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La fiesta de Santa Brígida plantea uno de los interrogantes más interesantes de la cultura popular leonesa por diferentes motivos: en primer lugar, esta festividad no se celebra en otras zonas de España, al menos no con los caracteres que encontramos en León; por otro lado, no se encuentra rastro de culto a Santa Brígida en tierra leonesa a excepción de la fiesta que vamos a estudiar, es decir, no existe en la actualidad, hasta donde conozco, ningún templo donde se venere a la abadesa irlandesa o que se halle bajo su advocación, ni tampoco tengo constancia de que existieran en el pasado. Pero quizá la cuestión más destacada sobre esta fiesta la descubrimos en los vínculos con las celebraciones en honor de Santa Brígida propias de Irlanda y Escocia que se mantuvieron hasta el siglo XX, lo que constituye un fascinante enigma histórico y etnográfico. Es preciso señalar que la fiesta leonesa de Santa Brígida ya ha sido tratada por José Luis Alonso Ponga en diferentes publicaciones, pero de modo especial en un interesantísimo artículo contenido en el libro Tradiciones y costumbres de Castilla y León en el que este autor leonés hace gala del rigor a que nos tiene acostumbrados en todos sus trabajos. Este artículo quiere ser una relectura del estudio de Alonso Ponga completando y ahondando la investigación iniciada por él sobre esta singular celebración leonesa.
1.- "SANTA BRÍGIDA Y SAN TORMENTERO, EL PRIMER DÍA DE FEBRERO"
El día uno de febrero y su víspera los mozos de las aldeas de las riberas y de las tierras llanas leonesas celebraban una fiesta de especiales características dedicada a Santa Brígida. En la actualidad las tradiciones referidas a ese día se han perdido (1) pero hasta hace poco la celebración, ciertamente degradada ya, se mantuvo en forma de merienda de hermandad entre los mozos de los pueblos leoneses el primer día de febrero o el fin de semana más próximo a esa jornada (2).
Para describir la fiesta tal y como era hasta hace pocas décadas voy a partir de los datos recogidos en Alija de la Ribera, localidad situada a ocho kilómetros al sur de la ciudad de León sobre la ribera del río Bernesga, y que forma parte de la comarca tradicional de La Sobarriba. En este lugar, hasta la década de los años cincuenta del pasado siglo aproximadamente y conforme a los testimonios recogidos en la zona, los mozos hacían una cuestación de comida casa por casa la tarde-noche del 31 de enero, víspera del día de Santa Brígida, y con el producto de la colecta celebraban una merienda. Terminada la misma los mozos subían por turnos a la torre de la iglesia donde voliaban las campanas durante toda la noche; con esta operación se impedía que los "diablos que amasan la piedra" pudieran trabajar y fabricar el pedrisco con el que destrozar las cosechas, ya que se creía que era durante la noche de Santa Brígida cuando esos diablos preparaban las tormentas (3). Si no se tocaban las campanas ese día se consideraba un mal presagio. El toque de campana empleado era el "tente nube", usado también para deshacer la nube al acercarse las tormentas. Cuando se utilizaba este toque se repetía por lo bajo el siguiente conjuro:
Tente nube,
tente tú,
que Dios puede
más que tú.
Tente nube,
tente palo,
que Dios puede
más que'l diablo.
El conjuro era una interpretación de lo que decía la campana a la tormenta cuando se empleaba el "tente nube". En Alija siempre había una o dos personas entendidas encargadas de voliar las campanas. También en la contorna se celebraba el día de Santa Brígida, ya que durante la noche se oían las campanas de los pueblos vecinos del otro lado del río, especialmente se escuchaban las campanas de Torneros y Grulleros. Un refrán del pueblo indica lo señalado de la fecha en la localidad: "Santa Brígida y San Tormentero, el primer día de febrero" (4) .
2.- EL DÍA DE SANTA BRÍGIDA EN TIERRA LEONESA
En las aldeas de la comarca de Valencia de Don Juan, la antigua Coyanza, los mozos también celebraban el día de Santa Brígida en términos parecidos a como lo hacían en Alija, al menos hasta mediados del siglo XX. Así, en un libro de erudición local sobre esa zona leonesa se describe cómo los quintos (mozos de reemplazo) del lugar de Izagre tocaban las campanas a tente nube la víspera de Santa Brígida por la noche. A la mañana siguiente los mozos se disfrazaban de brígidos, es decir, se vestían con ropas grotescas que embadurnaban y de esta guisa recorrían las calles dando la serenata a los vecinos tocando almireces y hierros, y portando ruecas y husos. Los vecinos correspondían a los brígidos dándoles embutidos, huevos y vino para celebrar a continuación una merienda (5).
