Revista de Folklore • 500 números

Fundación Joaquín Díaz

Si desea contactar con la Revista de Foklore puede hacerlo desde la sección de contacto de la Fundación Joaquín Díaz >

Búsqueda por: autor, título, año o número de revista *
* Es válido cualquier término del nombre/apellido del autor, del título del artículo y del número de revista o año.

Revista de Folklore número

285



Esta visualización es solo del texto del artículo.
Puede leer el artículo completo descargando la revista en formato PDF

DIEZ CUENTOS DE ANIMALES

MARTIN CRIADO, Arturo

Publicado en el año 2004 en la Revista de Folklore número 285 - sumario >



1. LA RAPOSA

(Camarena–Chevalier (1), 1: Robo de pescado; 2 B: Pesca con la cesta; 74 F: La zorra se disfraza; 5: Mordiendo la pata).

Pues esto era un sardinero que se dedicaba a la venta de las sardinas, y un día le quedaron una caja de sardinas por vender y dijo:

–Pues ¿cómo podremos vender esta caja?

Y organizaron ir a Cobos de Cerrato a vender la caja de sardinas. Y en el camino, cuando iban de marcha para Cobos, coge y empieza a espantarse la burra que llevaba la caja de sardinas. Dice:

–Pues ¿qué habrá aquí, que tanto se espanta la burra?

Para, fue, miró y estaba una raposa en el camino tendida, muerta, y la preguntó, dice:

–¿Estás viva o estás muerta, estás viva o estás muerta?

Y no contestaba ni hacía señales. Cogió entonces la raposa y la echó encima de la caja de las sardinas y encontró entonces la manta que llevaba y la tapó a la raposa y a la caja de sardinas. Y según la tapó a la raposa, se dio cuenta de que iba el sardinero por la senda y ella aprovechó la ocasión para ir tirando las sardinas hasta que tiró todas. Luego que tiró todas, se cogió y se tiró ella también. Iba entre la manta tapada, se tiró y al tirarse, volvió a recoger las sardinas. Y como las recogió y estaban muy manchadas, cuando terminó, dice:

–Yo esto no lo puedo comer así. Hay que ir a lavarlas al río.

Y sigún estaba lavándolas en el río, se acerca por allí el lobo y dice:

–Raposita, ¿qué haces?

Dice:

–Mira, aquí estoy lavando sardinas para poderlas comer.

–Dame una.

Dice:

–No quiero, porque cuesta mucho pescarlas.

Dice:

–Pues dime cómo se pescan.

–Pues, mira, si vas a pescarlas, sí, toma una y te diré cómo se pescan.

Ya le dio una y dice:

–¡Ay qué buena, pero qué buena! Que cosa más buena, dame otra.

Y la raposa le dio otra sardina, dice:

–¡Ay qué buena! –dice– Dime cómo se pescan y voy a pescarlas.

Dice:

–Pues, mira. Coges ahí en el pueblo ese y te arrimas al tendedero donde tienden la ropa las mujeres, y allí habrá un canasto. Coges un canasto y unas lías, y lo trais y te lo preparo yo, te lo ato al rabo y tú te tiras al río.

Pues, efectivamente, así lo hizo, vino con el canasto y las cuerdas, y se lo ató bien al rabo, y le mandó la raposa tirar adonde había bastante agua. Y al tirarse, cogió y se hundió. La raposa empezó a echarle piedras en el canasto y dice:

–¡Tira, tira, que le sacas lleno!

Y venga a tirar y la raposa desde la orilla del río iba echando piedras hasta que la llenó de piedras, y entonces dice:

–¡Tira, que le sacas lleno!

Y tanto tiró que se le arrancó el rabo. Y al arrancársele el rabo, echó a correr detrás de la raposa, a ver si la podía dar..., porque le había engañao, pero la raposa venga, pim, pam, hasta que llegó a la boca. Y sigún entró a la boca, se mete y dice:

–Voy a esperarla aquí.

Un día se estuvo allí, una noche y un día esperándola y que no. Como le vía la raposa desde dentro, no salía. Dice:

–Esto no hay mejor cosa que irse al río, porque tiene que tener una sed tremenda y allí tiene que ir a beber.

