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Revista de Folklore número

303



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Sobre novios tontos, mujeres bobas y bribones aprovechados (notas sobre literatura y folklore eróticos)

HERNANDEZ FERNANDEZ, Ángel

Publicado en el año 2006 en la Revista de Folklore número 303 - sumario >



Para Antonio Ramón

Es sabido que hasta hace muy poco tiempo los recopiladores de cuentos folklóricos no han atendido apenas en sus encuestas a los cuentos de contenido sexual. Tal prejuicio, ya superado, ha provocado que nuestro conocimiento del folklore erótico (y obsceno) sea bastante menor que el que tenemos sobre otras parcelas de la tradición oral. Si consultamos el índice internacional de tipos folklóricos de Aaron Aarne y Stith Thompson (1) comprobaremos que en la descripción de algunos argumentos el investigador elude cualquier comentario y se limita a calificar de «obsceno» el cuento y a mencionar la bibliografía existente acerca de él, o, en el mejor de los casos, a resumir su trama mediante pudorosos eufemismos. Aunque en el catálogo de motivos folklóricos de Stith Thompson (2) encontramos algunos apartados que se refieren a la cuestión que nos ocupa, como por ejemplo J1744, Ignorancia de las relaciones sexuales, K1350 y ss., Mujer engañada (o cortejada) por burlador, X700–799, Humor relacionado con el sexo, y T460 y ss., Perversiones sexuales, es claro que no se han incluido muchos motivos temáticos que en los cuentos eróticos son frecuentes, según podremos comprobar en los textos que comentaré a continuación.

No son infrecuentes los cuentos folklóricos que se burlan del desconocimiento de un hombre o una mujer en materia sexual. Estos cuentos pueden incluirse dentro del grupo muy numeroso de los relatos de tontos, cuya comicidad se basa en mostrar la simpleza o estupidez de ciertos personajes incapaces de comprender los aspectos más elementales del mundo natural o de las relaciones sociales. En el caso concreto de los relatos que muestran la ignorancia absoluta del personaje acerca de la sexualidad o de las normas básicas del cortejo, hallamos novios que desatienden amorosamente a sus novias o que provocan, con su actitud absurda, la cólera de ellas o de sus suegros. El resultado final suele ser el fin del noviazgo y el consiguiente fracaso del proyectado matrimonio. En el catálogo mencionado de A. Aarne y S. Thompson tales cuentos están catalogados entre los tipos números 1685 y 1691. Un ejemplo lo constituye el siguiente texto recogido por mis alumnas Ana M.ª Espín García y Jéssica M.ª Sarabia López en Campos del Río (Murcia):

COSAS PICANTES

Una madre tenía dos hijos: uno tonto y otro listo.

Resulta que el tonto se echa novia; y como no le hacía ná y la chica era de buena familia, le dice la madre:

–Tú, hijo, dile cosas picantes.

¿Y a que no sabes el tonto lo que hizo?: regalarle a la novia pimientos picantes.

Narradora: Rosario Pérez Saorín (Campos del Río)

El cuento presenta evidente parecido con la descripción del tipo 1696B* que ofrece el índice mencionado: Say only round (= good) words. Fool names only round objects [Decir sólo palabras redondas. El tonto sólo nombra objetos redondos]. También en los cuentos números 186 y 187 de la colección de A. Espinosa (padre) (3), el tonto regala a una muchacha cosas absurdas. Espinosa cataloga este chiste como elementos L y L1 de estos cuentos:

Elemento L. La madre del tonto le da confites para que se los dé a su novia. Juan se los come y a su novia le tira piedrecitas.

Elemento L1. Juan quiere buscar novia y su madre le dice que le eche los ojos a alguna moza del pueblo. Juan le saca el ojo a un carnero y se lo tira a una moza.

A tenor de la bibliografía ofrecida por Espinosa a continuación, los elementos descritos aparecen solamente en dos versiones hispanoamericanas, de Arellano y Mason–Espinosa (5). Sin embargo, José Luis Agúndez García ofrece abundante bibliografía ibérica acerca del elemento L1, que aparece en un cuento registrado por él mismo y que titula precisamente Echarle un ojo (6). Acerca de este motivo de arrojar objetos a la novia, Carmelo Martínez Marín y José Antonio Carrillo Torrano nos recuerdan una vieja costumbre de cortejo que se practicaba en la localidad murciana de Lorquí y que consistía en arrojar una porra dentro de la casa de la novia: si los padres de la novia devolvían la porra a su dueño, eso quería decir que no lo querían como yerno; en caso contrario, el garrote se quedaba en la casa (7).

Con respecto al cuentecillo del novio estúpido que sigue literalmente las instrucciones de su madre para cortejar a su novia, y del que es una muestra el relato antes reproducido de Campos del Río, podemos aducir también otra versión yeclana en la que la madre sugiere al hijo duro de mollera que diga cosas dulces a la muchacha, con el resultado de que el bobo no hace otra cosa que nombrar alimentos dulces. Después casi quema a la chica con un manojo de esparto encendido. Para rematar la retahíla de disparates, el tonto compra una asadura de toro y se la guarda en la bragueta, pero un gato se la quita y la novia piensa que lo que lleva son las tripas de su novio. Al final, como es natural, lo despiden los suegros (8).

En otros cuentos no se trata de cortejo prematrimonial sino simplemente de satisfacer las necesidades sexuales, y entonces el cuento se complace en mostrar las barbaridades de que es capaz el protagonista, que habitualmente pertenece a un grupo social marginal o que ha vivido apartado del contacto habitual con la civilización. El siguiente cuento, recogido en Mula (Murcia) por mis alumnos Cristóbal García López y Alberto Ramos Paniagua, es un ejemplo de esta clase de narraciones:

LA YEGUA PANZA ARRIBA

Esto era un mozo que era muy puterico. Y con las mismas pues siempre estaba pidiéndole cuartos de adelantao.

Y ya un día le dijo el amo:

–Bueno, vamos a ver, ¿pa qué quieres los cuartos, pa qué quieres los cuartos, que siempre estás pidiéndome los cuartos de adelantao?

–Porque cada quince días, cuando me voy al pueblo, pues ¿quién no tira una cana al aire?, ¿quién no tira una canica al aire?

–Bah, tú estás loco, te estás gastando los cuartos y algún día te van a echar alguna cataplasma que te van a apañar. Tú lo que tiés que hacer es coger la yegua, te la bajas pabajo y allí, en la cañá de las oliveras, ahí le pegas un taco a la yegua. Le atas las patas de atrás con una cuerda pa que no te pueda dar coces.

Y claro, llegó de cultivar la tierra y cogió la yegua; y dice el amo, dice:

–¿Ánde irá con la yegua? Ése seguramente va a hacer lo que le dije los otros días y se va a casar a la yegua.

