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Recoge Vega García en su libro sobre la fiesta vulgarmente conocida como “La Caballada” de Atienza (1), que “…únicamente, a modo de exposición del origen de la fiesta debemos detallar el argumento histórico-tradicional del mismo, sin entrar a constatar la validez del mismo” (2).
Fundamentalmente es, desde la publicación de los dos trabajos del Dr. Layna Serrano sobre el origen de esta tradición –que se quiere conmemorativa – (3), desde cuando se tiene la idea de que, en realidad, aparecen entremezcladas la historia y la ficción, dado que, de las tres crónicas coetáneas al reinado de Alfonso VIII: La Historia de los hechos de España, del arzobispo Jiménez de Rada; la Primera Crónica General de España, del rey Alfonso X el Sabio y la anónima Crónica de veinte reyes, las dos últimas parecen estar basadas en la primera (4), obra que según don Julio González –quizá el mejor conocedor del reinado de Alfonso VIII y su época– es poco fiable (5).
Sirva, pues, este preámbulo para tratar de establecer las semejanzas existentes entre el relato que ofrece el arzobispo toledano (de hacia 1243), acerca de la estratagema seguida por los recueros de Atienza para salvar al “rey niño” de las garras de su tío y ese otro relato –que ahora presentamos como forma de comparación–, que figura en la Crónica del rey D. Pedro del Canciller D. Pero López de Ayala (de mediados del siglo XIV), posterior, al menos, en cien años (6).
Para ello trasladamos ahora la versión que ofrece Vega García, apud Jiménez de Rada, (7):
“Y estallando entonces entre ambas casas (Castros y Laras) un largo enfrentamiento, se sucedieron graves peligros y numerosos asesinatos por los dos bandos, hasta el extremo de que esta contienda dio a los leoneses la ocasión de imponerse, llegando a hacerse con algunas zonas de Castilla y Extremadura”.
La intervención de Fernando II de León hizo que los Laras simularan un entendimiento con él, aceptando que Alfonso VIII, el “rey niño”, acatara el vasallaje de su tío en Soria (8).
Y sigue más:
“Y habiendo (don Manrique de Lara) llegado a Soria (donde estaba Alfonso VIII) junto a aquel rey (Fernando II) para que, de acuerdo con el homenaje, recibiera el vasallaje del rey niño, tras reunirse el concejo de Soria, las personas a cuya lealtad había sido encomendado el pequeño rey hablaron así al conde Manrique: “Libre os lo damos y libre guardadlo”. Y en aquel momento, asustado el niño por algo, empezó a llorar en brazos de quien lo sostenía y lo entraron en la casa como para darle de comer, por ver si así dejaba de llorar y lo entregaban a su tío. Entonces un caballero valeroso y leal, Pedro Núñez de Fuente Armegil, cobijó el rey bajo su capa y a lomos de un caballo muy veloz lo llevó aquel mismo día hasta el castillo de San Esteban. Y como el rey de León, los condes y los barones andaban tratando de variadas cuestiones en el concejo de Soria a la espera de que acabara lo que creían suelo del rey niño, el rey de León, que andaba cansado de la espera y deseoso de ver al niño, pregunta por él; y al inquirir del cuidador del niño sobre su estado, respondió: “Se presentó un caballero que se lo llevó para traerlo ante su tío”. Y como los condes intentaran justificar el retraso con diversas excusas, surgido al cabo en la ciudad un gran alboroto, el rey de León, tío del niño, los dejó marchar con la condición de que lo buscasen con la mayor diligencia y que, donde quiera que lo hallasen, se lo entregaran de acuerdo con lo estipulado; y aquella misma noche llegaron a San Esteban. Pero el conde Nuño (don Nuño Pérez de Lara) se les adelantó con el pretexto de buscarlo y, luego de sacar de allí al niño, se refuguó al día siguiente en Atienza, e hizo caso omiso, en bien de la libertad de su señor, de la promesa y del homenaje...” (9).
Del mismo modo, veámos ahora el capítulo de “Cómo el rey sopo que algunos vizcaynos levaran a don Nuño, fijo de don Juan Núñez, a Vizcaya: e cómo el rey partió de Burgos por le tomar” y comparemos con lo anteriormente expuesto:
“Estando el Rey Don Pedro en Burgos después que Garci Laso murió, segund dicho avemos, sopo cómo algunos Vizcaynos, e una dueña de Vizcaya que criaba a Don Nuño de Lara, que decían Doña Mencía, que fuera muger de un Caballero Vizcayno que decían Martín Ruiz de Avendaño, partieran de Paredes de Nava, que es en tierra de Campos, do se criaba dicho Don Nuño de Lara, Señor de Vizcaya, fijo de Don Juan Núñez de Lara, e se ivan con él para la dicha tierra de Vizcaya escondidamente, desque sopieron que Garci Laso era muerto, rescelándose, que si el Rey tomase a Don Nuño en su poder, por quanto Don Juan Alfonso de Alburquerque, e Don Juan Núñez su padre de Don Nuño non se quiesieran bien, que le faría Don Juan Alfonso tener preso: e por esta razón tomaron a Don Nuño, e fuéronse con él a Vizcaya: e era estonce Don Nuño de edad de tres años. E el Rey desque sopo que levaban a Don Nuño, fué empós dellos por ge le tomar, e llegó fasta la villa que dicen Sancta Gadea, que era del Señor de Vizcaya, e es aquende el puerto de la Peña de Orduña, por do descienden a tierra de Vizcaya: e allí sopo el Rey que Don Nuño era puesto en salvo, ca los que le llevaban non folgaron fasta que le pasaron la puente de la Rad, que es en el río de Ebro: e desde pasaron la dicha puente, quebraron un arco, e levaron a dicho Don Nuño a la villa de Bermeo, que es en Vizcaya sobre la mar, donde él era Señor. E veyendo el Rey que non podía tomar a Don Nuño, por quanto non levaba el Rey consigo si nom omes de mulas, entendiendo que los Vizcaynos le defenderían e le pornían en salvo por la mar en la Rochela, que es en el Regno de Francia, o en Bayona, que es del Señorío del Rey de Inglaterra, e son logares por la mar cerca de Vizcaya, tornóse de allí” (10).
Dos niños de corta edad. El uno rey –Alfonso VIII– y el otro Señor de Vizcaya, a la sazón de tres años de edad –Nuño de Lara–, ambos perseguidos por el rey Fernando II de León, –a través de don Manrique de Lara– y por el rey Pedro I, respectivamente. Pero también los dos encomendados a personas responsables y salvadores especiales: don Pedro Núñez de Fuentearmegil (soriano de pro) y don Martín Ruiz de Avendaño (vizcaíno, o sea, vasco), que los pusieron a buen recaudo.
Es posible, como casi siempre sucede en estos casos, que la leyenda y la Historia se mezclen y confundan hasta llegar a un punto en el que sea muy difícil poder separarlas. Y quizá éste sea uno de esos casos, que quizás llegue a la Historia a través de las “comidillas” de las gentes lugareñas y termine, aparentemente, formando parte de la verdadera y auténtica Historia.
Pero, pensemos: ¿Acaso la huída a Egipto, –protagonizada por María, José y el Niño– no es algo similar y quizá la base de este tipo de creaciones?
En líneas generales los dos casos expuestos son muy parecidos y, lo curioso es que ni un solo documento habla a favor de la existencia histórica del hecho ocurrido en Atienza, que más parece una creación del cronista que, de esa manera, pretendió dar realce a la tradición, mezclando elementos diversos: los propios de los recueros atencinos y los de la leyenda, amalgamándolos, a cambio de unas fotografías en El Pardo, dado que los documentos abarcan una cronología comprendida entre los años 1255 y 1397 ó 98 y se refieren, en líneas generales, a sucesivas concesiones y confirmaciones reales de salvoconductos y seguros de libre circulación por el territorio de la Corona otorgados a los recueros atencinos (11).
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NOTAS
(1) VEGA GARCÍA, Jesús de la: La Cofradía de la Santísima Trinidad y La Caballada de Atienza (Guadalajara). Fuentes documentales y bibliográficas para su estudio. “Libros de Acuerdos y Cuentas”, Guadalajara, Diputación Provincial de Guadalajara, 2002, pp. 23-35. (Capítulo I-3. Alfonso VIII en Atienza: refugio y traslado del monarca. Historiografía).
(2) Íbidem., p. 23.
(3) LAYNA SERRANO, Francisco: “La histórica Cofradía de La Caballada en Atienza (Guadalajara)”, Hispania. Revista Española de Historia, IX (Madrid, C.S.I.C, Instituto Jerónimo Zurita, 1942) e Historia de la Villa de Atienza, Madrid, C.S.I.C., Instituto Jerónimo Zurita, 1945.
(4) VEGA GARCÍA, Jesús de la: Op. cit., pp. 24-25.
(5) GONZÁLEZ, Julio: El reino de Castilla en la época de Alfonso VIII, Madrid, 1960, apud. VEGA GARCÍA: Op. cit., pp. 23 y 29-30.
(6) LÓPE DE AYALA, Pero: Crónica del rey D. Pedro (Selección), Madrid, Compañía Ibero-Americana de Publicaciones (S. A.), (Col. Las cien mejores obras de la literatura española, vol. 98), con prólogo de Guillermo Díaz Plaja fechado en Madrid, enero de 1931.
(7) VEGA GARCÍA: Op. cit., p. 24 y nota 17.
(8) Íbidem., Op. cit., p. 24.
(9) Ibídem., pp. 24-25. Las negritas son nuestras.
(10) LOPE DE AYALA: Op. cit., pp. 58-59.
(11) TAMAYO, Alberto: Colección diplomática de “La Caballada” de Atienza. Estudio y apéndice documental, Bilbao, Cofradía de la Santísima Trinidad, Asociación de Amigos del Archivo Histórico Provincial de Guadalajara y Bornova Asesores Turístico-Culturales, 2004, p. 16.