Sin embargo, la mejor descripción de esta fiesta nos la ofrece José Luis Alonso Ponga en el referido estudio que se centra en la comarca de Los Oteros. En esa zona los mozos convocados por el más viejo de ellos o por el alcalde de los mozos, se reunían el 31 de enero al anochecer y mientras unos iniciaban la ronda por el pueblo, otros subían al campanario durante toda la noche para tocar el "tente nube". El motivo para emplear este toque de campana era el mismo que en Alija: conjurar a los renuberos, ya que así no podían amasar la piedra al quedar aturdidos con el son de las campanas, con ello se preservaban las cosechas del granizo. Como pago por esta operación el alcalde del pueblo convidaba a los mozos a vino, escabeche y pan. A la mañana siguiente los mozos recorrían el pueblo casa por casa en una cuestación denominada "sacar los torreznos", encabezada por un mozo vestido de Brígida, con saya negra, chambra y un pañuelo también negro, esto es, caracterizado como una vieja que además llevaba rueca y huso como si estuviera hilando. A continuación iban los demás mozos con una cesta donde recogían los huevos que les daban y con una horca de hierro donde espetaban chorizos, jamón y tocino. Cuando un vecino les obsequiaba con algo los jóvenes respondían con esta bendición para proteger las viñas:
¡Qué santa Brígida te preñe los barcillares!
Pero si un vecino no les daba nada contestaban con esta imprecación:
¡Ojalá se te apedreen!
Con el producto de la colecta la mocedad celebraba una merienda en la tarde del primero de febrero (6).
En Valdevimbre la víspera de Santa Brígida tocaban las campanas a "tente nube" dos horas seguidas al anochecer porque se creía que ese día se engendraban las nubes y tocando las campanas se alejaban del pueblo las tormentas (7). En Villabalter, municipio de San Andrés del Rabanedo, también aparece documentada la costumbre de tocar las campanas de la iglesia la víspera del día de Santa Brígida con la pretensión de alejar las nubes que en la primavera amenazaban las cosechas. En esta zona la interpretación que se hacía del "tente nube" era muy curiosa al sumar al conjuro el refrán de Alija que ya vimos, y otro refrán que resume los disantos de febrero en León:
Tente nube, tente tú,
que Dios puede más que tú, tente tú, tente tú.
Santa Brígida y Santo Mortero
el primer día de febrero,
el segundo candelero, y
el tercero blasero (8).
En Castilfalé el protagonismo de los mozos en la festividad de Santa Brígida se reflejaba en que ese día los quintos escenificaban el rito de paso de rapaz a la edad adulta, y para ello los mozos que eran llamados a filas en el año realizaban una cuestación por las casas del pueblo denominada "sacar el torrezno", y que consistía en solicitar a los vecinos la consabida aportación de huevos y tocino que posteriormente eran vendidos para obtener el dinero necesario con el que celebrar una merienda colectiva (9). José Luis Puerto, por último, constata en Torneros la celebración de la fiesta de Santa Brígida (10) donde ha recogido el mismo refrán que se conoce en Alija de la Ribera, localidad cercana a aquélla situada en la ribera opuesta del río Bernesga.
3.- REFERENCIAS ANTIGUAS A LA CELEBRACIÓN DE LA FIESTA DE SANTA BRÍGIDA, ESPECIALMENTE EN LA DIÓCESIS DE LEÓN
La primera descripción de la fiesta de Santa Brígida es del siglo XIX y apareció en la publicación La España Ilustrada, donde un autor que firmaba con el apodo de "Fray Gerundio" escribió lo siguiente en el año 1837:
"Hay un pueblo que cree haber asegurado la cosecha de granizo y piedra de las nubes del verano con haber estado tocando toda la noche de la víspera de Santa Brígida volteando las campanas, espantando por este medio los pícaros renuberos" (11).
Aunque los datos que nos oferta este desconocido autor son muy escasos y no se indica la zona donde se constató esta costumbre, no cabe duda de que la misma es de origen leonés tanto por el apodo del autor, como por la referencia a los renuberos, genios de la tormenta que reciben esa denominación en tierra leonesa.
La existencia de la fiesta de Santa Brígida en otras comarcas leonesas, su antigüedad y la importancia de esta celebración para los campesinos está documentada en las ordenanzas concejiles leonesas, así como en diversa documentación parroquial de varios lugares leoneses. En Alcuetas de los Oteros, donde se ha constatado la celebración popular de Santa Brígida, ese día era festivo por imponerlo el voto que recaía sobre tal jornada como se consigna en la Memoria de los aniversarios y rentas de fábrica de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Natividad de esta villa de Alcuetas, del año 1786 (12).
En el capítulo tercero de las ordenanzas de Reliegos del año 1676, se señala lo siguiente:
"Item ordenaron y mandaron que de aquí adelante se guarden las fiestas de coto que el dicho lugar ha guardado siempre que son el día de San [ilegible, pero debe de ser san Julián] a siete de enero y el día de Santa Eugenia que es a treinta y uno de dicho mes, y el día de Santa Brígida, primero de febrero (...). Las cuales dichas fiestas tengan obligación todos los vecinos del dicho lugar a guardar como las demás fiestas del precepto de la Iglesia y los oficiales del Concejo tengan cuidado de que se guarden, y el que no lo cumpliere pague de pena real y medio irremisiblemente" (13).
