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En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor… Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza.
Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada o Quesada (1ª parte del Quijote, cap. 1).
En el cuarto centenario de la aparición de la primera parte del Quijote, la Revista de Folklore rinde homenaje a la obra cumbre de la Literatura Española y a su insigne autor, don Miguel de Cervantes.
El Quijote trata de las aventuras de un hidalgo manchego que pierde la razón a causa de la lectura de los libros de caballerías y se considera a sí mismo uno de aquellos caballeros andantes, llamados a restaurar en su tiempo las hazañas, normas y formas de vida de las antiguas órdenes de caballería.
Y por ello, sale al mundo (primero solo; posteriormente acompañado de un labrador, Sancho Panza, que le sirve de escudero) y tropieza con fantásticas aventuras.
Como los antiguos caballeros, necesita el amor de una dama: Dulcinea del Toboso será su elegida.
Después de varios intentos por devolverle a su pueblo y a la cordura, varios personajes, amigos de don Quijote, lo consiguen; en su casa recobra la razón y muere cristianamente el hidalgo manchego.
Tras este breve resumen del Quijote podemos entender mejor una serie de fragmentos y refranes alusivos a los personajes fundamentales de la mencionada obra, don Quijote y Sancho, que inserto seguidamente.
1.- DON QUIJOTE
A. Lectura, libros, locura
Es pues de saber que este sobredicho hidalgo los ratos que estaba ocioso (que eran los más del año) se daba a leer libros de caballerías con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aún la administración de su hacienda y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas fanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer, y así llevó a su casa todos cuantos pudo haber de ellos… En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y así del poco dormir y del mucho leer se le secó el cerebro de manera que vino a perder el juicio (1ª parte, cap. I).
Refranes:
Leer sin entender, no es leer.
Para mucho saber, no basta leer: hay que vivir y hay que ver.
Diez libros buenos, diez excelentes amigos y compañeros.
El buen libro, de las penas es alivio.
Libros, caminos y días, dan sabiduría.
Libro que pensar no me hace, no me place.
Libros y sujetos por malos que sean, tienen algo bueno.
Por el libro en que lee, puede al hombre conocerse.
Con los libros que escribieron, nos abren los ojos los que murieron.
De los libros se cogen las flores y los frutos mejores.
El mejor amigo, un libro.
Los libros son maestros que no riñen y amigos que no piden.
Leña, libros, vino y amigos, los más antiguos.
Libros y años, hacen al hombre sabio.
Si libros y plantas tienes, ¿qué más quieres? Si a tu vecino quieres conocer, averigua qué libros suele leer.
Un buen libro es un tesoro, cada hoja un pan de oro.
Cada hombre cuerdo, lleva un loco dentro.
Más vale loco que necio.
Los locos y los niños dicen las verdades.
Los locos y los refranes dicen siempre las verdades.
Los locos hacen la fiesta y los cuerdos gozan de ella.
B. Dios, cordura, juramentos
En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento, y así como Don Quijote los vio dijo a escudero: La aventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados gigantes con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyo despojo comenzaremos a enriquecer, que esta es buena guerra, y es gran servicio a Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra (1ª parte, cap. VII).
Al llegar a las puertas de la villa salió el regimiento del pueblo a recibirle, tocaron las campanas, y todos los vecinos dieron muestras de general alegría, y con mucha pompa le llevaron a la iglesia mayor a dar gracias a Dios, y luego con ridículas ceremonias le entregaron las llaves del pueblo, y le admitieron por perpetuo gobernador de la Ínsula Barataria (1ª parte, cap. XLV).
Mas con todo esto sube a tu jumento, Sancho bueno, y vente tras mi, que Dios que es proveedor de todas las cosas no nos ha de faltar, y más andando tan en su servicio como andamos, pues no falta a los mosquitos del aire, ni a los gusanillos de la tierra, ni a los renacuajos del agua y es tan piadoso que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y llueve sobre los injustos y justos. Más bueno era vuestra merced, dijo Sancho, para predicar que para caballero andante (1ª parte, cap. XVIII).
Y dando una gran voz dijo: Bendito sea el poderoso Dios que tanto bien me ha hecho. En fin sus misericordias no tienen límite, ni las abrevian ni impiden los pecados de los hombres, estuvo atenta la sobrina de las razones de su tío, y pareciéronle más concertadas que él solía decirlas, a lo menos en aquella enfermedad, y preguntóle: ¿qué misericordias son esas o qué pecados de los hombres? Las misericordias, respondió Don Quijote, sobrina, son las que en este instante Dios ha usado conmigo, a quien como dije no las impiden mis pecados.
Yo tengo el juicio ya libre y claro sin las sombras caliginosas de la ignorancia que sobre él me pusieron mi amarga y continua leyenda de los detestables libros de caballerías (2ª parte, cap. LXXIV).
Al final de la segunda parte observamos cómo Don Quijote pasa de loco a cuerdo.
