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En este año 2005 se cumple el décimo aniversario del fallecimiento de D. Julio Caro Baroja. Su gran obra de etnohistoriador fue, y sigue siendo, un referente insoslayable para todos los interesados en este campo del saber. Sirvan estas humildes líneas de homenaje y recuerdo.
Un fenómeno tan intrínsecamente humano como la cultura tiene, obviamente, dos medios de conservación y transmisión: la oralidad y la escritura.
Siendo la segunda posterior a la primera, en cuanto a su origen cronológico desde un punto de vista primario (1), ha conseguido tener, en términos generales, un prestigio indudable, y no de ahora. Basta leer, por ejemplo, una frase de Plutarco, o algún punto de la legislación visigoda (2), para darse cuenta de que se le concede a lo escrito una fiabilidad muy superior a la palabra (3). Desde la mentalidad actual, al leer un pasaje de un texto leonés del siglo X como la Vida de San Froilán en el cual se dice que la fama de santidad de éste se propagó por todo el reino, o que la muerte del citado prelado se extendió provocando la tristeza general (4), y aunque en este caso era cierta la noticia transmitida, puede pensarse: ¡qué fácil debía resultar falsear las informaciones en ese contexto! Pero deberíamos ser conscientes de que, en ciertos aspectos, también sucede lo mismo con lo audiovisual, como ha sido puesto de relieve, una vez más, recientemente (5), habiendo adquirido una elevada fiabilidad general, a pesar de que, en tantas ocasiones, haya sido manipulada la información emitida a través de los medios que tienen ese soporte.
Sin embargo, basta leer una obra como Las falsificaciones de la historia de D. Julio Caro Baroja, por citar un solo ejemplo, para darse cuenta de que el prestigio de la letra escrita en cuanto a ser más fidedigno que lo transmitido por medio oral no siempre es merecido.
En estos tiempos, en los que la transmisión de la cultura oral (al igual que otros elementos de la cultura tradicional (6)) prácticamente ya es historia en nuestra sociedad europea del siglo XXI, lo cual es una auténtica tragedia cultural (7) de la que apenas una minoría parecemos ser conscientes (lo que no significa, obviamente, que estemos en contra del progreso (8)) frente a un olvido o desinterés casi general respecto a este tema (9), debido posiblemente a un concepto de modernidad o posmodernidad incompleto o mal entendido (10), consideramos que no está de más reflexionar sobre la relación entre oralidad y escritura. No obstante, cuando hablamos de lo oral y lo escrito estos ámbitos no sólo se diferencian en la forma de transmisión de un mensaje, sino también, en no pocas ocasiones, en el mismo tipo de mensaje. Cuando Platón pone por escrito diversos diálogos, de Sócrates o suyos propios, o cuando los discípulos de aquél hicieron lo mismo con parte de su obra hablada (11), lo oral y lo escrito tienen una identidad distinta a cuando la cultura oral tradicional, popular, pasa a la letra de imprenta, momento en el que, como dice C. Aitmatov, se marchita “como una flor se seca entre las páginas de un libro” (12). Y esto se produce, permítasenos una breve digresión, por estar fuera de su medio ambiente natural; no es necesario explicar esto, pero sí conveniente profundizar en ello, utilizando una metodología que ha dado buenos frutos, cual es la de la utilización de modos de trabajo tomados de otros saberes. Así, de la Lingüística se empleó para el análisis antropológico y etnográfico la base para el concepto mitema. Sin embargo, si en vez de fijarnos en la lingüística reparamos en la Pragmática, nos daremos cuenta de hasta qué punto, al alterarse o perderse el contexto se puede estar modificando el sentido de la cultura oral (13). Además, lo que ha nacido para su transmisión oral pierde vitalidad en la escritura porque se reduce su dinamismo en cuanto a la merca de posibilidad de variación (14).