Vemos como antiguamente en Reliegos el día de Santa Brígida era fiesta de guardar, así como su víspera el día de Santa Eugenia, pero no porque lo estableciera así la Iglesia sino porque era una obligación impuesta por el Concejo bajo pena de multa.
Idéntica prohibición existía en el lugar de Cuevas (comarca de La Sequeda) cuyas ordenanzas del año 1675, en su capítulo 21, señalan:
"Ordenaron que por cuanto este Concejo y sus vecinos por voto el día de Santa Brígida, San Jorge, San Manes, San Roque y Santa Bárbara, mandaron que desde aquí adelante, se guarden, y que ninguna persona trabaje en semejantes días, pena de un real a cada persona que trabajare sin cuita alguna" (14).
Las ordenanzas de Rivas de la Valduerna del año 1755, también recogen la misma prescripción en su capítulo 2, titulado "Fiestas de voto de Concejo", en estos términos:
"Item ordenamos y mandamos que todas las fiestas de voto de Concejo y procesiones que son el día de Santa Brígida, primero día de febrero, día de San Gregorio de mayo, el día de San Victorio, a catorce de dicho mes el segundo día de Pascua de Espíritu Santo, que va con la procesión a Nuestra Señora del Castro, a quien habemos (sic) tomado por nuestros abogados que se guarden todo el día y en cada uno de ellos oigan misa todos los vecinos y gente de su casa y en estos días no trabajen en manera alguna en labor y como si fuesen fiestas de precepto de la Iglesia, pena que el que no asistiere pague una azumbre de vino para el Concejo, salvo los que guardasen el vaquero mayor, y asímismo están obligados dichos vecinos a asistir a las procesiones de los días referidos" (15).
En Castrotierra el Libro de Ordenanzas Municipales del Común (sin fecha, pero probablemente del siglo XVIII) indica:
"(...) que por quanto los vezinos de dicho lugar tienen devozion de guardar el dia de Santa Brigida y el dia de San Miguel en la iglesia de Nuestra Señora y en una hermita que esta en el mismo lugar, queremos que sus dias se guarden por el propio concejo y qualquiera que se hallare que trabaje en alguno de estos dias, que pague un real de pena" (16).
Cuevas, Rivas y Castrotierra son localidades situadas en la diócesis de Astorga, a diferencia de los datos del apartado anterior sobre las celebraciones populares situadas bajo la advocación de Santa Brígida que son de pueblos pertenecientes a la diócesis de León. Alonso Ponga circunscribe el ámbito de la fiesta de Santa Brígida a la antigua diócesis legionense, pero los datos precedentes amplían ese ámbito aunque siempre dentro del territorio leonés (17).
Es cierto que la fiesta de Santa Brígida se celebró también en diversos pueblos actualmente castellanos pero que pertenecieron a la diócesis de León (18) que hasta 1955 abarcaba varias comarcas de las provincias de Valladolid, Palencia y Zamora, y que, en todo caso, formaron parte durante siglos del reino de León. Es el caso, por ejemplo, de Becerril de Campos (Palencia) de donde procede la siguiente noticia datada en el año 1572, en la que se pide la conmutación de determinados votos de villa:
"(...) la villa había hecho voto de guardar el día de Santa Brígida, San Sebastián, Cátedra de San Pedro, San Gregorio Papa, San Felipe, Santo Toribio y no pudiendo cumplir con ello por caer en tiempo ocupado y recaer en daño de los pobres que pierden su jornal, y habiendo pedido a su Ilma. les dispensase del voto, le conmutó por una misa diaria a la hora del alba, por siempre jamás" (19).
En la Memoria de las fiestas de Votos en Villalba de los Alcores (Valladolid), del año 1681 se indica el día de Santa Brígida entre dichas fiestas (20).
