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Revista de Folklore número

316



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Actividades lúdico-tradicionales, fiestas y costumbres en la real villa de Puerto Real (Cádiz) durante el S. XVIII

HERRADOR SANCHEZ, Julio Ángel

Publicado en el año 2007 en la Revista de Folklore número 316 - sumario >



INTRODUCCIÓN

La mayor parte de la información recopilada para la elaboración de este artículo ha sido a través de diferentes fuentes documentales escritas (Jornadas de Historia celebradas en Puerto Real), obras del historiador D. Antonio Muro “Puerto Real en el S. XVIII y XIX”, “Documentos básicos para la Historia de Puerto Real” de Anarte y cols (1991), “La Villa de Puerto Real en la Edad Moderna” (1483–1812) de J. J., Iglesias (2003). y la toma de datos y anécdotas de algunos ciudadanos de Puerto Real.

Hemos basado nuestro estudio en el extenso repertorio iconográfico que Goya nos dejó, seleccionado fundamentalmente los cartones pintados (entre 1776 y 1792), coincidiendo con el reinado de Carlos IV y destinados a la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, sin duda, el mayor legado afín con los juegos y actividades recreativas del momento.

En el análisis de estos cartones, se ha intentado buscar un símil con lo que Maceiras y cols. (1996) disertan acerca de la importancia de la fotografía antigua: “constituye un vehículo idóneo para hacer historia local puesto que permite comprobar sorprendentes elementos de cambios como por ejemplo la fisonomía urbana, forma de vestir, el tipo de fiestas, los objetos que rodeaban a nuestros antepasados, los niveles sociales, la importancia de las celebraciones religiosas, etc. Cuando se puede contar con imágenes que ilustran un período de un tiempo histórico determinado el refuerzo de la narración está más garantizado. No olvidemos que una imagen provoca los recuerdos de una manera a veces inconexa, cuanto más atrás nos remontamos en el tiempo, y que son precisamente las imágenes sucesivas las que pueden ayudar en el rompecabezas de mostrar con lógica y rigor la historia narrada”.

Por lo tanto estos cartones nos ofrecen y permiten conocer aspectos de la vida cotidiana social, costumbres, juegos tradicionales, actividades recreativas, etc. de un determinado periodo histórico y de un lugar concreto, extrapolándolos a otras zonas geográficas o locales como es el caso de Puerto Real. Reforzando esta teoría Anarte y cols. (1991) revelan que la actividad cultural de la villa de Puerto Real en el siglo XVIII se inscribe dentro de las líneas culturales de la España del Siglo de las Luces, siendo un lugar apetecible, como recreo y descanso, para las capas más altas de la sociedad. Así, Rodríguez (1997) comenta que las manifestaciones festivas monárquicas que se celebraban en Puerto Real, corresponden a aquellas que se realizan en otras zonas de España, caracterizadas por seguir la estética teatral barroca que impregnan estas fiestas. Por todo ello, con el fin de aportar el mayor rigor a esta investigación, es preciso conocer cómo eran las calles, plazas, parques, jardines donde se llevaban a cabo los juegos, actividades lúdicas y de ocio, espectáculos, fiestas civiles, fiestas militares, fiestas religiosas en la villa de Puerto Real del siglo XVIII. Así, D. León de Tapia y Vasconcelos, en un escrito dirigido al Conde de Floridablanca y a Don Joseph de Gálvez describe cómo era la Real Villa de Puerto Real en 1783 “la villa es moderna cuasi toda ella; sus calles son rectas y muchas de ellas anchas; sus contornos cuentan con huertos, jardines, casas de campo, arboledas, etc…”. Las plazas públicas eran: La Real o del Ayuntamiento, la de la Iglesia, la de Jesús, la de los Descalzos y de la Victoria y la de S. Telmo. (Muro, 1961).

El Valenciano Mariano Ramón Sánchez, fue pintor de cámara del Rey D. Carlos IV, y nos dejó un bello lienzo sobre Puerto Real hacia el año 1796, este cuadro que se conserva en el Museo Naval de Madrid, representa un valioso testimonio gráfico de la Villa en el periodo histórico que vamos a analizar. El artista pinta Puerto Real desde el mar, y nos ofrece una visión del convento de S. Benito; la iglesia de S. Sebastián; el templo de la Victoria; casas puertorrealeñas, descampado de la antigua plaza de S. Telmo, etc.

