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La música en las solemnes fiestas celebradas en Benilloba (Alicante) en septiembre de 1747 según la relación escrita por el Doctor Ginés Mira (1727-1798). Reflexiones acerca de la presencia de la música en las fiestas de moros y cristianos durante el siglo XVIII
El barroco es el período en el que mayor ostentación y solemnidad adquirieron las fiestas religiosas y civiles, tanto en las grandes ciudades como en municipios de reducidas dimensiones. Si bien las primeras han atraído la atención de los historiadores y antropólogos debido a la abundancia de fuentes que se conservan para su estudio, los segundos permanecen todavía prácticamente inexplorados precisamente por la parquedad que ofrece la documentación. Los testimonios escritos, como el que nos ofrece el doctor benillobense Ginés Mira en su opúsculo titulado Fiestas centenarias que en solemne novenario, desde el día 3, hasta el día 11 de Setiembre del presente año 1747. Celebró la ilustre, y noble Villa de Benilloba al gloriosissimo patriarca San Joaquín, por averle dado por su patrón la suerte del Cielo contra la Peste, que lastimosamente afligió a este Reyno de Valencia en el año 1647. Referidas por el Doctor Ginés Mira, Abogado, Hijo de la misma Villa. Con licencia: En Valencia, por Joseph Thomás Lucas, Impressor del Sr.Obispo Inquisidor General. Año 1747, son escasos, de ahí que posea un inestimable valor para acercarnos a estudiar este tipo de celebraciones colectivas en el ámbito de la comunidad valenciana. Al leer sus páginas, de un mundo desaparecido regresan milagrosamente las huellas materiales de las manifestaciones sociales festivas expresadas por la identidad de un pueblo a mediados del siglo XVIII, percibiéndose especialmente la devoción fervorosa de la población al rendir culto a su patrón, que gusta sentir de cerca la protección de su poder tutelar.
El doctor Mira, al ofrecernos la relación de las solemnes fiestas que celebró Benilloba, un pueblecito situado en la comarca del Comtat, de la provincia de Alicante, desde el día 3 hasta el 11 de septiembre de 1747 con motivo de celebrarse el primer centenario de la elección de su patrón, ilustra magistralmente la fiesta de moros y cristianos de aquel entonces, de importante alcance popular, las actitudes y los comportamientos colectivos, reflejos inconscientes de las sensibilidades populares, y los momentos en los que la colectividad benillobense purgaba todas sus tensiones. A través de sus páginas nos proporciona suficiente información y conocimientos como para adentrarnos en las minucias de la fiesta de aquella época y otear desde siglos de distancia lo que ocurrió en aquel tipo de prácticas sociales propias de la cultura popular mediterránea, a pesar de que muchas preguntas que planteemos al texto queden sin poderse resolver.
No voy a detenerme aquí en hablar de la obra, del contenido y de su autor puesto que no es éste mi cometido, mi objetivo al escribir esta aportación es recrear la atmósfera musical que originaron las fiestas locales de aquél año, si bien su reconstrucción total sea impensable, y a su vez estudiar el papel que la música jugó en estos ambientes. A pesar de que el doctor Mira no nos da una información minuciosa por lo que respecta a este punto, contemplamos a lo largo de su crónica que la actividad musical estuvo presente y formó parte integrante de la fiesta. Efectivamente, la música en la fiesta local cumplió y desempeñó una función social y utilitaria a la comunidad: dar vistosidad al evento, acompañar a las soldadescas, preferentemente en las procesiones, sirviéndoles para marcar el paso, proporcionar pompa y solemnidad en los actos religiosos, diversión en momentos de esparcimiento y sociabilidad, etc.
Es impensable una fiesta sin ningún tipo de música, sea del género que fuese. Desgraciadamente son pocos los documentos y las fuentes que nos permiten conocer la intervención de la música en este tipo de festejos de siglos pasados. Por lo que respecta al siglo XVIII hemos de conformarnos con unas sencillas partituras, unas escuetas referencias que aparecen en las actas municipales y en este tipo de crónicas y relaciones impresas, escasísimas por cierto, puesto que la iconografía coetánea descuidó por completo estos temas populares. La música, elemento consubstancial e imprescindible de la fiesta de moros y cristianos, marcó los momentos más significativos de la conciencia colectiva en este tipo de actos, llegando a ocupar un lugar preeminente especialmente en las celebraciones eucarísticas y en las procesiones. ¿Qué tipo de música interpretaban aquellas gentes de antaño? Poco podemos decir a este respecto puesto que los vestigios que han llegado hasta nosotros son insuficientes y muy escuetos, desvaneciéndose la mayor parte de los mismos para siempre en el olvido más cruel y absoluto, dadas las características efímeras y evanescentes de este tipo de manifestaciones. Si bien el doctor Mira decidió escribir su obra para dejar testimonio al futuro de los solemnes acontecimientos celebrados en su villa ante el centenario de la elección del santo patrón bajo el que estaba la población, ningún erudito se preocupó lo más mínimo por transmitirnos la música que se interpretaba en este tipo de actos, puesto que se trataba de algo meramente funcional, decorativo e intranscendente, que se transmitía por vía oral o mediante manuscrito, y que a sus ojos carecía de interés una vez que había cumplido su misión.
Según se desprende de la lectura del opúsculo del doctor Mira, la música en la fiesta de moros y cristianos de esta época se proyecta hacia dos escenarios claramente diferenciados: la iglesia, el espacio sagrado por excelencia, y la calle, el territorio colectivo del pueblo. Analicemos cada uno de ellos por separado.
Por lo que atañe al primero, tenemos constancia de que cada día que duró el novenario se cantó una misa solemnemente. El doctor Mira nos especifica: “cantóse la Missa solemne esse primer día con Sermón (como todos los demás)”. En la página 25 presenta una relación detallada de “los que cantaron las Missas, en los dichos nueve días”. A parte de esto no nos ofrece más noticias acerca del tipo de música que se interpretó durante los siete primeros días, todo hace suponer que al ser interpretada por los párrocos y sacerdotes, estuviese dominada preferentemente por el canto llano. Los dos últimos días, en los que la fiesta alcanzó su máximo esplendor –los gastos del último día corrieron a cargo del cabildo–, los benillobenses pudieron escuchar en los servicios litúrgicos a la capilla de música de Alcoy, que había sido contratada ex profeso para solemnizar los actos conmemorativos. El doctor Mira nos lo refiere del siguiente modo: “En estos dos últimos días de Domingo, y Lunes, fue convocada la Capilla de la Música de la Ilustre Villa de Alcoy, a aquella Iglesia de Benilloba, y con las suaves armoniosas bien concertadas consonancias de vozes, y de instrumentos, añadió a la celebridad nuevos cultos, a San Joaquín Elogios, al Assumpto realces, al Concurso complacencias, y a la Devoción incentivos. Cantaron los Músicos suavemente acordes en la Missa, y Processión, entre otros, el siguiente Villancico:
INTRODUCCIÓN
Afligido el lugar de Benilloba
Por la peste, que tan vezina estava,
San Joaquín por tres vezes salió a suerte:
Que la salud felíz les afiança.
ESTRIBILLO
No pudo borrar el tiempo
Memorias, que por tan raras,
Mucho más que en los anales
Nos quedaron impressas en las almas:
Y más quando en San Joaquín
Las vemos tan continuadas,
Que en todas las aflicciones,
(si ponemos en él las confianças)
aún a la triste angustia
su favor adelanta.
RECITADO
Obsequiosa, y rendida,
Bien quisiera esta Villa agradecida,
Y todos sus amantes corazones,
Mostrar con más festivas expressiones
De su amor la fineza; pero es leve
Qualquier demostración a lo que debe:
Y pues nada ay que alcance a tanto empleo,
En vez de execución, supla el deseo.
ARIA
Cien años ha que lograron
Nuestros fieles ascendientes
Con obsequios reverentes,
De Joaquín la protección:
Y aunque ya passó la dicha,
La gratitud permanece,
Y de cada día crece
Nuestra fina devoción.
No nos cabe la menor duda que en los últimos días las celebraciones litúrgicas alcanzasen solemnidad y lucimiento, cantándose en ellas cantos polifónicos y el esperado villancico, marcado por el gusto de la época, en el que se plasmaba la advocación y devoción a su patrón. Me inclino a pensar que esta obra debió ser encargada al maestro de capilla de Alcoy, que en definitiva era quien conocía la plantilla instrumental que iba a desplazarse ex profeso a aquella solemne celebración. La letra, de poca calidad, como la que encontramos en la mayor parte de villancicos de la época, probablemente corriese también a cargo de éste o quizás de algún cura o poeta aficionado de la villa. El compositor debió estar al corriente del estilo italiano, al observarse en la pieza la introducción del recitado y del aria. La estructura que presenta el villancico es la que habitualmente encontramos en la mayor parte de villancicos de este período. La importancia de este sencillo villancico es debida a que es uno de los escasísimos ejemplos representativo de poblaciones de reducidas dimensiones que se han impreso.
La única manifestación musical callejera que relata el cronista es la procesión del último día. A este respecto nos dice: “ivan todos los Soldados con bello, primoroso orden, midiendo sus pies, al compás de los Pífanos, y Caxas”. Toda la documentación que he podido manejar con respecto a la música que se interpretaba durante esta época en los festejos de este tipo viene a confirmar que estaba estrechamente ligada con la que ejecutaba habitualmente la soldadesca, siendo por tanto de aires marciales. Ambos instrumentos suenan junto al estruendo de los disparos de los arcabuces, en el caso de Benilloba, noventa.
Cabe preguntarse si durante el siglo XVIII las fiestas de moros y cristianos usaron un repertorio específico o bien aprovechaban todo un repertorio usado por los militares en sus desfiles y marchas. Si bien al día de hoy es difícil precisar con detalles la existencia de un repertorio específico para este tipo de celebraciones, considero que el repertorio musical que era empleado para los actos militares debió ser mayormente utilizado para este tipo de marchas y cortejos festivos.
Otra clase de comportamientos musicales que el Dr. Mira nos refleja en su crónica son los sonidos marginales, distinguiéndose claramente dos tipos diferenciados: los sonidos provocados no controlados, tales como los continuos tiros de morteros, arcabuces, salvas de artillería, cohetes, etc., estando presentes incluso durante la procesión, y los sonidos provocados controlados tales como los toques de campanas que regulan los diversos momentos y actos de la fiesta. El Dr. Mira nos confirma una sola utilización de la misma durante la misa de réquiem que se celebró en sufragio de los fallecidos. La fiesta de moros y cristianos de aquella época, de importante alcance popular, está presidida por el ruido estruendoso de la pólvora y el fuego, de tal manera que no resulta extraño que el Dr. Mira nos diga: “parecía por el espacio de los nueve días, averse transformado el lugar, o en un vesubio, o en una Ethna, o en una Troya: y al resonar en aquellas montañas el estrepito de tanto fuego, correspondían aquellos montes con alegres ecos, y aún parecía, davan saltos de placer, de exultación, y de alborozo, acompañado, aunque insensibles, tanto festivo estruendo”.