4.- UNA FIESTA INVERNAL PRELUDIO DE LA PRIMAVERA
La fiesta de Santa Brígida se puede encuadrar dentro del conjunto de las fiestas invernales no sólo por su emplazamiento en el calendario sino también por sus elementos formales como los disfraces, las cuestaciones o el banquete de los mozos. Sin embargo, Julio Caro Baroja en su imprescindible obra El Carnaval en la que estudia las fiestas populares invernales en España, no menciona la celebración de Santa Brígida ni en León ni en ningún otro lugar, a pesar de que los primeros días de febrero marcan un pequeño ciclo festivo dentro del calendario popular español donde se celebran en multitud de lugares, también en tierras leonesas, las Candelas (2 de febrero), San Blas (3 de febrero), y las Águedas (5 de febrero). La fiesta debió de tener más complejidad en otras épocas, pero con el paso de los años fue perdiendo diversos elementos en algunas zonas que sin embargo se conservaron durante más tiempo en otros lugares. De los datos expuestos podemos deducir los siguientes elementos que conformaron la fiesta de Santa Brígida en León (21):
4.1. El toque de campanas y la protección frente a los renuberos
La fiesta del día de Santa Brígida daba comienzo la víspera, es decir el 31 de enero al oscurecer. Durante toda la noche los mozos tocaban las campanas con la función de conjurar a los renuberos. El procedimiento de tocar las campanas con el fin de alejar las tormentas está bien documentado en León y en buena parte de España (22). La creencia en el poder mágico de las campanas se documenta en muchas comarcas leonesas pero relacionándose en muchos lugares más bien con Santa Bárbara. Por otra parte, la creencia en genios mitológicos de las nubes que provocan las tormentas y dirigen las tempestades, y que en León se denominan renuberos, reñubeiros y renubeiros, ha tenido vigencia en nuestra tierra hasta el siglo XX. Hay quien ha postulado que el renubero leonés, el nubeiro gallego y el nuberu asturiano pueden ser pervivencias folklóricas y degradadas de una antigua deidad de la tormenta y reguladora del tiempo atmosférico (23). En la fiesta de Santa Brígida leonesa se llevaba a cabo este singular rito de protección de las cosechas frente a la principal calamidad que las amenaza, y por ende la subsistencia de los campesinos, personificado en la figura del renubero. La funcionalidad de este aspecto de la celebración se manifiesta en este punto de manera clara.
4.2. Ubicación de la fiesta en el calendario
Resulta pertinente detenerse en la fecha de celebración de la fiesta, el día 1 de febrero, situada a mitad del invierno y a medio camino entre el solsticio de invierno (21 de diciembre) y el equinoccio de primavera (el 21 de marzo). Como ya vimos, la fiesta de Santa Brígida es la primera celebración del pequeño ciclo festivo de principios de febrero donde se encuentra la Candelaria, San Blas, y las Águedas, y por esas fechas ya se percibe que los días son más largos y que los rigores del invierno se atenúan. Pero el interés de esta fecha va más allá de su significación estacional por el hecho de coincidir esta festividad con la del antiguo festival celta de Imbolc que se cristianizó colocando tal fecha bajo el patronazgo de Santa Brígida, asunto sobre el que se volverá más adelante. La circunstancia de que la fiesta se sitúe cuarenta días después del solsticio invernal también es un dato de gran interés. C. Gaignebet señala cómo la distribución de las fiestas en el calendario del occidente europeo se articula en torno a períodos cuarentenales que a veces son matizados por otros docenales. Cuarenta son los días que separan el solsticio de invierno del primero de febrero, día de Santa Brígida, y cuarenta días distan hasta la Pascua y los mismos restan para alcanzar la Ascensión y San Juan con una tolerancia que puede ser, también, docenal en función de la movilidad de aquélla. Otro período cuarentenal es el que separa el solsticio de verano del primero de agosto, mes que concentra el mayor número de fiestas patronales. Similar número de días faltan para alcanzar el equinoccio otoñal. Igualmente, cuarenta días hay hasta el 1 de noviembre; si desde la mencionada fecha observamos un desplazamiento docenal, se alcanza San Martín, con lo que queda una última cuarentena para llegar al solsticio invernal que da paso al reinicio del ciclo. Asimismo, es de destacar el alto valor simbólico que posee el número cuarenta según explica el propio Gaignebet (24).
Si observamos el calendario festivo leonés vemos como otros hitos festivos destacados también presentan ese mismo desplazamiento cuarentenal en relación con los solsticios y los equinoccios, así el 1 de mayo (fecha de la antigua fiesta celta de Beltaine), en relación con el equinoccio primaveral, y el 1 de noviembre (día en que los celtas celebraban la fiesta de Samain), en relación con el equinoccio otoñal (25).
4.3. Una celebración de los mozos
José Luis Alonso Ponga señala que Santa Brígida es la fiesta de los mozos y corría a cargo de las organizaciones de éstos (26). A este respecto se hace preciso señalar la importancia que en León han tenido las organizaciones, asociaciones o cofradías de mozos como apuntó Caro Baroja:
"En tierra leonesa, donde en cada pueblo hay o había una sociedad de mozos perfectamente organizada, y en la que entraba todo varón a los quince años mediante el pago de vino para los miembros anteriores, al mozo que por sus condiciones elegían por jefe le llamaban «rey». En Sahagún, «rey de mozos» (por alusión a costumbres especiales de determinada época del año); en Oseja de Sajambre, Riaño y Rodiezmo le llaman «alcalde de mozos», y en Mansilla de las Mulas, «mozo mayor». Sociedades semejantes, que congregadas en determinados días de fiesta celebran comilonas, que se encargan de que ningún forastero haga el amor a las chicas del lugar antes de pagar prenda (una cantidad de vino), tienen como se verá adscrita una serie de ritos y han de cumplir varias funciones misteriosas, y la elección de «rey» se efectúa el día de Reyes, a primeros de año o en fecha próxima" (27).