Se llevó la yegua allí, a la cañá de las oliveras, y luego, a la media hora o por ahí, pos subió con la yegua chorreando sangre: la cabeza, los brazos… Dice el dueño, el amo, dice:

–Muchacho, ¿pos qué te ha pasao? ¿Qué es?

–¿Usted sabe el trabajo que me ha costao poner la yegua panza arriba?

Narrador: Antonio Aparicio Segura (Mula) No conozco otras versiones de este cuento (no incluido hasta ahora en los catálogos folklóricos) (9) con la excepción de otra de mi colección particular y que fue recogida también en el municipio de Mula por mi alumna Carmen M.ª Ramírez Gálvez. Como puede apreciarse, se trata de otra versión del cuento anterior que sustituye al rudo gañán por unas monjas, y a la yegua por una vaca:

LA VACA PANZA ARRIBA

En un pueblo había un asilo de ancianos y allí habían muchos hombres y muchas mujeres mayores, y tenían cabras pa sacarle la leche y dos vacas, una criando siempre y la otra preñá. Una salió en amor, y un hombre que vivía por allí cerca tenía vacas y toros. Las monjas le pidieron el favor de si podría coger el toro a la vaca y el hombre le dijo que sí. A las monjas les daba empacho de llevar a la vaca con el ramalicho a donde estaba el toro y entonces le dijeron al hombre que si quería traer el toro al asilo para coger la vaca.

Esto que por la mañana y por la tarde volvió el hombre a por el toro y se encontró a las monjas todas destrozas: las ropas, tó las faldas esjarrás, los pelos cada una por su lao, toas llenas de moratones… El hombre les preguntó que qué había pasao y que si el toro había cubierto ya a la vaca. Las monjas respondieron:

–¡Qué va!, no hemos podío poner la vaca panza arriba pa que la coja el toro.

Narrador: Santiago Egea Moreno (El Niño de Mula) Ahora bien, el efecto cómico es mayor en aquellos relatos donde se contraponen la bribonería de un pícaro frente la completa ignorancia de una boba mujer acerca de la sexualidad. Estos cuentos se clasifican mejor dentro del grupo de El hombre listo (tipos 1525 a 1639 de la clasificación de Aarne–Thompson). Veamos un interesantísimo ejemplar recogido en Albudeite (Murcia) por mi alumna M.ª del Carmen Guerrero Cavas:

EL NIÑO SIN OREJAS

Érase una vez un matrimonio y él era marchante y ella ama de casa; y la mujer del marchante estaba en estado. Y entonces había un cura que vivía en el mismo pueblo y todas las mañanas le decía a la mujer:

–¡Qué lastima te tengo!

Y ella callaba.

A las muchas de decirle esas palabras, le contestó la mujer a él:

–Estoy harta de que me digas: «¡Qué lástima te tengo!».

Y ella quería saber por qué le decía eso. Y le contestó el cura a ella porque lo que llevaba dentro estaba sin orejas. Y la mujer le dijo:

–¿Cómo mi marido lo hace sin orejas?

Y el cura le contestó:

–Yo sí sé ponerlas.

Y la mujer le contestó:

–Si sabes, pónselas y tendrás vuestra recompensa.

Y el cura se las puso. Y ella, de agradecimiento, le dio dieciséis onzas de oro y él las tomó.

Un día, el marido de ella llegó a casa y ella le dijo:

–Si no sabes hacer una cosa, ¿para qué te pones? Y su marido dijo: –¿De qué se trata?

–Porque me dijo el cura del pueblo que nuestro hijo no tenía orejas y me dijo que él sí sabía ponerlas, y de recompensa le di dieciséis onzas de oro.

Y su marido calló y se fue a las afueras del pueblo donde el cura tenía un corral de ovejas; y el marido saltó al corral y le cortó las patas de alante.

Y otro día por la mañana el cura va al corral y ve a todas las ovejas sin patas. Y se va el cura a la iglesia para tocar las campanas para que acudiera todo el pueblo; y toda la gente acudió y el marchante también fue. El cura se subió al púlpito y entonces dijo:

–Me han hecho un crimen con mis ovejas: les han cortado todas las patas de alante.

Y salta el marido de ella:

–Si usted tan listo es que le puso a mi niño las orejas, ¡ponle usted las patas a sus ovejas! Y entonces el pueblo le dijo al marido de qué se trataba.

Y él le contestó que le había engañado a su mujer y le sacó dieciséis onzas de oro. Y el pueblo exigió la cabeza del señor cura.

Narradora: Sacramentos Peñalver Navarro (Albudeite)

Se trata del tipo 1424 del índice de Aarne–Thompson (motivo K1363.2), descrito de la siguiente forma:

Friar adds missing nose (fingers) to unborn child: foetus is imperfect and he will susbtitute for absent husband. Is praised by the latter on his return. [El fraile le agrega la nariz (dedos) que le faltan al hijo antes de nacer: el feto está incompleto, por lo que el clérigo habrá de sustituir al esposo ausente. Cuando regresa el estúpido marido, alaba al adúltero].

En la bibliografía que ofrecen a continuación los autores se menciona el relato número 9 de las Nouvelles Récréations et Joyeux Devis del novelista francés del Renacimiento Bonaventure des Périers, además de otra versión tradicional de las Indias orientales y el motivo K1362.2 del catálogo de motivos folklóricos en la novela italiana de Rotunda.

José Manuel Pedrosa ha estudiado en un muy documentado artículo el desarrollo tradicional y literario del cuento que nos ocupa (10). La primera aparición en la literatura española del cuento la encontramos en La lozana andaluza, «mamotreto» LXI, donde se combina con el episodio del anillo o anillos supuestamente perdidos en el interior de la vagina y que habrán de ser extraídos mediante el coito. La misma combinación de motivos se advierte en el primer cuento de la sexta noche de las Piacevole Notte de Straparola, escrito a mediados del siglo XVI. El humanista italiano Poggio (1380–1459) había recreado sólo el motivo del niño incompleto en su «facecia » CCXXIII, del mismo modo que el narrador francés Des Périers, ya mencionado, y La Fontaine en su narración «Le faiseur d’oreilles et le raccommodeur de moules » [«El hacedor de orejas y el arreglador de moldes»], ya en el siglo XVII.

El cuento del niño al que le faltan miembros ha llegado hasta la tradición oral moderna, aunque independientemente del cuento del anillo perdido, con la excepción de una versión panameña de Mario Riera Pinilla, que J. M. Pedrosa transcribe (11), en la que se combinan los dos motivos. En otra versión, recogida en Mogarraz (Salamanca) y reproducida por J. M. Pedrosa, al engaño del niño incompleto sigue la venganza del marido burlado, que les corta la cabeza a los machos del cura, igual que en mi versión de Albudeite (con la insustancial diferencia de que en la mía lo que corta el marido burlado son las patas en lugar de la cabeza). También J. M. Pedrosa reproduce otra versión adaptada a las condiciones sociales de la emigración española en Alemania (no hay venganza del marido), junto con una cancioncilla cántabra recogida por Fernando Gomarín (12).