Volviendo al argumento con el que estábamos, recordemos que, de entrada, la oralidad refleja el contexto directo de muchas culturas en un lugar y momento determinado, y es ahí donde hay que enmarcar lo escrito. Un caso paradigmático que muestra esto es la estancia de Octavio en las guerras cantábricas, la última etapa de la conquista definitiva romana de Hispania. Los cántabros y astures del norte peninsular no estaban romanizados –todavía– y no hablaban latín. Pues bien, curiosamente, conocemos un texto en el cual Octavio le pedía a Virgilio que le remitiese algún pasaje de la Eneida (15), y también una carta de éste a aquél en la cual le da explicaciones de por qué no se lo envía (16). Si, por una maravillosa y utópica casualidad, en una excavación arqueológica se hallase el original de esa epístola virgiliana, nos encontraríamos con un objeto escrito por el autor cimero de las letras latinas en un contexto de absoluto desconocimiento de la lengua del Lacio. La contextualización de lo escrito, en este caso, debería realizarse teniendo en cuenta lo oral, y esto sirve para no pocos momentos de la historia y lugares geográficos. En caso de actuar de modo contrario, las conclusiones a las que se podría llegar serían erróneas.
Continuando el análisis respecto a la relación entre lo oral y lo escrito, el mundo clásico sigue proporcionándonos material de gran interés. De entrada, lo cierto es que lo oral, inicialmente, es la fuente de lo escrito. Así, como es sobradamente conocido, la Ilíada y la Odisea son la plasmación por escrito de una tradición oral bastante anterior al momento en que se plasmaron por escrito (17), y en ese contexto hay que entender, por ejemplo, los elogios realizados a Néstor sobre su capacidad de palabra (18), siendo ésta tan importante. Si llamamos A a la cultura oral y B a la escrita, obtendríamos de lo anterior un esquema muy simple
A ® B
Partiendo de este simple esquema, observamos cómo se va complicando. Así, en la Eneida de Virgilio la influencia es tanto la tradición oral que se ha ido formando como la obra escrita de Homero (19), de modo que tendríamos este esquema
A B ® B
La literatura clásica sigue ofreciéndonos material para mostrar otro tipo de influencia. Leyendo las obras, en latín preclásico, de Plauto y Terencio nos encontramos con el origen literario de muchas frases que han pasado al refranero castellano (20). Sin entrar ahora en análisis paremiológicos, el esquema sería de entrada
B ® A
Mas lo cierto es que esto es incompleto, pues los comediógrafos citados, especialmente el primero, mostraba el lenguaje y la mentalidad popular, de modo y manera que es más que probable que esos dichos ya existiesen de modo oral, y además estas obras teatrales latinas tienen la influencia de los originales griegos que imitan (21). Tomando en consideración todo esto, el esquema se amplía:
(A B) ® B ® A
Estos esquemas, de tipo unidireccional, pueden hacernos pensar que siempre la oralidad es el origen de lo escrito, si existe relación entre ambos mundos. Pero lo cierto es que las cosas no son tan sencillas, pues lo escrito puede también influir en lo oral. Y esto es, precisamente lo que vamos a analizar a través de la leyenda zamorana de San Atilano, obispo de Zamora a partir del año 900. Dice una leyenda que San Atilano partió de su sede zamorana en peregrinación, arrojando su anillo episcopal al Duero, y al volver, se encontró el mismo anillo en un pez, pescado en el citado río, que se estaba comiendo (22). Esto ha tenido su reflejo en la iconografía tradicional del citado santo, habiendo sido representada su figura con el pez mencionado.
A partir de aquí, buscando origen a esto, lo cierto es que lo encontramos en la historia antigua. Comentando un pasaje de El Héroe, de Baltasar Gracián, escriben Antonio Bernat y Abraham Madroñal:
“Se refiere a la conocida historia de Polícrates, tirano de Samos, muerto en 522, que en ofrenda a los dioses por su buena fortuna arrojó al mar su posesión más valiosa, un anillo. A los pocos días le obsequiaron un pescado en cuyo vientre se encontró el anillo sacrificado” (23).