El estudio en profundidad de las sociedades de mozos en León y sus posibles precedentes prerromanos está por hacer, a pesar de que el insigne antropólogo Julio Caro Baroja apuntó reiteradamente el interés de dichas organizaciones. Eduardo Peralta (28) ha destacado en diversos trabajos que el origen de este tipo de asociaciones de jóvenes que se mantuvieron con especial fuerza y protagonismo en tierra leonesa hasta el siglo XX, se halla en los männerbünde, cofradías de hombres solteros propias del ámbito indoeuropeo con funciones iniciáticas, guerreras y rituales cuya presencia se mantuvo en la mitología y en el folklore. Durante las fiestas propias del solsticio de invierno estas fratrías de jóvenes se disfrazaban de animales y tras nombrar un «rey» causaban el terror en sus aldeas invadiendo las casas, persiguiendo a las jóvenes y cometiendo pequeños hurtos de alimentos y grandes ruidos. Asociaciones de este tipo existieron en toda Europa como los calusari rumanos, los perchten centroeuropeos, los kallikantzari griegos, los gody eslavos, así como en la mitad norte de España donde tenemos las organizaciones de zamarrones, guirrios, campaneiros, cigarrons, etc. que tienen en común el estar constituidas por jóvenes que se enmascaran y disfrazan durante determinadas fechas vinculadas a las celebraciones invernales con el fin de promover la fertilidad de la tierra mediante la expulsión de los espíritus malignos, ahuyentándolos con el sonidos de los campanos y con los tumultos, depredaciones y luchas que libran. De entre estas cofradías de solteros Peralta destaca especialmente las asociaciones leonesas, como también hizo en otros trabajos Caro Baroja, en las que para ingresar en la sociedad los neófitos al llegar a cierta edad (generalmente los 15 años) debían de someterse a cierta celebración ritual con vino. Entre otras muchas actividades estas asociaciones de los mozos leoneses tenían también un destacado protagonismo en las celebraciones populares del 1 de mayo alrededor del árbol mayo, y también el 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos, con la fiesta de la machorra, en la que los mozos tocaban las campanas toda la noche después de celebrar un banquete a base de carnero. Anotamos que en Izagre a los mozos de la comitiva del uno de febrero se les denominaba con un nombre peculiar, brígidos, que les vincula especialmente a la santa. En resumen podemos postular el protagonismo de estas cofradías de mozos en la fiesta de Santa Brígida, los mayos y en Todos los Santos, celebraciones todas ellas de orígenes muy remotos cuyos ecos llegaron prácticamente hasta nuestros días. Es curioso constatar como en las localidades donde se celebraban las fiestas mencionadas se aprovechaban éstas para aceptar a los nuevos miembros en la cofradías moceriles.
4.4. La caracterización de Santa Brígida como una vieja
Aunque la fiesta que estudiamos se sitúe bajo la advocación de una santa no estamos ante una celebración litúrgica pues el culto a Santa Brígida es desconocido en León; el único matiz religioso es la presunta santidad de esta Brígida bajo cuyo patronazgo se sitúa la celebración pero de la que se desconoce en León cualquier dato hagiográfico. Tampoco encontramos en León iglesias, capillas o ermitas dedicadas a la santa, o donde se le dé culto en la actualidad, o se le haya dado en el pasado (29). Por eso no es extraño que en Los Oteros Santa Brígida apareciera caracterizada como una vieja, esto es, uno de los mozos participantes en la comitiva que pedía el aguinaldo se disfrazaba como una mujer vieja que simulaba hilar con rueca y huso, y que para los mozos representaba a la santa. En Izagre los disfraces de la comitiva consistían, según la sucinta descripción dada por García Fernández, en embadurnarse la cara y vestir ropas grotescas.
En las farsas, comparsas y comitivas de las fiestas invernales de la mitad norte de España era frecuente que apareciera una vieja entre los figurantes, y cuya presencia puede ser interpretada como la de un personaje arquetípico, aunque también se le podría dar un sentido mítico vinculándola con las inquietantes viejas de los folklores europeos, incluido también el leonés, que tan magistralmente estudió Rohlfs en un conocido trabajo sobre la Vetula (30). En ciertas mascaradas que se celebran en otras zonas del antiguo reino leonés el personaje de la vieja hilandera cobra un mayor protagonismo hasta el punto de convertirse en el centro de la comparsa, así ocurre por ejemplo, con la celebración de La Biêlha (La Vieja) que se desarrolla el 1 de enero en Bila Chana en la Tierra de Miranda (31), región portuguesa muy vinculada al antiguo reino de León en lengua, historia y cultura, o con La Filandorra de Ferreras en la zamorana Tierra de Aliste y cuya celebración es el día siguiente a la de Navidad. En todo caso, lo singular de la comitiva leonesa es que la vieja representa a Santa Brígida, lo que constituye una peculiaridad en relación con otras farsas invernales donde la vieja no es más que otro personaje con independencia del sentido que se le quiera dar, pero en ningún caso una santa.