Por mi parte, añadiré alguna versión tradicional más de este cuento no muy común en el área hispánica. Así, en mi volumen de cuentos populares de la provincia de Albacete, el relato n.º 138, anotado en Peñarrubia por mi alumna Noelia Fernández Pinedo, es muy semejante al encontrado en Albudeite. Veámoslo:

EL NIÑO SIN OREJAS Una vez que había un pastor, y estaba el pastor con un cura. Y la mujer del pastor era muy guapa.

Y un día se fue el pastor a guardar las ovejas, y fue a misa (la mujer del pastor) y le dijo el señor cura:

–He leído en el Evangelio de hoy que el chiquillo que tiene usted en la panza no tiene orejas.

Y se puso a llorar la mujer del pastor. Pero dijo el señor cura:

–No llores, que yo me pongo en un momento y se las hago.

Y se puso el cura y le hizo las orejas al chiquillo.

Pos cuando vino el marido de con las ovejas, pos le dijo la mujer:

–Mira, he pasao un día mu malo, que ha dicho el jefe que el chiquillo no tiene orejas. Pero menos mal que se ha puesto y en un momento se las ha hecho.

Pos güeno. Y entonces el pastor dice: «Pos yo te voy a preparar a ti» –al cura.

Fue y le cortó tó las patas a las ovejas. Pos claro, ¿cómo se iban a levantar los animales si estaban con las patas cortás? Y entonces fue el pastor a la puerta del señor cura y dice: –¡Levántese usted, jefe, que las ovejas no se levantan ninguna!

Pos se levanta el cura. Coge una oveja: sin patas; coge otra: sin patas… Y dice:

–Pos mira, pastor, no tienen patas las ovejas.

–¿No sabe usted hacer orejas?: ¡pos haga patas pa las ovejas! (13).

Otra versión se encuentra en el volumen Cuentos anticlericales de tradición oral de Antonio Lorenzo Vélez, colección procedente del fondo inédito de cuentos recogidos por Julio Camarena en la provincia de Ciudad Real (14). Es similar a mi versión de Albacete y termina con una frase proverbial muy parecida:

—¡Oiga usté, padre cura!…
¡Usté, que sabe poner orejas,
le ponga las patas a sus ovejas!

Así pues, parece, a juzgar por los textos examinados, que la variante hispánica del cuento que nos ocupa presenta una segunda secuencia no conocida en las versiones literarias ni en la descripción del tipo que dan Aarne –Thompson: la venganza del marido burlado, que sin duda añade un elemento de contrapunto cómico muy logrado y divertido y, de paso, hace posible el castigo al cura lujurioso, figura tópica en el folklore.

Una variante de este tipo de cuentos lo constituye el relato del pícaro que hace creer a una mujer (y ocasionalmente a su marido también) que puede transformarla en animal, para a continuación, con el pretexto de ponerle los miembros que le faltan, satisfacer sus apetitos sexuales. Un ejemplo es el «fabliau» medieval La joven que quería volar (15):

Un clérigo lujurioso se aprovecha de una boba muchacha que pretende volar. Dice que le colocará el pico y la cola para poder volar. Entonces la besa (le pone el «pico») y a continuación realiza la acción necesaria para ponerle la «cola » que le falta. La muchacha quedará embarazada por el bribón, que al final se casará con ella.

El relato parece haber sido imitado por Boccacio (Jornada IX, Novela X) sustituyendo la «transformación» de la mujer en pájaro por yegua. Éste es el argumento:

Un embaucador hace creer a un matrimonio de tontos que puede transformar a su yegua en mujer cuando le plazca. La esposa le ruega que haga lo mismo con ella para así poder ayudar a su marido en su trabajo de arriero. Delante del marido, el listillo desnuda a la mujer y, colocándola en postura de cuadrúpedo, finge ir transformando cada parte de su cuerpo en el de una yegua. Pero cuando llega el turno de ponerle la «cola» que le falta al animal, el marido protesta y cesa el «encantamiento» (16).

Si bien este relato no ha sido tipificado en el índice de cuentos folklóricos de Aarne–Thompson, sin embargo sí se haya incluido en el monumental catálogo de motivos folklóricos de Stith Thompson, y es concretamente el motivo K1315.3.2, Seduction attempted compromise of magic transformation: woman to mare. Finishing the tail [Seducción mediante el compromiso de realización de transformación mágica: mujer en yegua. Completando el rabo].

Por otra parte, no son infrecuentes en la literatura desde la antigüedad los relatos obscenos que se burlan de la ignorancia sexual de una mujer. Así, Rodríguez Adrados (17) cataloga con la signatura H305, dentro de la fábula greco–latina, la narración que aparece en la Vida de Esopo, 131, que a continuación resumo:

Una hija tonta ve a un hombre copulando con una burra y le pregunta qué está haciendo, a lo que aquél le responde que inspirándole inteligencia al animal. Entonces la muchacha pide que le haga lo mismo. Cuando va después y le cuenta a su madre, con todo lujo de detalles, lo ocurrido, ésta la recrimina por haber perdido el poco juicio que tenía (18).

Harriet Goldberg (19) documenta el cuento en la literatura medieval española en los motivos *J1745.3 y *X772.1, Foolish young woman sees copulation between youth and ass. Told he is giving beast sense, she asks for same treatment [Muchacha boba observa la cópula entre un joven y un asno. Él le dice que le está dando inteligencia al animal, ella pide el mismo trato]. La narración se incluyó en el Esopete ystoriado. En la literatura francesa, La Fontaine escribió un cuento parecido, Comment l’esprit vient aux filles [Cómo les entra el ingenio a las mozas], donde se relata cómo la madre de la infeliz Lisa induce a su hija a que salga a buscar el ingenio que le falta. Será un fraile el encargado de transmitir ese «ingenio» a la joven, que en adelante se mostrará como mujer astuta y juiciosa (20).

Otro etnotexto relacionado con el tema que nos ocupa del desconocimiento femenino (real o fingido) de la relación sexual aparece en forma de cuento tradicional recogido, también en Mula, por mi alumna M.ª Magdalena Pérez Sevilla, y que transcribo a continuación:

LOS PUNTOS INFECTADOS

Esto era una que no salía de su casa. Estaba en el campo. Y llega una amiga suya y le dice a la madre:

–Fulana, ¿por qué no deja salir a su hija un rato allí, a la discoteca y tal, y se divierte? Y dice la madre:

–No, que está el mundo muy malo.

–Pues déjela usted.