En concreto Alcedo y cols (1995) estudian la Plaza de Jesús desde un punto de vista urbanístico, considerándolo un espacio público muy importante para Puerto Real. Dicho análisis incluye tres puntos básicos como son el desarrollo evolutivo e histórico (se investiga el proceso de formación de un nuevo centro urbano en la villa de Puerto Real a lo largo de los siglos XVIII–XIX, sus proyectos y reformas), sus características morfológico–urbanísticas (donde se analiza trazado y plano, elementos constitutivos, equipamiento, mobiliario y entorno arquitectónico) y aspectos funcionales (función social que cumple esta plaza dentro del casco urbano).

Como dice Rodríguez (1997) a lo largo del siglo XVIII, en la Villa de Puerto Real, el marco festivo para las celebraciones, en particular las vinculadas con acontecimientos monárquicos, será la plaza pública aunque la utilización de estos espacios varía en el tiempo. En la proclamación de Carlos III se levantará un tablado en la plaza de Los Descalzos, mientras que en la de Carlos IV se cambia de ubicación a la de Jesús. Además de las plazas, encontramos otros espacios que tendrán una importancia relevante en las celebraciones monárquicas, como las casas consistoriales y la Iglesia Prioral. Las calles serán otro marco festivo por excelencia, al servir de lugar para los desfiles de las proclamaciones o el lugar de paso para las visitas reales.

De cualquier modo las calles, plazas y edificios relevantes, cambian su fisonomía para enmascarar la vida corriente de la villa por unos días, mediante colgaduras y elementos ornamentales en las casas, tablados en las plazas y arcos triunfales en las calles. Cada momento clave es seguido con un ritual y ceremonial concreto que se traslada al marco de la sociedad mediante la fórmula festiva. Se celebrarán los nacimientos, bodas, proclamaciones, exequias e incluso las visitas reales. Para la proclamación de Carlos IV como rey, el 27 de septiembre en 1789 se erigieron tres tablaos para la ceremonia; uno en la plaza del Ayuntamiento, otro en la de la Iglesia y el tercero en la plaza de Jesús, lugares tradicionalmente los más idóneos para estos actos. (Muro, 1992). Como indican Anarte y cols. (1991) durante el siglo XVIII, la villa de Puerto Real experimenta un auge económico gracias a las industrias de barcos y salinas, en detrimento del sector agrario y pesquero; esta situación permite la captación laboral de personas de otras regiones, sobre todo montañeses. Esta circunstancia es interesante tenerla en cuenta puesto que dicha población pudo transmitir y aportar a la sociedad puertorrealeña juegos y actividades recreativas propias de una zona tan rica en tradiciones lúdicas como la de Cantabria.

A mediados del siglo XVIII la población en Puerto Real oscila entre 4.500 y 5.000 habitantes o 1.104 vecinos equivalentes a cabezas de familia. (Iglesias, 2003). Muro (1992) señala que a finales del siglo XVIII, las plazas, paseos y jardines son lugares de descanso, juego y conversación para los vecinos puertorrealeños nativos o de adopción, hidalgos y pueblo llano, propietarios y trabajadores campesinos, consecuencia del bienestar que aflora en este periodo. Según el Padrón de 1798, y teniendo en cuenta el cuestionario elaborado, la villa contaba con 228 niños, 250 niñas, 1.501 mujeres y 1.491 varones resultando 12.945 habitantes (2.992 vecinos).

El grueso del cuerpo social de Puerto Real en el siglo XVIII se nutría de las clases sociales medias y populares urbanas, la nobleza y el clero no representaban, en realidad, sino grupos sociales minoritarios (Iglesias, 2003).

OBRA DEL PINTOR (GOYA) Y RELACIÓN CON LOS JUEGOS TRADICIONALES Y FIESTAS EN PUERTO REAL

Intentar recopilar y seleccionar el mayor número de juegos y actividades recreativas que F. de Goya pintó a lo largo de su vida artística, implica un estudio detallado de su biografía y de su trayectoria artística, así como de los sucesos históricos del momento o época, ya que fueron determinantes en el estilo y manera de reflejar en los cartones, grabados, retratos, etc., el modo que tenía de percibir la sociedad en la que estaba inmerso.

Según Wyndham (1970), su pincel estuvo comprometido con reyes, reinas, príncipes, soldados, frailes, toreros, gitanos, intelectuales, majas, santos, juerguistas de las fiestas populares, combatientes callejeros, niños jugando, etc.

Podemos definir los juegos y deportes tradicionales como aquellas actividades deportivo–recreativas que tienen un marcado carácter local y que requieren destreza física, estrategia y suerte. Constituyen una parte del patrimonio cultural, transmitiéndose de generación en generación de forma oral o escrita u otras manifestaciones artísticas, teniendo como raíz la propia creatividad espontánea popular, con el objetivo de llenar el tiempo de ocio, convirtiendo a veces las tareas laborales en actividades de encuentro lúdico de varias comunidades, con motivo de la celebración de sus fiestas locales (Herrador y Latorre, 1999).

Los juegos tradicionales y actividades lúdico–recreativas se transmiten de generación en generación de manera oral, escrita, y a través del arte, como es el caso de la escultura (Discóbolo de Mirón) o la pintura (cartones de Goya y óleos de Brueguel) entre otros artistas (Herrador, 2003). Así, Palth (1998), expresa que la mayoría de los juegos y juguetes han sido representados en pinturas, azulejos y también en sellos postales de diferentes países.

Mestre (1973) tituló su trabajo de fin de carrera de los estudios del INEF en Madrid, dirigido por D. Miguel Piernavieja, “Juegos y deportes en Goya” desvelando que el pintor tuvo una gran influencia de personajes ilustres de la época como la de D. Gaspar Melchor de Jovellanos, amigo del pintor, cuya obra “Memoria sobre la policía de los espectáculos y diversiones públicas y su origen en España” incluye escenas de caza, romería, juegos escénicos, juegos privados, máscaras y bailes; actividades presentes en la obra de Goya como veremos posteriormente.

Son numerosas las clasificaciones de los estudiosos (Huizinga, Piaget, Callois) que han pretendido definir e interpretar el juego, en función a valoraciones sociológicas, fisiológicas–biológicas, psicológicas, antropológicas, pedagógicas, expresivas, motrices, instrumentales, etc. La siguiente clasificación, es un compendio de las diferentes taxonomías establecidas por dichos autores y adaptada al legado de la obra de Goya.

1. JUEGOS CANTADOS. EXPRESIÓN VOCAL (CANCIONERO TRADICIONAL)

La mayoría de los juegos cantados que conocemos actualmente tienen sus orígenes en fábulas y/o anécdotas que nacían de la vida cotidiana que el ser humano efectuaba en cada época (Abraldes, Castro y Palacios, 1998).

La música popular, como apuntan Torres y cols. (1976), es la que hace el pueblo llano para satisfacer sus necesidades estéticas y éticas, con materiales propios o tomados de las técnicas musicales más cultivadas. De tal manera que encontramos manifestaciones musicales para las fiestas, para entretener la soledad del pastoreo, la monotonía de la trilla, la tristeza de la mina, para el amor, la danza, las bodas y la muerte, para dormir a los niños, y para cuantas ocasiones conlleven relevancia en la vida del hombre solo o en contacto con otras personas, con su tierra y su trabajo.

Para relacionar el cancionero popular con la pintura de Goya, señalaremos los temas más frecuentes extraídos de aquel que fueron plasmados por el pintor:

1.1. Juegos infantiles y juveniles

Gómez y cols. (1992) consideran que juegos y canciones infantiles son prácticamente inseparables y, aunque es cierto que en la actualidad hay muchos juegos donde el movimiento es el máximo protagonista (juegos deportivos), debemos aceptar, por otro lado, que también hay juegos en los que la canción es tan importante como el movimiento que los acompaña, sobre todo en las edades más tempranas y en fiestas populares y tradicionales.

La mayor parte de las taxonomías del cancionero infantil, incluyen nanas, canciones de escuela, de felicitación, para hacer enfadar, etc., y en este sentido, hemos rescatado en la pintura de Goya para este apartado, las canciones que, evidentemente, se entonaban durante las actividades lúdicas y recreativas o juegos y que a continuación detallamos.

Salto de Pídola

A este juego se le denomina en Puerto Real con el nombre de “Piola”. V.iene acompañado muchas veces de la expresión oral de los participantes mediante formas rítmicas y musicales cantadas: “A la una mi mula, a las dos la col, a las tres la culá de S. Andrés…”.

Juegos del Columpio

El primer cancionero recopilatorio del repertorio popular donde aparece una clasificación que incluye canciones de columpio es Cien temas infantiles (Olarte, 1997). Según Latorre (2002) el juego era practicado sobre todo en salidas festivas al campo y se realizaba atando una soga a una rama muy fuerte de un árbol donde un compañero/a se sienta y el otro le impulsa al ritmo de canciones como la siguiente:

“1,2,3,4,5,6,…10, que se salga la niña del mecedero, si no se quiere salir que le den que le den con el cabo de una sartén”.

Según Andrades y cols. (1994) el parque de las Canteras debido a su vinculación con la población, –que lo ha utilizado como lugar de recreo y esparcimiento desde el siglo XIX, y a su fisonomía tan particular–, ha sido y es considerado, actualmente, uno de los parajes más tradicionales y pintorescos de Puerto Real. Durante el periodo estudiado, este parque fue designado el de “sitio de Troya”, donde seguramente se jugaba al columpio. El Archivo Histórico de Puerto Real dispone de un Auto de la Alcaldía fechado en 1792 prohibiendo el carnaval y entre otras oposiciones encontramos la utilización de columpios tanto en público como en casas particulares. Esta situación está condicionada por el deseo de impedir la reunión lúdica, considerada inmoral y promiscua, entre personas de uno y otro sexo y que podía dar lugar a la aparición de juegos de carácter erótico (Iglesias, 2003). Anarte y cols (1991) revelan que el bando de carnaval de 1794 recoge en el apartado tercero “que no se use de columpios en público concurriendo hombres y mujeres, bajo la dicha pena de seis ducados…”.

El balancín

Este juego radica en balancearse dos o más niños en un tronco de árbol, apoyado por su centro de equilibrio sobre unas piedras. En los extremos del tronco se sientan los participantes contrarrestando el peso, quienes disfrutan con el rítmico subir y bajar. El uso cotidiano del columpio proviene de la Grecia antigua, y aunque era un elemento diseñado en principio para las niñas, según Plutarco también lo utilizaban los niños y viejos para mantener su condición física.

1.2. Juegos de corro

Son juegos de habilidad en los que se precisa destreza, pericia, maña, ingenio, etc. y relaciones afectivas. La competición es un elemento añadido como objetivo de vencer al grupo contrario o superar alguna dificultad. La mayoría de las clasificaciones del cancionero popular enmarcan las que acompañan a este tipo de juegos dentro de las canciones de correndero, corro, rueda, etc., donde niños y adolescentes entonaban cánticos al atardecer. Entre ellos hemos seleccionado la gallinita ciega y el pelele.

La gallina ciega

En las plazas de algunos pueblos, este juego suele seguir practicándose. Es una variación del grupo “la gallinita ciega” en el que a uno se le vendan los ojos y se le hace dar varias vueltas sobre su eje longitudinal para que pierda la orientación, momento en el que deberá capturar a un compañero y adivinar quién es.

El cuadro de la gallina ciega, de Goya, también recibe el nombre del “cucharón” debido al artilugio (cuchara de madera) empleado por el individuo que se encuentra en el centro del círculo.

En los juegos de corro varios participantes se unen de las manos formando un círculo y van dando vueltas y realizando diferentes movimientos al compás de distintas canciones, entre las que podemos señalar, como más conocidas:

“El patio de mi casa es particular, cuando llueve se moja como los demás…”.

“El corro de la patata…”.

El pelele

Constituye un tema gracioso, donde cuatro mozas mantean a un pelele en la pradera del Manzanares. En el rostro de algunas de ellas se observa la maligna satisfacción con que elevan al aire una figura ridícula vestida de hombre. Parece como si quisieran venganza burlándose del sexo “fuerte”. Hoy esta diversión popular ha ido cayendo paulatinamente en desuso, aunque no por ello deja de verse esporádicamente en comunidades juveniles que sustituyen al muñeco por un compañero al que mantean entre las risas y cancioncillas de los participantes.

1.3. Canciones burlescas y satíricas

Son canciones que llevan implícita cierta recreación dramática en la que la creatividad, expresión, fantasía y espontaneidad son sus características fundamentales, en ellas podemos situar las canciones que se cantan en carnaval.

Las primeras referencias sobre las celebraciones del tiempo de Carnestolendas en Puerto Real, se encuentran en un documento fechado el 5 de Octubre de 1767. Al igual que en otras ciudades la historia del carnaval de Puerto Real es paralela con su propia historia social, política y económica así como con los acontecimientos que desde su fundación por los reyes católicos, se suceden en general en España (Pizarro, 2000).

Iglesias (2003) comenta que la aproximación a la realidad del Carnaval en Puerto Real a fines del siglo XVIII es factible gracias a la conservación en el Archivo Histórico Municipal de la ciudad de dos edictos promulgados por el Alcalde Mayor prohibiendo las manifestaciones propias de la fiesta. Anarte y cols. indican que en el bando de carnaval se adoptan las medidas necesarias para la calma y la moralidad de la villa de Puerto Real durante los carnavales de 1794.

1.4. Romances

Los romances eran escritos, generalmente, por los propios ciegos que los cantaban o personas allegadas de corta ilustración literaria. Eran en definitiva trovadores que contaban historias locales o provinciales. En la pintura que ilustra este tipo de canciones, Goya representa al ciego cantor de romances con una guitarra.

1.5. Canciones de boda

La mayor parte de las clasificaciones las consideran como canciones de cortejo, noviazgo, matrimonio, celebraciones familiares, etc.

El cortejo nupcial camina por delante de un puente, un niño saluda desde lo alto de un cañón, otros niños preceden a los novios junto a un hombre que toca un instrumento musical de viento, de lo que se deduce que, aunque en ese momento no se entonara ninguna canción, la música marcaba el paso de la pareja y su séquito.

1.6. Canciones de quintos o de guerra

Este tipo de canciones eran entonadas por los mozos antes de incorporarse a filas (Mambrú se fue a la guerra; Ya se van los quintos madre…), después se han utilizado para acompañar algunos juegos infantiles que demandan ritmo y coordinación.

1.7. Canciones de laboreo o recolección

Una de las características más significativas de las sociedades agrarias es la gran riqueza de memoria oral que atesoran. Las canciones entonadas por la gente del campo servían para reforzar los lazos entre los miembros de la comunidad como manifestación de un colectivo que expresa o refleja la vida cotidiana laboral (Peña, 2003). Podemos encontrarnos canciones de siega, trilla, arada, aceituneros, etc.

Según Ortiz (1994) en un análisis del Padrón realizado a principios del año 1798 de la villa de Puerto Real hace referencia a los oficios relativos al mar que nos permiten deducir que las ocupaciones de esta población, gracias a la fácil comunicación con los pueblos limítrofes y emplazamientos giran fundamentalmente en torno a la industria naval, la pesca, el comercio, observándose en menor medida una de las actividades tradicionales: la dedicación al campo; capataces, ganaderos, hortelanos y hacendados.

2. DANZAS Y BAILES TRADICIONALES

Anarte y cols. (1991) muestran que a finales del siglo XVIII existe un documento que anuncia la apertura de una escuela en la Villa de Puerto Real, en la que se debía enseñar el baile, música y esgrima en las horas de recreo.

El cartón que se presenta para ilustrar este apartado nos recuerda al de la gallina ciega, por la disposición de los componentes del grupo y su colorido. La escena se desarrolla al aire libre y contrasta con los bailes de “sociedad”, por su mayor espontaneidad y libertad de ejecución de los movimientos. El realismo de esta acción, como afirman Cobo y cols. (1997), contribuye o da la impresión de que el espectador forma parte de la fiesta, logrando integrase en cualquier momento en ella. Las figuras están en movimiento como si fueran a escaparse del lienzo.

En este cuadro podemos observar los siguientes instrumentos: Corporal (Palmas o sonido percutido, producido al chocar las manos, como acompañamiento rítmico musical), guitarra y bandurria (instrumentos típicos españoles) y castañuelas (instrumento popular español que se toca por parejas y colgadas de los dedos de las manos con un cordón o cinta).

3. JUEGOS CON ANIMALES

Está demostrada la afición del artista por los toros. Este aspecto queda manifiesto en los 22 grabados, dibujos y cartones que pintó. Se especula que para trasladarse a Italia tuvo que ganarse la vida como torero. En la escena destaca una espigada cucaña, alzada en el interior de una gran plaza, y que sirve de fondo a la escena principal de la obra. El suplemento del Diario Mercantil de Cádiz de principios del s.XIX relata: “Por la tarde salió un toro con cuerda que fue lidiado en las calles por los aficionados y retirado éste acudió un inmenso pueblo a presenciar la cucaña que estaba preparada en la misma plaza donde divirtió la agilidad de los que aspiraban al premio colocado en la extremidad superior del palo” (Muro, 1992).

Muro (1961) apunta que además de las corridas con que se festejaban las juras de los reyes, los toros debieron ser frecuentes en Puerto Real y gozar de gran concurrencia de público, pues en 1732, se solicita hacer una plaza de toros en el sitio llamado Pozo del Rey. Según Rodríguez (1997) existe en Puerto Real un lugar con cierta relevancia festiva, y lo encontramos en el sitio de la Laguna, donde se realizarán corridas de toros para celebrar estos actos. Según Alcedo y cols (1995) existe un espacio público tan importante para Puerto Real como es la Plaza de Jesús donde tenía lugar la correría de los tradicionales “gayumbos” o toros embolados de las fiestas de Junio (que proseguían por la calle de La Plaza).

4. JUEGOS DE AZAR

Juego con cartas

En el Archivo Histórico Municipal de Puerto Real se hallan una serie de bandos y en concreto un Auto de Buen Gobierno de 1758 donde se precisa entre otras prohibiciones, la de jugar a los naipes y dados (Anarte y cols. 1991).Era una actividad muy corriente de la época con el fin de divertirse con los amigos, en este caso, la imagen está tomada en las afueras de Madrid. Concurre cierta picaresca en la escena, ya que algunos de los componentes intentan hacer trampa. Esta situación podemos presenciarla en personas mayores que como esparcimiento u ocio dedican su tiempo libre en asociaciones, tabernas y bares de los pueblos.

Es conocido que Goya durante su infancia, fue un personaje asiduo en peleas callejeras violentas. La juventud Zaragozana del siglo XVIII era al parecer, aficionada a las disputas entre las pandillas, a puñetazos, a palos e incluso a cuchilladas (Wyndham, 1970). Muro (1992) señala que existían riñas callejeras en la vía pública de Puerto Real, así, el 6 de Marzo de 1807 una pandilla de individuos que iban de taberna en taberna de montañeses cometían muchos excesos provocando alborotos.

5. TRANSPORTE DE AGUA

En palabras de Anarte (1996) el abastecimiento de agua potable a la población en 1637 corría a cargo de un grupo de aguadores, que hacían su trabajo ayudados de carros y cabalgaduras. En el verano de 1764 se produce el primer intento de conducir agua potable a la villa en el llamado Siglo de las Luces aunque este proyecto no cuajó puesto que el vecindario debe surtirse del agua de los pozos domésticos o de otros abiertos fuera de la villa, el de Carretones y el de las Canteras, por medio de aguadores.

El libro del Repartimiento de la Única Contribución (1771–1772), recoge información sobre los operarios de Puerto Real, y su distribución en el vecindario, donde resaltamos la existencia de dos cantareros que habitan en la calle Ancha.

“El problema del agua para el consumo de Puerto Real, permanente desde la fundación de la población, tiene a fines del siglo XVIII su total solución. La escasez de agua fue uno de los principales impedimentos para el desarrollo de la Real villa. Los aguadores callejeros cobraban de cinco a seis maravedíes por arroba; la solución a este problema se acomete tras la traída de aguas desde la fuente de la Higuera en 1764” (Muro, 1961).

CONCLUSIONES

A pesar de que algunos autores como (Pelegrín, 1990; Moreno, 1992 y Trigo, 1994) experimentan un convencimiento en cuanto a la extinción o desaparición de los juegos, debido entre otras causas a la acelerada revolución tecnológica y a los hábitos de vida en las grandes ciudades, consideramos que tras haber estudiado el legado iconográfico que nos dejó Goya (1776–1792) –período pictórico evaluado–, llegamos a la conclusión de que en el intervalo cronológico que nos separa, no han variado en demasía las actividades recreacionales que se practicaban hace ya unos doscientos años aproximadamente, ya que en la actualidad nos topamos con una serie de juegos tradicionales y actividades de ocio que siguen practicándose tanto por los adultos como por los niños, y que seguramente los efectuarán las generaciones que están por venir.

Además, los cartones analizados nos invitan a conocer juegos tradicionales y actividades recreativas practicadas en un determinado periodo histórico y en un lugar concreto, pudiéndose extrapolar a otras zonas geográficas o locales como es el caso de Puerto Real.

Es un hecho incuestionable la ausencia de espacios abiertos en nuestras ciudades, sustituidos por aceras y asfalto, que limitan la actividad lúdico–motriz de la sociedad actual. Esta situación influye de manera determinante a que se vaya perdiendo desgraciadamente la transmisión de juegos de una generación a otra, sustituyéndose por una imposición, consecuencia de la influencia poderosa de una sociedad de consumo marcada por claros intereses políticos y económicos.

Sería preciso alertar a padres, educadores y a los sectores políticos responsables, sobre la importancia de la práctica de juegos en el hogar, en el colegio y en el barrio o entorno, facilitando y permitiendo el desarrollo de actividades lúdicas enriquecedoras desde un punto de vista motriz, sociológico y psicológico.

Las obras de arte son documentos que nos ayudan a comprender mejor las formas de vida (organización familiar, instrumentos y formas de organización del trabajo, alimentación, vestidos, construcciones, conflictos entre personas, grupos y países) y pensamiento (creencias, modelos físicos o morales) de la sociedad en que se generaron. Esta información directa que nos proporciona la obra de Arte a veces nos permite ir más allá, al extraer más información, y debería facilitarnos a los docentes utilizarla como herramienta pedagógica en la enseñanza desde una visión interdisciplinar realista.

Este documento podría ser el punto de partida para que los docentes, responsables de sectores de la sociedad (Instituciones públicas y privadas), padres, etc., reflexionemos y actuemos como impulsores en defensa de nuestras raíces (cultura), nuestro ocio y nuestra salud, potenciando la investigación sobre el origen y las características de los juegos tradicionales, canciones, palabras y dichos que practicaban y empleaban nuestros mayores, ya que suponen parte de nuestro patrimonio, y como tal, un producto del asentamiento de valores culturales y formativos.

Como indican Lavega y Rovira (1997) “redescubrir y conocer la cultura popular y tradicional, no es un sentimiento romántico de recuerdo nostálgico del pasado, es una necesidad que se torna urgente en un presente a veces alienador. No es que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero debemos ofertar a las generaciones futuras para que ellas mismas valoren y juzguen el peso de su cultura, y esto sólo se consigue a partir del conocimiento de la misma”.

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Actividades lúdico-tradicionales, fiestas y costumbres en la real villa de Puerto Real (Cádiz) durante el S. XVIII

HERRADOR SANCHEZ, Julio Ángel

Publicado en el año 2007 en la Revista de Folklore número 316.

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