4.5. La cuestación de los mozos y la llegada de la primavera
La importancia del ritual de la cuestación realizada por los grupos de mozos que recorrían los pueblos ha sido puesta de manifiesto por Mircea Eliade, a quien seguimos de forma prácticamente literal soslayando el hecho de que Eliade se refiere a prácticas propias de las ceremonias de mayo. De esta forma, los grupos que recorren el pueblo van recogiendo regalos en las casas (obsequios que tienen carácter tradicional como huevos, chorizo, torreznos...). A los vecinos que contribuyen se les desea con una fórmula tradicional que Santa Brígida les proporcione una cosecha abundante, pero a los que se niegan a dar alguna atención se les amenaza también con una fórmula tradicional para que la desgracia caiga sobre sus cosechas o viñas. El grupo, que es un mensajero de la primavera, de la abundancia y del buen tiempo que se aproxima, se reserva el derecho de injuriar a los avaros ya que la avaricia es perjudicial para la colectividad y porque en un episodio dramático, como es la venida de la primavera, es menester que la sustancia vital, el alimento, circule generosamente por la colectividad para poner en movimiento mágicamente el circuito de las reservas cósmicas de sustancia vital. Además el grupo tiene el sentimiento de estar realizando un acto ceremonial de interés para el conjunto de la comunidad y esta función exige una recompensa: el grupo defiende al pueblo mediante el toque incesante de las campanas de los males representados en la figura del renubero, pero además estimula la llegada del buen tiempo con su ritual, es decir, de la primavera (32). Es de destacar que en la pedida del aguinaldo aparezcan instrumentos agrícolas como la horca y el cesto relacionados con la recolección de la cosecha. Con lo recaudado los mozos celebraban una merienda de hermandad el 1 de febrero, que permitía reforzar los lazos entre los miembros de la mocedad y aparecer como grupo diferenciado en relación con el resto de los habitantes del pueblo.
4.6. La presencia de utensilios relacionados con las labores del hilado
El personaje disfrazado de Santa Brígida portaba en la comitiva de Los Oteros rueca y huso, instrumentos que también eran exhibidos en la farsa de Izagre. El significado simbólico de esos utensilios es muy destacado, así rueca y huso eran el símbolo de la mujer en la vieja sociedad tradicional leonesa y constituían un regalo típico del novio a la novia recién casada. En las bodas maragatas la madrina, con una moneda de oro en una bandeja, pedía dinero a los invitaos para la rueca y el huso de la recién casada, y en las bodas de La Cabreira la comitiva nupcial iba encabezada por el padrino y un hombre escogido por la madrina, y cada uno portaba una rueca en las manos. En esa comarca y también con motivo de las bodas las mozas esperaban a los novios delante de la iglesia con ruecas en las manos, que levantaban al ver aparecer a la novia.
En el terreno de la mitología leonesa encontramos distintos númenes femeninos descritos como hilanderas, que simbolizan determinaos aspectos de las campesinas leonesas, como es el caso de encantos o encantadas, mouras o moras, xanas o jianas, denominaciones diversas para un mismo ente mítico que en numerosas tradiciones leonesas es descrito como una hilandera. También tenemos el caso de La Griega, numen femenino y gigantesco de las tierras llanas que lleva rueca y huso mientras construye el canal de su molino, equiparable a las moras y mouras míticas que portan idénticos instrumentos y que transportan enormes piedras, cuyas leyendas se localizan también en León.
Además podemos mencionar el destacado protagonismo que en tierra leonesa tenían los filandones y seranos, reuniones invernales durante las cuales las mujeres se reunían para hilar, y que tal vez en el pasado fueran exclusivamente femeninas con funciones iniciáticas asemejadas a las que describe Eliade para otros ámbitos europeos, quien señala que el simbolismo de los oficios de hilar y tejer es muy significativo ya que:
"(...) en las fases ulteriores de cultura lo encontramos elevado al rango de principio explicativo del Mundo. La Luna «hila» el Tiempo y es ella quien «teje» las vidas humanas. Las Diosas del destino son hilanderas. Se aprecia cierta vinculación oculta entre la concepción de las creaciones periódicas del Mundo (concepción derivada de la mitología lunar), la idea del Tiempo y del destino, por un lado; y, por otro, el trabajo nocturno, trabajo femenino, que debe ejecutarse lejos de la luz del sol y en secreto, casi a escondidas. En algunas culturas, una vez finalizada la reclusión, las jóvenes siguen acudiendo a la casa de alguna mujer mayor, para hilar juntas. Hilar es una labor peligrosa; por eso no se puede practicar más que en casas especiales y sólo en épocas determinadas y hasta ciertas horas (...). Existe una relación mística entre las iniciaciones femeninas, la labor de hilar y la sexualidad" (33).