–Bueno, la voy a dejar, pero con la condición de que no se quite la mano de ahí. Tú con la mano puesta, que eso es peligroso.

Bueno, pues se meten a la discoteca y había dos pintas allí y dicen entre ellos:

–Mira qué pareja hay allí, y una con la mano puesta.

–Cállate.

Conque llega uno y dice:

–Señorita, ¿bailamos? Salen a bailar y ella con la mano puesta, conque él le pregunta:

–¿Qué misterio tiene eso de la mano puesta?

–Porque me ha dicho mi madre que este sitio es muy peligroso, que no me quite la mano.

–¡Válgame Dios qué trabajo ahí bailando, que no puedes coger con la mano puesta! Vente, vamos a salir ahí fuera; te doy un punto y ya te quitas la mano.

Conque salen, le da un punto y entran a bailar. Y dice ella:

–Fulano, dame otro punto.

Cuatro o cinco veces salieron: cuatro o cinco puntos.

Y ya cuando el último punto y tal, ella dice:

–Dame otro punto.

–Ya no queda más hilo.

Total que llega a su casa tan contenta y su madre le pregunta:

–Fulana, ¿cómo te lo has pasao, hija?

–Muy bien, muy bien. Ha cogío un fulano de allí y me ha dao unos puntos y vengo estupendamente.

Dice la madre:

–¡Puta, lo que es menester es que no se te infecten, que yo ya llevo bastantes infectaos!

Narrador: Matías Gambín Gambín (Mula)

El relato está catalogado como tipo 1542** (motivo K1363), cuya descripción es:

The Maiden’s Honor. The mother tells the girl to guard her honor. The tailor promises to sew up her «honor». [El honor de la doncella. La madre le dice a la muchacha que se proteja el honor.El sastre promete coserle su «honor».]

El índice ofrece unas pocas entradas bibliográficas del tipo, pero ninguna del ámbito hispánico. Yo sólo conozco otra versión, también murciana y concretamente de Jumilla, registrada por Pascuala Morote Magán en esa ciudad (21). Aquí el engañador es un cura, quien con su «aguja santa» cose el «puntico santo» de dos hermanas a quienes su madre, en el lecho de muerte, había recomendado que lo guardaran celosamente protegiéndoselo con las manos. Pero cuando le toca el turno a la tercera hermana, el cura se excusa diciendo que no le queda hilo. El equívoco sexual del «hilo» que ya se ha gastado se completa con la metáfora de los dos «ovillos preciosísimos» del cura, en palabras de las dos primeras hermanas, que sí han tenido la oportunidad de conocer las excelencias del cura.

Este relato resulta estructuralmente similar al tipo 1425, Putting the Devil into Hell [Metiendo al diablo en el infierno], que se corresponde con el motivo K1363.1, cuya versión literaria más conocida es la narración III–10 del Decamerón de Boccacio, Cómo Alibec aprendió a meter el diablo en el infierno, que a continuación resumo:

Alibec, muchacha de catorce años, decide retirarse al desierto para huir de las cosas mundanas y mejor servir a Dios. Encuentra a un ermitaño llamado Rústico quien, tentado por la belleza de la joven, la engaña diciéndole que su miembro viril es el diablo que ha de ser guardado en el infierno (parte sexual femenina). Tanto le agrada a la moza este servicio a Dios que el ermitaño, incapaz de atender sus continuos requerimientos, tiene que echarla de su cueva. Al final la muchacha se casa con un joven y así podrá continuar su placentera devoción.

Nadie como Boccacio es capaz de combinar, en irreverente y divertidísima mezcla, el discurso religioso con el erotismo más carnal, de forma que el mundo antes espiritual del asceta y la fogosa sensualidad ahora descubierta con su compañera se funden gracias a un lenguaje paródico capaz de aunar sin conflicto tales extremos:

«Y estando, así, Rústico más que nunca en su deseo encendido, viéndola tan hermosa vino la resurrección de la carne…» (22).

El relato boccaciano emplea una metáfora similar a la utilizada en el cuento tradicional del P. Morote y en el mío de Mula para aludir al agotamiento sexual del antiguo asceta. Si en estas versiones se hablaba del «hilo» gastado, en la novela de Boccacio aparece la metáfora del algodón, evidentemente relacionada con la del hilo. Se dice que la moza

«en tal manera le había sacado el algodón de la aljuba, que alguna vez él sentía frío en tal hora que otro habría sudado» (23).

Al final, el malicioso consejo dirigido a las muchachas cierra el relato como divertida parodia de las narraciones ejemplares y moralizantes de la Edad Media:

«Por ende, las que sois mozas, si deseáis servir a Dios, a vosotras conviene aprender a meter el diablo en el infierno, porque es cosa que a Dios mucho agrada y da placer a las partes, y síguese de ello mucho bien, con gran consolación y deleite» (24).

Que la metáfora del hilo, la lana o el algodón, así como el acto de hilar, posee un contenido semántico evidente que la identifica con el acto sexual lo podemos comprobar a través de textos diversos. Por ejemplo, en ese original libro que es el Retrato de la Lozana Andaluza de Francisco Delicado, cuyo erotismo resulta extraño en nuestra literatura por la forma explícita y directa en que lo manifiesta su autor, dice la ramera Lozana a su compañero Rampín:

Mirá, dolorido, que de aquí adelante que sé cómo se baten las calderas, no quiero de noche que ninguno duerma conmigo sino vos, y de día, comer de todo, y d’esta manera engordaré, y vos procurá de arcarme la lana si queréis que teja cintas de cuero (25).

La expresión «arcar la lana», es decir, arquearla o ahuecarla, es otra metáfora textil con la que Lozana advierte a su amigo de que debe atenderla sexualmente y que así ella sabrá recompensarlo del mismo modo. También este cuento tradicional que recogí, en el año 1993, a Josefa González Pérez en la pedanía murciana de Javalí Nuevo, ofrece otro ejemplo de utilización de metáforas textiles para referirse al acto sexual:

LOS AÑOS BISIESTOS

Era un marchante. Y el hombre pues se iba a los mercaos, a los negocios de su ganao y eso.

Y un día pues se fue –siempre que se iba, se iba por dos o tres días–, pero aquel día no sé qué pensó que volvió; así, a la madrugá, volvió a su casa. Y cuando llegó, pues se acuesta en la cama. Y se acuesta, y al hombre le dio por hacer: «Uno, dos, tres, cuatro, cinco y seis». Decía:

–Mujer, ¿cómo puede ser que haya en la cama seis pies?

–Cállate ya y duérmete, follonero. ¡Qué van a haber seis pies en la cama! Están los tuyos y los míos.

Y a la miaja, otra vez:

–Uno, dos, tres, cuatro, cinco y seis.