Parece claro que el origen de esta leyenda podría encontrarse en un dato de la historia clásica cuya transmisión debió realizarse a través de la cultura libraria. De modo y manera que el esquema sería el siguiente:
B ® A
En los casos anteriores, lo oral (A) siempre era el origen, inmediato o remoto, de lo escrito (B), pero el caso zamorano nos muestra cómo en ocasiones es directamente el origen, desde el punto de vista analítico.
Así como en otros casos, la hagiografía no hace sino cristianizar elementos precristianos, en estricta continuidad, en éste estimamos que no es así, sino que es un añadido de tipo erudito aunque, eso sí, descontextualizado para ser aplicado al ámbito eclesiástico.
No obstante, tampoco sería absolutamente descartable que se trate, también, de una coincidencia, de un lugar común.
Por supuesto, los anteriores esquemas, evidentemente simplificaciones explicativas que podrían hacerse mucho más prolijas ante la complejidad que podría adquirir el stemma exhaustivo de alguna cuestión cultural en concreto, no deben entenderse de modo aislado, pues las interrelaciones, obviamente, abundan, habida cuenta de que tanto lo oral como lo escrito se inscriben dentro del todo que componen, que podríamos llamar cultura –lo que nunca hay que olvidar– o, como hace Umberto Eco al examinar la influencia que sobre sí tuvo la obra de Borges, “el universo de la enciclopedia” (24).
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NOTAS
(1) Porque, obviamente, después han coexistido en sincronía.
(2) En la legislación goda se indica primeramente que una compraventa era válida si se realizaba a través de una escritura; en caso de no existir ésta, lo cual debía ocurrir frecuentemente dado — 209 — el nivel de analfabetismo que debía existir en la época, era cuando se daba fuerza a la misma a través del concurso de testigos.
CÓDIGO DE EURICO, CCLXXXVI: “Venditio per scripturam facta plenam habeat firmitatem. Si etiam scriptura facta non fuerit, datum praetium testibus conprobatur, et emptio habeat firmitatem” (Transcripción de Álvaro d´Ors y Pérez Péix, en VV. AA., Historia de España Menéndez Pidal. España visigoda. Volumen II. La monarquía. La cultura. Las artes, Madrid 1991, p. 101).
Que la venta realizada a través de escritura tenga firmeza. Incluso, si no fuese realizada escritura, si se justifica por testigos el precio dado, tenga también validez la compra.
Todas las traducciones castellanas de textos en griego y latín que aparecen en el presente trabajo son nuestras.
(3) PLUTARCO: Máximas de reyes y generales, 189 D: Las cosas que, en verdad, los amigos no afrontan aconsejar a los reyes, éstas se encuentran en los libros. (“Ha gàr hoi fíloi toîs basileûsin ou thappoûsi paraineîn, taûta en toîs biblíois gégraptai”).
(4) VITA SANCTI FROYLANI EPISCOPI (España Sagrada, XXXIV, ap. VIII) “…rumor ejus peragravit omnem Provinciam” / “Vadit nuntius per diversas partes…”.
…su rumor recorrió toda la provincia [en el mismo sentido romano del término, traducible en este contexto como reino] / Va el mensajero [o la noticia, pues el término latino “nuntius” significa tanto mensajero como noticia] por diversos lugares…
Al hablar de textos medievales, no deja de ser llamativo que haya trabajos sobre cultura de ese momento histórico en los que no se hace mención de la cultura oral, incluso después de que en la Typologie des sources du moyen âge occidental del Institut d’Études Medievales de la Universidad de Lovaina las fuentes orales aparecen como las preliminares a las escritas, algo por otro lado bastante lógico.
(5) ECO, Umberto: “Las «Velinas» de Ugo Eco”, El Mundo (10–XII–2004), p. 54: “Pertenezco a una generación que fue educada en no dar crédito a lo que se leía en los periódicos, salvo las esquelas. Es verdad que entonces se vivía en una dictadura, pero incluso después creo haber mantenido una relación con ciertas reservas respecto a todo lo que leía. En cambio, el pueblo televisivo no. Si la televisión dice una cosa, es verdad o, por lo menos, algo sensato”.
