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Revista de Folklore número

295



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LA RIQUEZA RITUAL EN LA SANTA MARINA DE LUYEGO

RIVERO PEREZ, Manuel

Publicado en el año 2005 en la Revista de Folklore número 295 - sumario >



El primer sábado del mes de mayo el pueblo de Luyego de Somoza está preparado para vivir, sentir y disfrutar de la Santa Marina desde primeras horas de la mañana hasta las últimas de la tarde; al analizar esta jornada por contenidos, aparece dividida en tres tiempos diferentes: tiempo sagrado en el recorrido de ida y parte de la estancia y de vuelta, tiempo festivo y familiar en la estancia y tiempo anárquico, permisivo y por momentos caótico en un tramo del recorrido de vuelta. Aquí lo sagrado y lo profano, la diversión y el recogimiento, el cosmos y el caos, la estructura y la desestructura, el todo y la parte, lo propio y lo ajeno, lo público y lo privado, tienen su tiempo, su modo y su forma, sin solaparse ni superponerse.

La Santa Marina, destaca por ser una fiesta del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, en la que solamente aparece como ajenos el tamborilero, los fuegos y algún familiar allegado de fuera, a diferencia de otras romerías en las que la jornada festiva tiene un fuerte poder de convocatoria sobre las comunidades vecinas, la Santa Marina se caracteriza por su endogamia comunitaria.

A modo de puzzle se van ensamblando de forma armoniosa: rituales de iniciación, reafirmación y consolidación, en la que están muy marcadas las divisiones por género, por edad y por lazos familiares.

En este trabajo de investigación vamos a analizar por partes las diversas articulaciones y sustratos del ritual, así es de destacar:

FIESTA AGRÍCOLA PRE-CRISTIANA

Varios son los rastros que nos llevan a esta hipótesis:

– El calendario marca un hito del tiempo muy concreto, es decir, mayo es el mes agrícola por excelencia.

– El culto a la naturaleza, encarnado en las ramas de retama y de uz con las que adornan los símbolos sagrados: cruces de Luyego, la del Credo a medio camino, la ventana frontal y las columnas de entrada de la ermita de Santa Marina.

– Cantos y oraciones, invocando unas veces de forma expresa y otras más sutil la fertilidad, la bendición y el cuidado de tierras, campos, labores y personas, a lo largo del recorrido de ida y en la misa de la ermita.

– La vestimenta con la que se acude a esta romería es más de faena que de fiesta, de hecho nadie lleva el típico traje maragato. Auria Morán conserva fotos antiguas en las que destaca el mandil como prenda de vestir en esa romería.

– Peticiones preventivas de agua y calor para los campos.

– Peticiones protectoras de las cosechas, contra granizos y tormentas.

La Santa Marina testimonia y protege esta fiesta agrícola al llevar en su mano un ramo de uces blancas y moradas. Este hecho centra la atención de Pedro Morán, que con gran acierto a la hora de pedir la bendición a la santa, habla de la alegría de las ramas de flor blanca y de pasión de las ramas moradas.

Las personas mayores, recuerdan la Santa Marina de los carros, mercado agrícola importante, que se celebraba a mediados de agosto, en el que se compraban aperos de labranza: arados, trillos, yugos, carros, alforjas y albardas, su fama atraía a vendedores de puntos lejanos, a modo de ejemplo, citan a los que se desplazaban desde Cantalejo en la provincia de Salamanca.

LA IDA, LA ESTANCIA Y LA VUELTA: CON SUS HITOS, RITOS, TIEMPOS, PRIVILEGIOS, PROTAGONISTAS Y VERTEBRACIONES

El recorrido de ida está marcado por un profundo sentido religioso, desde la ermita de los Remedios se sale en procesión con las imágenes del Niño Jesús y de la Virgen de Fátima, el sacerdote revestido de ropas sagradas, reza el rosario, padrenuestros y avemarías y el pueblo por momentos canta cantos de gloria y alabanza. El tamborilero ameniza la salida, partes del recorrido, el encuentro con la Santa Marina y la llegada. En el recorrido hay dos puntos de vertebración del espacio perfectamente marcados, uno es la cruz del credo a medio camino del recorrido ante la que se para la comitiva para rezar, bendecir y solicitar protección de personas, campos y cosechas y el otro está justamente al pasar el río donde la Santa Marina sale al encuentro de las imágenes del Niño Jesús y la Virgen de Fátima para llevarlas hasta el punto de destino que es su ermita. En este recorrido de unos cuatro kilómetros de distancia, se emplea algo más de una hora de tiempo.

Ritual de inicio o de introducción

En esta celebración se ejerce un sutil pero profundo proceso de socialización sobre los más jóvenes de la comunidad, este ritual de introducción aparece de forma nítida en la procesión de ida y en el baile que se hace a la salida de la misa de la Santa Marina.