–Pero esto no es antojo mío, ¿sabes?: aquí en la cama hay seis pies.

–Que no, que te duermas y te calles.

En cuanto llegó así a amanecer, pues tenía que salir temprano para irse con el ganao. Dice:

–Bueno, pues ya me voy.

Y salía tan deprisa… –y entonces, en aquellos tiempos, tampoco había luz–; y cogió y en vez de ponerse su chaqueta, se puso las sotanas del cura, que era el que estaba con la mujer. Y se fue.

Y cuando la mujer se levantó y se dio cuenta, va y le dice a una vecina que vivía al lao:

–¡Ay tía María Pepa, lo que me ha pasao!

–¿Qué te ha pasao?

–Que, mire: que estaba el cura conmigo y ha venío mi marío. Y en vez de ir a su chaqueta, se ha llevao las sotanas del cura. Imagínese ahora cuando se dé cuenta.

–Tú no te preocupes, que esto lo soluciono yo.

Conque coge la tía, se va pal campo. Y más o menos por donde sabía que él estaba, se va pal campo, coge su copo y en vez de ponerle lino le puso lana. Y se puso allí a hilar. Y llega él, dice:

–Buenos días, tía María Pepa. ¿Qué hace usté tan temprano por aquí?

–Pues mira, hijo, que he salío a tomar la fresca un poco.

–¿Y qué hace?

–Pues hilando.

–¿Hilando? Pero si no tiene usté lino. Lo que tiene es lana.

–¡Ay, pues sí que es verdá! ¿Tú sabes qué pasa?: que es año bisiesto »y el lino se vuelve lana, y las chaquetas, sotanas; y cuatro pies, seis en la cama».

–¡Anda, con razón me ha pasao a mí eso! Que fíjate que en vez de llevar chaqueta llevo sotana, y esta noche iba a volver loca a mi mujer con que habían seis pies en la cama.

–Pues no, hijo, eso es porque es año bisiesto.

Y así se quedó tan conforme en que era año bisiesto (26).

En el contexto del cuento, la acción de hilar lino en lugar de lana por parte de la alcahueta alude a la relación sexual de la esposa con el cura. En este sentido más profundo es como hay que entender el episodio, y no simplemente como el recurso que utiliza la vecina para engañar al estúpido marido, que así quedará tranquilo y conforme después del suceso de la cama del día anterior.

En realidad, son muy variados los ardides que el timador puede utilizar para seducir a la mujer deseada. En el siguiente cuento, recogido también en la comarca del río Mula, concretamente en Pliego, el pícaro se sirve de un equívoco lingüístico para engañar a unos padres y así disfrutar sexualmente de su hija. Ante los crédulos huéspedes, el bribón se bautiza con nombres ridículos que al final propiciarán la ambigua situación que culminará con su éxito amoroso:

EL MUCHACHO CON MUCHOS NOMBRES

Un mocete en busca de trabajo va a un cortijo. Le pide trabajo al amo del cortijo; el amo le da trabajo. El amo le pregunta:

–¿Cómo te llamas?

–Aprieta –contestó el mozo.

La hija del amo le ve y le pregunta:

–¿Cómo te llamas?

–A-Las-Piernas –contestó el mozo.

La esposa del amo le pregunta, en el desayuno:

–¿Cómo te llamas?

–Conejo –contestó el mozo.

Al otro día se levantan el amo y el mozo y se van al campo a sembrar trigo. Vuelven muy cansados. El mozo ve a la chica y se van a la habitación de ésta. La chica no paraba de decir:

–¡Madre, A-Las-Piernas, que me hacen daño!

La madre pensaba que estaba soñando o tenía pesadillas, pero al ver que su hija insistía mucho, se dirigió a su habitación. La mujer, al verles juntos, llamó a su marido diciendo:

–¡Marido, marido, que nuestra hija tiene al Conejo entre las piernas!

El marido se levanta y se va a la habitación de su hija y dice:

–¡Aprieta!

Éste contestó:

–¡Ya no puedo más!

Narrador: Antonio Vivo Pascual

(Recogido por mis alumnas Juana y Sonia de la Cruz Vivo)

Se trata del tipo 1545, El muchacho con muchos nombres, que fue catalogado por Ralph S. Boggs en su índice de cuentos folklóricos hispánicos (27) con el número 1940*B. Boggs mencionó las versiones tradicionales asturianas de Aurelio del Llano, n.º 68, y Cabal, Cuentos tradicionales asturianos, números 214–215. También ha sido documentado en Hispanoamérica. El cuento ha sido recogido en época reciente por varios investigadores. Así, Julio Camarena transcribe dos versiones: en la primera, n.º 217, el pícaro dice llamarse Morcilla, Pelo-Entre-Las-Piernas-Mías y Agárrame-De-LosCojones; en la siguiente, n.º 218, los nombres fingidos son Tres-Dedos-En-El-Culo, Dóminus-Vobiscum y MePica (28). Aurelio Espinosa (hijo) recogió también el relato en tres versiones, números 448–450, cuyos nombres son similares a los registrados en las versiones de Camarena. En la Región de Murcia, sin embargo, los nombre del pícaro suelen ser Aprieta, Conejo, A–Las–Piernas y, sobre todos, Habas Tiernas: la muchacha ha comido de esta legumbre, y cuando pide socorro a su madre porque el huésped está abusando de ella, la madre interpreta que sufre indigestión y no le hace caso (29).

Resulta sorprendente que la treta empleada por el mentiroso sea la misma que Ulises utilizara cuando le hizo creer a Polifemo que su nombre era Nadie (Odisea, IX, pp. 364–367). De este modo, los otros cíclopes no auxiliaron a su compañero ciego porque pensaban que se estaba burlando de ellos. Julio Camarena se refiere a un grupo de leyendas mitológicas vascas que se basan también en el motivo del nombre equívoco (Thompson, K602). Así, en algunas leyendas vascas de Azkue o Barandiarán

se narra cómo una «lamiña», o una «gentil» (ambas, razas míticas), baja todas las noches por la chimenea de un caserío a que la señora de la casa le dé algo de comida; alarmada por el gasto, la mujer se lo dice al marido, quien un día espera a la intrusa disfrazado de hilandera; cuando llega, el marido conversa brevemente con ella y le dice llamarse Nor nere buro («Yo misma»); después, le tira el aceite a la cara o, en otras versiones, le pega una paliza o, a veces, le invita a sentarse en una piedra al rojo vivo; cuando sus compañeros le oyen decir que el mal ha sido causado por Nor nere buro («Yo misma»), no logran entenderla (30).