Pero la raposa, una vez que vio que se había marchao, cogió y salió, y en vede irse a beber, se cogió y se fue a un colmenar. Y en el colmenar cogió y se untó toda la piel con la miel, y al untarse con miel toda la piel, fue y se revolcó en las hojarascas y entonces ya iba disfrazada la raposa. Sigún la ve venir al río, dice:

–Mira, por allí viene uno.

Se acerca y sigún llega cerca, dice:

–¿De adónde eres?

Y dice la raposa:

–De Carrascal del Monte. Cata colmena, cata la mía que está muy buena.

–Bebe, bebe.

Y otra vez, sigún estaba bebiendo, dice:

–Pero, ¿de dónde eres?

–De Carrascal del Monte, cata colmenas, cata la mía que está muy buena.

–Bebe, bebe.

Y bebió todo lo que quiso. Y ya cogió y se marchó con dirección a la boca, la raposa. Y ya cuando llegaba en el alto, le dice:

–Oye, lobo, te acuerdas de aquel día que fuimos a pescar que te se arrancó el rabo.

Dice:

–¡Ah, granuja! Ya me engañaste otra vez.

Y empezó a correr detrás de ella, pim, pam, pim, pam, hasta que llegó a la boca y, sigún llega a la boca, ya le llevaba al mismo hocico y la agarró de la pata, según entraba y dice la raposa entonces:

– ¡Tira, tira! que de la raíz de la encina tiras, pero de mí te aciba (?).

Y cogió y soltó la raposa y se metió pa dentro (2).

2. LA PALOMITA

(Camarena–Chevalier, 56 A: El zorro amenaza con abatir el árbol).

Este era un lobo hambriento que tenía mucho hambre y no sabía dónde poder cazar para matar el hambre. Y recorrió todo el monte y no encontraba caza ninguna; y al última hora de la tarde, vio una mata que tenía un nido y collaba la paloma. Y empezó a escarbar sobre la mata y a llamarla:

–Palomita, palomita, ¿qué haces?

Y la palomita contestó:

–Aquí estoy con mis hijillos dándoles calor.

Dice:

–Mira, dame un pichoncito que tengo mucho hambre.

Dice:

–No te doy ninguno porque los quiero mucho a mis hijos y no te doy ninguno.

Dice:

–Dame uno, que si no, te corto la mata y te como todos.

Y la palomita cogió miedo y ya le tiró uno. Y, al tirarle uno, le comió y dice:

–Pero qué cosa más buena.

Dice:

–Dame otro, que si no, te corto la mata.

Dice:

–No te doy más, que quiero mucho a mis hijillos y no te doy más.

Dice:

–Mira, dame otro que si no, digo “hacha con acero, corta madero”, te corto la mata y te como todos.

Dice:

–¡Ay! No lo digas.

Y le dio entonces otro. Y al darle otro, cogió y se le comió, y al comérsele, dice:

–Dame otro

–No te doy más.

Y cogió el lobo, ya mató un poco el hambre, y se fue a beber al río. La palomita se quedó en el nido llorando. Y como tenía mucha sed, también cogió y marchó al río a beber. Y cuando va a beber al río, se le acercó el alcaraván, dice:

–Palomita, parece que estás muy triste; –dice– cómo es que lloras.

Dice:

–Pues, mira, es que ha ido el lobo por allí y me ha comido dos hijitos.

Dice:

–Pero cómo es que te ha comido los hijos teniendo el nido tan alto.

Dice:

–Sí, pero me decía que me iba a cortar la mata y m’iba a comer todos.

–¿Que te va a cortar la mata?

–Sí, es que decía: “hacha con acero, corta madero”, y m’iba a cortar la mata y m’iba comer todos.

— Dice: –No te creas esas cosas –dice–. Mira, cuando diga “hacha con acero, corta madero”, tú dices: “hacha sin acero, no corta madero”.

Entonces la paloma volvió al nido enseguida, allí con sus hijillos, y, al día siguiente, se acerca otra vez el lobo, empezó a excavar con las uñas como hizo el día anterior, dice:

–Palomita, palomita, ¿qué haces?

Dice:

–Aquí estoy con mis hijillos dándoles calor.

Dice:

–Mira, dame otro pichoncillo que tengo mucho hambre.

–No te doy más.

Dice:

–Pues, mira, si no me das más, te corto la mata y te como todos.

Dice:

–Si la cortas, que la cortes.

–Pues digo “hacha con acero, corta madero” y te corto la mata y te como a todos.