(6) Son muy ilustrativas al respecto unas palabras de Julio Caro Baroja: “Este libro, que aparece en 1971 en su tercera edición, fue escrito de una sentada y se publicó por primera vez en 1949. Después, con algún capítulo añadido y bastantes erratas materiales, volvió a imprimirse en 1957. El autor no está conforme con todo lo que en él se dice; no piensa, pues, presentarlo al público más que como una simple introducción a varios arduos problemas. Pero lo que más le ha chocado no es que él haya cambiado desde que tenía entre treinta y treinta y cinco años a hoy (en que ya anda en los cincuenta y seis), sino que los que aquí da como hechos aún comprobables y estacionarios en bastantes casos han pasado a ser pura Historia o pura Arqueología”. (CARO BAROJA, Julio: Los Vascos, Madrid 1971, p. 11 de las Palabras preliminares). Ana Pelegrín escribió hace más de veinte años: “Asistimos en estas últimas décadas del s. XX a una progresiva uniformidad cultural, porque los mecanismos de la industria cultural, los increíbles y revolucionarios adelantos tecnológicos, edifican nuevos modos–modas culturales. Las formas heredadas que tuvieron su valencia durante siglos, que aún se mantienen inexplicablemente vivas en ciertas rurales, caminan inexorablemente a su declinación”. (PELEGRÍN, Ana: “Folklore y literatura”, Cuadernos de Pedagogía, 101 (1983), pp. 66–68, concretamente p. 66.
(7) La historia de la humanidad está llena de este tipo de pérdidas. Por ejemplo, escribe el pensador alemán Peter Sloterdijk: “En el transcurso de la «Evolución» histórica, se ha extinguido probablemente un 99% de todos los idiomas, y tampoco hay garantías para los que han sobrevivido hasta la fecha”. (Texto de Peter Sloterdijk en El Cultural (17–2–2005), p. 9).
(8) No es incompatible desear el progreso con ser respetuoso con el legado cultural del pasado, o al menos eso pensamos.
(9) Otras tragedias culturales han recibido, afortunadamente, más atención. Citaremos, a modo de ejemplo, una obra reciente: BÁEZ, Fernando: Historia universal de la destrucción de los libros, Barcelona, 2004.
(10) Proceso que ha ocasionado que la cultura tradicional, de por sí intrínsecamente mayoritaria otrora, haya quedado, en buena parte, relegada a minorías interesadas en la misma.
En un libro de Alberto Manguel titulado Una historia de la lectura (Madrid 2003) se recoge una cita de Amadou Hampaté Bà: “cuando en África muere un anciano arde toda una biblioteca”. ¿Por qué no se acepta que esto también ha sido, y es, aplicable a Europa?
(11) HEGEL, G. W. F.: Lecciones sobre la historia de la Filosofía II, México, 1985, p. 143.
(12) Cita de C. Aitmatov recogida en RICHTER, Michael: The oral tradition in the early Middle Ages, Turnhout 1994, p. 19, nota 7; el texto citado de Aitmatov es como sigue: “Probably one should not even try to put on paper narrative that is made up by the storysteller in front of his audience. Such poetry withers on paper like a flower that is dried between the pages of a book”.
(13) Sobre la Pragmática, y también sobre su relación con la Lingüística, remitimos a GUTIÉRREZ ORDÓÑEZ, Salvador: Presentación de la Pragmática. Lección inaugural del curso académico 1996–1997, Universidad de León, 1996.
(14) LÓPEZ ESTRADA, Francisco: “Lenguas y literaturas”, Historia de España Menéndez Pidal. Tomo XI. La cultura del Románico. Siglos XI al XIII. Letras. Religiosidad. Artes. Ciencia y vida, Madrid, 1995, pp. 111–266, concretamente p. 174: “El intérprete, sabiéndose el texto, disponía de más libertad, pues podía adaptar convenientemente la declaración del poema al público que lo oía y premiaba su esfuerzo con la retribución solicitada. El poema, una vez escrito, queda fijado ya en una forma inflexible, a no ser que el que lo lea o interprete tome la escritura más como pauta que como letra intocable”.
(15) SUETONII, Vita Vergilii, 31: “Augustus uero –nam forte expeditione Cantabrica aberat– suplicibus atque etiam minacibus per iocum litteris efflagitarat, ut sibi <
En verdad, Augusto –pues por casualidad estaba alejado en la campaña cantábrica– pedía con insistencia, mediante cartas suplicantes y también amenazadoras, en broma, que le fuese enviado
(16) VERGILII, [Ad Augustum]: “Ego uero frequentes a te litteras accipio […] De Aenea quidem meo, si mehercle iam dignum auribus haberem tuis, libenter mitterem: sed tanta inchoata res est, ut paene uitio mentis tantum opus ingressus mihi uidear, cum praesertim, ut scis, alia quoque studia ad id opus multoque potiora impertiar. (Texto latino en VIRGILIO MARÓN, Publio: Obras completas, p. 1.156).
En verdad recibo de ti numerosas cartas […] Sobre mi Eneas, ¡por Hércules!, si tuviese ya algo digno para tus oídos con gusto lo enviaría, pero tan enorme es la labor comenzada que me parece (literalmente parezca) emprendido tan gran trabajo casi por defecto de la mente, sobre todo siendo así que, como sabes, también me consagraré a otros estudios, y muy importantes, para esa obra.
(17) Es curioso comprobar cómo, incluso, la lengua se adapta al ritmo, elemento básico en la recitación del texto, pues no olvidemos que su función era ésa: ser recitados (HOMERO: La Odisea. Prólogo y presentación de Francesc–Lluís Cardona, Barcelona 1992, p. 5 del estudio preliminar: “La literatura griega se abre para nosotros con dos obras de enorme extensión y perfectas en su forma. Son La Ilíada y La Odisea, es decir, los denominados Poemas homéricos. En ellos se nos describe la función del aedo como juglar de la época que alegraba con sus narraciones interpretadas los banquetes de los reyes, nobles y personajes relevantes”.) Así, vemos cómo la coletilla homérica hós éfat crasis o hós fáto (traducible como “así dijo”, o “de este modo habló”, presenta la mencionada variación, dentro del primer dáctilo del hexámetro, en función precisamente de la métrica, algo de no pequeña importancia para el recitado de los versos.
(18) HOMERO, Ilíada, I, 247–249: “… Néstor hedyepés anóroyse, lig´ys Pylíon agoretés, to^y kaì apò glosses mélitos glykíon réen audé…”.
Néstor, el de dulce palabra, orador de hablar elocuente de los pilios, se levantó, y de cierto fluía de su boca una voz [o palabra] más dulce que la miel… (19) Introducción de Pollux Hernúñez en VIRGILIO MARÓN, Publio: Obras completas, p. 60.
(20) Sobre la coincidencia de refranes latinos y castellanos ya escribió en el Renacimiento Juan de Valdés, en su Diálogo de la lengua.
(21) Respecto a esto, en referencia al Phormio de Terencio, escribe el latinista Lisardo Rubio una frase de pertinente recuerdo: “Resulta difícil, como siempre, precisar la relación existente entre la comedia latina y su original”. (TERENCIO: Comedias. Volumen II. El Heutontimorúmenos. Formión, Texto revisado y traducido por Lisardo Rubio, Madrid, 1991, p. 119).
(22) Puede verse esta leyenda, p. ej. en la siguiente página web: http://inicia.es/de/zamoranos/leyendasanatilano.htm.
(23) GRACIÁN, Baltasar: El Héroe, Edición de Antonio Bernat Vistarini y Abraham Madroñal, Barcelona, 2001, p. 85, nota 57.
(24) ECO, Umberto: Sobre literatura, Barcelona, 2002, p. 130, dentro del ensayo “Borges y mi angustia de la influencia”.