Parecido equívoco, aunque ahora de carácter meramente humorístico, aparece en un cuento que recogí de Julio Pedregales Moreno, de 78 años, natural de El Batán del Puerto (Albacete), en julio de 1998. En este cuento, el nombre del protagonista, Agusto (Augusto), provoca un malentendido cuya resolución nos recuerda claramente el ardid de Ulises, aunque ahora el equívoco lingüístico no se haya buscado de forma deliberada:

«AGUSTO»

Pues éste es un hombre, un molinero de ahí abajo que se le cortó el agua, y era ya bastante tarde. Y, claro, arriba en el cortijo había un chaval llamado Agusto. ¿Y qué hizo?: pos tenía una choza de los cerdos, porque su padre no estaba allí, tenía las puertas cerradas. Y llegó a una choza onde tenían los cerdos: eran bardas lo que tenía tó encima, y el muchacho le pegó fuego a aquello pa calentarse un poco. Pero no se había dao cuenta que los cerdos estaban dentro.

Entoces otra hermana que tenía, allí en una…, unos…, retirao, vio el humo y vino corriendo, y el molinero ende abajo, ende la presa, empezó a echar voces:

–¡Eh, chico!, ¿pos quién le ha pegao fuego a la choza?

Dice:

–¡Le ha pegao Agusto! Dice:

–¡Pos si le ha pegao agusto, Dios nos ampare, que yo me voy! (31).

Pero los recursos del burlador sexual son casi inagotables.

Por ejemplo, en otro relato muleño se abusa también de la hospitalidad de un matrimonio cuando el engañador se hace pasar por una mujer que está a punto de dar a luz:

EL MARIDO GUITARRISTA

Esto era una vez un matrimonio que vivían en el campo. Un día se apareció una mujer con una barriga muy gorda pidiendo auxilio porque estaba a bocas de dar a luz.

Ellos decidieron acogerla en su casa. Al acabar de cenar dijo la mujer que ya no aguantaba más y que iba a dar a luz. El marido le dijo a su mujer que se metiera en la habitación con ella para ayudarle y él, mientras tanto, tocaría la guitarra.

Resultó ser un ladrón disfrazado y una vez en la habitación se descubrió. La mujer gritaba diciendo que era un hombre. El marido decía mientras, tocando la guitarra:

–Si es un hombre, le pones mi nombre –chipirrín, chipirrín, chipirrín…

Y la mujer seguía diciendo:

–¡Muchacho, que no es una mujer, que es un hombre!

Y el marido contestaba, sin parar de tocar la guitarra:

–Si es un hombre le pones mi nombre –chipirrín, chipirrín, chipirrín…

–¡Muchacho, que no es una mujer!

–Si es mujer, le ponemos Isabel –chipirrín, chipirrín, chipirrín…

Total que estuvo con la mujer todo el tiempo que quiso y el marido mientras tocando la guitarra.

Narrador: Francisco Ramírez Pastor (Recogido por mi alumna Carmen M.ª Ramírez Gálvez)

El cuento está catalogado como tipo 1545A*, ¡Es hombre! El índice de Aarne–Thompson sólo menciona una versión italiana de este cuento. En la Región de Murcia hay otro ejemplar en el volumen de F. Gómez Ortín, Folklore del Noroeste Murciano (32), donde el protagonista es un antiguo novio de la muchacha. Las rimas finales son semejantes a las de nuestra versión:

–¡Que es un hombre!/ […]
–Le pondremos mi nombre.

La acción del burlador puede ejercerse con miembros de su propia familia, con lo que el cuento se ve enriquecido con el motivo del incesto, aunque tratado siempre de forma humorística. El siguiente cuento procede del municipio de Las Torres de Cotillas y fue registrado, el 7–1–99, por Paqui del Cerro a Francisca Almela Bermúdez, natural de este pueblo:

LA ABUELA Y EL NIETO

Esto era un padre que tenía un hijo y no le gustaba salir de novias. Y le dice una noche su padre:

–Oye, hijo, te voy a dar dinero y te vas a ir y te vas a buscar una mujer; te vas a ir a cenar, te la vas a llevar al cine y después te vas a acostar con ella.

Conque va y se va a la casa de la abuela; y le dice:

–Abuela, mire lo que me ha dicho mi padre.

–¿Qué te ha dicho?

Dice:

–Que me busque una mujer, que la lleve al cine, que le dé de cenar y que me acueste con ella.

Y dice:

–Pues eso está hecho.

Y entonces llega y dice…

A otro día se va en cá su padre otra vez y dice:

–Mira, he cenao con la abuela, la he llevao al cine y he dormío con ella.

Y dice:

–¿Pero que tú has dormío con mi madre?

–¡Claro! –Dice–¡Duermes tú con la mía!

Recogido el 7-1-99 a Francisca Almela Bermúdez (Las Torres de Cotillas)

Se trata de un conocido chiste que, sin embargo, no he encontrado escrito en ningún lugar excepto en otra versión recogida por mí en El Batán del Puerto a Julio Pedregales Moreno en julio de 1997:

EL NIETO Y LA ABUELA

Bueno, pues esto era un muchacho que lo mandó… (un muchacho con trece años o catorce, ya hombrecillo), y lo mandó su padre con una burra a por su abuela a un sitio que le decían Las Espineras, y estaba su abuela allí (era por meses). Pos nada, el zagal coge su burra. Y el padre, lo primero que le encargó, dice:

–Ten cuidao no vaya a caérsete la abuela de la burra, ¿eh?; que como se caiga te la buscas cuando vengas aquí.

Pero el zagal se inventó una cosa mejor. Entoces subió y ya llegó allí, cá la abuela. Dice:

–¿Está usté prepará, abuela?

Dice:

–Sí, hijo mío, nietecico, estoy esperándote ya hace un poquito.

¡Hala! Saca, la monta a la burra, y hay que bajal por una cuestecilla desde la venta, dende la aldea a la carretera.

Total, montaron allí, y sabes tú que los viejos ya están torpes, y se conoce que…

–¿Sabe lo primero que me ha encargao mi padre?: que no se cayera.

–¿Sí? Pos muchas gracias, hijo.

Y, claro, pos se montó atrás, el muchacho. Y del jaleo de la burra y de sujetar la abuela, pos al muchacho se le puso aquello bastante duro. Y ya al poco tiempo ya dice: «Yo lo tengo que decir».

–Mire usté, abuela, esto…

–Nietecico, ¿pos qué te pasa?

–Pos mire usté, abuela, que me he emocionao al meneo.

Tié usté, tié usté que bajar a ver si esto se pué remediar y ya nos vamos a algún lao a ver si puedo evitar esto.

¡Pero qué! Bajó a la abuela y empalmó allí en una cuneta. Y dice la abuela cuando ya terminan:

–Hijo mío, hace treinta años que se murió el abuelo y dende entonces no he probao ná. Ha estao mu bueno.

Pos ná, vamos otra vez. Y empieza la abuela otra vez en lo alto de la burra como que se cae:

–¡Ea!, pues, abuela, pues tengo que montar otra vez.

