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LA LEYENDA DEL OSO EN FREISING (BAVIERA) Y EN ARBAS (LEÓN)
Ya anteriormente, en esta misma revista, hemos
analizado leyendas que aparecen en lugares geográficos
distintos, tema éste que aparece de vez en
cuando en publicaciones de tema religioso, etnográfico
y artístico (1). En el presente trabajo seguimos
profundizando en un campo tan interesante,
en nuestra humilde opinión, tanto para buscar conexiones
y explicaciones sobre el origen y significado
de las leyendas, como para eliminar matices
localistas que, en realidad, resultan no serlo.
De sobra conocida resulta la leyenda del oso de
Arbas, el cual, habiendo matado a uno de los bueyes
que se empleaban para arrastrar piedra para la
construcción de la colegiata, fue uncido al carro para
substituirle en la tarea. Esta leyenda conoció
una premiada y ya antigua publicación que citamos
en nota (2), y en relación con ella se interpretan
unas cabezas de oso y buey esculpidas en el mencionado
templo (3).
Refiriéndose a la leyenda citada escribió en
1928 H. García Luengo:
“La leyenda objeto de este trabajo en sí no
es más que una de las múltiples milagrerías a
las que tan aficionados nos hemos mostrado
siempre los españoles; pero es un milagro ingenuo,
de buena cepa, de marcado carácter medioeval,
que no desdice entre los que el Rey Sabio
nos dejó inmortalizado en sus cantigas. Es
algo emanado del pueblo, algo inventado por él
ante los caprichos del imaginero instintivo, de
los que quiso dar una interpretación ajustada a
sus sentires” (4).
Podría pensarse que con estas inspiradas líneas
tendríase ya explicada la leyenda. Pero consideramos
que hay que tener en cuenta otras cuestiones
para el análisis pormenorizado de la misma.
La primera de ellas sería el hecho de que se repite.
En el escudo episcopal del actual pontífice,
Benedicto XVI, aparece un oso con una alforja, y
ello porque existe la leyenda de que el fundador de
la diócesis germana de Freising, San Corbiniano,
padeció el hecho de que un oso le matase el caballo
en el que transportaba sus cosas de viaje a Roma,
razón por la que el citado prelado le hizo llevar
la carga al animal asesino (5). Difícilmente cabe
imaginar mayor paralelismo entre la leyenda leonesa
y la alemana.
Visto que la leyenda aparece por diversos lugares
de Europa cabe preguntarse por su origen, su
razón de ser. En verdad, desde los más remotos
tiempos de la cristiandad se documentan milagros
relacionados con la subordinación de los animales
peligrosos. Ya en los mismos Apotegmas de los
Padres del desierto egipcio aparece alguna narración
de esta índole, si bien, obviamente, no referidas
a osos (6).
¿Por qué los osos? En verdad, la presencia de
estos animales en las narraciones de vidas de santos
de Europa Central no es extraña. Así, podemos
citar, por poner un solo ejemplo, la vida de San Galo
(7), la cual también ha dejado su huella en el arte
de la famosa abadía suiza (8). Evidentemente, la
presencia de osos en aquellos lugares es indiscutible.
Pero quizá haya algo más. En la mitología céltica,
el oso tenía su lugar:
“Los celtas del Continente adoraron también
diversos animales […]. Los Helvecios de las
proximidades de Berna veneraban a la diosa Artio,
es decir, «la osa», que puede parangonarse,
por sus funciones, con la Artemis griega.
En el museo de Aviñón, y con el nombre de
«monstruo de Noves», existe un oso, sentado
sobre sus patas traseras, que tritura con sus
mandíbulas un brazo humano y descansa sus
patas delanteras sobre cabezas, también humanas.
Se cree que este monstruo devorador de
hombres representa algún ídolo primitivo” (9).
La milagrosa subordinación de osos a cristianos:
¿será acaso una cristianización? Sin duda, es una
hipótesis que no debe ser descartada (10). Y, si así
fuese, ¿podría pensarse que en las montañas leonesas
también se estaba produciendo un fenómeno
similar a comienzos del siglo XIII? ¿O es que la leyenda
fue traída de más allá de los Pirineos? (11).
La relación entre los osos y el cristianismo también
se presenta en otros ámbitos de análisis, incluso
en el de las casualidades. Así, no creemos
que exista una relación de causa-efecto entre que
un monasterio cisterciense gallego lleve el nombre
de Oseira (12) y que el nombre de Bernardo (no es
necesario recordar aquí lo que San Bernardo ha representado
en la historia del Cister) signifique algo
así como atrevido como un oso, si bien no debemos
dejar de estar abiertos para la sorpresa.
No obstante, dejando aparte el oso, lo cierto es
que esta misma leyenda se repite por diversos lugares
de Europa, incluido León, si bien con otros
animales, como el lobo. Así, leemos lo siguiente en
una biografía de San Froilán escrita por el sacerdote
leonés D. José González:
“Caminaba, dice [Fray Bernardo de la Peña
en su obra «Santos de la Orden de San Benito
»] para ir a predicar a un lugar […] y apartándose
a tener oración, antes del alba, dejó solo
un jumentico en que llevaba sus librillos […].
Salió un lobo de lo cerrado del monte y haciendo
presa en el animalejo se lo comió […]. Llegó
el Santo a tiempo que el feroz animal estaba en
lo cruento de su maleficio y riñole, diciendo:
«Pues me quitaste el alivio que tenía para llevar
mi valija, servirás de hoy en adelante, en su lugar
rendido». Con esto puso al lobo bajo los
aparejos del pollino, y, cargándole las alforjas,
comenzó a caminar…” (13).
D. José González también reparó en lo común
de estas leyendas (14), dándole una valor “casi nulo”
(15). Sin embargo, habiendo reparado en que
no aparece entre los milagros que de San Froilán
se relacionan en su vida más antigua, parece claro
que debió surgir posteriormente, en época plenomedieval.
Precisamente entonces comienzan a
surgir tradiciones y leyendas en la cristiandad hispana
de raigambre ultrapirenaica (16), por lo que
tanto la del lobo de San Froilán como la del oso de
la colegiata de Arbas, junto con otras, tienen aspecto
de haber llegado en un momento, que arrancaría,
de modo general, a partir de finales del siglo
XI en adelante, y sigue con fuerza en el siguiente,
en el que el catolicismo hispano ve perder en buena
parte su propia liturgia y costumbres, siendo
sustituidas por la traída por gentes de más allá de
los Pirineos (17) –tanto laicos como clérigos que
ocuparon cargos de enorme importancia en la iglesia
peninsular–, incluso con ciertas influencias bizantinas
evidentes en cuanto a la consideración de
las imágenes (18). Y no sería incompatible con esto
que sirviesen, con la carga taumatúrgica que
contenían, para profundizar en la cristianización,
proceso no totalmente terminado en los reinos hispanos
en los momentos indicados. Respecto los
aspectos naturalistas, serían significativos en toda
Europa, dado el tipo de creencias que en todo el
continente existían antes del cristianismo.
NOTAS
(1) P. ej. GONZÁLEZ GARCÍA, Miguel Ángel: El Santo Cristo
de Ourense. La historia, el culto y la dádiva, Cadernos do Restauro.
A capela do Santo Cristo de Ourense, Coordinación Dolores
Vila Jato, A Coruña, 1996, pp. 154-161, concretamente p. 154: “En
lo esencial [en referencia a la leyenda de su origen], se reduce a
ser obra de talla de Nicodemo, uno de los santos varones que estaban
en el Calvario y se hicieron cargo del cuerpo de Jesús. La talla
se iría transmitiendo de generación en generación hasta que en
un momento determinado, la imagen llega como una nave de
salvación en una caja, sobre las aguas, a las playas de Finisterre.
Una similar leyenda, en lo fundamental, se atribuye a las veneradas
imágenes del Crucificado de Chioggia o Lucca, en Italia, de
Bouzas (Matosinhos), en Portugal o a los de Burgos, Villarín de
Campos (Zamora) y Finisterre en España”.
(2) LUENGO, José María: El oso de Arbas (leyenda leonesa).
Anteloquium de H. Garcia Luengo, León, 1928. También se recoge
información sobre esta leyenda en DÍEZ ALONSO, Matías: Mitos
y leyendas de la Tierra Leonesa, León, 1982, p. 104.
(3) VIÑAYO, Antonio: León y Asturias. Oviedo, León, Zamora
y Salamanca. Volumen 5 de la serie La España románica, Madrid,
1982, pp. 267-271: “Esta puerta tiene dintel liso que sostienen dos
modillones, parecidoss a los del ingreso del Perdón, en el templo
leonés de San Isidoro. Al Norte una cabeza de oso (foto 111) y al
Sur una de toro (foto 112), que recogen la leyenda del oso que se
comió a uno de los bueyes de la pareja que acarreaba los materiales
para la obra y luego hubo de uncirse con el buey sobreviviente”.
(4) P. 11 del “Anteloquium” contenido en la obra citada en la
nota 2 del presente trabajo.
(5) RATZINGER, Joseph: Mi vida, Zaragoza, 2005, pp. 157-159.
(6) “Un dels pares contava que un abbà anomenat Pau, que
era natural del Baix Egipte però vivia a la Tebaida, agafava amb
les mans escurçons, colobres, serps i escorpins, i les partia pel mig.
En veure-ho alguns germans, li van fer una reverència i li preguntaren:
«Què has fet per a obtenir aquesta gràcia?». Ell respongué:
«Perdoneu, germans però si un és pur, totes les creatures se li
sotmeten, igual que passava amb Adan en el paradís, abans de la
seva desobediència al manament diví»” (Pau de Tebes, 1) (Apotegmes
del Pares del desert. Introducció de Josep Torné. Traducció
de Josep Vives, Barcelona, 2001, p. 270).
(7) Del que se dice que tenía un oso que le seguía (PÉREZ
DE URBEL, Fray Justo: Las grandes abadías benedictinas, Madrid,
1928, p. 162).
(8) MAUROIS, A.: Historia de Alemania, Barcelona, 1966, p. 43:
“SAN GALL DA PAN A UN OSO. Un episodio de la vida del Santo
que es origen del monasterio. Marfil carolingio sobre las cubiertas
de un evangeliario de San Gall. Códice 53 (Foto Stiftsbibliothek de
San Gall)”. El pan se lo da San Galo al oso por haberle éste llevado
leña (CARDINO, Franco: Europa año Mil. Las raíces de Occidente,
Milán, 1995, p. 94).
(9) ROTH, G. y GUIRAND, F.: Mitología céltica, en GUIRAND,
F. (dir.): Mitología general, Barcelona, 1960, pp. 294-320, concretamente
p. 298.
(10) Escribe Franco Cardino, en relación con la Europa del
año 1000: “Sabemos que, por lo general, el cristianismo –que, en
teoría, hacía tiempo había conquistado a las poblaciones de origen
celta y germámico y estaba conquistando también a las eslavas;
pero que, en la práctica, era casi una corteza superficial de
nuevas costumbres rituales que recubría de forma fluctuante antiguos
y enraizados usos–…”, (CARDINO, F.: O. c., p. 34).
(11) Esto lo desarrollaremos un poco después.
(12) YÁÑEZ NEIRA, Fray Damián y GONZÁLEZ GARCÍA, Miguel
Ángel: El Monasterio de Oseira, León, 1996, p. 3: “El lugar
escogido y más adecuado es el mismo que hoy ocupa el monasterio,
una pequeña planicie en la margen derecha del río Ursaria
–Oseira–, topónimo derivado de oso –que significa lugar de osos, o
lugar adecuado para vivir osos– del que proviene el nombre del
monasterio y adoptaría la heráldica como escudo parlante”.
En la nota 3, p. 202, añade: “Del latín ursus, que significa
oso. Por lo tanto, existen dos versiones al respecto: Oseira significaría
lugar de Osos –si bien no consta que los hubiera en ninguna
época–, o quizá mejor, se trata de un lugar adecuado para vivir
osos, debido a la gragosidad de los bosques que le rodeaban en
el siglo XII. Pascual Madoz, al hablar de Oseira, en su Diccionario
geográfico estadístico e histérico [sic], dice que «hay caza mayor
y menor, lobos y algunos osos»”.
(13) GONZÁLEZ, José: Estudio crítico-biográfico, León, 1946,
pp. 78-79.
(14) ID., ibid., p. 79: “La leyenda del lobo de SAN FROILÁN
tiene todas las trazas de ser una de tantas como se forjaron en la
Edad Media, como las que se cuentan de San Antonio de Padua,
de San Pablo primer ermitaño, de San Macario, de San Francisco
de Asís y otros santos que dominaron las fieras con su palabra. De
San Norberto se cuenta un hecho parecido en el siglo XI…”.
(15) ID., ibid., p. 80.
(16) Existen muchos ejemplos aducibles, como el de una
imagen o una reliquia mariana inamovibles para indicar que desean
permanecer en un determinado lugar. Analizamos un caso,
referido a un lugar de la provincia de Palencia en Sobre San Saluador
de Çabrosa, Publicaciones de la Institución Tello Téllez
de Meneses 67 (1996), pp. 551-555. Sin embargo, la leyenda se
documenta con mucha anterioridad en Alemania; así, sobre el
origen del Dom St Mariä de Hildesheim se ha escrito lo siguiente:
“Se cuenta que, durante una cacería en 815, Ludwig der
Fromme, Luis el Piadoso, hijo de Carlomagno, colgó de un árbol
unas reliquias de la Virgen. Cuando intentó retirarlas, éstas no
se movieron, lo que interpretó como una señal divina que le indicaba
que allí debía erigirse una iglesia y una ciudad”. (VV.
AA.: Alemania, Madrid 2002, p. 434). Dejando aparte el elemento
interesante, elemento arbóreo de la leyenda germana, lo cierto
es que parece claro que también en este caso la tradición alemana
es muy anterior a la hispana.
(17) Los llamados, de modo general, francos, y que tanta huella
han dejado en la historia cultural (p. ej., en la toponimia).
(18) Sobre influencias bizantinas en relación con las imágenes
remitimos a nuestro ensayo “Lo invisible en lo visible - consideraciones
sobre la imagen en el cristianismo”, Religión y Cultura, 233
(2005), pp. 359-412, concretamente pp. 397-398.