–Si tú dices “hacha con acero, corta madero”, yo digo que “hacha sin acero, no corta madero”.

–¿Quién te ha dicho eso?

–Mi amigo el alcaraván.

–Y ¿dónde está tu amigo el alcaraván?

Dice:

–En el río está pescando.

Cogió el lobo, entonces, se lanzó a ver si podía coger al alcaraván. Y sigún iba, vio al alcaraván, se iba agazapando por entre las matas y tapándose de una mata en otra. Y, cuando ya estaba cerca, coge y pega un salto y dice:

–Alcaraván comí.

Da un volido el alcaraván al otro lado del río y dice:

–A otro bobo, que no a mí (3).

3. ALCARAVÁN COMÍ

(Camarena–Chevalier, 56 A: El zorro amenaza con abatir el árbol).

Era un aguililla que tenía su nido en un pino muy alto y la zorra andaba por ahí, y no tenía comida, no encontraba nada. Y ya ve a la aguililla y la dice:

–Aguililla, aguililla, dame un hijo.

Dice:

–No, no, ¿cómo te voy a dar un hijo? Son míos.

Dice:

–Pues como no me des un hijo, rabo corta mocha, rabo corta mocha.

Y le tiró un hijo. Y al otro día, otra vez que viene con hambre y la dice que la tire un hijo. Y coge y la tira otro hijo. Y ya se pone a llorar, y a llorar y pasa el alcaraván y dice:

–¿Qué haces, amiga aguililla? ¿Por qué lloras?

Dice:

–Pues mira, que ha venido la zorra, ya ha venido dos veces, y dice que tenía mucha hambre, y la he tenido que dar un hijillo. Y si no la doy el hijo, que rabo corta mocha.

Y dice:

–Pues, mira, cuando venga otra vez la zorra, y diga que rabo corta mocha, la dices: rabo que no tiene acero, no corta madero.

Conque así lo hizo. Viene la zorra:

–Aguililla, aguililla, dame un hijo que tengo mucho hambre.

–No, no te doy un hijo.

Dice:

–Como no me des un hijo, rabo corta mocha y os como a todos.

Y dice:

–Rabo que no tiene acero, no corta madero.

–¿Quién te lo ha dicho?

–Mi amigo el alcaraván.

Dice:

–¡Ah!, pues ahora voy al alcaraván y donde le encuentre, le como.

Y venga llorar la aguililla. Y ya corrió p'’allá, p’acá, y encontró al alcaraván, y se le encontró dormido y se le tragó entero. Y el alcaraván se despierta y dice:

–Pero dónde estoy yo.

Dice:

–Yo que te he comido por decirle al aguililla que rabo no corta mocha.

Y dice:

–¡Huy! Es que mi padre y mi madre están muy lejos de aquí –dice– alcaraván comí.

Y salta la zorra: — –Alcaraván comí.

– Dilo más fuerte, que mi padre y mi madre están lejos de aquí.

–Alcaraván comí.

Dice:

–Dilo más fuerte, que mi padre y mi madre están muy lejos de aquí.

Dice:

–Alcaraván comí.

Sale el alcaraván y dice:

–A otro tonto que no a mí (4).

4. LA ZORRITA Y LA CIGÜEÑA

(Camarena–Chevalier, 60: La zorra y la cigüeña se invitan; 225: Las bodas en el cielo.)

Y claro, pues mira que las zorritas son espabilás. Bueno, pues la zorrita cogió y la invitó a comer puches en una piedra llana, en un monte. Y la cigüeña, como es también espabilá, fue allí y empezó a comer y, claro, con el pico qué iba a sacar, ni el agua. Va la zorrita y se chupó todas las puches, pero la cigüeña no se encontró conforme con eso y dijo:

–Oye, zorrita, ¿por qué no vamos una vez y te invito al cielo, que me han invitao a mí a una boda?

Y dice:

–Y ¿cómo voy a ir al cielo?

Y dice:

–Muy fácil, montas encima de mí, subes a esa piedrita, yo me pongo así y tú montas.

Se agachó la cigüeña, montó la zorrita y venga volar, venga volar…, claro, al cielo nunca se llega.

Cuando ya iban por trescientos o cuatrocientos metros, pues dice la cigüeña, dice:

–Oye, por favor, ya no puedo continuar. Apéate que voy muy cansada.