Curiosamente en León existe la creencia de que en la luna hay una mujer vieja hilando (34), creencia que hay que poner en relación con antiquísimas tradiciones en torno a divinidades hilanderas dueñas del destino, de la salud y de la vida de los seres humanos como las moiras griegas, las parcas romanas, las nornas germánicas o ciertas tríadas de diosas-madres del ámbito céltico.
4.7. La prohibición de trabajar el día 1 de febrero
Hemos visto como las ordenanzas de los concejos leoneses imponían que el día de la fiesta de Santa Brígida no se podía trabajar al existir sobre tal fecha un voto impuesto por el concejo con el acuerdo o al menos con el beneplácito del clero local, por el que se exigía a los vecinos que guardaran dicho día "como si fuera fiesta de precepto de la Iglesia", dice literalmente la ordenanza de Rivas de Valduerna, con imposición de una multa a quien no respetara el voto. Señala Alonso Ponga que los votos de villa eran fiestas dedicadas a honrar a un santo o a la Virgen, en cuyo honor se celebraba una misa pagada por el concejo. Durante ese día los vecinos tenían prohibido trabajar, pero también los forasteros tenían vedado realizar labores dentro del término municipal afectado. Este autor señala que este voto venía a ser "una especie de consagración del ámbito rural, personas, animales y demás enseres agrícolas a una divinidad, en acto de sumisión y acción de gracias, por un lado, y, por otro, en un intento propiciatorio para pedir futuros bienes y cosechas" (35).
La circunstancia de que en Alcuetas de los Oteros se haya constatado que el día de Santa Brígida fuera fiesta de voto, y además se haya celebrado la fiesta conforme se ha descrito anteriormente nos autoriza a suponer que en las localidades y zonas donde se ha verificado la existencia de las celebraciones populares con toque de campanas en la víspera, comparsas y aguinaldos también existió antiguamente un voto del concejo el primero de febrero, y, consecuentemente, en las localidades donde sólo tenemos referencia a la existencia de tal voto podemos barruntar la existencia de los ritos antedichos.
5.- LA FIESTA DE SANTA BRÍGIDA EN IRLANDA
Como señalábamos en el apartado anterior la fiesta de Santa Brígida no tiene correspondencias en el ámbito peninsular, pero, sin embargo, si que se encuentran semejanzas e incluso una cierta identidad entre la fiesta leonesa de Santa Brígida y las celebraciones en honor a esta santa que existieron en el ámbito de los países celtas de tradición gaélica, es decir, Irlanda, Escocia y la Isla de Man. Esos tres territorios tienen en común el ser naciones de raíz celta que son católicas en la actualidad, en el caso irlandés, o lo han sido hasta fechas relativamente recientes, como ocurre con Escocia y Man, y también el poseer un idioma que tiene un origen común, el gaélico en sus diversas variantes, y tradiciones culturales semejantes derivadas de la expansión, evangelización y colonización realizada por irlandeses en Escocia, Man y el occidente británico durante los comienzos de la Edad Media.
5.1. Santa Brígida de Kildare, patrona de Irlanda
Santa Brígida de Kildare, patrona de Irlanda junto con san Patricio, nació en el año 453 y murió en el 524 (36), por lo que supuestamente vivió en una época en la que la evangelización de Irlanda se estaba llevando a cabo de una forma muy singular ya que la de cristianización de esta isla, obra de San Patricio en gran medida, fue un proceso hasta cierto punto de compromiso entre dos concepciones religiosas y culturales en el que la nueva religión cristiana se impregnó de elementos autóctonos para facilitar la asimilación del nuevo culto por las poblaciones locales que conservaban con arraigo antiquísimas tradiciones religiosas celtas pero que terminaron aceptando con fervor la nueva fe. Una de las primeras referencias ciertas sobre la santa se halla en un poema escrito en irlandés antiguo de principios del siglo VII donde se conecta a la santa con el culto a la Virgen María señalándola como "una segunda María", por lo que frecuentemente se la denomina la "María de los gaélicos". De todas formas las principales fuentes para el conocimiento de la vida, y especialmente milagros, de Santa Brígida son diversas Vidas escritas en Irlanda durante la Edad Media, bien en latín o en irlandés antiguo. La más conocida de sus biografías, aunque no la primera, es quizá la titulada Vita Brigitae que fue redactada en latín por un clérigo conocido como Cogitosus a mediados del siglo VII a petición de la propia iglesia de Kildare con el fin de favorecer el culto a la santa. Esta Vita contiene pocos detalles biográficos centrándose en los milagros de la santa y en la descripción de Kildare como centro eclesiástico. Brígida es presentada como la hija bastarda de un druida, y curiosamente numerosos datos de su hagiografía remiten a tradiciones del paganismo celta, especialmente su fundación en Kildare de un renombrado monasterio, cerca de un antiguo lugar de culto druídico, ya que Cill Dara (Kildare) en gaélico significa "la iglesia del roble", por haber sido construido éste en las inmediaciones de un inmenso roble entre cuyas raíces dice una tradición que se retiró a vivir la santa. En dicho monasterio había un recinto donde ardía una llama sagrada perpetua donde sólo podían entrar las 19 monjas encargadas de su custodia (37).
A pesar de la profusión de biografías, ninguna realizada por contemporáneos, se plantea el problema de la existencia real de la santa cuestión ésta muy dudosa ya que su nombre, ciertos detalles de su vida y milagros así como la coincidencia de la fecha que conmemora su muerte, el primero de febrero, con el antiguo festival de Imbolc hacen pensar que Santa Brígida es el resultado de la cristianización de la antigua diosa celta conocida en Irlanda como Brigit, en Britania como Brigantia, en La Galia como Brigandu, y a la que Julio César equiparó con la Minerva romana. La devoción a la abadesa de Kildare desplazó el culto a la diosa en un proceso bien conocido de sustitución de deidades paganas por santos con el fin de favorecer y facilitar la cristianización apartando a los nuevos fieles de las antiguas creencias, superponiendo también las celebraciones cristianas a las más arraigadas fiestas paganas y reutilizando los antiguos templos como lugares de culto de la nueva religión. La santa asumió muchos de los atributos de la diosa, especialmente aquellos relacionados con la fertilidad.
5.2. Las celebraciones populares del día de santa Brígida en Irlanda
El culto a Santa Brígida nacido en Irlanda entorno a la sexta centuria, se extendió en fechas muy tempranas a los territorios cercanos, manteniéndose las tradiciones populares vinculadas a la abadesa de Kildare y al uno de febrero con arraigo en Escocia, Isla de Man, y en la propia Irlanda hasta el siglo XX. El culto a Santa Brígida en otras zonas europeas, difundido en principio por peregrinos irlandeses, tiene caracteres litúrgicos sin que se constaten los rituales populares que se encuentran en las zonas gaélicas, de clara raigambre precristiana.
Vamos a centrarnos en las tradiciones populares irlandesas que conmemoraban el día de Brígida partiendo de una descripción resumida tal y como se celebraba en el condado de Mayo, donde pocos días antes de la celebración el ama de casa guardaba algo de leche, producto muy escaso en esa época del año, para preparar un poco de mantequilla en la víspera de la fiesta de la santa que se consideraba un alimento imprescindible en la cena de esa noche. La casa se limpiaba minuciosamente y se dejaba completamente ordenada para recibir a Brígida en el hogar. Poco antes de que anocheciera el hombre de la casa se hacía con una prenda de ropa como una chaqueta, una capa, un manto o una bufanda, que se denominaba brat Brighde (manto de Brígida) y que servía para envolver un manojo de trigo al que se daba forma antropomorfa que se depositaba en la puerta trasera, regresando el hombre después a la vivienda. Una vez servida la cena el hombre anunciaba que iba a buscar a Brígida para que estuviera presente en la fiesta, y desde el exterior sujetando el manto de Brígida como si fuera un bebé pedía permiso para entrar varias veces, a lo que la gente del interior respondía concediéndolo otras tantas. Una vez dentro se colocaba el manto debajo de la mesa apoyado en una pata procediendo la familia a continuación a rezar una oración. Posteriormente el manto era guardado en lugar seguro. Después de la cena otra costumbre típica de ese día en la que participaba toda la familia era confeccionar cruces de paja, las populares cruces de Santa Brígida, que se colocaban en la ventana de la cocina con el fin de proteger la casa contra las tormentas pues se creía que el peligro de la tempestad invernal pasaba la víspera del día de Santa Brígida.
Pero aparte del ritual anterior que se puede describir como familiar, también se daban en ese día otro tipo de tradiciones donde se implicaba a toda la comunidad como la costumbre denominada Brídeog que consistía en una procesión de mozos o mozas, dependiendo de las zonas, que portaban una figura confeccionada con un mantequillero vestido de mujer, aunque a veces era una especie de muñeca de factura casera o incluso comprada, que representaba a la santa y a la que se denominaba a su vez Brídeog. En la noche de la víspera de Santa Brígida estos grupos de jóvenes realizaban una cuestación puerta por puerta portando la efigie de la santa y solicitando el aguinaldo que solía consistir consistía en pan, mantequilla o dinero, considerándose incívico no aportar nada, mientras el grupo cantaba estrofas tradicionales alusivas al aguinaldo y a la protección de la santa. A estos jóvenes se les llamaba brideoga, en irlandés, o biddys, en inglés, designaciones que podemos traducir como "aguinalderos". En otras regiones de Irlanda los mozos iban de casa en casa disfrazados con ropas grotescas y transportando una rústica representación de la santa confeccionada con pajas entrelazadas y cintas de colores. También era costumbre que el día de Santa Brígida los hombres se disfrazaban de forma estrafalaria con ropas de mujer y máscaras grotescas (38).