Mirándose unos a otros, admirados de las razones de Don Quijote, y aunque en duda le quisieron creer, y una de las señales por donde conjeturaron que se moría, fue el haber vuelto con tanta facilidad de loco a cuerdo, porque a las ya dichas razones añadieron otras muchas tan bien dichas, tan cristianas y con tanto concierto, que del todo les vino a quitar la duda, y a creer que estaba cuerdo. Hizo salir la gente al cura y quedóse con él, y confesóle… Acabóse la confesión y salió el cura diciendo: verdaderamente se muere, y verdaderamente esta cuerdo Alonso Quijano el bueno (2ª parte, cap. LXXIV).
Los juramentos son abundantes en el Quijote, unos en boca de Don Quijote y otros en boca de Sancho.
Porque me debían de tener encantado: que te juro por la fe de quien soy que si pudiera subir o apearme, que yo te hiciera vengado de manera que aquellos follones y malandrines se acordaran de la burla para siempre (1ª parte, cap. XVIII).
¿Duermes, amigo Sancho? ¡Qué tengo de dormir, poesía a mi! Respondió Sancho lleno de pesadumbre y de despecho; que no parece sino que todos los diablos han andado conmigo esta noche. Puédeslo creer así sin duda, respondió Don Quijote, porque o yo sé poco, o este castillo es encantado… mas esto que ahora quiero decirte hasme de jurar que lo tendrás secreto hasta después de mi muerte. Sí juro respondió Sancho. Dígolo replicó Don Quijote, porque soy enemigo de que se quite la honra a nadie. Digo que sí juro tornó a decir Sancho, que lo callaré hasta después de los días de vuestra merced y plega a Dios que lo pueda descubrir mañana (1ª parte, cap. XVII).
Mira Sancho, por el mismo que denantes juraste, te juro, dijo Don Quijote que tienes el más corto entendimiento que tiene ni tuvo escudero en el mundo (1ª parte, cap. XXV).
Poniéndose delante de él de rodillas diciéndole: Deme vuestra grandeza las manos, señor Don Quijote de la Mancha, que por el hábito de San Pedro que visto, aunque no tengo otras órdenes que las cuatro primeras, que es vuesa merced uno de las cuatro primeras, que es vuesa merced uno de los más famosos caballeros andantes que ha habido ni aún habrá en toda la redondez de la tierra (2ª parte, cap. III).
Carta de Teresa Panza a Sancho Panza su marido.
Tu carta recibí, Sancho mío de mi alma, y yo te prometo y juro como católica cristiana, que no me faltaron dos dedos para volverme loca de contenta. Mira, hermano, cuando yo llegué a oír que eres gobernador, me pensé allí caer muerta de puro gozo, que ya sabes tú que dicen, que así mata la alegría súbita como el dolor grande (2ª parte, cap. LII).
Refranes:
A quien labora, Dios le mejora.
A quien Dios amó, en el rostro se lo mostró.
A quien Dios ama, el viento le junta la parva.
Al final, final, amar a Dios y no hacer el mal.
A quien teme a Dios de los cielos, nada le asusta debajo de ellos.
Bueno, bueno, sólo Dios del cielo.
Cuando Dios quiere, con todos los aires llueve.
Cuando Dios da la llaga, da la medicina.
Cuando Dios pone una mano, todo el trabajo está llano.
De lo que no me sé librar, la bondad de Dios me librará.
Dios nos tenga de su mano en invierno, en verano y en todo el tiempo del año.
Dios nunca esconde la cara; quien le busca le halla.
Dios todo lo ve y lo oye, y da lo que conviene al hombre.
Dios escribe derecho, con renglones torcidos.
Dios sufre a los malos, pero no para siempre.
Dios tiene un librito verde, y nada se le borra ni se le pierde.
Dios tiene un mirador en cada estrella y nos ve desde ella.
Dios hay en el cielo, que castiga a los malos y premia a los buenos.
Dios da ciento por una y después la gloria.
Dios es para todos, porque es padre de todos.
Dios hace salir su sol sobre buenos y malos, sobre justos e injustos.
Dios me da el dolor, para hacerme mejor.
Dios acude siempre a la mayor necesidad.
Dios aprieta, pero no ahoga.
En queriendo Dios, llueve con sol.
¡Qué bueno es Dios, que tanto hace por nos! Quien en Dios confía, será feliz algún día.
Quien pone en Dios su esperanza, la gloria alcanza.
Quien echa la cuenta sin Dios, no sabe cuántas son dos y dos.
Si Dios está conmigo, nada podrá mi enemigo.
Todo esfuerzo será vano, si Dios nos deja de su mano.
Cada hombre cuerdo, lleva un loco dentro.
El buen sentido se impone hasta en los hombres más torpes.
El peso en la adversidad se muestra, que en la prosperidad lo tiene cualquiera.
En tres cosas se conoce la cordura de un hombre: en gobernar su casa, en refrenar la ira y en escribir una carta.
La cabeza manda a los pies.
Más vale onza de juicio, que quintal de talento.
Modesto en la prosperidad y cuerdo en la adversidad.
No está en las barbas del seso, sino debajo del sombrero.
Quien tiene seso, para todo tiene medida y peso.
Tras los años novicios, viene el juicio.
El juramento del mentiroso, hace su juicio más sospechoso.