–Y ¿adónde me apeo si aquí no hay piedras?

–Na más que te sueltes un poquito de las alas y enseguida pues haces el descanso.

Y es lo que deseaba la cigüeña. Pues, nada, que se quitó las manicas, se dio la media vuelta y ¡catapum! la zorrita. Y la cigüeña siguió volando, pero la zorrita dijo:

–Si de esta paso y no muero, jamás quiero más bodas en el cielo (5).

5. LA CABRITA

(Camarena–Chevalier, 123: El lobo y los cabritillos.)

Era una cabrita que tenía siete chivitos y llamó a sus siete hijitos y les dijo:

–Mirar, hijitos, me voy a ir al monte a comer bellotas, no abráis la puerta; tened cuidao que no venga el lobo, no le abráis la puerta, que yo vendré diciendo:

“Abrir hijitos puerta
que traigo el hato a cuestas,
las cornatas llenas
y tiesas las tetas”.

Pero no hagáis caso del lobo si viene diciendo: “Abrir la puerta” [con voz cavernosa].

Y, entonces, la madre se marchó y sólo ellos quedaron en su casa. Cada uno se puso…, unos al lado del fuego, otro detrás de la puerta, otro se puso en el reloj, el más pequeñito, y otro se metió entre las brasas de la lumbre, para que no le reconocería si va el lobo, que no los conocería. Entonces, llegó el lobo:

–Abrir hijitos puerta
que traigo el hato a cuestas,
las cornatas llenas,
y tiesas las tetas [con voz cavernosa].

–No, que no es usté nuestra madre [con voz fina].

–Sí, hijitos, sí que soy vuestra madre [voz cavernosa].

–No, que nuestra madre tiene la voz muy dulcita y usté la tiene muy áspera [voz fina].

–Bueno, pues entonces volveré [voz cavernosa].

Se marchó el lobo y se fue derecho a un molino y, entonces, a la molinera le dijo, dice:

–Dame una docena de huevos, que tengo que suavizarme la voz.

Se comió la docena de huevos y se marchó otra vez:

–Abrir, hijitos, puerta,
que traigo el hato a cuestas,
las cornatas llenas,
y tiesas las tetas [con voz normal].

–No, que usté no es nuestra madre.

–Que sí, hijos, que sí, que soy vuestra madre.

–Que no; pues enséñenos usté la patita.

–Dice– no, señor, usté no es nuestra madre, porque nuestra madre tiene la patita blanca y usté la tiene negra.

Cogió y marchó en casa del molinero, le dijo, dice:

–Dame una arroba de harina, que me voy a poner esta patita bien blanca.

Y, ya, se envolvió la harina con el huevo y se puso la patita bien blanca. Y, entonces, ya, pues le tuvieron que abrir la puerta. Le abrieron la puerta, pero el del reló no se bajó; se comió a todos los chivitos y el del reló no le pudo coger, porque no se había dao cuenta de que estaba allí. Se marchó debajo de una encina y se echó a dormir. Entonces, viene la madre:

–Abrir, hijitos, puerta,
que traigo el hato a cuestas,
las cornatas llenas,
y tiesas las tetas.

–No, que usté no es nuestra madre.

–Sí, hijo, sí, abrir la puerta; abrir que soy yo vuestra madre.

Y, claro, se bajó el probrecillo como pudo y abrió la puerta a su madre, y dice su madre:

–Y, ¿dónde están tus hermanitos?

Dice:

–Aquel lobo que está allí debajo, madre, se les ha comido.

Dice:

–No te preocupes, hijo. Trae unas cestas grandes, de esas que hay ahí de bimbre; y tráeme las tijeras de cortar, de coser yo, ¡verás lo que vamos a hacer! Y trae una aguja que le vamos a arreglar.–Dice– vente conmigo.

Se cogieron la madre y el hijo, se marcharon debajo de la encina, abrió la madre la tripa al lobo y salieron todos sus hermanitos, que estaban vivos. Entre todo, dice:

–Hijitos, tomar, coger estas cestitas y traer todas las latas, tos los cantos, to lo que encontréis; y le vamos a llenar la barriga y le vamos a coser. Le cosieron la barriga y, claro, el pobre hombre se quedó durmiendo, pero ellos se fueron a casa y dice:

–Poneos aquí, que le vamos a ver todo lo que hace.

Se levanta y dice:

–¡Ay, cuánto pesa mi zambomba; cuánto pesa mi zambomba! ¡Qué sed tengo; qué sed tengo! [con voz cavernosa].

Pero va, que había un pozo y, entonces, se mira al pozo y ve otro lobo abajo; y él se creyó que era otro como él. Y va y le dice:

–Dame agua, que tengo mucha sed. Dame agua, que tengo mucha sed [voz cavernosa].

Pero como tanto le pesaba la barriga, pues, ¡pum!, se cayó abajo y el tonto allí se quedó. Y, entonces, vino su madre y les dijo, dice:

–Vamos, hijos, a celebrar nuestra función. Vámonos a casa y a comer to lo que traigo yo ahora; como traía bellotas, eso se comieron. Y, entonces, les dijo:

–Bueno, hijos, ahora no volváis a hacer caso en la vida de gentes que no son las nuestras (6).

6. [EL LORITO]

(Camarena–Chevalier, 237: Los razonamientos del loro escarmentado).

Aquí en Valladolid, cuando estalló el movimiento, había un lorito en la calle María de Molina que nada más acostumbraba a decir: “¡Viva la república! ¡Viva la república!”. Cuando estalló el movimiento, iban la Falange “Cara al sol...” y eso y él “¡Viva la república!”. Paran el camión y dice:

–Aquí han dicho “Viva la república”.

–Vamos a ver los rojos que hay aquí.

Suben arriba y estaba la criada y dice:

–A ver ¿quién ha dicho aquí “Viva la república”?

–Nadie, aquí no hay nadie, no hay ningún hombre.

–¡Cómo! Aquí han dicho “Viva la república”.

Dice:

–Habrá sido el lorito.

–Pues sí, ha sido el loro.

Le cogen al loro, le sacan de la jaula, ¡pam, pam! le pegan unos castañazos en la cabeza y echaba sangre. Le cogieron, fueron al wáter, alzan la chisma del wáter y le metieron en la taza. Conque ya cogieron, marcharon y el lorito, en cuanto se fueron, le cogieron, le sacó la criada, le puso otra vez en la jaula, pero medio escacharrao.

Y salió al día siguiente la Josefina, que se llamaba Josefa, a la plaza y, cuando volvió, venía que reventaba al chisme del wáter y la ve que echa una de sangre y eso, y salta el loro, dice:

– ¡Huy, Josefa! ¿Tú también has dicho “viva la república”? (7).

7. [LAS SARDINAS DEL CULO]

(Camarena–Chevalier, 243 B: El guisado de carne de culo).

Era una abuelita que tenía una nietita que no tenía ni padre ni madre. Se fue la abuelita a misa y la quedó el dinero para que fuera a por un kilito de sardinas. Fue a por las sardinas, las frió, probó una:

–¡Ay, qué rica está, qué rica! Voy a comer otra, la abuela no lo notará.

“Me voy a comer otra, me voy a comer otra”, hasta que se las comió todas. Salió a la puerta llorando.

–¿Por qué lloras, querida niña? –le dijo un hombre que pasaba.

–Porque mi abuelita me ha mandado ir a por sardinas y me las ha comido el gato.

–Toma, bonita, toma y vete a por otras.

Y el hombre la dio el dinero. Se fue a por las sardinas, vino otra vez, las frió y las volvió a comer.

Y, entonces, salió llorando, pero nadie la daba una perra. Salió al patio, se cortó un trozo de culo de cada lado y se hizo las sardinas. Las frió, las rebozó y, cuando ya vino la abuela, se ponen a comer las sardinas y:

–¡Ay qué ricas están, qué ricas están!

–Sí, sí –dice–, abuelita, están muy fresquitas.

Y dice el gallo que la había visto hacer todo:

–¡Kikirikí! Carne de culo comen aquí.

– Pero ¿qué dice ese pollo?

–Nada, abuelita, nada. Tú come y calla.

Y se ponen otra vez a comer y dice:

–¡Kikirikí! Carne de culo comen aquí.

–¿Qué dice?

–Que no dice nada, abuelita; tú come y calla.

Y entonces lo vuelve a repetir tres veces y va la abuelita al patio a ver lo que dice el pollo y dice el gallo:

–¡Kikirikí! Carne de culo comen aquí.