Se da una división por edad, así los más jóvenes de la comunidad, niños y niñas entre doce/catorce años son los encargados de llevar al Niño Jesús en el recorrido de ida, son previamente instruidos y discretamente vigilados por las personas mayores durante el recorrido, al mismo tiempo le dan relevo cuando les ven cansados del esfuerzo que supone transportar la imagen, una vez que reponen uerzas vuelven a la tarea, saben que su misión es encargarse de llevar al niño Jesús desde Luyego hasta la ermita de la Santa Marina.

El baile es otro momento clave de socialización; el sonido del tambor y de la flauta, invita a toda la comunidad a bailar y a divertirse, sin distinción de sexo y de edad forman corros, hacen círculos, bailan en paralelo y dan zapatetas, ante este rebufo, de forma discreta se van incorporando los adolescentes, animados y arropados por los mayores, se atreven a coger el ritmo con las castañuelas, dar su primera media-vuelta, vuelta y media y zapateta, los mayores son su referencia, son sus modelos a imitar, les dan seguridad, les introducen con sutileza y les ayudan a perder el miedo escénico, a aprender por imitación y hacerse al hábito del ritual del baile.

La adolescencia marca este rito de paso, que consiste en ir haciéndose cargo de papeles de protagonista dentro de la comunidad, tanto en lo profano por medio del baile como en lo sagrado con su papel en la procesión de ida.

Ritual de consolidación

La imagen de la Virgen de Fátima es transportada por las mozas en todo su recorrido de ida; por parejas se van relevando cuando el cansancio apremia. El género y la edad son los protagonistas en este recorrido de ida con la virgen. Las mozas llevan la iniciativa, conocen el ritual y con soltura y decisión se colocan detrás de la cruz, marcan el ritmo y van pendientes de la evolución de los menores con la imagen del Niño Jesús. Estamos ante un rito de consolidación dentro del campo sagrado de la mujer que entra en la etapa de abandonar la soltería y abrazar el matrimonio; ante lo sagrado tiene la madurez para dar el salto del rito de paso de soltera/casada.

Ritual de notoriedad y de privilegio

Llevar la cruz identifica y diferencia del resto de la comunidad, es la persona que preside la procesión, estamos ante una misión diferenciada por género y edad, es decir es tarea de hombres. Años atrás la organización de la Santa Marina tenía un carácter de ofrecimiento, y si era un matrimonio el organizador, el marido era la persona encargada de llevar la cruz y a la mujer le correspondía invitar a limonada, vermut, rosquillas y dulces a la salida de misa, comprar los fuegos y pagar al cura y al tamborilero; además de cumplir con el ofrecimiento, eran protagonistas en ese día y por supuesto contaban con los cantos de agradecimiento de las diferentes cuadrillas. El esfuerzo económico que suponía la organización era compensado por el reconocimiento social de la comunidad.

La vertebración del espacio: la cruz del Credo

La cruz del Credo, ejerce de vigía en el punto cósmico de las propiedades de Luyego. Está en la frontera de las tierras del planalto y las del valle del río, a la ida para toda la procesión para rezar, pedir protección, fertilidad y abundancia de bienes. El día de Santa Marína, esta solicitud de protección y de adoración es pública, en cambio antes cuando tantas veces se pasa junto a la cruz para realizar las diferentes faenas agrícolas esa petición se hacía personal y privada. Aurita Morán, nos recuerda esa oración “adorote cruz bendita, que estás en este campo sola (…)”.

Ritual de acogida

La Santa Marina, no espera en su ermita, sino que sale al encuentro del Niño Jesús y de la Virgen de Fátima y de toda la comunidad, portando en sus manos unas ramas bien visibles de uz, para decirnos que estamos hablando del campo. Este encuentro se ritualiza con una parada frente a frente de las imágenes y con cantos y oraciones a ritmo de tambor y de flauta del tamborilero.

Los escasos cuatrocientos metros que nos separan de la ermita, el protagonismo es de Pedro Morán, que en alto reza una letanía en latín a la que la comunidad responde en el mismo idioma.

La estancia, sus fronteras y permeabilidades

Las más de siete horas que se pasan en la Santa Marina se viven intensamente con sus tiempos perfectamente marcados, el primero es un tiempo religioso, entre las trece y las catorce horas se celebra la santa misa en la ermita de la Virgen, con recogimiento y devoción los fieles asisten a la misma; el segundo es un intermedio lúdico de aproximadamente una hora que se aprovecha para bailar y tomar el aperitivo, distribuido de forma gratuita por la comisión organizadora en nombre del pueblo; el tercero es un tiempo gastronómico-familiar aprovechado por las cuadrillas para disfrutar de la buena mesa, cantar, hacerse notar y visitar a las demás cuadrillas y por último un cuarto tiempo plenamente lúdico de baile y de divertimiento.

Ritual de indentidad familiar

La Santa Marina, cumple la función de fortalecer los lazos familiares. En ella se simboliza la identidad de la familia extensa, se aprovecha ese hito para vivir, revivir, reafirmar y recordar la identidad familiar, internamente ante los suyos y externamente ante la comunidad; el pueblo se agrupa en siete u ocho cuadrillas por parentesco de pertenencia. Cada cuadrilla comparte asiento, mesa, comida, bebida, dulces, café, licores y cantos de desafío. Éste es el momento de olvidar roces y desencuentros y de reforzar el vínculo emocional de sentirse parte de los suyos. Este ritual de la cuadrilla ellos/nosotros, es básico a la hora de fortalecer la endogamia de grupo familiar frente a la comunidad.

Las familias a la ida, a la vuelta o en misa pueden estar separadas, la hora de agruparse es en el momento de la comida, en torno a las catorce horas, y así en un espacio físico fijo, que a pesar de ser público, la costumbre lo hace privativo de cada familia y que se respeta de año en año, las cuadrillas familiares, se ubican en forma de semicírculo en el entorno de la ermita, separadas y diferenciadas. Cada cuadrilla, vista desde fuera, aparenta un todo compacto y homogéneo, pero internamente tienen sus subdivisiones, con su ritual de vertebración y de ubicación, así la proximidad sanguínea lleva a la proximidad de asiento físico fijo dentro de la mesa común. Este acomodo se hace por troncos familiares.

La merienda tradicional de ese día está compuesta a base de morro, pata y oreja de cerdo, tortilla de patatas con chorizo, huevos cocidos, bacalao al ajo arriero, arroz con pollo, flores y rosquillas caseras. Comparten entre ellos los dulces y los licores; éstos pasan alegremente a lo largo de toda la mesa para que se disfruten. Cada uno lleva la identidad del artesano: así tenemos las flores de Aurita, las rosquillas de Pedro o el licor Enimia.

La Santa Marina, además de fiesta religiosa y agrícola, es en realidad una auténtica fiesta familiar en la que hay un espacio físico para compartir con la familia a la hora de comer y no con los de fuera o de forma individual. El problema se genera cuando los lazos familiares están rotos y se presenta el dilema de ir o de no ir a la romería. Así que:

– Si el enfado es serio y no hay forma de salvarlo, la decisión más prudente es la de decidir no ir a la Santa Marina, para no tener que pasar el mal trago de tener que compartir mesa en esas condiciones tan adversas. Esta decisión conlleva evaluar el coste emocional de perderse la Santa Marina ese año.

– Otra solución más pícara y provisional, dado que la Santa Marina es fiesta de familia, ante enfados y desavenencias, era la de olvidarlos ese día y retomarlos una vez de vuelta a Luyego, que lo más seguro es que se suavizaran con el roce de la jornada lúdico-religiosa-gastronómica- festiva.

– La más deseada, es la de la reconciliación, es decir, si se está enfadado con alguien de la familia, tomar la decisión de ir, hacer las paces en la comida y volver reconciliados.

Está demostrado que la mesa en común es la mejor terapia para olvidar, tirar muros y tender puentes, tener nuevos enfoques y poder ver que es más lo que les une que lo que les separa.

La anarquía de la vuelta está patente en el recorrido desde la salida de la Santa Marina hasta la entrada del pueblo. En ese momento vuelve a reinar el cosmos con todo su ritual.

La comida y la bebida, surtió sus efectos en las personas que traen de vuelta a las imágenes del Niño Jesús y de la Virgen de Fátima y entre bromas, cantos, giros y movimientos, los santos pierden por momentos su carácter sagrado y se vuelven unos meros objetos físicos a los que hay que llevar de vuelta.

Baile de acompañamiento, y cantos de alegría

Parte de la comunidad espera al Niño Jesús y a la Virgen de Fátima a la entrada del pueblo. Este ritual encierra una muestra de gratitud, acogida y acompañamiento. La comitiva abandona el caos y entra en el cosmos del ritual sagrado.

Los hombres bailan a ambos lados del camino delante de la Virgen y del Niño, y a cada momento se dan la vuelta y reverencian a las imágenes sagradas. Es como si le fueran invitando a seguir, van marcando el camino y las mujeres caminando a la altura de las imágenes van cantando con alegría cantos de alabanza. Este ritual encierra una división muy marcada por género y por edad, el regreso y la acogida de nuevo en Luyego es asunto de mozos, mozas y mayores.

Es un privilegio el poder vivir la Santa Marina y disfrutar de toda esa riqueza ritual que encierra. Solamente un pueblo como el maragato, celoso de sus costumbres y orgulloso de sus raíces, es capaz de vivir, conservar y de transmitir la vivencia de la Santa Marina con todos sus comportamientos expresados a base de gestos, silencios, oraciones, bailes y cantos.

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BIBLIOGRAFÍA

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LA RIQUEZA RITUAL EN LA SANTA MARINA DE LUYEGO

RIVERO PEREZ, Manuel

Publicado en el año 2005 en la Revista de Folklore número 295.

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