Se sube en la burra y, ¡qué va!, a los dos quilómetros vamos con otra, a echar otro… Pos nada. Y ya salieron pabajo y cuando bajan allí al Río Madera, el muchacho había cortao una vara de fresno, muy bueno, ¿eh?, para darle a la burra, y la abuela tan contenta. Cuando iba ya cerca, la abuela iba cantando.

–Abuela, ¿por qué canta usté?

–¡Uy!, por lo bien que lo hemos pasao, nietecico.

–Poco me gusta el cante

–dicía el nieto.

Pero, en fin, llegan allí. Dice el abuelo, el padre, al hijo, dice:

–¿Dónde vas? Apareja la burra y métela a la cuadra.

Haz que coma.

Y mientras está allí, la abuela entra y dice:

–¡Ay, hijo mío, qué nieto, qué nieto y qué nieto! ¿Sabes lo que ha hecho?: casarme por dos veces en el camino.

–¡Pero madre!

Dice:

–Nada, lo que yo te diga, hijo mío. Yo no te engaño.

Dice:

–¡Madre!

Sale mi padre y me quita la vara y se lía así tó el lomo adelante a darme. Y dice:

–¡So sinvergüenza, lo que has hecho con mi madre!: ¡jodel a mi madre!

Dice:

–¡Anda, y ha estao usté años jodiendo a la mía y yo no le he dicho ná! (33).

Como puede apreciarse, la versión manchega es más divertida porque el narrador se ha complacido en detallarnos los momentos previos al contacto sexual entre la abuela y el nieto, y luego nos cuenta con regocijo la alegría de la señora por el descubrimiento de las facultades de su nieto que la empujan a repetir la acción amorosa, ya casi olvidada a causa de su viudedad. Por lo tanto, si en la versión de Las Torres de Cotillas lo importante era sólo la aguda respuesta final del mozo a las imprecaciones de su padre, en la de Batán del Puerto dicha conclusión aparece como muy divertido remate a una narración graciosa y chispeante para la que nuestro amigo Julio no ha ahorrado recursos dramáticos como la imitación de la voz de la anciana o del traqueteo del carro (evidente metáfora sexual).

Quisiera referirme por último a un cuento, relacionado con este tipo de engaños para conseguir a una mujer, que no ha sido catalogado hasta la fecha. El cuento fue recogido en 1999 por Paqui del Cerro a su alumna Irene Sánchez, natural de Las Torres de Cotillas:

En aquellos tiempos los frailes salían con una borrica de casa en casa a que les dieran limosna. Y llegó a una casa y se le echó la noche encima. Y así le dice a la mujer:

–¡Señora!, ¿puedo dormir aquí, aunque sea en el basulero?

La mujer le dijo:

–Pues bueno, pues quédese usted a dormir.

Pero como al hombre le daba frío, llamó a la puerta y le dijo; dice:

–Señora, que tengo mucho frío. Si me dejara usted un laíco en la cocina…

Y la señora le dijo:

–Pues bueno, éntrese usted a la cocina.

El hombre se entró en la cocina. Y luego, al rato, la llama otra vez. Dice:

–Señora, si me quisiera usted dejar un laíco, ahi, en los pies de la cama…

La mujer, adoleciéndose del fraile, le dejó un laíco en la cama.

Al rato, otra vez dice:

–Señora, ¿me dejaría usted un laíco en la cabecera?

Total, que la mujer ya dijo:

–¡Esto ya es mucho! ¡Esto ya es demasiao! ¡Fuera! Y agarró la escoba y lo espachó a escobazos.

El comienzo del cuento es similar a un relato recogido por Julio Camarena en la provincia de León: Éste era un fraile que andaba por los pueblos remotos. Y resulta que llegó a un lugar donde había una señora que vivía sola; y dice el fraile:

–Ay, por favor, que no tengo donde dormir esta noche.

–Pero, señor, ¿ustá no ve que no puedo, que yo vivo sola y no puedo meterle a usté en casa? Ah, y además, mire, no tengo más que una cama.

–Bueno, yo duermo donde quiera: en el suelo… donde sea […] (34).

La narración continúa con el desarrollo propio del tipo 1351A: el fraile logra introducirse en la cama de la mujer y ésta coloca una tabla entre los dos, que al final el fraile quita con el consentimiento de su compañera de cama. Este argumento se incluye en el índice de Aarne–Thompson entre los cuentos de casados. Hay, por lo tanto, una coincidencia evidente en la primera secuencia de ambos cuentos, aunque luego siguen un hilo argumental diferente.

Una nueva versión de este cuento, recogida en el municipio de Murcia y publicada en el año 2002, me alertó acerca de su posible procedencia folklórica:

Un fraile llegó a una casa a pedir alojamiento, y la dueña era viuda. Tenía primera y segunda puerta. Se queda a dormir en la primera puerta, pero luego pasa y dice:

–¿No podría dejar el gorro aquí dentro?…

–Sí –le responde.

Un rato después vuelve a entrar y pregunta:

–¿No podría quedarme yo también aquí dentro?…

–Sí –le responde.

Y se quedó… (35).

Si todavía quedaba alguna duda, la consulta del catálogo de motivos folklóricos de Stith Thompson aclaró completamente la cuestión. El motivo K1361.3, incluido dentro del grupo de los engaños realizados por un embaucador, está descrito así:

Seduction by begging into woman’s room to get warm. [Seducción introduciéndose en la habitación de una mujer con el pretexto de calentarse] (36).

Como puede apreciarse, la coincidencia con los dos textos murcianos (sobre todo con el mío) es manifiesta. Del motivo anotado sólo se ofrece en el catálogo de Thompson una entrada bibliográfica que menciona una versión nada menos que coreana del cuento. Este dato nos asombra porque comprobamos, una vez más, esa extraordinaria difusión universal e intemporal de las manifestaciones folklóricas, que se repiten, bajo ropajes nuevos y apariencias distintas, en cualquier tiempo y lugar.

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NOTAS

(1) AARNE, Antti y THOMPSON, Stith: The Types of the folktale, Helsinki, Academia Scientiarum Fennica, FF Communications, n.º 184, 19612. Hay traducción española de Fernando Peñalosa: Los tipos del cuento folklórico. Una clasificación, Helsinki, Academia Scientiarum Fennica, FF Communications, n.º 258, 1995.

(2) Motif–Index of Folk Literature. A classification of narrative elements in folktales, ballads, miths, fables, medieval romances, exempla, fabliaux, jest–book and local legends, 6 vols., Copenhague y Blomington, Indiana University Press, 1955–1958.

(3) Cuentos populares recogidos de la tradición oral de España, 3 vols., Madrid: CSIC, 1946–19472.