En casa del que jura, no faltarán desventuras.
Juramentos de amor y humo de chimenea, el viento les lleva.
Jura apasionada, ni obliga ni vale nada.
Quien mucho jura, su descrédito procura.
Quien jura y miente, en su bolsa lo siente.
Verdaderos juramentos, uno de cada cientos.
2.- SANCHO
A. Escudero, refranes
Mandará vuestra merced por esta primera de pollinos, señora sobrina, dar a Sancho Panza mi escudero tres de los cinco que dejé en casa, y están a cargo de vuestra merced (1ª parte, cap. XXV).
Te juro dijo Don Quijote que tienes el más corto entendimiento que tiene ni tuvo escudero en el mundo (1ª parte, cap. XXV).
Yo iré y volveré presto, dijo Sancho; y ensanche vuesa merced, señor mío, ese corazoncillo, que le debe de tener ahora no mayor que una avellana; y considere que se suele decir que buen corazón quebranta mala ventura, y que donde no hay tocinos no hay estacas, y también se dice, donde no se piensa salta la liebre… Por cierto, Sancho, dijo Don Quijote que siempre traes tus refranes tan a pelo de lo que tratamos; cuanto me dé Dios mejor ventura en lo que deseo (2ª parte, cap. IX).
En los consejos que dio Don Quijote a Sancho Panza antes que fuese a gobernar la ínsula, leemos: También, Sancho, no has de mezclar en tus pláticas la muchedumbre de refranes que sueles… Eso Dios lo puede remediar, respondió Sancho, porque sé más refranes que un libro, y vienenseme tantos juntos a la boca cuando hablo que riñen por salir uno tras otro… mas yo tendré en cuenta de aquí de decir los que convengan a la gravedad de mi cargo, que en casa llena presto se guisa la cena y quien destaja no baraja, el dar y el tener seso ha menester (2ª parte, cap. XLIII).
¡Oh, maldito seas de Dios, Sancho! Dijo a esta sazón Don Quijote, ¡Setenta mil Satanases te lleven a ti y a tus refranes! Una hora ha que los estás ensertando, y dándome con cada uno tragos de tormento… Dime, ¿dónde los hallas ignorante, o cómo los aplicas, mentecato, que para decir yo uno y aplicarle bien sudo y trabajo como si cavase?
Por Dios, señor nuestro amo– replicó Sancho, que vuesa merced se queja de bien pocas cosas. ¿A qué diablos se pudre de que yo me sirva de mi hacienda, que ninguna tengo ni otro caudal, sino refranes y más refranes? (2ª parte, cap. XLIII)
Sancho respondió que hiciese a su gusto, pero que él quisiera concluir con brevedad aquel negocio a sangre caliente, porque en la tardanza suele estar muchas veces el peligro, y a Dios rogando y con el mazo dando, y que más vale un toma que dos te daré, y el pájaro en la mano que el buitre volando. No más refranes, Sancho, por un solo Dios, dijo Don Quijote, habla a lo llano, a lo liso, a lo no intrincado, como muchas veces te he dicho y verás como te vale un pan por ciento. No sé qué mala ventura es esta mía, respondió Sancho, que no sé decir razón sin refrán, ni refrán que no me parezca razón, pero yo me enmendaré si pudiere (2ª parte, cap. LXXI).
En la primera parte del Quijote cap. XXI, leemos: Pareceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la misma experiencia, madre de las ciencias todas, especialmente aquél que dice: donde una puerta se cierra otra se abre; dígolo porque si anoche nos cerró la ventura la puerta de la que buscábamos engañándonos con los batanes, ahora nos abre de par en par otra mejor y más cierta aventura.
Refranes:
Escudero de lanza en puño, mucha presunción y dinero ninguno.
La caza del escudero, ventaja lleva a la del caballero.
La mujer del escudero, la bolsa grande y poco dinero.
La mujer del escudero, las tocas blancas y el corazón negro.
Queso, ajo y pan, comida de villán; queso, pan y pero, comida de escudero.
Señora gruñona, criada respondona y escudero descortés, llévese el diablo a los tres.
Cien refranes, cien verdades.
Con un refrán puede gobernarse una ciudad.
En tus apuros y afanes, pide consejo a tus refranes.
En boca del vulgo andan los refranes, pero no salieron de bocas vulgares.
Hombre refranero, meditado y certero.
La persona que es curiosa, tiene un refrán para cada cosa.
Los refranes viejos son evangelios pequeños.
Los refranes antiguos son evangelios chicos.
Los refranes no engañan a nadie.
Los refranes te darán consejo y alivio en tus afanes.
No hay refrán que no sea verdadero.
Quien habla por refranes, es un saco de verdades.
Refranes que no sean verdaderos, y febreros que no sean locos, pocos.
Refranes y consejos, todos son buenos.
Saber refranes, poco cuesta y mucho vale.
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BIBLIOGRAFÍA
CERVANTES, Miguel de: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, Edic. Rueda, I y II, 1998.
MARTÍNEZ KLEISER, Luis: Refranero general ideológico español, Madrid, 1986.