños y locos lo cuentan todo”.
“¿Quieres saber la verdad? Los niños y los locos te lo dirán”.
“Los niños y los locos dicen las verdades”.
“Si los niños y los locos son los verdaderos, es que mienten los hombres cuerdos”.
“Niños y gente loca, la verdad en la boca; cuerdos y sabios, la mentira en los labios”.
“Los borrachos y los niños siempre dicen la verdad”.
Así, los niños y niñas son habladores, indiscretos, te pueden hacer quedar mal, y siempre dicen la verdad, con lo bueno y lo malo que todas estas características entrañan.
GRATITUD Y AMOR VERSUS VARIABILIDAD
Los infantes perciben a la gente, a la cual le agradan los niños, tienen esa sensibilidad y capacidad cognitiva e intuitiva, y se acercan a los que les brindan amor. Sobre el tema se comparan incluso con la fidelidad del perro. Se muestra la imagen de ternura y cariño por parte de los infantes que necesitan dicha actitud de los adultos como humanos en general, y especialmente, como seres todavía dependientes de los mismos.
“El pero y el niño, donde les hacen –o les muestran – cariño”.
“El perro nuevo y el niño vanse para quien les hace mimos”.
“El perro y el niño, cariño”.
“El amor y el niño, donde les muestren cariño”.
“Allá va el niño donde lo tratan con cariño”.
Sin embargo, este amor puede ser muy variable, hay una fragilidad en los sentimientos infantiles, y son rápidos en cambiar emociones en su vida cotidiana. En este aspecto son comparados con locos y viejos. El refranero advierte en este sentido.
“Amor de niño, agua en cestillo” (2).
“Amor de niño, agua de cesto”.
“El agua cuesta arriba dura poco, y menos el amor de niño loco”.
“Amor de viejo y de chiquillo, agua es en canastillo”.
“El amor y el niño empiezan brincando y acaban llorando”.
Niños necesitados de cariño que se acercan a quien se lo proporciona, y niños variables en cuanto a sentimientos se refiere. Las madres, agradecen también, a quien muestra cariño a sus hijos.
“Quien a mi hijo moca, a mí besa en la boca”.
“Besando al niño, a su madre le hacen un cariño”.
“Beso que se da al niño, la madre lo recibe en el carrillo”.
TRAVESURAS Y PLEITOS
No sólo los niños son inquietos y movidos, como se dijo, sino que hacen travesuras y provocan problemas y pleitos. Desde la ya mencionada desconfianza que tiene que ver con la advertencia sobre el comportamiento infantil y el consejo de cuidarlos y cuidarse de ellos, hasta la consideración, de que los niños son como diablos.
“Con chavales, ni a coger guindas garrafales”.
“Con niños, ni a la gloria”.
“Algo de ángel tiene el niño, y mucho de animal dañino”.
“Niños jugando, son ángeles y diablos”.
“Los muchachos, no son hombres, sino diablos”.
“No se ha de mentar al diablo donde hay niños”.
Es más, son una verdadera amenaza para las personas o los animales, o para la propia seguridad de ellos mismos. Con lo cual el mensaje didáctico moral es vigilarlos, no vayan a hacerse daño o a hacerlo a otros. Es más, son utilizados, metafóricamente hablando, para desear el mal a alguien, aunque sea bajo un sentido humorístico, el mensaje de fondo existe.
“A quien mal quieras, en manos de chiquillos le veas”.
“Tal te veas entre enemigos, como pájaro entre niños”.
“Pájaro seas, y en poder de muchachos te veas”.
“De manos de muchachos, guarde Dios al pájaro”.
“Mal le va al pajarillo en manos del niño”.
“Al niño, quítale de la mano el cuchillo”.
NIÑOS, ANIMALES, LOCOS, DIABLOS Y MUJERES
Los niños son a veces comparados con animales, locos, el diablo –como se ha visto– y las mujeres. Las mujeres por su parte en el refranero popular son también usualmente contrastadas con dichos personajes, siempre con la clara intención de hacerlas aparecer como tontas o torpes, muy malas, o atolondradas. En alguna ocasión también se las compara con niños, pues es una manera de considerarlas menores de edad, o que no saben lo que hacen, infantilizarlas (Fernández Poncela, 2002). Pero volviendo a la infancia, es curiosa, clara e ilustrativa la contrastación. Esta sirve para destacar el apetito infantil como el de las cabras, pollos y cochinos –animales domésticos que se han de domesticar–. Son malos como el diablo y adivinan como locos. Finalmente, y como las mujeres, “dan más disgustos que placeres”.
“Cabras y muchachos comen a buen bocado”.
“Niños y pollos, siempre comiendo y siempre hambrientos”.
“Gatos y niños siempre dicen, «mío, mío»”.
“El niño y el cochino a donde les dan el bocadillo”.
“El niño y el becerrillo, en mitad de la siesta han frío”.
“Hijos buenos, los menos; los más parecen hijos de Satanás”.
“Los niños son hijitos de Dios y testiguitos del diablo”.
“A los niños y locos y beodos, Dios los guarda todos”.
“Los niños y los locos, adivinan”.
“Niño que bebe vino, y mujer que habla latín, no han de tener buen fin”.
“Niños y mujeres, dan más disgustos que placeres”.
“Predicar a niños, confesar a monjas y espulgar a perros, perder el tiempo”.
Como se observa la comparación no tiene desperdicio, en ocasiones es para presentar a los infantes como que comen mucho, en otras para decir cuán malos son, y también el subrayar que son un problema sobre todas las cosas. Aunque sobre este último punto hay diversidad de opiniones, es claro que el criar a un niño no sólo es trabajo, sin embargo no siempre es algo agradable o fácil. Además de que “El niño, por su natural, nace inclinado al mal”. Y punto.
A MANERA DE CONCLUSIONES
“Las normas sociales, las creencias, las actitudes, las cogniciones sociales se insertarían en la mente de las personas a través de sofisticados y polifacéticos mecanismos de la socialización” (Ibáñez, 1988, p. 12). Y en este sentido, una de las funciones de las representaciones sociales es “conseguir que las personas acepten la realidad social instituida, contribuyendo a que el individuo se integre satisfactoriamente en la condición social que corresponde a su posición. Al igual que las ideologías, aunque de forma mucho más concreta, las representaciones sociales contribuyen a la legitimación y a la fundación del orden social. Esta legitimación transcurre esencialmente en el ámbito simbólico pero también se manifiesta como práctico, puesto que las representaciones sociales suscitan las conductas apropiadas a la reproducción de las relaciones sociales establecidas por las exigencias del sistema social” (Ibáñez, 1988, p. 55).
Y lo interesante es repensar cómo los refranes populares participan en esta reproducción social. Cómo se han reproducido (Bourdieu y Passeron, 1977), a pesar de los cambios y contextualizaciones de los mismos, de generación en generación a través de la memoria colectiva de los grupos humanos, a modo de habitus (Bourdieu, 1995) y como capital cultural heredado (Bourdieu, 1990).
En general, los niños son valorados positivamente, aunque se les califica de inquietos y se describen una serie de necesidades. Aparecen costumbres y hábitos, algunos medio mágicos, otros muy acertados como el consejo de dar leche materna. Los niños son calificados –o descalificados, en su caso– como charlatanes, indiscretos y dignos de desconfianza, pero y también, se les adjudica una gran sinceridad. Necesitan cariño y van allí donde lo hallan, sin embargo, poseen una gran variabilidad en cuanto a los sentimientos y carácter. Son traviesos, hay que cuidarlos, toda vez que cuidarse de ellos, pues pueden llegar a representar una amenaza. Se les compara con animales, locos, mujeres y con el mismo diablo, a modo de metáfora ilustrativa de, por ejemplo, su glotonería, maldad, poco cordura y causantes de disgustos.
Y todo esto es tanto reflejo de la realidad social, como construcción de la misma (Berger y Luckmann, 1986), y quizás o seguramente, son ambas cosas a la vez.
“...el conocimiento no es insular, es peninsular y, para conocerlo, es necesario volverlo a unir al continente del que forma parte. Por ser el acto de conocimiento a la vez biológico, cerebral, espiritual, lógico, lingüístico, cultural, social, histórico, el conocimiento no puede ser disociado de la vida humana ni de las relaciones sociales” (Morin, 1999, p. 27).
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NOTAS
(1) Investigadora y docente de la UAM Xochimilco.
(2) Hay versión femenina con el sujeto niña.
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BIBLIOGRAFÍA
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