Que la miró el culo y vio que la faltaban los dos trozos y colorín, colorete, por la chimenea cayó un cuhete, y colorín, colorón, al que no alce el dedo le daremos un capón (8).

8. [LOS DOS LORITOS]

(Camarena–Chevalier, 243 C: El lenguaje inapropiado del loro).

Eran también dos loritos, que habían comprao, dos loritos. Era un matrimonio recién casao y, claro, tenían la jaula, y no sabían cuál era el macho y la hembra. Ya un día salieron fuera el matrimonio y la encargaron a la criada que mirara a ver cuál era el macho y la hembra, dice:

–Mira, quien se suba arriba es el macho. Y, claro, ¿lo comprendes?

–Sí, sí, lo comprendo.

Cuando se marcharon, efectivamente, cogió el lorito, se subió encima la lorita y la criada, ni corta ni perezosa, cogió al lorito, ¡zuum!, y le quitó las plumas del cocote, le quitó las plumas del cocote. Y cuando volvieron, dice:

–Ya, señorito, ya sé quién es el lorito; ése es el que estaba encima, el que l'he pelao esto.

Dice:

–Muchas gracias, muchas gracias –dice–. Ya sabemos quién es el lorito y la lorita.

Conque, a los pocos días, tienen invitados y, entre los invitados, había un cura. Estaban comiendo y eso, al rezar, estaban rezando pa hacer la comida y salta el lorito:

–¡Huy! ¿A ti también te han pillao jodiendo?

Pues le vieron la corona, dice:

–¿A ti también te han pillao jodiendo? (9).

9. [LAS PRISAS NUNCA FUERON BUENAS] ç

(Camarena–Chevalier, 288 B: Las prisas del sapo).

Un señor estuvo siete años intentando saltar un arroyo y, al final, cayó en el medio y decía:

–Las cosas deprisa nunca salen bien (10).

10. EL BURRO DEL BOTIJERO

(Sin catalogar. Semejante a Agúndez García, nº 50 (11)).

Esto era un botijero que vino a vender cacharros, de esos que venían con los burros, aquí a la calle Santiago. Y resulta qu’el burro, que estaba en medio la calle, pues se armó. Y había un policía allí y le dice:

–Oiga usté, qu’el burro vea usté cómo está. Esto da vergüenza; pasan las mujeres por ahí, y los niños, y toas estas cosas…

Y resulta que va el botijero, se arrima a él, le muerde la oreja y el burro, al dolerle la oreja, pues bajó, va y la enfunda. Y le dice el policía al botijero, dice:

– ¿Qué le ha dicho usté, qué le ha dicho usté?

Dice:

–Le he dicho a éste, guárdatela, que te la quiere chupar el guardia (12).

____________

NOTAS

(1) CAMARENA, J. y CHEVALIER, M.: Catálogo tipológico del cuento folklórico español. Cuentos de animales, Madrid, Gredos, 1997.

(2) Grabado a Emiliano González, de 73 años, en Tabanera de Cerrato (Palencia), en abril de 1990.

(3) Grabado a Emiliano González. Véase la nota 2.

(4) Grabado a María Díez, de 60 años, en Matilla de los Caños (Valladolid), abril de 1990.

(5) Grabado a Jesús Moreno en mayo de 1995, en Valladolid, si bien nació en Robledo de Chavela (Madrid) en 1917.

(6) Grabado a Mauricia González, nacida en 1911 en El Barraco (Ávila), residente en Valladolid, en mayo de 1987.

(7) Grabado al señor Félix, de 72 años, en Valladolid, marzo de 1995.

(8) Grabado a Sebastiana Ramos, de 68 años, en Nava del Rey, en abril de 1986.

(9) Grabado al señor Félix. Véase la nota 7.

(10) Grabado a Mari Cruz de Benito, de 45 años, en Viloria del Henar (Valladolid), en abril de 1986.

(11) AGÚNDEZ GARCÍA, J. L.: Cuentos populares vallisoletanos (en la tradición oral y en la literatura), Valladolid, Castilla, 1999, p. 119.

(12) Grabado a Ángel San José, de 68 años, en Renedo de Esgueva (Valladolid), en abril de 1995.



DIEZ CUENTOS DE ANIMALES

MARTIN CRIADO, Arturo

Publicado en el año 2004 en la Revista de Folklore número 285.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz