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1. EL PRIMERO EN VER SALIR EL SOL
En la sierra de Pedro Jance, en un sitio llamado Peña Rubia, se juntó un lobo y una zorra y robaron un pavo. Entonces quería apoderarse el lobo del pavo, porque era más fuerte, y entonces naturalmente acordaron de ponerse y el que viera salir el sol antes, se lo comería.
Pero como este lugar es el más alto de la sierra, el lobo se puso mirando a la salida del sol, y la zorra, como más pilla, se puso al contrario porque sabía que, como era el sitio más alto de la sierra, daría el sol antes.
Y el lobo le decía:
—¡Anda que vas a ver el sol salir!
Cuando de momento le tocó la zorra al lobo y le dijo:
—Mira pacá –y le señaló donde estaba dando el sol.
Y el lobo le dijo a la zorra:
—¡Ay, zorra, que me la has dao!
Narrador: Pedro Rivas Vivo (Pliego)
Del tipo 120, El primero en ver salir el sol, no tenemos muchas versiones hispánicas: ocho tradicionales y una literaria, la número 401 (347) del Libro de los Ejemplos de Sánchez de Vercial (véase GOLDBERG, *H561.11). Ésta es una variante antropomorfa que el compilador de ejemplos atribuye al historiador Trogo Pompeyo, de la época de Augusto: unos siervos se rebelan contra sus señores y acuerdan que será rey el primero que vea salir el sol; mientras todos miran hacia oriente, uno de ellos, por consejo de su señor, verá reflejado en lo alto de la ciudad, hacia occidente, la claridad antes que nadie.
2. UN MAL DÍA PARA EL LOBO
Había una vez un lobo que iba andando río abajo con mucha hambre. Pensaba en las cosas que se comería, pero no tenía nada. De pronto vio una yegua con un potrillo, que era su hijo. El lobo se relamió de pensar en el banquete que se daría con aquel animalito tan tierno. Se acercó a ellos y dijo:
—¿Qué haces, amiga yegua?
La yegua contestó:
—Mira, estoy intentando sacarme una pincha que tengo clavada en esta pata, pero yo no la veo bien. Si tú pudieras ayudarme, te lo agradecería.
El lobo se acercó a mirar y entonces la yegua le dio una patada y lo tiró río abajo.
El agua lo arrastró lejos. Cuando pudo salir a la orilla, se encontró con una marrana que tenía once marranillos recién nacidos. El lobo pensó: «Esta vez sí que me voy a poner las botas con estos cerditos tan tiernos». Se acercó a ellos y preguntó a su madre:
—¿Qué haces, amiga marrana?
—Mira, estoy intentando bautizar a mis hijos pero, como son tantos, se me escapan, no puedo sujetarlos. Si tú quisieras ayudarme… El lobo se acercó a la marrana para ayudarle, pero cuando éste estaba descuidado, le dio un trompazo y lo mandó otra vez río abajo.
El lobo se desmayó, y cuando despertó estaba en la orilla del río, muerto de frío y de hambre. Se adentró en el bosque, y un leñador que había por allí se asustó y se subió a un pino. Como el lobo no podía ni andar, se sentó debajo del mismo pino y se puso a repasar su triste vida. Y decía: «Yo he sido sacapinchas y bautizador de marranos: ¡así me cayera un rayo y me abriera la cabeza!».
Y al leñador en ese momento se le cayó el hacha y lo mató.
Narrador: Diego de la Cruz Leyva (Pliego)
Nuestra versión presenta la sucesión de acontecimientos propia del tipo 122A, El lobo (zorro) busca su desayuno, que se distribuye en episodios que, en ocasiones, pueden aparecer solos, como el tipo 122J, La espina en el casco (elemento B de la clasificación de ESPINOSA, 1946–47: III, pp. 245–252), o el elemento D de Espinosa: la cerda ruega al depredador que le permita bautizar a sus lechones, y entonces lo empuja al río. El cuento termina con el elemento F de la clasificación de Espinosa: «El lobo, desesperado, se echa debajo de un árbol, se lamenta de su mala suerte, y desea que le mate un rayo o un cuchillo. Un leñero que está en el árbol deja caer su hacha, le da al lobo en la cabeza y le mata».
Este cuento esópico pertenece a la tradición literaria europea y la mayoría de sus elementos se encuentran en las antiguas colecciones de fábulas latinas (véase RODRÍGUEZ ADRADOS: M245). Según Espinosa, el tipo fundamental del cuento es europeo, pues se halla solamente en las versiones de los esopos del siglo XV en adelante y en la tradición moderna. En España se conserva con gran fidelidad el tipo esópico de los siglos XVI y XVII, por lo que, para Espinosa, no cabe duda del origen literario del cuento. Y además opina que puede tratarse de un cuento hispánico en su origen y formación, creado a partir de motivos esópicos.
La más antigua versión castellana del relato del lobo buscando comida está en el Libro de Buen Amor, estrofas 766–779. En este caso el lobo interpreta un estornudo (en las versiones tradicionales se trata de un pedo) como señal de buen agüero, de que hallará fácil y abundante comida, y desprecia un torrezno que encuentra (motivo *J344.3 de GOLDBERG, presente también en las pp. 91–93 del Esopete); a continuación el lobo es topado por dos carneros que lo han hecho juez de la disputa entre ambos para saber a cuál corresponderá el prado que heredarán de sus padres (tipo 122K*, El lobo partidor de tierras); y por último es arrojado al rodezno de un molino por una cerda, que finge estar bautizando a sus lechones. Falta por tanto el episodio de la muerte del animal a manos del hombre.
Respecto del cuentecillo de la espina en el casco (tipo 122J), RODRÍGUEZ ADRADOS lo documenta en la fábula greco–latina: H198=M221 y H257, pues se lee en Esopo, 187, y Babrio, 122. También en las estrofas 298–303 del Libro de Buen Amor leemos este relato, en el Esopete, p. 61 y cf. p. 85 (véase GOLDBERG, motivo K1121.1). TUBACH lo recoge bajo el tipo 2605. Por otra parte, la narración del bautizo de los cerditos aparece en el Libro de Buen Amor, estrofas 766–779, en el Esopete, pp. 91–93, y en TUBACH, tipo 4554 (véase GOLDBERG, motivo K1121.2).
CHEVALIER (1983) atestigua la presencia del relato en la literatura del Siglo de Oro (tipo 47B): Fabulario de Sebastián Mey (27) y Juan de Mal Lara, Filosofía vulgar, IV. También encontramos el cuento en el Roman de Renart XIX, La Fontaine (V, 8) y Grimm (86). En Grimm, los gansos piden una tregua al zorro para rezar antes de ser comidos, pero no terminan nunca de graznar. El escritor argentino Juan Carlos Dávalos fabuló en Los casos del Zorro (1925) los episodios descritos del cuento: Halla el zorro una yegua con su cría, El zorro y los carneros y El zorro, la marrana y el río cristalino (pueden leerse en Armando Gómez, Antología de Fábulas, ob. cit., pp. 670–671).
3. EL LOBO Y LOS TRES CHOTOS
Una vez había una cabra y tenía tres cabritos. Estaba en su corral la cabra y salía con sus hijos pa comel (pasaba un ése de agua por al lao pa beber los choticos). Y antoces dice la madre a los choticos:
—Me voy al pueblo a compral recao (1). Si viene el lobo, no abrirle la puerta. El lobo tiene la voz más fuerte, tiene pelos en las patas. Vosotros le miráis las patas.
Pos ná, se va la madre. A la miaja:
—¡Pon, pon!
—¿Quién?
—Yo.
—¿Quién eres tú?
—Pos tu madre.
—Tú no eres mi madre; mi madre tiene la voz más fina. Tú eres el lobo.
Antoces el lobo se va otra vez y a la miaja vuelve:
—¡Pon, pon!
—¿Quién eres tú?
—Tu madre.
—A ver: enséñanos las patas. ¡Ah!, tú tienes mucho pelo en las patas; tú no eres mi madre, mi madre no tiene tanto pelo en las patas.
Allá que se va el lobo otra vez. Y entoces viene el lobo y con harina se enrea toas las patas de harina pa llevarlas blancas, como era la madre blanca… Antoces viene otra vez:
—¡Tras, tras!
—¿Quién?
—Tu madre.
—A vel: enséñanos las patas. –Y se miran– ¡Ah!, pos si paece mi madre: mi madre tiene las patas blancas.
Antoces le abren la puerta, ¡me cago en la puta!, y era el lobo.
¡Vamos! Antoces se lía con ellos, y el más chiquitiquio en las ramas de olivera que había en el corral se escondió, y se escapó; y se comió los otros dos.
Cuando viene la madre:
—¡Madre mía!, y ha venío el lobo y se ha comío mis choticos. ¡Vamos! ¡Madre mía! Y antoces ya salió el chico, de las ramas; dice:
—Madre, el lobo se ha comío mis hermanicos.
Antoces la madre, como tenía unos cuernos tan largos y tan finos, dice:
—Vamos a vel.
Arrea parriba, a la orilla del río arriba, y estaba el lobo acostao en la orilla del río, pegando unos ronquíos… Antoces llegó la madre con el cuerno, ¡bun!, a toa la barriga arriba, y le sacó los dos cabritos toavía vivos.
Y antoces ya el lobo se quedó allí muerto y antoces los tres cabritos se liaron a bailar allí, a la madre, venga bailar de contentos. ¡Ala, venga a bailar! Y colorín colorao, el cuento por las escaleras se ha ido al tejao.
Narrador: Damián Sánchez Martínez (Zarzadilla de Totana)
Se trata del famosísimo cuento del lobo y los siete cabritillos, tipo 123, El lobo y los cabritillos, popularizado a partir dela relato n.º 5 de los hermanos Grimm. Pertenece nuestra versión al Grupo Tercero, tipo V de la clasificación de ESPINOSA (1946–47: III, pp. 283–291). Ya aparece el relato en la fábula clásica (RODRÍGUEZ ADRADOS: nº H121=M184). Dentro de la literatura del siglo XIX, está presente en la obra de Fernán Caballero y en Jacinto Verdaguer (véase AMORES, tipo 123).
En otra variante el lobo no engaña a la cabrita que queda sola en casa. En este caso se trata de un cuento medieval de carácter moral y de origen esópico, cuyos ejemplos más notables son los del Esopete, p. 51, La Fontaine, IV–15, y María de Francia, fábula 89 (véanse GOLDBERG, motivos K1832 y J144, junto con TUBACH, tipo 2312).
4. EL ZORRO REBOZADO
Era un tiempo de mucha hambre pa los zorros, y había uno que no aguantaba: tenía hambre.
Las vallas eran muy altas y estaban llenas de perros. Entonces el zorro pensó, y cuando se fue el molinero, se revolcó en la harina y quedó blanco completo, como una oveja.
Al llegar la noche, el zorro se acercó a la valla y gritaba «¡beee, beee!», como una oveja. Al verlo el pastor, salió y pensó que se había escapado una oveja y había vuelto, y le abrió la puerta, y el zorro consiguió entrar con las demás ovejas.
Y el zorro pensó: «Cuando sea de madrugada, cogeré un cordero y lo mataré; y cuando en la mañana me abran la puerta, me iré».
Como lo dijo, así lo hizo. Pero no contó en que esa mañana llovió, y empezó a caérsele la harina. Al verle una oveja que había a su lado que se le caía el color, vio que era un zorro y dio la voz de alarma. Llegaron los perros, le mordieron y el zorro salió corriendo.
Narradora: María Romero Giménez (Mula)
Del tipo 123B, El lobo con piel de oveja, el catálogo de Camarena–Chevalier sólo ofrece dos versiones tradicionales hispánicas: una onubense y otra catalana. Sin embargo, habría que incluir también la versión de Reinón Fernández y López Jordán incluida en su colección de cuentos recogidos en la almeriense comarca de los Vélez, p. 48 (Vélez Rubio), en la que el lobo se disfraza de pastor para entrar en la manada, en lugar de disfrazarse de oveja. Respecto a las versiones literarias, RODRÍGUEZ ADRADOS (1987: nº H188=M361, M488 y cf. M495) registra el relato dentro de la fábula greco–latina: Odón de Cheritón, fábukas 51 y cf. 50, y la fábula correspondiente del Libro de los Gatos, 25 (GOLDBERG: K828.1). Como se ve, no parece un cuento demasiado extendido.
5. LA CASA DE LADRILLO Y LA CASA DE CARTÓN
Habían dos cerditos que eran hermanos: que uno era muy trabajador y el otro era un gandul.
Le dijo el trabajador al gandul:
—Hermano, vamos a construir una casa para que cuando llueva tengamos un techo seguro.
Contestó el gandul:
—¡Ja, ja! No pienses que te voy a ayudar a hacer la casa. Yo me haré la mía y me la construiré de cartón.
Entonces empezaron los dos hermanitos a construírsela.
El cerdito gandul ya la tenía terminada y se reía del otro porque aún la tenía sin hacer.
Ya cuando la tenían terminada pasaron unos días y empezó a llover. Pues la casita que tenía el gandul, como era de cartón, se mojó, y se quedó sin casa. Su hermano, que era tan bueno y trabajador, le dijo:
—¿Ves?: si la hubieras hecho de ladrillo, como yo, ahora tendrías un techo para vivir. Ahora te has quedado sin casa.
Llorando el gandul, le dijo a su hermano:
—Me arrepiento de ser gandul. De ahora en adelante seré como tú.
Lo que quiso decir es que no se deben hacer las cosas mal hechas.
Narradora: Antonia Roda (Mula)
En nuestra versión del tipo 124, Las casitas derribadas con solo soplar, falta todo el episodio del lobo destruyendo las casas endebles con un pedo o soplido (aquí es la lluvia la que destroza la casa de cartón). Además, los cerditos son solamente dos y no tres, como en la mayoría de las versiones. ESPINOSA (1946–47: III, pp. 397–400) no recoge nuestra variante ni yo la he encontrado en otro lugar, por lo que seguramente se trate de una versión defectuosa o incompleta del tipo 124. La única versión literaria hispánica que conocemos es de Fernán Caballero (véase AMORES, tipo 124).
6. LOS ANIMALES INÚTILES
Había una vez un matrimonio que vivía en la huerta. Y llegó el sábado y se fueron a hacel el mercao a comprar bacalao, sardinas y otras cosas que le hacían farta. Y cuando llegó a su casa, puso las sardinas encima de la mesa. Y por la noche vino el marío y le preguntó que qué iban a cenar.
Y dijo la mujer:
—Pos…, unas sardinicas y tomates.
Y echa mano a las sardinas y no estaban porque el gato se las había comío. Y la mujer empezó a renegal y dijo que iba a matal al gato. Y el gato, que lo oyó, se escapó de casa y echó a andar por un camino largo, largo, y se encontró con un perro y le dijo: —¿Qué te pasa? Y él contestó: —Que mi ama me iba a matal y yo me he escapao.
Y dice el gato:
—Pos eso mismo me pasa a mí, y por eso me he escapao.
Y echaron a andal, andal y se encontraron con un burro; y les dijo que a él le había pasao lo mismo y que su amo le había pegao una paliza.
Y entonces echan los tres a andal y después de mucho andal se encontraron con un gallo; y les dijo: —¿Qué os pasa? Y los tres se lo contaron. Y el gallo dijo:
—Pos eso me pasó a mí: que oí decil a mi jefa que mañana me iba a matal, y me fui.
Y dijeron todos:
—Pos ámonos juntos.
Y después de mucho andal vieron una luz y era una casa de ladrones, y decidieron entrar y esconderse. Y se puso el perro en la entrada de la puerta, el burro detrás de la puerta, el gato en la estaca y el gallo en la cornisa. Y entonces están escondíos callaícos y vienen los ladrones y dicen:
—¡Parece que hay aquí gente, que está la luz encendía!
Y entonces los ladrones decidieron que el jefe, que era el más valiente, entrara. Y entonces entró; y le pega el perro un bocao, enseguida va y el burro le pega una patá, y luego se le tira el gato. Y enseguida se va y el gallo le dice:
—¡Quiquiriquí!, ¡traérmelo aquí!
Y sale corriendo y le dice a los otros:
—¡Primero uno me ha dao un bocao, luego otro me ha dao una patá, otro me ha cortao con un guchillo, y el jefe ha dicho que me llevará ante él! ¡Vámonos de aquí, que esos cuatro hombres son mu fuertes y no se puede entral!
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Narradora: Juana López Fernández (Mula)
Parece que el tipo 130, Los animales en la posada, se relaciona con el tipo 210, Animales y objetos se van de viaje, que sería su correspondiente variante oriental. En ésta, varios objetos y animales van de viaje y llegan a la casa de una vieja, que está ausente, donde se esconden para hacerle daño. Cada uno lo ataca según sus especiales características y la expulsa o mata (THOMPSON, 1972: p. 298).
Del tipo 130 hay muchas versiones tradicionales. Sin embargo, apenas ha pasado a la literatura, con la excepción de una versión de Fernán Caballero (véase AMORES, tipo 130). ESPINOSA (1946–47: III, pp. 386–397) establece los que considera tipos fundamentales de este cuento, si bien en las versiones actuales queda patente la influencia de la narración 27 de los Grimm, Los músicos de Bremen, aunque en realidad el desarrollo tradicional del cuento viene a ser así: unos animales huyen de casa porque los van a matar para una fiesta o porque han quedado inútiles para el trabajo. Llegan a una casa o cueva de lobos (en lugar de ladrones, como en Grimm) y cuando éstos regresan los ahuyentan hiriéndolos y asustándolos.
7. LA CULEBRA DESAGRADECIDA
Pos esto era una historia que cuentan, ¿sabes?, hace ya mucho…, muchos años, que en Pliego eran carboneros ná más lo que habían, y entonces venían gente de afuera y hicieron así como una barraca y allí se ponían tres o cuatro amigos. Cuando terminaban el carbón, pos allí comían, allí dormían, allí lo hacían tó.
Pero se metió un día una culebrica pequeña y ellos pos la dejaron y no la mataron, y entonces le pusieron de nombre María. Y allí pos siempre estaba con ellos, le echaban de comer y tó.
Pero ya llegaron que terminan de hacer el carbón y se van cada uno a su pueblo. Y ya tardaron cada uno cuatro años en venir y, cuando vinieron, pos entonces se encuentran y se acordaron de ella. Dicen:
—¿Cómo estará la María?: ¿vivirá o no vivirá? Y entonces, cuando estaba acostao, pos uno se notó así mucha sujeción en la pierna. Y entonces dice:
—Enciende un misto, ¿sabes?, que tengo así una sujeción en la pierna.
Y entonces encendieron la luz y vieron que la culebra, una culebra mu grande, mu grande se había tragao el muslo y que ya, cuando había llegao a la ingle, como no podía subir parriba, ¿sabes?, pos estaba ahí sujeta. Y entonces pos ya la cortaron con una navaja, ¿sabes? Y creen que sería la María, que se había hecho muy grande.
Narradora: Josefa Muñoz Sánchez (Mula)
Catalogación: tipo 155 de Aarne–Thompson, La serpiente desagradecida devuelta a la cautividad, y [155A] de Camarena–Chevalier, [La ingrata serpiente mata al que la crió].
Según dice ESPINOSA en su estudio al cuento de la serpiente ingrata con el hombre que la ha salvado y alimentado (1946–47: III, pp. 420–432), éste es uno de los cuentos más populares de la tradición europea y oriental. Clasifica seis tipos fundamentales de relatos relacionados con nuestro cuento, aunque algunos de ellos poco tienen que ver en realidad con él. Nuestra versión se incluye en el tipo I de Espinosa, que es el tipo greco –oriental primitivo y fundamental, y seguramente el más antiguo de todos: una culebra salvada del frío o criada por un hombre quiere matar a su bienhechor. Éste es el tipo [155A] de Camarena –Chevalier. Ya BOGGS (1930: tipo *290) enumeró varias versiones hispánicas de este cuento.
Por otro lado, abundan las versiones literarias. RODRÍGUEZ ADRADOS documenta el cuento en la fábula greco–latina (H62=M429, H186 y M295): lo encontramos en Esopo (176), Fedro (IV–20) y Babrio (143). También aluden al cuento Petronio, Satiricón LXXVII, y Teognis, pp. 599–602. En la Edad Media aparece en la fábula 59 de Odón de Cheritón, en la Disciplina clericalis, 5, en el Libro de Buen Amor, estrofas 1348–1355, y en el Esopete, p. 36 (motivo *W154.2.1.1 de GOLGBERG y tipos 4256 Y 4262 de TUBACH). En los siglos de oro está en la comedia de Tirso de Molina Próspera fortuna de D. Álvaro de Luna y adversa de Ruy López Dávalos (Jornada III, escena VIII), en la de Agustín Moreto No puede ser (Jornada II, escena I), en los Emblemas morales de Juan de Horozco, II–14, y Cervantes alude a ella en el Quijote II, capítulo 54, cuando el morisco Ricote está justificando (paradójicamente) la expulsión de sus paisanos ya que no era bueno para el rey «[…] criar la sierpe en el seno, teniendo los enemigos dentro de casa » (ed. de John Jay Allen, Madrid: Cátedra, 1977, vol. II, p. 435).
En el XVIII lo recoge Samaniego (II–7). Y en el XIX Vicente Blasco Ibáñez en su novela Cañas y barro (Obras Completas, tres volúmenes, Madrid: Aguilar, 1946, vol. I, pp. 822–823), en una variante en la que el animal mata a su bienhechor por exceso de cariño cuando lo abraza.
Hay otras variantes del cuento, como la fábula 72 de María de Francia, en la que el hombre hiere y mata a la serpiente porque sospecha que tiene un tesoro; o la de La Fontaine X–1, en la que se invierten los papeles y es el hombre quien mata al animal a la vez que lo acusa de una crueldad de la que aquél le aventaja. En muchas versiones españolas, villano y áspid sustituyen a caminante y víbora de la fábula esópica.
En el tipo 155, la disputa entre el animal y el hombre es sometida a la deliberación de otros animales (uno o tres). Uno de ellos pide a la serpiente que se introduzca en la alforja del hombre para poder así reproducir los detalles de lo que había pasado, y entonces el hombre la mata. La versión más antigua de Europa de este cuento es la de la Disciplina clericalis 5, que después pasó al Libro de los ejemplos, de Sánchez de Vercial, n.º 312 (246). GOLDBERG cataloga este último relato con el número *Q281.5, y TUBACH con el 4254.
8. LA ESPINA EN LA ZARPA DEL LEÓN
Cierta vez, un león muy juguetón correteando por la selva se clavó una espina en la pata.
—¡Ayudadme, amigos! –suplicó el león a los otros animales de la selva.
—Ni lo pienses –habló la tortuga en nombre de todos–: tienes el genio demasiado vivo, y las uñas demasiado largas.
Pero un pequeño pastor se compadeció de él y le sacó la dolorosa espina de la pata.
—Gracias –dijo el león–. Nunca olvidaré el favor que me has hecho.
Pasado algunos años, los soldados del emperador de Roma capturaron al león para hacerlo trabajar en el circo.
—¡Dejadme, dejadme! –rugía el león.
Pero los soldados no le hicieron caso y le obligaron a entrar en una jaula que tenían preparada.
Después de varias semanas de camino, los soldados del emperador condujeron al pobre león hasta las puertas de Roma.
—¡Soltadme, soltadme! –gritaba el león–. ¿No sabéis que yo soy el rey de la selva? Cierta mañana, el pastor, que había perdido una de las ovejas del rebaño, empezó a buscarla. El pastor no pudo encontrarla, y su dueño le acusó de haberla robado.
—Te voy a denunciar a los soldados –le dijo–.
Era la oveja más hermosa de mi rebaño.
—¡Soy inocente! –dijo el pastor cuando se presentó delante de los jueces.
Pero los jueces no le hicieron caso y le condenaron a muerte.
—¡Serás arrojado a las fieras! –le dijeron–. ¡Es el castigo que mereces!
El joven fue arrojado y uno de los guardias abrió la puerta que comunicaba con las jaulas, y varios leones aparecieron rugiendo. De pronto, cuando las fieras iban a lanzarse sobre el pequeño, uno de los leones detuvo a sus compañeros diciendo:
—¡Esperad, compañeros! Éste es el pastor que me ayudó una vez.
El emperador preguntó qué es lo que pasaba y alguien le dijo:
—Los leones han comprendido lo que no comprendieron los jueces: ¡ese joven es inocente! El pequeño pastor contó la verdad al emperador:
—¡Yo no he robado ninguna oveja! –dijo.
—Te creo, muchacho –habló el emperador–.
Te ofrezco la libertad y también un empleo en el palacio.
La hija del emperador y el pastor se despidieron del león, que también había sido dejado en libertad.
—¡Tomad ejemplo, hijos míos! –dijo un pajarito a sus hijos–. Sed siempre agradecidos como el león: la gratitud es propia de almas nobles.
Narradora: María Jódar Sánchez (Bullas)
Del tipo 156, La espina en la zarpa del león, el catálogo de Camarena–Chevalier ofrece sólo una versión peninsular en castellano, la registrada en la provincia de Ciudad Real por Julio Camarena. Parece pues una narración que apenas ha pasado a la tradición oral y ha quedado limitada a la literaria, donde aparece frecuentemente.
RODRÍGUEZ ADRADOS la registra, dentro de la fábula clásica, con el número nº H199 (=M227): aparece en las Noches Áticas de Aulo Gelio, V.14, donde el protagonista, que se llama Androclo, relata prolijamente al César toda la historia sucedida entre él y el león; lo mismo ocurre en Eliano, Historia de los animales, VII.48, pero la historia se cuenta desde el principio y no en orden inverso; también está en Plinio el Viejo, Historia Natural, VIII.56.
En nuestra literatura medieval encontramos el relato en el ejemplo 186 (115) de Sánchez de Vercial, en los Castigos e documentos del rey don Sancho IV, 27.141, en el Espéculo de los legos, 47.31–32, y en el Esopete, p. 61 y cf. 111 (véanse GOLDBERG, motivos B381 y B525, y TUBACH, tipos 215 y 2771). Aparece, dentro la literatura del Siglo de Oro, según atestigua CHEVALIER (1983), en las comedias de Lope de Vega Amar sin saber a quién y El esclavo de Roma, y en las Epístolas familiares de Fray Antonio de Guevara. Por otro lado, puede leerse también en el Tesoro de diversa lección de Ambrosio de Salazar, n.º (377)=9 de la ed. de sus Cuentos a cargo de J. Fradejas, quien señala como fuente directa del cuento de Salazar un relato similar incluido en la obra de Jerónimo Cortés, Libro y tratado de los animales terrestres y volátiles, con la historia y propiedades dellos (Valencia, 1613).
Escenificó el cuento George Bernard Shaw con el título de Androcles and the lion.
9. EL HALCÓN FIEL
Esto era un halconero que salió a cazar con su halcón. Una tarde la cacería había sido larga, y el halconero estaba sediento. Bajaban de un alto monte buscando con ansiedad una fuente de agua que refrescara su sedienta boca. Bajando, encontró una fuente y exclamó: «¡Agua!». El halcón, merodeando por la zona, bajó hasta su amo, y cuando éste fue a beber agua, el halcón se le tiró y le atacó.
Así una y otra vez que intentaba beber agua, hasta que el halconero se cansó: cogió una flecha, la puso en la ballesta y le disparó atravesándolo.
Cuando el halconero vio que habían pájaros muertos alrededor de la fuente, observó que había una serpiente en el fondo de la fuente y se dio cuenta que el halcón le estaba protegiendo. Entonces cogió el halcón muerto, lo besó y le dio sepultura.
Narradora: María Romero Giménez (Mula)
Nuestro cuento constituye una variante del tipo 178A, El animal fiel temerariamente matado, en la que el animal es un halcón que protege a su dueño de beber en un estanque donde mora una serpiente, y así le salva la vida, pero el halconero no comprende el proceder del animal y lo mata. En la literatura clásica, encontramos el cuento en la obra del lírico griego Estesícoro (véase Lírica griega arcaica: poemas corales y monódicos, 700–300 a. C., ed. de Francisco Rodríguez Adrados, Madrid: Biblioteca Clásica Gredos, 1980, p. 221), variante en la que un labrador salva a un águila de una serpiente y entonces ésta vierte su veneno en la copa del hombre, pero cuando va a beber, el águila le arrebata la copa (éste es el relato que aparece en la Historia de los animales, de Eliano, XVII–37). RODRÍGUEZ ADRADOS cataloga esta fábula como nº H86. En una variante muy similar, cuenta Eliano (Historia de los animales, XVII.37) cómo un segador mata a la serpiente que tiene aprisionada a un águila y ésta le devuelve el favor impidiendo que beba del agua que el reptil había emponzoñado con su veneno. En RODRÍGUEZ ADRADOS nº H65, un labrador deja en libertad el águila que había cazado y ésta, por gratitud, le quita el gorro y de esa manera lo aleja de un muro que va a caer.
Se encuentra también la fábula en las Mil y una noches, noche quinta, El halcón del rey Sindabad, con el mismo argumento de nuestra versión.
El catálogo de Camarena–Chevalier menciona dos versiones vascas semejantes a la nuestra, que se corresponden con el motivo folklórico descrito por THOMPSON (1955–1958) con el número B331.1, «Halcón fiel matado por un malentendido ». También lo leemos, en el siglo XVI, en los Discursos de la paciencia cristiana de Fray Hernando de Zárate (BAE, 27, Libro VIII, disc. XII, p. 679) y en la comedia de Tirso de Molina Próspera fortuna de D. Álvaro de Luna (Jornada II, escena III, I). Por otro lado, en el Sendebar, octavo día, cae en un cántaro de leche el veneno de una culebra que tenía en sus garras un milano y mueren todos.
10. EL PERRO LEAL
En Guadalupe había un anciano que después de la guerra lo perdió todo y solamente le quedó un rebaño de ganado que con él vivía él y toda su familia.
Le encargó a su hijo, que tendría diez o doce años, la custodia del ganado y también un perro que lo criaron en su casa, que son perros que se dedican a guardar el ganado. Todos los vecinos lo querían mucho porque era un perro muy bueno y muy leal, y por eso le pusieron el nombre de Leal; pero el chiquillo no lo quería porque decía que su padre le mandaba el perro para que lo vigilara, de manera que él pensaba: «¿Cómo me voy a deshacer de él?: éste un día lo pongo yo en la puerta del convento y allí que se quede».
Llegó un día de verano que estaban durmiendo todos la siesta y llegó una loba feroz dando aullidos y entonces el ganado se desparramó por todo el monte. Algunas cayeron por un atajo. Pero Leal no se asustó y entonces arremetió contra la loba, y la loba le dio un mordisco, que estaba sangrando, y el muchacho del susto se desmayó.
Entonces el perro, viendo que su amo no le hacía caso, empezó a ladrar y a ladrar y, viendo que no aparecía nadie a ayudarle, se fue corriendo a casa de su amo, llamó a la puerta y entonces el padre salió.
—¿Y qué le pasa a mi hijo?
Entonces el perro fue corriendo por todos los atajos y vericuetos y el padre iba detrás de él, y vio al hijo como muerto. Entonces empezó a abrazarlo y a abrazarlo y, viendo que el hijo no volvía en sí, vio una fuente y le puso agua y también le puso tomillo; y con la olor del tomillo reaccionó, miró para todos lados y no vio al ganado. Entonces se dio cuenta de lo que pasaba y vio a su perro sangrando; y entonces ya lo acarició, le curó las heridas y le pidió también perdón a su padre por lo mal que se había portado. Y le dijo al perro (el perro no lo comprendía lo que él iba diciendo pero…):
—Desde este momento tengo un amigo para toda la vida.
Narradora: Carmen Ruiz Alcaraz (Mula)
Creo que este cuento puede relacionarse con el anterior, es decir, el tipo 178A, El animal fiel temerariamente matado, conocido también como Llewelyn y su perro (a veces el animal fiel es una mangosta). Quizás falte en nuestro relato un suceso que el narrador podría haber olvidado: cuando el perro regresara con el hocico sangrando para avisar al padre del muchacho de lo ocurrido, aquél pensaría que el perro había matado a su hijo y realizaría una injusta venganza contra el fiel animal o, por el contrario, refrenaría su ira contra él.
El testimonio más antiguo de esta fábula se encuentra en el historiador del siglo II Pausanias, Descripción de Grecia, X, 33–10 (ed. y traducción de María Cruz Herrero Ingelmo, 3 volúmenes, Madrid: Gredos, 1994, tomo III, p. 450). J. Fradejas Lebrero opina que esta versión, en la que el padre mata a la serpiente que ha defendido al niño del ataque del lobo, bien pudiera ser la versión original del cuento y que después podría haber emigrado a oriente, ya que la primera manifestación hindú del relato procede del Panchatantra, V–2, dos siglos posterior («Un cuento del Sendebar », Epos, IV, 1988, pp. 389–392).
Dice M.ª Jesús Lacarra que hay diferencias importantes entre las versiones orientales y occidentales del cuento: aquellas son más simples, ya que el motivo por el que el padre deja solo a su hijo con el perro apenas está desarrollado, mientras que en las versiones occidentales son las amas del niño quienes irresponsablemente lo dejan solo y, después, serán las causantes de la muerte del animal cuando den una información falsa al padre.
Así el relato (que se narra en el quinto día, cuento 12) se adecúa muy bien al carácter misógino del Sendebar y sus continuaciones (M. J. Lacarra, Cuento y novela corta en España: I, Edad Media, Barcelona: Crítica, 1999, p. 66).
GOLDBERG incluye dentro del motivo B331.2, además de la versión mencionada del Sendebar, la del Calila, p. 265, y Exemplario, 67v.
Por otro lado, son frecuentes desde la época clásica los relatos acerca de la fidelidad de los perros hacia sus dueños. Así, Plutarco, Sobre la inteligencia de los animales (970 C), Plinio, Historia Natural (VIII–pp. 142 y ss.), o Eliano, Historia de los animales (VI–25, VII–10, VII–40), refieren con variantes la historia del perro que no se separa del cadáver de su amo o que denuncia a los criminales.
El catálogo de Camarena–Chevalier ofrece cuatro versiones tradicionales peninsulares en castellano (todas andaluzas). En unos casos, la temeridad de matar al animal es consumada y en otros, como en nuestra versión, al final el hombre reflexiona y refrena su ira.
11. EL BUEN CONSEJO DEL OSO
Un atardecer caminaban dos amigos por un bosque. De pronto, a la luz del crepúsculo, vieron entre los árboles un enorme oso. Uno de los dos amigos trepó rápidamente a un abeto muy alto y, temblando de miedo, se escondió en las ramas más altas. El otro amigo, no pudiendo trepar, no encontró otro recurso sino el de tenderse en el suelo y hacerse el muerto. Allí, inmóvil sobre la hoja de pino, sintió cómo el oso se le acercaba y lo husmeaba de pies a cabeza.
El hombre no se atrevió a abrir los ojos ni a moverse, ni siquiera al sentir el cálido aliento del oso sobre su cara. Mantuvo sus miembros rígidos y aguantó el aliento, a pesar de que el miedo le empujaba a gritar.
Como es sabido, a los osos les repugnan los cadáveres; y como el oso creyó que el hombre que estaba tendido en el suelo estaba muerto, lo dejó tendido tal como estaba y se marchó.
Cuando ya hacía rato que se había ido el oso, bajó del árbol el otro amigo abandonando su seguro refugio y preguntó a su compañero: —¿Qué te decía el oso al oído? Me dio un buen consejo: me dijo que no debo ir nunca más con un amigo que, con tanto valor, pone pies en polvorosa dejándome abandonado ante el peligro.
Narradora: Caridad Navarro Gutiérrez (Mula)
El tipo 179, «¿Qué le ha murmurado el oso al oído?», no es un cuento de animales porque el oso actúa de manera apropiada a un animal y no está humanizado, como ocurre en este tipo de relatos. El catálogo de Camarena–Chevalier sólo enumera dos versiones tradicionales en castellano de este cuento y una catalana. Respecto a las versiones literarias, RODRÍGUEZ ADRADOS lo documenta en la fábula greco–latina: número H66 (=M437): está en Esopo (65) y Aviano (9). En la Edad Media lo encontramos en el Esopete, pp. 121–122 (motivo J1488 de GOLDBERG). También lo recogió Samaniego (I–19) en el siglo XVIII.
Era una creencia común que el oso no se alimenta de cadáveres, idea que ya aparece en la fábula mencionada de Esopo, en la Historia de los animales de Claudio Eliano, V–49, o en la fábula V–20 de La Fontaine.
12. EL LOBO MENTIROSO
Había una vez un lobo que era muy bueno, amable y cariñoso, pero tenía un gran defecto: y es que era muy mentiroso.
Un día sus hermanos Jacinto y Ray estaban robando en el huerto del vecino. El lobo les dijo:
—¡Que viene el vecino! ¡Que viene el vecino!
Los hermanos salieron corriendo pero se dieron cuenta que era mentira.
Al día siguiente los hermanos del lobo volvieron a ir al huerto del vecino, y el lobo les dijo:
—¡Ahora sí que viene el vecino!
Sus hermanos no se lo creyeron.
Así pasaron siete días. Y al octavo día los hermanos del lobo fueron a robar, y el lobo les dijo:
—¡Que viene el vecino! Los hermanos no se lo creyeron.
Entonces llegó el vecino y les dijo:
—¡Ah!, ¡conque erais vosotros los que me robabais!, ¿eh? Y los hermanos del lobo se dieron cuenta de que era verdad que venía el vecino.
(Sin datos del narrador)
Curiosa variante zoomorfa del tipo 1333, El pastor que gritó «¡Lobo!» con demasiada frecuencia, en la que los papeles entre animal y hombre están intercambiados. No conozco otros ejemplos de esta variante. En cambio, el tipo 1333 es una fábula muy conocida que RODRÍGUEZ ADRADOS documenta en la antigüedad clásica (H226), GOLDBERG (motivo J2172.1) en la literatura medieval, concretamente en el Esopete, p. 111, y CHEVALIER (1983) en la literatura áurea: Fabulario de Sebastián Mey, 40. También la utilizó, en el XVIII, Samaniego (II–4).
13. LA AMISTAD ENTRE UN LEÑADOR Y UN ÁGUILA
Había una vez un leñador que iba por el bosque cortando leña y se encontró a un águila.
Todos los días se iba el leñador a cortar y el águila se iba por otro; tanto lo quería el águila al amo que iba siempre a dormir. Hasta que un día por la noche no vino, y el leñador se preguntaba dónde estaba el ave.
Pasaron días, semanas, meses hasta que un día, de buena mañana, apareció un pajarito por la ventana y en el hombro se le puso. Más tarde entró otra bandada, y era que entraba el águila la última con los pajaritos que había tenido.
Narradora: Maravillas Pastor Alcázar (Mula)
No incluido en los índices manejados.
14. EL LOBO Y EL PERRO GUARDIÁN
En una noche de luna clara se encontraron un lobo y un perro guardián. El lobo estaba tan flaco, tan hambriento y con el pelaje tan hirsuto que daba compasión verlo. El perro, en cambio, estaba bien nutrido y su pelo tenía un aspecto tan lucido y suave que daba gusto mirarlo.
—¿Cómo es, amigo –le preguntó el lobo–, que te va tan bien y que tienes siempre bastante comida?
—¡Es muy sencillo! Y tú podrías pasarlo tan bien como yo si quisieras ayudarme en mi trabajo.
—Me siento tan hambriento que estoy dispuesto a todo –respondió el lobo–. ¿En qué consiste tu trabajo?
—Guardo por las tardes la casa de mi amo y ahuyento a los ladrones.
—Si no es más que eso, también puedo yo hacerlo. Iré contigo y pediré enseguida trabajo.
Así continuaron caminando los dos juntos.
La luna brillaba redonda en el cielo, y a su luz vio el lobo que su amigo llevaba algo alrededor de su cuello. Se detuvo, lleno de curiosidad, y le preguntó:
—¿Qué es eso que llevas?
—¡Bah!, no es nada –respondió el perro–. No te preocupes por eso: es tan sólo una señal de mi servicio.
—Sí, seguramente, pero ¿cómo es? –insistió el lobo–. ¿Qué es eso y por qué tienes que llevarlo?
—Es el collar, al que me sujetan la cadena.
—¿Qué? –exclamó el lobo–. ¡Una cadena! ¿No gozas de libertad?
—Tengo libertad, pero, a decir verdad, no siempre –confesó el perro–: a veces, durante el día, me atan a una cadena. Pero por las noches soy completamente libre, puedo hacer lo que quiera.
¡Y piensa en la buena comida que me dan!
—Por mi parte, y dando las gracias, la perdono –respondió el lobo, dando media vuelta–. Prefiero vivir libre en los bosques pasando hambre, y hasta incluso preferiría morir de hambre, que ser un esclavo bien alimentado atado a una cadena.
Narradora: Encarnación Giménez Boluda (Mula)
Esta fábula, catalogada como tipo 201, El perro delgado prefiere la libertad a la comida abundante y una cadena, no está incluida en el catálogo de Camarena–Chevalier, por lo que no parece que se hayan registrado otras versiones tradicionales españolas de ella.
RODRÍGUEZ ADRADOS la documentó en la antigüedad greco–latina: H294 (=M96). Aparece en Fedro III–7, Babrio 100 y Aviano XXXVII (en éste los protagonistas son un perro y un león). La fábula 183 de Esopo (véase RODRÍGUEZ ADRADOS: H194=M325) es una variante en la que los protagonistas son un asno salvaje y otro doméstico: el salvaje envidia lo bien cuidado que está el doméstico, pero cuando ve el duro trabajo que realiza cambia de opinión. En la Edad Media encontramos este relato en el Esopete, pp. 65–66, en el Libro de los ejemplos de Sánchez de Vercial, número 245 (176) y en la fábula 46 (26) de María de Francia (véase GOLDBERG, L451.3). Otras versiones romances medievales se enumeran en el índice de TUBACH con el número 5337. También aparece en La Fontaine (I–5) y Samaniego (V–25). Del siglo XVII es la versión de Antonio de Arfe y Villafañe titulada Del lobo y el perro (en Armando Gómez, Antología de Fábulas, ob. cit., p. 217).
Puede considerarse esta fábula como una variante del tema del ratón de campo y el de ciudad en cuanto a la idea de que es preferible una vida tranquila y en libertad, a otra rica y acomodada pero rodeada de peligros e inquietudes.
15. EL POLLINO Y LOS CERDOS
En una granja un día nació un pollino que vivió muy a su gusto hasta el día que le sirvió a su amo.
Éste envidiaba a los cerdos ya que se pasaban el día bien alimentados y sin trabajar ni hacer nada. Como el borrico estaba cansado, decidió dar a entender a su amo de que estaba enfermo. Y pasó unos días sin trabajar y comiendo todo a su gusto.
Llegó el día de la fiesta de San Martín y llegó un desconocido que llevaba un delantal lleno de sangre y estaba gordo. Éste, con la ayuda del granjero, tumbó al cerdo y lo mató sin preocuparse por los chillidos que el cerdo daba. Así hasta que mató a cuatro cerdos.
Minutos después abrieron a los cerdos y les sacaron los intestinos y todo lo que tenían.
Entonces fue cuando el burro se dio cuenta de que era preferible trabajar a engordar, ya que el trabajo le adelgazaba y evitaría que un hombre gordo le matara e hiciera morcillas sus intestinos.
Narrador: Francisco Gil Ledesma (Mula)
No aparece en el catálogo de Aarne–Thompson. Camarena–Chevalier le asignan el nuevo número [207D], El burro famélico y el cerdo lustroso, y sólo mencionan dos versiones tradicionales peninsulares de este cuento, de Cádiz y La Coruña.
La antigüedad de este cuento ya está atestiguada desde las jâtakas, narraciones que contaban las reencarnaciones del alma del Buddha en otras personas o animales. Así, la jâtaka 30 habla de la envidia que sentía un muchacho por un cerdo, a quien su amo regalaba con toda clase de comida y dispensaba del trabajo. Pero el hermano de este joven le explicó que la vida regalada del animal no era más que el anuncio de su sacrificio como alimento para el festín de una boda. Por lo tanto, las semejanzas con nuestro cuento son evidentes, salvo en la sustitución del animal envidioso por un hombre (véase Daniel de Palma, Jatâka. Veintitrés nacimientos del Buddha Gotama, Madrid: Miraguano Ediciones, 1998, pp. 31–32).
RODRÍGUEZ ADRADOS lo recoge, con el número M55, como fábula medieval que aparece en la fábula 33 de Odón de Cheritón y Libro de los Gatos 35, variante en la que el burro se hace el enfermo para no trabajar, pero vuelve inmediatamente a sus quehaceres cuando ve la suerte que le ha tocado al cerdo (véase el tipo 207A, El burro convence al buey de que se haga el enfermo). Es éste el motivo catalogado por GOLDBERG en la literatura medieval española con los números *J217.3 y *W128.4.2, y por TUBACH con el 3771 para las versiones latinas medievales. En el siglo XVII aparece en la comedia de Lope de Vega Con su pan se lo coma (Acto I, R.A.E. IV, p. 301) y en la de Tirso de Molina (¿) Adversa fortuna de Don Álvaro de Luna (Jornada II, escena IV).
En Fedro V–4 (RODRÍGUEZ ADRADOS: nº H51) el asno rehúsa la cebada sobrante del cerdo que había sido sacrificado. También RODRÍGUEZ ADRADOS H270 (=M485) es otra variante de esta fábula en la que la ternera compadece al buey por su trabajo, pero luego es a ella a quien sacrifican. Está también en Aviano, XXXVI, y Babrio, 37.
Parece un cuento bastante extendido en el sureste español. Así, Sánchez Ferra recoge dos versiones, números 24 y 25, en el municipio de Torre Pacheco, que presentan los mismos animales como protagonistas (Camándula…, ob. cit.), igual que la narrada en el albaceteño Etnocuentón… (ob. cit.), p. 146.
16. EL PERRO Y EL ASNO
Caminaba un mastín con un asno cargado de pan. La larga caminata y el olorcillo de las hogazas dieron un fuerte hambre al perro. El perro pidió a su amigo un trozo de pan para calmar su hambre, pero el borrico, parándose a comer las hierbas del camino, le dijo que hiciera lo mismo.
De repente se acercaba hacia ellos un lobo. Temblando le decía el asno a su amigo:
—¡Por favor, no te vayas! ¡No me dejes solo!
—Los que comen solos –dijo el perro mientras se iba– también deben luchar solos.
Narradora: Ana María García Ortega (Mula)
Variante no catalogada del cuento anterior. Se relaciona con el tipo 207B, El caballo insensible y el asno, relato en el que el caballo se ve obligado a llevar toda la carga por no haber ayudado al asno, que ha muerto de fatiga. En nuestra versión, el tema es el mismo, el castigo al animal egoísta e insolidario, aunque con protagonistas y argumento diferentes.
17. EL MOCHUELO QUE SE FUE DE SU CASA
Esto era un mochuelo que vivía muy mal en su casa. Todo lo renegaba: vivía fatal y decía que se iba a ir, hasta que un día pilló y se fue. Y entonces iba volando pa un lao y pa otro y vio un águila.
—¡Madre mía! –dijo.
El águila iba corriendo detrás de él, y corriendo se metió a un sitio.
—¡Ay, qué susto! –dijo el mochuelo.
Luego va y cogió y se fue volando, volando, a otra rama fuera de su territorio de donde vivía, e iba por el campo. Y luego se encontró con otro bicho que también le atacó, y él, asustao perdío, dijo:
—¡Pero madre mía, yo no voy a poder vivir fuera de mi casa! Me voy a tener que volver otra vez.
Y yendo por el campo, a tó esto se encuentra con una zorra y piensa que también le va a atacar. Pero la zorra vio por una ventana que había una mujer que estaba haciendo un queso, y le dijo:
—Mira, yo no te voy a hacer nada, pero tú me vas a hacer algo a cambio: tú, como puedes volar, te vas a subir por esa ventana y vas a coger el queso de aquella mujer; y enseguida tú me das a mí el queso y tú te vas por tu camino, que yo no te voy a hacer nada.
Entonces va y se mete y cogió el queso:
—¡Ay, ay, que se llevan el queso! –gritó la mujer.
Y cogió una escoba y salió detrás de él, pero se escapó.
El mochuelo llegó con el queso así en el pico y se lo dio a la zorra, y se puso a comer el queso.
—Bueno, esto me lo voy a dejar para luego –dijo la zorra.
Y pensó: «Esto me lo guardo; me voy a comer al mochuelo antes de que se vaya, y esto me lo como después».
Se comió al mochuelo. Y cuando lo tenía en la boca, éste le dijo que sus padres le estarían buscando y que pasara por su casa y gritara «¡mochuelo comí!», y así sus padres no se preocuparían porque sabían que se lo habían comido.
Y la zorra así lo hizo: al estar enfrente de su casa, la zorra gritó:
—¡Mochuelo comí! –con la boca cerrada.
El mochuelo le dijo que sus padres no le podían oír si no abría más la boca, y la zorra gritó muy fuerte con la boca muy abierta:
—¡Mochueloooo comíííí!
Narradora: Carmen Férez López (Mula)
Se trata de un nuevo número–tipo creado por Camarena–Chevalier, [La ratita atrevida que se volvió asustada a su casa] ([215]), seguido de Aa–Th. 6, El cazador charlatán. Del tipo [215] Camarena–Chevalier enumeran solamente cinco versiones tradicionales peninsulares en castellano y ninguna literaria. Parece claro que se trata de un cuento admonitorio dirigido a los niños para que no se alejen del hogar.
El final del cuento, que constituye el argumento del tipo 6, es común a muchos cuentos. Abundan las versiones literarias, como atestiguan RODRÍGUEZ ADRADOS (nº H260 [=M348] y M175), CHEVALIER (1999: pp. 203–204) y AMORES (tipo 6). Aparece en el Roman de Renart, II, pp. 415–440, en las fábulas de María de France, n.º 84 (60), y en el Esopete, p. 86 (véase GOLDBERG, K561.1). También en fabularios posteriores, como el de Samaniego (VI, 4), y en la obra de Fernán Caballero Simón Verde.
18. LA GUERRA ENTRE LOS CUADRÚPEDOS Y LOS INSECTOS
Una mañana salió un grillo de un agujero, de esos que hacen en la tierra, con tanta hambre que no se dio cuenta que pasaba por allí el león. El grillo se quedó conmocionado y le dijo: —
¡Pues vaya gracia tiene el susto que me ha dao!
El león se agachó para ver quién le hablaba, y cuando lo vio, se rió y dijo:
—¡Tú sí que tienes gracia! ¿Cómo te atreves a hablarme a mí así?
—¿Ah sí? –contestó el grillo.
Le dijo el león:
—Tú no vales para nada comparado con mi fuerza.
Le dijo el grillo:
—Cuando quieras salimos al campo a guerrear, tú con los tuyos y yo con los míos.
Al día siguiente se presentó el león con osos, zorros, lobos, tigres…, y el grillo con avispas, abejas, mosquitos… El león mandó a empezar la pelea al zorro, y éste dijo:
—Enseguida vengo.
Y el grillo mandó una avispa. Empezaron a pelear y la avispa no paraba de picarle en la cola, y el zorro se tuvo que echarse al río.
El león y todos sus compañeros se reían de lo que le había pasado al zorro. Y mientras todos estaban de espaldas riéndose del zorro, los compañeros del grillo aprovecharon y les picaron en el culo y todos acabaron en el río.
Narradora: María Romero Giménez (Mula)
Catalogación: tipo 222, La guerra entre pájaros y cuadrúpedos.
ESPINOSA (1946–47: III, pp. 356–363) explica que la desavenencia entre dos animales porque el grande ha ofendido al pequeño, arrastra a la guerra a todos los animales semejantes, con el resultado de que los débiles derrotan a los poderosos. Nuestra versión se incluye en el tipo I de Espinosa, el más común entre las versiones hispánicas, que son fundamentalmente iguales. Las versiones literarias de este cuento no son abundantes. En la fábula latina medieval catalogada como M265 por RODRÍGUEZ ADRADOS, es el escarabajo el que provoca la guerra al introducirse en el culo de un lobo. En la literatura medieval encontramos una versión en el Esopete, p. 62 (véanse GOLDBERG, B261.1 y TUBACH, tipo 501). También aparece el cuento entre las fábulas de María de Francia, n.º 56 (76), y las de La Fontaine, II–9, donde el mosquito picotea y hace huir al león, que previamente lo había menospreciado, sin necesidad de pedir ayuda a sus congéneres. En el cuento n.º 102 de la colección de los hermanos Grimm, la causa de la guerra es que el oso llama bastardos a las crías del rey de los pájaros. Vencen las aves a los cuadrúpedos y por tanto el oso tiene que retractarse de sus palabras.
En la Región de Murcia encontramos este cuento en la colección de Sánchez Ferra y otros registrada en la pedanía de Caprés (Fortuna), con el número 38 (bis) y en la de Francisco Gómez Ortín, Folklore del Noroeste Murciano, pp. 179–182. En la versión de Caprés los causantes de la guerra son el león y el grillo; en la de Gómez Ortín, el grillo y el perro. Ésta es una interesantísima y bien desarrollada versión rimada, aunque no está transcrita en verso. En ambas, la causa de la desavenencia es que el animal grande pisa al pequeño.
19. EL ÁGUILA Y LA CORNEJA
Un día un águila encontró una ostra en la playa. Como la ostra estaba cerrada, no podía abrirla para comérsela.
Mientras el águila se desesperaba en intentar abrir la ostra, pasó por allí una corneja, que le dijo:
—Amiga, si quieres abrir la ostra tienes que volar alto y dejarla caer en las rocas. Así se romperá.
El águila pensó que era una buenísima idea y se puso a volar. Voló muy alto… Cuando llegó tan alto como pudo, dejó caer la ostra, que se estrelló contra las rocas y se abrió.
La corneja, cuando vio la ostra abierta, salió corriendo, la cogió, se la comió y se fue enseguida.
El águila, cuando llegó y vio lo ocurrido, se lamentó mucho y se fue pensando en el fallo que había cometido.
Narradora: Ángeles López Belijar (Mula)
En el estudio a nuestro cuento 12, hablábamos de que el tipo 225 había tenido una vida casi exclusivamente tradicional, mientras que el 225A, La tortuga se deja llevar por el águila, era una fábula de contenido ejemplar, transmitida por vía literaria, que cuenta cómo la tortuga arrogante es arrojada desde el cielo por las aves que la transportan. Al estudiar sus cuentos 218–220, ESPINOSA (1946–47: III, pp. 305–310) cataloga esta fábula como tipo I de su clasificación, elementos A1 y B. Según Espinosa, todas las versiones de este tipo son occidentales, esópicas y latinas medievales, excepto una de Puerto Rico. Entre las versiones literarias de este cuento hay que citar a RODRÍGUEZ ADRADOS H259 (=M25): aparece en Esopo 230, Babrio 115, Aviano 2 y Odón de Cheritón 5. Hay también versiones orientales como la del Panchatantra, I–13, Hitopadeza, IV–1, y la del Calila, p. 165. Versiones romances medievales son las del Libro de los Gatos 1. En el Siglo de Oro encontramos la versión de Sebastián de Covarrubias en sus Emblemas morales, I–44; y en el XVIII, la de Samaniego IV–11.
Ahora bien, nuestra versión se relaciona con una variante de esta fábula que ESPINOSA cataloga como tipo IV, elementos A4 y B4, de cuentos 218–220. La encontramos en Fedro II–6: un ave aconseja a otro animal que arroje desde lo alto la presa que ha atrapado (generalmente, una tortuga u ostra) para que se rompa su caparazón y así pueda comer su carne (véanse los motivos *B321 y *J132.1 de GOLDBERG). Aquí los protagonistas son un águila, una corneja y una tortuga, igual que en la versión II–5 de las fábulas de Samaniego. Según Plinio, las águilas cogen a las tortugas y las tiran desde lo alto contra las rocas para después poder comer su carne (Historia Natural, X–7). Lo mismo dice Eliano, quien además añade que ésta sería la causa supuesta de la muerte del trágico Esquilo, cuya cabeza calva fue confundida con una piedra por un águila que le arrojó el animal capturado (Historia de los animales, VII–16). Lo mismo cuenta Francisco de Leyva acerca de un filósofo calvo, cuyo nombre no especifica, en su Tragedia de la hija de Jephtá (en Armando Gómez, Antología de Fábulas, ob. cit., p. 189).
En la fábula 9 de Odón de Cheritón se cuenta que el ave quebrantahuesos deja caer desde lo alto los huesos de los animales para así poder comerse el tuétano
Nuestra versión añade además el motivo del engaño del ave, que se llevará la presa sin compartirla con su congénere. GOLDBERG cataloga este motivo en la literatura medieval como *J758.4 y cita la versión del Esopete, p. 37. También aparece este relato en la fábula 22 (12) de María de Francia (la causa de la disputa es una ostra). En el Siglo de Oro, la recogen Lope de Vega (El hombre por su palabra, Acto II, R.A.E. VI, p. 374) y Juan de Borja en sus Empresas Morales, II–310. Propongo que a este cuento se le asigne, en caso de que aparecieran otras versiones tradicionales, el número tipo [225B], [El alimento caído del cielo].
20. EL CANGREJO Y EL CUERVO
Iba volando un cuervo sobre el mar cuando vio un cangrejo que salía de la arena: lo agarró y se lo llevó al bosque para comérselo.
Al darse cuenta de que iba a morir, le dijo el cangrejo al cuervo:
—¿Sabes que yo he conocido a tu padre y a tu madre? Y el cuervo le dijo:
—Yo también he conocido a tus hermanos, y son muy buenos.
Y al abrir el pico para graznar con todas sus fuerzas, el cuervo dejó caer al cangrejo y éste, al caer, se escondió.
Narradora: María Romero Giménez (Mula)
El tipo 227*, El cangrejo induce al cuervo a hablar, no aparece en el catálogo de Camarena –Chevalier de cuentos folklóricos españoles. Sin embargo, puede leerse otra versión hispánica, muy semejante a ésta, en mis Cuentos populares de la provincia de Albacete (ob. cit.), n. 25 (versión de Albacete capital).
El índice de Aarne–Thompson sólo menciona las versiones del Panchatantra, I–7, junto con una rusa y otra lituana. Otra versión del cuento aparece en la colección de Afanásiev, Cuentos populares rusos, trad. de Isabel Vicente, Madrid: Ediciones Generales Anaya, 1991 (6), volumen I, p. 84.
21. LAS MAÑAS DEL GRAJO
Una vez, un grajo sediento (un grajo es un pájaro negro parecío a un cuervo, pero más pequeño; por aquí se ven muchos por los tejaos y las terrazas) buscaba algo que echarse a la boca. El grajo sabía que si no encontraba argo pronto, se moriría de sed.
Por fin encontró una jarra de agua. Aunque había agua, era un poco, y no podía alcanzar porque su pico era cortico. El grajo no sabía cómo alcanzar la jarra; sabía que si la volcaba se desparramaría y se caería al suelo, y no podría beberla.
El grajo estaba desesperao. Vio unos cantos en el suelo. Empezó a echarlos uno a uno a la jarra y echó tantos que el nivel del agua subió. Y ya pudo beber.
Narrador: Gregorio Cebrián García (Algezares)
Del tipo 232D*, El cuervo deja caer guijarros en la jarra para poder tomar el agua, no hay ejemplares documentados en el área hispánica, según el tomo correspondiente del catálogo de Camarena–Chevalier.
RODRÍGUEZ ADRADOS cataloga esta fábula en la antigüedad clásica como nº H143 (=M130) y menciona la fábula XXVII de Aviano (el ave es una corneja). Pero hay otros escritores que se refieren a ella: Plinio, Historia Natural, 10.43; Eliano, Historia de los animales, 2.48; Plutarco, Sobre la inteligencia de los animales, 10 (967A); Antología Palatina, 9.272. En estas cuatro versiones el ave inteligente es un cuervo.
En la literatura española encontramos una versión romance medieval de esta fábula en el Esopete, p. 126 (véase GOLDBERG, motivo J101). Sin embargo, la fábula no vuelve a aparecer en los catálogos de Chevalier, para los siglos de oro, o en el de Amores para la literatura del siglo XIX.
Además de ésta, dispongo de otras dos versiones tradicionales del cuento, todavía inéditas, recogidas en poblaciones diferentes y que varían en los detalles (como la especie de ave o el recipiente donde está el agua), lo que nos induce a creer que la fábula pueda tener vida tradicional en la actualidad, aunque no conozco versiones de otras áreas geográficas hispánicas.
22. LA PALOMA Y LA HORMIGA
Una hormiga bajó a beber agua a un arroyo, y entonces la corriente la arrastró. Al ver que se ahogaba, una paloma que pasaba por allí rompió una ramita y se la echó al agua. La hormiga se subió a la ramita y pudo salvarse.
Un poco más tarde, un cazador vio a la paloma y entonces trató de matarla. Cuando ya estaba apuntando, la hormiga se subió por el…, por el…, por su pata y le picó tan fuerte, tan fuerte que el cazador tuvo que soltar la pistola. La paloma entonces pudo escapar y no morir por… a manos del cazador.
Narradora: Encarna de Béjar Maluenda (Mula)
Otra fábula de origen literario, muy conocida, pero que no aparece incluida en el catálogo de Camarena–Chevalier. Sin embargo, en mi colección de cuentos populares de la provincia de Albacete se leen dos versiones de ella con el número 27 (una versión de Cartagena y otra de Ayna). Se trata del tipo 240A*, La abeja cae al agua: la paloma la salva. La documenta RODRÍGUEZ ADRADOS dentro de la fábula clásica (H176): fábula 235 de Esopo. En la literatura medieval aparece en el Esopete, p. 111 (véase GOLDBERG, B362, B457.1 y 481.1). En la literatura del Siglo de Oro se refiere a ella Juan de Mal Lara, Filosofía Vulgar, I–26, que explica el refrán: «A quien Dios quiere bien, la hormiga le va a buscar». La leemos también en La Fontaine, II–12.
23. LA BODA ENTRE LA GRULLA Y EL FLAMENCO
Una grulla y un flamenco habitaban en un pantano y se habían hecho una casita cada uno en los extremos opuestos. Al flamenco le pareció aburrido vivir solo, y pensó en casarse: «Voy a pedir en matrimonio a la grulla», dijo.
Allá fue el flamenco, chapoteando siete metros por el pantano. Llegó y preguntó: —¿Está en casa la grulla?
—Aquí estoy.
—¿Quieres casarte conmigo?
—No, no me casaré contigo. Tienes las patas largas, el traje corto y el vuelo lento. Además, ¿con qué ibas a mantenerme? ¡Márchate, larguirucho…! El flamenco volvió a su casa como había venido.
Luego la grulla reflexionó: «En lugar de vivir sola, mejor haría casándome con el flamenco».
Conque fue a verle y le dijo:
—Cásate conmigo.
—No. ¿Qué falta me haces? No quiero casarme ni tomarte por mujer.
La grulla se echó a llorar de vergüenza y volvió a su casa.
Pero el flamenco se puso a pensar: «No debía haber rechazado a la grulla. Vivir solo es muy aburrido. Iré a pedírselo otra vez».
Conque llegó y dijo:
—Lo he pensado mejor y quiero casarme contigo. Aceptas, grulla?
—No, flamenco. No me casaré contigo.
El flamenco se volvió a su casa.
Entonces fue la grulla la que se puso a cavilar: «¿Por qué lo habré rechazado? ¿Qué sentido tiene vivir sola? Mejor haré casándome con el flamenco».
Y fue a decírselo al flamenco, pero él no aceptó.
Desde entonces así andan, yendo el uno al otro a pedirse en matrimonio, sin acabar de casarse.
Narradora: Caridad Navarro Gutiérrez (Mula)
Otro relato inédito en el área hispánica, que se cataloga como tipo 244A*, La grulla corteja a la garza.
Esta versión es muy semejante a la de Afanásiev, Cuentos populares rusos (ob. cit.), volumen I, p. 83.
24. LA TORTUGA SIN CONCHA
Era una vez una tortuga que iba siempre con la casa a cuestas. El peso de la casa le agobiaba, y por eso caminaba despacio.
Las otras tortugas, amigas de ella, se reían muchísimo de la tortuga porque tardaba mucho en recorrer una corta distancia. La tortuga no decía nada: ella seguía y seguía sufriendo su pesado destino.
Un día la tortuga se hartó de cargar con su propia casa, dejándola escondida entre unos matorrales, y siguió el camino sin ella. Y así les demostró a las otras tortugas que podía ser igual o mejor que ellas.
Una tarde hacía mucho calor, pero de pronto estalló una gran nube: habían muchos truenos y relámpagos, que hicieron que la tortuga tuviera miedo. Ésta se caló viva y empezó a decir: «¡Dios mío, cómo me estoy poniendo! Si yo tuviera aquí mi casa, no sería igual».
Cuando pasó la tormenta, la tortuga fue a buscar la casa detrás de los matorrales. Se alegró muchísimo. Se volvió a poner la casa encima y nunca más se deshizo de ella por muy lenta que fuera.
Quien mucho corre, pronto para.
Narradora: Ana M.ª Pérez Hurtado (Campos del Río)
El tema de esta fábula se relaciona con RODRÍGUEZ ADRADOS, H108 (=M449): por llegar tarde a la boda de Zeus, el dios castiga a la tortuga obligándola a llevar siempre la casa a cuestas. Aparece esta fábula en la colección de Odón de Cheritón, 48, y en el Libro de los Gatos, 51 (véase el motivo *A2543 de GOLDBERG). En la literatura del Siglo de Oro está en las Empresas Morales de Juan de Borja, número 112, y es la fábula II–11 de Samaniego. Sin embargo, en nuestra versión, a diferencia de las mencionadas, el caparazón es al