(4) Ibídem, vol. III, p. 196. En realidad, este elemento constituye el tipo 1006, Casting eyes, motivo J2462.2, Casting sheep’s eyes at the bride [Arrojando ojos de carnero a la novia], incluido dentro del ciclo de cuentos del ogro estúpido, aunque lo habitual es que forme parte como episodio de algunos relatos de tontos.

(5) Ibíd., vol. III, p. 198.

(6) En «Cuentos populares andaluces (XV)», Revista de Folklore, n.º 295, Valladolid, Obra Social y Cultural de Caja España, 2005, pp. 3–4.

(7) De memoria. Tradición oral en Lorquí, Lorquí, Excmo. Ayuntamiento, 2002, p. 36.

(8) Véase Carrasco Carreño, Elvira (y otros): Cuentos murcianos de tradición oral, Murcia, Secretariado de Publicaciones de la Universidad, 1993, pp. 279–281 [El tonto casadero].

(9) El número–tipo 1349A* podría tener relación con nuestro cuento. La descripción que de él hace el catálogo de Aarne–Thompson es la siguiente: Covering in the cow. Fools lay themselves on her back [Cubriendo a la vaca. Los tontos se acuestan sobre su lomo]. Sólo menciona el índice una versión islandesa de este cuento, que yo no conozco, por lo que me es imposible precisar la conexión argumental que pudiera haber entre ésta y la versión muleña transcrita, pues no se sabe bien cómo hay que entender la palabra «cubriendo».

(10) Pedrosa, J. M.: «La lozana andaluza, El corregidor y la molinera y un manojo de fábulas eróticas viejas y modernas», en Las dos sirenas y otros estudios de literatura tradicional, Madrid: Siglo XXI, 1995, pp. 253–281.

(11) Ibídem, p. 262.

(12) Ibíd., p. 271.

(13) Hernández Fernández, Ángel: Cuentos populares de la provincia de Albacete (recogidos por los alumnos del I.E.S. ‘Mixto Número Cinco’, Albacete, Instituto de Estudios Albacetenses de la Excma. Diputación de Albacete, 2001, p. 202.

(14) Valladolid, Ámbito, 1997, n.º 21, p. 107: Poniéndole orejas al niño (registrado en Fuentecaliente).

(15) Véase la edición de Josefa López Alcaraz, Los Fabliaux (II), Murcia, Secretariado de Publicaciones de la Universidad, 1996, pp. 392–399.

(16) La Fontaine reelaboró a su vez la versión boccaciana en su cuento Le Jument du compère Pierre [La yegua del compadre Pedro], Cuarta Parte, cuento X. Véase la edición bilingüe de Miguel Ángel García Peinado de los Cuentos y relatos en verso de La Fontaine, Madrid, Cátedra, 2002.

(17) Véase Francisco Rodríguez Adrados, Historia de la fábula greco–latina, cuatro volúmenes (especialmente, vol. IV: «Inventario y documentación de la fábula greco–latina»), Madrid: Editorial de la Universidad Complutense, 1979–1987. Aparece también el relato de forma idéntica en la llamada Colección Accursiana de fábulas. Véase, del mismo R. Adrados, El cuento erótico griego, latino e indio, Madrid, Ediciones del Orto, 1994, cuentos G32 y G19.

(18) Esopo, Fábulas. Vida de Esopo, ed. de Carlos García Gual y P. Bádenas de la Peña, Madrid, Gredos, 2000, p. 223.

(19) Motif–Index of Medieval Spanish Folk Narratives, Tempe [Arizona], Medieval & Renaissance Texts and Studies, 1998.

(20) Tercera Parte, cuento I de la edición citada.

(21) Cultura tradicional de Jumilla. Los cuentos populares, Murcia, Academia Alfonso X el Sabio, 1990, p. 197: El puntico santo.

(22) Versión castellana de 1496 actualizada por Marcial Oliver, Barcelona, Planeta, 19872, p. 217.

(23) Ibídem, p. 218.

(24) Ibíd., p. 219. También Jean de la Fontaine recreó, con bastante fidelidad al argumento y manteniendo el nombre de la protagonista, el cuento de Boccacio en sus Cuentos y relatos en verso, IV–1: Le Diable en enfer, p. 217 de la edición citada.

(25) Delicado, Francisco: La Lozana Andaluza, ed. de Claude Allaigre, Madrid, Cátedra, 1985, «Mamotreto» XXII, pp. 279–280.

(26) Reproducido en la Revista de Folklore, n.º 291 (2005). Se trata de una variante del tipo 1419G, Los pantalones del sacerdote. Carlos González Sanz [Catálogo tipológico de cuentos folklóricos aragoneses, Zaragoza, Instituto Aragonés de Antropología, 1996] cataloga esta variante como [1419K], La sotana del cura.

(27) Index of Spanish Folktales, Helsinki, FF Communications, 90, Academia Scientiarium Fennica, 1930.

(28) Camarena Laucirica, Julio: Cuentos tradicionales de León, dos vols., Madrid, Seminario Menéndez Pidal–Universidad Complutense de Madrid–Diputación Provincial de León, 1991, vol. II pp. 98–100. Cf. también el cuento n.º 219.

(29) Véase Sánchez Ferra, Anselmo J.: Camándula (El cuento popular en Torre Pacheco), Número Monográfico de la Revista Murciana de Antropología, 4, Murcia, Servicio de Publicaciones de la Uiversidad, 1998 (ed. 2000), cuentos números 138–140, pp. 129–131.

(30) Cuentos tradicionales de León, ob. cit., vol. II p. 284.

(31) Hernández Fernández, Ángel: Cuentos populares de la provincia de Albacete, ob. cit., cuento n.º 177, p. 239.

(32) Murcia, Editorial Espigas, 1996, cuento n.º 8 (Noche de boda), pp. 167–168.

(33) En mis Cuentos populares de la provincia de Albacete…, ob. cit., n.º 131, pp. 192–193.

(34) Cuentos tradicionales de León, ob. cit., cuento n.º 167: [El fraile quita la tabla], vol. II, pp. 36–37.

(35) Riquelme Sánchez, Escolástico: Cancionero–refranero y anecdotario poético popular (Recopilación del sentir popular huertano), Murcia, Autor, 2002, cuento n.º 206, p. 44.

(36) Propongo que el relato sea catalogado, dentro del apartado de cuentos sobre el hombre listo, como tipo [1545B*], [Introduciéndose en la alcoba de la mujer. Un fraile que se aloja en casa de una mujer que vive sola consigue mediante un falso pretexto introducirse en su habitación y, ocasionalmente, hasta su cama].



Sobre novios tontos, mujeres bobas y bribones aprovechados (notas sobre literatura y folklore eróticos)

HERNANDEZ FERNANDEZ, Ángel

Publicado en el año 2006 en la Revista de Folklore número 303.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz