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“Si con el alba vuelve el norte, arrastrará la friura y la espiga salvará”.
(“Las ratas” p. 151).
¿Se puede ofrecer más ruralidad en menos palabras? Y es que Delibes no es sólo un cazador que escribe. Delibes es un hombre de campo que escribe sobre el campo y atiende a su lenguaje. Así nos lo dejó escrito al afirmar en Un mundo que agoniza que al hombre se le arrebata la pureza del agua y del aire pero también se le está amputando el lenguaje.
La denuncia que hace Delibes a través de este discurso popular-rural que tiende a desaparecer no se queda en una simple llamada de atención. Delibes hace esta denuncia incorporando al discurrir normal de sus novelas todo un discurso popular- rural que estará más o menos acentuado dependiendo de la mayor o menor ruralidad de la obra de la que estemos tratando.
Antes de adentrarnos en el discurso de carácter popular-rural de Miguel Delibes, habrá que saber a qué nos referimos cuando hablamos de discurso, de popular y de rural.
El discurso, en definición de la Academia de la Lengua, es el discurrir continuado de palabras y frases, fruto de actos de la facultad discursiva, que manifiesta por escrito un tema ante el público (en este caso, los lectores de las novelas de Miguel Delibes).
En cuanto al calificativo de “popular”, lo aplicamos en el habla corriente a objetos populares, ideas populares, costumbres, dichos populares, etc. Cuando con verdad podemos hablar de esta manera, ha transcurrido normalmente un largo tiempo de decantación de esos objetos, ideas, costumbres…, hasta posarse esos objetos, ideas, etc., en la entraña de los pueblos.
Sobre la palabra “pueblo”, en su Diccionario crítico etimológico, escribe Corominas: “PUEBLO, del lat. POPULUS ‘pueblo, conjunto de ciudadanos’”. Sin embargo, para Corominas “popular” es un cultismo y no es palabra que se encuentre entre las derivadas de populus, como pueblero, poblacho o populachero.
En cuanto al término “rural”, se sabe que tiene su origen en el vocablo latino rus, ruris n.: Propiedad rural, campo. Rusticidad, grosería.
Dice Corominas que “rural” se empezó a utilizar en la Edad Media y el primer ejemplo del que se dispone es del siglo XV, que dice así: “Rus es do tienen miel y leche y ganado, donde se llaman rústicos los que entienden en estas cosas”.
Dentro del discurso popular-rural se identifican diversas categorías como son la de la caza, la de la pesca de río, la de la vida y las faenas del campo con sus aperos de labranza, la de cereales y plantas, de animales salvajes y de corral, y la de expresiones, dichos, refranes, etc., con el que todo este mundo rural vive.
Ciertamente, el discurso de carácter popularrural es el que se hace más presente en las obras de Miguel Delibes y se puede afirmar que es el discurso central de su novelística.
Hay que dejar claro que lo popular-rural no son sólo términos y expresiones o sentencias logradas. Este discurso de Delibes se manifiesta también en sus personajes y sus comportamientos individuales o colectivos, en su modo de hablar, en su modo de hacer y en su modo de ser.
Rastreando página a página las novelas de Delibes, me he encontrado con 1.469 términos que forman parte de su discurso popular-rural. La mayoría de ellos aparece con su significado preciso en el diccionario de la RAE. Pero hay 329 que no.
Si buscamos el significado de estas palabras en el diccionario de la RAE, comprobaremos que la mayoría de ellas aparece con el significado preciso y correcto. Pero, de esas 1.469 voces, hay 329 que no vienen recogidas por el diccionario académico. En unos casos, por no estar incluida la palabra dentro del diccionario. En otros, aun apareciendo el término en cuestión, por no ofrecer el DRAE el significado preciso que corresponde a nuestro caso.
Hacía falta un estudio sistemático, un ordenamiento y fijación de todo este discurso popular-rural que se da en las novelas de Delibes. Y es que ya van siendo demasiados los términos que los lectores desconocen cuando se deciden a leer alguna de las novelas de Delibes.
Los hablantes en general saben lo que es un monte, incluso un cerro, quizás un mogote o un otero. Pero llegar a diferenciar, como lo hace Delibes en sus novelas, un teso de una mambla, un alcor de un sardón, un cueto de una cotera, un arcabuco de un ribazo o un canchal de un risco, se antoja harto complicado.
¿Cómo saber lo que es la piedralipe si hace 40 años que no se utiliza? ¿Es igual el humeón que nombra Delibes del que utilizan hoy los apicultores? ¡Cuántos términos por descubrir!
La página web de la Cátedra Miguel Delibes (www.catedramdelibes.com) contesta a estos interrogantes a través de un glosario de voces rurales (con 1.469 términos) que aparecen en las distintas novelas del escritor vallisoletano. Estas voces vienen acompañadas de la página y el libro en los que se las ha encontrado, así como su contexto y el significado que les corresponde. Y, por tanto, accediendo a este glosario, sabremos que la piedralipe fue un sulfato que se mezclaba con agua, en el corral, para después echarlo al cereal en las tierras. Hoy ya no se ve piedralipe en los corrales de los pueblos porque la mezcla viene hecha directamente del silo, de manera que el término tiende irremediablemente a desaparecer.
Algo distinto sucede con el vocablo “humeón”. El humeón es un objeto con el que se hace humo que sirve para ahuyentar a las abejas. El término se sigue utilizando hoy por los apicultores. Pero lo que ha cambiado es el objeto que sirve para denominar esta palabra. Antes el humeón se hacía con unas ramas verdes puestas en una lata que, al quemarse, hacían mucho humo y así ahuyentaban a las abejas de la colmena. Otras gentes ponían cagajones en la lata o sobre una teja. O también se usaba un palo recubierto de cera pez en su extremo. Todos éstos son utensilios muy distintos al moderno fuelle de hoy que realiza la misma función.
La riqueza de términos de tipo popular-rural en las novelas de Miguel Delibes es evidente. Delibes no ha hecho otra cosa sino recoger las voces y expresiones que ha ido escuchando durante décadas por pueblos como Villafuerte, Quintanilla de Onésimo, Castrillo Tejeriego, Peñafiel, etc.
Es interesante saber cuáles son los pueblos más frecuentados por Delibes, es decir, en qué pueblos ha escuchado y recogido más palabras y expresiones rurales para luego emplearlas en sus novelas. De esta manera sabremos el origen de todo este discurso popular-rural que Delibes emplea con tanta naturalidad.
Si tomamos nota de los pueblos más nombrados por Delibes en las novelas en las que el escritor cuenta experiencias rurales vividas, observaremos que la mayoría de ellos se encuentran en una zona bastante compacta que comprende los valles del Esgueva y del Duero, desde la capital vallisoletana hasta pocos kilómetros antes de Peñafiel. A esta zona sólo hay que añadir el pueblo de Villanueva de Duero que, aun dentro del valle que le da su nombre, se sitúa al suroeste de la ciudad de Valladolid.
Hay otros pueblos que son nombrados en sus novelas pero no con la asiduidad de los anteriores. Se sabe que Delibes pescó en varias ocasiones en el Moaña (río del norte de León), junto a Paulino, y así aparece en Mis amigas las truchas. O que estuvo en Santa María de Mave practicando el mismo deporte, muy cerca de Aguilar de Campoo. Que ha recorrido tierras de Zamora y de Ávila, que en un pueblo de Segovia conoció al individuo que le inspiraría su tío Ratero… Pero de lo que no cabe duda es de que los pueblos más nombrados por Delibes en sus obras autobiográficas se sitúan en la zona antes señalada que linda con los valles del Esgueva y del Duero.
De estos pueblos ha obtenido Delibes términos que no se oyen en otros sitios. Términos que han caído en desuso porque ya no se utiliza el objeto que nombran. Por ejemplo, sólo la gente mayor que ha pescado cangrejos en el río, puede recordar cómo se pescaban estos animales con araña. La araña era un alambre de unos 20-30 centímetros en el que se introducían las lombrices hasta cubrirlo casi por completo. Se dejaban únicamente libres los extremos del alambre para, al doblarlo en forma de círculo, poder enganchar un borde con otro. Al apero de pesca se le ponía algo de peso (una pequeña piedra) y un hilo para poder echarlo y sacarlo del río sin dificultad.
Hay otras voces populares-rurales muy arraigadas a las que Delibes les da un significado muy particular. Tal es el caso del verbo “carear” que significa pacer o pastar el ganado cuando va de camino y así se emplea por estos pueblos. Las ovejas carean fundamentalmente las tierras que no han sido aradas. Sin embargo, Delibes no va a utilizar el verbo “carear” para unas tierras, sino para el cabello de un muchacho cuando escribe en Las guerras de nuestros antepasados que el chico “tenía la pelambre entrecana y los remolones careados” (p. 64).
Podría seguir nombrando objetos, animales, aperos de labranza, etc., pero el acceso al glosario es muy sencillo a través de Internet.
Con este ordenamiento y fijación del léxico rural de las novelas de Miguel Delibes se llama la atención sobre un lenguaje popular-rural que está en trance de desaparecer, lo cual supondrá un empobrecimiento general de la lengua española.
Este glosario está salvando esa rica porción del castellano que se produjo en una etapa lingüísticamente muy rica de Castilla y, por tanto, quiere encender una luz que preserve del olvido a lo que fue ese modo de vida rural que aún puede servir de ejemplo a los lectores de Miguel Delibes.